Viriato —o Viriathus en latín, tal como fue recogido en las fuentes romanas— (muerto en 139 a. C.) fue un líder lusitano que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania a mediados del siglo II a. C. en el territorio suroccidental de la península ibérica, dentro de las llamadas guerras lusitanas. Su posición al frente de los lusitanos tenía al parecer una naturaleza electiva, es decir, no era hereditaria, sino que se debía a sus éxitos militares. Se le ha llegado a considerar como «el terror de Roma». Por su parte, Theodor Mommsen dijo de él: «Parecía que, en aquel prosaico tiempo, hubiera reaparecido un héroe homérico».
Las fuentes para el estudio de Viriato son todas clásicas, de historiadores romanos, y entre ellas destacan la de Apiano y la de Diodoro de Sicilia. Mientras que la obra del primero se centra más en una enumeración cronológica de hechos, dando especial importancia a lo militar, la del segundo tiene más bien «una finalidad moralizante y dramática», idealizando la figura del líder lusitano. También escribieron sobre él Eutropio, Orosio y Suidas, Tito Livio o Floro.
La bibliografía disponible sobre Viriato no permite determinar ni su lugar de nacimiento ni la fecha de este, no quedando claro si la procedencia geográfica del líder lusitano se correspondía al actual territorio de Portugal o al de España. Hay autores que barajan la Beturia —suroeste peninsular, entre los cursos medios e inferiores de los ríos Guadiana y Guadalquivir— como posible origen de Viriato. Investigaciones marginales a caballo entre los siglos XIX y XX llegaron incluso a situar la zona de influencia de Viriato entre los ríos Ebro y Tajo: Anselmo Arenas López publicó en 1900 una obra titulada Viriato no fue portugués si no celtíbero [sic] en la que relacionaba erróneamente a Viriato con la tribu de los lusones en lugar de la de los lusitanos, mientras que hacia 1926 M. Peris lo describía como un ibero valenciano.
Un lugar supuestamente usado como refugio por Viriato habría sido el denominado Monte de Afrodita o de Venus, que el historiador alemán Adolf Schulten situó en la actual sierra de San Vicente. En Portugal la opción tradicional —sostenida por Schulten— era la de que Viriato tenía su origen en los Montes Herminios, asociados a la actual Sierra de la Estrella, barajándose también que su procedencia estuviera circunscrita a los límites de la antigua provincia portuguesa de la Beira Alta. Sin embargo, más recientemente se ha propuesto su nacimiento en el sur del actual Portugal, junto al océano Atlántico, en la región del Alentejo. Existen autores que ponen en entredicho la pertenencia de Viriato a los lusitanos, en el sentido de que en aquel entonces el término lusitano pudiera englobar a otros pueblos, como a los célticos. El aviador militar y posterior académico Alfredo Kindelán, ante la duda sobre el origen de Viriato, sentenciaba en 1958 «Bien está donde está. Para mí, como para el ínclito Oliveira Martín, tanto monta Portugal como España».
Según la mayor parte de las fuentes, en especial Tito Livio, Viriato era originalmente un pastor que se hizo cazador y soldado. Otras fuentes proponen que pertenecía a la clase de los guerreros, la ocupación de la élites gobernantes lusitanas. Para Apiano, fue uno de los guerreros que escapó de la encerrona del pretor Servio Sulpicio Galba a la flor de la juventud lusitana descrita más adelante. Según él, Viriato fue no un jefe hereditario, sino uno elegido por ser el «que mayores dotes de mando había tenido entre los bárbaros y el más presto al peligro atrevido (...) y el más justo a la hora del reparto del botín», lo que hizo que durante los ocho años de guerra su heterogéneo ejército no se le rebelara jamás y fuera «el más resuelto a la hora del peligro». Sea cual sea el caso, los autores romanos se refieren a él como el dux del ejército lusitano y como el adsertor —protector— de Hispania, o como un imperator —conductor— de las tribus lusitanas y celtíberas.
El nombre de Viriato deriva de la palabra céltica «viria», equivalente al término latino Torquatus, que haría referencia al torque, un tipo de adorno característico de los guerreros célticos. También puede provenir del ibérico «viria», equivalente también a Torquatus y que significaría «pulsera» o «brazalete», en definitiva, un ornamento.
En el siglo III a. C. Roma comenzó la conquista de Hispania durante la segunda guerra púnica, cuando el Senado envió un ejército para bloquear la llegada de refuerzos a Aníbal, que estaba en Italia. La conquista duró doscientos años, y la guerra lusitana es una de las mejor documentadas de dicho periodo. La primera incursión de Roma sería en Lusitania tuvo lugar en el 185 a. C. Ante los constantes ataques de los ejércitos romanos a los lusitanos, con los que el pretor Marco Atilio Serrano había firmado un tratado de paz en 151 a. C. —que los lusitanos rompieron rápidamente— , una comitiva de estos —30 000 según las fuentes— acudió en son de paz ante Galba, el cual les prometió un reparto de tierras. Alegando tal propósito, los dividió en varios grupos y mató a traición a muchos de ellos —de 8000 a 9000 —, tras lo cual envió a los supervivientes a las Galias como esclavos, prisioneros que sumarían un total de 20 000 lusitanos. Entre los pocos lusitanos —unos 1000 — que consiguieron huir de la matanza se encontraba Viriato. Galba sería más tarde juzgado por el Senado de la República romana pero resultaría absuelto. Así pues, esta pobreza de la tribu lusitana, unida a la afrenta sufrida por la masacre de Galba, hizo rebelarse a Viriato.
En el año 147 a. C. Viriato y un contingente de 10 000 lusitanos supervivientes decidieron hacer una incursión en la Turdetania,Cayo Vetilio, quien les ofreció una propuesta de paz que sería rechazada por Viriato debido al temor a un incumplimiento del pacto por parte de los romanos. Finalmente Viriato y los lusitanos lograron invertir la situación, al conseguir huir del cerco de Vetilio y emboscar a sus tropas supuestamente en el desfiladero del río Barbesuda, con lo cual lograron infligir 4000 bajas al ejército de Vetilio y derrotar al pretor. Un guerrero lusitano acabó con la vida de Vetilio al tomarlo por un soldado sin valor, ante la vejez y gordura del romano. Esta derrota de Vetilio tendría lugar cerca de la polis de Tribola y permitió el saqueo posterior de Carpetania por parte de los lusitanos, así como ataques a destacamentos romanos en el Guadiana y el Tajo, además de suponer el encumbramiento de Viriato como líder lusitano. En el año 146 a. C. Viriato consiguió nuevas victorias militares contra el pretor Cayo Plaucio, en Carpetania, y el gobernador de la Citerior, Claudio Unimano. Se cita el año 146 a. C. como la fecha en la que Viriato supuestamente habría atacado la ciudad prorromana de Segobriga, identificada por Schulten en el yacimiento de Cabeza del Griego, cerca de la actual Saelices (Cuenca).
aunque serían cercados —en los alrededores de Urso— por el ejército del pretorApiano afirmó que el caudillo, durante la batalla contra Plaucio, se retiró estratégicamente a un monte llamado de Venus o Mons Veneris.
A él acudió de nuevo tras batallar contra Quintio, quien inicialmente rechazó a Viriato, pero solo para caer en una emboscada del lusitano que terminó con la expulsión de toda su guarnición (App. Iberike, 66). Este cerro ha sido relacionado hoy en día con el cerro de San Vicente, en virtud a hallarse al norte del Tajo, al cultivo de olivos y a su carácter de atalaya natural. Durante estas campañas, como se menciona, Viriato venció tras Vetilio al mencionado Plaucio cerca de Viseo, entre el Duero y el Mondego, a Claudio Unimano cerca de Ourique —tras lo cual, según Floro y Orosio, Viriato se haría con los estandartes romanos y decidiría colocarlos a modo de trofeo de guerra en lo alto de las montañas— y a Cayo Nigidio, gobernador de la Citerior. En el apogeo de estas campañas contra Roma, los lusitanos y sus aliados controlaban una gran parte de la Ulterior y el sur de la Citerior.
El año 145 a.C. supuso cierto punto de inflexión en el desarrollo de las guerras lusitanas, puesto que Roma, tras acabar la guerra contra Cartago, podría destinar más tropas y atención a la provincia de Hispania. Quinto Fabio Máximo Emiliano —que sustituyó a Cayo Plaucio, desterrado por sus fracasos militares— trajo nuevas tropas e instaló su centro de operaciones en la ciudad de Orsona para reforzar al gobernador de la Citerior, Cayo Lelio el Sabio. Estos refuerzos, así como la experiencia militar de Emiliano, ocasionaron la retirada de Viriato en el año 144 a. C., con lo que tuvo que ceder las principales ciudades dominadas por los lusitanos en el sur de la península, tras lo cual se replegaría a la ciudad de Baikor —que Schulten relacionó con Baecula, la actual Bailén, aunque puede también asociarse con Baena— . Sin embargo, Emiliano regresó a Roma sin haber conseguido capturar a Viriato, y la mayor parte de sus refuerzos terminarían perdiéndose en escaramuzas y emboscadas en Orsona y Pax Iulia.
A fin de reparar sus fuerzas, Viriato logró extender aquel mismo año la revuelta a la Celtiberia con la participación de arévacos, tittos y bellos, ya que hasta entonces sólo habían tomado parte mayoritariamente lusitanos y vetones, lo que dio inicio a la tercera guerra celtíbera. Durante los años posteriores, a pesar del ataque de Lelio, Viriato haría retroceder a los romanos ahora liderados por el cónsul Quinto Cecilio Metelo y el pretor Quinto Cocio, y conquistaría la ciudad de Itucci o Tucci —la actual Martos o bien Tejada la Vieja — y la región de la Bastetania.
Tras una serie de victorias de Viriato contra los ejércitos romanos,Quinto Fabio Máximo Serviliano con un número mayor de tropas y con elefantes —18 000 unidades de infantería y 1600 de caballería, así como 10 elefantes y 300 jinetes numidas enviados por el rey Micipsa— . Este empezaría liberando ciudades del sur de Hispania como Itucci para continuar en persecución de Viriato hacia Lusitania, teniendo que demorarse al sufrir entonces el ataque de los capitanes Curio y Apuleyo, de quienes se sospecha que no serían sino desertores romanos, pero que en cualquier caso comandaban una gran fuerza de bandidos lusitanos. Aunque con grandes dificultades, Serviliano les derrotó y acabó con la vida de Curio. Viriato terminó cercando finalmente a Serviliano cuando este se encontraba asediando a su vez la ciudad de Erisana (tradicionalmente identificada con Arsa, cerca de la actual Zalamea de la Serena). El líder ibero entró en el recinto a escondidas y realizó una incursión nocturna que acorraló al ejército del romano.
con continuas correrías y razzias lusitanas alrededor de 143 a. C. , los romanos enviaron al cónsulEn esta situación de superioridad el caudillo forzaría a Serviliano a firmar un acuerdo de paz en el 140 a. C.,foedus— se otorgaba la independencia a las tierras de Lusitania poseídas por Viriato, los romanos reconocieron a Viriato como dux (jefe) de los lusitanos y le otorgaron el título de amigo del pueblo romano («amicus populi romani»). Las motivaciones de Viriato para firmar la paz con Serviliano podían obedecer a unas posibles pretensiones del caudillo de lograr convertirse en una especie de rey de una Lusitania independiente y en paz con Roma, así como al hartazgo de la guerra que se habría generalizado entre sus gentes.
ratificado por el Senado romano. En este pacto —El foedus con los lusitanos sería visto con malos ojos por otros generales romanos —deformem pacemQuinto Servilio Cepión, que reanudaría la guerra en la región previo permiso del Senado.
—, por considerarlo una cesión inaceptable y vergonzosa ante Viriato, y Serviliano sería sustituido por su hermanoTras la llegada de Cepión, se recoge que Viriato huyó de Arsa hacia la Carpetania. Cepión se adentró profundamente en Hispania en pos del caudillo, en territorios pertenecientes a las tribus de los vetones y los callaicos. Viriato tuvo que hacer frente también al hostigamiento por parte de las tropas de Marco Popilio Lenas desde la provincia Citerior. En esta situación el líder lusitano se vio finalmente obligado a negociar con Roma, a través de Popilio Lenas, quien exigió a Viriato la entrega de desertores, así como de las armas, a lo cual este se negó, retirándose. Sin embargo, en el año 139 a. C. Viriato tuvo que volver a intentar pactar con Roma, esta vez directamente con Cepión. El caudillo habría enviado a los turdetanos Audax, Ditalco y Minuro como embajadores.
Según Apiano, Cepión prometió a Audax, Minuro y Ditalco la entrega de grandes riquezas, ventajas personales y tierras si se encargaban de asesinar a Viriato.Quinto Servilio Cepión les habría negado esta con la frase: «Roma traditoribus non praemiat», esto es, «Roma no paga a traidores». La historiografía posterior admite la posibilidad de que esta frase fuera una invención posterior. De cualquier modo transmite la idea de la versión tradicional que sostiene que los romanos nunca habían aprobado la muerte de un jefe rival a manos de sus propios hombres. También es posible que esta versión sobre la reacción de Roma ante el crimen fuera posterior y la República romana quisiera ocultar el hecho de ser responsable de tal traicionero asesinato.
Se contempla tanto que la iniciativa del asesinato partiera inicialmente de estos tres, proponiéndoselo a Cepión a cambio de una recompensa, como que proviniera del mismo Cepión, quien les habría sobornado tras acudir estos sin mala fe. Este hecho tendría lugar en el 139 o el 138 a. C. La leyenda cuenta que, al volver a su campamento después de la reunión con Cepión, estos lo mataron mientras dormía, clavándole un puñal en el cuello, puesto que Viriato siempre dormiría con la armadura puesta. A continuación estos marcharon al campamento romano a cobrar la recompensa, dondeTras su muerte recibió por parte del ejército lusitano un magnífico funeral, en el que fue incinerado, con la realización de distintos sacrificios animales —posiblemente también humanos, a la manera lusitana— y más de doscientos combates en honor del fallecido. Este funeral fue significativo del gran carisma del guerrero entre sus soldados, pues bajo su liderazgo no hubo motines ni disensiones en el seno de su ejército. El poeta Federico Muelas sitúa legendariamente la tumba de Viriato sobre el Tormo Alto, una de las figuras de piedra caliza de la Ciudad Encantada de Cuenca. La muerte de Viriato supuso el comienzo del fin de la resistencia lusitana en Hispania.
Táutalo, el sucesor de Viriato, tras intentar tomar Saguntum en el 139 a. C. —ataque que fue rechazado— e invadir el valle del Betis, se vio obligado a firmar la paz con Quinto Servilio Cepión. Finalmente el cónsul Marco Popilio Lenas entregó a los lusitanos las tierras que habían sido la causa de la larga guerra. Sin embargo, la pacificación total sólo se logró en tiempos de Augusto, puesto que surgieron a lo largo de lo que restaba del siglo II a.C. distintos focos de rebelión lusitana.
La figura de Viriato ha llegado deformada a la actualidad, mitificada a través de los autores clásicosmito del buen salvaje». El poeta latino Lucilio lo consideró como «el Aníbal bárbaro», llegando a comparársele con el esclavo Espartaco. En cualquier caso también existieron autores clásicos, como Veleyo Patérculo y Amiano Marcelino, que lo tildaron de simple bandido. Más recientemente, Schulten intentó asociar la figura de Viriato a la de otros héroes populares como Vercingétorix, Arminio, Tacfarinas, Decébalo, o bien con Sertorio, quienes lucharon contra la República y el Imperio romanos.
y enclavada dentro del «Según las fuentes romanas Viriato era un guerrero y líder carismático, con buena capacidad para la oratoria. Gran estratega y hombre sobrio,guerrillas, realizando emboscadas en terrenos abruptos y angostos a los ejércitos romanos y valiéndose de la noche y el uso de caminos desconocidos para la huida, además de mantener a sus tropas en constante movimiento. No buscaba el ataque directo ni la conquista duradera de los territorios enemigos, sino el saqueo y la captura de botines. Empleaba el recurso de la huida fingida del campo de batalla, para después asestar ataques emboscados al enemigo, que lo perseguía de forma desordenada, así como el de atacar con pequeños contingentes militares a las legiones romanas para despistarlas y permitir la huida, mientras tanto, del grueso de su ejército.
Viriato empleaba una táctica deDiodoro transmitió una imagen de Viriato en el papel de líder sabio, recto, frugal, austero, hombre que gustaba de hacer regalos a sus soldados, dentro del arquetipo de buen salvaje, no corrompido por el lujo y la civilización.ibero acaudalado, llamado Astolpas. A este enlace fueron invitados ciudadanos romanos por parte del suegro. Además se cuenta que Viriato mostró desprecio ante las vajillas de oro y plata que se exponían en la boda y repartió la comida y la bebida entre los suyos, tras lo cual habría montado a la novia en un caballo y huido al monte con ella. En otro fragmento Diodoro elogió la justicia y generosidad del guerrero lusitano, pareciendo querer mostrar las cualidades de un gobernante ideal.
Uno de los acontecimientos en los que más se explayó Diodoro —de dudosa veracidad — fue en la boda de Viriato, que según cuenta tuvo lugar con la hija de unLa figura de Viriato fue tomada a lo largo del siglo XX como referencia para la exaltación de sentimientos nacionalistas por ambas dictaduras gobernantes en la península ibérica, las cuales tergiversaron libros de texto y ocultaron deliberadamente información en ellos para intentar cada una nacionalizar para sí de una forma chovinista la figura del héroe lusitano.
Habla el Mármol
Memoria soy del más famoso pecho
Que el Tiempo de sí mismo vio triunfante;
En mí podrás, oh amigo caminante,
Un rato descansar del largo trecho.
Lluvias de ojos mortales me han deshecho,
Que la lástima pudo en un instante
Volverme cera, yo que fui diamante,
De tales prendas monumento estrecho.
Estas armas viudas de su dueño,
Que visten con funesta valentía
Este, si humilde, venturoso leño,
De Viriato son; él las vestía,
Hasta que aquí durmió el postrero sueño
En que privado fue del blanco día.
En Portugal, Viriato ha sido considerado tradicionalmente un héroe nacional, debido a una identificación directa de la tribu de los lusitanos con los actuales portugueses o lusos. Ya desde el siglo XVI, con el surgimiento del Renacimiento y el Humanismo, se comenzó a dar esta apropiación portuguesa de la figura de Viriato, en la cual se consideraba a la Lusitania como una especie de Portugal primigenio, destacando en esta línea de pensamiento los autores André de Resende y Fray Bernardo de Brito. Esta línea de continuidad fue negada en el siglo XIX por el historiador portugués Alexandre Herculano, postura a la que más tarde se opondría el filólogo Leite de Vasconcelos y Joaquim Pedro de Oliveira Martins en su História de Portugal de 1879. Fue utilizado como símbolo por la dictadura de Salazar hasta que, con el surgimiento en la década de 1960 de los movimientos independentistas de Angola y Mozambique —aunque curiosamente todavía en 1961 el gobierno luso designó a una de sus operaciones militares en Angola como Operação Viriato —, su impronta desapareció relativamente de los libros escolares a partir de 1968 por el riesgo de que las colonias africanas se identificaran con el líder lusitano. Además, durante la guerra civil española, un contingente de voluntarios portugueses que se sumó a las tropas de Franco se hizo llamar Los Viriatos.
En España, el escritor Bernardo de Balbuena había trazado ya en el siglo XVII una supuesta continuidad entre lusitanos y españoles en su poema épico El Bernardo. Al calor del surgimiento del Estado liberal, en el siglo XIX autores como Modesto Lafuente también exaltaban las virtudes patrióticas de Viriato y su supuesta idea de una patria común en su obra Historia General de España (1850-1867). En 1860 el político español Emilio Castelar definió, en un artículo para el diario La Discusión, a Giuseppe Garibaldi como el «Viriato italiano». Ya en el siglo XX, durante la dictadura franquista, se potenció el uso de la figura de Viriato como héroe nacional, un modelo de conducta, fomentando la idea del patriotismo y el heroísmo nacionales, el Volkgeist o «espíritu del pueblo» español. Durante los primeros años de la dictadura existió un intento por asociar la figura de Francisco Franco con la de personajes heroicos de diversos episodios de la historia peninsular, entre los que se encontraban, además del propio Viriato, los caudillos iberos Indíbil y Mandonio, Don Pelayo, el Cid Campeador, Guzmán el Bueno, los Reyes Católicos, el Cura Merino en la guerra de Independencia española o Eloy Gonzalo —El Héroe de Cascorro— en la guerra de Cuba, y así hasta llegar al levantamiento militar que daría lugar a la guerra civil española. En la obra La Historia de España de Lluís Pericot García se representaba a Viriato como símbolo arquetípico del guerrillero español.
Só porque lembra o que esqueceu,
Vivemos, raça, porque houvesse
Memória em nós do instinto teu.
Nação porque reencarnaste,
Povo porque ressuscitou
Ou tu, ou o de que eras a haste –
Assim se Portugal formou.
Teu ser é como aquela fria
Luz que precede a madrugada,
E é já o ir a haver o dia
Na antemanhã, confuso nada.
En su poema Punica, Silio Itálico representa a otro líder lusitano y galaico llamado Viriato, que abate en el texto a un romano de la familia Servilia (presumiblemente Cneo Servilio Gémino) antes de caer él mismo ante Lucio Emilio Paulo, y lo acompaña de una referencia al Viriato más famoso. Algunos autores, como el escritor portugués Luís Vaz de Camões, tienen a este personaje por un precedesor homónimo y real de Viriato, mientras que otros consideran el episodio una invención del poeta basada en el personaje histórica, diseñada tanto como para embellecer el canto como para evocar el enfrentamiento militar del lusitano con Quinto Servilio Cepión. En cualquiera de los casos, es de destacar la impresión que el lusitano suscita entre los romanos como para justificar este giro lírico en una obra posterior.
En España una de las primeras menciones data de alrededor de 1270, en la obra Estoria de España del monarca castellano Alfonso X el Sabio. A partir del siglo XVI, mientras que en las fuentes españolas predominan las apariciones de Viriato representando al arquetipo de individuo humilde que logra ascender en la sociedad, en las portuguesas es recogido como un dirigente y monarca virtuoso, circunscribiéndose, sin embargo, en ambas generalmente a obras de tipo histórico-humanístico.
En el siglo XVI, el mencionado Luís Vaz de Camões en su obra Os lusíadas dedicó uno de los poemas a la figura de Viriato. A mediados del siglo siguiente el poeta Brás Garcia de Mascarenhas —que intervino en la Guerra de la Restauración portuguesa— escribió el poema épico Viriato trágico. En 1904 el intelectual Teófilo Braga —que llegaría a ser presidente de la Primera República Portuguesa— escribió un romance histórico sobre Viriato titulado en honor al caudillo. El escritor Fernando Pessoa dedicó también en la década de 1930 uno de los poemas de su libro Mensagem al guerrillero lusitano.
Miguel de Cervantes mencionó el nombre de Viriato en distintas obras, como en Don Quijote de la Mancha, en el que le cita en una enumeración de reyes, y en El cerco de Numancia —que trata precisamente de las guerras celtíberas— con una aparición de un personaje llamado Viriato en forma de pastor. Sin embargo, no se recoge a la figura histórica de Viriato, sino que el escritor eligió el nombre del líder lusitano para nombrar a otros de sus personajes. Lope de Vega mencionó al caudillo en su obra Arcadia, señalando un supuesto carácter mixto de Viriato, tanto español como portugués. Juan de Mariana dedicó tres capítulos de su obra Historia General de España, de 1606, a las luchas del caudillo contra Roma. Francisco de Quevedo, igualmente en el siglo XVII, también empleó a Viriato como inspirador de sus poemas. El historiador regeneracionista Joaquín Costa dedicó en 1895 parte de su obra a la figura de Viriato en La tierra y la cuestión social, en la que señaló un supuesto carácter celtíbero del caudillo. Ángel Ganivet, en su Idearium español, destacó la desorganización característica de los lusitanos en contraste a la férrea disciplina propia de los ejércitos romanos. En 1968 el dramaturgo Alfonso Sastre, en contraposición al uso de la figura del caudillo lusitano por el régimen franquista, optó por compararla con la del Che Guevara en su obra Crónicas Romanas. El historietista Manuel Gago le dedicó por otra parte un cómic, mientras que más recientemente, en Portugal y en España, se ha llegado a comparar la figura de Viriato con la del conocido personaje de cómic Astérix. Ya en el siglo XXI, Viriato ha inspirado distintas novelas, así como una serie de televisión: Hispania, la leyenda, con tres temporadas y 20 episodios en los que se relata la historia de Viriato y su lucha contra los romanos. También en esta época moderna se ha de destacar el videojuego Imperivm III: Las grandes batallas de Roma, que aborda de modo jugable a Viriato.
En el campo de la pintura destaca el cuadro de José Madrazo La muerte de Viriato, que fue pintado en Roma en torno a 1808. Más tarde se realizaron otras representaciones pictóricas del caudillo, como pudieron ser la de Eugenio Oliva y Rodrigo de 1881, el Viriato pintado por Ramón Padró y Pedret en 1882 o la de Ricardo Villegas Cordero, titulada también La muerte de Viriato.
La figura del caudillo lusitano ha llegado a nuestros días también a través del folclore, la tradición popular y las leyendas. Esto se hace especialmente patente dentro del ámbito español en la provincia de Zamora. En la ciudad de Zamora la figura de Viriato ha quedado recogida en los blasones heráldicos del escudo y la bandera de la capital provincial. En el primero aparece mencionado «el brazo de Viriato sosteniendo la Seña Bermeja», mientras que la bandera —precisamente esta «Seña Bermeja»— está compuesta por ocho tiras rojas que representarían ocho victorias obtenidas por Viriato sobre diversos pretores y cónsules romanos. Es igualmente característica de la ciudad de Zamora la estatua del escultor Eduardo Barrón, situada en la plaza de Viriato. En la localidad de Torrefrades existe una construcción, conocida popularmente como «La Casa de Viriato», donde supuestamente habría habitado el caudillo lusitano, la cual, sin embargo, data del siglo XVIII; la localidad ha sido mencionada tradicionalmente como posible origen del caudillo. En Fariza se lleva a cabo una romería conocida como «Romería de los Viriatos», considerada de Interés Turístico Regional en Castilla y León. Una pequeña elevación de la comarca de Sayago, conocida como Teso de Bárate, ha sido popularmente relacionada con la presencia de Viriato. En la provincia de Cáceres la figura de Viriato ha terminado asociada a distintas localidades, como Guijo de Santa Bárbara, Coria o Santa Cruz de la Sierra, entre otras.
En la ciudad portuguesa de Viseu, también relacionada tradicionalmente con el guerrero lusitano, existen restos de un recinto amurallado con simetría octogonal, conocido con el nombre de «Cava de Viriato», que fue atribuido en el pasado a un asentamiento romano o lusitano, aunque otras líneas de investigación más recientes apuntan a un origen andalusí o incluso del siglo XVII. En Viseu también se encuentra una escultura de Viriato, obra de Mariano Benlliure e inaugurada el 17 de septiembre de 1940. En el distrito homónimo existe una freguesia con el nombre de Cabanas de Viriato. En Lisboa se encuentra asimismo una representación del caudillo —obra del escultor Víctor Bastos— que data del año 1862 y que forma parte del Arco de la Rua Augusta. Otras localidades portuguesas relacionadas con Viriato —según Teófilo Braga, en su novela histórica Viriatho— son Loriga, Vizeu, Folgosinho, Ceia y Covilhã, citadas todas ellas como posibles lugares de origen del caudillo.
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