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Catedral de Maracaibo



La Catedral de San Pedro y San Pablo[1]​ o simplemente Catedral de Maracaibo, y más formalmente denominada como "Santa Iglesia Catedral Metropolitana de los Bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo", es la Iglesia matriz de Maracaibo en el estado Zulia de Venezuela. Es una edificación del siglo XVII. Su designación como Catedral fue por Bula del Papa León XIII el 28 de julio de 1897 y constituye junto con el Palacio Arzobispal la Arquidiócesis de Maracaibo.[2]​ Ubicada en la plaza Bolívar, corazón histórico de la ciudad de Maracaibo, la cabeza y madre de todas las Iglesias de la Arquidiócesis es un compendio de historia y tradiciones. Su estilo es neoclásico colonial, único en la ciudad, ya que este tipo de edificaciones quedan muy pocas en América Latina.[3]

Es el centro de culto de la Semana Santa, alrededor de la cual gira la religiosidad popular; principalmente en cuanto a la veneración de la Santa Reliqua, una talla que data del siglo XVI, conocida como el Cristo Negro de Maracaibo, imagen en la que ocurrió un gran milagro, que perteneció originalmente a San Antonio de Gibraltar llegando a Maracaibo luego de una gran destrucción sufrida en dicho pueblo; y del Santo Sepulcro (siglo XVIII). También el culto tributado a Nuestra Señora del Carmen, patrona de la Parroquia El Sagrario-Catedral y a San Sebastián, patrono de la ciudad de Maracaibo, cuyas imágenes, ambas del Siglo XVIII, son muy veneradas; lo que la convierte en el Templo con mayores devociones religiosas de gran arraigo en la fe del pueblo.

Los Reyes Católicos[4]​ desde 1502 recomendaban que al fundar una ciudad se estableciera al mismo tiempo una iglesia y un hospital, alrededor del Templo se desarrollaría entonces el futuro poblado. Pero Maracaibo se fundó tres veces y en ninguna de ellas se evidencia fehacientemente dónde se construye el templo principal. En el caso del primer y verdadero fundador Ambrosio Alfinger, existió en el poblado, asentada hacia los lados de la actual redoma del Puente España, una iglesia y su párroco: El Rvdo. Juan Rodríguez de Robledo. Dicho poblado desaparece seis años después. En las dos siguientes refundaciones no se conoce la localización exacta de su templo, sin embargo, la tercera fundación, realizada por Pedro Maldonado en 1574, fue la que terminó por establecerse, convirtiéndose en los años en la ciudad de Maracaibo, por lo que cabe pensarse en la posibilidad de que la Iglesia de esta fundación -no obstante la poco clara ubicación del poblado- corresponde a la lejana célula matriz de la S.I. Catedral Zuliana. Se cree también que el Obispo Fraile Pedro de Agrada en 1579 empleó la ermita original de Alfinger, para erigir definitivamente lo que sería el templo mayor. Lo cierto es que se sabe con seguridad que no se siguieron las recomendaciones de los reyes de construir un hospital junto a la iglesia, y es cuando aparece aquí otra versión que echaría por tierra lo anteriormente expuesto, de que a principios de 1600, quizás en 1607, el terreno donde se construyó la Iglesia Matriz fue donado por los esposos Don Francisco Hortiz y Doña Inés del Basto, beneméritos proyectistas y constructores de la Ermita y del Hospital de Santa Ana (hoy Hospital Central) al lado de su casa de habitación. No sería de extrañar que la noble pareja contribuyese con la donación de una buena parte del terreno para los trabajos de ampliación del referido templo, ya que en esos primeros tiempos fue modificado en innumerables ocasiones. En 1600 se producen los hechos milagrosos alrededor de la imagen del Cristo Negro, siendo trasladada hasta acá y quedando entronizada allí desde entonces. Ya en 1610 se habían iniciado los libros parroquiales, datándose la antigüedad de un libro de Partidas de Matrimonio que comenzó a llenarse el 4 de octubre de dicho año, pero se deduce que anteriormente debió haber otros y que tal vez se consumieron en algún incendio u otro hecho. No hay duda que independientemente de la titularidad de este templo, se encuentra cargado de historia en la ciudad; así lo demuestra el propio obispo Mariano Martí, quien lo visitó el 8 de mayo de 1774, y en sus relatos pastorales menciona que vio y reconoció la fuente bautismal, altares, imágenes, ornamentos, vasos sagrados y demás bienes, así como su fábrica, robustamente construida, sólida y dispuesta acorde para servir al culto divino. Cabe destacar que la Iglesia ha sido objeto a lo largo de su existencia y servicio parroquial, de importantes y periódicas reedificaciones, ensanches y mejoras.

Teóricamente se acepta que la primitiva ermita se erigió en 1574 con paredes de bajareque (varas de caña brava y barro) y techo de palma y enea. En 1579, ya el templo aparece en el plano de la ciudad y en 1595 sería entonces cuando se reconstruye utilizando piedra. En 1600 se levanta la torre de mampostería que terminaba en cúpula. Para 1624 se encontraba en pésimas condiciones. La reconstrucción del Templo se culminaría en 1650 con la erección de tres naves, cuyas paredes eran todas de mampostería, las columnas de maderas fuertes con bases de piedra labrada, y el techo de tablas cubierto de tejas de mediana capacidad y fortaleza. Hacen cabeza a las tres naves otras capillas y en la del medio está el Presbiterio: del lado del Evangelio tiene otras dos capillas, y al extremo del frontispicio, una torre de tres cuerpos, de los cuales el primero sirve de Bautisterio; del lado de la Epístola tiene otras tres capillas, que vienen a quedar en frente de las del lado del Evangelio; tras las Capillas de cabecera está la Sacristía, también de mampostería como el resto de la estructura. A cada lado del Templo se encuentran dos cementerios, uno para niños y otro para adultos, ambos cercados con paredes de mampostería, y a un lado de este último hay una capilla separada de la Iglesia, dedicada a Ntra. Sra. del Patrocinio, con paredes y techo igual al resto del edificio, incluyendo además una puerta hacia la plaza que está al frente de la edificación, e inmediato a esta capilla hay un aposento destinado para custodia de muebles, y allí mismo están comenzadas algunas paredes con el fin, según se dijo, de hacer casa para habitación de los Curas.

En la referida Iglesia hay nueve altares, a saber: el Mayor, en el que siempre está colocado el Santísimo Sacramento y las imágenes de los Santos titulares; tres al lado del Evangelio dedicados a un Crucificado, la Santísima Trinidad y las Ánimas del Purgatorio; las del lado de la Epístola están dedicadas a la Virgen del Rosario, San Sebastián, Virgen del Carmen y Virgen de la Candelaria; y, el último de dichos altares, dedicado a San Antonio de Padua, se halla tras la pared que sirve de respaldo al Coro, el cual está formado en el pavimento de la nave del medio con algunas barandas que lo guarecen y forman el tránsito al altar mayor. Se registra también que en 1684 el Rey colaboró con 2.000 pesos (que al parecer nunca llegaron) para terminar su construcción.

Luego, poco después de haber sido cambiado el techo de enea por tejas, sufriría una nueva reforma en 1717, incluyendo entre sus altares, por iniciativa del devoto gobernador provincial Don Francisco de la Rocha Ferrer, y conforme al permiso otorgado por el Deán y Cabildo de la S.I. Catedral de Caracas, uno especialmente dedicado a la devoción y culto de Ntra. Sra. del Carmen, posiblemente la advocación mariana de más antiguo y dilatado arraigo en el pueblo zuliano. Dicho permiso otorgado, incluyó la erección de la Cofradía de la Virgen del Carmen, bajo el título de Hermandad del Escapulario del Carmen, el cual sería posteriormente confirmado y reglamentado por Real Cédula de 8 de agosto de 1790. La imagen de la Virgen del Carmen fue tallada y traída desde México en 1775. El 25 de octubre de 1788 es bautizado el General Rafael Urdaneta en este Templo, cuya partida de Bautismo fue conservada en un nicho que estaba en el muro sur de la Catedral, el cual se construyó por idea y homenaje personal de Don Manuel Belloso, a la memoria del héroe, al conmemorarse el Centenario de su muerte. La partida de Bautismo fue trasladada al Panteón Regional de la ciudad, ya que a día de hoy el nicho no existe.

Al inicio de 1800 es reconstruida completamente por orden del gobernador Fernando Miyares, quien encarga las obras a su hijo el arquitecto Carlos Miyares, el cual la reforma y enriquece en estilo neoclásico, comprendiendo los trabajos el frontispicio, el presbiterio cubierto con bóveda de mampostería, otras obras de mayor importancia, siendo la obra más destacada la construcción de la actual Capilla del Sagrario y del Carmen, devoción tradicional de la familia de Fernando Miyares y de la de su esposa Inés Mancebo Zuloaga. Pero lamentablemente diversos inconvenientes paralizaron los trabajos de reedificación del Templo, acordados por Miyares, por lo que muchas de las obras emprendidas quedaron inconclusas. Para el año 1806 el Gobierno Superior de la Iglesia para ese entonces, decide dividir el territorio eclesiástico del Casco Histórico de la ciudad, al ser imposible la asistencia de los ministros a los parroquianos, por el crecimiento poblacional que ya se había desarrollado, constituyendo así tres Parroquias, quedando dedicada entonces a San Sebastián, Patrono de Maracaibo, la correspondiente a esta Iglesia Mayor.

En 1813 el famoso José Domingo Rus, diputado a Cortes por la provincia de Maracaibo, dirige a la Regencia de España la solicitud de trasladar la Sede Episcopal de Mérida, con Prelado, Cabildo general, Seminarios y Monasterios, desde dicha ciudad hasta la de Maracaibo, debido al terremoto ocurrido el 26 de marzo de 1812, que destruyó toda la ciudad merideña, y con el fin de no paralizar las labores espirituales de los entes diocesanos de la época. La Regencia española aprobó la solicitud de Rus, acordando el traslado de la Sede, la Catedral y del Seminario, desde Mérida hasta Maracaibo, siendo consagrada la entonces Parroquia San Sebastián el 18 de abril del mismo año como Catedral de la entonces Diócesis de Mérida de Maracaibo por el Ilustrísimo Doctor Rafael Lasso de la Vega, recién consagrado como quinto Obispo y quien sucede en el episcopado al Dr. Santiago Hernández Milanes, una de las víctimas del terremoto de 1812. Lasso de la Vega resuelve continuar la paralizada reedificación del Templo, pero modifica en forma substancial el proyecto base del arquitecto Miyares. Entre las reformas que hace al plan, figura la demolición de la bóveda que cubre el presbiterio, sustituyéndola con una techumbre de tipo piramidal, y, la eliminación de cuatro capillas laterales que estaban iniciadas. Los trabajos quedaron concluidos, conforme al proyecto reformado, a principios de 1818, y el 18 de abril de ese año -aniversario de la llegada de Lasso de la Vega a Maracaibo- es consagrada solemnemente la nueva Iglesia bajo el amparo de San Pedro y San Pablo.

En 1821, el Congreso de la Gran Colombia decidió el traslado de regreso de la Sede Episcopal a Mérida, por lo que el Templo, que había detentado la jerarquía de Catedral por algunos años, vuelve a su categoría de Iglesia Parroquial Mayor de Maracaibo. En 1828 el Altar Mayor es destruido por un rayo. En la misa de medianoche del día de Navidad de 1849 resonó por primera vez en el Templo el primer órgano que se instaló en la ciudad, el cual fue estrenado por José Mármol Muñoz, quien dio lecciones suficientes al Pbro. Miguel Baralt para desempeñar después las funciones de organista de la Iglesia. En 1858 se reconstruyó la torre del templo con la forma que tiene en la actualidad, sobre el primer cuerpo de la antigua, para acoger al reloj público, de cuatro esferas, siendo todo esto obsequio de la Municipalidad de Maracaibo, además, se fundieron en Francia las tres campanas de bronce que iban a funcionar con el referido reloj, el cual fue instalado el 15 de julio de 1859. A partir de 1867 fue objeto de modificaciones y mejoras considerables: la supresión del coro bajo, la modificación de las arcadas que separan las naves, instalación de un retablo mayor artísticamente tallado, la reedificación de cinco de los diez altares laterales, el reemplazo de las antiguas pilas de madera por otras de mármol blanco, y el cambio por baldosas de mármol de su antiguo pavimento de ladrillos, que se concluyó el 20 de marzo de 1882.

El 26 de febrero de 1894, se inicia el proceso de separación del Zulia de la Diócesis de Mérida y su erección como nueva Diócesis, solicitud hecha al Congreso Nacional por parte de la Legislatura Constitucional del Estado Zulia, por iniciativa de Monseñor Cástor Silva, quien llevaba prestando 31 años de servicio en el Templo, y con la ayuda del Pbro. Francisco José Delgado, orador y escritor zuliano de reconocimiento. Con la aprobación del Congreso, el presidente constitucional Joaquín Crespo solicita al Papa León XIII la erección de la Diócesis del Zulia, la cual fue decretada por Bula Papal el 28 de julio de 1897 siendo electo Monseñor Francisco Marvez como su primer Obispo, por lo que le es devuelta a la Iglesia Matriz su dignidad de Catedral. Precisamente entre 1896 y 1897, por iniciativa del Padre Delgado, fue construida la cúpula del Presbiterio.

Las restauraciones periódicas de las que ha sido objeto el edificio a lo largo de este siglo, el más activo en ese sentido, poco o nada han cambiado su estilo y disposición externa. Cabe estimarse que desde este período, la Catedral adquirió la expresión arquitectónica que la caracteriza.

En 1924 se instalan las cuatro campanas de bronce de uso litúrgico en la torre, que sustituyen a las anteriores de paradero desconocido, y que fueron consagradas por Mons. Marcos Sergio Godoy, III Obispo de la Diócesis del Zulia. Para este siglo el Templo contaba ya con catorce Altares, retablos de madera, el púlpito, el coro y una gran riqueza arquitectónica plasmada sobre todo en los frescos pintados por el artista Pablo Castellani, el mismo que realizó los de la Basílica de Ntra. Sra. de Chiquinquirá, reflejados en arcos, bóvedas y paredes.

Monseñor Arturo Celestino Álvarez, II Obispo de la Diócesis, expresó en una ocasión que su corazón pertenecía a los zulianos, correspondiendo así al afecto profundo que le demostraba todo el pueblo. A su muerte, Monseñor Olegario Villalobos obtuvo de los familiares del Obispo y del Clero de Calabozo, que se le entregara la víscera, que luego fue traída a Maracaibo, siendo conservada en una urna de cristal dentro de un nicho construido en el muro norte del Templo, a la altura del Presbiterio. Cerca de 1958 el reloj anterior, ya desgastado, es reemplazado por otro que obsequió el Club de Leones de Maracaibo, pero funcionó breve y deficientemente debido a desperfectos de fábrica irreparables. Finalmente la Municipalidad, tal como lo hizo en 1858, donó un nuevo y moderno reloj, que es el que actualmente se encuentra en la torre, desde mediados de 1966. El 28 de julio de 1960 la Junta Nacional protectora y conservadora del patrimonio histórico y artístico de la nación declara Monumento Nacional a las Iglesias y Capillas antiguas, incluyendo a la Catedral. El 30 de abril de 1966 es elevada al rango de Metropolitana por erección de la actual Arquidiócesis de Maracaibo, teniendo varias diócesis sufragáneas o subsidiarias: Cabimas, El Vigía - San Carlos del Zulia y Machiques.

Para el año de 1970 el deterioro y abandono que presentaba la estructura era evidente, ya no era presentable ni segura, por lo que el Arzobispado encarga al ingeniero arquitecto Aurelio Beroes su reconstrucción y modernización. Beroes, inexplicablemente, en lugar de ajustar su plan de trabajo a la restauración de la Iglesia conforme a su estilo, procedió a escayolar un artesonado de cúpulas y arcos simulados, que aparte de desnaturalizar por completo la idea y el ámbito originales de la obra, deja y configura bajo el techo de dos aguas, caña brava y varas de mangle de la vieja Iglesia, grandes y ocultas cavidades y cámaras que podían perjudicar la estructura al ser refugio para los insectos, especialmente, para el comején. Al culminar la remodelación se apreció por la parte externa que se trataba de un Templo de líneas coloniales, sus techos de tejas de canutillo, con desagües y medias naranjas, y por dentro un conjunto de arcos y de ojivas simuladas, a las cuales se agregaron las viejas columnas de madera de corazón o curarire de la nave central, revestidas de cemento, tratando de asemejar columnas compuestas, verdaderas y originales. El frontis también fue objeto de visibles modificaciones, aunque en menor escala. Lo único que le salvó a Beroes en su sorprendente remodelación fue la torre del Templo, con leves modificaciones en los vanos de las campanas. Aparentemente el motivo del cambio fue el deseo de recrear el estilo colonial que la caracterizó hasta antes del siglo XIX, por ser propio de estas tierras, por lo que en 1978 se concluyeron los trabajos de restauración para ser abierta nuevamente dándose el aspecto actual, y eliminando muchos elementos de la reforma de Miyares y añadidos posteriores, como los frescos de Castellani; sólo se conservaron las paredes, cúpula y techos de los altares de (ahora) San Sebastián y el Corazón de Jesús, y un retablo de madera hojillada en oro perteneciente a este último. A partir de entonces con el correr de los años se darían pequeñas modificaciones en su interior, como la eliminación del retablo mayor que presidía San Sebastián en el presbiterio, colocado tras la reforma de los setenta y del cual se encuentra una copia a menor escala en el Museo Arquidiocesano.

En 1987 es tallado por los Hermanos Villarroel en Mérida un Crucifijo de madera de tamaño natural para el Presbiterio, y con ocasión del centenario de la entonces Diócesis, por iniciativa de Mons. Gustavo Ocando Yamarte, fueron instaladas nuevas lámparas colgantes en las tres naves, construida una estructura de gradas tras el presbiterio para el coro canonial de Niños Cantores y tallada la nueva Cátedra, todo ello ecléctico recordando las formas del “Art Noveau” con reminiscencias góticas. Entre 1987 y 2003 se instalan sendas consolas en las cabeceras de las naves del Evangelio y de la Epístola. Del mismo modo, se vuelve a colocar en funcionamiento, por poco tiempo, el reloj de la torre. Finalmente, se construyeron los pedestales en mármol para la Santa Reliquia y el Santo Sepulcro, se hace un tratamiento para las columnas y el techo contra el comején, se adquiere un nuevo equipo de sonido y se restaura parte del mobiliario y la imaginería.

Ya en el siglo XXI se realizaron excavaciones en el traspatio del Templo en el que se han descubierto tesoros antiguos de la colonia, de gran valor histórico-artístico, con motivos religiosos y litúrgicos realizados en metales preciosos y maderas autóctonas.[5]​ Entre 2009 y 2010 recibe una nueva intervención, la más destacada por ahora, que debido al mal estado de algunas partes de las cubiertas de madera por acción del comején, se sustituyeron los techos de la Capilla y sacristía del Carmen, la sacristía mayor y parte del de la nave de la Epístola, concretamente el área frente al altar del Santo Sepulcro, conservando el mismo estilo. Se hacen mantenimiento a las paredes, se instala una nueva iluminación en el presbiterio y por último un muro de vidrio con puerta de acceso a la Capilla del Sagrario. En 2012 se reinstala la cruz de la fachada, la cual presentaba riesgo de caída inminente debido a su inclinación hacia la plaza, y se implementa una iluminación escenográfica para todos los elementos externos: fachada, techumbre, cúpula y adicionalmente, al retablo de la Virgen del Carmen.

En 2015 con motivo del Año Jubilar convocado por el Papa Francisco, se instala en las gradas del presbiterio un cuadro de Jesús de la Divina Misericordia tallado en madera por Juan José Romero Worwa y su equipo en Mérida, de estilo neobarroco, trasladándose el Cristo de los Villarroel a la entrada del Templo. En 2016 nuevamente se hace mantenimiento a la estructura, destacándose: la implementación de una iluminación escenográfica para el interior, así como la reforma de la externa ya existente, y el desmontaje de las lámparas colgantes de las naves del Evangelio y la Epístola (las únicas que quedaban) por orden del gobernador del estado. Hubo un intento de reapertura de los nichos laterales, tapiados en los años 70, que no llegó a feliz término. Las imágenes de los Apóstoles titulares regresan al presbiterio, con la novedad de que son entronizadas en las hornacinas neogóticas que se encontraban en la Capilla, en donde a su vez, el retablo mayor es policromado simulando la piedra de mármol. En 2018 se ubica el cuadro de la Misericordia de forma definitiva sobre la puerta interna de acceso a la torre, grabándose a su lado una placa en mármol que lleva los nombres de todos los pastores de la Arquidiócesis, junto con la Cruz conmemorativa del V Centenario de la Nueva Evangelización. Finalmente, este año se restaura la pila Bautismal, que fue ubicada nuevamente en el Bautisterio.

Presenta dos portadas en la fachada de cabecera, una en la fachada norte, otra al sur y la última del este:

Es de planta cuadrada, de dos cuerpos, y termina con un pabellón coronado por una linterna. El primer cuerpo posee pilastras en las esquinas y un entablamento, los dos componentes con igual tratamiento que los de la fachada descrita anteriormente; en él destaca una placa del reloj mecánico y la puerta de acceso al coro; como remate a este primer cuerpo, al nivel de la cornisa interior del frontón triangular del Templo, existe una cornisa similar muy proyectada que actúa como balcón con balaustrada de madera. El segundo cuerpo, de menores dimensiones que el anterior, posee pilastras en sus esquinas y capiteles jónicos, se trata del campanario litúrgico, que se compone de cuatro campanas de bronce denominadas: Corazón de Jesús, N. S. del Carmen, Santo Sepulcro y Santísimo Sacramento, además, posee la cabina de las pesas del reloj. Sobre el primer campanario está el reloj, situado en el centro de la sala y unido a cuatro esferas, donde debajo de cada una se presenta un ojo de buey; el remate de este cuerpo está constituido por un entablamento liso sobre la cual se proyecta una cornisa similar a la existente entre ambos cuerpos de la torre, y sobre ella cuatro jarrones de mampostería en sus esquinas. El pabellón, de planta octogonal, pertenece en forma y estilo al lenguaje barroco-antillano floreciente en Maracaibo en la primera mitad del siglo XIX, y contiene el segundo campanario formado por tres campanas horarias: Dos pequeñas para los cuartos y medias, y la mayor para las horas; sobre cada esquina se levantan jarrones de mampostería; cada cara posee una persiana de madera, separadas por pilastras, con cubierta abovedada. El conjunto es coronado por una linterna de cuatro arcos lobulados.

El patio norte es un jardín que también funciona como estacionamiento privado, se encuentra al lado izquierdo del Templo junto a la calle 95 Venezuela. En el medio se encuentra un busto de yeso de Mons. Francisco Marvez, primer Obispo del Zulia, colocado en 1996 por el entonces alcalde de la ciudad, Manuel Rosales y el arzobispo Ramón Ovidio Pérez Morales. Hacia el sur se ubican el Despacho y el Salón Parroquial. El patio sur es el jardín interno, al que se accede por la puerta lateral; en su época fue el de mayor prestigio, como así lo demuestra la hermosa fuente de mármol que tiene; al principio se encuentran la sacristía del Carmen y el Bautisterio y al final la casa cural. Y el patio este, conocido también como traspatio, se encuentra detrás del Templo; hace poco se realizaron una serie de excavaciones en él, donde se encontraron tesoros coloniales de gran valor artístico.

La Catedral es de Planta basilical, contiene un cuerpo central que posee tres naves y una capilla lateral dedicada a Ntra. Sra. del Carmen y al Sagrario, con techumbre tradicional a dos aguas. De origen colonial y predominantemente carácter neoclásico, con elementos del barroco.

Comienza con dos muros de piedra que sirvieron de base al coro, en los que se ubican cuatro pilas de agua bendita de mármol, dos de pie y dos de pared con caras de querubines. El techo es de madera de color café oscuro, sostenido por diez columnas de las mismas características, con un diseño tosco y sobre bases de mármol. El piso del Templo es de mosaico rojo ladrillo, y separando las naves, de mármol blanco. Hacia el presbiterio se encuentra un arco de medio punto, de grandes dimensiones; en las paredes que separan este arco de los laterales, se exhiben las esculturas decimonónicas de San Pedro y San Pablo, patronos y titulares del Templo, obras de yeso vaciado en moldes, que cuentan con una gran expresión.

El presbiterio se encuentra al final de la nave central. Tiene dos niveles, con pisos de mármol blanco y granito rojo; las escaleras tienen a los lados dos pequeños pasillos. En el centro se encuentran las tumbas de cuatro obispos: Mons. Francisco Marvez (Primer Obispo del Zulia), Mons. Marco Sergio Godoy (III Obispo del Zulia y I de Maracaibo), Mons. Mariano Parra León (Obispo Emérito de Cumaná) y Mons. Domingo Roa Pérez (I Arzobispo de Maracaibo). Delante de las tumbas está el Altar Mayor, pieza de mármol blanco de características sobrias, consagrado con reliquias de Santa María Goretti, y detrás, se encuentra la Sede Arzobispal de madera, con otras tres sedes por delante de ésta; a los lados se encuentran otras seis sillas más pequeñas. El presbiterio es presidido por un Crucificado de madera de tamaño real.

Está enclavado dentro de cuatro arcos; en los pilares que los separan, figuran grandes lámparas de vidrieras coloridas, semejantes en diseño a las de las naves laterales. La cúpula es la más grande de la ciudad, presenta una galería de tragaluces separados por pilastras rematadas con ostras, y sobre las claraboyas, rostros de querubines. La cúpula es coronada por una linterna, de cuatro arcos de medio punto, separados por columnas corintias dispuestas de tres en tres. Cabe destacar que el presbiterio se extiende por detrás de la sede, con un espacio ocupado hoy por la sacristía y en el que se levanta un coro de gradas de madera sostenidas por una estructura de hierro. Entre otros elementos que se pueden apreciar en esta zona se encuentran: la credencia, de madera y mármol, ubicada paralelamente al Altar, la base del viejo púlpito y el sencillo ambón.

Los elementos que más resaltan de estas naves son las grandes lámparas circulares de hierro, con vidrieras de diferentes colores, que cuelgan de las vigas del techo, el cual presenta las mismas características que el de la nave central. En las paredes se pueden apreciar, entre cada ventana, las estaciones del Vía Crucis, que son piezas de yeso vaciado en moldes, con la forma de una cruz griega en cuyo centro circular, se muestra la escena correspondiente en relieve, son de estilo neoclásico. Entre cada estación se encuentran, adosados a la pared, sencillos candeleros de madera correspondientes a la consagración del Templo. La parte superior de los muros está decorada por moldurones y cornisas neoclásicas, y en la parte inferior una serie de mármol blanco. Al comienzo de la nave izquierda se destaca una gran placa en mármol dedicada a Mons. Alí Lebrún Moratinos; en la nave derecha se abre la Capilla del Carmen, ubicándose de manera opuesta, una placa de mármol dedicada a Mons. Olegario Villalobos.

Cada nave es dividida a la altura del presbiterio por arcos de medio punto, separados del central; a partir de esta sección el piso de la nave se torna de tres niveles hacia arriba, con unas escaleras de mármol y un techo de mampostería; la parte superior de los muros (en esta sección) se encuentra decorada de molduras seriadas, con diferentes atributos, a semejanza de la fachada principal. En el caso de la nave izquierda, cuelga en la pared un cuadro de Ntra. Sra. de Chiquinquirá, Patrona del Zulia; además, también existe un retablo en mármol, de pequeñas dimensiones, cuyo nicho guarda en una caja de vidrio el corazón de Mons. Arturo Celestino Álvarez, II obispo del Zulia, el nicho está sellado por una puertecilla en metal sobredorado con rostros de ángeles, bajo la cual se encuentra el epitafio; este retablo de mármol está decorado con pilastras y rematado por una moldura triangular en la que figura la mitra y el báculo pastoral.

En la nave derecha cuelga un cuadro de Ntra. Sra. de Guadalupe, Patrona de América, y debajo, uno pequeño de San Juan Diego; hacia la derecha está colgado otro cuadro, que corresponde a la Beata María de San José. En el techo de esta sección final se conserva un fresco de Castellani: la Ascensión del Señor.

En el final de la nave izquierda y presidiéndola, se encuentra en un absidiolo la imagen de San Sebastián, Patrono de Maracaibo, se trata de una talla en pasta de madera, con una peana, flechas y árbol en plata repujada, procedente de España en el siglo XIX. Debajo hay un Altar de mármol adosado a los muros, que descansa sobre tres bloques de mampostería; en dicho Altar se sitúan las imágenes de San Pancracio (a la derecha) y San Benito de Palermo (a la izquierda), ambas en pasta de madera del siglo XX. Está ubicado al lado del presbiterio.

Consta de un nicho central, con forma de arco de medio punto; es flanqueado por pilastras y capiteles y dividido en dos cuerpos por una repisa de mármol. El primer cuerpo alberga una imagen yacente de Santa Teresita del Niño Jesús, talla española en madera policromada del siglo XIX, inspirada en la imagen yacente de cera que contiene sus restos mortales que se veneran en Lisieux (Francia). En el segundo cuerpo se exhibe la milagrosa talla del Santo Cristo Negro o "Santa Reliquia", con una cruz de carey y adornos en plata, colocada sobre una base de plata repujada. La imagen del Cristo Negro, del siglo XVII, es de gran valor devocional, considerado como uno de los tesoros más preciados del Zulia. A los lados de la talla se encuentran dos ángeles ceriferarios de yeso, con ropajes y alas de tonalidades verdes. Este altar se ubica a la altura del presbiterio.

Entre el arco de la nave izquierda y el nicho del Cristo Negro, se encuentra una imagen de Jesús perdido y hallado en el Templo, escultura en pasta de madera con adornos en hojilla de oro, correspondiente al siglo XX. La imagen descansa sobre un pedestal tallado en madera, en cuyo centro figura una alegoría del pasaje evangélico de los cuatro panes y los dos pescados; pedestal en el que anteriormente reposaba el Sagrario.

Hacia la puerta de entrada está ubicada una imagen en pasta de madera, del siglo XX, de Jesús Nazareno llevando la cruz. La imagen está sobre un pedestal de madera, forrado con una tela pana de color vino.

Al final de la nave derecha, preside en el absidiolo la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, talla en madera policromada con adornos hojillados en oro, del siglo XIX. Debajo, en el Altar de mármol adosado al muro, se encuentra el imponente Sagrario, obra en madera tallada y hojillada en oro, de estilo neoclásico, en cuya puerta se exhibe en relieve la alegoría apocalíptica del Cordero, el libro y los siete sellos. El Sagrario es custodiado a su vez por dos ángeles velatorios, imágenes seriadas de yeso vaciado en moldes, del siglo XX. Este altar guarda semejanza con el de San Sebastián.

De las mismas características que el altar del Cristo Negro. En el primer cuerpo se guarda el llamado Santo Sepulcro de Maracaibo: un sarcófago de madera fabricado con carey esmaltado de varias piezas de plata, y su cubierta embutida de cristales y adornada de serafines y perillas de plata; dentro del sarcófago, descansa la talla en madera del Cristo yacente. Fue fabricado en Guatemala y es una de las obras de arte sacro que distingue a este Templo marabino, y según los relatos del Obispo Martí en 1774 ya para el siglo XVIII existía el mencionado sarcófago. En el segundo cuerpo están las esculturas que componen la Sagrada conversación: Ntra. Sra. de los Dolores, Santa María Magdalena y San Juan Evangelista; son tallas en madera para vestir, con brazos fijos sin articular y utilizan cabellera natural; las tres imágenes llevan grabadas en sus bases el nombre de "Simmons Paris", correspondiente a su autor. Datan de la misma fecha del Cristo Yacente. Se ubica este nicho a la altura del presbiterio.

Entre el nicho del Santo Entierro y el arco de la nave derecha, se ubica la imagen de Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro, tratándose de una talla de madera policromada con adornos en hojilla de oro, procedente de España en el siglo XX. La imagen reposa sobre un sencillo pedestal de madera.

Dentro de una vitrina cuadrada de madera y cristal, con adornos sencillos en madera, se guarda la imagen de Jesús de la Humildad y Paciencia, talla en madera policromada, de cabellera natural y asiento hojillado en oro; es de origen español y data del siglo XVIII, siendo una de las pocas imágenes de la época colonial que se conservan en la ciudad. Está ubicado hacia el frontis, a un lado de la Capilla del Carmen.

Esta capilla lateral se abre al inicio de la nave de la Epístola, con un arco rebajado sostenido por dos columnas de mampostería, que refleja en las dovelas y el intradós adobes de piedra. El piso es de mosaico rojo, elevado a dos niveles en la zona del presbiterio. La cubierta, al igual que el resto del Templo, es de madera oscura y tejas, esta vez resuelta a cuatro aguas. Las paredes laterales poseen en la zona inferior series de mármol blanco. Al final se encuentra el retablo mayor.

A la izquierda se encuentra el Baptisterio, de planta cuadrada, que destaca por la puerta de acceso elaborada en hierro de forja y con grandes dimensiones, está enmarcada en un arco peraltado en el que refleja, igualmente, los adobes de piedra en el intradós y las dovelas, en las pilastras se aprecia la piedra de ojo, además, contiene una ventana colonial orientada hacia el patio sur. Al lado del Baptisterio está la sacristía de la Capilla. En la parte superior de esta pared izquierda se abren cinco pequeños vanos cubiertos con ventanas de vidrio. Frente a la puerta de hierro se ubican de manera simétrica, sobre un mesón procesional de madera, las imágenes de Ntra. Sra. de Coromoto, Patrona de Venezuela, y a sus lados Santa Cecilia de Roma, a la izquierda, y San Martín de Porres, a la derecha; la imagen de la Coromoto está elaborada con pasta de madera y perteneció originalmente a la Capilla que daba su nombre, actual Panteón Regional, mientras que las otras dos imágenes son de yeso vaciado en moldes. A la derecha, en el espacio entre la ventana y el arco central, se encuentra la imagen de San Expedito, de yeso vaciado en moldes, que es la más reciente de todas, fabricada en 2013. En el otro extremo, entre la ventana y la puerta de la fachada del Carmen, está la imagen de San Juan María Vianney, también fabricada con yeso vaciado en moldes, del 2010, sobre él se encuentra colgado un cuadro de Jesús de la Divina Misericordia; ambas esculturas están colocadas sobre sencillos pedestales de hierro y madera.

Hacia el sur se levanta un retablo fabricado con mampostería y madera, escalerillas de piedra y adobes, apliques y capiteles en madera dorada. El retablo es de forma semicircular, con un cuerpo central cubierto por una bóveda de arista, que es sostenida por cuatro columnas y pilastras toscanas, con arcadas, de bases cuadradas y molduras. En el centro se abre la hornacina, con puerta de madera y cristal, en cuyo extremo superior figura el escudo carmelita con cruz; es flanqueada por cuatro columnas de imitación salomónica, con molduras coronadas por un abanico. Bajo la hornacina se abre un pedestal semicircular, y dentro del nicho se exhibe la imagen de Ntra. Sra. del Carmen, Patrona de la Parroquia El Sagrario-Catedral, que procede de México en 1775, y es una talla de bulto completa, en madera policromada y sobrevestida con trajes de tela. A los pies de dos de las columnas del retablo, se encuentran las imágenes de Santa Filomena y Santa Teresita del Niño Jesús, ambas de yeso vaciado en moldes, correspondientes al siglo XX.

A ambos lados del retablo mayor se hallan dos retablos menores de estilo neogótico, compuestos de un pedestal con un tramo central de fondo, adornado con detalles dispuestos en un arco ojival, el cual posee, una crestería, sobre la que descansa un chapitel decorado con crochet, y coronado con un remate del mismo estilo. Se encuentran presididos por las imágenes de San José y Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa, ambas españolas, elaboradas con pasta de madera en el siglo XIX. Delante del retablo mayor se encuentra el Altar, tallado en madera hojillada en oro; presenta tres cartelas, separadas por pilastras decoradas con ramas, la central es de mayores dimensiones, correspondiente a la Última Cena, mientras que las laterales representan a la Eucaristía y al Cordero de Dios, ambos flanqueados por ramilletes de uvas y espigas. Algo a destacar de esta Capilla, es el conjunto de epitafios que luce en la zona central del piso, como testimonio de las tumbas que existieron allí en tiempos pasados.

Posterior al Presbiterio y a lo largo del muro testero se encuentra la Sacristía, con pisos de mosaico, y de mármol blanco y granito rojo en la zona continua al presbiterio. El techo es de madera, al igual que el resto del Templo, y en los extremos de las paredes se sitúan dos vitrales coloridos de forma rectangular. Lo más destacable de la sacristía se puede mencionar el Crucifijo de madera y yeso, que posee una base de yeso, semejante al Gólgota y con el cráneo de Adán.

Son las actuales oficinas del Templo donde se reciben los donativos y se tramitan defunciones, matrimonios, bautizos, entre otros. A destacar, se encuentra una pequeña imagen del Niño Jesús de Praga, que se venera bajo el nombre de Dulce Nombre de Jesús, venerado en Escuque, estado Trujillo, traída al Templo por los feligreses de dicho pueblo.

Caracterizado por presentar una pequeña galería de personajes del clero marabino, mayoritariamente, aquellos que influyeron de gran manera en la Arquidiócesis o específicamente en la Catedral. Estos son: El Papa Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI, Mons. Marcos Sergio Godoy, Mons. Antonio López Castillo, Mons. Ovidio Pérez Morales, Mons. Domingo Roa Pérez, Mons. Olegario Villalobos, Pbro. Lic. Guillermo González Fuenmayor, Mons. Jesús Quintero y el Pbro. Roberto Morales.

Entre los hechos resaltantes ocurridos en el Templo están:



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