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Universidades del Siglo de Oro



El Siglo de Oro español abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Nebrija en 1492, hasta la muerte de Calderón en 1681.[1]

Durante esta época se convirtieron en universidades del Imperio, con la Monarquía Hispánica en expansión. Vivero de profesionales de la administración y la política civil y religiosa en la Península, en las Indias y en los territorios hispanos de Europa. Al mismo tiempo, tras los conflictos religiosos de las Reformas, se transforman en bastiones del catolicismo militante, con una proyección internacional que desbordaba sus orígenes peninsulares.[2]​ Desde finales del siglo XVII, un proceso de decadencia universitaria a la vez que social, se irá acentuando hasta el siglo XX.[3][4]

Las universidades españolas participaron activamente en el esplendor cultural del Siglo de Oro, especialmente Salamanca (con Coímbra) gracias al movimiento innovador que supuso la Escuela de Salamanca, pero más adelante, al igual que las demás instituciones universitarias europeas, no fueron el centro del movimiento renovador del pensamiento científico que llevó a la Revolución Científica, papel que correspondió a otras instituciones, como las sociedades científicas y academias y a las propias publicaciones científicas y correspondencia que se intercambiaban los científicos.[5]

En líneas generales la universidad permaneció estancada en las formas repetitivas de la escolástica medieval (magister dixit), tendentes a la perpetuación de los paradigmas dominantes (galenismo, geocentrismo) y lo que se ha venido en llamar neoescolástica. No obstante, sus cátedras y colegios acogieron a personalidades de impresionante altura intelectual, y particularmente las españolas se caracterizaron por protagonizar un movimiento cultural de gran influencia que ha venido recibiendo el nombre de humanismo español, dentro del cual puede acotarse un grupo de autores bajo el nombre de escuela de Salamanca.

Se crearon bajo dos modelos principales, el de colegio-universidad y el de convento-universidad. En el primer modelo la enseñanza universitaria se organizaba en el seno de una comunidad de estudiantes escogidos y becados, cortos en número, austeramente gobernados y sujetos a determinados estatutos fundacionales ("Constituciones"). En el modelo convento-universidad la enseñanza universitaria se organizaba en el seno de una comunidad religiosa previamente existente.[6]

Las tres universidades mayores castellanas de Alcalá, Salamanca y Valladolid adquirieron la categoría de verdaderas universidades de la Monarquía, y actuaron como centros dinámicos de atracción y proyección, atenuando la incidencia de las fuerzas locales.

El resto serían denominadas como universidades menores, que atenderían las necesidades culturales y religiosas de entornos locales, y fueron por ello apoyadas por prohombres y notables destacados. Fueron creadas, en su mayoría, por mecenas eclesiásticos, y algunos seculares, que las dotaron con rentas del diezmo, deuda pública o patrimonios personales. Las cátedras lo fueron en número reducido, limitándose a unas cuantas de gramática latina, derecho o medicina, así como de artes liberales y teología en el caso de los conventos. Las facilidades para realizar estudios locales, sin los costes de desplazamiento y estancias, al tiempo que las menores exigencias y mayor facilidad y baratura de los grados, contribuirían a mermar la clientela de las grandes universidades imperiales, sobre todo en los siglos XVII y XVIII.[7]

No hay que confundir las instituciones que representan los colegios con las universidades, en especial cuando se las califica de mayores y menores. Un Colegio Mayor era una institución que daba formación universitaria de grados mayores (licenciatura y doctorado), además de dar alojamiento a los estudiantes. A veces eran una especie de prolongación de una Universidad, y otras fueron el germen de una Universidad. Durante el Siglo de Oro español, solamente las universidades mayores tuvieron colegios mayores:

Los Colegios Mayores originalmente estaban destinados a los estudiantes de mérito pero de origen modesto. Con el tiempo se apartaron de su objetivos iniciales a medida que las plazas que ofertaban fueron monopolizadas por los hijos de la élite política española (aristocracia, nobleza y letrados), fenómeno que alcanzó una rigidez total a partir de mediados del siglo XVII. En un contexto de multiplicación de los títulos y escasez de cargos a desempeñar, estos últimos se aseguraron, por cooptación, el acceso a los colegios de mayor prestigio, la mejor opción como trampolín para acceder a brillantes carreras en las funciones más elevadas de los medios eclesiásticos o en los consejos y audiencias.[9]

Los Colegios Menores (o simplemente Colegios) eran donde se daba el grado menor: bachiller; que por entonces ya servía para ejercer una profesión. Había colegios menores tanto en las universidades mayores como en las menores. Fueron especialmente numerosos en Salamanca y en Alcalá.[10][11][12]

Se fundaron 9 universidades en la península ibérica durante el medievo (antes de 1475) ampliándose a 32 universidades en torno a 1625. Correspondían 18 universidades a la Corona de Castilla, 12 a la Corona de Aragón, y 2 al Reino de Portugal.[14]

La tabla que sigue recoge, en orden cronológico, las universidades en la península ibérica, agrupando primero las de la Corona de Castilla (CC), luego las de la Corona de Aragón (CA) y por último, las del Reino de Portugal (RP). (Se puede ordenar por cualquier campo clicando las flechas de la primera fila.)

Se fundaron 26 universidades por toda América, a lo largo de casi dos siglos.[52]​ Estaban distribuidas: 5 en Perú, 4 en Chile, 3 en México, Colombia y Ecuador, 2 en la República Dominicana y Bolivia, y una universidad en Argentina, Guatemala, Cuba y Venezuela.

Hubo un nutrido número de profesores españoles que impartieron docencia en universidades de toda Europa, desde la que la percepción de España y sus intelectuales fue ambivalente, muy elogiosa en unos casos y muy crítica en otros, sobre todo a medida que se iban extendiendo los tópicos de la propaganda antiespañola que han recibido el nombre de leyenda negra.[55]​ En una citadísima expresión —respuesta a la petición de venir a España, y a la que se han atribuido toda clase de causas, desde recelos antijudíos hasta recelos antiinquisitoriales— Erasmo de Róterdam, la cabeza del humanismo europeo, llegó a decir: no me gusta España.[56]

Destacan Antonio de Nebrija (Grammatica 1492, Biblia Políglota Complutense 1502), Ambrosio de Morales, Benito Arias Montano (bibliotecario escurialense), Francisco Sánchez de las Brozas (el Brocense), Francisco Sánchez «el Escéptico», Fernán Pérez de Oliva, Juan de Valdés (Diálogo de la lengua 1535), Juan Huarte de San Juan, Juan Martínez Guijarro (Silíceo), López de Hoyos (el maestro de Cervantes), Luis Vives, Miguel Servet, etc.

Neoaristotélica, formada por teólogos y juristas muy influyentes en la conformación de las modernas ciencias sociales: la economía (arbitrismo), el derecho y la teoría política (a través del derecho internacional o derecho de gentes, la teoría del tiranicidio, la polémica de los justos títulos y un destacadísima forma de debatir los problemas jurídico-políticos de la Monarquía Hispánica: las juntas de teólogos y juristas - Junta de Burgos de 1512, y Junta de Valladolid de 1550). A ella se suelen adscribir personalidades como Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Domingo de Soto, Francisco Suárez, Juan de Mariana, Luis de Molina, Martín de Azpilicueta, Melchor Cano, etc.

La normativa principal que determinó las características de la educación universitaria durante el Siglo de Oro español, y la posterior evolución de las universidades, fue cronológicamente:

La Pragmática de Felipe II de 22 de noviembre de 1559 impedía a los estudiantes castellanos salir a las universidades de fuera del reino (ampliado en 1568 a los estudiantes de la Corona de Aragón) cuya aplicación fue en la práctica poco rigurosa, y cuya motivación es cuestionada por la historiografía.

Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias promulgadas por Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II entre 1562 y 1678. De las Universidades, y Estudios generales y particulares. [57]

El Conde de Aranda, el 14 de septiembre de 1771, decretó un plan de estudios para regular la enseñanza en la Universidad de Alcalá; en la práctica era el modelo universitario general. Constaba de Facultad de Artes (gramática, retórica, lengua griega, lengua hebrea, lengua arábiga, matemáticas y filosofía), Facultad de Medicina, Facultad de Teología y Facultad de Jurisprudencia. [58]

José Antonio Caballero en 1807 decretó el Plan General de reforma universitaria, por el que intentó suprimir todas aquellas universidades que, por sus escasas rentas, no podían sostener dignamente sus enseñanzas: Almagro, Ávila, Baeza, Gandía, Irache, Oñate, Orihuela, Osma, Osuna, Sigüenza y Toledo. Además, también intentó la uniformidad de los estudios universitarios. [59]

Durante el gobierno de las Cortes de Cádiz, Manuel José Quintana elaboró en 1813 el llamado Informe Quintana (Proyecto de Decreto para el arreglo general de la enseñanza pública), que el 7 de marzo de 1814 fue declarado ley durante el Trienio Liberal. Las universidades mayores serán nueve en la Península (Salamanca, Santiago, Burgos, Zaragoza, Barcelona, Valencia, Granada, Sevilla y Madrid) y una en Canarias; y las universidades mayores de Ultramar se establecerán en México, S. Luis Potosí, Guadalajara, Mérida de Yucatán, Saltillo, Chihuahua, Guatemala, Manila, Havana, Lima, Charcas, Caracas, Santiago y Santafé. [60]

Francisco Tadeo Calomarde implantó el Plan literario de estudios y arreglo general de las universidades del Reino de 14 de octubre de 1824. Modificaba de forma radical las enseñanzas universitarias que se habían actualizado durante el trienio liberal y la breve influencia napoleónica, suprimiendo buena parte de los estudios científicos en favor del Derecho y la Teología. Las Universidades de Ávila, Osma, Sigüenza y Orihuela quedan reducidas a Colegios, incorporados los dos primeros a la de Valladolid, el de Sigüenza a la de Alcalá, y el de Orihuela a la de Valencia.[61]

El Duque de Rivas, el 4 de agosto de 1836, decretó un Plan general de Instrucción Pública por el que la "tercera enseñanza comprende: 1º Las facultades de Jurisprudencia, Teología, Medicina y cirugía, Farmacia y Veterinaria. 2º. Las escuelas especiales de Caminos y canales, Minas, Agricultura, Comercio, Bellas Artes, Artes y oficios, y las que el Gobierno juzgue conveniente establecer en lo sucesivo, según lo requieran las necesidades públicas. 3º Estudios de erudición: Antigüedades o arqueología, Numismática y Bibliografía". [62][63]

Pedro José Pidal y Carniado decretó el 17 de septiembre de 1845 un nuevo Plan General de estudios, por el que "las Universidades de España quedarán reducidas a diez en los puntos siguientes: Barcelona, Granada, Madrid, Oviedo, Salamanca, Santiago, Sevilla, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Las de Canarias, Huesca y Toledo se convertirán en institutos de segunda enseñanza". Sólo en la Universidad de Madrid se conferirá el grado de doctor y se harán los estudios necesarios para obtenerlo. [64][65]

La Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, conocida como Ley Moyano por ser su artífice Claudio Moyano. Reservó la gestión de la enseñanza superior y de las universidades al Estado; [66]​ y en la práctica pervivió más de un siglo, hasta la Ley General de Educación de 1970.



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