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Exilio republicano



El exilio republicano español se refiere al conjunto de ciudadanos españoles que, durante la guerra civil española de 1936 a 1939 y la inmediata posguerra, se vieron forzados a abandonar su tierra natal y desplazarse a otros países, por motivos políticos e ideológicos, o por temor a las represalias por parte del bando vencedor y del régimen político autoritario instaurado en España, permaneciendo en el extranjero hasta que la evolución de las circunstancias internas del país les permitió regresar paulatinamente, aunque fueron muchos los que finalmente se integraron en las sociedades que les dieron refugio, contribuyendo en algunos destacados casos a su desarrollo.

Una gran parte de los primeros refugiados, hasta 440 000 en Francia según un informe oficial de marzo de 1939, tuvieron que afrontar inicialmente duras condiciones de vida, que se agravaron como resultado del estallido de la Segunda Guerra Mundial y aunque muchos de ellos lograron regresar en la década de 1940, el exilio republicano "permanente" quedó constituido por unas 220 000 personas de las cuales muchas eran excombatientes, políticos o funcionarios comprometidos directamente con la causa republicana pero entre las que había también miles de parientes y civiles, junto con un número significativo de niños, intelectuales, personalidades de la cultura y artistas, científicos y docentes, y personas de profesiones cualificadas, lo que supuso un condicionante más en el proceso de reconstrucción del país, a consecuencia del conflicto.

Los principales países de destino fueron, en particular, Francia, México, Argentina y la Unión Soviética, pero también fueron amparados grupos importantes en otros países europeos y americanos como Chile, Colombia, Venezuela, Cuba, Perú, República Dominicana, Estados Unidos y el Reino Unido.[1]​ Para un listado de los refugiados por países de acogida, véase ; se limita a aquellos que han merecido artículo en Wikipedia.

En el transcurso de los años, la evolución política interna en España y el progresivo proceso de reconciliación, que culminaron con el periodo de la Transición española y la instauración de la democracia, permitieron paulatinamente el regreso de los exiliados, pero también fueron muchos que por su grado de integración, decidieron permanecer en los países que les dieron refugio y donde se encontraron posteriormente con otros españoles llegados entonces como emigrantes por motivos económicos desde la década de 1950 o por un nuevo exilio, el de los perseguidos por la dictadura hasta 1975.

En 2019, Francia conmemora oficialmente el 80 aniversario de la Retirada, particularmente en la ciudad de París y en el todo en el sur del país.

Durante los primeros meses de la guerra y particularmente en el periodo de agosto a diciembre de 1936, marcados por los episodios de violencia sistemática en contra de la población civil, tanto como resultado de la represión por motivos ideológicos, por parte de las fuerzas sublevadas, como por los partidarios de la revolución social, y el avance de las operaciones militares, se produjeron los primeros desplazamientos de refugiados y exiliados principalmente hacia Francia, caracterizados por su carácter todavía provisional, por lo que agrupaba a personas provenientes de las regiones fronterizas de Aragón, Cataluña y el País Vasco, ya fuera por su condición de proximidad al bando sublevado, en el caso de las dos primeras, o de partidarios del Gobierno que huían del avance del frente de Irún, en el último, o simplemente de personas «neutras» que se veían amenazadas por el clima de hostilidad y violencia.[2]

A medida que se desarrollaba el conflicto, el carácter provisional fue volviéndose más permanente y masivo en el caso de los desplazados próximos al bando republicano, al punto que si bien los episodios de huida en desbandada continuarían produciéndose, se emprendieron acciones desde el gobierno republicano para ordenar de manera planificada algunas de las evacuaciones, particularmente las de menores. La Oficina Central de Evacuación y Asistencia al Refugiado fue constituida en octubre de 1936, en vísperas de la batalla de Madrid, en previsión de realizar operaciones masivas de evacuación hacia la costa mediterránea, mientras que en noviembre fue creada en París el Comité d'accueil aux enfants d'Espagne por parte de la CGT.

Las primeras evacuaciones de niños se produjeron desde Madrid y Valencia, con el envío de 100 menores hacia la URSS en febrero de 1937, y desde el País Vasco, donde se evacuaron a 450 personas hacia la isla francesa de Oleron, en la colonia Casa Dichosa. Más adelante, cerca de 300 de ellos fueron llevados a París y los restantes, albergados en Oostduinkerke, en Bélgica.[3]​ También en 1937, en el mes de junio, llegaron a México 456 menores, que a partir de ese momento recibirían el afectuoso apelativo de los Niños de Morelia. Las gestiones para su traslado fueron posibles gracias al Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo Español.

Bartolomé Bennassar señala que cerca de 10 000 ciudadanos del País Vasco[4]​ huyeron por carretera hacia Francia. De Cataluña salieron muchos refugiados por vía marítima hacia Marsella y Génova así como a pie por los Pirineos, evitando la vigilancia de milicianos y carabineros. En conjunto, se calcula que entre 30 000 y 35 000 refugiados de Cataluña llegaron a Francia y en Italia entre julio de 1936 y finales de 1938.[5]

Las operaciones militares en el llamado frente del Norte, que vieron progresar a las unidades franquistas desde Vizcaya hacia Santander en la primavera de 1937 provocaron una nueva oleada de miles de exiliados, con una parte significativa de niños, esta vez exclusivamente republicanos[6]​ hacia Burdeos, La Rochelle y Lorient. En 1938, tras la batalla de la bolsa de Bielsa y la retirada de la 43ª División del Ejército Popular, tuvo lugar un nuevo desplazamiento de personas en Aragón que se refugiaron directamente del otro lado de la frontera.[7]​ Al finales de 1938, se estima que en suelo francés permanecían 40 000 emigrados, aunque se consideraba que mantenían una situación de desplazamiento provisional.[8][9]

La mayor avalancha se produjo con ocasión de la pérdida de Barcelona por la República (febrero de 1939). En esos momentos más de medio millón de personas huyeron a Francia. Sobre todo en los primeros momentos una gran parte fue internada en los campos que el gobierno francés de Daladier habilitó para el caso. Las condiciones en tales campos fueron deplorables, como en el caso del Campo de concentración de Gurs. En esos primeros meses se produjo el regreso a la España (ya enteramente dominada por los franquistas) de en torno a la mitad de quienes se refugiaron inicialmente en Francia.

Pocas semanas antes del fin de la guerra, el «informe Valière» realizado a petición del Gobierno francés estimaba a 9 de marzo de 1939 la presencia de unos 440 000 refugiados en Francia, de los cuales 170 000 eran mujeres, niños y ancianos, 220 000 soldados y milicianos, 40 000 inválidos y 10 000 heridos[10]

La emigración hacia Francia se aceleró de manera importante durante el transcurso de la Batalla del Ebro y los meses posteriores, en un movimiento de "retirada". El éxodo de ciudadanos provenientes de Cataluña fue masivo después de la caída de Barcelona el 26 de enero de 1939. El gobierno de Daladier decidió abrir la frontera franco-española el 27 de enero y los refugiados huyeron a través de los Pirineos por la Junquera, Portbou, Le Perthus, Cerbère y Bourg-Madame. En marzo de 1939 el número de refugiados españoles en Francia se estima en 440.000 personas en un informe oficial.[11]​ Los historiadores han estimado en 465.000 exiliados, de los que 170.000 son civiles, el número de refugiados después de la caída de Cataluña.[12]

En la misma Francia, fueron los departamentos del sudoeste, próximos a España, los que acogieron al mayor número de refugiados, con una fuerte inmigración española en las ciudades de Burdeos y Toulouse, donde ya residían anteriormente españoles. Los otros departamentos de la costa atlántica, en mayor medida el del Loira, también acogieron refugiados, así como Macizo Central, Bocas del Ródano y la región parisina.

La acogida de los viajeros fue diferente en un lugar u otro: unos son bien recibidos y objeto de acciones de solidaridad, mientras que otros son vistos con desconfianza y hasta hostilidad en una Francia en crisis, con visos de xenofobia. Según Bartolomé Bennassar, las oleadas de exiliados son menos bien recibidas después de 1939.[13]

Estos campos fueron evolucionando con el tiempo. Delante de la mascarada humana[13]​ de la retirada, las autoridades francesas, desbordadas, reagruparon a los refugiados en centros de "control" o de "clasificación" en la frontera,[12]​ más tarde en campos de concentración (término oficial de la época) o de "internamiento"[12]​ situados en principio en el departamento de Pirineos Orientales, como en el caso del campo de Saint-Cyprien, el campo de concentración de Argelès-sur-Mer o el campo de Le Barcarès en la playas. Estos campos de internamiento especializados que reagrupaban especialmente a vascos, antiguos Brigadas internacionales (campo de Gurs), catalanes (Agda, campo de Rivesaltes), ancianos (Bram), y a la división Durruti (Campo de Le Vernet), son creados tierra adentro en febrero de 1939[14][12]​ en los departamentos vecinos del Rosellón, para paliar el crecimiento de las estructuras del litoral y las condiciones sanitarias deterioradas.[15]

Entre los exiliados españoles, la bibliografía omite a menudo a los que desembarcaron en el norte de África. Fueron cerca de 10 000. Anne Charaudeau explica detalladamente la forma en que estos desterrados son tratados después de su llegada.[16]​ Primero detenidos en los campos, a causa de su potencial peligrosidad, los exiliados se vuelven rápidamente una mano de obra indispensable en tiempo de guerra. En Argelia francesa, los exiliados vueltos a capturar son usados en las canteras del Transsaharien desde 1939. En este aspecto, el trabajo forzado de los refugiados no es una invención de la Francia de Vichy, sino que la generaliza. Peter Gaida, doctor en historia por la universidad de Bremen, explica las condiciones de vida de los forzados del Transsahariano después de 1940: "Dans les camps du «Transsaharien», les travailleurs forcés sont exposés à un régime brutal, et de nombreux travailleurs succombent à la faim, aux maladies et à la torture, pour être libérés en mai 1943, après le débarquement des Alliés en Afrique du Nord." (En los campos del Transsahariano, los trabajadores forzados son expuestos a un régimen brutal y numerosos trabajadores sucumben al hambre, las enfermedades y la tortura, para ser liberados en mayo de 1943, después del desembarco de los Aliados en el norte de África).[17]

Enfrentamientos ideológicos derivados de la guerra civil española se reproducen en los campos entre los prisioneros y son explotados por las autoridades francesas, que utilizan por ejemplo las tensiones entre anarquistas y comunistas para controlar a estos últimos, como en le caso de Vernet d'Ariège[18]​ que se convertirá en un campo disciplinario para prisioneros políticos bajo el régimen de Vichy.

Los historiadores de los campos del sudoeste observaron un endurecimiento de la política de internamiento bajo el régimen de Vichy y una «lógica de exclusión».[19]

El régimen de Vichy incorpora además a los republicanos al esfuerzo de guerra sesgadamente, en las Compagnies de Travailleurs Étrangers (CTE) y más tarde en los Groupements de Travailleurs Étranger (GTE) (1940). Entre 1942 y 1943, 26 000 españoles trabajadores de los GTE u otros son enviados, encuadrados en el STO, a las canteras de la Organización Todt en la fachada atlántica.[20]

Para Lilian Pouységur, el episodio de los campos actuó como «un catalizador de la identidad republicana española».[14]​ Tuvo un fuerte impacto en el imaginario republicano, dejando el recuerdo de un país poco abierto a la lucha contra las fuerzas fascistas.

Entre 1939 y 1940, muchos republicanos, por ejemplo José Bort-Vela y su hermano, pidieron enrolarse en las Compañías de Trabajadores Extranjeros y en los batallones de extranjeros del ejército francés, a pesar de la desconfianza de los oficiales hacia estos «rojos». A finales de 1942 son numerosos los que se unieron a la resistencia, el maquis y las fuerzas francesas libres, e incluso contribuyeron a descifrar el código criptográfico alemán de Enigma (el equipo de Faustino Antonio Camazón). Los exiliados republicanos esperan que después de la caída del nazismo, la liberación de Francia contribuirá a la reconquista de su país.[21]​ Durante la liberación de París el primer destacamento del ejército de Leclerc que entró en la ciudad era una sección española.[22]

Los trabajadores españoles o los resistentes republicanos detenidos en territorio francés que no tenían el estatus de prisioneros de guerra fueron deportados hacia diversos campos de concentración franceses (en Saint-Cyprien o Argelès, por ejemplo) y más tarde alemanes. Esparcidos en numerosos campos[23]​(las mujeres republicanas detenidas por actos de resistencia pasan también al campo de concentración de Ravensbrück), constituyen un grupo importante esencialmente en el complejo de Mauthausen, en el cual son registrados más de 7200 españoles: de 7288, 4676 encontraron la muerte.[24]​ En total, 12.000 republicanos españoles[25][26]​ serán encaminados hacia los campos de concentración o de trabajo entre el 6 de agosto de 1940, que marca la primera salida hacia Mauthausen, y mayo de 1945.

El México posrevolucionario, en persona de su presidente Lázaro Cárdenas, declaró aceptar una parte de la emigración desde febrero de 1939,[27]​ a instancias de Chile, que estaba bien dispuesto en este aspecto hacia la República.[28]​ México fue el único país que recibió los emigrados con los brazos abiertos, y con fondos del estado, gracias a los cuales se estableció la Casa de España en México (1938-1940), cuyo descendiente es el actual Colegio de México, y se establecieron la revista España Peregrina y la Editorial Séneca, dedicadas a autores y temas españoles.

Otros países de América latina son centros menores de reemigración hacia los cuales Francia envió refugiados: Argentina, adonde se dirigieron Rafael Alberti o Manuel de Falla, Venezuela, Colombia y Cuba acogieron cerca de 2000 exiliados.[29]

El físico Blas Cabrera acudió a México, los escritores Tomás Segovia, Emilio Prados, Max Aub y José Bergamín también, el médico y biólogo Severo Ochoa, los filólogos Américo Castro y Tomás Navarro Tomás, el escritor Ramón J. Sender, el profesor y político Fernando de los Ríos y la familia de Federico García Lorca (su padre, su hermano Francisco García Lorca, su hermana Isabel García Lorca) a los Estados Unidos, el escritor Manuel Altolaguirre a Cuba. La Generación del 27 fue así dispersada por Europa y América.

Cerca de 20 000 exiliados[30]​ se embarcaron para México, con un nivel cultural más elevado que la media de los demás exiliados: se trata en buena parte de intelectuales, científicos y artistas. Esta aportación contribuyó a la dinamización mexicana: para el historiador y filósofo Juan Marichal, «el exilio español fue una suerte para el país».[31]

La aclimatación es otra diferencia de lo que prevalece en Francia en el mismo momento. El escritor José Gaos, instalado en México, ha forjado el neologismo de transtierro para calificar esta emigración transformada en integración avanzada en las culturas hispanoamericanas, en reacción al término "destierro", más corrientemente empleado.[32]

La cifras de la emigración republicana hacia la URSS son objeto de discusión. La mayoría de los historiadores coincide en calcular su número en varios miles de personas, exclusivamente cuadros del Partido Comunista de España acompañados de sus familias. Se calcula que entre 2900 y 3200 niños fueron enviados a la URSS entre marzo de 1937 y octubre de 1938.[33]​ Olvidados después de la derrota de la República, conocieron destinos diversos, algunos se quedaron en el país, otros -como El Campesino, lograron huir y otros fueron dispersados o murieron combatiendo por su nueva patria (caso del hijo de Dolores Ibárruri) durante la Segunda Guerra Mundial. Este episodio ha suscitado una abundante literatura.[34]

Aunque el campo vencedor ha sido reconocido por los observadores internacionales después de la caída de Barcelona, las cosas no han sido resueltas para España. La Segunda Guerra Mundial ha marginado la suerte de los españoles, el país no es ni tan siquiera un segundo frente. La policía franquista persigue a la oposición y depura las ciudades, dejando una situación que los historiadores califican de "posguerra", desde 1938 hasta el inicio de los años sesenta, período durante el cual los exiliados siguen huyendo del régimen, que consolida su asentamiento.

Algunos de los exiliados, principalmente los hombres en edad militar, se vieron inmersos como combatientes en la inminente Segunda Guerra Mundial, principalmente en el territorio de la propia Francia metropolitana, pero también en la URSS, en el Norte de África y en buena parte del resto de los escenarios de dicha guerra, ya sea como combatientes regulares o participando en acciones de la Resistencia. Casi 9000 republicanos españoles se encontraron también entre quienes sufrieron la deportación a los campos de concentración nazis.

Una parte del exilio republicano marchó a Hispanoamérica, que se benefició de un elenco intelectual y artístico formado en su mayor parte por las instituciones derivadas del Krausismo, la Institución Libre de Enseñanza, la Junta para la Ampliación de Estudios, la Residencia de Estudiantes, el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Escuela y el Museo Pedagógico Nacional, entre otras. Esta fuga de cerebros empobreció la vida cultural de la posguerra española y enriqueció en cambio la de los países de acogida: México (gracias al apoyo del presidente Lázaro Cárdenas), Argentina y Estados Unidos entre otros. Más de quinientos médicos fueron a parar a México. La generación del 14, la generación del 27 y las Vanguardias históricas emigraron en su mayoría a otras tierras. Algunos llamaron a esto trastierro o destierro. Biólogos como Severo Ochoa o Enrique Rioja Lo Bianco, físicos como Arturo Duperier Vallesa o Blas Cabrera, químicos como Enrique Moles, matemáticos como Enrique Jiménez González, Ricardo Vinós Santos o Lorenzo Alcaraz, ingenieros como Francisco Rived Revilla, astrónomos como Pedro Carrasco Garrorena o Marcelo Santaló, oceanógrafos como Odón de Buen, escritores como Manuel Azaña, Max Aub, Ramón J. Sender, Arturo Barea, Manuel Andújar, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Emilio Prados, Paulino Massip, cineastas como Luis Buñuel, artistas como Gausachs, Óscar Domínguez o Pablo Ruiz Picasso, historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, filólogos como Tomás Navarro Tomás, pedagogos como José Castillejo o Lorenzo Luzuriaga, filósofos como Juan David García Bacca, ensayistas como Anselmo Carretero, entre muchos otros de los que no se puede dar cuenta cierta, no pudieron regresar a su tierra o lo hicieron ya muy ancianos, con la restauración de la democracia, sin que ello impida que se dieran numerosos casos de exiliados que regresaron a España durante la época de Franco, pudiendo citarse, entre otros, el caso del general Vicente Rojo o los escritores Manuel Altolaguirre y José Bergamín. Hubo otros que optaron por quedarse y fueron represaliados, como Antonio Rodríguez Moñino, o vivieron en una especie de exilio interior, como Juan Gil-Albert o Vicente Aleixandre, aunque este último recibiese un Premio Francisco Franco en 1949.

En España, tres exposiciones[35]​ marcaron el inicio de las conmemoraciones del 80 aniversario del exlio republicano.[36]

Francia conmemoró oficialmente el 80 aniversario de «la Retirada», particularmente en la ciudad de París[37]​, en los Pirineos Orientales, y en todo el sur del país, en memoria de los 500.000 republicanos españoles que cruzaron la frontera con Francia a principios de 1939. Por primera vez, un presidente de Gobierno español, Pedro Sánchez, visitó en Montauban la tumba del último presidente de la Segunda República Española, Manuel Azaña; también rindió homenaje en la ciudad de Colliure al poeta Antonio Machado, fallecido y enterrado en dicho pueblo en 1939[38]​.

En la capital francesa, el Consejo de París votó por unanimidad crear un jardín dedicado a la memoria de Federica Montseny[39]​ y una calle Neus Català[40]​. Se llevaron a cabo ceremonias, en particular frente al Jardin des Combattants de la Nueve, en el Ayuntamiento de París, ante las placas conmemorativas en memoria de Domingo Tejero Perez[41]​, José Barón Carreño[42]​, Conrad Miret i Musté[43]​ (todos declarados oficialmente por el gobierno francés «Muertos por Francia»), ante la placa en memoria de Manuel Pinto Queiroz Ruiz, o en el cementerio del Père-Lachaise, lugar donde se ubica el monumento a los «Españoles Muertos por la Libertad», en honor a la República española, ante las sepulturas de Juan Negrín y Francisco Boix, o en el Mont-Valérien, en el Memorial Nacional de la Resistencia inaugurado por Charles de Gaulle el 18 de junio de 1960, donde se conservan los tanques republicanos «Teruel» y «Guadalajara».



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