El Reino de Portugal se inició en 1139, cuando Alfonso I se autoproclamó rey de Portugal, y finalizó en 1910, tras casi ochocientos años de monarquía, con la proclamación de la Primera República Portuguesa.
En 806 se constituye el Primer Condado de Portugal, que duró hasta 1071, con capital en la ciudad de Oporto, bajo la dinastía de Vímara Pérez, como un feudo del Reino de Galicia. En 1093, la dinastía Borgoña se consigue hacer con el poder del Segundo Condado de Portugal, en este periodo bajo la influencia del Reino de León. En 1139, el conde Alfonso I se proclama rey de Portugal y consigue la independencia del Reino de León, que este reconoce en 1143. En 1147, Portugal conquista la actual capital, Lisboa.
En 1179, el papa Alejandro III, a través de la bula Manifestis Probatum, reconoce a Portugal como un país independiente y como vasallo de la iglesia cristiana.
El ascenso al poder de Alfonso Enríquez en 1128 y su coronación como rey en 1139 empieza la Reconquista de los territorios ocupados por los musulmanes. Ocupa Santarém en 1148, Lisboa en 1147 Alcácer do Sal en 1158 y Évora en 1165. Sancho I consigue ocupar en 1189 la ciudad de Silves, capital del Reino del Algarve, y comienza una guerra contra Alfonso IX de León que finalizará con una tregua y la repoblación de grandes zonas del interior del país.
Alfonso II de Portugal continúa las disputas con el Reino de León pero se une en el año 1212 con los Reinos de Navarra, Castilla, Aragón y diversas órdenes militares para ganar la Batalla de Navas de Tolosa. Las disputas internas con sus hermanos y con el propio Alfonso IX de León trae su excomunión por el papa Honorio III. El país se mantiene en entredicho hasta la muerte del rey en 1223.
Sancho II firma la paz con León y derrota a los musulmanes en el Alentejo. Su hermano Alfonso III firma la paz con la Corona de Castilla gracias a su matrimonio con Beatriz de Castilla y consigue mantener el Algarve bajo poder portugués.
El reinado de Dionisio I fue un periodo de paz ininterrumpido. Su hermano Alfonso disputó su legitimidad y tuvo lugar una guerra civil. Las hostilidades entre Portugal y la Corona de Castilla finalizan en 1297 a través de un Tratado de Alianza, asegurado a través del matrimonio entre su hija Constanza de Portugal y Fernando IV de Castilla. A su vez, el hijo de Dionisio y futuro Alfonso IV se casa con Beatriz de Castilla. Se desata una nueva guerra civil, ahora entre el rey y el heredero; finalizaron las disputas en 1293 gracias a la mediación de Isabel de Portugal.
Pedro I consigue reforzar el poder central del gobierno al eliminar la jurisdicción de la aristocracia y del clero. El hijo de este, Fernando I, fue un rey débil pero sumamente ambicioso. Así, en el año 1369 reclama el trono de la Corona de Castilla a la muerte de Pedro I de Castilla como descendiente legítimo por parte materna de Sancho IV de Castilla. Sus contendientes fueron Pedro el ceremonioso, Carlos II de Navarra y Juan de Gante, que estaba casado con Constanza de Castilla, única hija de Pedro I. Finalmente el escogido para ocupar el trono castellano fue Enrique de Trastámara, hermano bastardo de Pedro I, que fue confirmado por el papa Gregorio XI. Al morir Fernando I sin hijos, su hija Beatriz de Portugal, fue nombrada heredera del país y reina de jure, pero su anterior boda con Juan I de Castilla provoca una insurrección interna de la nobleza, que veía peligrar la independencia de su país, en favor de Juan de Avís, hermano bastardo de Fernando I.
El ascenso de Juan de Avís a la corona del Reino de Portugal supone la entronización de la dinastía Avís. Al acceder al reinado tuvo que hacer frente a la invasión de Juan I de Castilla, que invocaba el derecho legítimo de su esposa, Beatriz de Portugal; fue derrotado en la Batalla de Aljubarrota en 1385. Durante su reinado se inicia la expansión portuguesa gracias a la conquista de Ceuta en 1415 y de las expediciones de notables marineros como Enrique el Navegante, Vasco da Gama o Pedro Álvares Cabral. La dominación portuguesa se hace efectiva sobre Brasil, Angola, Mozambique, diversas ciudades de la India, Macao y Timor.
Alfonso V centra su atención expansiva al norte de África y en las expediciones de exploración del océano Atlántico. En 1475 intenta interferir en la política castellana después de la muerte de Enrique IV de Castilla y las aspiraciones de la hermana de este, Isabel I, y de Juana la Beltraneja sobrina del rey portugués. Aquel año se casa con Juana y se proclama rey de Castilla y León, pero finalmente fue derrotado en la Batalla de Toro en 1476 por su primo Fernando II de Aragón, esposo de Isabel I.
Durante el reinado de Juan II de Portugal se firma el Tratado de Tordesillas (1494), que desea delimitar las zonas de conquista del Nuevo Mundo. Así mismo, establece lazos matrimoniales con los Reyes Católicos, casando a su hijo y heredero Alfonso de Portugal, que premurió a su padre, con Isabel de Aragón. La muerte de Juan II de Portugal sin heredero legítimo trae consigo que fuese sucedido por su primo y cuñado Manuel de Viseu, el cual se había casado en 1497 con Isabel de Aragón, viuda del infante Alfonso. El nacimiento de Miguel de Paz, que fue nombrado al nacer Príncipe de Asturias, fue visto por los Reyes Católicos como el intento de poder unificar las tres coronas bajo un mismo régimen, pero la muerte de este en 1500 trunca las aspiraciones de unificación. En segundas núpcias se casa con otra hija de los Reyes Católicos, María de Aragón, con la cual tiene los futuros herederos de la Corona de Portugal.
Juan III de Portugal reina como un rey fervientemente católico, introduciendo en el país la Compañía de Jesús en 1534 y la Inquisición en 1536. Continúa con la política expansionista portuguesa, pero esta sufre los ataques de los piratas y de los franceses en el océano Atlántico y del Imperio otomano en la India. Las embajadas portuguesas llegan hasta lugares tan remotos como China y Japón. La muerte de sus príncipes herederos, y especialmente la de Juan de Portugal, acarrea que fuese sucedido por su nieto Sebastián I, hijo del anterior. Sebastián I fue un rey muy débil y frágil y su ascenso a la corona, con tan solo tres años de edad, acarrea la regencia inicialmente de su abuela Catalina de Habsburgo y posteriormente de su tío Enrique el Cardenal.
Cuando en 1580 muere sin descendencia Enrique I de Portugal, el trono portugués queda vacante. Por ello Felipe II de España reclama sus derechos dinásticos al ser hijo de Isabel de Portugal y nieto de Manuel I de Portugal. El rey de la casa de Habsburgo se hizo valer enviando al Duque de Alba al frente de un ejército castellano, que derrotó en la Batalla de Alcántara (1580) a la oposición portuguesa liderada por el pretendiente don Antonio, y permitió a Felipe II ser reconocido rey de Portugal. La unión dinástica aeque principaliter con los demás reinos hispánicos significó la creación de un gran imperio mundial, El Imperio en el que no se pone el Sol.
Esta unión continúa con los reyes Felipe II de Portugal (Felipe III de España) y Felipe III de Portugal (Felipe IV de España), la conocida como dinastía filipina. El último, Felipe III de Portugal, tuvo que hacer frente a la larga rebelión portuguesa iniciada por el II Duque de Braganza. Este aprovechó la Sublevación de Cataluña (1640) para, con la ayuda del Cardenal Richelieu, hacerse con el trono portugués y tomar el nombre de Juan IV de Portugal. Las victorias portuguesas en las batallas de Elvas en 1659 y Villaviciosa en 1665 reforzaron la independencia de Portugal, finalmente reconocida por el Tratado de Lisboa de 1668, ya en tiempos del último Austria, Carlos II.
Con el ascenso al trono portugués de Juan IV de Portugal en 1640 la dinastía de Braganza se hizo con el poder y consiguió, después de una larga guerra, la independencia definitiva de la corona española. Y esto por la dificultad que suponía para los ejércitos españoles hacer frente a todos los conflictos abiertos: la Guerra de los Treinta Años, la sublevación de Cataluña y las revueltas en Portugal, Sicilia y Nápoles.
El nuevo rey estableció una alianza con el Reino de Inglaterra, acordando el matrimonio de su hija Catalina de Braganza con Carlos II de Inglaterra. Con la realización de este pacto, Portugal cede las posesiones de Tánger y Bombay a Inglaterra, a la vez que consigue recuperar, gracias a la ayuda inglesa, los territorios de Luanda, Santo Tomé y Príncipe y Brasil, que en aquellos momentos estaban ocupados por las Provincias Unidas. La pérdida de Malaca y Ceilán a manos de los holandeses supone que el oro, el azúcar y los diamantes de Brasil sean desde entonces la principal fuente de ingresos de Portugal.
En 1667, Pedro II se hace con el poder como regente, relegando a su hermano Alfonso VI y accediendo finalmente en 1683 al trono. Juan V incorpora a Portugal a la Gran Alianza. Después del Terremoto de Lisboa de 1755, el rey José I moderniza el país, obra del marqués de Pombal, Sebastião José de Carvalho e Melo, pero refuerza su poder absoluto. El intento de asesinar al rey da lugar a que el marqués de Pombal reprima y castigue a familias de la oposición nobiliaria, reticentes a sus propuestas de cambio, y además expulse a la Compañía de Jesús, con el beneplácito del Papado.
En 1779, accede al trono María I, que reina junto su marido Pedro III. La destitución del marqués de Pombal fue bien vista por el pueblo pero es el primer paso de la decadencia portuguesa, acentuada por el Bloqueo Continental que impone Napoleón contra Inglaterra y por la invasiones napoleónicas (hasta cuatro veces, 1807-1811, es ocupada Portugal). La familia real se traslada a Brasil, lo que no impide que pocos años después Brasil se independice de la metrópoli en 1822.
La negativa de Portugal de cerrar sus vínculos de relación con el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda provoca la invasión del país por parte de las tropas de Napoleón Bonaparte, las cuales ocupan Lisboa el 1 de diciembre de 1807. La ayuda británica consigue devolver la independencia en la Guerra de la Independencia Española, siendo expulsadas las últimas tropas francesas en 1812. La huida de la familia real durante la guerra a Río de Janeiro provoca que esta ciudad brasileña se convirtiera en la capital del reino entre 1808 y 1821.
Las insurrecciones de las ciudades de Oporto y Lisboa en 1820 provoca el retorno de Juan VI a Europa, quedando su príncipe heredero en Brasil. Es el primer rey en aceptar una constitución. El 7 de septiembre de 1822 Pedro I de Brasil, hijo de Juan VI, proclama la independencia del Imperio de Brasil y lidera posteriormente una revuelta contra su padre para hacerse con el poder de Portugal. En 1826, con la muerte de su padre, reclama sus derechos dinásticos de la corona de Portugal, pero fue obligado a renunciar al cabo de siete días en favor de su hija María II con la condición de que esta se casara cuando tuviera la edad correcta con Miguel de Braganza (enlace que no llegó a término). El descontento entre la población hizo que en 1828 Miguel de Braganza se hiciera con el poder bajo el nombre de Miguel I de Portugal, durante su reinado, de tan solo siete años, para volver posteriormente María II.
La reina María II de Portugal, última monarca de la casa de Braganza, se casó en 1836 con el príncipe Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, rey Iure uxoris de Portugal con el nombre de Fernando II desde el nacimiento de su primer hijo en 1837. A la muerte de María el 15 de noviembre de 1853 subió al trono su hijo en común, Pedro V, con 16 años de edad; el rey Fernando actuó como regente hasta el 16 de septiembre de 1855, cuando Pedro alcanzó su mayoría de edad.
Después de la crisis política entre 1868 y 1872, que coincidió con el Sexenio Democrático ocurrido en España, el sistema político recupera su estabilidad y se inicia la rotación de los principales partidos políticos: el Partido Regenerador (conservador) y el Partido Progresista.
En 1908 el rey Carlos I de Portugal y el príncipe heredero Luis Felipe de Braganza son asesinados en la ciudad de Lisboa. Es proclamado rey Manuel II. Este acusó al primer ministro João Ferreira Franco Pinto Castelo-Branco de ser responsable del asesinato regio. Además Castelo-Branco había gobernado de forma dictatorial durante sus últimos años por lo cual fue destituido por el nuevo rey. La Revolución de 1910 proclama la Primera República de Portugal y obliga al exilio del rey en Inglaterra.
En 1932, después de la muerte del último rey de Portugal, María Pía Murça Laredó, hija de Armando Mauricio Laredó y Laredó y de María Amelia Murça Berhen, se autoproclamó "duquesa de Braganza", se nombró como María Pía de Sajonia-Coburgo Braganza y reclamó tener derechos dinásticos asegurando, sin ninguna prueba comprobable, ser hija bastarda legitimada de Carlos I y por lo tanto supuestamente hermana del rey Manuel II, de acuerdo con el texto de las Cortes de Lamego, que decía: «si el Rey muere sin hijos, en el caso de tener hermano este poseerá el reino en su vida». Reclamó el título de Duquesa de Braganza (por la rama constitucional de la Casa Real) y defendió ser la legítima reina de Portugal.
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