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Temas universales



Tópico literario es una frase hecha retórica y literaria que une contenidos semánticos fijos con expresiones formales recurrentes y se repite, con leves variaciones, a lo largo de la historia de la literatura. Su conjunto o corpus es una serie de constantes temáticas, tópicos o motivos comunes ya prefijados (debido a su uso reiterado) que utilizan, como recurso, los escritores y poetas, conscientes de estar usando fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales.[1]​ En el caso de la civilización occidental, provienen, en su mayoría, de la cultura clásica grecolatina o de la tradición bíblica. Muchos se han mantenido desde la Historia antigua hasta la actualidad.

A diferencia de la gnómica, es decir, de los refranes, sentencias o proverbios morales de tradición oral y origen popular, que pueden adquirir forma literaria (poesía gnómica, literatura sapiencial medieval en España) o incluso ser reutilizados en la literatura culta, los tópicos literarios tienen su origen en ese contexto o registro culto literario, aunque se popularicen posteriormente.

Para la perpetuación de los tópicos ha sido decisiva su reducción a las expresiones latinas que los contienen, por su concisión y rotundidad (lo que se conoce como "frases lapidarias" o dignas de ser cinceladas en piedra), pero son también muy eficaces las expresiones creadas en lenguas modernas. Su generalizado conocimiento es garantía de que su audición o lectura, para un espectador o lector culto, le remiten al tratamiento que les habían dado en origen los autores que las "acuñaron" (es decir, las emitieron por primera vez, como se hace con las caras de una moneda metálica) y los que los imitaron posteriormente. Ese proceso de imitación, que puede consistir en la simple referencia como homenaje, la paráfrasis que varía la forma para ajustarla a un contexto diferente, o incluso la contradicción o la inversión total del sentido; forma parte del proceso de creación artística y literaria, del mismo modo que la mímesis o imitación de la naturaleza, o el estudio y emulación de los modelos tenidos por clásicos o cánones.

La utilización inadecuada de un tópico literario puede incurrir en el vicio denominado lugar común, y en la carencia de originalidad; pero también la búsqueda inadecuada de esa originalidad tiene el peligro de caer en un tópico manido o descubrimiento del Mediterráneo.

Aunque cualquier clasificación hecha sería reduccionista, los tópicos literarios pueden agruparse temáticamente en los temas universales, plasmación de las experiencias vitales humanas de validez universal:[4]

La fotografía de una silla, junto a la silla real y a la escritura de la definición de la palabra silla tomada de un diccionario componen la instalación artística Una y tres sillas, de Joseph Kosuth (1965, MOMA), una de los primeros ejemplos de arte conceptual. El artista afirmaba que las obras de arte son proposiciones analíticas. Es decir, si son vistas dentro de su contexto -como arte- no proporcionan ningún tipo de información sobre ningún hecho. Una obra de arte es una tautología por ser una presentación de las intenciones del artista, es decir, el artista nos está diciendo que aquella obra concreta de arte es arte, lo cual significa que es una definición del arte. Por eso, que es arte es ya una verdad a priori.[6]

Optar entre el conocimiento que trae sufrimiento o la ignorancia que conlleve felicidad es uno de los temas más tratados en la literatura. Ya la Biblia indicaba que A mayor sabiduría, mayor dolor.[7]​ Las distopías contemporáneas a los totalitarismos del siglo XX proporcionaron ejemplos extremos de cómo una sociedad perfecta ha de ser necesariamente manipulada para mantener la mentira como verdad (1984, de George Orwell, 1948), o para convertir los propios cuerpos y las mentes en máquinas dóciles (Un mundo feliz, de Aldous Huxley, 1932). Por otro lado, el barroco del siglo XVII retorció hasta los mayores extremos las contradicciones propias del engaño, el secreto, los malentendidos, dobles sentidos, equívocos y el engañar con la verdad.[8]

Los tópicos literarios han expresado este amplio asunto de formas muy variadas, a veces opuestas entre sí:

Las frases pronunciadas por o atribuidas a personajes históricos, y que destacaron a causa de su rotundidad o adecuación a la descripción de un momento histórico o de una coyuntura vital, aunque no se hayan generado en el ámbito literario, se han terminado convirtiendo en tópicos muy utilizados en cualquier ámbito, al repetirse en textos historiográficos, de ficción o de todo tipo. En muchas ocasiones, de hecho se habían generado en el ámbito literario de ficción (obras teatrales, novelas o poesías), o incluso son apócrifas.

La justicia poética[103]​ no es tanto un tema como una técnica literaria, por la que se consigue un final feliz,[104]​ en el que la virtud y el honor de los buenos recibe su recompensa y el vicio y el comportamiento deshonroso de los malos su castigo, que puede ser incluso inverso al de la justicia penal ordinaria (El delincuente honrado), que, incluso suponiendo la rectitud de los que la imparten, desde el punto de vista poético está contaminada por consideraciones prosaicas. De ese modo se consigue la resolución de la tensión dramática mantenida durante el transcurso de la novela o la obra dramática y, a satisfacción del gusto mayoritario, se satisface la pretensión del público lector o auditorio, que espera una catarsis o experiencia interior purificadora, de liberación de las pasiones, explotada por los autores desde la tragedia griega. El efecto contrario se consigue con un final abierto. La parodia de estos finales se busca en las astracanadas, donde muere hasta el apuntador (La venganza de Don Mendo).

Otros temas de exaltación de la justicia que también aparecen en la Odisea y que tienen gran proyección son:

En literatura, la literatura sobre literatura, especialmente la autorreferente, se denomina metaficción (véase). Esta incluye el metateatro y la metapoesía

con las ansias de la muerte,

El famoso soneto CXXVI de Lope de Vega es una enumeración de tópicos sobre el enamoramiento:[135]

que ha parecido bien, como lo usaba
en todas sus comedias Miguel Sánchez,
digno por la invención de esta memoria;
siempre el hablar equívoco ha tenido
y aquella incertidumbre anfibológica
gran lugar en el vulgo, porque piensa

Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios. Esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo desde acá aun podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor sino toda paz.

Camino de perfección, cap. 40, 9

R.: Sí, Padre, todo lo que está en la Sagrada Escritura y cuanto Dios tiene revelado a su Iglesia.

P.:¿Qué cosas son ésas?

R: Eso no me lo preguntéis a mí que soy ignorante; doctores tiene la santa Madre Iglesia que lo sabrán responder.

Maestro: Bien decís que a los doctores conviene, y no a vosotros, dar cuenta por extenso de las cosas de la Fe

En realidad, esta es la historia de un joven que se hizo viejo sin apercibirse de que sucedía eso (...)

Se verá también al literato que no tuvo miedo a morir por su esfuerzo, pues cuando un artista tiene miedo a ese deshacerse día a día ya no ve las cosas que sólo dicta la muerte escondida y misteriosa.

Ahora voy descubriendo que la muerte va llegando por carestía de temas.

En las futuras ediciones que volverán más cabal esta autobiografía se irá sabiendo en qué quedó esta lucha entre la nada y el algo.

Ya soy inmortal.

¿Y ahora qué?




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