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Presidentes de la república mexicana



Los Gobernantes de México son quienes han ocupado la titularidad del poder Ejecutivo del país, y son a la vez Jefes de Estado y Jefes de Gobierno.

Dicha titularidad, se estableció de acuerdo con los regímenes adoptados por el país a lo largo de su historia. En dos ocasiones ha sido monárquico constitucional, bajo la figura de un Emperador de México. Durante las repúblicas federales, el titular del Ejecutivo ha sido denominado como Presidente de los Estados Unidos Mexicanos. En contraste, durante las repúblicas centrales el titular se llamó solamente como «Presidente de la República», de acuerdo con la Constitución de las Siete Leyes y las «Bases Orgánicas». Además, cuando hubo vacancia en el puesto, se ha recurrido a diferentes cargos corporativos o individuales para cubrir interinamente la jefatura del poder Ejecutivo, mediante regencias, juntas, triunviratos o jefaturas provisionales.

De acuerdo con la Constitución vigente, esta responsabilidad recae hoy en día en el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, titular del Poder Ejecutivo Federal.[1]

La cronología de los gobernantes de México es compleja por la inestabilidad política del país durante los primeros cincuenta y seis años de vida independiente, y durante la segunda década (y parte de la tercera) del siglo XX. Incluso en cuatro momentos de su historia, han existido a la vez dos titulares del Ejecutivo, paralelos, encabezando facciones diferentes en guerras civiles o externas. La primera fue durante la Guerra de Reforma en que había un gobierno liberal (bajo Benito Juárez) y otro gobierno conservador (entre quienes destacan Zuloaga y Miguel Miramón); la segunda cuando había un gobierno republicano (encabezado por Juárez) y otro monárquico (bajo Maximiliano I); un tercero fue al inicio del porfiriato cuando había un gobierno revolucionario (que encabezaba Porfirio Díaz) y otro legalista (que defendía José María Iglesias); y finalmente una cuarta ocasión, cuando coexistieron los gobiernos constitucionalista (de Venustiano Carranza) y convencionista (sostenido por Francisco Villa y Emiliano Zapata).

Los presidentes admiten a su vez otra clasificación, atendiendo al origen de su mandato. Muchas han sido las variantes, complicadas por las contradicciones que confunden las diversas denominaciones. Por ello se deben considerar las siguientes definiciones:[2]

Las siguientes listas enumera a todos los gobernantes de la época independiente y los separa por las distintas etapas o formas de gobierno. Al final de la lista se considerarán datos complementarios y estadísticas generales de quienes han ocupado el cargo.

Desde la consumación de la Independencia, México ha tenido:

Al día siguiente de la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, se instaló el 28 de septiembre de 1821 la Junta Provisional Gubernativa compuesta por 38 personas la cual, después de decretar el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, decidió dividir los poderes del nuevo imperio. De esta manera, la Real Audiencia de México pasó a ser el Poder Judicial como las Cortes, la junta se asignó las tareas del Poder Legislativo, y nombró la Regencia en quien depositaría el Poder Ejecutivo compuesta por Agustín de Iturbide como presidente; Juan O'Donojú como primer regente; y Manuel de la Bárcena, José Isidro Yáñez y Manuel Velázquez de León como 2º, 3º y 4º regentes, respectivamente; quedando así consumada la Independencia de México.

Tras la abdicación del emperador Agustín de Iturbide, el Congreso Constituyente formó un gobierno provisional depositado en tres personas (un triunvirato); pero como varios de los nombrados no estaban en la capital, se nombraron suplentes para ocupar sus lugares interinamente. Este cuerpo colegiado tenía una presidencia rotativa entre sus miembros cada mes.

Con el Acta Constitutiva de 1824 se constituyó la Primera República Federal y con la Constitución de 1824 se depositó el poder Ejecutivo en un individuo, denominado Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; quien sería sustituido en sus ausencias por un vicepresidente. En ese mismo documento se establecieron elementos tales como, la prohibición de la reelección continua, pero permitiendo la reelección alternada a los 4 años de abandonar el cargo, la duración de 4 años para ejercer el cargo; Y un sistema de elección que consistía en lo siguiente: La legislatura de cada estado, elegirá a mayoría absoluta de votos a dos individuos, de los cuales al menos uno, no será vecino del estado que elige; El que reuniere la mayoría de votos quedara como presidente y el otro como vicepresidente,[6]​ es decir un sistema de elección indirecta en donde, quien obtuviera mayor número de legislaturas estatales, obtendría el cargo.

Las Siete Leyes, constitución del régimen centralista de 1836, establecía en los 34 artículos de la cuarta ley el mecanismo de elección presidencial; donde la Suprema Corte, el Senado y la Junta de Ministros nominarían a tres candidatos cada uno, y la cámara baja (diputados) elegiría de entre los nueve candidatos, al presidente y al vicepresidente. El poder ejecutivo se depositaría en un presidente que duraría en el cargo 8 años con opción a reelegirse y con el cargo irrenunciable. Los métodos de elección, poderes y facultades del presidente permanecieron idénticos en las Bases Orgánicas de 1843, con la variante de la duración en el periodo presidencial (5 años en lugar de 8).[19][20]

Con el restablecimiento de la Constitución de 1824, México volvió a adoptar la forma de gobierno federal en el contexto de la Intervención estadounidense en México, y por ende los métodos de elección y facultades del poder ejecutivo de esta. Durante este período el país perdió más de la mitad de su territorio. Al término de la guerra, continuaron los conflictos entre liberales y conservadores. El período concluye con la ascensión de Antonio López de Santa Anna a la presidencia, cargo que ejerció con rasgos dictatoriales.

La última estancia de Santa Anna en la presidencia de México estuvo marcada por las características dictatoriales con que ejerció el poder. En esta ocasión, Santa Anna se hizo llamar Su Alteza Serenísima y restauró las Siete Leyes centralistas.

El período de la Reforma estuvo marcado por los conflictos mediante los cuales los liberales se impusieron sobre los conservadores del siglo XIX. Esta abarca la Revolución de Ayutla, que llevó a su conclusión la dictadura de Santa Anna; la Guerra de Reforma, la instauración del Segundo Imperio Mexicano y la resistencia republicana encabezada por Benito Juárez.

Después de la promulgación de la constitución de 1857 se pretendió la implementación de un método de elección más democrático en México, para lo cual se redujo la distancia entre el pueblo y sus representantes. La ley electoral implementó la elección universal e indirecta de primer grado, con voto público y mayoría relativa en las elecciones primarias, secreto y de mayoría absoluta para las elecciones secundarias. Las elecciones primarias serían celebradas el último domingo de junio, en ellas tendrían oportunidad de votar todos los ciudadanos varones mayores de 21 años si eran soltero, y mayores de 18 años si eran casados. En ellas se elegían a los miembros del colegio electoral que tendrían derecho a votar en las elecciones secundarias, las cuales se celebrarían el lunes siguiente al segundo domingo de julio, en el caso de la elección del presidente. El colegio electoral en 1857 estaba compuesto por 80 electores, de cada uno de los 155 distritos electorales en los que se dividía el país, arrojando un total de 12 400 electores potenciales.[37][38]

Tras el fin de la Guerra de Reforma, es electo constitucionalmente para el periodo 1861-1865. Mismo que fue extendido a causa de la Intervención francesa, hasta que se restableciera la República.[39]

El Plan de Tacubaya proclamado por los conservadores contra el gobierno liberal fue apoyado en primera instancia por el presidente Ignacio Comonfort. Sin embargo, los conservadores no vieron con buenos ojos que el presidente mantuviera negociaciones paralelas con los liberales y lo desconocieron el 11 de enero de 1858. Bajo la Constitución de 1857, en la que se suprimió el cargo de vicepresidente, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación debía ocupar la presidencia interina del país. De este modo, Benito Juárez llegó a la presidencia sin votación popular. Como el Plan de Tacubaya desconocía la Constitución de 1857, los conservadores nombraron presidentes interinos. En el marco de la guerra, el gobierno juarista abandonó la Ciudad de México y los conservadores se establecieron en la capital. Los conservadores fueron derrotados definitivamente en la Batalla de Calpulalpan el 22 de diciembre de 1860, y el 1 de enero de 1861 los liberales recuperaron la capital. Los remanentes de las milicias conservadoras siguieron combatiendo durante parte de 1861.

En 1863 los conservadores decidieron enviar una representación a Europa para ofrecer la corona del Imperio Mexicano a Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria. Tras algunas negociaciones, Maximiliano y su esposa Carlota de Bélgica aceptaron la oferta y viajaron a México. El segundo Imperio Mexicano duró de 1863 a 1867, y fue sostenido por el ejército conservador mexicano y el ejército francés con legiones voluntarias de Austria-Hungría y Bélgica.

Junta Superior de Gobierno, conocida como “Los Notables” o “Junta de los 35”[44]

En el caso del primero, el 8 de noviembre de 1865 el Congreso emitió un decreto que extendía su mandato original del cuatrienio 1861-1865, hasta el restablecimiento de la república y la eventual convocatoria de elecciones.[47]

El presidente liberal Benito Juárez logró la restauración de la república después de la retirada del ejército francés y el fusilamiento del emperador Maximiliano y de conservadores mexicanos como Miguel Miramón y Tomás Mejía.

El 1 de mayo asumió el cargo de manera constitucional, siendo el primero en ser electo por sufragio directo, y también el primero bajo la recién promulgada carta magna.

Presionado por sus opositores, abandonó la Ciudad de México y fue asesinado en su intento de escapar a Veracruz.[64]

Maximiliano I de Habsburgo es el único Jefe de Estado y de Gobierno mexicano que no nació en el territorio nacional (n. en Viena, Imperio Austríaco). El resto de los gobernantes nacieron en el actual territorio mexicano; el Emperador Agustín I y los 65 presidentes nacieron en 19 entidades diferentes.

Sobresale el hecho de que nunca hubo uno nacido en alguno de los antiguos territorios que integraron el país, es decir, los territorios perdidos en la invasión estadounidense (California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada y Utah) o en las provincias de Centroamérica durante el Primer Imperio (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica).

La Ciudad de México es la entidad de origen de la mayor cantidad de mandatarios en la historia con 13. Por el contrario ningún ciudadano originario de Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Chihuahua, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Nayarit, Quintana Roo, Sinaloa, Tlaxcala y Yucatán han alcanzado la Presidencia de la República.

Tomando en cuenta el criterio de temporalidad que rige sobre los datos históricos, se deben considerar los siguientes casos:

Resulta inexacto históricamente y ambiguo plantear un listado sobre la pertenencia a partidos políticos de los presidentes de México en los primeros treinta años de vida independiente. Primero porque la estructura, funciones y composición de dichos institutos políticos como los conocemos hoy en día, no existieron sino hasta el siglo XX; y segundo, las características de los primeros grupos denominados «partidos» en el siglo XIX no funcionaron como tal sino hasta la segunda mitad de dicha centuria.

La legislación mexicana en materia electoral durante la primera mitad del siglo XIX, no solo no habla de partidos, sino que no eran necesarios, puesto que los cargos de elección popular directa en municipios, distritos y estados no requerían de ningún tipo de pertenencia, afiliación o apoyo corporativo. Además, en los métodos de elección de la presidencia de la república, que fueron: por medio de la mayoría de legislaturas estatales (Constitución de 1824), por los integrantes de los poderes de la Unión (Siete Leyes y Bases orgánicas) y Colegio Electoral (Constitución de 1857), se volvía intrascendente la presencia de grupos políticos nacionales cohesionados y organizados (como un partido). Desde luego habría que añadir las complejidades de fusionar grupos políticos en un país tan extenso y constantemente convulsionado por guerras internas y externas.

Sin embargo en una época en la que apenas se desarrollaban los primeros métodos de participación ciudadana, si fue factible, principalmente en la Ciudad de México, la integración de grupos políticos que compartían ideas y proyectos, organizados a manera de asociaciones, sin estructura, estatutos o liderazgos corporativos. Y cuya función era más la de respaldar a líderes militares y políticos que pudieran aspirar al poder público, y llevar con ellos las ideas de su gremio. Las primera agrupaciones, a las que estuvieron vinculados los mandatarios (tras el establecimiento de la república) fueron las logias masónicas; por un lado la del rito escocés de tendencia liberal y del otro la del rito yorkino de tendencia conservadora. Posteriormente estos se convertirían en federalistas y centralistas respectivamente; finalmente en la década de 1850 se constituyeron como Partido Liberal y Partido Conservador, los primeros de la historia de México.

Sin embargo, aun cuando las nuevas legislaciones crearon las figuras de los partidos políticos para organizar y facilitar la participación ciudadana, nunca ha sido requisito constitucional para acceder a este o algún otro puesto. Por ello varios gobernantes pueden ser enmarcados sin filiación partidista, incluyendo con ellos a ambos Emperadores, si bien Iturbide era de tendencia conservadora y Maximiliano liberal, nunca pertenecieron a un grupo político.[103][104][105][106][107][108][109]

No se incluye a Santa Anna en los números de Liberales y Conservadores por lo señalado en el primer párrafo de las consideraciones.

Solo tres mandatarios mexicanos fallecieron en el ejercicio del cargo, además de tres casos de expresidentes que merecen una mención aparte:

Antes de ocupar alguna de las jefaturas del estado mexicano, varios de los mandatarios desarrollaron actividades o protagonizaron acontecimientos de relevancia en la vida pública de la historia mexicana. Destacan principalmente por la trascendencia histórica de sus actos Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, cuyo pacto sellado en el Plan de Iguala consumó la Independencia; junto con ellos, fueron participantes muy activos del movimiento independentista, los también insurgentes Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Juan Álvarez.

Antes de aceptar el trono mexicano, Maximiliano de Habsburgo era segundo en la línea de sucesión al trono del Imperio Austriaco, posición a la que renunciaba al aceptar la corona mexicana. Sobresalen los casos de tres futuros presidentes que fueron protagonistas en batallas contra invasores extranjeros y a cada uno redituó reconocimiento popular: Santa Anna (Batalla de Tampico (1829), Miguel Miramón (Batalla de Chapultepec) y Porfirio Díaz (Toma de Puebla (1867)). Finalmente, tres de los principales líderes de la Revolución alcanzaron la presidencia: Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón.

En el rubro de los cargos públicos, y sin contemplar el inmediatamente anterior a la presidencia; veintinueve presidentes fueron gobernantes de algún estado, entre ellos sobresalen los casos de Venustiano Carranza y Eulalio Gutiérrez Ortiz, por ser los únicos que también fueron alcaldes, y por lo tanto los primeros que ocuparon el poder ejecutivo de los tres niveles de gobierno (municipal, estatal y federal), con la particularidad de que Carranza llegó a los tres puestos por elección popular.

Solo seis de los presidentes (Victoria, Bocanegra, Bravo, Ruiz Cortines, Díaz Ordaz y Fox) fueron previamente diputados, y solo Díaz Ordaz también había sido Senador, mismo cargo que ocupó López Mateos. Y salvo aquellos presidentes de la suprema corte, que por ministerio de ley ejercieron la presidencia de la república, nunca un miembro del poder judicial ha llegado a la primera magistratura. En tanto que en el gabinete presidencial seis futuros presidentes habían desempeñado parte de su carrera. En el campo de los partidos políticos, tres fueron previamente dirigentes de uno (Cárdenas, Calderón y López Obrador —el incluso de dos—).[117]

La actual constitución prohíbe el ejercicio de cualquier cargo público, por lo menos seis meses antes de la elección. Condición que no existió en ninguno de los antiguos regímenes constitucionales, por lo que en algunos casos el mandatario se separaba del cargo que desempeñaba un breve tiempo antes de asumir el ejecutivo. En este apartado la principal consideración es separar a aquellos presidentes emergentes (sustitutos, interinos y provisionales) cuyos cargos correspondían al que, por mandato de ley, cubría la ausencia del presidente titular; y aquellos que electos constitucionalmente, tenían otro cargo antes de tomar posesión.

En el caso de los emperadores:

La convulsa historia mexicana marcada por guerras internas y externas, vuelve un elemento característico, el que más de la mitad de todos sus gobernantes (emperadores y presidentes) hayan sido militares en algún momento de su vida; en total 34 de los 67 personajes que detentaron el poder ejecutivo participaron como elementos de las fuerzas armadas. Aunque es preciso matizar los siguientes aspectos; que solo 25 de ellos estuvieron enteramente dedicados a la carrera militar (alternada con la política por supuesto); y de estos, solo 23 tuvieron una formación académica enteramente militar. Desde luego es preciso señalar que la formación militar, especialmente la del siglo XIX, no era ajena a otras esferas públicas, pues la educación en planteles militares incluía cuestiones como humanidades, administración pública y otras asignaturas que complementaban un eventual servicio público. Todo ello en gran medida porque la educación postcolonial estaba en manos del clero y el ejército.

Desde luego aparecen también aquellos gobernantes nacidos en círculos sociales que priorizaban la educación privada que formaba para actividades de tipo familiar como administrar haciendas o negocios, muy común en los siglos XVIII y XIX. En este rubro sobresale la formación recibida por Maximiliano de Habsburgo, quien como todos los herederos a un trono, son formados como eventuales gobernantes, es decir, en áreas dedicadas al ejercicio del poder político.

El primer presidente con formación enteramente civil fue José María Bocanegra. Mientras que el último presidente con formación militar, fue Manuel Ávila Camacho; siendo que a partir de Miguel Alemán Valdés todos los presidentes han recibido educación civil.

La carrera en Derecho es la profesión más común entre los distintos gobernantes del país. Las distintas carreras que han cursado los gobernantes han sido medicina, pedagogía, topografía, economía y ciencias políticas.

La Universidad Nacional Autónoma de México (con sus anteriores nombres y escuelas predecesoras) es la universidad de la que han egresado la mayor cantidad de presidentes, específicamente ocho. Curiosamente, todos ellos en los grados de licenciatura e ingeniería. Concretamente cinco de la licenciatura en Derecho (Miguel Alemán Valdés, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid), uno en ingeniería topográfica (Pascual Ortiz Rubio), uno en licenciatura en Economía (Carlos Salinas de Gortari) y uno en licenciatura en Ciencias Políticas y Sociales (Andrés Manuel López Obrador).[119]

Más allá de las carreras estudiadas, las profesiones u oficios han variado, entregando casos de quienes fueron hacendados, empresarios, escritores, historiadores, arrieros, catedráticos, maestros y rectores.[120]

La influencia ejercida por el expresidente Plutarco Elías Calles sobre los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, en un periodo denominado como Maximato, y el consecuente enfrentamiento con Lázaro Cárdenas; llevó a replantear el papel de los antiguos gobernantes para evitar conflictos sucesorios y sostener el papel de máxima autoridad del titular del ejecutivo. Por ello, aunque en apariencia el papel de los expresidentes pareciera ser de alejamiento y retiro, esto solo ha ocurrido en la época de hegemonía del PRI, ya que era común desde el siglo XIX que los exgobernantes siguieran desempeñando roles activos en la vida pública.

Posterior a su periodo presidencial, ocho exmandatarios fueron gobernadores: Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo fueron gobernadores de Puebla en 1834 y 1848, respectivamente; Pedro María Anaya y Rómulo Díaz de la Vega, fueron gobernadores del Distrito Federal de 1849 a 1853 y de 1859 a 1860, respectivamente; Ignacio Comonfort fue gobernador de Tamaulipas en 1862; Manuel González, fue gobernador de Guanajuato de 1885 a 1893; Francisco León de la Barra, gobernó el Estado de México durante distintos periodos en 1913; mientras que Abelardo L. Rodríguez fue gobernador de Sonora de 1943 a 1948.

Por otra parte, siete expresidentes formaron parte del Congreso de la Unión (cinco diputados y dos senadores).[cita requerida] José María Bocanegra fue presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación —el único que ha encabezado los tres poderes de la unión—, además de secretario de Gobernación y Hacienda, junto con él, cinco más[cita requerida] volvieron al Poder Ejecutivo como secretarios de Estado:

Tres más fueron embajadores:

Dos expresidentes encabezaron dependencias federales por mandato presidencial: Miguel Alemán encabezó el Consejo Nacional de Turismo y Miguel de la Madrid fue director general del Fondo de Cultura Económica (1990-2000).

Por otra parte, Valentín Gómez Farías, quien presidió el Congreso Constituyente que promulgó la Constitución de 1857, recordando que en sus breves presidencias impulsó las primeras legislaciones liberales, antecedentes de las Leyes de Reforma.[121]

Urna con los restos de Iturbide en Catedral.

Tumba de Maximiliano en la Cripta Imperial de Viena

Ángel de la Independencia; su base contiene un mausoleo.

Monumento a la Revolución; las columnas funcionan como criptas.

Vista panorámica de la Rotonda de las personas ilustres.

Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994)
74 años

Ernesto Zedillo Ponce de León
(1994-2000)
70 años

Vicente Fox Quesada
(2000-2006)
80 años

Felipe Calderón Hinojosa
(2006-2012)
60 años

Enrique Peña Nieto
(2012-2018)
56 años

Salvo la constitución de las Siete Leyes, todos los regímenes constitucionales, establecían como edad mínima para aspirar al cargo la de treinta y cinco años, la mencionada carta magna del gobierno conservador la ubicaba en 40. Sin embargo los cuatro gobernantes más jóvenes de la historia, tenían una edad menor debido a distintas circunstancias. El mandatario mexicano más joven de la historia Miguel Miramón tenía 27 años, 4 meses y 4 días de edad cuando el asumió el poder el 2 de febrero de 1859; pudo acceder a ella ante el desconocimiento de la vigente Constitución de 1857, ya que el documento que regia al gobierno conservador, el Plan de Tacubaya no especificaba ninguna edad.

Tal y como funcionan los sistemas de gobierno monárquicos, que no piden, ni especifican edad para acceder al trono, resulta natural que Maximiliano I accediera a él a los 31 años. Finalmente en los casos de Roque González Garza (29 años) y Eulalio Gutiérrez Ortiz (33 años) fueron mandatarios bajo las normas de la Convención de Aguascalientes que no especificaron edades para la designación como presidente interino. Fuera de esos casos excepcionales, el presidente electo constitucionalmente más joven de la historia fue Francisco I. Madero, que tenía 38 años y siete días de edad al momento de tomar posesión.

En el extremo contrario, el de más de edad, hay dos casos sobresalientes. José Ignacio Pavón fue el presidente de mayor edad al momento de tomar posesión del cargo, toda vez que el 13 de agosto de 1860 tenía 69 años y dos días de edad. Sin embargo no es el de mayor edad que ha ocupado el poder ejecutivo, dicha condición le pertenece a Porfirio Diaz, que en su última toma de posesión el 1 de diciembre de 1910 tenía 80 años, 2 meses y 16 días (lo que lo convierte también en el de mayor edad electo constitucionalmente); y al momento de abandonar la presidencia el 25 de mayo de 1911 tenía 80 años, 8 meses y 10 días.[126]

De acuerdo con los sistemas de elección presidencial establecidos por los distintos regímenes constitucionales, y omitiendo los casos de los emperadores Agustín de Iturbide y Maximiliano de Habsburgo, solo 32 de los 65 mandatarios bajo la denominación de presidentes, fueron elegidos constitucionalmente:

Las reelecciones estuvieron permitidas por todas las cartas magnas, hasta la reforma constitucional de 1933 que las prohibió definitivamente.

Se cuentan las ocasiones ejecutadas ya sea de manera constitucional, interina, provisional o como sustituto:

Las constituciones de 1824 y 1857 establecieron el periodo de cuatro años para el cargo de presidente, como se mencionó con anterioridad, el de Guadalupe Victoria fue más largo (cinco meses más) al unificarse con su mandato del Supremo Poder Ejecutivo que había fungido como ente ejecutivo provisional. Bajo ese formato de duración, solo el, Benito Juárez, Manuel González y Porfirio Díaz lo completaron; No obstante también Juárez recibió una prórroga para el final de su primer mandato (1861-1865), extensión que duraría hasta el triunfo de la república sobre el imperio y la eventual convocatoria de elecciones (1867). La reforma constitucional de 1904 elevó a seis el periodo de gobierno, lapso que en efecto cubrió Díaz en su penúltima reelección; bajo ese formato el mismo fue reelecto en 1910 y Francisco I. Madero en 1911, no obstante ninguno de los dos lo concluyó.[128]

Los dos regímenes constitucionales conservadores (Siete Leyes en 1836 y Bases Orgánicas en 1843), fijaron en ocho y cinco años los periodos de duración del cargo, respectivamente; Sin embargo, solo uno por cada formato fue elegido para dichos lapsos, Bustamante por ocho y Santa Anna por cinco, y ninguno completó el periodo.

La constitución de 1917 restableció los cuatro años como periodo de duración; la reforma constitucional de 1927 lo modificó y ubicó en seis años a partir del periodo 1928-1934. Álvaro Obregón había sido elegido originalmente para dicho lapso, luego de su muerte antes de tomar posesión, Emilio Portes Gil convocó a elecciones para un periodo nuevo (1930-1936), pero con la renuncia del elegido Pascual Ortiz Rubio para ese periodo, un nuevo presidente interino, Abelardo L. Rodríguez, convocó a elecciones para un mandato nuevo (1934-1940).

La inestabilidad de amplios momentos de la historia mexicana permitió duraciones muy cortas en los periodos presidenciales, en gran medida por tratarse de mandatarios transitorios o temporales. El de menor duración, Pedro Lascuráin permaneció 45 minutos en el poder el 19 de febrero de 1913, únicamente para permitir el traspaso legal del poder al golpista Victoriano Huerta, nombrándolo secretario de Gobernación, para que a la vez, el renunciara y esto volviera al dictador su eventual sucesor.

En el otro extremo, las reelecciones permitieron a Juárez y Díaz superar cualquier registro de periodos continuos o acumulados. Antes que ellos, los 4 años, cinco meses y 21 días continuos de Guadalupe Victoria; y los 6 años, nueve meses y catorce días acumulados (en tres periodos) de Anastasio Bustamante eran las mayores cifras de tiempo para el jefe del ejecutivo. La inestabilidad desde luego alcanzó a los únicos periodos de gobierno con duración vitalicia, los de los emperadores Agustín I (nueve meses y veintiséis días) y Maximiliano I (tres años, dos meses y nueve días).[129]

Entre 1824 y 1872 solo 2 presidentes completaron sus periodos constitucionales: Guadalupe Victoria y Benito Juárez (su último periodo no fue completado debido a su fallecimiento). En suma, y hasta la actualidad solo 20 presidentes concluyeron el periodo constitucional para el que fueron elegidos, junto con los 2 ya mencionados: Manuel González, Porfirio Díaz (el último periodo no lo concluyó por renuncia), Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel De la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

A pesar de la inestabilidad que privó en el siglo XIX en México, solo en una ocasión en dicha centuria se produjo un periodo de vacío de poder en la jefatura del ejecutivo:

En el resto de la centuria, el Triunvirato de 1829, los mecanismos de sustitución inmediata y las presidencias de facto de Rómulo Díaz de la Vega y Porfirio Díaz evitaron la acefalia del gobierno en momentos de emergencia o cambio súbito.

No obstante las secuelas de la Revolución mexicana produjeron un episodio de vacío del poder ejecutivo:

En el marco del mismo movimiento revolucionario y sus consecuencias, hay dos situaciones a considerar.




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