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Niní Marshall



¿Qué día cumple años Niní Marshall?

Niní Marshall cumple los años el 1 de junio.


¿Qué día nació Niní Marshall?

Niní Marshall nació el día 1 de junio de 1903.


¿Cuántos años tiene Niní Marshall?

La edad actual es 121 años. Niní Marshall cumplió 121 años el 1 de junio de este año.


¿De qué signo es Niní Marshall?

Niní Marshall es del signo de Geminis.


¿Dónde nació Niní Marshall?

Niní Marshall nació en Buenos Aires.


Marina Esther Traveso (Buenos Aires, 1 de junio de 1903-Buenos Aires, 18 de marzo de 1996),[1]​ conocida por su nombre artístico de Niní Marshall, fue una actriz, guionista y comediante argentina.[2]

Inició su carrera como redactora en la revista Sintonía en la década de 1930 bajo el seudónimo de Mitzy.[3]​ Incursionó como cancionista en una serie de programas radiofónicos hasta que sus dotes para la comedia la llevaron a participar como actriz y formar un dúo cómico con Juan Carlos Thorry. Su popularidad fue en aumento y Manuel Romero la incorporó como actriz protagónica y guionista en la película Mujeres que trabajan (1938).[4]​ Entre 1939 y 1940, encabezó una trilogía dirigida por Romero que incluyó los filmes Divorcio en Montevideo, Casamiento en Buenos Aires y Luna de miel en Río.

Su observación minuciosa de la sociedad la llevó a crear dos personajes emblemáticos, Catita y Cándida, dos arquetipos de la inmigración europea del siglo XX, con los que intervino en gran parte de sus películas. A comienzos de los años de 1940, encabezó las primeras superproducciones de la historia del cine argentino, Carmen (1943), Madame Sans Gene (1945) —por la que obtuvo el premio a la mejor actriz cómica de la ACCA— y Mosquita muerta (1946), todas dirigidas por Luis César Amadori.[4]​ Tras el golpe de Estado de 1943, Marshall debió exiliarse en México luego de que las autoridades consideraran el lenguaje utilizado por sus personajes como «una deformación del idioma».[3]​ La situación se volvió a reiterar en 1950 cuando, en un confuso episodio, Marshall dejó de recibir ofertas de trabajo durante el gobierno de Juan Domingo Perón.[5]

Su retorno al cine luego tras la caída del peronismo tuvo lugar en Catita es una dama (1956), que no tuvo el mismo éxito que sus películas anteriores. Sus siguientes actuaciones fueron en comedias de bajo presupuesto que le ofrecieron un lucimiento limitado y tuvieron una mala recepción. En cambio, sus presentaciones televisivas en los años de 1960 en el ciclo de Nicolás Mancera, Sábados circulares, generaron repercusión en el público.[4]​ En 1973, fue convocada por Lino Patalano para desarrollar un espectáculo de café-concert, Y... se nos fue redepente, que alcanzó más de 1500 presentaciones y le permitió llevar a escena todos sus personajes. A lo largo de su carrera teatral, por su parte, se destacó en Coqueluche, Buenos Aires de seda y percal y La señora Barba Azul. Su éxito como humorista le valió los apodos de «la dama del humor» y «la Chaplin con faldas».[6][7]

Marshall se retiró del cine en 1980 después de filmar ¡Qué linda es mi familia! junto a Luis Sandrini, aunque en 1985 publicó sus memorias y continuó trabajando esporádicamente en televisión hasta 1988. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por los homenajes,[5]​ entre los que destacan haber sido declarada «Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires» en 1989 y merecedora del premio Podestá a la Trayectoria en 1992. Al momento de su muerte en 1996, Marshall era considerada una de las figuras del espectáculo más importantes y reconocidas de la Argentina.[5]​ En la actualidad, un teatro en Tigre y una calle de Puerto Madero llevan su nombre a modo de reconocimiento.[8][9]

Marina Esther Traveso[1]​ —conocida posteriormente bajo el seudónimo de Niní Marshall—[10]​ nació el 1 de junio de 1903 en el barrio porteño de Caballito como la menor de los hijos de Pedro Traveso y María Ángela Pérez, ambos inmigrantes asturianos. Cuando contaba con apenas dos meses de edad, su padre murió y los cuatro hijos del matrimonio quedaron a cargo de su esposa.[11]​ Tras el deceso de su padre, la familia se trasladó a una casona de la calle Defensa 219 —actualmente Museo de la Ciudad— en el barrio de Monserrat, frente a la iglesia de San Francisco, donde vivió parte de su niñez.[11]​ A los cuatro años, Marina fue inscrita en la Escuela Juan José Paso, donde demostró su interés por la actuación,[12]​ y un año más tarde hizo su primera presentación en el Centro Asturiano de Buenos Aires.[13]

En su niñez, la familia se trasladó al barrio de Montserrat y Marina inició sus estudios de danzas españolas, pintura, dibujo, canto, piano[14][15]​ e idiomas tales como el francés, alemán e inglés. También lideró una pandilla de niños llamada Los Arribeños del Norte, con la que desempeñaba pequeñas obras teatrales en el sótano de la casa de un tío a manera de entretenimiento.[6]​ Luego de finalizar sus estudios primarios, prosiguió sus estudios en el Liceo Nacional de Señoritas N° 1, donde comenzó a diseñar sus primeros personajes, en general imitaciones de sus profesores.[16]​ Marshall, en su adultez, señaló que tuvo una infancia «feliz» y se caracterizaba por su exacerbada timidez: «La timidez me agarraba, por ejemplo, cuando tenía que dar una lección, o ponerme de pie para decirle algo a una maestra o a una profesora. Pero cuando se terminaba la hora de clase era un monigote, como soy ahora, un payaso. No fui muy buena alumna. ¡De verdad que no!».[17]

Fue en esa institución donde se recibió de bachiller en 1921.[3]​ Al terminar la educación secundaria, inició sus estudios en Filosofía y Letras, los cuales fueron interrumpidos cuando contrajo matrimonio en 1924 con Felipe Edelmann,[6]​ un ingeniero de origen ruso mucho mayor que ella y educado en Alemania,[18]​ con el que tuvo a su única hija, Ángela Dora (1926-2022).[19][20]​ Marina vivía en ese entonces en La Pampa y regresó solamente a Buenos Aires para dar a luz a su hija, ocasión en la que le embargaron la vivienda. A la muerte repentina de su madre en 1926, la relación con su esposo comenzó a declinar y se divorciaron.[21][22]​ En sus memorias, Marshall definió esa etapa de su vida como una «catástrofe sentimental y económica».[23]​ Se trasladó temporalmente a la casa de su hermana Blanca en Rosario, Santa Fe, y posteriormente regresó con su pequeña hija a Buenos Aires para instalarse en una pensión y buscar empleo en los medios gráficos.[6]

En 1933, a instancias de su amigo Delfín Ravinovich, consiguió trabajo como redactora en La Novela Semanal, donde escribió artículos con el fin de promocionar artefactos domésticos, como los de la empresa General Electric.[6][24]​ Otras de sus publicaciones estuvieron vinculadas a la mujer y los cuidados para el cuerpo.[25]​ Su trabajo continuó en la revista Sintonía, una de las más populares de la época junto con Antena y Maribel. Marshall, bajo el seudónimo de Mitzy, tenía a su cargo la redacción de artículos sobre asuntos de actualidad en un apartado que se denominaba «Alfilerazos», donde se destacó por su humor ácido y sus observaciones punzantes.[25][6]​ Sus redacciones rápidamente adquirieron popularidad y comentó acerca de su trabajo:

En 1934, por sugerencia de uno de los directivos de Sintonía, se presentó en una prueba radiofónica y resultó elegida en la categoría de «cantante internacional». Un mes después, realizó su primera presentación como cancionista en el ciclo de radio La voz del aire, donde cantó en tres idiomas y permaneció trabajando durante ocho meses bajo el seudónimo de Ivonne D'arcy.[27]​ A su vez, intercaló actuaciones en otras emisoras tales como Porteña, Municipal, Nacional, Belgrano y Fénix.[28][29]​ Pipita Cano, conductora del ciclo El chalet de Pipita en Broadcasting Municipal, vislumbró sus dotes para la comedia y le ofreció interpretar a una mucama en su programa. Fue así como Marshall diseñó a Cándida, una empleada doméstica inspirada en una mujer de origen español que trabajaba en su casa de niña.[30][31]​ El personaje, según su biógrafa Marily Contreras, era «una mujer ignorante, ingenua y torpe, pero querible, y que produjo entre los oyentes de Niní una enorme cuota de ternura, por el trasfondo de bondad que emanaba el personaje».[32]​ La caracterización fue creciendo en popularidad a tal punto que Roberto Llauró, un industrial destacado, la convocó para promocionar su marca de jabones en Radio El Mundo.[33]​ Los comienzos de la emisora en 1935 no tuvieron demasiada trascendencia, motivo por el cual Marshall propuso hacer un programa cómico basado en guiones propios. Sin embargo, Pablo Osvaldo Valle, director de la radio, rechazó la propuesta alegando que no era una actriz conocida y las mujeres no escribían libretos.[34]

En 1936, conoció a Marcelo Salcedo, un contador paraguayo de una empresa yerbatera con el que se casó poco tiempo después[18]​ y diseñó su nombre artístico definitivo. Su apellido fue constituido por la primera sílaba del nombre y el apellido de su marido (Mar-Sal); la adhesión posterior de una «h» y una «l» hizo que quedara Marshall.[28]​ En cambio, optó por una deformación de Marina para el nombre: Marinita-Ninita-Niní.[6]​ Al comienzo, varias emisoras donde compartió cartel con Encarnación Fernández, Pablo Palitos o Delfina Fuentes la presentaron en sus anuncios como Lily Marshall, Niní Marschall o Niní Marshal debido a la supuesta dificultad que les generaba pronunciarlo.[33]

A partir de marzo de 1937, sus presentaciones estuvieron acompañadas por su partenaire Juan Carlos Thorry, con quien trabajó asiduamente hasta los finales del apogeo de su carrera. Su experiencia como redactora publicitaria y su alto rendimiento en creatividad le dieron rápidamente un perfil novedoso como artista.[6]​ El éxito del dúo acrecentó los niveles de audiencia y Marshall logró conseguir un espacio de media hora en un horario central. En una de las salidas de la radio, la actriz observó a las seguidoras enardecidas que se agolpaban para pedirle autógrafos a Thorry y gestó el personaje de Catita que,[35][3]​ junto con Cándida, se convirtieron en sus caracterizaciones más emblemáticas. El empresario Emilio Córdoba, enterado de su nuevo personaje, la contrató para promocionar su Tienda La Piedad; a partir de entonces, dos funciones semanales fueron dedicadas a Cándida y otras dos a Catita. Su labor durante ese año le mereció el premio «Sensación Radiofónica» otorgado por la revista Sintonía.[36]

Aunque el equipamiento era aún precario, el cine comenzó a posicionarse como una industria activa y pequeña en torno a la cual artistas y directores construían una popularidad creciente. El público comenzó a inclinarse por el cine como modo de entretenimiento atraído por la posibilidad de ver a sus ídolos de radio en pantalla.[37]​ En 1938, Marshall fue convocada por Manuel Romero para filmar su primera película.[38]​ Sin embargo, el director debió reiterar varias veces su llamado ante el rechazo de la actriz, a la que, en sus propias palabras, le atemorizaba el cine porque «no tenía rostro cinematográfico y por miedo a que la gente se decepcione».[6]​ Marshall aceptó una prueba de cámara y, disueltos sus temores, rescindió su contrato con la radio y firmó uno nuevo con la compañía cinematográfica Lumiton. La actriz Mecha Ortiz, integrante del elenco, recordó tiempo después que su pariente, el presidente Roberto Marcelino Ortiz, al enterarse de que filmaría con Marshall, le solicitó que le consiguiera un autógrafo.[37]​ La película se tituló Mujeres que trabajan y la actriz compuso a Catita en el rol de una vendedora de tienda. Las críticas fueron en general positivas y el Heraldo Cinematográfico apuntó que «la dicción en las escenas iniciales dejó algo que desear, pero que esto no empañó el resultado final».[39]​ De acuerdo a Contreras, «la película es una atinada pintura de las empleadas de comercio de la época. La comicidad se basa exclusivamente en el lenguaje».[40]​ Marshall, sin embargo, se mostró insatisfecha con su trabajo.[39]​ Al finalizar el rodaje, la actriz partió en gira hacia Tandil en compañía de Thorry para luego continuar por Benito Juárez, Tres Arroyos, Coronel Dorrego, Bahía Blanca y Coronel Pringles. Tras un breve regreso a Buenos Aires, la gira prosiguió por Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, Córdoba y San Juan.[41]

En 1939, contratada nuevamente por Lumiton, protagonizó Divorcio en Montevideo junto a Enrique Serrano y bajo dirección de Romero.[42]​ El argumento, en el cual Marshall colaboró, señala que para apartarse de su novia presumida un muchacho se casa con una manicura conviniendo divorciarse meses después. El trato se lleva a cabo pero el joven comprende que se enamoró de su exesposa y la busca para volverse a casar.[43]​ La película se estrenó a mediados de año en el cine Monumental y fue un éxito a tal punto que el historiador Domingo Di Núbila, en uno de sus libros, publicó que ahí «no solo se demostró que Niní Marshall podía hacer funcionar una película, sino multiplicarla por tres».[42]​ Ese mismo año llevó por primera vez a su personaje de Cándida al cine en un filme que se tituló con el mismo nombre.[44]​ Esta vez, las críticas fueron negativas; la revista Radiolandia, por ejemplo, definió al argumento como de «materiales primarios, aderezado con algunos lugares comunes de directa repercusión en el auditorio, sirve a sus fines cómico-sentimentales a la intérprete y resulta de eficacia popular».[45]Zully Moreno y Pepe Biondi se encontraban entre las muchas personas que se presentaron para obtener algún papel como extra en la película; ambos se convertirían en dos figuras importantes años después.[18]

El éxito creciente de Marshall fue motivo de disputa entre dos compañías cinematográficas. Los directivos de Lumiton se enteraron por medio de un periódico de un supuesto precontrato de la actriz con otra empresa. El hecho generó consternación ya que Lumiton poseía la exclusividad de las interpretaciones de Catita, motivo por el cual Marshall debió aclarar que se había tenido en cuenta ese detalle en su nuevo proyecto con Argentina Sono Film y Lumiton continuaría con la concesión de Catita.[46]​ Fue así como en 1940 protagonizó Casamiento en Buenos Aires, la secuela de Divorcio en Montevideo, sobre la que Sintonía tituló «Impacto demasiado fácil», mientras que La Nación relató: «Episodios y tipos convencionales, se arman con medios directos y fáciles, pero entre unos y otros se asoma... Catita».[47]​ La trilogía se completó con Luna de miel en Río, donde actuó junto a Tito Lusiardo y Juan Carlos Thorry. Aunque estaba ambientada en Brasil, los rodajes se llevaron a cabo en tan solo un mes en Munro.[48][49]​ Marshall se convirtió para ese momento en una de las actrices más productivas del año y la de mayor importancia en la industria del cine.[50]

En 1940, Marshall también protagonizó Los celos de Cándida, que generó un modesto éxito. La actriz intervino en el armado de los diálogos junto a Luis Bayón Herrera y su actuación estuvo acompañada por Augusto Codecá. El Heraldo, en sus sugerencias para el programa de mano, la catalogó como una «magnífica comedia de gracia irresistible».[51]Jorge Luz realizó su debut como actor en esa película en una breve aparición como un bañista que caminaba por detrás de los personajes protagónicos en las playas de Mar del Plata.[50]​ Durante el rodaje, el director aprovechó la ignorancia de Marshall en la práctica de la ruleta para que su personaje cometiera todo tipo de torpezas en una de las escenas llevadas a cabo en el casino.[52]​ En el mismo año, los hermanos Mentasti le ofrecieron a Marshall una propuesta para rodar la comedia Hay que educar a Niní, que la actriz aceptó con la condición de elegir el director e intervenir los libretos. Ante la imposibilidad de interpretar a Cándida y Catita por cuestiones contractuales, Marshall apareció en el rol de Niní Reboredo, una actriz de reparto que vive en un internado de niñas y se hace pasar por la hija de un industrial rico interpretado por Francisco Álvarez.[48]​ Según Etchelet, los carpinteros y técnicos del estudio abandonaban sus puestos para verla actuar y muchas escenas debieron repetirse a causa de las risas.[53]​ Las hermanas Mirtha y Silvia Legrand aparecieron como extras en la película. Hay que educar a Niní se ubicó en el puesto tercero en la encuesta de lo mejor de la temporada efectuada por el Heraldo del Cinematografista.[54]Horacio Salas, al entregarle el título de Ciudadana ilustre en 1989, le espetó: «Una de sus películas se llama Hay que educar a Niní. Pero es Niní quien nos educa hace 50 años».[5]

En julio de 1940, Marshall firmó un contrato de exclusividad con Argentina Sono Film para filmar dos películas bajo dirección de Luis César Amadori en seis meses, acuerdo que luego se extendió hasta diciembre de 1943.[55]​ Entre noviembre y diciembre de ese año, la actriz incursionó por primera vez en el ámbito discográfico al grabar —en su personaje de la tonadillera Loli— un disco con catorce temas musicales, entre los que destacan «Se lo cuentas a Noel», «Soy castañera» y «La Sinforosa», bajo el sello Odeón.[56]​ Nuevamente dirigida por Romero, a comienzos de 1941 protagonizó Yo quiero ser bataclana, donde Marshall representó una parodia del ballet La muerte del cisne de Saint Saens e interpretó el tango «El vino triste» de Juan D’Arienzo. Recibió el asesoramiento de Mecha Quintana y luego recordaría con humor en Mis memorias que «bailé de punta y maté al cisne como si fuera una gallina».[57]​ La crítica cinematográfica la calificó como «una buena cinta cómica» y la propia actriz destacó que «tuvo un ritmo febril, diálogos vivaces y ocurrencias ingeniosas».[6][58]​ El empresario radiofónico Pablo Valle, al notar que la actriz estaba siendo eclipsada por el cine, mostró su enfado, mientras que Llauró intentó convencerla infructuosamente de regresar a la radio.[59]​ Paralelamente, Marshall inició una gira con Pedro Quartucci —en reemplazo de Thorry— y partió rumbo a Chile y Perú. Sus presentaciones en ese país fueron tan populares que la demanda de entradas superó las expectativas y permanecieron toda la semana a sala llena.[60]

Marshall presentó un nuevo personaje, la cantante lírica Giovanina Regadiera, en su filme Orquesta de señoritas, con el que ridiculizó a las divas de Bel canto que se presentaban en el Teatro Colón.[61]​ Su biógrafa Marily Contreras coincide en que la producción de los años 1939-1941 es «impresionante», lo que generó cansancio en Marshall, que además alternaba sus películas con presentaciones esporádicas en radio.[62]​ Un año después, Amadori logró introducirla en el género policial con La mentirosa, estrenada en el cine Ocean; en una de las escenas, el impacto de una bala perfora la luneta trasera del automóvil y el personaje de Marshall exclama: «¡Qué lastima, un auto tan nuevo y ya se está apolillando!».[63]Enrique Santos Discépolo, uno de los compositores más relevantes de la época, la incluyó en su siguiente proyecto, Cándida, la mujer del año (1943), que perduró solo una semana en cartel y resultó un fracaso comercial.[64]​ Abel Posadas analizó que «Hay que educar a Niní (1940), Orquesta de señoritas (1941), La mentirosa (1942) y La mujer sin cabeza (1947), ofrecen un seductor panorama de ensueño partiendo del mecanismo de la impostura, tan caro al entretenimiento propuesto por Amadori».[65]

Marshall volvió a retomar el género de la parodia cuando fue convocada en 1943 para encabezar Carmen, inspirada en la ópera de Georges Bizet y considerada la primera superproducción del cine argentino al servicio de una temática cómica. La trama indica que una costurera fanática de Carmen cree corporizarse en la protagonista a raíz de un golpe en la cabeza. De acuerdo a Contreras, el filme posee «un poco de célebre ópera, otro poco de literatura y mucho de ingenio y locura».[66]​ En una de las escenas, el personaje de Carmen debía rodar por las escaleras, motivo por el cual el director propuso contratar una acróbata. Marshall se negó y realizó ella misma la escena, que le provocó una serie de moretones.[67]​ La revista Antena señaló que «Niní es el alma de Carmen y casi puede decirse que toda la película es ella».[68]​ El éxito inicial hizo que la película fuera generadora de una trilogía que completaron Madame Sans Gene y Mosquita muerta, ambas también basadas en piezas famosas volcadas a la parodia.[69]

El 4 de junio de 1943, un golpe militar conocido como Revolución del 43 destituyó al presidente Ramón S. Castillo. Arturo Rawson ocupó el cargo hasta su renuncia tres días más tarde, momento en que fue reemplazado por el coronel Pedro Pablo Ramírez que puso límites a la libertad de expresión de los artistas en cuestión, terminado con la libertad que reinaba en los tiempos del presidente Castillo. El 7 de junio, fecha de su llegada al cargo, se creó el Consejo Superior de las Transmisiones Radiotelefónicas, cuya primera resolución fue presentar una larga lista de palabras y locuciones mal empleadas en el lenguaje corriente que debían «proscribirse de la radiofonía».[70]​ Marshall había firmado un contrato con Radio Splendid por una importante suma de dinero y en sus memorias relató que, al finalizar una de las emisiones, «no pude con mi genio y me despedí diciendo: "Hasta el viernes... si nos dejan"». Marshall no pudo volver a presentarse en radio y su siguiente presentación fue reemplazada por una de Hugo del Carril.[71]​ Desde la oficina de Radiocomunicaciones, la actriz recibió un comunicado que expresaba que la prohibición había sido llevada a cabo «porque sus personajes deformaban el idioma al pueblo argentino, que no tiene capacidad de discernir».[5]​ José Ramón Mayo, colaboracionista de Ramírez y hombre comprometido con la defensa del buen uso del idioma, señaló en un reportaje que «miles de personas decían como ella: "¿lo qué?"... Entonces, un día la llamamos y le dijimos que debía morigerar sus libretos. Lo que Niní nunca ha dicho es que nos tomaba el pelo, que con nuestras recomendaciones hacía lo que se le daba la gana».[72]

Marshall parodió la vida de Cathérine Hübscher, la viuda del mariscal francés François Joseph Lefebvre, en Madame Sans Gêne (1945), que se convirtió en la película más costosa del cine argentino.[74]Conrado Nalé Roxlo fue el encargado de adaptar la obra teatral de Victoriano Sardou. El filme permaneció diez semanas en cartel y muchos autores coinciden en calificarla como la «película cumbre» de Amadori.[75]​ La encuesta del Heraldo la colocó en el cuarto puesto dentro de las mejores producciones del año y Marshall obtuvo el premio a la mejor actriz cómica de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina.[76][77]​ Luego de estrenar Santa Cándida en marzo de 1945, la actriz permaneció sin propuestas de trabajo hasta la temporada siguiente, de modo que dedicó su tiempo a ocuparse de su casa de Recoleta, tomar clases de inglés y pintura, y descansar en su quinta de Moreno.[78]​ Al año siguiente, fue convocada para protagonizar Mosquita muerta, basada en una obra de 1883 de Henri Meilhac, donde presentó dos nuevos personajes, Gladys Minerva Pedantone y la Niña Jovita.[79]​ Las críticas fueron mixtas y si bien no tuvo el mismo éxito que su predecesora, permaneció ocho semanas en cartel en la ciudad y doce en las afueras. Di Núbila la definió como «una bufanada poco cinematográfica y de éxito comercial».[80]

En 1947, Marshall retornó a la radio cuando viajó a Uruguay y realizó una serie de presentaciones en Radio Carve de Montevideo. En Buenos Aires, fue partícipe de la obra teatral Un lío de millones en el Teatro Astral. La actriz se entusiasmó con la propuesta y se encargó de retocar los personajes que había elegido representar. El estreno generó una gran concurrencia de público a tal punto que la policía debió abrir paso para que cada uno de los artistas pudiera descender de su automóvil y llegar al hall del teatro sin inconvenientes.[81]​ Sin embargo, la obra solo se mantuvo un mes en cartelera, el plazo mínimo fijado por contrato, y la crítica destruyó al autor y la pieza; Marshall luego diría que «los autores clásicos se metieron con ellos y no les perdonaron que yo los hubiera elegido. Cosas peores se han visto».[82]

En Una mujer sin cabeza, dirigida nuevamente por Amadori, las buenas críticas no lograron que su permanencia en las salas se extendiera por más de dos semanas. La Nación publicó que «el público pudo ver nuevamente cómo llena esta actriz el interés de las escenas con su presencia o su palabra».[83]​ Marshall volvió a aparecer en un filme de menos de una hora de duración titulado Buenos Aires canta, que consistía en una serie de cuadros musicales donde se presentaban artistas y conjuntos populares, entre los que destacaban Hugo del Carril y Azucena Maizani. Ahí, interpretó a Loli y cantó una canción popular española. La versión completa del filme desapareció y en la actualidad no existen copias; algunas versiones señalan que pudo haber sido desarmada debido a que se trataba de fragmentos musicales.[84]

Su siguiente película, Navidad de los pobres, se estrenó en 1947 en el cine Monumental y significó el retorno de Catita luego de seis años fuera de la pantalla. Según La Prensa, Marshall «constituye el alma y la mejor base de la película».[85]​ La película fue un éxito y su labor mereció el premio a la mejor actriz cómica de la ACCA.[86]​ Marshall decidió probar suerte de nuevo con el teatro cuando fue convocada en 1948 para ser la coestrella de Pepe Arias en Y Pepe volvió con música en el Teatro Casino, a dos años del fracaso Un lío de millones. Los actores realizaron tres funciones diarias con dos espectáculos distintos y recibieron críticas positivas, especialmente Marshall, que buscaba consolidarse en el mundo del teatro.[87]​ Ese mismo año también filmó Porteña de corazón, donde nuevamente actuó en el rol de Catita a dúo con Augusto Codecá. De acuerdo a Di Núbila, «fue la mejor y más ágil comedia de Catita en bastante tiempo»; sin embargo, otras críticas señalaron que «necesita volver a Madame Sans Gene o a la humana Cándida».[88]

El último trabajo de Marshall con Manuel Romero ocurrió en 1949 con Mujeres que bailan y, a pesar del modesto éxito, las críticas se vieron desplazadas por las crónicas de hechos de actualidad.[89]Fanny Navarro, una actriz proveniente del drama, fue una de las integrantes del elenco y su protagónico se destacó por sobre el de Marshall de acuerdo a la mayoría de los medios de prensa. En sus memorias, Marshall manifestó que «nuestra relación fue muy cordial. Ella era una hermosa muchacha, amable y obediente en el trabajo». Durante la filmación de la película, Navarro se hallaba en pareja con Juan Duarte, hermano de Eva Perón y secretario privado del presidente. De acuerdo a Marshall, Navarro la invitó en nombre de Duarte en reiteradas ocasiones para cenar juntos al sostener que era «su actriz favorita» pero la actriz rechazó todas las propuestas «con cortesía pero sin ocultar mi falta de interés por conocerlo».[90]

Un mes después del estreno del filme, Marshall partió hacia Nueva York contratada por Carlos Montalbán para actuar en el Teatro Puerto Rico. El contrato inicial de siete días pronto se extendió a dos semanas y finalizado el mismo,[91]​ la actriz viajó a México, donde se dispuso a filmar su primera película mexicana, Una gallega en México, bajo dirección de Julián Soler. El rodaje se alternó con presentaciones en el local nocturno El Patio y en el Casino Follies. Su labor mereció el premio a la mejor actriz del año y Antena publicó que «México descubrió a Niní como brillante actriz dramática».[92]​ Los guiones fueron modificados a razón de dos escenas que dieron la pauta de dotes dramáticas en Marshall y Soler decidió agregar algunas situaciones que explotaran ese perfil en el filme,[92]​ que posteriormente fue estrenado en Venezuela y Cuba.[93]

Durante el peronismo (1946-1955), la actividad en el mundo del cine había sido intensa pero la suma de favoritismo y censura para todo lo que escapara a la visión oficial había afectado la calidad de las producciones.[94]​ La escasez de celuloide y la caída de la industria cinematográfica hacía que los proyectos debieran contar con apoyo del Estado. En un contexto de listas negras de artistas vinculados a la oposición, una notable disminución en las realizaciones y la escasa distribución de película virgen, los productores extranjeros ofrecieron nuevas posibilidades a figuras de Argentina.[89]​ De ese modo, además de recibir propuestas de filmación en México, Marshall fue convocada para filmar en España Yo no soy la Mata-Hari (1949), una parodia de la vida de la espía Mata Hari dirigida por Benito Perojo.[95]

De regreso a Buenos Aires, Ángel Mentasti le transmitió a Marshall que debían cancelar todos los proyectos que la convocaban por un pedido expreso de la primera dama Eva Perón.[96]​ En sus memorias, Marshall relató que ante esa situación decidió pedir una audiencia con el presidente Perón:

Marshall debió emprender el exilio ante la imposibilidad de trabajar en Argentina,[98]​ al igual que sus pares Libertad Lamarque y Arturo García Buhr. En medio de una investigación realizada a causa de denuncias de corrupción, Juan Duarte fue hallado sin vida en un aparente suicidio en abril de 1953. Tras la Revolución Libertadora, las prohibiciones se volvieron a reiterar, esta vez con los artistas vinculados al peronismo, entre los que destacaban Fanny Navarro. La carrera de Navarro declinó seriamente a partir de 1955 y solo volvió a filmar tres películas más en la década siguiente. Murió prematuramente en 1971, olvidada por el público y alejada del medio artístico.[97]

Marshall viajó a México y se estableció en la Casa Latinoamericana, un edificio de departamentos donde se hospedaban otros artistas en similar situación como Amanda Ledesma y Libertad Lamarque, con la que mantuvo una íntima amistad hasta su muerte.[22]​ Su primer trabajo mexicano luego de su exilio fue junto a Joaquín Pardavé en Una gallega baila mambo, nunca estrenada oficialmente en Argentina.[99]​ Entre 1950 y 1951, Marshall filmó en México cuatro películas: Una gallega baila mambo, La alegre casada, Mi campeón —junto a Lamarque— y Los enredos de una gallega,[100]​ que se estrenaron luego en Argentina en salas de segunda categoría del interior del país.[101]​ Retomó al género de la sátira cuando decidió filmar en 1952 Amor de locura, considerado una de sus mejores labores mexicanas.[102]​ En 1953, Marshall intervino en Reportaje, una película en donde actuó junto a Jorge Negrete, María Félix, Arturo de Córdova, Dolores del Río y Pedro Infante, elenco que participó sin recibir remuneración alguna. La película fue estrenada de manera inadvertida en Argentina en 1956 y Marshall, al igual que otros actores, no fueron incluidos en el armado final ni en los créditos.[103]​ El último trabajo de la actriz íntegramente armado en México fue Dios los cría, una comedia de 1953 con exteriores rodados en la ciudad, Chapultepec y Fuente de Petroleros.[102]

A lo largo de su estadía en ese país, Marshall diseñó dos nuevos personajes, Bárbara Mac Adam, una turista mexicana que gusta vestirse con todas las prendas típicas, y Lupe, una pueblerina maltratada por su marido. La actriz los presentó en Argentina durante una actuación en Radio Belgrano en 1954 pero no tuvieron repercusión.[104]​ A la muerte de Evita, con su hija a punto de casarse y finalizada una gira que la llevó por Colombia, Perú y Chile, Marshall retornó definitivamente a Buenos Aires en 1954.[105]​ A pesar de que su prohibición en cine continuaba vigente, recibió una citación por parte de Raúl Apold, secretario de Prensa del gobierno, que le afirmó en su despacho que volvería a trabajar al mismo tiempo que le ofreció participar en un festival organizado por la Secretaría de Prensa en el Teatro Presidente Alvear, propuesta que la actriz rechazó alegando no querer intervenir en actos de gobierno.[106]​ En cambio, optó por realizar una función radiofónica para Radio Belgrano en la sala del Consejo Nacional de Mujeres[107]​ y filmar una coproducción cubano-mexicana, Una gallega en La Habana (1955), dirigida por René Cardona.[108]

En marzo de 1956, Marshall participó en festivales, colectas y funciones a beneficio de los niños enfermos de poliomielitis,[109]​ un gesto de solidaridad similar al de 1944, cuando participó de una convocatoria dirigida a artistas por parte del GOU —encabezado por Juan Domingo Perón— con el fin de recaudar fondos para las víctimas del terremoto de San Juan. En esa ocasión, Marshall fue condecorada por haber recaudado la mayor cantidad de dinero —4964 pesos, más 1000 aportados por ella misma—.[22]

Su retorno al cine argentino ocurrió en 1956 cuando estrenó Catita es una dama, que no tuvo una buena recepción en críticas y solo perduró una semana en las salas de cine. En ese momento, Marshall percibió que el público había cambiado con respecto al de la década anterior y que debía adecuarse al presente.[110]​ Continuó actuando en radio, su medio preferido, hasta que en 1957 debutó por primera vez en televisión, en un ciclo denominado Philco Music Hall, que la catalogó como la «artista más costosa de la televisión argentina» al percibir una remuneración de 50 000 pesos por cada emisión.[111]​ En 1958, debutó en radio con Guillermo Brizuela Méndez y durante una de sus actuaciones, presentó el personaje de Don Cosme. Poco después, recibió una carta de un médico del Hospital Ramos Mejía manifestándole que la voz del personaje era muy peligrosa para sus cuerdas vocales, motivo por el que inmediatamente dejó de interpretarlo.[112]​ Tras una presentación en Radio Nacional de España, regresó a Argentina para lanzar su propio ciclo de televisión, Esas cosas de Niní, emitido durante 1960 por Canal 7. Sin embargo, no tuvo la prensa suficiente y duró demasiado poco. Marshall se halló desconcertada ya que el formato del programa, que consistía en monologar frente a la cámara, era el mismo que utilizaba Bob Hope con éxito en Estados Unidos.[113]

En 1961, fue convocada por Manolo Fábregas para actuar en el Teatro de los Insurgentes de México con Cosas de mamá y papá, labor por la que obtuvo el premio a la mejor actriz del año de la Asociación de Cronistas Teatrales Mexicanos.[114]​ A su regreso, presentó la obra adaptada para el público argentino en el Teatro Odeón, que significó su retorno a los escenarios después de catorce años. Según La Nación, «fue durante la permanencia de Niní en el escenario que la obra alcanzó mayor animación».[115]​ Una versión para televisión se llevó a cabo poco después. Su siguiente obra fue Buenos Aires de seda y percal, una cabalgata musical con 18 cuadros musicales que recreaba la vida de la ciudad desde 1930 hasta 1963. Sin embargo, al igual que La señora barba azul, en la que también participó su hija Ángela, no tuvo publicidad y las recaudaciones no alcanzaron las expectativas.[116]

Marshall retornó al cine luego de ocho años con Cleopatra era Cándida en 1964, que resultó un fracaso al igual que todos los filmes que lo sucedieron hasta el final de su carrera.[117]​ Entre 1967 y 1971, logró intervenir en cuatro películas más —Escándalo en la familia, Ya tiene comisario el pueblo (la primera a color), La novela de un joven pobre y Vamos a soñar por el amor—, en general producciones comerciales destinadas a dar a conocer a algún joven cantante de la época. La carrera de Marshall pareció resurgir hacia 1967 cuando sus presentaciones en el ciclo Sábados circulares de Pipo Mancera comenzaron a adquirir popularidad.[118]​ Sus espacios al aire se iniciaron con cinco minutos de duración y al poco tiempo, se extendieron a veinte sin publicidad intermedia. La actriz, por su parte, no se hallaba cómoda con la televisión en vivo: «... se hace todo tan rápido, tan improvisado. Si uno no se acuerda la letra le ponen en las narices un tremendo cartel para que lo lea». Si bien Marshall juzgaba con severidad la falta de independencia y hostilidad de la TV,[119]​ sus presentaciones alcanzaron entre 30 y 40 puntos de audiencia.[120]​ El éxito con Mancera la motivó para lanzar de nuevo un programa propio, Teatralerías, pero fue un fracaso rotundo y el ciclo no soportó los desniveles de audiencia.[121]

En 1969, presentó en teatro una versión musical de Las de Barranco, Recuerdo del viejo Buenos Aires. El proyecto le generó entusiasmo pero la obra se ubicó en el séptimo lugar entre los espectáculos más vistos y progresivamente descendió hasta el décimo primero.[122]​ Marshall interpretó a Victoria Valdor, una tía alocada y sensual, en Coqueluche, donde apareció con una peluca rubia. La obra se estrenó en 1971 en Mar del Plata y permaneció con éxito toda la temporada de verano pero, a pesar de la repercusión, la actriz abandonó el trabajo y fue reemplazada por Noemí Laserre.[123]

En 1972, Lino Patalano se hallaba en búsqueda de un espectáculo para montar y mientras husmeaba una revista, leyó una entrevista de Marshall donde anunciaba su retiro. Patalano consiguió su teléfono y se comunicó inmediatamente con el fin de convencerla para llevar a cabo un espectáculo de café-concert. Luego de insistir durante seis meses,[124]​ la actriz aceptó la propuesta y Patalano recordó que en una ocasión Marshall le enseñó unos libretos de Y... se nos fue redepente,[125]​ un espectáculo de humor negro que había redactado en los años de 1940 y nunca había podido estrenar. Patalano destacó que Marshall era extremadamente tímida y «todo anduvo sobre ruedas hasta que el día del ensayo general, Niní nos dijo: "¡Chicos, yo los indemnizo pero no debuto!"», a lo que reaccionó: «Señora, con todo el respeto, ¡déjese de embromar! Váyase al hotel y mañana venga para la función».[124]​ En entrevistas posteriores, comentó que los productores «estuvimos hasta la noche cortando clavos».[126]​ El espectáculo se presentó en 1973 en El Gallo Cojo Kabarett, fue un éxito y se prolongó durante 1800 funciones que se llevaron a cabo en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Montevideo, Santiago de Chile y Lima. También se realizó un especial para televisión emitido en 1979 por Canal 13 y en 1986 un disco;[126][6]​ la edad de Marshall y otros proyectos disolvieron la idea de llevar el espectáculo a Estados Unidos, México y Venezuela. La representación transcurría en un solo escenario, el velatorio del zapatero Don Pascual, alrededor del cual la actriz recreó toda su galería de personajes, que se acercaban a darle el pésame a la viuda Electra.[127]

En 1975, recibió un premio Martín Fierro a título de homenaje junto con otras figuras del espectáculo como Libertad Lamarque, Tita Merello y Mirtha Legrand.[128]​ Un año después, Marshall se disponía a estrenar El pequeño Marshall-Luz ilustrado junto a Jorge Luz cuando sufrió un aneurisma y debió suspender el proyecto como así también Y... se nos fue redepente, que retomó luego de su recuperación.[129]​ Luego, fue convocada para una breve temporada de Una noche en la radio que, gracias a su éxito, fue extendida y presentada en Mar del Plata. En 1977, durante tan solo tres días, Marshall grabó un especial televisivo para Canal 13 titulado El humor de Niní Marshall, presentado dentro del ciclo El mundo del espectáculo.[130]

En 1980, tras haber rechazado el papel central de La nona, filmó su última película, ¡Qué linda es mi familia!, junto a Palito Ortega y Luis Sandrini. Mientras se tomaban fotografías el último día de rodaje, Sandrini sufrió un colapso vascular, fue internado y falleció once días después.[131]​ La película inicialmente iba a llamarse La familia está de fiesta pero los productores optaron por modificar el título ante el deceso del actor. Marshall, profundamente afectada, no fue capaz de ver la película nunca más.[132]​ Al año siguiente recibió el premio Konex de Platino como mejor actriz cómica.[133]​ Sus trabajos finales incluyeron treinta emisiones en un ciclo radiofónico junto a Antonio Carrizo y una participación especial en el programa de TV Juntos de 1982, tras los cuales decidió retirarse y, en sus propias palabras, «no asistir a sus propios funerales».[134][106]

Marshall lanzó sus memorias en 1985 con la colaboración de Salvador D'Anna y un año después, donó parte de los vestuarios de sus personajes al Museo del Cine.[135][136]​ En 1988, interrumpió su retiro para actuar como Doña Caterina en una emisión del ciclo de televisión El mundo de Antonio Gasalla. La actriz definió su participación ahí como «un horror».[137]​ Hacia el final de su vida, comenzó a recibir honores y reconocimientos por su larga trayectoria en el espectáculo. En 1989, fue declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura porteña y en 1992, recibió el premio Podestá a la Trayectoria de manos de Mirtha Legrand, que casualmente había debutado como extra en una de sus películas. Ese mismo año fue internada en terapia intensiva durante diez días y se temió por su vida.[138]

En junio de 1992, Marshall cedió los derechos de sus guiones para ser representados en París en el espectáculo Mortadela y a pesar de su avanzada edad, se encargó personalmente de supervisar la traducción de los mismos al francés. Marilú Marini fue la encargada de recrear sus personajes y la obra recibió el Premio Molière a la mejor comedia musical. Marshall asistió entre lágrimas al estreno en el Teatro Lola Membrives de Buenos Aires, donde fue ovacionada y se le dedicó la función.[139]​ En 1995, se estrenó Niní, una obra similar representada en el Teatro Petit Montparnasse, también protagonizada por Marini.[140]​ Al igual que con la anterior, Marshall asistió al estreno en el Teatro Maipo y comentó que «me costó mucho firmar el contrato para que mis textos sean actuados por otra persona. Y todavía debo confesar que me gustaría estar arriba de un escenario».[106]​ Cuando el público más joven se acercaba a saludarla y reía con sus personajes, solía decir: «Hay una cuarta generación que me aguanta».[141]

La última aparición pública de Marshall ocurrió en diciembre de 1995 cuando, visiblemente débil y frágil, asistió al Teatro Nacional Cervantes para acompañar a su amiga Libertad Lamarque en el homenaje que le brindó la Secretaria de Cultura de la Nación.[142]

En enero de 1996, Marshall fue ingresada en la Clínica Bazterrica de la Recoleta por molestias de origen respiratorio.[143]​ La noticia no se hizo pública hasta tres días después y las autoridades de la institución no dieron demasiados detalles por pedido expreso de su familia. El 8 de marzo, fue nuevamente internada en terapia intensiva por una afección respiratoria y un cuadro severo de deshidratación que le provocaron una descompensación general y un progresivo desmejoramiento físico. Marshall falleció a la edad de 92 años el 18 de marzo de 1996 a las 11.05 UTC-3 a causa de un paro cardiorrespiratorio.[144]​ Sus restos fueron velados en el Teatro Nacional Cervantes y trasladados a la bóveda familiar del cementerio de Olivos.[145]

Marshall contrajo matrimonio en 1924 con Felipe Edelmann, un ingeniero ruso mucho mayor que ella y educado en Alemania, con el que tuvo a su única hija, Ángela, nacida en 1926. Edelmann era ludópata y perdió todo sus bienes a causa del juego, entre ellos la casa donde convivía con Marshall, motivo por el cual la actriz decidió separarse:[21]​ «el día que me enteré me recibí de adulta. Quedé sola frente a las circunstancias... una sola cosa me importó: quedarme con mi hija», manifestó en una ocasión.[18]​ Edelmann falleció en julio de 1957.

Cuando comenzó a actuar en radio, conoció a Marcelo Salcedo, un contador paraguayo de una empresa yerbatera, con el que se casó vía México poco después.[146]​ Salcedo acompañó a Marshall a lo largo de su carrera en los años de 1930 y 1940 pero optaron por separarse en 1950 cuando la actriz debió exiliarse en México.[147]​ En 1953, durante su estadía en la Casa Latinoamericana, inició una relación con el productor y periodista Carmelo Santiago, que se convirtió rápidamente en su representante y con quien convivió durante 15 años hasta 1968, cuando descubrió que le era infiel.[148][127]​ Santiago falleció en agosto de 1993.

Marshall vivió la mayor parte de su vida en el barrio porteño de Recoleta, frente a la Plaza Vicente López, donde desarrolló afición por la pintura, la lectura y el coleccionismo de antigüedades.[149][150]​ Su nieto Carlos Gamallo incursionó como actor en seis películas argentinas entre 1993 y 2004, entre las que destacan Gatica, el Mono.[151][106]​ Su sobrina nieta, Susana Degoy (1943-2008), fue una escritora y ensayista especializada en la investigación de la sociología del espectáculo.[152]​ La hija de Degoy, sobrina bisnieta de Marshall, es la actriz ítalo-argentina Antonella Costa.

María Elena Walsh la definió como «Nuestra Cervantes» y explicó que «solo un prodigioso dominio del idioma le permitió a Niní descalabrarlo, travestirlo y lanzarlo a las efímeras ondas del éter».[5]​ Su talento para reproducir los rasgos del habla de distintos sectores sociales o de colectividades fue un aporte no solo para sus monólogos sino también para la investigación filológica;[3]​ la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata registró grabaciones con Marshall en los años de 1950 para estudiar las particularidades lingüísticas de sus personajes.[3][19][153]​ De acuerdo a Dora Cerati, que compiló media docena de compactos históricos de sus programas de radio: «A la manera de una Mafalda adulta, Niní sacó a luz una clase social relegada a la que le hizo decir o ridiculizar lo snob, lo superfluo, pero sin groserías, sin palabras soeces, sin golpes bajos».[5]​ Marshall hizo visible, a través del humor, a la clase inmigratoria, que en los años de 1940 y 1950 abarcaba gran parte de la población nacional y era un sector discriminado por las minorías.[154][6]​ Su hija Ángela Edelmann señaló en un reportaje que su madre se destacó por encima del resto de las cómicas de su generación ya que «escribía, dirigía, actuaba, vestía, maquillaba» sus personajes.[155]Enrique Pinti se refirió también a ese punto y destacó que Marshall «construía sus propios personajes y, por eso, es bastante incomparable... Niní lo concebía desde una manera global».[156]

En 1999, la familia de Marshall, en colaboración con el sello discográfico Gogni y Vea Más Multimedios, lanzaron tres discos compactos que recopilaron sus monólogos más exitosos.[157]​ Desde el 2000, la residencia donde vivió en su niñez y en su adolescencia, la Casa de los Querubines, es sede del Museo de la Ciudad. Un año antes se había colocado una placa a modo de tributo.[158]

El Correo Argentino honró la memoria de Marshall cuando en 2002 lanzó una serie limitada de estampillas postales con su rostro.[159]​ En 2003, en conmemoración a su centenario, se realizaron varios homenajes en su honor, entre los que destacan una muestra retrospectiva con fotos, vestuarios y libretos denominada Niní cumple 100 años en el Centro Cultural Recoleta y la proyección de sus filmes principales en la sala Leopoldo Lugones.[23]​ Paralelamente, la señal de cable Volver emitió un ciclo especial con sus películas y las autoras Patricia Narváez y Marily Contreras publicaron dos libros biográficos. En 2005, Raúl Etchelet estrenó el documental La película de Niní, basado en un libro biográfico del mismo autor, que contiene testimonios, material fílmico y narra la vida de Marshall.[160]

En 1996, Clarín llevó a cabo una encuesta popular sobre los artistas argentinos y Marshall resultó poseedora del cuarto puesto en el rubro de la «artista más querida de todos los tiempos» con un 10.2 % y la «más talentosa» con un 7.3 %. El mismo periódico realizó otra similar en 2005 y ahí obtuvo el segundo puesto en la sección del «mejor cómico de toda la historia argentina» con un 10.3 %, solamente precedida por Alberto Olmedo.[161]​ La revista Viva la incluyó dentro de «las diez argentinas del siglo XX» en 1999 y en una encuesta efectuada ese mismo año, resultó elegida «la actriz cómica de todos los tiempos».[158]

El Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken cuenta con una sala Niní Marshall, que reúne fotografías, cuadros, vestimentas y elementos cinematográficos que se usaron alguna vez en las películas protagonizadas por la actriz, así como también objetos personales.[18]​ Un pasaje junto al Teatro Candilejas en Villa Carlos Paz y un anfiteatro de la Costanera Sur también fueron designados con su nombre.[9][158]​ En 2009, una calle de Puerto Madero fue bautizada Niní Marshall por votación popular y en 2011, en conmemoración a los 15 años de su deceso, se inauguró un teatro con su nombre en el partido bonaerense de Tigre, apadrinado por la actriz Norma Aleandro y declarado de interés municipal por el intendente Sergio Massa.[9][8]

Marshall fue interpretada por la actriz Alejandra Majluf en la película biográfica Ay, Juancito (2004), dirigida por Héctor Olivera. El filme está basado en la vida política de Juan Duarte y su vínculo con el mundo del espectáculo.[162]

Desde el año 2015 la escuela de nivel secundario de teatro número 1, ubicada en el barrio de mataderos, lleva el nombre de Nini Marshall en su honor.

Marshall tenía una observación minuciosa y sagaz de la sociedad de la época, recurso que le permitió crear sus personajes y reflejar en ellos las particularidades y defectos de las distintas clases sociales a través de la exageración. Sus personajes recreaban la idiosincrasia argentina y se convirtieron en arquetipos de la inmigración europea que llegó a América a comienzos del siglo XX.[155]

Marshall fundamentó la creación de sus personajes basada en la observación y la exageración:

La psicóloga Ana Padovani señaló en un reportaje que Marshall «hizo un trabajo interesantísimo con la palabra. Ella lograba un bordado textual a partir de la observación minuciosa de las corrientes inmigratorias, de las formas de hablar, de las costumbres. No tiene una producción literaria en el sentido estricto, pero considero que tiene bien ganado el estatus de escritora».[164]​ Por su parte, María Moreno, en un artículo en Página/12, apuntó que «la actriz llevaba sus registros orales a una exageración tal que, no solo se volvían críticos sino que terminaban constituyendo, lejos de rasgos típicos, singularidades fecundas en creación e ingenio».[23]

Los personajes más emblemáticos de Marshall fueron Cándida y Catita; la primera personificaba a las empleadas domésticas gallegas que se expresaban de manera errónea y la segunda a las mujeres típicas de conventillo provenientes de una familia italiana. También interpretó otros personajes destacados tales como doña Pola, estereotipo de la colectividad judía, Mónica Bedoya Hueyo de Picos Pardos Sunsuet Crostón, la típica mujer de clase alta y superficial,[165]​ la Niña Jovita, una solterona pasada de moda, Gladys Minerva Pedantoni, la alumna más aplicada de la clase, y doña Caterina, la abuela italiana de Catita que habla en cocoliche. Otros personajes fueron constituidos bajo la misma estructura pero no tuvieron la misma repercusión, tal es el caso de Don Cosme, un italiano de voz ronca, Lupe, una joven sufrida y maltratada por su esposo, Belarmina Cueio, una joven provinciana y empleada doméstica de la Niña Jovita, Loli, una actriz y cupletista pasada de moda, Mingo, el hermano travieso de Catita, y Bárbara Mc Adam, una mujer refinada y extravagante estereotipo de la clase alta mexicana.[23][166][167]​ Los personajes de Mingo y Catita ideados por Marshall tuvieron más tarde sus paralelos en los de Minguito Tinguitella y la Porota, interpretados con éxito por Juan Carlos Altavista y Jorge Luz en la década de 1980 respectivamente.[168][13]

Durante sus 50 años de carrera profesional, Marshall intervino en 38 películas —28 en Argentina, 9 en México y una en España— más 10 participaciones en ciclos de televisión. Su filmografía está compuesta por comedias y comprendida entre 1938 y 1980, período en el que también se dedicó al teatro y la radio.[169]



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