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Historia de Aragón



El territorio que actualmente comprende la comunidad autónoma de Aragón históricamente se ha caracterizado por su condición de encrucijada, ocupando un solar del noreste de la península ibérica que ha servido de puente entre la costa mediterránea, el centro peninsular y las costas del mar Cantábrico. La presencia humana en las tierras que hoy forman la comunidad autónoma aragonesa data de hace varios milenios, pero Aragón, como muchas de las actuales nacionalidades históricas, es fruto de la Edad Media.

En el siglo VIII, con base en la invasión musulmana de la Hispania visigoda y el consecuente hundimiento del Estado visigodo surgen diversos reductos cristianos de resistencia al Islam, entre ellos el futuro embrión de Aragón. En el siglo IX un reducido territorio ubicado entre los valles de Canfranc y Hecho tutelado por el Reino de Pamplona y a la sombra del Imperio carolingio tomaría el nombre del río Aragón, denominación que está documentada por primera vez en el año 828, y dando comienzo por tanto a la historia de Aragón. Con el paso del tiempo Aragón iría ampliando fronteras durante los siglos en los que primero fue Condado, luego Reino, definiendo unos límites territoriales que se conservan en la actualidad. A continuación se detalla la historia de Aragón en las distintas épocas.

Los más antiguos testimonios de vida humana en las tierras que hoy componen Aragón, se remontan a la época de las glaciaciones, en el Pleistoceno Medio, hace unos 600.000 años. Esta población nos dejó la industria Achelense que encontró sus mejores armas en los bifaces de sílex o los hendedores de cuarcita; restos de ellas encontramos en las terrazas de San Blas en Teruel, en la zona de Cauvaca de Caspe, en el Barranco de Arbolitas de Borja y en los alrededores de Calatayud, en la zona de Miedes; el valle del Jalón fue uno de los más frecuentados por el hombre paleolítico.

Con la llegada de la glaciación de Würm en torno al 80.000  a.  C., aparece un nuevo tipo humano, el hombre de Neandertal, del que se conservan varios molares procedentes de la cueva de los Moros de Gabasa. Desarrolló la cultura Musteriense, que ocupa todo el Paleolítico Medio, hasta el 40.000  a.  C. aproximadamente; esta cultura se caracteriza por una industria de sílex a base de puntas, raederas y denticulados, junto con una incipiente industria ósea. Existen en Aragón tres cuevas con importantes yacimientos musterienses: Eudoviges de Alacón en Teruel, la Fuente del Trucho de Colungo y los Moros de Gabasa en Huesca.

El Paleolítico Superior comienza en torno al 40.000  a.  C. y aparecen dos nuevas culturas: Solutrense y Magdaleniense.

La Solutrense está representada en la Cueva de Chaves, en Bastarás (Huesca) donde desarrollaron una industria a base de puntas de escotadura, raspadores y buriles.

Los magdalenienses dejaron una industria ósea de azagayas y una lítica de hojitas de dorso y abundantes raspadores y buriles.

La cabra y el conejo fueron el alimento básico de estas gentes, aunque es probable que se dedicaran también a la pesca.

(mapa) El Epipaleolítico se centra en el Bajo Aragón, ocupando la época entre el séptimo y el quinto milenio. Presenta una industria de tipo geométrico y de tamaño microlítico, destacando las formas de triángulos, trapecios y medias lunas.

El hábitat es un abrigo rocoso amplio, no muy profundo, orientado al sol y dominando los ríos Matarraña o Algás. Se sitúan en la provincia de Teruel (Botiquería dels Moros y Els Secans en Mazaleón) o en la de Zaragoza (La Costalena en Maella, el Serdá y el Sol de la Piñera en Fabara).

La economía de estas poblaciones sigue siendo depredadora, dedicándose a la caza y a la recolección.

(mapa) En la primera mitad del quinto milenio antes de Cristo apareció un nuevo modo de vida basado en una economía de productores, conocedores de la agricultura y la ganadería, que continúan cazando animales como una actividad complementaria.

La existencia de molinos de mano, de piedra dura, atestiguan la actividad de la molienda, del mismo modo que algunas hachas pulimentadas presentan en el filo huellas de haber sido usadas como azuelas para labores agrícolas.

Se encuentran restos neolíticos en las Sierras Exteriores oscenses y en el Bajo Aragón.

El Eneolítico se caracteriza por dos fenómenos: el afianzamiento de las construcciones megalíticas y la extensión de la cultura de vaso campaniforme.

La Provincia de Huesca presenta dos núcleos megalíticos importantes: el Prepirineo de las Sierras Exteriores y los altos valles pirenaicos.

La cueva del Moro de Olvena, en la que aparecen once puntas de flecha de hueso, con dataciones de los siglos XVI y XV  a.  C., representa el mejor exponente de la edad del Bronce Antiguo.

En el Bronce Medio se sitúan los importantes yacimientos de la comarca de Monzón: tozal Marcullo, Pialfor, Conchel, Morilla y tozal Franché, con más de doscientas hachas pulimentadas en sus alrededores. Las cerámicas son lisas, algunas con apéndice de botón en el asa y carenas medias y bajas. Entre los elementos metálicos destacan los punzones de sección rectangular y un puñal triangular con engrosamiento central y dos remaches. También en la cuenca del río Sosa están documentados varios poblados, al igual que en el Bajo Cinca y Alcanadre.

Las hojas de hoz de sílex son muy frecuentes, lo cual confirma una intensa actividad agrícola.

En la Sima de la Aldehuela la peculiaridad más característica vino marcada por ser un hábitat en cueva profunda.

El Bronce Final comienza en Aragón en torno al 1100  a.  C. con la llegada de la cultura de los campos de urnas. Se trata de gentes indoeuropeas, con un supuesto origen en el Centro de Europa, que incineran a sus muertos colocando las cenizas en una urna funeraria. Existen ejemplos en la Cueva del Moro de Olvena, la Masada del Ratón de Fraga, Palermo y el Cabezo de Monleón en Caspe.

Desde el punto de vista metalúrgico parece existir un auge dado el aumento de moldes de fundición que se localizan en los poblados.

En Aragón durante la Edad del Hierro hay una continuidad en la ocupación de los poblados y utilización de las mismas necrópolis de los pastores, agricultores y ceramistas de la edad anterior.

La Edad del Hierro es la más importante, puesto que a lo largo de los siglos que dura se constituye el verdadero sustrato de la población histórica aragonesa.

La llegada de centroeuropeos durante la Edad del Bronce por el Pirineo hasta alcanzar la zona bajoaragonesa, supuso una importante aportación étnica que preparó el camino a las invasiones de la Edad del Hierro. Por otro lado están las aportaciones mediterráneas. Su actividad comercial va a constituir un poderoso estímulo para la metalurgia del hierro, fomentando la modernización del utillaje y del armamento indígena, sustituyendo el antiguo bronce por el hierro. La presencia de productos fenicios, griegos y etruscos en yacimientos aragoneses se constata en las vasijas del Piuró del Barranc Fond y San Cristóbal de Mazaleón y en las importaciones griegas de Cretas, Azaila y Calaceite.

En el Siglo VI  a.  C. existen seis grupos con distinta organización social: vascones, suessetanos, sedetanos, iacetanos, ilergetes y celtíberos citeriores.

Son grupos iberizados con tendencia a la estabilidad, fijando su hábitat en poblados duraderos, con viviendas que evolucionan hacia modelos más perdurables y estables. Tenemos en Aragón muchos ejemplos, entre los que destacan Cabezo de Monleón en Caspe, Puntal de Fraga, Roquizal del Rullo o Loma de los Brunos.

El tipo de organización social estuvo basado en el grupo familiar, constituido por cuatro generaciones. Sociedades autosuficientes en las que la mayor parte de la población se dedicó a actividades agrícolas y ganaderas. En el ámbito ibérico el poder fue monárquico, ejercido por un rey; existía una asamblea democrática con participación de la población masculina.

Existieron diferenciaciones sociales visibles y estatutos jurídico-políticos establecidos.

Las tierras aragonesas vieron llegar con rapidez a los romanos, que progresaron con facilidad hacia el interior. Ello determinó de inmediato la extensión de la actividad romana contra sus ciudades como Hibera, capital de los ilercavones.

El regreso de Escipión a Roma y su sustitución por nuevos mandatarios empezó a institucionalizar un auténtico ejército de ocupación que variaría pronto su actitud para mostrar su verdadera faz.

Los ilergetes toleraron mal la presencia romana y mucho peor la ubicación de sus ejércitos. La caída de los ilergetes Indíbil y Mandonio en la revuelta que protagonizaron con otros pueblos del valle en el 205  a.  C., junto con la derrota del primer frente indígena organizado, cambió el rumbo de la dominación. Guerras y pactos de ilergetes y suessetanos contra Roma se saldaron con victorias para la última, con tributos y exacciones que marcaron el comienzo de una política opresiva.

En el reparto territorial que hizo Roma de Hispania, Aragón quedó incluida en la Hispania Citerior. En el año 197  a.  C., Sempronio Tuditano es el pretor de la Citerior y hubo de hacer frente a un levantamiento general en sus territorios que terminó con la derrota romana y la propia muerte de Tuditano. Ante estos hechos el Senado envió al cónsul Marco Porcio Catón con un ejército de 60.000 hombres. Los pueblos indígenas de la zona estaban sublevados, menos los ilergetes que negociaron la paz con Catón. La trascendencia de las campañas de Catón fue la clave de la pacificación del Ebro.

La actitud romana de asegurar territorio y comenzar su explotación es duramente contestada por los indígenas año tras año. El 194  a.  C. ve un levantamiento general con eliminación de la mitad del ejército romano. El 188  a.  C. Manlio Acidino, pretor de la Citerior, debe enfrentarse en Calagurris con los celtíberos, en el 184  a.  C. Terencio Varrón lo hizo con los suessetanos, a los que tomó la capital, Corbio. Comienza a ser habitual el regreso de los generales de Hispania con cantidades ingentes de metales preciosos.

Adscrito a la provincia Tarraconense, este territorio formó parte, casi en su totalidad, del convento jurídico caesaraugustano (mapa.) La estabilización con César es el preludio de la eficaz administración romana que inauguró luego Augusto.

A mediados del Siglo III comenzó la decadencia del Imperio romano. Entre los años 264 y 266 los francos y los alamanes, dos pueblos germánicos, cruzaron el Rin, que era la frontera norte del Imperio, y asolaron Francia; pasaron los Pirineos y llegaron hasta Tarazona, a la que saquearon.

En la agonía del Imperio surgieron grupos de bandidos que se dedicaron al pillaje. El valle del Ebro fue asolado en el siglo V por varias bandas de malhechores llamados bagaudas.

(mapa) La región quedó integrada en el reino visigodo, quedando expuesta a las incursiones de los vascones rebeldes y de los vecinos francos.

No se dispone de documentación específica referida a los territorios del actual Aragón integrados en la administración visigoda, lo que obliga a hacer extensiva a sus núcleos la información general, de procedencia legal y conciliar, sobre los cuadros organizativos. En conjunto se puede afirmar que la ordenación visigoda se basó en la perduración de lo romano y en el modelo bizantino.

En la primavera del año 714 y como parte del proceso de expansión del Islam, contingentes árabes y bereberes se lanzaron a la conquista del Valle del Ebro, que ocuparon rápidamente y no abandonaron hasta cuatro siglos más tarde. (mapa)

Considerada como una zona fronteriza, el conjunto de tierras del valle medio del Ebro pertenecía a la Marca Superior o Marca Extrema (mapa), de la que el actual Aragón ocupaba su parte central. Fue una región eminentemente agrícola, en la cual ni la ganadería ni la artesanía, con productos de lujo como pellizas, alcanzaron un desarrollo importante.

Antes de la época de los reyes de taifas esta zona estaba encabezada por un jefe de la Marca, nombrado por el poder cordobés, que residía en Zaragoza. De este personaje dependían los gobernadores de los distintos distritos, nombrados, al menos hasta el siglo X, por el califa.

Desde el punto de vista geográfico, las tierras hoy aragonesas solían estar repartidas en varios distritos, como fueron Zaragoza, Huesca, Calatayud, Boltaña y la región del río Piedra y de Molina. En el valle bajo del Cinca, las fortalezas de Monzón y Fraga dependían del distrito de Lérida.

Se desarrollaron importantes luchas entre los propios jefes musulmanes, árabes o muladíes por esforzarse, cada uno de los clanes, en incrementar sus dominios y su área de influencia. La posición extrema de la región con respecto al resto de al-Ándalus concedió rápidamente a la Marca Superior una cierta autonomía política, hasta el punto de que los emires y luego los califas se contentaron con exigir simples muestras de lealtad por parte de los gobernantes musulmanes, otorgándoles una autoridad casi sin límites, pero las numerosas intervenciones militares (los soberanos omeyas comisionaban a sus generales para aplastar rebeliones y en algunos casos se vieron forzados a intervenir personalmente) indican que el poder central tenía la firme intención de seguir siendo el dueño incontestable.

(Extractado del artículo principal Banu Qasi) Los Banu Qasi (en árabe, بنو قاسي) fueron una importante familia muladí cuyos dominios se situaron en el valle del Ebro entre los siglos VIII y X, durante la pertenencia de esta región a la Hispania musulmana.

Descendían del conde Casio, un noble visigodo que gobernaba la región comprendida más o menos entre Tarazona, Ejea y Nájera al producirse la conquista musulmana del reino visigodo y que se convirtió al Islam e hizo vasallo de los Omeyas a cambio de poder conservar sus dominios (hacia el año 713). De ahí el nombre de la familia, Banu Qasi: los hijos de Casio, que acrecentaron su poder e independencia hasta su declive en el siglo IX.

La guerra civil en Córdoba, a principios del siglo XI, no dejó de afectar a la región y, como en el resto de la España musulmana, el derrumbamiento de la dinastía Omeya condujo a la constitución de un estado independiente o taifa. El reino de Zaragoza fue uno de los más brillantes de al-Ándalus durante casi un siglo. Los tuyibíes, clientes de los omeyas, siguieron siendo los dueños de la Marca Superior hasta 1038, en que los Banu Hud llegaron al poder (mapa).

Sobre el Pirineo aragonés oriental, en los valles de los ríos Ésera e Isábena, había surgido el condado de Ribagorza, vinculado al reino franco durante el s. XI, y junto con el condado de Sobrarbe (mapa) fue anexionado por el rey pamplonés Sancho el Mayor (1005-1035). Gracias al cobro de parias, hizo de Navarra el primer gran Estado cristiano. Justamente cuando el califato cordobés se estaba desmoronando, el monarca navarro se apoderó también de Castilla, ensanchó el reino a costa de León, en cuyos asuntos intervenía, e incluso obtuvo el vasallaje del conde de Barcelona.

Las acciones fronterizas de las tropas francas suscitaron el alzamiento contra el islam de los valles pirenaicos, cuyos pobladores seguían siendo cristianos; se formó sobre el curso alto del río Aragón (Hecho, Canfranc), el pequeño condado de Aragón, que si en un principio fue franco, en el S. IX ya se había independizado bajo el gobierno del conde indígena Aznar I Galíndez.

El afianzamiento de la dinastía condal de Aragón en la figura de Andregoto Galíndez y su matrimonio con el rey de Pamplona García Sánchez I, condujo a la unión de ambas entidades políticas, pero conservando Aragón una cierta personalidad que había sido reforzada por el renacer de la vida monástica y la organización de una diócesis coincidente con los límites del condado.

Ramiro I (1035–1063), instituyó por primera vez un reino de Aragón que había heredado y liberado de la tutela navarra, llegando a abarcar ya toda la vertiente hispánica del Pirineo Central (mapa). Una norma en su testamento, por la que se impedía repartir entre todos los hijos el patrimonio real, permitió la gran expansión de este reino.

Sancho Ramírez (1063–1094) se hizo vasallo del Papa y le pagó tributo, impulsó vigorosamente el avance de las fronteras aragonesas hacia el Sur, a costa del floreciente reino musulmán de Zaragoza, constituido sobre el Ebro central después de la disgregación en taifas del califato de Córdoba. (mapa)

La incorporación del reino de Pamplona (1076) (mapa) aumentó la potencia ofensiva de los reyes aragoneses, y Pedro I (1094–1104) pudo ocupar las ciudades de Huesca y Barbastro, donde fueron trasladadas las sedes episcopales de: Jaca y Roda

Alfonso I el Batallador (1104–1134), en el curso de pocos años, con la valiosa colaboración de la nobleza feudal del sur de Francia, conquistó los núcleos urbanos y comarcas de Zaragoza, Tudela, Tarazona, Calatayud y Daroca, cambiando de este modo radicalmente las estructuras sociales y los horizontes espirituales del pequeño reino de montañeses que hasta entonces había sido Aragón. (mapa)

El singular testamento del rey Batallador, quien había fracasado en su matrimonio con la reina leonesa doña Urraca y no tuvo descendencia, determinó la separación del Reino de Navarra.

El reinado de Ramiro II el Monje (1134–1157) fue breve y marcado por el problema de sucesión que se plantearía a su muerte. Su solución fueron los desposorios de doña Petronila, hija de Ramiro II, a la edad de un año con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.

Al morir Alfonso I sin hijos, el Reino de Aragón pasaba dificultades ya que Navarra se separaba y parte del reino incluyendo Zaragoza había sido ocupado por el rey de Castilla, Alfonso, que reclamaba el trono. La nobleza aragonesa, recelosa de Castilla, nombró rey al hermano de Alfonso I, Ramiro, un monje. En menos de un año, Ramiro abandonó el monasterio, se casó con una mujer, y tuvo una hija, Petronila, y le buscaron un marido. Pactaron esposarlo con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, formando así una unión dinástica. Se casaron en 1134, cuando Ramón Berenguer tenía 26 años y Petronila 2 años. De esta forma Aragón obtenía una salida al mar, y se evitaba una posible asimilación futura por parte del reino de Castilla, debido a la gran extensión en la península ibérica de Castilla. También, a diferencia de Castilla, los condados catalanes tenían una tradición pactista donde el rey gobernaba de acuerdo con la nobleza. Los condados catalanes, por otro lado, conseguían situar en medio un aliado contra un enemigo potencial como el Reino de Castilla, y un aliado al lado contra otro enemigo potencial, el Reino de Francia. Del matrimonio nació Alfonso II, que heredaría los dos territorios.[2]

Alfonso II (1164–1196), puede ser considerado el primer monarca de la Corona de Aragón así instituida, que conservaría siempre la denominación del primitivo reino formado en los Pirineos. Alfonso II se liberó del vasallaje que, por las tierras conquistadas en tiempos de Alfonso I, debían los monarcas aragoneses al rey de Castilla.

Jaime I el Conquistador (1213–1275), agregó a su corona los reinos de Mallorca y Valencia. Al tomar la taifa valenciana, el monarca cerraba el capítulo de las conquistas aragonesas en la Península, ratificado el año 1244 por el Tratado de Almizra, que marcaba los límites de expansión de cada monarquía y dejaba el reino de Murcia dentro de la órbita castellana; a la vez que renunciaba a sus derechos en el sur de Francia en el Tratado de Corbeil (1258). La Corona aragonesa jamás conseguiría eliminar las fronteras internas que, a causa de los antagonismos de sus oligarquías, separaban a catalanes, aragoneses y valencianos. Empujada por el comercio y dueña de las Baleares, la Corona de Aragón buscará en adelante la expansión mediterránea, aventura imperialista heredada luego por la monarquía española. (mapa)

El avance hacia Valencia introdujo en la sociedad cristiana una gran diversidad étnico-religiosa, sustrato de futuros conflictos sociales y culturales. Jaime I permitió a través de capitulaciones que una parte de los musulmanes permanecieran en los territorios recién adquiridos.

Dedicados a la artesanía o al campo, los mudéjares constituyeron una parte importante de la fuerza de trabajo de Aragón.

Pedro III el Grande (1276–1285), depositario, por parte de su mujer Constanza, de ciertos derechos sobre la Italia meridional, aprovechó las llamadas “Vísperas sicilianas” (1282) para adueñarse de Sicilia e iniciar con ello una pujante política de expansión marítima de la Corona de Aragón, que respondía perfectamente a los intereses mercantiles de los navegantes catalanes en las costas del Mediterráneo. En las Cortes de Ejea (1265) se configuró jurídicamente una de las figuras más singulares de Aragón: el cargo del Justicia mayor, que con el tiempo tendría autoridad incluso sobre el rey en la aplicación de los Fueros de Aragón.

La habilidad política de Jaime II (1291–1327) le valió la investidura de Córcega y Cerdeña. En este tiempo un ejército de mercenarios almogávares intervino activamente en los asuntos del imperio bizantino, apoderándose de los ducados de Atenas y Neopatria, que fueron aragoneses hasta 1388.

Al fallecer sin sucesión directa el rey Martín el Humano (1395–1410), y para resolver los casi dos años de interregno los representantes parlamentarios de Aragón, Valencia y Cataluña arbitraron un original procedimiento electivo, Compromiso de Caspe en 1412, en el que designaron como nuevo monarca a Fernando I (1412-1416), miembro de la dinastía castellana de los Trastámara.

Alfonso V el Magnánimo (1416–1458) reanimó y llevó a su apogeo la hegemonía aragonesa en el Mediterráneo Central; conquistó el reino de Nápoles, se convirtió en árbitro del complejo mundo político italiano de su época e intentó, por otra parte, frenar el avance de los turcos otomanos por el SE. de Europa.

Juan II (1458–1479), rey también de Navarra por su primer matrimonio, supo vencer, tras largos años de guerra civil, una violenta insurrección de Cataluña, que puso en peligro la unidad de la Corona de Aragón en un periodo de crisis económica y de graves convulsiones sociales (impuso la obediencia a la Corona en unas capitulaciones firmadas en Pedralbes en 1472). Tuvo que abandonar los condados del Rosellón y la Cerdaña, pero sentó las bases de la futura monarquía española al lograr casar en 1469 a su hijo Fernando (ya rey de Sicilia desde 1468) con la heredera de Castilla Isabel.

Convertida en reina, Isabel I de Castilla (1474), Fernando II accedió al trono de la Corona de Aragón en 1479.

Bajo el reinado de los Reyes Católicos la política exterior de la Corona de Aragón se funde con la de Castilla; pero cada una de las regiones, reinos de Aragón y Valencia y principado de Cataluña, conservó su autonomía interna con sus instituciones privativas y sus propias Cortes.

La unión personal de Isabel y Fernando, cuyo matrimonio se celebró en 1469, en Valladolid, fue el inicio de la castellanización de la monarquía. La Inquisición se introdujo en Aragón entre 1482 y 1484, desde Castilla, como una buena solución castellana, lo mismo que en 1492 fueron obligados al exilio todos los judíos y falsos conversos (unos seis mil salieron de Aragón), so pena de perder su vida. En apenas tres meses todas las juderías de las ciudades aragonesas quedaron abandonadas; se perdió un importante contingente de población entre la que había profesionales muy cualificados. En 1516 murió Fernando, que reinó 37 años en Castilla y vivió 33 meses en Aragón, llamado por muchos historiadores el mejor rey de Castilla.

En cuanto a la aventura americana aragonesa, no fue importante en cantidad, pero sí decisiva. Gabriel Sánchez, Tesorero real de Aragón, recomendó a Colón ante el rey Fernando. El testamento de la reina Isabel que prohibía el trasiego de extranjeros a las Indias afectó a la presencia de aragoneses que necesitaban de permiso. Pero esta prohibición no debió ser muy efectiva, ya que, según la Enciclopedia Aragonesa, desde el fallecimiento de la reina en 1504, hasta que Felipe III concede el libre acceso a Indias a todos los súbditos de su monarquía, según los datos de la Casa de Contratación, hay súbditos de la Corona de Aragón que participan en la conquista y colonización de las Indias. Ya tan pronto como en 1527 Johan d´Ampiés, zaragozano, funda Coro (Venezuela).

Fue a fines del Siglo XV cuando se consolidaron las instituciones aragonesas, y fue entonces cuando los dirigentes políticos aragoneses comenzaron a dar una serie de pasos para lograr que la mayoría de los aragoneses se identificaran con el reino y con el territorio.

En 1499 la Diputación General de Aragón estableció el escudo heráldico que, desde entonces, ha identificado a Aragón como su principal emblema iconográfico.

En 1504 se decretó en Castilla la conversión obligatoria o la expulsión de los mudéjares, pero la nobleza aragonesa que basaba buena parte de su riqueza en la mano de obra mudéjar (unos 30 000, que trabajaban los campos, alfarería y madera), no permitió que se aplicara en Aragón.

Fernando II murió en 1516, y heredó el trono de Aragón su nieto, Carlos I de España. El viejo reino de Aragón no era sino un pequeño país que en el fogaje de 1495 contaba con poco más de 210.000 habitantes, 51.540 fuegos, apenas desarrollado y con una clase dirigente más preocupada por sus intereses particulares que por el bienestar del reino.

En 1526 se obligó a los mudéjares a convertirse al cristianismo pasando a denominarse moriscos. En Aragón el bautismo no produjo ningún cambio en sus vidas, ya hablaban y vestían como cristianos; una vez bautizados cumplían externamente, pero internamente seguían siendo musulmanes.

La expansión de las competencias de la Inquisición, más allá de lo puramente religioso, violentó las leyes y el derecho aragonés. Fue un instrumento que utilizaron los monarcas para socavar las libertades y protecciones ofrecidas por los fueros de Aragón y para implantar una justicia bajo su propio control.

Era una sociedad muy jerarquizada y férreamente dividida en estamentos (grupos sociales): nobles, caballeros, infanzones, hidalgos, clérigos, ciudadanos de muy diversa condición, e incluso siervos sujetos a la tierra y sometidos al régimen feudal que imponían sus señores.

El Siglo XVI fue de desarrollo económico, y sobre todo de crecimiento demográfico, propiciado por el final de las epidemias de peste que habían diezmado la población en los Siglos XIV y XV.

En 1592, después de la represión de las Alteraciones de Aragón, incluyendo la ejecución del Justicia por orden del rey, se celebraron Cortes del reino en Tarazona; en ellas Felipe II de España obtuvo la potestad de destituir al Justicia a su voluntad, se prohibió a los diputados convocar a los municipios sin permiso real, el rey podría nombrar un virrey que no fuera natural del reino y se podría aplicar pena de muerte a quien convocara a los aragoneses en defensa de las viejas libertades forales; Felipe II extrajo de los aragoneses un tributo de 700.000 libras jaquesas.

En 1610 Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de todos los Reinos y Estados de la Corona de España, lo que repercutió en el Reino de Aragón con casi 70.000 exiliados; las zonas despobladas hubo que repoblarlas con franceses, navarros y catalanes; deshecho el tejido productivo, hizo perder muchas rentas.

La monarquía española puso todo su interés en acabar con todas aquellas referencias que recordaran el pasado del reino de Aragón.[cita requerida] Felipe III impidió que se reunieran las Cortes de Aragón durante todo su reinado, desde 1598 hasta 1621. Los aragoneses se mostraron indiferentes ante la pérdida de libertades y derechos políticos pero se revolvieron ante la situación social y económica que se creaba (pestes, hambre, guerras...).

Felipe IV de España, auspició la creación de la llamada Unión de Armas, un ambicioso plan que suponía la constitución de una milicia armada en la reserva, a la que Aragón hubiera aportado 10 000 hombres. Las Cortes de Barbastro de 1626 acordaron una aportación de solo 2000 hombres, pero aún ese menor número supuso un esfuerzo superior al que el reino se podía permitir, resultando en un endeudamiento creciente. En estas Cortes se volvió a manifestar la discordia entre la posición del rey y la de los estamentos aragoneses; las empresas de los Austrias obligaron a Aragón a aportar grandes cantidades de dinero; todo el territorio quedó en un grado de deterioro intenso que llevó a la mendicidad y el pillaje.

En 1641, desde Aragón, se movilizó un poderoso ejército para someter al principado de Cataluña que reivindicaba su derecho de autonomía; las pérdidas que supuso para Aragón esta guerra se vieron incrementadas por una desastrosa administración, unas deudas crecientes en todas las entidades públicas y una crisis social muy aguda.

A finales del siglo XVII, el rey Carlos II de España, seguía incrementando los impuestos para cubrir los gastos de las guerras en las que estaba involucrada España.

En septiembre de 1701, el rey Felipe V de España fue jurado como nuevo rey de Aragón, al tiempo que acataba los fueros aragoneses; los aragoneses volverían a ratificarlo como rey en 1702, pero en 1705 se alzarían en armas (Guerra de Sucesión) a favor de Carlos de Habsburgo, salvo algunas localidades como Calatayud o Tarazona que mantuvieron su apoyo a Felipe V.

Victorioso Felipe V, en 1707 derogó los fueros de Aragón y suprimió sus instituciones particulares; restablecidas por Carlos de Habsburgo en un conato de victoria, fueron derogadas definitivamente en 1711, salvo el derecho civil entre particulares. Este fue el final de la Corona de Aragón que entró a formar parte de la unidad política, gobernada por las leyes de Castilla, decretada por Felipe V.

Aragón seguía sumido en una profunda crisis económica, pobreza y subdesarrollo, donde la propiedad de la tierra seguía siendo feudal; los pequeños propietarios se vieron obligados a vender sus tierras a los grandes latifundistas; los propietarios incrementaron la presión sobre sus campesinos. La situación se hizo insostenible.

Las malas cosechas entre los años 1763 y 1766 produjeron la falta de abastecimiento en las ciudades, que terminaron en la revuelta social.

Aragón a fines del Siglo XVIII era un país lleno de contradicciones: motines y escasez, pero obras públicas e ilustrados; es el siglo del Canal Imperial de Aragón y Goya.

Este pueblo, a finales de esta centuria, era el primer productor de trigo de toda España.

En marzo de 1808 abdicó Carlos IV de España y Napoleón aprovechó para invadir España. Las masas populares recibieron armas de la capitanía general, organizando el general Palafox la defensa ante la avalancha francesa. Zaragoza resistió dos sitios, rindiéndose tras el segundo, en 1809. Huesca ya estaba ocupada y a mediados de 1809 todo Aragón era gobernada por los generales y corregidores franceses.

Al terminar la guerra de la Independencia en febrero de 1814, Aragón estaba destruido y con una población empobrecida.

El rey Fernando VII de España no acató la Constitución de Cádiz de 1812, abriéndose un periodo en el que triunfaron los absolutistas.

Proclamada la Constitución en 1820, comenzó el llamado Trienio Liberal, en que los absolutistas boicotearon cualquier intento de modernización; se creó tal tensión que en 1822 el capitán general proclamó el estado de guerra; un ejército compuesto por varios miles de soldados franceses, los Cien Mil Hijos de San Luis, irrumpió en España, acabó con el gobierno liberal e impuso un régimen absolutista.

En 1833 murió Fernando VII, y en 1837 se abolieron los señoríos, los diezmos que se pagaban a la iglesia, y se produjo la Desamortización (provocó la ruina y abandono de los grandes monasterios).

En 1833, en la división provincial de Javier de Burgos, el territorio aragonés fue dividido en tres provincias: Huesca, Zaragoza y Teruel.

En las tres guerras Carlistas entre 1833 y 1876, Aragón fue escenario de luchas entre carlistas e isabelinos; en la pérdida demográfica de Aragón sólo se salva Zaragoza, que hizo de motor económico de toda la región.

En 1852 se firmó el proyecto ferroviario de Zaragoza con Barcelona.

En septiembre de 1868 se formaron en Zaragoza, Huesca y Teruel sendas Juntas Revolucionarias que proclamaron el derrocamiento de la reina Isabel II; estalló la insurrección republicana.

En noviembre de 1870 las Cortes españolas proclamaban rey a Amadeo I de España; este suprimió los símbolos de Navarra y Aragón del escudo de España para cambiarlos por las armas de Saboya. El rey renunció a la corona de España en febrero de 1873.

La proclamación de la I República fue celebrada por los aragoneses; en las elecciones de mayo del 73, todos los escaños que correspondían a Aragón fueron a parar al bando republicano.

En 1874 se restauró la monarquía en la figura de Alfonso XII. En 1883 se redactó un proyecto para la constitución del Estado Federal Aragonés, que no tuvo éxito.

Se revitalizó el estudio de Aragón y lo aragonés.

Los primeros treinta años del siglo fueron de desarrollo agrícola, y aunque no aumentó demasiado la superficie cultivada, sí que hubo notables incrementos en la productividad.

La exposición Hispano-Francesa de 1908, en Zaragoza, sirvió como escaparate internacional para dar a conocer los productos aragoneses; los abundantes edificios modernistas de principios de siglo, tanto en las ciudades como en el medio rural, son una buena muestra del desarrollo económico de estas décadas; es el nuevo estilo que triunfó entre la clase burguesa, que aprovechaba la abundancia de mano de obra barata para obtener cuantiosas plusvalías. Zaragoza concentró la mayor parte de talleres y fábricas, provocando un enorme desequilibrio demográfico en Aragón.

Hubo un desequilibrio político que se manifestó en huelgas, debidas a la gran conflictividad social y política, acentuada entre 1917 y 1923. Los sindicatos CNT y UGT alentaron juntos sus reivindicaciones sociales y laborales (alcanzando Zaragoza, en 1919, la máxima cota española de jornadas perdidas por huelgas). Los anarquistas asaltaron en 1920 el cuartel zaragozano del Carmen y ese mismo año dos empleados del ayuntamiento de Zaragoza fueron asesinados.

El día 4 de junio de 1923, el Cardenal-Arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila y Romero, fue asesinado por dos pistoleros anarquistas.

El 13 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de Rivera, de acuerdo con el rey Alfonso XIII, dio un golpe de estado y se hizo con el poder, hasta enero de 1930. La dictadura no fue demasiado estricta, se instauró la censura y se recortaron las libertades públicas, pero se produjo un gran desarrollo en la región, principalmente en: Comunicaciones por carretera y ferrocarril (se concluyó la línea de ferrocarril del Canfranc), política hidráulica (fundación de la Confederación Hidrográfica del Ebro y ampliación de la red de regadíos en 72.163 Ha.) y mejoras en los pueblos de las tres provincias (construcción de numerosos centros escolares y otras infraestructuras).

El 30 de octubre de 1923 un amplio grupo de notables integrados en la Unión Regionalista Aragonesa, firmó un manifiesto de adhesión al dictador, condicionada al establecimiento de una amplia autonomía; y en el mes de diciembre presentaron un Proyecto de Bases para un Estatuto de la Región Aragonesa dentro del Estado español. Ninguna de las iniciativas fue tenida en consideración por el dictador.

En 1927 se creó la primera emisora de radio de la región, Radio Aragón.

En 1928 fue inaugurada la Academia General Militar en Zaragoza (cuyo primer director fue el general Franco). En ese mismo año, el rey de España, Alfonso XIII, Primo de Rivera y Gaston Doumergue, presidente de la República francesa Estación Internacional de Canfranc.[4]

En enero de 1930, Primo de Rivera es obligado por Alfonso XIII a dimitir, por el temor del rey a que el desprestigio de la dictadura afectara a la monarquía.

El viernes 12 de diciembre de 1930, el capitán Fermín Galán sublevó en compañía de un significado número de oficiales y suboficiales a la tropa de los diferentes acuartelamientos de Jaca y proclamó la república. Dos días después fue derrotado por tropas leales al gobierno, juzgado y fusilado.

En 1931, el gobierno de la Segunda República Española no trajo la paz social y fue incapaz de controlar la situación; entre 1931 y 1934 hubo nueve huelgas generales. El 7 de junio de 1936 se presentó el Anteproyecto de Estatuto de Autonomía de Aragón, cuyo desarrollo se vería abortado por el conflicto armado inmediato.

En julio de 1936 estalló la Guerra Civil; el levantamiento militar contó con el apoyo de los principales propietarios, de la banca y de las fuerzas de derecha; en agosto de 1936, Aragón estaba dividido en dos zonas, después de que la rápida intervención de las milicias revolucionarias catalanas y valencianas recuperaran la zona oriental.

La asamblea convocada en Bujaraloz a finales de septiembre de 1936 por el Comité Regional de la CNT Aragón, con delegaciones de los pueblos y las columnas confederales, siguiendo las directivas propuestas del 15 de septiembre de 1936 en Madrid por el Pleno Nacional de Regionales de la CNT, de proponer a todos los sectores políticos y sindicales la formación de Consejos Regionales de Defensa vinculados federativamente a un Consejo Nacional de Defensa que haría las funciones del gobierno central, acuerda la creación del Consejo Regional de Defensa de Aragón.

A pesar de su origen revolucionario es regulado y legalizado el 6 de octubre por decreto del gobierno y celebra su primera asamblea el 15 de octubre del mismo año.

En el Aragón republicano, constituido el Consejo Regional de Defensa de Aragón con capital en Caspe (Zaragoza), en muchos pueblos se proclamó el comunismo libertario; se constituyeron comités revolucionarios que asesinaron a derechistas, a propietarios rurales y a miembros del clero; por su parte, los militares persiguieron a los políticos de izquierdas, republicanos y a los sindicalistas, muriendo fusilados una gran parte de ellos.

El 10 de agosto de 1937 tropas del ejército republicano ocupan militarmente el territorio administrado por el Consejo Regional de Defensa de Aragón, disolviéndolo.

En Aragón se libraron algunas de las batallas más importantes de la Guerra Civil: la de Belchite, la de Teruel y la del Ebro.

El último parte de guerra se dictó el día 1 de abril de 1939. En un Aragón maltrecho, la década siguiente fue de hambre, racionamiento, estraperlo... La resistencia republicana, encuadrada en la Agrupación guerrillera de Levante y Aragón, continuó combatiendo a la dictadura franquista durante esa década, y hasta su desaparición recibió una respuesta represiva que incluyó masacres como la de Monroyo.

En Zaragoza, en 1954, se estableció una de las bases americanas (a cambio Estados Unidos proporcionó a España alimentos y otras materias primas).

En 1964 se creó en Zaragoza uno de los llamados Polos de Desarrollo. La dictadura de Franco abordó algunas grandes obras públicas e incluso se ampliaron los regadíos; se produjeron avances en política social: Seguridad Social, acceso de los jornaleros agrícolas a la propiedad, acceso a estudios superiores por medio de becas, Universidades laborales, acceso a la propiedad de la vivienda mediante protección oficial...

En 1967 fueron reprimidas con dureza las primeras revueltas estudiantiles.

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