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Fraga Iribarne



Manuel Fraga Iribarne (Villalba, Lugo, 23 de noviembre de 1922 - Madrid, 15 de enero de 2012)[3]​ fue un político, diplomático y profesor español de Derecho.

Fue profesor catedrático de Derecho Político y de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y Económicas.

Su trayectoria política se desarrolló desde los años cincuenta del siglo XX hasta el año 2011, ocupando casi ininterrumpidamente cargos de relevancia política e institucional, tanto en la dictadura de Franco como en el periodo democrático. Fue ministro de Información y Turismo entre 1962 y 1969, vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación entre diciembre de 1975 y julio de 1976, y presidente de la Junta de Galicia entre 1990 y 2005.

Además de diputado y senador durante muchos años, fue uno de los padres de la actual Constitución española de 1978, fundador del partido Reforma Democrática (embrión de Alianza Popular y, a su vez, del actual Partido Popular de España) y candidato a la presidencia del Gobierno de España entre 1977 y 1986.

Nacido en la localidad lucense de Villalba el 23 de noviembre de 1922,[4]​ su madre, María Iribarne Dubois (de quien aprendió francés), era vascofrancesa. Su padre, Manuel Fraga Bello, fue alcalde de Villalba durante la dictadura de Primo de Rivera.[5]​ Manuel fue el primogénito de una familia de doce hijos.[6]

Formado en Derecho, Política y Economía, Fraga ingresó por oposición con el número uno en el Cuerpo de Letrados de las Cortes en 1945 y en 1947 en la Escuela Diplomática. Fue alférez de la Milicia Universitaria.

En 1948 obtuvo la Cátedra de Derecho político de la Universidad de Valencia y en 1953 la de Teoría del Estado y Derecho Constitucional de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad Complutense de Madrid, en donde fue profesor hasta 1987.

En 1951 fue designado secretario general del Instituto de Cultura Hispánica.

En 1953, el ministro de Educación Nacional, Joaquín Ruiz-Giménez Cortés, lo nombró secretario del Consejo de Educación (dos años más tarde, sería secretario general técnico del Ministerio correspondiente).

En 1956 se convirtió en el director del Instituto de Estudios Políticos y en 1957 fue nombrado delegado nacional de Asociaciones, que era una de las delegaciones de la recién creada secretaría general del Movimiento.[7]

Su primer cargo político relevante fue el de Ministro de Información y Turismo, que ejerció desde el 10 de julio de 1962 hasta 1969. Formó parte, por tanto, del IX Gobierno nacional de España (1962-1965) durante la dictadura franquista.

A lo largo de la década en que estuvo al cargo del ministerio, Fraga se convirtió en uno de los dos principales representantes (el otro era José Solís Ruiz) del llamado «sector reformista» (frente al «inmovilista») del régimen. Básicamente, esta tendencia propugnaba la necesidad de pequeñas reformas institucionales, para adecuar el régimen a lo que los cambios económicos y sociales exigían; entre ellas, y con la mente puesta en lo que pasaría tras la muerte de Franco, sugerían que el Consejo Nacional del Movimiento tuviese capacidad de iniciativa política, para dotarlo de la fortaleza necesaria para garantizar el proceso de continuidad hacia la monarquía.[9]

Durante el verano de 1966, formó parte de la comisión que se encargó de redactar el borrador de la ley orgánica del Estado que se aprobaría en noviembre, ley que cerraba el entramado institucional del régimen y que aseguraba la monarquía como forma futura de gobierno.

Con motivo de la celebración de la Pascua Militar de enero de 1967, le fue concedida la Gran Cruz del Mérito Militar.

En cuanto a su labor ministerial, Fraga promovió el desarrollo de la industria turística. De estos años es el eslogan Spain is different! ("¡España es diferente!"),

Los ingresos por turismo se convirtieron rápidamente en el principal capítulo de la economía nacional y, sumados a los envíos del numeroso contingente de emigrantes, sirvieron para permitir una mejora considerable de las condiciones de vida de los españoles a través de la entrada de divisas. Como una consecuencia indirecta, las nuevas costumbres traídas por los turistas se convirtieron en un factor más de debilitamiento del régimen, identificado con un catolicismo preconciliar.

Por otra parte, en tanto que ministro portavoz informó de la ejecución de prisioneros políticos.{cr} Por ejemplo en el caso del dirigente comunista Julián Grimau, al que calificó de "ese caballerete" en rueda de prensa cuando estaba detenido y condenado a muerte. Fue fusilado en 1963. La condena de Grimau provocó una gran campaña de rechazo en el exterior, que no logró salvarle la vida. Fraga justificó entonces la ejecución y posteriormente nunca modificó públicamente su postura. El novelista y exministro del PSOE Jorge Semprún ha dicho que "Fraga fue uno de los ministros que fusilaron a Grimau".[10]

Desde su puesto de ministro llamó por teléfono al padre del estudiante Enrique Ruano, asesinado por la policía política del régimen, para amenazarle con detener a su otra hija, Margot, también militante antifranquista, si no cesaba en sus protestas. El entonces director del diario ABC, Torcuato Luca de Tena, confesó que Manuel Fraga Iribarne le dio las órdenes para publicar anotaciones del diario íntimo de Ruano, manipulándolas a fin de que pareciese una persona inestable que se había suicidado.[11]

Desde finales de 1963 y durante todo el año siguiente, Fraga dirigió personalmente desde el ministerio una operación de propaganda denominada «Veinticinco años de paz», con la que el gobierno pretendía mejorar la imagen del régimen sobre todo en el interior.[12]

Tras el accidente sufrido en 1966 por un bombardero estadounidense, a consecuencia del cual se produjo una fuga radioactiva y la caída de varias bombas de hidrógeno (una en el mar y tres en tierra, dos de las cuales esparcieron material radioactivo en una superficie de 226 hectáreas), Fraga se bañó junto con el embajador norteamericano en la playa de Quitapellejos, en Palomares, en un intento de calmar a la opinión pública y demostrar que no había riesgo alguno.

La Ley de Prensa que Fraga presentó en 1966 (y que se había ido gestando durante la etapa de su antecesor en el cargo Gabriel Arias Salgado) constituyó el punto de partida del llamado «proceso de institucionalización» del régimen, que tenía como fin ofrecer una imagen de tolerancia, sobre todo de puertas afuera. En este sentido, la «Ley Fraga» propició que pudiese emerger

Con todo, entre 1962 y 1966, etapa durante la cual se fueron tomando determinadas medidas preparatorias para la Ley (supresión de consignas; flexibilización de la censura previa; etc.), algunos periodistas y publicaciones muy combativos con el franquismo vieron cómo se les impedía publicar o editar, con el objeto de que, una vez aprobada la Ley, no hubise necesidad de tomar medidas contra ellos poniendo en entredicho el carácter aperturista de la misma.[14]

La Ley, que se aprobó en contra de la opinión de Carrero Blanco y la indiferencia de Franco, regulaba la libertad de expresión para salvaguardar el Régimen, estableciendo unos límites muy ambiguos (que, en todo caso, serían precisados por los tribunales) a la hora de tolerar la crítica o puesta en cuestión del propio Régimen. A estas restricciones, se le sumó en 1968 la aprobación de la Ley de secretos oficiales que, aunque no directa responsabilidad de Fraga, pudo haber sido fomentada por él para minimizar las acusaciones de «mostrar tendencias liberales» que se vertían contra su persona por parte de determinado sectores del Régimen.[15]

Durante este periodo se produjo la dimisión de Miguel Delibes como director del diario El Norte de Castilla ante los intentos de control de Fraga, el secuestro del diario ABC en 1966 y dos años después el del Diario Madrid, que fue cerrado en noviembre de 1971 y su edificio volado; el periódico no era visto con buenos ojos por ningún miembro del gobierno, incluido Fraga, que lo veía como un rival a la hora de protagonizar la reforma del sistema desde dentro.[16]

La conflictividad política y social que se incrementó entre 1965 y 1969, animó a los sectores inmovilistas del régimen a imponer de nuevo la censura previa, que dio por finiquitada la ley de Prensa.

En 1967 se encargó también de la Ley de Libertad Religiosa, que supone una mayor permisividad con las religiones no católicas, lo que él llama "el problema de los acatólicos". En 1968 es comisionado del gobierno para la descolonización de Guinea Ecuatorial, siendo el encargado de firmar el acta de independencia del país el 12 de octubre de 1968.[17][18]

El 24 de enero de 1969 se encargó como secretario del Consejo de Ministros de comunicar a la prensa el decreto de estado de excepción. Casi un año después, fue destituido el 29 de octubre de 1969.[19]

En 1969, año del estado de excepción que se produjo en torno al proceso de Burgos, cesó como ministro. Fraga aprovecha el caso Matesa para hacer daño a los tecnócratas de Carrero Blanco en el gobierno, varios de los cuales estaban implicados en dicho caso. Como ministro portavoz le da al caso toda la publicidad que puede. Franco toma una medida salomónica destituyendo, tanto a los ministros corruptos, como a los que dieron publicidad al tema.

Después de ser ministro y embajador en Londres, ocupa los escaños de procurador en Cortes y consejero nacional del movimiento.

Abandona temporalmente la política para trabajar en la empresa privada. Ocupa el cargo de director general en la fábrica de Cervezas El Águila de Madrid.

En 1973 va en la terna que presenta el Consejo del Reino, junto a Carrero Blanco y Raimundo Fernández-Cuesta, al general Franco, para que este designe presidente de gobierno.

Ese mismo año fue nombrado embajador de España en el Reino Unido, cargo que ejerció hasta la muerte de Franco, vendiendo en el exterior una imagen aperturista de España y contando con el socialista Fernando Morán, que después sería ministro de Exteriores, como cónsul general en Londres y con José Joaquín Puig de la Bellacasa como consejero de embajada. No obstante cuando un piquete de protesta intenta asaltar la embajada española Fraga Iribarne apunta en su diario: "Les hice saber que tenía dos escopetas del doce cargadas con perdigones del cuatro".

El 16 de abril de 1971, firma un documento de más de 2000 firmas pidiendo la liberación del secretario personal de Adolf Hitler, Rudolf Hess.

En torno a la personalidad de Fraga se funda (como sociedad mercantil, puesto que las asociaciones políticas aún no se permiten) un club político denominado GODSA (Gabinete de Orientación y Documentación, S. A.), que desde 1974 se convertirá en una de las asociaciones políticas (aún se evita el nombre de partidos políticos) que permite el denominado espíritu del 12 de febrero, con el nombre de Reforma Democrática. Frente a la ruptura con la legalidad franquista, aboga por una línea reformista que permita llegar, sin convulsiones y de manera controlada, a un régimen democrático.

En 1975 fue nombrado vicepresidente y ministro de Gobernación (cargo equivalente al actual de Interior) del gobierno de Carlos Arias Navarro, en el primer gobierno del rey Juan Carlos.

En estos tiempos convulsos, fue un polémico ministro que acometió dos tareas: llevar a cabo la necesaria reforma política que condujera sin fisuras sociales a una democracia de corte occidental y mantener el orden y la seguridad en la calle en tiempos tan convulsos, con el fin de no conceder la iniciativa a las fuerzas de izquierdas.

Bajo su mandato en el Ministerio en 1976, acuñó la frase «La calle es mía», tras el intento de la oposición de manifestarse el Primero de Mayo, al cual se negó. En esta época también se producen incidentes con las fuerzas de seguridad del Estado: los Sucesos de Vitoria (1976), donde la Policía Armada mató a tiros a 5 obreros al salir de la Iglesia de San Francisco de Asís e hirió a más de 100 personas o la llamada «Operación Reconquista» o sucesos de Montejurra, en la que resultaron dos muertos y varios heridos como consecuencia de un enfrentamiento entre dos facciones rivales del carlismo. Estos acontecimientos debilitaron su imagen de reformista y hombre de centro. En relación con los sucesos de Vitoria, de 3 de marzo de 1976, el Parlamento Vasco, en junio de 2008 aprobó resolución reprobatoria de la actuación del político gallego en relación con los mismos. Continuaron actuando los escuadrones de la muerte en el sur de Francia formados por elementos de extrema derecha, con distintos nombres y apoyados por Policía y Guardia Civil. Las denuncias de torturas acreditadas en los informes de Amnistía Internacional aumentaron.[cita requerida]

Fraga afirmó no disponer de suficientes policías para proteger a la líder comunista Dolores Ibárruri si regresaba a España, lo que motivó la respuesta del dirigente comunista Ignacio Gallego: «Es una actitud evasiva, torpe y grosera, digna de un gobernante graduado en el fascismo" y calificó el reformismo de Fraga de "basado en la represión y la violencia» (Ignacio Gallego, Desarrollo del Partido Comunista, París, Colección Ebro, 1976, p 18 y 272).

Mantuvo reuniones con dirigentes de la oposición como Felipe González y permitió la celebración del XXX Congreso Confederal de la UGT, sindicato todavía ilegal (Madrid, abril de 1976) en el cual Nicolás Redondo fue elegido secretario general.

Apoyó una primera pero reducida amnistía. El 19 de junio de 1976, el afamado periodista Cyrus Sulzberger publica en The New York Times que Fraga le ha manifestado que habrá que legalizar al Partido Comunista tras unas primeras elecciones democráticas. Esto le ocasiona una grave erosión por parte de los inmovilistas del régimen, que agitan contra él los prejuicios anticomunistas.

Durante esta época fue, junto al ministro de Exteriores, José María de Areilza, motor de la reforma política. Sin embargo, estos dos ministros divergían del presidente Arias, que no acababa de avanzar en la superación del franquismo.

El fracaso del gobierno de Arias se saldó con el nombramiento, como nuevo presidente, del que había sido secretario general del Movimiento, el joven Adolfo Suárez. Este consiguió aglutinar a elementos muy heterogéneos, desde miembros del régimen de Franco partidarios de una reforma profunda hasta centristas del interior que habían disfrutado de una relativa tolerancia, en el partido que se llamó UCD. Fraga, junto a Areilza, era uno de los candidatos favoritos por parte de la prensa liberal para presidir el nuevo gobierno, pero finalmente se quedó fuera del mismo.

Fraga no encontró acomodo en UCD, al considerar que era él quien debía liderar el proceso de reforma política, y no Adolfo Suárez, en quien finalmente recayó dicha misión.

En 1976 organiza el partido Reforma Democrática, que va encuadrando inicialmente sobre todo a políticos activos del régimen de Franco proclives a una apertura, frente a posturas contrarias a la reforma como las de Girón o Blas Piñar.

El 23 de septiembre de 1976 funda Alianza Popular (AP) una federación de fuerzas de derecha, partidarias de una democracia de corte europeo y de limitadas autonomías regionales que frenase el avance social del marxismo y del separatismo. En un primer momento, parece que Fraga se dispone a formar un partido de centro junto con José María Areilza y Pío Cabanillas. Sin embargo, finalmente, el exministro de Gobernación se alía con siete expolíticos franquistas, que formarían los llamados por la prensa "siete magníficos", casi todos exministros de Franco y, por lo tanto, de la derecha más conservadora.

Junto a Fraga, forman la coalición derechista Gonzalo Fernández de la Mora, Laureano López Rodó, Cruz Martínez Esteruelas, Federico Silva Muñoz, Licinio de la Fuente, Gregorio López Bravo y Enrique Thomas de Carranza.

Al fundarse Alianza Popular, Fraga dice "creemos en la democracia, pero en la democracia con orden, con ley y con autoridad". Alianza Popular trata de ejercer "una acción que tiende a que una gran parte de las fuerzas conservadoras del país formen un grupo que acepte las reglas democráticas y del sufragio". La nueva fuerza política cuenta en sus filas con 183 procuradores de las Cortes.

En junio de 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas, siendo Manuel Fraga el candidato a presidente del gobierno por Alianza Popular. Esta fuerza política, que se consideraba heredera del "franquismo sociológico" y creía que tenía serias posibilidades de ganar las elecciones, sólo obtuvo 16 diputados, por debajo del 10% de los sufragios y alrededor de un millón y medio de votos. Como era de esperar, fue el centro de Suárez (UCD) el que ampliamente las ganó.

Durante 1977 y 1978 colabora en la redacción de la Constitución Española, formando parte de la ponencia en representación de AP, junto a los centristas Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez-Llorca y Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, el socialista Gregorio Peces-Barba, el comunista Jordi Solé Tura y el nacionalista catalán Miquel Roca. En esa época declara sobre la problemática de las nacionalidades históricas y el carácter de España como nación:

Su contribución a la Constitución y al consenso es importante en estos años. Presenta al líder comunista Santiago Carrillo en una conferencia del Club Siglo XXI. Su actitud conciliadora, abierta y proclive al consenso, consigue que los grupos más a la derecha abandonen AP.

Fraga abandona brevemente la política en 1979 convencido de haber fracasado en su intento de crear una fuerza política de centro-derecha que disputara el poder a un Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que estaba abandonando el marxismo. Sin embargo, en breve retornaría para tratar de dar a su partido, AP, una cara más centrista y moderada, integrando a nuevas personas.

En estos años acuña el concepto de mayoría natural, espectro sociológico dominante que abarcaba las clases medias votantes del centro y la derecha. Pacta con Areilza y Osorio la formación de una coalición más centrada que intenta conectar con lo que entendía era un sector mayoritario en la población.

Pero su mensaje no cala todavía en el cuerpo electoral: en las elecciones de 1979, encabeza Coalición Democrática consiguiendo un grupo parlamentario de apenas 10 diputados y poco más del 6% de los votos: atraviesa la denominada travesía del desierto aguardando a que llegue el fin de una cada vez más inestable UCD.

El 23 de febrero de 1981, Manuel Fraga se encontraba en el Congreso cuando se produjo el intento de golpe de Estado conocido como 23-F. Fraga se enfrentó a los golpistas, y les llegó a decir que o le dejaban salir a él y a todos los diputados o les disparaban.[20]

Tras la intentona golpista, fue recibido por el Rey junto al resto de líderes de partidos nacionales y al presidente del gobierno.

En las primeras elecciones al Parlamento de la Comunidad Autónoma de Galicia, ensaya un cierto viraje autonomista que le permite alcanzar la victoria y el Gobierno regional para su candidato Gerardo Fernández Albor, un galleguista de perfil moderado. Es el primer aviso para una UCD en descomposición que deja abierto el espacio de centro derecha.

Alianza Popular forma en 1982 una amplia coalición con el Partido Demócrata Popular y el Partido Liberal, ambas formaciones procedentes de la UCD, así como con partidos regionalistas de Aragón, Navarra y Valencia.

En 1983, Cambio 16 publica que el jefe de seguridad del presidente de Alianza Popular, Manuel Fraga, es Rodolfo Eduardo Almirón vinculado a la organización terrorista argentina de ultraderecha conocida como la Triple A.

La Coalición Popular obtuvo un 26% de los votos en las elecciones de 1982 y 1986, convirtiéndose Fraga en jefe de la oposición. En cierto modo, Fraga es el gran triunfador de estas elecciones, tras Felipe González, ya que consigue que su fuerza política pase de 9 a 106 diputados y de menos de un millón a más de cinco millones de votos. Se convierte así, con el hundimiento de UCD, en referente del centro-derecha.

Constituido en jefe de la oposición al socialista en el gobierno Felipe González, realiza una política proclive al entendimiento en los grandes temas de Estado, aunque con alguna excepción sonada como la petición de abstención en el referéndum para la integración en la OTAN.

En 1986, tras el fracaso de Alianza Popular en las elecciones al parlamento vasco, dimite y se retira temporalmente de la política. Dejando en el cargo de presidente de AP a Miguel Herrero, el cual se mide con Antonio Hernández Mancha en un congreso del partido que gana el segundo.

En 1987 encabeza la candidatura de los populares al Parlamento Europeo, convirtiéndose en eurodiputado.

Hernández Mancha lidera el partido hasta 1988. Tras una fracasada moción de censura contra Felipe González y los discretos resultados de AP en las locales, autonómicas y europeas de 1987, es relevado de la dirección del partido por su fundador, Manuel Fraga, que en 1988 se convierte en presidente de AP en Galicia.[21]

En 1989 se celebra el congreso de la refundación, AP pasa a ser el Partido Popular, integrando ahora ya en un solo partido a todo el espectro centrista, liberal, democristiano y conservador que había representado anteriormente la Coalición Popular. El entonces presidente de Castilla y León, un joven José María Aznar, es designado candidato a la presidencia del gobierno.

Fraga decide entonces volver a su tierra, Galicia, y presentarse a las elecciones al Parlamento gallego. Ofrece un programa abierto al galleguismo y un mensaje de recuperación de la dignidad de la autonomía gallega en un momento en que gobernaba un tripartito (PSdeG-PSOE, Coalición Galega y Partido Nacionalista Galego), fruto de una moción de censura. La derecha siempre había vencido en tierras gallegas, pero con su candidatura el PP, en coalición con una fuerza nacionalista moderada (Centristas de Galicia), obtiene, por fin, la mayoría absoluta.

Fraga ejerce un fuerte liderazgo durante 15 años. Defiende la identidad cultural gallega dentro de España con la idea de la autoidentificación y un autonomismo avanzado con su propuesta de administración única, inspirada en técnicas político-administrativas propias del federalismo de ejecución. Fue una etapa en la que el Partido Popular en Galicia tuvo una indiscutible personalidad propia que llegaba a todos los intersticios de la sociedad gallega. Su reverso político fue el líder nacionalista Xosé Manuel Beiras con el que sostuvo memorables enfrentamientos políticos y un corto período de entendimiento.

Sus detractores le acusan de fortalecer las redes de poder provincial en las que descansa el tradicional caciquismo gallego y de establecer un control de los medios de comunicación gallegos por la vía de convenios y subvenciones. Le hacen responsable de una política desarrollista escasamente planificada. Proliferaron parques empresariales en zonas de nula vocación industrial, concentraciones parcelarias sin real interés agrario e inversiones dispersas al servicio de líderes locales con escasos efectos multiplicadores. Recuerdan que su período es el de la consolidación del feismo urbano, de la destrucción de valores paisajísticos gallegos (monocultivo de eucalipto, minicentrales eléctricas, parques eólicos, macroplantas de acuicultura y canteras en espacios de alto valor natural) y el de la colosal contaminación de las rías. El macroproyecto arquitectónico de la Cidade da Cultura ha sido objeto también de vivas controversias.

Sus partidarios hacen hincapié en los avances en electrificación y telefonía rural, el desarrollo de la viticultura y el saneamiento ganadero, la mejora de las carreteras interiores, la defensa de la conexión con la Meseta mediante autovías, el despegue espectacular del desarrollo turístico a mediados de los noventa y la eficaz ayuda a decenas de miles de emigrantes en Argentina y Uruguay, durante la aguda crisis económica que padecieron estos países a principios de siglo XXI. Destacan la política de extinción de incendios forestales que pasó de 100.000 hectáreas quemadas en 1989 a un promedio de 20.000 en los años de su mandato. Recuerdan que, con Manuel Fraga, Galicia obtuvo transferencias competenciales que la colocaron a un nivel de autogobierno puntero equiparable al de Cataluña.

Manuel Fraga fue uno de los presidentes autonómicos pioneros en desarrollar una activa acción exterior, algo que se creía vedado para las comunidades autónomas en función de la competencia del Estado central en materia de relaciones internacionales. Fueron polémicas sus buenas relaciones con Fidel Castro, influidas por el hecho de que la familia de Fraga había vivido en Cuba, mientras que el padre de Fidel era gallego.

Contribuyó a la mutación del espectro político gallego. Sus posiciones galleguistas y las redes locales de poder hicieron desaparecer a Coalición Galega y el nacionalismo de centro. Aumentar al 5% el número de votos necesarios para conseguir representación, acabó aglutinando al nacionalismo de izquierdas en torno al BNG, que llegó a ser, en sus dos últimas legislaturas, la segunda fuerza política en Galicia.

Como consecuencia del hundimiento del petrolero Prestige cerca de las costas gallegas a finales de 2002, Fraga fue muy criticado por la inacción y división desatada en el seno su gobierno, entre los que demandaban una mayor exigencia hacia el Gobierno de Aznar y los que optaban por la sumisión. Aznar acabó imponiendo la salida del gobierno de su delfín (Xosé Cuíña Crespo), ofreciendo a cambio un Plan de infraestructuras conocido como Plan Galicia. La masiva contestación en las calles, azuzada por el colectivo nacionalista[cita requerida] Nunca Máis, no impidió que, pocos meses después, el PP saliera ganador de las elecciones municipales en la mayoría de las poblaciones costeras afectadas por la marea negra, aunque con retrocesos significativos en las ciudades y villas de tamaño medio (Vivero, Ribadeo, Monforte, Carballo...).

En las de 2005, siendo ya uno de los mandatarios en activo más ancianos del mundo, volvió a ganar las elecciones por amplio margen respecto del segundo partido en número de votos pero perdió la mayoría absoluta. La alianza de gobierno entre PSdeG y BNG impidió que Fraga obtuviera de nuevo la presidencia de la Junta de Galicia, la cual pasó a Emilio Pérez Touriño (PSdeG).[22]

Fraga ocupó un puesto de senador designado por el Parlamento gallego, cargo para el que fue elegido en 2006 con 74 votos de los 75 que conforman el parlamento autonómico. En marzo de 2008 vuelve a ser designado senador autonómico por Galicia, esta vez con los votos del Bloque Nacionalista Galego y del PSOE. Su partido optó por abstenerse en esta votación.

Fue uno de los políticos en activo más ancianos del mundo, dedicándose a la escritura de libros (donde supera los 80) y a dar conferencias. Fraga ocupó desde 1990 el cargo honorífico de presidente-fundador del PP.

Presidió, al ser el senador más longevo, la mesa de edad en la constitución de la cámara alta en 2008, donde aprovechó para recordar su idea de reformar el Senado en un sentido autonomista.

Fraga tuvo una posición propia con eco por sí misma dentro de su partido. Defendió posiciones claras en polémicas internas. Así mostró su simpatía por el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, en quien vio un líder capaz de captar el voto progresista, defendió la reforma del Estatuto de Andalucía pese a la adjetivación como nacional que contiene para esa comunidad, advirtió de los peligros de hacer seguidismo a la cadena radiofónica COPE por sus posiciones que él juzgó como demasiado extremistas, abandonó una votación en el Senado para no ir en contra de una de sus ideas autonomistas (la participación autonómica en la designación de los magistrados del Tribunal Constitucional) y animó a una línea reformista sin renunciar a los valores tradicionales de la derecha española. A su vez, en la polémica trama del Caso Gürtel - investigación iniciada en febrero de 2009 dedicada a una presunta red de corrupción política vinculada al Partido Popular - Fraga, en unas declaraciones a la Cope, se refirió a Rita Barberá como "extraordinaria y por encima de toda sospecha", para añadir que "no diría lo mismo" de Francisco Camps, mostrando así indicios de duda sobre la inocencia o culpabilidad del político valenciano en dicha trama.[23]

En 2007, en unas declaraciones a Faro de Vigo, comparó a Franco con Napoleón, afirmando que

Y respaldó las declaraciones de Jaime Mayor Oreja, dirigente del Partido Popular que se negó a condenar el franquismo. Consideró que la España de la década de 1930 «no era para vivir», comentando el asesinato de Calvo Sotelo. Al mismo tiempo criticó al Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero:

En 2009 declaró a Faro de Vigo que Ava Gardner le había invitado a tomar unas copas, pero que el la rechazó y eso le sentó mal a la diva.[25]

El 2 de septiembre de 2011 finalmente anuncia su renuncia a la política activa.[26]

El 15 de enero de 2012, aproximadamente a las 22:30 horas, Fraga muere a los 89 años de edad en su casa de Madrid a consecuencia de un paro cardiaco al no haberse recuperado de una neumonía que le atacaba desde hacía varios días.[27][28]

Durante los tres primeros siglos de la modernidad hispanos y americanos nos mantuvimos integrados en un mismo Imperio español, unido más por el Derechos que por la fuerza, en cuanto que cimentado en los principios de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley y de la protección de los más débiles, ambos consagrados en las Leyes de Indias por primera vez en la historia de los derechos humanos. Durante tres centurias los europeos transferimos a América toda la tecnología y la ciencia de que disponíamos, y realizamos en ella colosales obras de infraestructura: de infraestructura física -como caminos, puertos y ciudades-; y de infraestructura cultural -como universidades, imprentas, hospitales y templos-. Todavía siguen siendo útiles por doquier muchas de aquellas construcciones.

Publicación pionera sobre la historia política de Puerto Rico y el controvertible debate sobre si el actual estatus es un “Estado Libre Asociado” o una “colonia con cadena más larga” de los Estados Unidos de América (según descrito por el prócer graduado de la Universidad Harvard, de origen paterno vasco, don Pedro Albizu Campos).

Sobre esta obra el mismo Fraga Iribarne expresó:

Sobre Cuba declaró:

A lo largo de su carrera, Manuel Fraga ha sido laureado con las más altas condecoraciones civiles españolas, entre las que figuran:[35]

Ha recibido distintas condecoraciones internacionales, entre las que figuran:[47]






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