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Teoría del valor-trabajo



La teoría laboral del valor[1]​ o teoría del valor-trabajo (TVT) es una teoría de economía heterodoxa que considera que el valor de un bien o servicio está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario (trabajo útil) para producirlo, en lugar de por la utilidad que le encuentre el consumidor individual. Es una de las teorías formuladas por los economistas clásicos ingleses, como Adam Smith o David Ricardo, y posteriormente retomada en la economía anarquista y por la crítica a la economía política de Karl Marx.

La teoría del valor-trabajo se ha desarrollado durante muchos siglos. No tiene un único creador, sino que muchos pensadores diferentes han llegado a conclusiones similares de forma independiente. Se ha afirmado que Aristóteles compartía esta visión, como se puede ver en el siguiente fragmento de uno de sus escritos.[2]

Aristóteles escribió que el valor de cada bien surge debido a la necesidad de un único estándar universal de medición. De igual manera, diferenció el precio del valor[4]​ y distinguió entre valor de uso y valor de cambio,[5][6]​ ambos conceptos presentes en la teoría del valor-trabajo.[7]​ Tenía una opinión desfavorable del comercio minorista, ya que creía que el uso del dinero para obtener ganancias a través del interés era antinatural, al obtener una ganancia del dinero en sí y no de su uso.[8]​ Según Karl Marx en El Capital: “la brillantez del genio de Aristóteles se demuestra solo con esto, que descubrió, en la expresión del valor de las mercancías, una relación de igualdad”,[9]​ pero carecía del "concepto de valor" del trabajo humano como "un algo igual, en la medida en que esto representa en ambos" porque "la sociedad griega se fundaba en el trabajo esclavo y por consiguiente su base natural era la desigualdad de los hombres y de sus fuerzas de trabajo".[10]

La noción de "precio justo" ha sido discutida por pensadores escolásticos como San Agustín, Alberto Magno o Duns Escoto.[11][12]​ En ese concepto puede encontrarse una noción “objetiva” del valor de cambio.[13]​ Algunos escritores remontan el origen de la TVT a Tomás de Aquino.[14][15]

Adam Smith entendía que el trabajo era la calidad de medida exacta para cuantificar el valor del bien producido. Para él, el valor era la cantidad de trabajo que uno podía recibir a cambio de su mercancía. Los bienes económicos podían aumentar de valor en el mercado, pero lo que siempre permanece invariable es el trabajo, o sea el desgaste de energías física e intelectual del trabajador para producirlos, siendo entonces el trabajo el patrón definitivo e invariable del valor. Se trata de la teoría del valor comandado o adquirido. Aunque no era el factor determinante de los precios , estos oscilaban hacia su precio de producción gracias al juego de la oferta y la demanda.

Esto nos quiere decir que todo bien producido necesariamente contiene trabajo, este trabajo es la fuerza de los hombres que han interactuado en el proceso de producción de dicho bien, o sea que en todo bien se vende la fuerza de trabajo (de cada hombre que interactuó en el proceso de producción).

Sin embargo, Adam Smith no logra explicar correctamente, según la teoría del valor-trabajo, los conceptos de beneficio y renta; además, la venta de la fuerza humana no tiene un comprador común (no se tiene en cuenta la competencia) por lo que se torna insostenible dicha teoría. Esto lo lleva a desarrollar una segunda: Teoría de los costes de producción.

Los problemas que le surgieron a su teoría original en la que el valor de las mercancías estaba dado por la cantidad de trabajo incorporado en ellas son:

Posteriormente, David Ricardo desarrolló una teoría del valor-trabajo explicada en su obra Principios de economía política y tributación (1817). Continuando los razonamientos de Smith, adopta la primera de sus dos teorías del valor y trata de explicar cómo funciona el beneficio en la sociedad capitalista. Critica además la definición dada sobre el patrón invariable trabajo.

Explica que el valor del trabajo también varia, oponiéndose a Smith, quien sostenía que las mercancías varían su valor pero no el trabajo para producirlas. Ricardo sostiene que el trabajo no es un valor invariable y expone la idea de que lo único que puede servir de norma para el intercambio de bienes es la cantidad de distintas clases de trabajo que se necesitan para producirlos.

Thomas Hodgskin, un socialista ricardiano, consideraba que la teoría ricardiana del valor-trabajo tendría lugar en una economía estricta de libre mercado que hubiese provocado la desaparición del capitalismo.

La teoría del valor-trabajo de Karl Marx es distinta de la propuesta por Ricardo, pues conecta la teoría del valor-trabajo con la teoría monetaria.[19]​ Su definición se encuentra en su obra El Capital y forma, según Marx, parte de la base fundamental para entender el modo de producción capitalista. El trabajo no es 'valor' por naturaleza, es lo que produce valor exclusivamente por la organización social en el cual es empleado. Una característica intrínseca del trabajo es producir, crear, transformar. Ahora bien, el valor de las mercancías se mide por el número total de horas de trabajo indiferenciadas y socialmente necesarias empleadas en ellas. Ello se debe al estadio histórico alcanzado de desarrollo económico de los diversos Estados, de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción de un determinado modo de producción (en este caso, el capitalista). El 'socialmente necesario' es una de las diferencias radicales introducidas por Marx con respecto a sus predecesores, los cuales no concebían o no introducían el mercado y la competencia dentro de sus respectivas teorías del valor de las mercancías. Marx sí tenía presente el mercado y la competencia en su teoría del valor de las mercancías, como dejó constancia en una de sus obras principales escrita frente a Proudhon:

Una mercancía es un objeto o servicio por cuyas características satisface necesidades, ya sean reales o imaginarias. La mercancía es el producto que solo existe en las sociedades mercantiles. En el capitalismo, por ser la economía mercantil más compleja y desarrollada, la producción se presenta como mercancía. Las sociedades mercantiles tienen como principal característica la producción no para la satisfacción propia sino para el intercambio. Las características de la mercancía son el valor de uso y el valor de cambio.

Valor de uso: es la capacidad de un objeto o servicio de satisfacer alguna necesidad. Porque cuando un objeto es útil (funcional), puede satisfacer la necesidad de alguna persona. Marx sostenía que los valores de uso producidos en el capitalismo eran valores concretos, pues responden a cualidades físicas sensibles de las mercancías, por ejemplo, las propiedades nutritivas del trigo. Sin embargo, esta individualidad y esta preponderancia de las cuestiones cualitativas no es la única que responde a las mercancías; por el contrario, Marx afirma que las mercancías se revisten en una doble forma; en el valor de cambio, en vez de ser la mercancía un valor concreto e individual, pasa a ser un valor abstracto y social, y aquí veremos porqué.

Valor de cambio: que "x" cantidad de la mercancía A igual a "y" cantidad de la mercancía B significa que algo hace equivalentes a ambas cantidades de mercancías diferentes. Lo que las hace comparables, conmensurables, medibles es la sustancia del valor. La sustancia del valor hace abstracción de la utilidad de un objeto porque es una característica cuantitativa, no una cualitativa como el valor de uso. La sustancia del valor es el trabajo socialmente necesario para producir cierta cantidad de una mercancía con las condiciones medias de trabajo. La magnitud del valor es la magnitud de la sustancia del valor, que es el tiempo de trabajo invertido en la mercancía, por ejemplo: si "x" cantidad de hierro es igual a "n" cantidad de pan, es porque, el tiempo necesario para producir "n" cantidad de pan y "x" cantidad de hierro son proporcionalmente equivalentes.

Si 1 levita equivale a 20 lienzos de tela; dicho fenómenos puede medirse en tiempo de trabajo para observar la equivalencia; de tal suerte que si un lienzo requiere 5 horas de trabajo, entonces, 1 levita equivale a 100 horas de trabajo de lienzo. Por otra parte si la levita requiere de 30 horas de trabajo del sastre, eso comprueba que 30 horas del trabajo del sastre equivalen a 100 horas de trabajo del lienzo; por tanto, se trata de una equivalencia directamente proporcional; expresada como:

Eso implica, que en determinado momento, la sociedad valora el trabajo del sastre para fabricar una levita como un trabajo complejo, mientras que el trabajo del hilador del lienzo, lo considera como un trabajo simple; una hora de trabajo del sastre es 3.3333 veces más que una hora del trabajo del hilador.

El tiempo de trabajo socialmente necesario es aquel que se realiza bajo la fuerza productiva del trabajo y la intensidad del trabajo promedio. La fuerza productiva del trabajo depende de varios factores: la destreza del obrero, el desarrollo de la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas, las condiciones naturales, etc. Por lo tanto, los valores varían según las sociedades pues dependen del desarrollo tecnológico, el desarrollo de la división del trabajo, entre otras cosas, todas determinadas por factores objetivos externos, como el clima, la posición geográfica, el acceso a los recursos, etcétera.

El valor de uso y el valor de cambio se deben al carácter bifacético (dual) del trabajo. El trabajo es útil porque transforma materias primas y las convierte en cosas útiles, por ejemplo, como convierte el hombre una semilla en un cítrico, o el mineral de hierro en utensilios y herramientas. El trabajo abstracto es el gasto de trabajo humano indiferenciado y hace que las mercancías sean comparables entre sí. El trabajo abstracto puede ser simple, es decir no requiere ninguna destreza o conocimiento especial o complejo que requiere un aprendizaje o práctica especial. Una cantidad de trabajo complejo equivale a una cantidad de trabajo simple mayor.

En el modo de producción capitalista la fuerza de trabajo, que es la capacidad de realizar alguna actividad laboral ya sea física o intelectual, es la única propiedad de unas personas (trabajadores asalariados). Por ser la capacidad de trabajar, es una mercancía especial que solo pueden desempeñar los seres humanos.

Al igual que el valor de cualquier mercancía, el valor de la fuerza de trabajo es el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Esta se encuentra determinada por el valor de las mercancías que consume el trabajador, las mercancías que constituyen las necesidades promedio de una sociedad en una época en particular. Las necesidades van cambiando conforme cambie la sociedad por lo cual incluyen: alimentación, vivienda, transporte, entretenimiento,etc.

El modo de producción capitalista surgió con posteridad a otros modos de producción que ya habían desarrollado la fuerza productiva del trabajo. Por lo cual la cantidad de mercancías que consume un trabajador por día pueden ser producidas en menos tiempo. Entonces, el tiempo de trabajo necesario para que el trabajador fabrique las mercancías que consume es menor al tiempo de trabajo que labora en la empresa que lo contrató.

La jornada laboral incluye el trabajo necesario y el plustrabajo. Durante el primero el trabajador repone su valor, durante el segundo trabaja sin remuneración alguna para él y sí para el capitalista. Por ejemplo, la jornada laboral legal actual en muchos países es de 8 horas, entonces si el trabajo necesario es de 4 horas, el plustrabajo será de 4 horas, tiempo del cual se apropia el capitalista por su posición social como dueño de los medios de producción.

El plustrabajo se expresa en dinero a partir del MELT :

plusvalía=m*plustrabajo

Por tanto, dentro de la economía política marxista, se establece concepto de Tiempo de Trabajo Socialmente Necesario (TTSN) para producir una mercancía, la cual condiciona el valor del trabajo desagregando el plusvalor generado por la fuerza de trabajo.

A finales del siglo XX, la teoría económica marxista volvió a ganar fama por trabajos que postulaban su comprobación empírica. Entre estos trabajos se encuentran los de Answar Shaikh, Ochoa (1984), Farjoun and Machover (1983), Alejandro Valle (1994), Cockshott y Cottrell, Ed Chilcote (1997), Guerrero (1998, 1999a y 1999b), Gouverneur (1978, 1983, 1995 y 1998), Gillman (1957), Mage (1963), Wolff (1979), Fred Moseley, Duménil y Lévy (1993) Shaikh y Tonak (1994), Vigodski (1961) Chung (1981), Mazier, Baslé y Vidal (1984), Duménil y Lévy (1996); entre otros.

De acuerdo a David Harvey, las pocas ocasiones en que Marx se refirió directamente a esta teoría, lo hizo bajo la denominación de "teoría del valor" y no de "teoría del valor-trabajo" ni de "teoría laboral del valor"[20]​. Para Harvey, la teoría del valor, además de ocuparse del proceso del trabajo, se ocupa de las condiciones de reproducción social del ejército industrial de reserva. Para sustentar esta visión, Harvey menciona reportes europeos de mediados del siglo XIX citados por Marx[20]​. La conclusión de Harvey es que una intensificación en la competencia capitalista en el mercado, el cual incluye la búsqueda de valor relativo excedente obtenido a través de innovaciones tecnológicas, conlleva un deterioro en las condiciones de reproducción social para la clase trabajadora, o al menos, para un sector significativo de la misma[20]​.

Los seguidores de la economía neoclásica, la escuela económica hegemónica en la actualidad utiliza la teoría del marginalismo, la cual sostiene que el valor de cualquier bien o servicio se determina por su utilidad marginal, es decir, la utilidad de la última unidad de bien consumida medida según su precio en la satisfacción de un deseo específico de un consumidor. Mientras que Marx enfatizó la maximización del beneficio, los economistas neoclásicos ven en la maximización de la utilidad a un nivel individual o social[21]​ la fuerza motriz de la economía.

Los defensores de la teoría del valor-trabajo replicarían cómo el capitalismo solamente reconoce la demanda respaldada por el dinero, (el precio de un bien no sólo se mide por su utilidad sino también por la cantidad de dinero que tienen los consumidores). Eso depende del conjunto de relaciones de distribución preexistentes. Dichas relaciones de distribución se apoyan a su vez sobre un conjunto de relaciones de producción que determinan cómo obtienen dinero los consumidores, cómo obtienen beneficios los capitalistas, los obreros salarios, lo terratenientes rentas, y así sucesivamente. En consecuencia, el precio de un bien depende no solamente de su utilidad, sino de la cantidad de dinero que los diferentes consumidores poseen, de ahí sus diferentes demandas efectivas. Sin embargo, no está claro en absoluto si esto difiere de un efecto riqueza sobre la demanda derivado de un problema de maximización de la utilidad individual.

En microeconomía, la maximización de la utilidad se produce teniendo presentes ciertas restricciones presupuestarias, que son las debidas a la cantidad disponible de factores de producción, por ejemplo, el trabajo (así con Marx la maximización del beneficio se produce bajo la restricción de las técnicas de producción disponibles y la tasa salarial).[22]​ De hecho, la última restricción es el tiempo.[23]​ Los hogares dividen su tiempo (24 horas) en ocio y trabajo. El tiempo de trabajo se dedica a ganar dinero para comprar bienes de consumo. El hogar elige la cantidad de tiempo libre (a través de las horas de trabajo) y la cantidad de bienes de consumo que maximizan su función de utilidad. Con Marx, el tiempo de trabajo no se basa en una decisión libre de los hogares, sino del producto de la lucha de clases entre trabajadores y capitalistas; los primeros tratan de reducir las horas de trabajo y los segundo de incrementarlas.

Más aún, todo lo anterior no considera los efectos del proceso de acumulación. De acuerdo con Marx, hay una tendencia por la que se igualan las tasas de beneficio en el proceso de acumulación, lo que conduce a los precios de producción. Si el precio de un bien está por encima de su precio de producción, entonces los capitalistas de ese sector obtiene un beneficio extraordinario (la tasa de beneficio supera a la tasa de beneficio medio de la economía en su conjunto). Como resultado, se atrae capital al sector, la producción aumenta y los precios caen hasta que el beneficio extraordinario desaparece. Los precios de producción resultantes se basan en horas de trabajo a través de la transformación del valor del trabajo en precios.

Según el marginalismo, el valor es subjetivo (ya que las mismas horas de ocio y bienes de consumo tienen distintas utilidades marginales para diferentes consumidores, o incluso para el mismo consumidor en circunstancias diferentes) y por lo tanto no se puede determinar midiendo cuánto trabajo llevó la producción de una unidad de un bien. En el óptimo de Pareto, por otra parte, las relaciones de intercambio entre bienes no sólo están determinadas por sus utilidades marginales, sino también por las productividades marginales de los factores de producción disponibles.

Eso significa que, en el marginalismo, los bienes se intercambian a la cantidad marginal de trabajo necesario para producirlos. En este sentido, se puede hablar de una teoría del valor marginal de los inputs de trabajo.[24]​ Sin embargo, esto se aplica a todos los factores de producción y a la utilidad marginal. El trabajo no es nada especial. Que estas teorías del valor se pueden mantener al mismo tiempo es posible gracias al análisis marginalista.[25]​ El óptimo de Pareto se define como una situación en la que se maximiza la utilidad y al mismo tiempo todos los factores de producción se emplean de la manera más eficiente, conduciendo a una situación en donde todos los bienes se intercambian según sus utilidades marginales y las cantidades marginales de los factores productivos necesarios para producirlos.

En otras palabras, si se pudiera corroborar empíricamente, el intercambio de bienes se lleva a cabo de acuerdo con la cantidad marginal de inputs de trabajo necesarios, lo cual confirmaría la teoría marginalista. Eso contradiría la teoría marxista, ya que según Marx los cocientes de intercambios están determinados por los precios de producción, que son diferentes de las cantidades de trabajo necesarias, es decir de su valor-trabajo. De forma implícita, Marx niega que el capitalismo sea un óptimo paretiano.

Uno de los modelos económicos más empleados, popularizado por Alfred Marshall, propone que, en un contexto competitivo, el precio (y por ende el valor económico) no se puede determinar considerando exclusivamente los procesos e individuos implicados en la producción de los bienes, sino también teniendo en cuenta a aquellos que los compran, y los fenómenos relacionados con su consumo. En otras palabras, la ley de la oferta y de la demanda afirman que los precios de los bienes son el resultado de una interacción y una medida de cuán arduo es para la sociedad ofertarlos y cuán útiles son para su consumo. Sin embargo, esta explicación no va contra la TVT en tanto los clásicos conocían estos fenómenos, entendiendo que la oferta está determinada por la cantidad de trabajo asignado a varias tareas y la productividad de este trabajo, y la demanda es una función de ingreso. Es una teoría imperfecta debido a la inexistencia de competencia perfecta, sin embargo esta aproximación se acerca mucho a la realidad en mercados no monopolizados.

Una lectura en profundidad del capítulo dedicado al trabajo de su "Teoría de Economía Política" muestra que consideró su análisis marginalista bastante consistente con la teoría del valor-trabajo ya que expuso que en equilibrio la utilidad marginal iguala al valor marginal del trabajo. Es el revolucionario descubrimiento de Jevons el que afirma que el trabajo puede medirse en términos de valor marginal del trabajo (δL/δX).

Los opositores de la economía marxista sostienen que la Teoría Laboral del Valor no prueba que mercancías puedan diferir del precio medio de producción. En 1871 el economista austriaco Carl Menger escribió:

Los defensores de la teoría argumentan que la crítica de Menger se basa en una confusión entre la producción general y capitalista. En el modo de producción capitalista, un diamante encontrado debajo de una roca o producido en los tiempos antiguos, vale tanto como un diamante semejante extraído de la tierra a un alto coste, ya que el precio de los diamantes es el coste promedio de producción, es decir, el tiempo de trabajo socialmente necesario que un diamante cuesta normalmente producir. Como Marx afirma en El Capital: "Los diamantes son de muy rara ocurrencia en la superficie de la tierra, y por lo tanto sus costos de descubrimiento, en promedio, requieren una gran cantidad de tiempo de trabajo ..... Si pudiéramos tener éxito en un pequeño gasto de trabajo, en la conversión de carbón en diamantes, su valor podría caer por debajo de los ladrillos". [1] Capital Volume 1 Part 1 Chapter 1



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