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Protocolos de los Sabios de Sion



Los protocolos de los sabios de Sion (en ruso, Протоколы сионских мудрецов, transliterado como Protokoly Sionskij Mudretsov, usualmente abreviado a Сионские протоколы, Sionskie Protokoly) es un libelo antisemita falsificado [1][2][3]​ publicado por primera vez en 1902 cuyo objetivo era justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos en la Rusia zarista.[2]

El texto, considerado una farsa, sería la transcripción de unas supuestas reuniones de los «sabios de Sion», en la que estos sabios detallan los planes de una conspiración judeo-masónica, que consistía en el control de la masonería y de los movimientos comunistas, en todas las naciones de la Tierra, y tendría como fin último hacerse con el poder mundial. Los Protocolos son la publicación antisemita más famosa y más ampliamente difundida de la época contemporánea. «Hitler los tomaba como una ilustración de la existencia de los designios ocultos de los judíos, una demostración de su permanente mentira. Todavía hoy, el texto sigue circulando, en particular dentro de las redes islamistas, y resurge periódicamente entre los partidarios de la extrema derecha. Además, constituye uno de los grandes temas de la propaganda antisemita en Internet».[4]

En 1921 el diario británico The Times descubrió que se trataba de un “torpe plagio” de la obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX, de Maurice Joly, en la que se inventaba un complot de Napoleón III para dominar el mundo.[5][6]

Este texto ha sido utilizado por individuos y grupos que pretenden inculcar el odio a los judíos.[1][3][7][8][9][10]

Los Protocolos de los sabios de Sion son una falsificación de la Ojrana, la policía secreta zarista, y fueron publicados por primera vez en San Petersburgo en 1902, aunque solo alcanzaron una distribución masiva a partir de 1917 con la finalidad de culpar a los judíos de los males de la guerra y de la Revolución rusa.[11][10][2][1][12]​ Incluso había una copia entre los efectos personales de Nicolás II, encontrada tras su ejecución.[11]

El texto básico en que se basaron los Protocolos se compuso a mediados de la década de 1890 por orden de Piotr Rachkovski,[cita requerida] jefe de la delegación de la Ojrana en París. El texto se basa en buena parte en un panfleto contrario a Napoleón III publicado por Maurice Joly en 1864 y en la novela antisemita de 1868 Biarritz, escrita por Hermann Goedsche. Los rusos blancos llevaron los Protocolos a Occidente después de 1917 y, difundidos en Alemania por la prensa völkisch, dieron apoyo adicional a la «teoría de la puñalada por la espalda». Incluso antes de la llegada de Hitler al poder ya habían aparecido 33 ediciones alemanas.[13]

En diciembre de 1901 Sergei Nilus afirmó haber traducido al ruso unos textos que en conjunto tituló Los protocolos de los sabios de Sion. Durante los primeros quince años, los Protocolos tuvieron escasa influencia, pero a partir de 1917 se vendieron millones de ejemplares en más de veinte idiomas.[14]

Los teóricos de la conspiración señalan generalmente que estas reuniones se habrían llevado a cabo en el Primer Congreso Sionista de Basilea (Suiza), del 20 al 31 de agosto de 1897, presidido por Theodor Herzl.[15]​ Sin embargo, no hay evidencias que lo demuestren. Por otra parte, aunque hasta ahora no se ha demostrado la existencia de una organización llamada «Los sabios de Sion» o «Los ancianos de Sion», estos textos pretenden ser las actas levantadas por dicha organización.[16]

En 1921 el periódico The Times declaró ser el primero en presentar pruebas concluyentes de que Los protocolos eran un plagio.[5]

«Los protocolos fueron extensamente discutidos y traducidos a muchas lenguas europeas. Su autenticidad ha sido frecuentemente atacada y se han alegado muchos argumentos para defender la teoría de que son una falsificación. En los tres siguientes artículos el Corresponsal de Constantinopla de The Times presentará por primera vez pruebas concluyentes de que el documento es en general un torpe plagio. El Museo Británico tiene una copia completa del libro, que se titula “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la Política de Maquiavelo en el siglo XIX. Por un contemporáneo” y fue publicado en Bruselas en 1865. Poco después de su publicación el autor, Maurice Joly, un abogado y publicista parisino, fue arrestado por la policía de Napoleón III y sentenciado a 15 meses de prisión.» The Truth about "The Protocols", Prefacio, The Times, 1921.

El libro mencionado (Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu) es accesible hoy en día y, además del propio artículo del periódico The Times, existen otros ensayos comparativos entre ambas obras, como el de Jean-Francois Revel, que muestran que, en efecto, partes de Los protocolos parecen haberse escrito tomando como pauta la mencionada obra de Maurice Joly. Cabe mencionar, sin embargo, que ello no implica que se trate de un "torpe plagio" del libro de Joly, pues el mensaje y los objetivos de una obra y otra difieren claramente y las enormes repercusiones que tuvo el “plagio” en cuestión, ponen de manifiesto que poco tenía de torpe. Por otro lado, tampoco se puede deducir de este artículo que el autor original de dicho plagio fuese la Ojrana, aunque sí se vincula con Rusia, tomando como partida el hecho de que Los protocolos fueron publicados en Londres bajo el título de El peligro judío, el cual era una traducción de un libro publicado en 1905 en Rusia por Sergei Nilus, de quien, en el mismo artículo de The Times, se dice que era:

«un funcionario del Gobierno que declaró haber recibido de un amigo una copia de una recopilación del acta de una reunión secreta, celebrada en Paris por una organización judía que estaba tramando derrocar la civilización para establecer un Estado Judío mundial.» The Truth about "The Protocols", Prefacio, The Times, 1921.

A continuación se añade que «Estos “Protocolos” atrajeron poca atención hasta ó después de la Revolución Rusa de 1917, cuando la aparición de los Bolcheviques, entre quienes había muchos judíos profesando y practicando doctrinas políticas que en algunos puntos se parecían a las defendidas en los “Protocolos”, llevaron a muchos a creer que el presunto descubrimiento de Nilus era genuino."»[5]

La conexión que The Times hace con la Ojrana se basa en el testimonio de "Mr. X, quien no quiere que se conozca su verdadero nombre". Este testigo afirmaba que unos pocos meses antes (de la publicación de The Times, agosto de 1921) compró libros antiguos a un exoficial de la Ojrana y que entre estos libros se encontraba el de Maurice Joly.[5]

Este libro, según su prefacio, era original de 1864 en Ginebra y fue apodado "Los diálogos de Ginebra".

Aparte de esto, no se añaden más evidencias, y como consecuencia lo único que se puede afirmar, aun tomando por bueno el testimonio de Mr. X, es que el libro de Joly había llegado a Rusia. Es por ello que el mismo periódico reconoce, al encabezar sus conclusiones, que no hay evidencias de cómo los Los diálogos de Ginebra llegaron a Rusia y que, por tanto, el resto no es más que una teoría.[5]

La importancia del artículo reside en que demuestra la vinculación de Los protocolos con la obra de Joly, pero no se aporta ninguna prueba de que el autor del plagio original fuera la Ojrana, siendo solo una teoría más entre muchas otras, y será contradicha por autores posteriores, como el ensayista e historiador francés Henri Rollin, quien también sugiere que Los protocolos tendrían un origen antisemita en su obra El Apocalipsis de nuestro tiempo (1939), pero, sin embargo, considera que habrían sido redactados en París entre los años 1897-98 (por grupos antisemitas).

Lo cierto es que, a día de hoy, aún se desconoce a ciencia cierta su verdadero origen, y las teorías sobre el mismo son tan numerosas que no se puede sentenciar que se haya probado nada, tan solo lo que algunos autores y medios afirman.

La mayor parte de los escritos en los Protocolos fueron plagiados del libro Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu (‘Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu’), publicado por el autor satírico francés Maurice Joly en el año 1864. Joly atacaba las ambiciones políticas de Napoleón III utilizando a Maquiavelo como una sinopsis diabólica en el infierno, como un doble de sí mismo para poder dar su opinión acerca de Napoleón. El propio Joly parece haber copiado material de una popular novela de Eugène Sue, Los misterios de las personas, en la que los conspiradores fueron jesuitas. Los judíos no aparecen en ninguno de los dos trabajos. Puesto que era ilegal criticar a la monarquía, Joly imprimió el folleto en Bélgica y luego trató de pasarlo de contrabando a Francia. La policía confiscó un gran número de ejemplares. Joly fue juzgado el 25 de abril de 1865 y condenado a 15 meses de prisión. Joly se suicidó en 1878.[1][12]

Los Protocolos utilizan un sospechoso lenguaje autoinculpatorio –nadie escribe así de sí mismo y sus intenciones– y el texto está plagado de generalizaciones, lugares comunes y simplezas. Pero los Protocolos calaron hondamente en el antisemitismo europeo, y millones de personas los creyeron a pies juntillas –algunos siguen haciéndolo–, pues básicamente solo “confirmaban” por boca de supuestos judíos y masones lo que millones de crédulos ya pensaban de ellos.

Hoy sabemos que los Protocolos de los Sabios de Sion son en gran medida un plagio de la obra de Joly, que fueron publicados en un diario de San Petersburgo en 1903 por el editor ultraderechista, racista y antisemita Pavel Krushevan. Krushevan había participado en varios pogromos –persecuciones, apaleamientos y asesinatos de judíos rusos– y sentía un odio visceral por la estirpe de los hebreos, así como por el progresismo político que caracterizaba a muchos de sus representantes, y también a los masones de su tiempo. Los Protocolos fueron un éxito instantáneo, pues venían a confirmar –falsamente– los miedos y sospechas de millones de personas incapaces de entender la enormidad de los cambios políticos y sociales de los siglos XVIII, XIX y XX. La Ojrana los utilizó ampliamente para tratar de convencer al pueblo y al Zar de que los afanes para la democratización de Rusia eran en realidad una conspiración judeomasónica. La revolución bolchevique de 1917 barrió todo ello, pero para entonces los Protocolos habían llegado a la Europa Occidental y tuvieron un papel fundamental en el antisemitismo de regímenes como el nazi y el fascista que surgirían a continuación. Ninguno de ellos quiso observar las similitudes con los libelos de sangre tan corrientes en Europa desde la Edad Media.[12]

La novela de Hermann Goedsche, Biarritz, escrita en 1868, fue la otra fuente para inspirar al escritor de los Protocolos. En el capítulo «El cementerio judío de Praga y el consejo de representantes de las doce tribus de Israel», Goedsche escribió acerca de una reunión nocturna entre los miembros de una misteriosa cábala rabínica, que describía cómo, a media noche, el Diablo aparecía ante los que se habían reunido en nombre de las Doce Tribus de Israel para planear una «conspiración judía». Su representación es también similar a la escena de El collar de la reina, de Alexandre Dumas (padre), donde el Conde de Cagliostro y sus cómplices tramaron el asunto del collar de diamantes.

Como Biarritz apareció casi al mismo tiempo que Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, es muy posible que Goedsche se inspirara en el panfleto de Joly, especialmente en el que detalla los resultados de la reunión secreta.[17]

En 1949 el hispanista neerlandés J.A. van Praag llegó a la conclusión de que Hermann Goedsche debía conocer la obra del escritor español del Siglo de Oro Francisco de Quevedo titulada La Isla de los Monopantos, un relato de ficción satírica dirigido contra el Conde-Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, en el que se cuenta la historia de la reunión secreta de los rabinos de Europa con los cristianos que están dispuestos a colaborar con ellos -los "monopantos"- para apoderarse del mundo. Esta relación es considerada probable por el hispanista francés Joseph Pérez.[2]

Gonzalo Álvarez Chillida, historiador español, también cree probable la hipótesis de van Praag, ya que Goedsche "era un hombre interesado por los temas hispanos, como lo demostró en dos de sus novelas, tituladas Villafranca y Puebla". Así, lo que Quevedo concibió como una fantasía satírica, "inspirándose sin duda en el supuesto complot de los conversos, revelado por la Carta de los judíos de Constantinopla" de Juan Martínez Silíceo, en el siglo XIX algunos antisemitas, siguiendo la estructura y contenido de los Monopantos, lo convirtieron en auténticas reuniones judías secretas.[18]

Goedsche, un reaccionario de las Revoluciones de 1848, perdió su puesto de trabajo en el servicio postal de Prusia después de la creación de pruebas para implicar al líder demócrata Benedict Waldeck de conspirar contra el rey. Después de su despido, Goedsche comenzó una carrera como columnista conservador, al tiempo que escribía obras literarias bajo el seudónimo de Sir John Retcliffe.[19]​ Goedsche fue espía de la policía secreta de Prusia.[20]

Los Protocolos es una obra de ficción, escrita intencionalmente para culpar a los judíos de una variedad de males. Los que la distribuyen afirman que documenta una conspiración judía para dominar el mundo. Pero la conspiración y sus presuntos líderes, referidos como "los sabios de Sion", nunca existieron.[3][7][1]

En la Biblioteca Británica se conservan 43 ediciones distintas. El ejemplar ruso de 1905 se encuentra con el número 3296 d. 17, y lleva el sello de entrada «British Museum, 10 de agosto de 1906».[21][22]​ El libro ruso es un ejemplar en octavo, encuadernado en piel negra y consta de 417 páginas. Los Protocolos forman en esta obra sobre el Anticristo de Serge Nilus el Apéndice XII bajo el título «El Anticristo como posibilidad política inmediata». Los protocolos de los sabios de Sion", 1902-1903 r. r.

El texto está dividido en 24 «protocolos» que —según el periódico Morning Post del 17 de julio de 1920— comprenden aproximadamente 20 000 palabras y corresponden a las páginas 305 a la 417. Algunos de los temas referidos en el texto son los siguientes:

La creación de este documento se ha señalado como un claro ejemplo de la persistencia de las teorías conspirativas que, en una coyuntura política de crisis social, avivan los prejuicios y las fobias al proporcionar una coartada ideológica para el antisemitismo. Así, entre otras acciones, este falso texto inspiró la masacre de 60 000 judíos (a los que se responsabilizó de la Revolución de 1917) a manos de las autoridades bielorrusas.[12]

Los Protocolos también pasaron a ser parte de la propaganda nazi para justificar la persecución de los judíos. Se convirtió en lectura obligatoria para los estudiantes alemanes. En El holocausto: la destrucción del pueblo judío en Europa (1933-1945), Nora Levin afirma que «Hitler utilizó los Protocolos como un manual en su guerra de exterminio de los judíos»:

A partir de agosto de 1921, Hitler comenzó a incorporarlos en sus discursos, y fueron tema de estudio en las aulas alemanas después de que los nazis llegaran al poder. En el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, Joseph Goebbels (ministro de propaganda nazi) proclamó: «Los protocolos de los sionistas son tan actuales hoy como lo fueron el día en que fueron publicados por primera vez».[53]​ En las palabras de Norman Cohn, esto sirvió a los nazis como «autorización del genocidio».[12]

Una lectura del panfleto permite deducir que se trata de una fabricación poco lúcida:

Con todo, el mito traspasó las fronteras de Rusia, y aún hoy en día hay quienes todavía consideran que la organización secreta es real debido a que piensan que algunos de los planes referidos en los protocolos se han cumplido.[1]

En 1921, tiempo en que los Protocolos eran ampliamente difundidos por el multimillonario estadounidense Henry Ford y cobraban más popularidad, un miembro de la redacción del diario Times de Londres, Philip Graves, quien se encontraba entonces en Estambul, encontró por casualidad a un misterioso ruso que encubrió su identidad con el nombre de «Mr. X»[55]​ el cual le entregó una copia gastada de un libro en francés titulado Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu o la política de Maquiavelo en el siglo XIX escrito por Maurice Joly.[56]

El 16, 17 y 18 de agosto de 1921, el Times de Londres publicó una serie de artículos en donde se informaba que «los Protocolos [...] son sólo un torpe fraude escrito por un plagiario inconsciente que parafraseó un libro publicado en Bruselas en 1865».

Los «protocolos» 1 a 19 siguen de cerca el orden de los capítulos 1 a 17 del Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, con algunas excepciones. En algunos lugares, el plagio es irrefutable:

Montesquieu: ¿Cómo son los préstamos? Por la emisión de obligaciones, que implica para el Gobierno la obligación de pagar intereses proporcionales al capital que ha pagado. Así, si un préstamo es del 5%, el Estado, después de 20 años, ha pagado una suma igual al capital prestado. A los 40 años ha pagado el doble, y el triple después de 60 años: sin embargo, sigue siendo deudor de todo el capital (Diálogos, de Joly, p. 250)

Un préstamo es un asunto del papel del Gobierno, que conlleva la obligación de pagar intereses que ascienden a un porcentaje de la suma total del dinero prestado. Si un préstamo está en el 5%, entonces en 20 años, el Gobierno habría pagado innecesariamente una suma igual a la del préstamo con el fin de cubrir el porcentaje. En 40 años se ha pagado el doble, y en 60 tres veces esa cantidad, pero el préstamo continúa como una deuda no pagada (Protocolos, de Nilus, p. 77)

Otro ejemplo es la referencia al Dios hindú Vishnú, que aparece exactamente dos veces en los Diálogos en los infiernos y en los Protocolos:

Maquiavelo: Al igual que el dios Vishnú, mi prensa tendrá un centenar de brazos, y esos brazos se dan la mano con todos los diferentes matices de opinión en todo el país (Diálogos, de Joly, p. 141)

Estos periódicos, al igual que el dios de la India Vishnú, serán dotados de cientos de manos, cada una de las cuales se sienten en el pulso diferente de la opinión pública (Protocolos, de Nilus, p. 43)

Montesquieu: Ahora entiendo la figura del dios Vishnú: tienes un centenar de brazos, como el ídolo de la India, y cada uno de los dedos toca un resorte (Diálogos, de Joly, p. 207)

Nuestro gobierno se asemeja al dios hindú Vishnú. Cada una de nuestras cien manos activará un resorte de la maquinaria social del Estado (Protocolos, de Nilus, p. 65)

Además de mencionar a Vishnú, cosa muy improbable en la literatura religiosa judía, y la falta de citas talmúdicas que serían de esperar en el mismo, hay referencias textuales al «Rey de los Judíos», la semimesiánica idea que conlleva fuertes connotaciones de Jesús, sugieren que el autor no estaba muy bien versado en la cultura judía, ya que este término se ha evitado en la tradición judía desde el cisma entre el judaísmo y el cristianismo.

Una vez que Philip Graves reveló la medida de la similitud entre los dos textos, se hizo evidente que los Protocolos no son un documento auténtico.

Graves se dio cuenta inmediatamente del parecido extraordinario entre los Diálogos de Joly y los Protocolos de Nilus. Había párrafos enteros que habían sido copiados literalmente, mutatis mutandis por el cambio entre diálogo (entre los dos franceses) y monólogo (del «sabio de Sion»).

Graves había hecho un descubrimiento de la mayor importancia. En tres largos artículos publicados en el Times de Londres de los días 16 a 18 de agosto de 1921, reveló la verdad sobre la falsedad de los Protocolos.

Graves demostró que el autor, quizás el mismo Nilus, había simplemente plagiado los Diálogos de Joly, cambiando el original y agregando material (en parte copiado de Goedsche, otro autor antisemita de mediados del s. XIX) para servir a sus fines.

Los siguientes son otros ejemplos de estos plagios:

Organizaré, por ejemplo, inmensos monopolios financieros —reservas de la fortuna pública— de los que dependerá tan estrechamente la suerte de todas las fortunas privadas, que al día siguiente de cualquier catástrofe política serán absorbidas con el crédito del Estado. Usted es economista, Montesquieu: pese el valor de esta combinación. (Diálogos, de Joly, p. 75)

Bien pronto organizaremos enormes monopolios —colosales reservas de riquezas— en los que las fortunas de los cristianos, incluso las grandes, dependerán de tal forma de ellos, que al día siguiente de una catástrofe política serán absorbidas con el crédito de los Estados. Señores economistas aquí presentes, consideren la importancia de esta combinación (Protocolos, de Nilus, p. 42)

Es preciso llegar a que en el Estado haya solamente proletarios, algunos millonarios y soldados (Diálogos de Joly, p. 77)

Es preciso que en los Estados haya solamente proletarios, algunos millonarios... y soldados (Protocolos, de Nilus, p. 45)

Sila volvió deificado, nadie tocó un cabello de su cabeza (Diálogos, de Joly, p. 159)

Sila estaba deificado (nadie tocó un cabello de la cabeza de Sila) (Protocolos, de Nilus, p. 93)

En total hay más de 160 pasajes en los Protocolos (correspondientes a un 40% del texto total), que están evidentemente basados en pasajes en Joly. En nueve de los capítulos, el texto copiado alcanza a más del 50%.

Hay que señalar que a veces Nilus se equivoca, pierde el hilo y no entiende quién está hablando, ya que mezcla los juicios contradictorios de los dos personajes de la obra de Joly.[cita requerida]

Un detalle interesante de los Protocolos es la única cita en latín:[57]Per me reges regnant (‘por mí los reyes reinan’). Es una cita bíblica del libro de los Proverbios (8, 15), pero extraída de la Vulgata (la traducción católica de la Biblia). Es inconcebible que en el Congreso Sionista de Basilea, donde muchos (si no todos) los participantes hablaban o entendían el hebreo, el conferenciante hubiera tenido que recurrir a una traducción católica de la Biblia, en vez de citar el original hebreo: Bi melajim imlejú (‘por mí los reyes reinan’).

En enero de 1938 el sacerdote católico francés Pierre Charlés publicó en la revista Nouvelle Revue Théologique un artículo comentando la influencia de los Protocolos en el sempiterno antisemitismo europeo:

El Congreso Sionista de Basilea (Suiza) de 1897 no tuvo nada que ver con la composición del panfleto ruso. Se puede discutir sobre el fin perseguido por el autor de la falsificación: parece relacionado con la situación interna de Rusia y con el manifiesto zarista del 30 de octubre del mismo año.

Su lectura por parte de Adolf Hitler, evidenciada en Mi lucha, fue determinante para avivar los prejuicios fanáticos del futuro dictador.[12]

Con el paso del tiempo se ha convertido en libro de texto entre los grupos de ultraderecha, compartiendo estantería en las librerías dedicadas a este tipo de literatura con panfletos supremacistas blancos y obras en las que se niega el holocausto judío a manos de los nazis. En el interés nazi por extender el antisemitismo, se imprimieron cientos de miles de copias y se repartieron por muchos hogares (se dice que solo la Biblia podía competir en número de ejemplares) y en las Juventudes Hitlerianas se hizo lectura obligatoria.[10]

El propio Goebbels, en sus diarios, reflexiona sobre su utilidad como vehículo de propaganda antisemita y refiere que Hitler creía en su autenticidad (quedando claro que él mismo y otros sí tenían noticia de que se trataba de una falsificación).[cita requerida]

El magnate automovilístico estadounidense Henry Ford financió varias ediciones del folleto ruso y creó una revista (The Dearborn Independent) dedicada a denunciar la supuesta existencia de un «peligro judío».

Luego reunió sus artículos de investigación antisemita en un extenso libro en cuatro volúmenes titulado El judío internacional, con el que pretendía demostrar a través de diversos ejemplos la veracidad de los Protocolos. Este libro no tuvo mucho éxito en EE. UU. Sin embargo, se popularizó rápidamente en Europa, donde fue traducido a 16 idiomas (entre ellos el alemán, por Theodor Fritsch) y, en 1922, se habían superado las 22 ediciones.

Acerca de los Protocolos en sí, en una entrevista publicada el 17 de febrero de 1921 en la revista New York World, Ford dijo: «La única declaración que voy a hacer respecto a los Protocolos es que encajan con lo que está ocurriendo. Tienen 16 años y encajan con la situación mundial hasta este momento».

Tanto la extensa obra de Henry Ford como Los protocolos de los sabios de Sion se volvieron elementos indispensables dentro de la propaganda antisemita de Hitler. No se conoce la razón del antisemitismo de Ford.

Al mismo tiempo que Los protocolos mantienen su popularidad en algunos países, desde la derrota de la Alemania Nazi en la segunda guerra los gobiernos y líderes políticos de la mayor parte del mundo han evitado sostener que Los protocolos representan una evidencia real de una conspiración judía. Sin embargo, este mito de una supuesta conspiración judía internacional, lejos de mitigarse con el paso del tiempo, continúa proliferando en lugares donde prima el antisemitismo. Uno de estos lugares es el Oriente Medio, donde un gran número de regímenes y líderes árabes y musulmanes los consideran auténticos.

En los países islámicos existe un público excepcionalmente receptivo a este mensaje. Innumerables discursos políticos, editoriales y hasta dibujos animados se derivan de los Protocolos.[3][7]​ Debido a ello, las versiones en árabe de los Protocolos se han multiplicado y son difundidas por diversos medios, desde fotocopias hasta Internet, pasando por textos académicos o la televisión por satélite.

En 2002, la televisión estatal de Egipto transmitió una miniserie basada sobre los Protocolos, un evento condenado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.[3][7]​En textos oficiales educativos elaborados por la ANP egipcia, se llegan a citar como referencia para «explicar» la política de Israel.[58]​Los Protocolos llegan a ser citados para explicar teorías alrededor de hechos como el 11-S o el asesinato del primer ministro libanés.[59]Hamás, la organización palestina, se apoya en parte sobre los Protocolos para justificar sus actos de terrorismo contra civiles israelíes.[3][7]

Los respaldos pasados al texto de los presidentes Gamal Abdel Nasser y Anwar el-Sadat de Egipto, del presidente Arif de Irak, del rey Fáisal de Arabia Saudita y del coronel Muamar el Gadafi de Libia reciben hoy un eco en las más contemporáneas declaraciones desde el Gran Muftí de Jerusalén, el jeque Ekrima Sa'id Sabri y Hamás hasta las realizadas por el ministro de Educación de Arabia Saudita.[60]

El ayatolá Jomeini era muy aficionado a las teorías de la conspiración judía y le gustaba ilustrar sus textos con fragmentos de Los protocolos. Por extensión, usaba este alegato antisemita para criticar a todo Occidente. Así lo hizo en 1984 en la publicación Imam, en un artículo en el que acusaba al ejército británico de cometer atrocidades durante la Guerra de las Malvinas por consejo de los Sabios de Sión.[61]

El 4 de abril de 2011, en un programa de la Radio Nacional de Venezuela, la periodista Cristina González[62][63]​hizo referencia a los Protocolos de los Sabios de Sion, calificándolos de "interesantes", haciendo hincapié en el control por parte de los judíos de la economía, basada en el texto de los Protocolos. La Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela[64]​ denunció el hecho ante el Ministerio Público de Venezuela y solicitó una investigación. La Liga Antidifamación se ha unido a las acusaciones contra el gobierno venezolano de “no cumplir con su palabra” de combatir el antisemitismo en Venezuela.[65]

La conspiración,[66]​ obra póstuma del dibujante y guionista de cómics Will Eisner, es una novela gráfica acerca de Los protocolos de los sabios de Sion desde su creación hasta la actualidad y cómo los han usado diversas asociaciones antisemitas. Will Eisner falleció en enero de 2005, poco después de la publicación de su novela gráfica que debía suponer, como escribió su autor en el prólogo, "un clavo más que hundir en el ataúd de ese aterrador fraude vampírico".[66]

El escritor italiano Umberto Eco en El péndulo de Foucault cita a Los protocolos entre su vertiginosa descripción paródica de todas las teorías conspirativas acerca de sociedades ocultas y planes mundiales secretos. De manera sintética, hace hincapié en las contradicciones internas de estos sabios conspiradores. Más recientemente, El cementerio de Praga de este autor gira en torno a la composición de los protocolos de Sion. El protagonista de esta novela conoce a personas como Joly y Goedesche y termina siendo el autor de los protocolos.

El cuento El libro de los reyes y de los tontos, del escritor serbio Danilo Kiš, incluido en La enciclopedia de los muertos, es una parodia a toda la trama implícita en Los protocolos de los sabios de Sion.





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