Los charrúas fueron un pueblo amerindio que en el siglo XVI vivía en el sur de lo que hoy es Uruguay. En el siglo XVIII los charrúas ampliaron su territorio en su guerra contra guaraníes misioneros avanzando sobre el norte de Uruguay, el sur del actual estado brasileño de Río Grande del Sur y la provincia argentina de Entre Ríos, alcanzando ocasionalmente también a las de Corrientes y Santa Fe. A raíz de ese avance se fusionaron con otros pueblos que ocupaban esos territorios, tales como los chanás y minuanes y se fusionaron y/o exterminaron a pueblos presumiblemente cáingangs como los yaros y bohanes. El término charrúa pasó a ser el denominador común de ese conjunto de pueblos, por lo que hoy en conjunto se los suele denominar como complejo charrúa o nación charrúa.
Los charrúas propiamente dichos han sido agrupados cultural o étnicamente en el denominado complejo charrúa junto con los yaros, bohanes, guenoas (o güenoas), chanás y minuanes. Los chanás o chanaes son incluidos también como parte del complejo chaná-timbú. Sobre las relaciones entre estos grupos hay diversas opiniones:
Para Samuel Lafone Quevedo (1897 y 1900 ) los charrúas eran una "nación" pámpida integrante del tipo guaycurú y los demás pueblos citados eran "parcialidades" de la misma nación.
Para Samuel Lothrop (1932 y 1946 ) la charrúa y las demás eran "tribus distintas" emparentadas culturalmente y física y lingüísticamente semejantes a los guaycurúes del norte.
Para Antonio Serrano (1936 y 1946 ) los charrúas eran una "nación" con características culturales propias, siendo las demás "tribus" citadas parte de la "nación charrúa".
Existen diversas estimaciones sobre la población de charrúas y etnias relacionadas al momento de la llegada de los españoles. Las mismas varían entre 8000 (5000 en Uruguay) y 100 000 personas o más. En 1828, cuando Uruguay se independizó, la población indígena era de 30 000 personas y la de blancos de 70 000. Según algunos estudios históricos ese número de indígenas y descendientes de estos en el territorio uruguayo era superior al que había en la época de la conquista. Ello se debe a que el territorio recibió una importante inmigración de guaraníes que habían huido de las misiones jesuíticas destruidas y que se establecieron al norte del río Negro.
Al momento de la llegada de los españoles al Río de la Plata en el siglo XVI los charrúas propiamente dichos ocupaban el área al norte y al sur del río Negro (o río Hum) y se acercaban a la costa del océano Atlántico en el departamento de Rocha dentro del actual territorio uruguayo. Posteriormente a la fundación de Montevideo en el siglo XVIII los charrúas se desplazaron hacia el norte, absorbiendo a yaros, bohanes, guenoas, chanás y minuanes y quedando prácticamente confundidos con ellos.
Félix de Azara en su Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata (publicada en 1847 a 26 años de su muerte) describió el territorio que ocupaba cada integrante del complejo charrúa:
Azara no mencionó a los guenoas, que estaban en la zona de los departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo extendiéndose también por el río Ibicuy al sur de Brasil. Guenoas y minuanes suelen considerarse como en mismo grupo, a veces llamados guinuanes.
Los charrúas estaban emparentados con los pámpidos, un grupo de etnias aborígenes que habitaron la llanura Chacopampeana y la Patagonia extraandina. Tenían fisiotipos y cultura material similar a las subetnias de los puelches o pampas antiguos, de los tehuelches o patagones, de los tobas y de los caduveos. Sin embargo, hacia el siglo XV parecen haber recibido importantes influjos culturales amazónidos guaraníes, cuya rama meridional -los chandules- merodeaba por ambas orillas del Río de la Plata superior desde sus asentamientos en el delta del Paraná.
Básicamente los charrúas no eran pacíficos, tenían una organización social muy fuerte centrada en jefaturas a cuyo frente había un cacique, jefe que aunque solía pertenecer a un linaje debía ser electo y consensuado permanentemente por el conjunto, donde los vínculos interpersonales eran muy importantes y conservaban la filiación poligámica.
En el momento de la conquista española su modo de producción era cazador-recolector, aunque rápidamente supieron desarrollar un complejo ecuestre y con este, una cierta ganadería basada en los bovinos y equinos. Dado el modo de producción (cazador-recolector) era una etnia de nómadas -como lo eran casi todos los otros pámpidos-, por lo que los únicos vestigios materiales de su civilización son pequeñas vasijas de barro así como parte de sus armas típicas, lanzas, flechas y boleadoras, esta última era uno de los objetos más típicos de la región. Estaban conformadas por dos o tres bolas de piedra, unidas por un trozo de cuero de aproximadamente un metro, en un nudo común. Eran utilizadas para cazar principalmente el ñandú, ave típica de la mayor parte del cono sur.
La familia de las lenguas charrúas es un grupo aislado e ignoto, que se considera conformados por tres lenguas: la charrúa, la chaná y la minuano-guenoa.
La lengua charrúa propiamente dicha se extinguió casi sin ser documentada, según Azara era: idioma muy narigal, gutural y diferente de todos. Azara menciona como idiomas diferentes a las lenguas de los yaros, bohanes, chanás y minuanes. La lengua de los yaros y la de los bohanes pudieron haber sido del grupo káingang, perteneciente a la familia de lenguas ye. El doctor Teodoro Vilardebó recopiló dos grupos de palabras charrúas en 1841 y 1842, aunque de dos fuentes indirectas. Este compendio de unas 70 palabras se conoce como Códice Vilardebó.
En cuanto al parentesco de las lenguas charrúas con las de otros grupos lingüísticos de América del Sur existen diferentes teorías. Estas lenguas han sido estudiadas por amerindólogos como Mauricio Swadesh y Terrence Kaufman. Se han propuesto que podría existir parentesco de las lenguas charrúas con las lenguas arawak (Perea y Alonso, 1937), con las lenguas matacoanas (Ferrario), con las lenguas lule-vilela (Rona, 1964) y las lenguas guaicurú (Suárez, 1974).
Los charrúas opusieron tenaz resistencia a la colonización española, siendo el primer episodio conocido que se les atribuye la muerte de Juan Díaz de Solís durante su expedición al Río de la Plata en 1516. Cronistas como el jesuita Pedro Lozano en Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (publicado en 1755) acusaron a los charrúas de haber matado y comido a Díaz de Solís y a sus compañeros:
Aunque, según cronistas españoles como Pedro Mártir de Anglería Solís pereció ante una tribu antropófaga Caribe, es decir de linaje amazónico:
Mártir de Anglería escribió su Década III, Libro X de las Decadas de Orbe Novo el mismo año de la muerte de Solís.chandules guaraníes que se encontraban en ese entonces merodeando las riberas platenses.
Dado que la antropofagia es desconocida en la etnia charrúa, los historiadores suponen que la muerte de Solís puede haberse debido a losFélix de Azara en su Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata publicada 26 años después de su muerte en 1821 concuerda con que fueron charrúas quienes mataron a Solís, pero rechaza el relato de canibalismo:
Pedro de Angelis en su Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata, publicada en 1836, rechazó la argumentación de Azara:
Martín del Barco Centenera en su poema histórico La Argentina publicado en 1602, acusó a los timbúes por la muerte de Solís:
El primer documento que aparece identificando a la nación charrúa con un nombre (chaurruaes) es la Relación que Diego García de Moguer escribió sobre el viaje que realizó por el río Paraná en 1528:
El soldado de la expedición del adelantado Pedro de Mendoza, Ulrico Schmidl, describió a los charrúas que encontraron al arribar al Río de la Plata en 1536 en su obra Viaje al Río de la Plata (publicada en 1567), llamándolos zechuruass, zechurg y zechuruas:
Domingo Martínez de Irala en su Relación de abril de 1541 los denominó charruas:
La Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano fue publicada por Gonzalo Fernández de Oviedo en partes entre 1535 y 1557 con una extensa relación sobre los charrúas que llamó jacroas:
Francisco Ortíz de Vergara en su Relación a D. Juan de Ovando de enero de 1573, se refiere a los charrúas de la siguiente manera:
Martín del Barco Centenera en su poema histórico Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acaecimientos de los reinos del Perú, Tucumán y el Estado del Brasil (La Argentina) publicado en 1602 hizo varias referencias a los charrúas, entre las cuales:
Ruy Díaz de Guzmán en su obra Historia Argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata (La Argentina manuscrita) terminada en 1612 describió como yaros y charrúas mataron al capitán Juan Álvarez Ramón enviado por Sebastián Caboto a explorar el río Uruguay en 1527:
En 1624 el gobernador Francisco de Céspedes acordó crear la reducción charrúa de San Francisco de Olivares ubicada en una isla de la desembocadura del río Negro en el río Uruguay. Es por ello que ese gobernador escribió al rey el 30 de agosto de 1631 expresándole:
Una vez fracasado el intento franciscano de reducir a los charrúas en San Francisco de Olivares, el jesuita Diego de Boroa en su Carta anua correspondiente a 1635-1637, fechada el 13 de agosto de 1637, expresa refiriéndose a la reducción de Yapeyú:
El jesuita Pedro Lozano en Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (1755) expresó:
En las sucesivas campañas de los gobernadores de Buenos Aires para "civilizar" a la Banda Oriental se produjeron combates con los indígenas. Las expediciones de Juan Ortiz de Zárate, Juan de Garay y Hernandarias se batieron sucesivamente con indígenas, provocando cientos de muertos. Las fundaciones de Colonia del Sacramento y de Montevideo también fueron motivo de conflicto con los indígenas, ahondando la mortandad.
El 6 de febrero de 1702 los charrúas y aliados se enfrentaron a 2000 guaraníes misioneros en la batalla del Yi siendo vencidos, sufriendo 300 muertes y 500 prisioneros, en su mayoría mujeres y niños. Los charrúas tenían solo 200 guerreros con los que hacerles frente. El comandante español expresó al respecto:
En los años siguientes unos 4000 guaraníes de las misiones jesuitas se pusieron bajo el dominio de los españoles para atacar a los charrúas.
Luego de la campaña punitiva que en 1715 Francisco García de Piedrabuena realizó desde la reducción de Yapeyú a Entre Ríos con guaraníes misioneros contra yaros y bohanes el jesuita Policarpo Dufó refiere en la relación a su superior del 9 de febrero de 1716 que:
De acuerdo a Salvador Canals Frau los mbeguaes del grupo chaná-timbú perduraron hasta el siglo XVIII en el delta del Paraná y al fusionarse en el conjunto charrúa recibieron el nombre de manchados o machados.
Por orden del gobernador José de Andonaegui en noviembre de 1749 el teniente de gobernador de Santa Fe, Francisco Antonio de Vera Mujica aprehendió 339 charrúas que habían escapado de la Banda Oriental, entre ellos los caciques Maigualen, Gleubilbe y Dóienalnaegc, que fueron trasladados a las cercanías del río Salado en Santa Fe, dando origen al pueblo de "Nuestra Señora de la Concepción de Cayastá" fundado el 17 de septiembre de 1750 en el lugar donde estuvo situada la primitiva ciudad de Santa Fe. Esta reducción desapareció hacia 1820. Otra expedición de Vera Mujica en enero de 1752 sobre Entre Ríos, tomó prisioneros a 53 charrúas que fueron repartidos entre los expedicionarios para su servidumbre.
La guerra Guaranítica entre 1754 y 1756, donde españoles y portugueses se unieron para combatir al "infiel", tuvo efectos devastadores. Incluso hacia finales del siglo XVIII, los blandengues españoles iniciaron una campaña denominada como "guerra charrúa", donde participó el entonces sargento mayor José Artigas. El 4 de octubre de 1800 el virrey Avilés envió al capitán Jorge Pacheco a expedicionar contra los charrúas ubicados en el noroeste del Uruguay. Pacheco realizó 3 expediciones y fundó Belén el 16 de junio de 1801.
Pocos años después, muchos indígenas pelearían en los ejércitos de Artigas, Juan Antonio Lavalleja, Manuel Oribe y Fructuoso Rivera. Además de las acciones bélicas, las enfermedades europeas como la gripe, la viruela y la sífilis diezmaron durante siglos a poblaciones indefensas.
El 11 de abril de 1831, en Puntas del Queguay, tuvo lugar la matanza conocida como Matanza de Salsipuedes. A orillas del arroyo Salsipuedes, entre Tacuarembó y Río Negro, tenía su cuartel general el presidente Fructuoso Rivera. Rivera convocó a los principales caciques charrúas, llamados Polidoro, Rondeau, Brown, Juan Pedro y Venado, junto con todas sus tribus, a una reunión diciéndoles que el Ejército Uruguayo los necesitaba para cuidar las fronteras del Estado. Según los relatos, agasajados y emborrachados, fueron atacados por una tropa de 1200 hombres al mando de Bernabé Rivera. Se dice que el propio Rivera dio la señal de iniciar el ataque, haciendo fuego sobre el cacique Venado, tras pedirle que le entregara su cuchillo para picar tabaco.
El saldo según la historiografía oficial fue de 40 indios muertos y 300 prisioneros, de los cuales algunos lograron huir siendo perseguidos por Bernabé Rivera. Entre las tropas hubo 9 heridos y un muerto.
La persecución de los charrúas no se agotó en la matanza de Salsipuedes. Bernabé Rivera, en particular, tuvo un especial empeño en encontrar y exterminar a los que lograron escapar. El 17 de agosto de 1831 sorprendió en Mataojo, cerca de la desembocadura del río Arapey, a un grupo de charrúas comandado por los caciques El Adivino y Juan Pedro, a los que atacó saldándose el episodio con 15 muertos y más de 80 prisioneros. Informó que habían conseguido escapar 18 hombres, entre ellos, el cacique Polidoro, único cacique sobreviviente. El 16 de junio de 1832 localizó a un grupo de charrúas en una hondonada llamada Yacaré-Cururú. En una emboscada, los charrúas mataron a Bernabé, a dos oficiales y a nueve soldados.
De acuerdo con el profesor Lincoln Maiztegui Casas, "la desaparición de los charrúas fue un proceso paulatino que llevó más de 200 años y que se generó a partir de la ocupación del territorio por europeos". Según Maiztegui, los guaraníes se adaptaron y los charrúas no y, por ello, fueron gradualmente extinguiéndose. Miles murieron, otros miles huyeron al noroeste a Brasil, otros miles se quedaron esclavizados y al mestizarse con los blancos perdieron su cultura. La principal justificación de la élite criolla era el supuesto intento de "civilizar" a los indios, "mejorar" la raza uruguaya y evitar el abigeato. El país tenía un importante número de ganado vacuno y equino constantemente amenazado de robo por parte de los indígenas. A fines del siglo XIX quedaban poco más de 1000 charrúas "puros" en Uruguay.
El director del Colegio Oriental de Montevideo, el francés François De Curel consideró que el contacto directo con sobrevivientes de una raza próxima a su extinción despertaría el interés del público y de los científicos franceses y solicitó al Gobierno uruguayo autorización para trasladar a 4 de ellos a París. Se organizó una empresa para la ocasión para exhibirlos y estudiarlos en un zoológico humano.
En poder de De Curel se hallaba la mujer llamada María Micaela Guyunusa y dos hombres: el chamán Senacua Senaqué y el cacique Vaimaca Pirú. El joven guerrero Laureano Tacuavé Martínez fue elegido por el gobierno entre los que se encontraban en prisión. El grupo es conocido en Uruguay como "los últimos charrúas" y partió en barco rumbo a Francia el 25 de febrero de 1833 con Guyunusa embarazada de dos meses.
La exposición en un callejón cerca de los Campos Elíseos tuvo poco éxito, y tres de ellos murieron ese mismo año de 1833. Sus esqueletos fueron preservados, lo mismo que sus órganos en frascos y fragmentos de piel y muelas de los tres cuerpos, durante 170 años en los sótanos del Laboratorio de Antropología Biológica que se encuentra en el Palacio de Chaillot. La hija de Guyunusa nacida en Francia murió al año siguiente, mientras que Tacuabé logró escapar y se perdió su rastro. El 17 de julio de 2002 los restos de Vaimaca Pirú fueron repatriados a Uruguay y sepultados dos días después en el Panteón Nacional.
Tras el vocablo "charrúa" se han postulado diferentes versiones de su origen, la mayoría de ellos despectivos: “los arrebatados”, “los destructores”, “los jaguares”, “los mutilados” y otros un poco más románticos como “los acuáticos” o “los pintados”. Lo cierto es que epítetos no faltaron por parte de los extranjeros, respecto a cómo identificarlos. Sin embargo, nada se sabe aun respecto a cómo se autodenominaban los integrantes de esta familia nativa.
Pedro de Angelis en su Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata (1836) expresó:
Otras hipótesis fueron formuladas por:
El antropólogo Daniel Vidart realizó en 2001 un análisis etimológico del término "charrúa". Según Vidart, "charrúa" es una palabra del idioma gallego, que designa unas máscaras de madera usadas como disfraz. El origen de estas máscaras se remontaría a la prehistoria, probablemente para ser usadas en fiestas populares, como el carnaval. Quienes usaban en Galicia estas máscaras llamadas charrúas, se disfrazaban y pintaban de manera llamativa, mientras gesticulaban con cierta agresividad. Según esta hipótesis, la colorida vestimenta de los indígenas de la costa oriental del Río de la Plata, así como su rostros pintados a modo de máscaras junto a extraños gestos, rememoraron en los navegantes españoles a aquellos gallegos que se disfrazaban en sus fiestas con sus máscaras denominadas charrúas, teniendo en cuenta que la expedición de Diego García de Moguer partió del puerto gallego de La Coruña.
En cuando al destino de los yaros Azara refiere:
Sobre los bohanes dijo:
Sobre los chanás:
Sobre los minuanes refiere que hicieron alianza con los charrúas:
Diversos cálculos dicen que en Argentina, Brasil y Uruguay hay entre 160 000 y 300 000 personas con algún ascendiente charrúa, algunos de los cuales buscan ser reconocidos como parte de dicho pueblo, aunque hoy son mayormente parte integral de la cultura occidental general y conservan solo vestigios de la cultura charrúa que se extinguió en el siglo XIX.
La Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa (ADENCH) se creó en la ciudad de Trinidad el 19 de agosto de 1989 con el objetivo de rescatar, conservar y difundir la temática indígena en Uruguay.
El 25 de junio de 2005 se fundó el Consejo de la Nación Charrúa (CONACHA), el cual está conformado por diez organizaciones de descendientes de charrúas (entre ellas la propia ADENCH) de distintos lugares de Uruguay. Esta agrupación de descendientes de charrúas -aunque, según información del propio consejo, existen miembros que no son descendientes y solo pertenecen a la misma porque han decidido autorreconocerse como charrúas- incluso reclama 2000 hectáreas al Estado uruguayo sobre la base del Convenio 169 de la OIT, el cual reconoce el derecho de los pueblos originarios a los territorios que tradicionalmente han ocupado (pero no ha sido ratificado por el Estado uruguayo). Sin embargo, el convenio aclara que para que un grupo sea reconocido como pueblo indígena, no basta con ser descendiente de uno o autorreconocerse como tal, sino que debe conservar las instituciones sociales, económicas, culturales y políticas de dicho pueblo, o parte de ellas.
En cuanto a estudios científicos y poblacionales donde se tomó en cuenta la ascendencia indígena en Uruguay, en 1993 la ADENCH colaboró con la Universidad de la República permitiendo la toma de muestras de sangre de sus integrantes para la investigación de marcadores serológicos, lo que arrojó un resultado de un 13% de aporte genético indígena dentro de su masa social.[cita requerida]
Por otra parte, la Encuesta Continua de Hogares de 1996-1997 solicitaba la "declaración explícita de los entrevistados sobre la raza a la cual creían pertenecer", aclarándose que se refería a la autopercepción sobre su "pertenencia a un grupo étnico/racial determinado". Fue aplicada a una muestra compuesta por aproximadamente 130 000 habitantes (40 000 hogares) de áreas urbanas que, de acuerdo con los datos del instituto, eran representativos aproximadamente para el 86% del total de la población. Las categorías utilizadas en el análisis, denominadas "razas", fueron las siguientes: blanca, negra, indígena, amarilla, negra-blanca, negra-indígena, negra-blanca-indígena, y amarilla-otra. Como resultado de esta encuesta, el 93,2% de las personas se autodefinió de raza blanca, 5,9% de raza negra (que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, incluía las categorías de raza negra y todas las mezclas en las cuales intervenía raza negra), 0,4% de raza indígena (indígena e indígena-blanca), y 0,4% de raza amarilla.
En la encuesta de hogares 2006 del Instituto Nacional de Estadística, 115.118 personas se identificaron a sí mismas con ascendencia indígena, lo que representa un 4,5% de la población.Estudios genéticos de las décadas de 1990 y 2000 sitúan el aporte genético indígena en la población uruguaya en un 10%, porcentaje que sube considerablemente en el aporte por vía materna (31%), mientras que por vía paterna es mucho menor (5%). Asimismo, el departamento de Tacuarembó registró el aporte genético indígena más elevado del país, con un 20%, en tanto que en Cerro Largo es del 8% y en Montevideo del 1%. En tanto, el aporte por vía materna en los tres casos fue de 62%, 30% y 20% respectivamente. Cabe destacar que el aporte genético indígena resultó ser más alto que el africano, pero los indígenas se mestizaron casi totalmente con los colonizadores españoles y los criollos (y en menor medida, con africanos o sus descendientes), y sus descendientes siguieron mestizándose principalmente con descendientes de los europeos, ya sea de los tiempos coloniales o provenientes de las oleadas migratorias de los siglos XIX y XX, lo que hizo que actualmente la casi totalidad de los descendientes de indígenas presente un fenotipo similar al de los europeos del sur o más cercano a éste que al de los indígenas de la región (solo un 0,4% de la población presenta un fenotipo cercano al de los pueblos indígenas americanos), ya que el aporte genético europeo que poseen es mucho mayor. Los africanos en cambio, aunque también tuvieron un fuerte mestizaje con los europeos y sus descendientes (y en mucha menor medida con indígenas y sus descendientes), fue menor, lo cual hizo que su fenotipo se mantuviera vigente en un porcentaje mucho más grande de sus descendientes (actualmente un 5% de la población uruguaya presenta un fenotipo similar o bien más cercano al africano subsahariano que al de cualquier otro origen), los que además pudieron conservar mejor algunos ritos y tradiciones provenientes de sus ancestros africanos. Además debe aclararse que ser descendiente de indígenas no implica ser descendiente de charrúas, ya que en Uruguay habitaron varios pueblos indígenas antes y durante la colonización española. Debido al número relativamente alto de avá-guaraníes cristianizados (especialmente en comparación con la posible población charrúa) que poblaron territorio uruguayo junto a los españoles en la era colonial, es posible que actualmente la mayoría de los uruguayos que tengan alguna ascendencia indígena, la tengan proveniente de los avá-guaraníes y no de los charrúas, que además de que habrían sido mucha menor cantidad, habrían tenido también mucho menos mestizaje con los europeos o sus descendientes debido a considerarlos enemigos y rechazar la conversión religiosa.
No obstante, el parlamento uruguayo tiene a consideración un proyecto de ley que declara el 11 de abril como el Día de la Resistencia de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena. Según la exposición de motivos, el 11 de abril de 1831 se habría producido el genocidio del pueblo charrúa.
Autores como Renzo Pi Hugarte y Daniel Vidart han criticado a los activistas que pretenden ser reconocidos como charrúas, acusándolos de falsear la verdad histórica. Por un lado, Vidart piensa que el pueblo charrúa habitaba originalmente el centro y sur de la Mesopotamia argentina, y que migró a Uruguay en tiempos relativamente recientes (siglo XVIII), por lo que considera que los pueblos relevantes en los tiempos precoloniales del actual territorio uruguayo serían:
Ambos además critican el hecho de que los supuestos descendientes quieran ser considerados indígenas, debido a que descender no implica ser charrúa, ya que su cultura se extinguió (ya en el siglo XIX) debido a que los últimos supervivientes de ese pueblo no la han transmitido a sus hijos, por lo cual sus actuales descendientes (que además descienden de colonizadores e inmigrantes europeos -principalmente españoles e italianos-) solo conocen del pueblo y la cultura charrúa por datos bibliográficos y no por herencia familiar. También critican que varios de los rituales que realizan actualmente los activistas y creen pertenecientes al pueblo charrúa, eran inexistentes o bien pertenecientes a otros pueblos. Vidart los calificó de "indiófilos criollos" e "inventores de una imposible Charrualandia", en tanto que Pi Hugarte los catalogó de "charrumaníacos".Fernando Klein declaró que considera como "charruístas" a los miembros de organizaciones como CONACHA, pero no charrúas.
En tanto, el antropólogo y sociólogoEn cuanto a la visión de los charrúas en la sociedad uruguaya, en 1888 fue publicado el poema épico Tabaré de Juan Zorrilla de San Martín considerado como la epopeya nacional del Uruguay. El poema trata del idilio amoroso del charrúa Tabaré y la española Blanca teniendo como fondo la guerra entre españoles y charrúas de fines del siglo XVI.
Con el paso del tiempo, la palabra "charrúa" fue adquiriendo para los uruguayos connotaciones de valor, fuerza, fiereza, orgullo guerrero y victoria bélica, trasladada a gesta deportiva. En el subconsciente uruguayo, la sociedad indígena alejada de la complejidad y el desarrollo de otras civilizaciones precolombinas fue tomando rasgos míticos. Según el periodista e investigador Luis Prats, la expresión "garra charrúa" comenzó a utilizarse a partir de un campeonato sudamericano de fútbol disputado en Lima en 1935, que fue ganado por la selección nacional de fútbol de Uruguay, pese a que concurrió con un equipo de veteranos de los juegos olímpicos anteriores y de la Copa Mundial de Fútbol de 1930 que ganara esa selección.
En la provincia de Entre Ríos existen grupos de descendientes de charrúas y pueblos afines que intentan realizar una recuperación cultural basándose principalmente en la información sobre dicho pueblo que se encuentra en la bibliografía y en las costumbres heredadas. Fue creada por ellos la Coordinadora de Comunidades Charrúas de Entre Ríos (Codecha).
Desde 1995 el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) comenzó a reconocer personería jurídica a comunidades indígenas (asociaciones) mediante inscripción en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas (Renaci), entre ellas a 3 comunidades charrúas de Entre Ríos:
El INAI registra la existencia de otras 14 comunidades charrúas sin personería jurídica en Entre Ríos:
Comunidad Onkaijumar (Paraná), Comunidad Guidai (Victoria), Comunidad Los Algarrobos (departamento Gualeguaychú), Comunidad Remajunen (de Chaco Chico, entre Gobernador Sola y Maciá), Comunidad Jhuimen Etriek (Rosario del Tala y Maciá), Comunidad Oyendajau (Durazno), Comunidad Itanu (Villaguay), Comunidad Charrúa Etriek (Villaguay), Comunidad Carabi (Federal), Comunidad Sacachispas (Chajarí), Comunidad Inchala (Santa Ana), Comunidad Itú o Salto Chico (Concordia), Comunidad Cepe (Concordia), Comunidad Abayubá (Concordia).Otras agrupaciones se están formando en Diamante, Federación y Colón.
Durante la Rebelión jordanista (1870-1876) participaron algunos charrúas, que al ser derrotados se refugiaron entre los qom del Chaco, integrándose en su cultura.
La Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI) 2004-2005, complementaria del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001, dio como resultado que se reconocen y/o descienden en primera generación del pueblo charrúa 676 personas en la provincia de Entre Ríos, de los cuales ninguno reside en comunidades indígenas propiamente dichas. En toda Argentina se autorreconocieron 4511 charrúas, ninguno viviendo en comunidades propiamente dichas.
El Censo Nacional de Población de 2010 en Argentina reveló la existencia de 14 649 personas que se autorreconocieron como charrúas en todo el país, 3513 de los cuales viven en la provincia de Entre Ríos, 1807 en la de provincia de Buenos Aires y 93 en la provincia de Corrientes.
Desde 2008 el pueblo charrúa de Entre Ríos contó con un representante en el Consejo de Participación Indígena (CPI) del INAI, que fue renovado el 17 de septiembre de 2011 mediante la elección de un titular y un suplente por una asamblea de las comunidades.
En octubre de 2016 fueron elegidos 2 representantes para un período de 3 años. Existen hoy unos 400 descendientes de charrúas en las localidades de Santo Ângelo, São Miguel das Missões y Porto Alegre. El 9 de noviembre de 2007 la cámara municipal de Porto Alegre realizó un acto de reconocimiento de la comunidad supuestamente charrúa como un pueblo indígena brasileño. Considerada extinta por la Fundação Nacional do Índio, el pueblo charrúa volvió a ser reconocido en un acto oficial de la fundación en septiembre de 2007 pese a que los descendientes no pueden formar parte de un pueblo ya extinto. El evento fue organizado en conjunto por las comisiones de derechos humanos de la Cámara Municipal, de la Asamblea Legislativa y del Senado Federal de Brasil.
Escribe un comentario o lo que quieras sobre Charrúas (directo, no tienes que registrarte)
Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)