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Escuelas anarquistas



Según la Enciclopedia Oxford de Filosofía, no hay una sola posición definida que todos los anarquistas mantengan, y lo más que tienen en común los que son tenidos por anarquistas es un cierto aire de familia. Las posturas anarquistas pueden ser de carácter global, predicando una revolución y cambio total de la sociedad, o más restrictivas, centrándose en unidades pequeñas y cambios parciales.[1]

Es generalmente aceptado que el punto de partida del debate doctrinal sobre un pensamiento anarquista moderno se remonta a finales del siglo XVIII, en la obra de William Godwin An Enquiry concerning Political Justice and its influence on general virtue and happiness (1793),[2][3]​ aunque el primer autor en autodenominarse anarquista fue Pierre-Joseph Proudhon.[4]

Las fuentes académicas no se ponen de acuerdo en cuanto a la taxonomía de las corrientes anarquistas. Algunas hacen una distinción entre dos líneas básicas de pensamiento, individualistas y comunistas,[3]​ con Max Stirner y Piotr Kropotkin como figuras representativas de ambas ideologías,[5]​ situando entre ambos extremos del espectro anarquista otras corrientes clásicas, como el mutualismo de Pierre-Joseph Proudhon y el colectivismo de Mijaíl Bakunin. También es común como forma de clasificación señalar las cuatro corrientes más importantes, que son el anarquismo individualista, mutualismo, anarquismo comunista y anarcosindicalismo, y según algunas fuentes, también el colectivismo.[6]

El antropólogo anarquista David Graeber ha observado que aunque las corrientes del socialismo siempre se basan en sus fundadores (por ejemplo, leninismo, maoísmo, lacanianismo), las corrientes del anarquismo "emergen casi invariablemente sobre alguna clase de principio organizacional o forma de práctica",[7]​ como por ejemplo el anarcosindicalismo o el anarquismo cooperativista.

El término individualismo abarca numerosas corrientes, doctrinas y actitudes cuyo factor común es la prioridad del individuo sobre cualquier determinante externo.[8][9]​ Tuvo su origen en la Francia post-revolucionaria, señalando la disolución de los lazos sociales; continuó en el romanticismo alemán, centrado en la unicidad y original individual; en Inglaterra fue contrastado con el colectivismo, refiriéndose a la iniciativa y autosuficiencia y asociándose al liberalismo en las esferas económica y política.[4]

El anarquismo individualista o anarcoindividualismo alude a un grupo de ideologías que tienden a manifestarse más como corrientes filosóficas y literarias que como movimientos sociales.[10][11]​ Además de la exaltación de la experiencia y la búsqueda individuales tienen otros principios en común: la elevación del individuo sobre toda clase de construcción o realidad social y exterior: moralidad, ideología, costumbres, religión, metafísica, las ideas o la voluntad de otros;[12][13][14]​ el rechazo y reservas hacia la idea de revolución,[15]​ prefiriendo un desarrollo gradual de la sociedad para alcanzar la anarquía;[16]​ el punto de vista de que las relaciones con otras personas o grupos deben ser libremente contratadas,[17]​ en propio interés y pueden ser tan transitorias y sin compromisos como se desee.

El egoísmo del pensador alemán Max Stirner (1806-1856) sostiene que los individuos deben hacer aquello que desean, sin hacer caso a Dios, Estado o regla moral algunos.[18]​ Para Stirner, los derechos naturales son falacias, rechazaba todas las instituciones sociales y nociones metafísicas, y sostenía que la sociedad en verdad no existía, solamente los "individuos y su realidad", refiriendo la propiedad por la fuerza al derecho moral.[19]​ Defendía la auto-afirmación y preveía «asociaciones de egoístas» relacionándose entre sí mediante el respeto mutuo, y sostenía que no hay motivos racionales de cualquier persona a reconocer ninguna autoridad por encima de su propia razón, o ninguna meta antes que su propia felicidad.[20]​ El pensamiento de Stirner es considerado a menudo como el origen del anarquismo individualista, aunque la radicalidad de sus postulados dejaba poco margen al desarrollo de propuestas constructivas.[21]

Entre los principales individualistas anarquistas europeos se encuentran los franceses Albert Libertad, Anselme Bellegarrigue (autor del Manifeste de l'Anarchie)[22]​ y Émile Armand, el ruso Lev Chernyi y el escocés John Henry Mackay.

El anarquismo individualista estadounidense del siglo XIX enfatizó fuertemente el principio de no-agresión y la soberanía individual.[23]​ Algunos individualistas estadounidenses, como Henry David Thoreau (1817-1862), no solo rechazaron el Estado, sino toda asociación organizada de cualquier tipo, invocando la autosuficiencia individual completa.[24]​ Aunque Thoreau fue ignorado en su tiempo, su tratado The Duty of Civil Disobedience influyó fuertemente en figuras políticas del siglo XX, como Mahatma Gandhi.[25]Josiah Warren (1798-1874) incidió en su «teoría del valor-trabajo», abogando por un sistema de «comercio equitativo», en que el intercambio de bienes entre «productores», individuales o asociados, se basara en el «tiempo de trabajo» dedicado a su elaboración;[21]​ entendía las ganancias obtenidas sin trabajo –el interés del prestamista- como explotación.[26]Lysander Spooner (1808-1887) se situó en la tradición de la «ley natural», denunciando la teoría contractual del estado[21]​ y el daño que los monopolios estatales sobre la tierra y el dinero hacían al país.[27]

Benjamin Tucker (1854-1939) desarrolló el anarquismo individualista en una serie de artículos recopilados en Instead of a Book (1893). Su principio básico era que cada individuo debía disfrutar del máximo de libertad compatible con una libertad igual para los otros, implicando en particular derechos ilimitados para adquirir y disponer de bienes en el mercado.[21]​ Como Warren, Tucker consideraba sus ideas como socialistas, aunque estaba comprometido con la idea de un mercado libre, que no había sido posible por la distorsión producida por los monopolios, de los que responsabilizaba altamente al gobierno.[25]​ En la tradición americana hay una aserción del valor de la propiedad privada;[28]​ Tucker y otros «anarquistas bostonianos», influenciados por Warren y la teoría del valor-trabajo, consideraban que la propiedad de la tierra es justificable cuando el poseedor la esté utilizando.[29]

Como Spooner, Tucker atacó los monopolios creados por el estado, especialmente sobre la tierra y el dinero; sin estado, cada persona podría ejercitar su derecho a proteger su propia libertad, utilizando los servicios de una asociación privada de protección si fuera necesario.[21]

El mutualismo surge con las ideas del francés Pierre-Joseph Proudhon (1809–1865), que imaginaba una sociedad en la cual cada persona pudiera poseer los medios de producción, individual o colectivamente, el intercambio de bienes y productos se produciría a través de una forma ética de negociación o regateo, en la que cada parte buscaría tan solo un equivalente de lo que ofrecerían.[30][21][31]​ Ha sido contemplado por algunos autores como un punto intermedio entre las versiones individualistas y comunistas del anarquismo.[21]

Para Proudhon, que conocía a Marx y Bakunin, la tesis del capitalismo garantiza la libertad aboliendo la igualdad, mientras la antítesis comunista sufre la contradicción opuesta; aplicando la dialéctica hegeliana en su libro Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria (1847), señaló que solamente con la síntesis del mutualismo se pueden resolver estas contradicciones, lo que provocó la ruptura de Marx con Proudhon, expresada en su escrito crítico Miseria de la filosofía (1847).[32]

Proudhon afirmó que la propiedad es un robo, entendiendo como "propiedad" el mal uso o abuso de objetos en el sentido de explotación, mientras que entendía la "posesión" como el uso legítimo de un objeto. Proudhon se opuso tanto a la propiedad capitalista como a la colectiva, porque siempre "abusa" y "roba" de los individuos.[32]​ Su principio consiste en que cada persona debe poseer sus medios de producción (herramientas, tierra, etc.) ya sea individual o colectivamente, pero debe ser remunerado por su labor, eliminado el provecho y la renta, lo que asegura un alto grado de igualdad.[21]​ Esta teoría del valor-trabajo, que compartía con los individualistas, postula que cuando el trabajo o sus productos son intercambiados o vendidos, deben recibirse bienes o servicios incorporando "la cantidad de trabajo necesario para producir un artículo de la misma e igual utilidad".[33]

Una sociedad mutualista consistiría en una economía de libre intercambio entre productores,[32]​ en la que la producción sería llevada a cabo por artesanos y campesinos autónomos, pequeñas cooperativas de productores, negocios pequeños, empresas grandes controladas por los trabajadores y cooperativas de consumidores,[34]​ porque de otro modo, "se establecerían relaciones entre subordinados y superiores, de lo que se seguirían dos... castas de amos y obreros asalariados, lo cual repugna a una sociedad libre y democrática".[35]​ Todos los productores obtendrían el producto completo de su trabajo y por lo tanto los intercambios serían de trabajo por trabajo, sin que hubiese lugar para márgenes o plusvalías, rentas, intereses o beneficios derivados del capital. Todas las asociaciones entre individuos serían de carácter voluntario y libres.[36]

Proudhon tenía también ideas sobre la educación del proletariado, y lanzó un proyecto para un banco del pueblo,[32]​ que realizaría préstamos a los productores a un interés mínimo, cubriendo solamente sus costes de administración. A pesar de las fallas prácticas de los experimentos de Proudhon, sus discípulos franceses tuvieron un papel influyente en los primeros años de la Primera Internacional, antes de que las tesis mutualistas fueran desplazadas por el colectivismo de Bakunin.[21][37]

Mijaíl Bakunin, discípulo de Proudhon,[38]​ que abandonó la atención por los campesinos y artesanos, con miras a un futuro en el que el trabajo organizado hubiera expropiado el capital, y cada grupo de trabajadores administrara sus propios medios de producción.[39]​ El colectivismo proponía la propiedad colectiva de la tierra, las materias primas y los instrumentos de trabajo, y la apropiación del producto integral del trabajo por los trabajadores, deducido el costo.[40]​ La distribución de las ganancias se realizarían por decisión colectiva, pero se asumía que la retribución sería proporcional al trabajo realizado.[39]

Los colectivistas se oponían al comunismo de Marx y sus seguidores, entendiendo que solamente podía imponerse mediante un estado autoritario, concepción que fue desafiada por la siguiente generación de anarquistas, especialmente Malatesta, Reclus y Kropotkin.[39]​ El colectivismo pronto sería reemplazado por el anarquismo comunista (también conocido como anarcocomunismo o comunismo libertario), cuando los propios seguidores de Bakunin de la Primera Internacional criticasen la teoría del valor-trabajo y el mantenimiento de una retribución de tipo salarial. "A cada cual según sus necesidades"; el comunismo libertario defendía que el producto del trabajo de todos pertenece a todos por igual, y cada uno tiene derecho a tomar libremente su parte.[41]​ Los anarcocomunistas no descartaron por completo el colectivismo, sin embargo, considerándolo una etapa intermedia que evolucionaría hacia el comunismo;[39]​ el historiador e ideólogo Daniel Guerin señala en su obra El anarquismo que esta idea fue finalmente la que se llevó a la práctica durante la colectivización en España entre 1936 y 1939.[42][43]

El anarquismo comunista promueve la asociación voluntaria sin Estado, sin diferencias de clase e igualitaria, a través de la propiedad comunitaria o socialización de los medios de producción, servicios y bienes de consumo. El anarcocomunismo enfatiza la experiencia colectiva como distinta e importante en la búsqueda de la libertad individual.[44]​ Algunos de los teóricos anarcocomunistas más famosos fueron P. Kropotkin, Luigi Fabbri, E. Malatesta, Sebastián Faure, Volin y Carlo Cafiero.

Partiendo del pensamiento de Proudhon y Bakunin, el príncipe Piotr Kropotkin fue uno de los más importantes teóricos del comunismo anarquista.[38]​ Inspirado por teorías sociales evolucionistas, en vez de glorificar la competición, como la mayoría de los darwinistas sociales, Kropotkin entendía que la cooperación es la clave del éxito evolucionario, y que los seres humanos eran la especie de mayor éxito por su capacidad de cooperar efectivamente; de ese modo, Kropotkin creía que el último estadio evolutivo en las sociedades humanas era una vida social donde la competición no existiría y la gente cooperaría en igualdad de términos, libre y naturalmente.[45]​ En su libro Palabras de un rebelde (1885), llamó a la abolición de la propiedad privada a través de la "expropiación del total de la riqueza social" por el pueblo mismo.[46]​ En La conquista del pan (1888), planteaba que la ruptura con la propiedad privada conduciría a la anarquía; «La anarquía conduce al comunismo, y el comunismo a la anarquía, y una y otro no son más que la tendencia predominante en las sociedades modernas, la búsqueda de la igualdad.»[47]​ Kropotkin argumentaba que no hay ninguna forma válida o hay poco margen para medir el valor de la contribución económica de una persona, debido a que «Cada descubrimiento, cada progreso, cada aumento de la riqueza de la humanidad, tiene su origen en la conjunción del trabajo manual e intelectual del pasado y del presente. Entonces, ¿con qué derecho alguien se apropia de la menor parcela de ese inmenso todo y dice: "Esto es sólo mío y no de todos"?»;[48]​ también abogaba por que la economía se coordinara a través de una red horizontal de asociaciones voluntarias, en la cual los bienes serían distribuidos de acuerdo a las necesidades del individuo, en vez de en función del trabajo.[49]​ Los individuos y comunidades dispondrían del uso y control de cualquiera de los recursos que necesitasen, «dejando a cada uno la libertad de consumirlos como ellos lo deseen en sus propias casas».[50]

Según explicaba Sébastien Faure en su Enciclopedia anarquista(1934), el comunismo tiende a sustituir el sistema de explotación capitalista por una forma de sociedad igualitaria y fraterna, sobre la base de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, el dinero y el trabajo asalariado, y la puesta en común de todos los medios de producción y de todos los productos. Cada individuo y grupo sería libre de contribuir a la producción y satisfacer sus necesidades basadas en sus propias elecciones; los sistemas de producción y distribución serían manejados por sindicatos y asociaciones de productores, así como por cooperativas y asociaciones de consumidores. Faure diferenciaba dos tipos de comunismo: el autoritario, que precisa del mantenimiento del Estado y las instituciones que conlleva, y el comunismo libertario, que implica su desaparición.[51]

El punto de vista anarcocomunista de la naturaleza humana es opuesto al egoismo de Stirner y los individualistas, y presupone que las personas trabajarían sin necesidad de incentivos materiales y que, en ausencia de la propiedad privada, el problema del crimen disminuiría hasta tal punto que podría ser abordado informalmente, sin recurrir a un aparato legislativo. Esta teoría ha sido entendida por muchos como una forma de utopismo, aunque los anarcocomunistas aducen que ninguna sociedad humana habría podido sobrevivir a menos que la gente sea cooperativa y altruista en un grado substancial.[39]​ Sin embargo, no todos los anarcocomunistas tienen una filosofía comunitaria; algunas formas de anarquismo comunista tienen fuertes influencias de la ética del individualismo egoísta.[52]​ Anarcocomunistas como Emma Goldman combinaron las filosofías de Max Stirner y Kropotkin.[53]

El anarcosindicalismo es un movimiento de organización y lucha de los trabajadores a través de sindicatos autónomos del poder político, resultado de la síntesis del anarquismo y la acción sindical revolucionaria.[54]​ Algunos de los teóricos y personalidades más reconocidos del anarcosindicalismo fueron Rudolf Rocker, Diego Abad de Santillán, Emilio Arango, Buenaventura Durruti y Ángel Pestaña.

La teoría sindicalista se desarrolló en Francia como un unionismo sindical revolucionario, que giraba alrededor de la guerra de clases, y que a base de huelgas, boicots, sabotaje y, donde fuese necesario, violencia personal, luchaba por mejores condiciones y preparar a los trabajadores para la huelga general revolucionaria que finalmente acabaría con el capitalismo. Desconfiaban de los partidos políticos, y veían que la emancipación de la clase trabajadora debía ser alcanzada por la propia clase trabajadora y sus propias instituciones.[55]

Tanto Proudhon como Bakunin y Kropotkin coincidían en que la revolución anarquista debería ser espontánea y fluir «de abajo arriba», y no estar sujeta a ningún tipo de liderazgo susceptible de evolucionar en un nuevo gobierno.[56]​ Una de las estrategias de subversión y cambio revolucionario del anarquismo fue la propaganda por los hechos, que Malatesta entendía como el fomento de rebeliones locales que sirvieran de modelo y estímulo para las masas. En las décadas finales del siglo XIX derivó en actos individuales de terrorismo, como el asesinato de líderes políticos o industriales prominentes; la injusta asociación popular del anarquista con la violencia no produjo ningún beneficio para el anarquismo.[57]​ Enfrentados a la represión ??consecuente, algunos anarquistas adoptaron la estrategia sindicalista para despertar el espíritu revolucionario;[58]​ los anarcosindicalistas contemplaban el movimiento sindical al mismo tiempo como un medio para organizar al proletariado para la revolución, y un armazón alrededor del cual se podía construir la subsiguiente sociedad.[57][59]

El objetivo revolucionario anarcosindicalista es la conquista de los medios de producción y distribución por parte de los trabajadores y la abolición del sistema salarial y de las clases sociales, tras lo cual se reorganizaría la sociedad según los principios federalistas y de democracia directa, gestionando todas las estructuras políticas y económicas por parte de los mismos trabajadores, en un planteamiento conocido como autogestión. Esta oposición al estatismo la explica Rudolf Rocker, uno de los principales pensadores del anarcosindicalismo, en Anarcosindicalismo (teoría y práctica) de la siguiente manera:

Las tácticas usadas son el federalismo, la autogestión, el principio de la solidaridad de clase, la herramienta de la huelga general, la toma y recuperación de los lugares de trabajo, la acción directa (tratamiento de los conflictos laborales entre empleador y trabajadores, sin el concurso de terceros "representantes" que pudieran obstruir a los trabajadores organizados en asamblea), el apoyo mutuo, el antiestatismo y el internacionalismo. Es compatible con otras tendencias anarquistas tal como el anarcocomunismo, el mutualismo y el colectivismo.[61]

El anarcosindicalismo deriva de los postulados originales de la Primera Internacional, luego retomados por la Asociación Internacional de los Trabajadores, adoptando al sindicato como el medio de lucha de la clase obrera. Tuvo un papel prominente en la organización sindical francesa CGT (Confédération Générale du Travail) antes de 1914.[57]​ Excepto en España, las tendencias sindicalistas en los movimientos de trabajadores occidentales se vieron debilitadas por el fervor nacionalista desencadenado por la Primera Guerra Mundial. El éxito de la Revolución bolchevique en Rusia en 1917 llevó a muchos sindicalistas a adherirse al modelo comunista de Lenin, y los sindicalistas que rechazaron la vía comunista formaron en 1922 la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), siendo su mayor sección nacional hasta 1939 la CNT (Confederación Nacional de Trabajo),[62]​ que a mediados de la década de 1930 contaba con aproximadamente un millón de afiliados.[55]

El anarcosindicalismo tuvo un papel importante en Argentina, Italia, Estados Unidos, Uruguay, Francia, Rusia, Corea y España, donde tras el estallido de la Guerra Civil Española en 1936, los anarcosindicalistas probaron su efectividad como fuerza revolucionaria, colectivizando muchas fábricas y poblaciones, generalmente con cierto éxito.[57]​ Desde el final de la Guerra Civil Española no ha habido otro movimiento político significativo en ninguna parte del mundo en términos de política de masas, aunque la teoría anarquista continuó a través de muchas trayectorias.[55]

La emergencia de la primera oleada de feminismo vino de la mano de Mary Wollstonecraft, esposa del predecesor del anarquismo William Godwin. En su libro Vindication of the Rights of Women (1792), Wollstonecraft afirmaba que las mujeres son, como los hombres, seres esencialmente racionales, y por tanto capaces de autodeterminación y merecedoras de libertad, derechos y, por encima de todo, educación.[63]

El feminismo anarquista o anarcofeminismo, inspirado en los escritos de fines del siglo XIX de las primeras feministas anarquistas como Lucy Parsons, Emma Goldman y Voltairine de Cleyre, e incluso Dora Marsden, considera que la emancipación de la mujer solamente podrá ser alcanzada mediante la abolición del estado, que consideran una dimensión del patriarcado y expresión de la dominación masculina.[64]​ Al igual que otros feminismos radicales, critica y promueve la abolición de las concepciones tradicionales de familia, educación, sexualidad y género.

La pionera del anarcofeminismo Emma Goldman consideraba característica una ética masculina de "justicia" impersonal respaldada por la violencia, que contrastaba con los instintos e ideales femeninos (como la sexualidad y maternidad) que consideraba no jerárquicos y antiautoritarios, actitudes típicamente anarquistas. Esta teoría es vulnerable a las mismas objeciones que se señalan en todas las formas esencialistas de feminismo, dado que no existe una evidencia conclusiva de la existencia de unas naturalezas masculina y femenina, ni, por tanto, una ética masculina o femenina.[65]​ Goldman también criticó el matrimonio, un puro acuerdo económico en el que la mujer ''paga por él con su nombre, su privacidad, su autorrespeto, su propia vida."[66]​ La defensa del amor libre y la liberación frente a los roles sexuales establecidos son puntos de conexión entre el anarcofeminismo y el anarquismo LGBT. Así, Emma Goldman hizo campaña por los derechos individuales, especialmente por los colectivos a los que les eran negados, y tomó la defensa del amor homosexual ante el público general.[67]

Además de la existencia de una vertiente específica y conscientemente anarquista entre el feminismo radical, las ideas y actitudes anarquistas han tenido influencia en todo el movimiento, como su rechazo a las formas políticas convencionales (encarnadas por los partidos políticos) y un énfasis en una organización descentralizada y cooperativa de pequeños grupos feministas.[64]​ Dentro del floreciente anarcosindicalismo español durante la Guerra Civil Española, la organización Mujeres Libres constituyó una de las organizaciones clásicas del movimiento libertario español.[68][69]​ Desconfiadas de la idea establecida de que la liberación de la mujer vendría a consecuencia del triunfo de la revolución, Mujeres Libres se basaba en la idea de una doble lucha, por la liberación de la mujer y la revolución social, que debían abordarse por igual y en paralelo.[70]​ El carácter de Mujeres Libres era único entre las organizaciones de mujeres anarquistas en la España de la época, al mantenerse independientes de las organizaciones dominadas por los hombres como la CNT, FAI o FIJL.

Más recientemente, la escritora y teórica anarcocomunista canadiense Susan Brown ha manifestado que como filosofía política opuesta a toda relación de poder, el anarquismo es inherentemente feminista.[71]​ Desde una postura cercana al anarcocapitalismo, Wendy McElroy ha definido una postura que describe como ifeminismo o feminismo individualista, sosteniendo que un antiestatismo procapitalista implica igualdad de derechos y empoderamiento para la mujer.[72]

Tras el eclipse del anarcosindicalismo, las ideas anarquistas reemergieron en el contexto de los movimientos estudiantiles y antiautoritarios de la década de 1960.[73]​ Su influencia continúa en movimientos pacifistas, feministas interseccional, de perspectiva de género de liberación homosexual, ecologistas radicales, de liberación animal y de autogestión de trabajadores. También se ha popularizado la acción directa, alternativa anarquista clásica a la acción política convencional. En el otro extremo del espectro político, el individualismo anarquista estadounidense fue retomado por el anarcocapitalismo, una tendencia significativa del libertarianismo de Nueva Derecha estadounidense.[74][28]

Se han creado también organizaciones e institutos enfocados en el desarrollo de pensamiento anarquista entre las cuales destacan en EE. UU. el y el Institute for Anarchist Studies o en España la Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (ligada al sindicato CNT) y la Fundació d'Estudis Llibertaris i Anarcosindicalistes.

El anarquismo verde[75]​ o ecoanarquismo[76]​ es una corriente de pensamiento dentro del anarquismo que pone énfasis en los temas medioambientales. Una importante influencia fue el pensamiento del anarcoindividualista estadounidense Henry David Thoreau y su libro Walden, donde abogaba por una vida simple y autosuficiente, integrada con el entorno natural, resistiéndose al avance de la civilización industrial.[77]​ El anarquismo verde incorpora una serie de teorías políticas relacionadas que se derivan o inspiran en movimientos filosóficos y sociales como la ecología social, el feminismo, el egoísmo, el anarquismo post-izquierda, los situacionistas, el surrealismo, el neoludismo y la desindustrialización.

Entre los ecoanarquistas se da una fuerte crítica a la tecnología moderna, aunque no todos la rechazan por completo. Algunos anarquistas verdes pueden ser descritos como primitivistas o anarquistas anticivilización. Los primitivistas mantienen que el cambio de caza-recolección hacia la subsistencia de la agricultura dio lugar a la estratificación social, coacción y alienación, y abogan por el retorno a una sociedad preindustrial y en ocasiones, preagraria, de caza y recolección. Desarrollan temas presentes en la acción política de los luditas, y los escritos de Jean-Jacques Rousseau, aunque en su emergencia el primitivismo fue más directamente influido por el trabajo de teóricos como Theodor Adorno y Herbert Marcuse, de la escuela marxista de Frankfurt, y antropólogos como Marshall Sahlins y Richard Borshay Lee.[78]​ Uno de los principales exponentes en el primitivismo estadounidense es el filósofo John Zerzan, señalado por ciertos medios de comunicación como una especie de «gurú de la antiglobalización» después de la protestas de 1999 contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle, quien en su libro Futuro primitivo articula una nostalgia de lo pre-humano, antes del desarrollo del lenguaje y la cultura: «Provenimos de un lugar de magia, entendimiento y plenitud, y hemos tomado un camino monstruoso que nos ha llevado al vacío de la doctrina del progreso, arrastrados por la cultura simbólica y la división del trabajo. Vacía y alienante, la lógica de la domesticación, con su exigencia de controlarlo todo, nos muestra ahora la ruina de la civilización, que pudre todo lo demás.»[79]

Los primitivistas critican al anarquismo tradicional su apoyo a la civilización y la tecnología moderna, las cuales consideran inherentemente basadas en la dominación y la explotación. La mayoría de los anarquistas rechazan esta crítica radical de la civilización; Noam Chomsky opina en su libro Chomsky on anarchism, que aunque simpatiza con ellos, no cree que se den cuenta que "están abogando por el genocidio masivo de millones de personas debido al modo en que se estructura y organiza la sociedad actualmente, la vida urbana y demás. Si eliminas esas estructuras todo el mundo muere."[80]​ Otros autores, aunque no se consideren a sí mismos primitivistas, como Wolfi Landstreicher o personajes del anarquismo insurreccionalista (otra tendencia antirracionalista), la apoyan.

Muchos ecoanarquistas prefieren no enfocarse en temas filosóficos futuros, e implicarse en la defensa de la tierra y la revolución social en el presente, y en crear maneras de vivir alternativas y sostenibles. Hay corrientes ecoanarquistas que comparten posturas con ramas radicales del movimiento ecologista, en sí mismas con fuertes características anarquistas, y que son defendidas por mucha gente aun desconociendo dicha tradición. Para muchos verdes, en todos los países, una futura sociedad sostenible pasaría por la eliminación del estado y la creación de una red de comunas autosuficientes, basada en la igualdad, participación y democracia directa.[64]

Destaca la figura del exanarquista Murray Bookchin y su propuesta de ecología social y comunalismo. Para Bookchin, fundador del Institute for Social Ecology, el auténtico movimiento verde, o «ecología social», como él mismo la denomina, es la culminación de los varios movimientos radicales surgidos durante la década de 1960 y de la tradición anarquista, insistiendo en que no son los individuos los responsables de la lamentable condición del mundo, sino el sistema racista, sexista y capitalista.[64]​ La fe en la naturaleza de anarquistas clásicos como Kropotkin y Elisée Reclus encuentra eco en los escritos de Bookchin cuando señala que en la naturaleza no hay escalas jerárquicas:[81]​ Bookchin arguye que el estado expresa y refuerza un principio de jerarquización que, aplicado a la relación del hombre con la naturaleza, alienta que la relación adecuada de la humanidad con el mundo natural es la de control y conquista, produciendo la devastación del medio ambiente. Entiende la sociedad ecológica como una sociedad anarquista, dado que el repudio de los valores jerárquicos que amenazan el entorno conllevaría el abandono de las jerarquías que oprimen a los seres humanos.[65]

Algunos ecoanarquistas como Brian Dominick entienden que el veganismo es una parte intrínseca de la lucha por un modo de vida libre y saludable. Contemplan el estado como innecesario y dañino para los animales, humanos o no humanos, y practican la dieta vegana. Los anarquistas veganos ven su ideología como una teoría combinada, o perciben que ambas filosofías son esencialmente lo mismo. Ha sido descrito como una perspectiva antiespeciesista del anarquismo ecologista, o una perspectiva anarquista de la liberación animal.[82]

La mayoría de los ecoanarquistas sostienen sus ideales apasionadamente, y algunos se implican en la acción directa. Organizaciones como Earth First!, Root Force o las más radicales Frente de Liberación de la Tierra, Ejército de Liberación de la Tierra o el Frente de Liberación Animal desarrollan la acción directa (normalmente, aunque no siempre, no violenta) contra lo que entienden como sistemas de opresión, como la industria maderera, las industrias ganadera y láctea, la experimentación con animales, instalaciones de ingeniería genética y, más raramente, instituciones del gobierno. El matemático y crítico de la sociedad estadounidense Theodore Kaczynski, conocido con el sobrenombre de Unabomber, llevó a cabo una campaña de terrorismo de 1978 a 1995 usando bombas para denunciar la sociedad moderna tecnológica. En su Industrial Society and Its Future (también llamado el "Manifiesto Unabomber "), argüía que las bombas eran medidas extremadas pero necesarias para atraer la atención sobre la erosión que sufría la libertad humana, erosión regida por la alta tecnología que precisaba una organización a gran escala.

El insurreccionalismo o anarquismo insurreccionalista es una estrategia revolucionaria anarquista que se remonta a las primeras ideas de cambio revolucionario de Bakunin y Kropotkin, y a la propaganda por el hecho que Enrico Malatesta intentó llevar a la práctica a principios del S. XX,[57][83]​ y heredera del antiorganizacionismo italiano y del ilegalismo francés, así como de insurreccionalistas en Estados Unidos como el italiano Luigi Galleani. El principal teórico del insurreccionalismo contemporáneo es el italiano Alfredo M. Bonanno, autor de varios escritos donde expone los principales argumentos de esta corriente. Otras fuentes insurreccionalistas son los magazines «Killing King Abacus» y «Willfull Disobedience»,[84]​ publicado entre 1996 y 2005, cuyo editor publica actualmente bajo el pseudónimo Wolfi Landstreicher.[85]

Presentan algunas influencias individualistas,[86]​ del anarquismo post-izquierda y la crítica posmoderna a la modernidad.[87]​ Frente al egoísmo individualista y las organizaciones permanentes en el anarquismo clásico y el anarcosindicalismo, los insurreccionalistas conciben las relaciones individuales en función de «grupos de afinidad»,[88][89]​ que se organizan informalmente mediante la discusión y profundización en los problemas y las acciones a realizar juntos.[90]

De acuerdo con la estrategia insurreccionalista, los anarquistas, actuando por grupos de afinidad u otras pequeñas organizaciones informales, preparan acciones que puedan inducir alzamientos espontáneos en varios sectores de la sociedad. Al tiempo que las insurrecciones localizadas crecieran y se esparcieran, se combinarían en una revolución total que derrocaría el estado y el capital, haciendo posible la creación de una sociedad libre.[91]

Desde la década de 1980 ha habido una serie de aproximaciones a la filosofía anarquista por parte de pensadores posmodernistas y posestructuralistas, que son denominadas como posanarquismo o anarquismo posestructuralista. A partir de los análisis sobre la naturaleza del poder de autores como Michel Foucault y Jean-François Lyotard, se realizaron intentos de describir una clase de política «más local y difusa que la política a gran escala que está diseñada para discursos garantistas». Al tiempo que los centros de poder y opresión son descentralizados, debe serlo también la resistencia, produciendo una micropolítica de difusión y multiplicidad, enfocada sobre múltiples luchas que escapan más allá de los niveles del estado y la economía para entrar en otros territorios como el psicológico, sexual, ético, religioso, etc.[92]

Uno de sus principales desarrolladores es Saul Newman, y ha sido relacionado con pensadores como Todd May, Gilles Deleuze y Félix Guattari. Abarca un abanico de ideas que incluyen el autonomismo, el situacionismo, el poscolonialismo, el zapatismo y la anarquía posizquierda.[93]​ El término «posanarquismo» fue acuñado por el filósofo anarquista posizquierda Hakim Bey en su ensayo Post-Anarchism Anarchy (1987). Bey argumentaba que el anarquismo se había vuelto insular y sectario, confundiendo las varias corrientes anarquistas con la experiencia real de la anarquía viva. Por su lado, Bob Black propuso un «Anarquismo tipo 3», ni individualista ni colectivista, y en su ensayo Anarchism and other impediments to anarchy, tras una crítica al anarco-izquierdismo denominaba a los proponentes contemporáneos de la anarquía como «anarquía posizquierda». Otros teóricos radicales contemporáneos como Fredy Perlman no solamente rechazan ser etiquetados sino que se distancian de la tradición clásica anarquista.[94]​ También cabe señalar la red activista y editorial estadounidense CrimethInc.

El anarquismo posizquierda promueve una crítica de la relación del anarquismo con el izquierdismo tradicional. Algunos posizquierdistas intentan escapar de los confines de la ideología en general. El anarquismo posizquierda destaca por su enfoque en la insurrección social y un rechazo de la organización social izquierdista.[95]

Pueden considerarse también esfuerzos intelectuales recientes de características diversas, como la detallada propuesta de puesta en práctica del anarquismo conocida como Parecon elaborada por el estadounidense Michael Albert en la que examina como podrían funcionar la economía y la política de acuerdo con principios libertarios.[96]​ Un similar esfuerzo teórico es el de la democracia inclusiva elaborada por Takis Fotopoulos.[97]​ En España, cabe destacar a Miquel Amorós, desde una perspectiva cercana al situacionismo, y desde un enfoque más filosófico el nihilista Agustín García Calvo, en obras como Contra el tiempo y Contra la Realidad, o el anarquismo cristiano de Carlos Díaz.[98]

En el otro extremo del espectro político,[74]​ el anarcocapitalismo o anarquismo capitalista es una ideología política y económica que remonta su origen al anarquismo individualista estadounidense,[99][100][21][101][102]​ abandonando la teoría del valor-trabajo tradicional[58]​ por el laissez faire de Gustave de Molinari y la escuela austriaca de economía.[103]​ Los investigadores y académicos no han llegado a un acuerdo o consenso sobre el anarcocapitalismo; las opiniones y actitudes varían desde la omisión total dentro del ideario anarquista,[104][105][106][107]​ hasta el reconocimiento pleno como tendencia.[108][109][5][28][102][110][111][112][113][114]​ En lo que sí coinciden todos los autores es que el anarcocapitalismo es una corriente por completo separada y diferente del anarquismo tradicional, por motivos históricos, filosóficos e ideológicos, no teniendo nada en común más que la postulación final de la supresión de la forma Estado.

En las nuevas corrientes de derecha se ha buscado una reducción del papel del estado en favor del libre mercado. Teóricos como Robert Nozick, en su libro Anarquía, estado y utopía (1974) señalaban que las funciones del Estado (y los impuestos correspondientes) debían limitarse a la provisión de ley y orden. Un paso más allá, David Friedman y Murray Rothbard se mostraron en contra de toda forma de Estado, dejando todo en manos del capitalismo de libre mercado.[115]​ Para Rothbard, uno de los principales autores y fundadores del anarcocapitalismo, los impuestos son una sofisticada forma de robo;[116]​ como Godwin y Stirner, considera la cooperación o la acción colectiva como intrínsecamente desconfiada.[117]​ En este sentido, algunos autores señalan que esta concepción de la naturaleza humana como egoísta y competitiva en vez de cooperativa diferencia el libertarismo del anarquismo clásico.[104][118]

Rothbard adoptó la acepción libertarismo, con la intención de diferenciarse de los anarquismos históricos de tradición europea, debido a su mala prensa en la sociedad estadounidense.[119]​ No obstante, Rothbard siguió utilizando los términos anarquía y anarcocapitalismo para definir su propuesta.[120]​ Desde el libertarismo se contempla también la denominación de anarquismo de mercado, que aplican a anarcoindividualistas estadounidenses decimonónicos como Spooner y Tucker, diferenciándola del anarquismo filosófico representado por Godwin y Stirner,[121]​ y contraponiéndola a los anarquismos que denominan socialistas.[122]

Estas denominaciones han generado un profundo rechazo desde el anarquismo clásico;[21]​ la mayoría del pensamiento anarquista, especialmente el anarcocomunista, no considera o niega que el anarcocapitalismo pertenezca al conjunto de corrientes del anarquismo.[123]​ Sus críticas se basan en impugnar la posibilidad de combinar el anarquismo con el capitalismo, señalando que la utopía capitalista de los libertarios no puede competir con el Estado.[124]​ El anarquismo tradicional entiende el capitalismo como parte del sistema de explotación contra el que luchan, y consideran que el capitalismo desregulado de los anarcocapitalistas reproduciría los horrores de la revolución industrial: pobreza, explotación y miseria volverían a ser la carga de los trabajadores.[115]

Los anarcocapitalistas sostienen sin embargo que el capitalismo real (libre de las fuerzas monopolísticas protegidas por el Estado), proporciona una sociedad libre y no explotadora.[125]​ Para ellos, su principal preocupación es la libertad humana, y como todos los anarquistas ven el Estado como su enemigo principal; entienden el capitalismo como benigno, culpando al Estado de las fallas del mismo, señalando que crea monopolios o reduce el número de productores de múltiples formas, y que es esa situación la que conlleva la explotación. En una situación sin Estado, las únicas diferencias de riqueza provendrían de diferencias en el talento o la aplicación al trabajo, y la sociedad se caracterizaría por una armonía espontánea.[115]

Otras figuras relevantes en el anarcocapitalismo son Lew Rockwell, director del Instituto Mises; los filósofos y economistas Hans-Hermann Hoppe, Bruce Benson, Walter Block, entre otros. Otras instituciones que recogen el pensamiento anarcocapitalista como una parte de sus contenidos publicados son Instituto Cato en Estados Unidos y el Instituto Juan de Mariana en España.

El anarquismo sin adjetivos es una idea formulada por Fernando Tarida del Mármol que defiende que las diferentes corrientes de pensamiento anarquistas anticapitalistas clásicas pueden y deben convivir simultáneamente. Da paso a la voluntariedad de las personas (sobre sus cuerpos, mentes y bienes) para elegir el tipo de asociación que considere cada quien más favorable y preconiza la libre experimentación de modelos sociales y económicos. Un derivado vago de estas ideas es el sintetismo.

El término "anarquismo tecnológico", que alude a los desarrollos tecnológicos recientes en los que todo el mundo aporta su conocimiento sin esperar nada a cambio, poco o nada tiene que ver con lo que el término "anarquismo" significa como forma de gobierno o idea filosófica. En todo caso, muchas personas usan Internet para formar comunidades en línea, como los grupos de usuarios de Linux o los hacklabs. Se intensifican las críticas hacia la propiedad intelectual y surge una cultura de apoyo a los sistemas de compartición de ficheros, a los programas informáticos de código abierto y a los movimientos del software, el conocimiento y la cultura libres. Existe también el criptoanarquismo, asociado al uso de redes anónimas y dinero electrónico.

Así por ejemplo, numerosas comunidades que construyen conocimiento libre, en la forma de software de aplicaciones, o arte y cultura libre, utilizan la autogestión y el apoyo mutuo acercándose paulatinamente a un modo de producción de conocimiento y saber sin necesariamente tener ánimo de lucro.

No obstante, destacar que dentro del software libre, lo realmente anarquista es la creación de software de dominio público. Este último es aquel software que no requiere de licencia, pues sus derechos de explotación son para toda la humanidad, porque pertenece a todos por igual. Cualquiera puede hacer uso de él, siempre con fines legales y consignando su autoría original. Este software sería aquel cuyo autor lo dona a la humanidad o cuyos derechos de autor han expirado, tras un plazo contado desde la muerte de éste, habitualmente 70 años. Si un autor condiciona su uso bajo una licencia, por muy débil que sea, ya no es del dominio público.

El anarquismo analítico comenzó en parte como respuesta al marxismo analítico y es un hecho reciente en el mundo académico. Usa métodos de la filosofía analítica para aclarar o defender la teoría anarquista. Anarquistas analíticos incluyen a Robert Paul Wolff, Alan Carter, y Michael Taylor. Wolff sostiene que no tenemos ninguna obligación de obedecer el Estado, mientras que Carter argumenta que no se puede confiar en el Estado para liberar a la gente, y Taylor, utiliza la teoría de juegos para argumentar que la cooperación es posible sin Estado.

Existen algunas ideas que han surgido en torno a cómo organizarse los anarquistas entre ellos por motivos políticos, tipos de organización que varían desde la utilización del grupo de afinidad, la organización específica, la minoría activa, etc. A su vez esto ha generado algunas corrientes en torno al tipo de organización militante preferido. En muchos casos se utiliza la idea de la política prefigurativa, en que tal como se organiza el movimiento ha de organizarse la sociedad y viceversa.

Las de mayor acogida histórica en el anarquismo han sido el anarcosindicalismo y el sintetismo, con variaciones o reformas según el caso, en algunas asociaciones del Cono sur existe el especifismo. En determinados momentos u organizaciones también se ha planteado la necesidad de formar partidos políticos, es el caso del municipalismo libertario[126]​ y del posibilismo libertario. Otras tendencias organizativas, como el plataformismo y el insurreccionalismo, son de mucha menor incidencia.

En el anarquismo de mercado, en cambio, el debate ha estado entre organizarse a través de institutos de pensamiento, clubes de afinidad o de partidos políticos (especialmente para el anarcocapitalismo), sin existir desarrollos muy detallados de tendencias que especifiquen cómo organizar internamente el movimiento.[127]​ Un tema recurrente en el caso del mutualismo (cooperativa y mutual) y el agorismo (contraeconomía) es la generación de empresas alrededor de las cuales nuclear el movimiento político.



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