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Historia de Asturias



Historia de Asturias cubre el periodo desde que las tribus astures se asentaron en esta zona de la franja cantábrica hasta la sociedad posindustrial moderna de nuestros días. Los asturianos actuales son descendientes directos de los astures transmontanos,[1]​ ya que los astures cismontanos o augustanos habitaban los territorios que actualmente se conocen como León, Zamora y Orense. En cuanto a la etimología del término Asturias, algunos autores creen que su origen se halla en el nombre del río Astura (hoy río Esla), cuyos ribereños fueron llamados astures por los autores romanos.

Los asturianos han habitado la zona que ocupan actualmente desde el neolítico. Como en todos los casos en que esta se remonta a tiempos en los que no hay registros, existen numerosas hipótesis sobre su origen. Se cree que los actuales asturianos son fruto de la mezcla de los astures transmontados, procedentes de la zona centroeuropea, con habitantes autóctonos de origen totalmente desconocido.

Los asturianos poseen una lengua románica propia, el asturiano, también llamado bable, hablada por en torno a 100.000 habitantes de forma frecuente, y entendida por 400.000 personas, según Ethnologue, y una cultura, instituciones e historia propias que les diferencia y aporta identidad como pueblo diferenciado.

Asturias fue ocupada por grupos humanos desde el Paleolítico Inferior (hace 100.000 años) en un periodo comprendido entre el Achelense y el Musteriense. Existen pinturas rupestres que datan de hace 30 000 años y corresponden a las culturas Solutrense, Magdaleniense y Auriñaciense pertenecientes al Paleolítico Superior y propias tanto de los pueblos de la Cordillera Cantábrica como del sur de Francia.

Por medio de los yacimientos conocidos hasta el momento, se cree que los primeros pobladores de Asturias se instalaron en el litoral cantábrico y en los valles ribereños: cuevas del Pindal (Ribadedeva), de Posada, de Tito Bustillo (Ribadesella), del Buxu (Cangas de Onís), de San Román de Candamo (Candamo) y la de la Covaciella (Cabrales).

En el Mesolítico se desarrolló una cultural original, el Asturiense, propia del oriente de Asturias y el occidente de Cantabria. Estos asentamientos se encuentran en bocas de cuevas próximas al mar o bajo abrigos, generalmente próximos a la costa, aunque también en montañas cantábricas del interior.

Del Neolítico asturiano quedan pruebas como los treinta dólmenes de la necrópolis prehistórica del Monte Areo, entre Carreño y Gijón, de 5.000 años de antigüedad, así como túmulos o el Ídolo de Peña Tú (Llanes). En algún momento las anteriores culturas abandonaron las cuevas y dominaron la agricultura y la ganadería.

Según Avieno, en su descripción de las costas del occidente europeo, fueron los Oestrimnios el pueblo que habitaron en un principio el norte peninsular y la costa atlántica hasta Bretaña. Serían los descendientes de unos primeros habitantes que serían un pueblo preindoeuropeo y otro indoeuropeo no celta. Estos fueron desplazados por otros que formaban el Ofiusa (nombre que recibía todo el norte peninsular): Cempsos, Sejes, Ligus y Draganos. De estos, los draganos ocuparían la actual Asturias y serían el pueblo de origen celta que la invadió.

El periodo entre el abandono de las cuevas hasta casi la romanización es bastante desconocido. Los autores griegos o latinos hablan de tribus bárbaras y aguerridas que vivían en las selvas y montañas. Escritores romanos como Plinio el Viejo y Pomponio Mela y griegos como Estrabón hablan de dos tribus principales separadas por la Cordillera Cantábrica: los astures augustanos con capital en Asturica (la actual Astorga) cuyos dominios llegaban hasta el Duero, y los astures transmontanos que se extendían entre el río Sella y el Navia. No obstante, hoy se entiende que estas divisiones son producto de la practicidad romana a la hora de establecer sistemas administrativos y policiales, y no como muestra de identidades precisas indígenas.

Existe también constancia escrita de las duras luchas mantenidas entre astures y cántabros a lo largo del cauce del Sella[cita requerida]. Así como de la rudeza y bravura de ambos pueblos y su resistencia a ser dominados por los romanos.

A este periodo pertenecen muestras de la presencia humana en Asturias como son los castros. Entre ellos, el castro de Coaña es un poblado astur construido a comienzos de nuestra era cerca de la capital del concejo de Coaña. Perdió importancia a partir del siglo III y se le ha relacionado con las explotaciones auríferas en el Navia. Otros castros destacados son el de Pendía (Boal), el Chao Samartín (Grandas de Salime), San Chuis (Allande), Os Castros (Taramundi), Cabo Blanco (El Franco), La Sobia y La Cogollina (Teverga), la Campa Torres (Gijón), Caravia y así hasta una cifra en torno a los 300.

A finales del siglo I a. C. los romanos tenían la necesidad de terminar la conquista de toda la península ibérica. En ese momento sólo los pueblos del norte: Astures y Cántabros no estaban bajo el yugo romano. La motivación principal del interés imperial por esta región era el oro del subsuelo del área noroccidental peninsular, conocido para los romanos por la expedición contra Gallaecia de Bruto; también el joven emperador Augusto necesitaba de alguna victoria que glorificase su posición. En el año 29 a. C. se unen los vacceos, astures y cántabros en su lucha contra los romanos, y estos concentraron todo su poder militar en el norte peninsular. César Augusto tuvo que ponerse personalmente al frente de sus tropas.

Siempre según las fuentes grecolatinas, en el año 25 a. C. los astures cruzaron los montes de la Cornisa Cantábrica y acamparon en el río Astura (río Esla). Dividiendo sus fuerzas en tres columnas pretendían atacar a otros tantos campamentos romanos. De no haber sido por la traición de la ciudad de Brigaecium que avisó a los romanos dándoles tiempo a reorganizarse y rechazar el ataque, los astures hubieran arrasado las tropas del general Publio Carisio. Tras sufrir esta derrota, los astures se refugiaron en el oppidum de Lancia que fue atacada y ocupada por el legado de Lusitania.

Sin embargo, esta victoria no supuso el final de la resistencia astur. En efecto, los romanos tuvieron que enfrentarse con sucesivas rebeliones que periódicamente surgían a causa del trato recibido por el invasor o del levantamiento de impuestos. Así pues, hubo varias rebeliones en el 24 a. C., 22 a. C. y una última en el 19 a. C. que fue la más duramente represaliada. Augusto con el deseo de una rápida pacificación le dejó el mando de sus tropas a su mejor estratega: Agripa.

La caída y desmembración del Imperio romano, que no pareció haber ejercido mucha influencia en el territorio astur, se produce en el siglo V. En el siglo VI, la invasión de la Península por los visigodos y suevos es rechazada por los astures, manteniéndose por consiguiente al margen de la influencia cultural germánica.

Entre el siglo V y el VIII se instaló en Asturias el cristianismo primitivo.

En el momento en que los musulmanes ganaron, en la batalla de Guadalete, al reino visigodo de Toledo, los cristianos de Toledo huyen para buscar refugio en Asturias. Es en este momento cuando las reliquias que hoy se guardan en la Cámara Santa de la Catedral llegan a Asturias. Primero se guardaron en el Monsacro (Montes de Morcín) y luego en Oviedo. Esta región nunca sufrió una intensa arabización, ya que las ocupaciones por parte de los musulmanes eran eventuales y tenían más un carácter de razzias.

En el año 716 se produce en Asturias una primera revuelta contra el poder musulmán, al mando de un caudillo (probablemente noble) llamado Don Pelayo. Esta revuelta fue sofocada y Pelayo detenido y encarcelado.

Don Pelayo consigue huir en el año 717 de Córdoba, llega al río Piloña en 718 y ese mismo año consigue convertirse en jefe de los Astures, tras conversar y convencer a los pueblos astures de la necesidad de unir sus fuerzas frente "al enemigo común". En mayo de 722 tiene lugar un segundo enfrentamiento en la Batalla de Covadonga contra el general árabe Munuza. Esta fue más una victoria guerrillera que militar. Don Pelayo, con la intención de consolidar su triunfo, se proclama rey en Cangas de Onís, fundando el Reino de Asturias.

La monarquía asturiana, a consecuencia de varias escisiones y reagrupaciones, daría paso en los siglos siguientes a los Reinos de León, de Galicia, de Castilla y de Portugal. A partir de ese momento y hasta 1492 la península ibérica estará dividida en una parte musulmana y otra cristiana.

Con Fruela la capitalidad pasó a Oviedo. Allí, el abad Máximo y su sobrino Fromestano habían construido un cenobio benedictino sobres las ruinas de un castro romano. Castro que, en tiempos de Augusto, protegía la cercana ciudad de Lucus Asturum (probablemente en la zona de Lugones) y se situaba en lo alto de la colina Obetao. Alfonso II el Casto amuralla la ciudad, construye la primitiva basílica de San Salvador y la basílica de San Julián de los Prados.

Durante el siglo IX entre los reinados de Ramiro I y Alfonso III el Magno se construyen: San Miguel de Lillo, Santa María del Naranco, la iglesia de San Salvador de Valdediós y Santa Cristina de Lena.

El Reino de Asturias se fracciona tras la muerte del rey Alfonso III el Magno, quien reparte sus dominios entre tres de sus cinco hijos. Estos dominios incluían, además de Asturias, el condado de León, el de Castilla, el de Álava, el de Galicia y el de Portugal (que entonces era solo la frontera sur de Galicia). García se quedó los dos primeros condados fundando el Reino de León. Ordoño II se quedó con Galicia y Portugal, y Fruela II se quedó Asturias y heredó, más tarde, el reino de León de su hermano García I, que no tuvo descendencia.

Tras la unión de los dos reinos el de Asturias y el de León, la capitalidad pasó a la bien amurallada y romana ciudad de León. Con lo que Asturias se convirtió en una región apartada y de difícil acceso, únicamente visitada con objeto de las peregrinaciones a Santiago de Compostela, cuando los peregrinos del Camino de Santiago se desviaban hasta Oviedo para visitar las reliquias de la Catedral.

La pérdida de esta influencia provocará varios movimientos secesionistas; unos de los más importantes serían, en el siglo XII, el levantamiento del conde Gonzalo Peláez en contra del rey Alfonso VII y de Urraca, que gobernaba Asturias en nombre del Rey.

En 1388, mediante el Tratado de Bayona, Juan I de Trastámara y Juan de Gante ponen fin a sus disputas por el trono de Castilla pactando el matrimonio de sus hijos Enrique III de Castilla y Catalina de Lancáster, ceremonia que se celebra en la catedral de Palencia. A ambos se les otorga la condición de príncipes de Asturias, quedando así instaurado el Principado de Asturias y el título que en adelante ostentará el heredero de la Corona. Además, se vinculaban de este modo a esta una serie de territorios que, debido a su aislamiento, constituían un foco constante de rebelión.

En los primeros tiempos de la institución le pertenecía al príncipe el territorio asturiano como patrimonio y podía nombrar jueces, alcaldes, etc. que gobernaban en su nombre. Esta situación cambió con los Reyes Católicos, que redujeron el título a una condición honorífica.

Asturias desempeñó un papel importante en la sublevación que tras la muerte de Enrique IV inició el rey Alfonso V de Portugal en favor de los derechos sucesorios de su sobrina Juana y contra Isabel la Católica. Alfonso V se apoyó en nobles castellanos descontentos e Isabel en las tropas enviadas por Asturias y Vizcaya.

Durante este periodo se terminan las obras de la Catedral de Oviedo, iniciada por el obispo don Gutierre de Toledo en el siglo XIV y a finales del siglo XVI, el obispo asturiano Fernando Valdés Salas funda la Universidad de Oviedo.

Cuando Napoleón Bonaparte invadió España en 1808 con el apoyo de los afrancesados se inició la Guerra de la Independencia, la Junta General del Principado de Asturias se declaró soberana y reunida en la Sala Capitular de la Catedral tomó la decisión de declarar la guerra a los franceses, formando un ejército para batirse con ellos en el Pajares.

Asturias fue escenario de algunas batallas durante la Primera (1833-1839) y Tercera Guerra Carlista en 1873-1876. En esta última Oviedo fue sitiado por las tropas carlistas aunque resistió, dando este hecho, probablemente, origen a la tradición gastronómica local del Día del Desarme.

En 1852 se abrió oficialmente el primer tramo de una línea de ferrocarril entre Gijón y Langreo (Ferrocarril de Langreo). Este tramo unía Gijón y Carbayín y fue la tercera línea de España y la primera de Asturias. Comenzó en este Siglo XIX la industrialización de las Cuencas Mineras, muy especialmente Mieres y La Felguera (Langreo). Por otra parte el carbón venía explotándose en esta zona desde el Siglo XVIII.

En Asturias se daba un plurisecular aislamiento. Había falta de instrucción pública, que soto recaía en las clases privilegiadas. La creación de la Universidad de Oviedo en 1608, no resolverá el problema por estar desvinculada de las transformaciones en los estudios superiores que se habían ido produciendo en otros lugares.

Incluso durante el siglo XVIII, a pesar de que la iglesia cede la tradicional hegemonía en las iniciativas culturales y educativas, los cambios no serán profundos. Por otro lado, la prensa (gacetas, diarios, ensayos, etc.) tan importante en otros lugares en Asturias no será elemento dinamizador por la ausencia de industrias impresoras en la región. Así la cultura ilustrada solo llegará a grupos muy reducidos.

La minoría ilustrada trató de introducir sus ideas a través del poder (despotismo ilustrado), en Asturias formarán parte ella pequeños sectores de la nobleza terrateniente y el clero, es decir, círculos reducidos y elitistas de la sociedad que se reunirán en salones, tertulias y conferencias y mantendrán contacto con la intelectualidad europea.

Asturias aportará importantes nombres a la Ilustración española: El primero, el padre Feijoo, precursor de la generación, el tratadista militar Álvaro Navia Osorio, marqués de Santa Cruz, el médico Gaspar Casal, los economistas y políticos José del Campillo y Cosío y Flórez Estrada, el jurista y escritor Martínez Marina, el académico de la historia Canga Arguelles, los políticos conde de Toreno y conde de Campomanes y cerrando el siglo el político, economista, literato, historiador, filósofo y ensayista Gaspar Melchor de Jovellanos.

Benito Jerónimo Feijoo, padre benedictino nacido en Orense, emprenderá en el convento de San Vicente una labor de investigación y estudio en diversos campos. Durante prácticamente toda su vida en Oviedo será catedrático en la universidad (entre 1709 y 1764).

En sus obras el Teatro Universal y Cartas eruditas y curiosas, defenderá la experiencia y la razón como medio para alcanzar el conocimiento. Denuncia la situación de pobreza del campesinado asturiano y realizará una crítica profunda de la sociedad, los males provocados por la ignorancia, la religiosidad popular y la superchería y brujería.

Sus ideas serán seguidas por un grupo de personajes influyentes como Campomanes, ministro de Carlos III, que llevará a cabo un plan renovador de la realidad social: cultura, enseñanza, economía.

El gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos es, sin duda, una de las más extraordinarias personalidades asturianas de todos los tiempos y la figura más representativa del movimiento ilustrado español. Además de desempeñar cargos políticos como ministro de Gracia y Justicia (aunque su visión reformista de los problemas legislativos le enfrenta con las nuevas orientaciones políticas, por lo cual es destituido al cabo de unos pocos meses) realizó importantes aportaciones teóricas y prácticas en economía, agricultura, enseñanza o en teatro y espectáculos públicos.

En el Informe sobre la ley agraria señala la urgencia de una profunda reforma en el campo que afecte tanto al régimen de la propiedad como a la introducción de cambios en los cultivos y a la necesidad de la formación de los campesinos.

En Memoria para el arreglo de la pálida de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España (1796), critica ciertas fiestas populares.

La preocupación de Jovellanos por su tierra, verdadero asturianista, y el ostracismo al que se vio sometido durante gran parte de su vida le hizo llevar a cabo multitud de empresas en la región como:

En comunicaciones, el proyecto de una carretera a Castilla por Pajares y la carretera carbonera; y la mejora de los puertos, especialmente el de Gijón, donde se volcará en la creación en 1794 del primer centro de España en formación de expertos en navegación y mineralogía el Instituto de Náutica y Mineralogía, todo un triunfo del las ideas ilustradas sobre la educación frente a las nuevas necesidades científicas y sociales.

En industria, impulsa las explotaciones mineras y la industria siderúrgica en Asturias.

Además, critica los prejuicios hacia ciertos sectores de la población asturiana en Cartas del viaje de Asturias: Sobre el origen y costumbres de los vaqueiros de alzada en Asturias.

Pone en pie la Academia Asturiana, institución que intentará velar por su lengua, e historia.

Desde su cargo de director de la Sociedad Económica de Amigos del País, fundada bajo sus auspicios y los de Campomanes, tendrá como objetivo la difusión de las novedades científicas y técnicas europeas, promoviendo así la instrucción y riqueza cultural y material que permita generar un futuro industrializado en Asturias.

Los grupos que tradicionalmente habían detentado el control sobre las clases más deprimidas emprenderán también durante esos años algunas medidas.

Así, por ejemplo, por iniciativa de M. Arboleya y el obispo Martínez Vigil, se fomenta el Catolicismo Social que emanaba de la encíclica Rerum Novarum de León XIII. En ciertos sectores de la burguesía se emprenden medidas encaminadas a la fundación de centros de enseñanza destinados tanto a adultos como a jóvenes: Universidad Popular, Ateneos, etc.

Pero la clase obrera asturiana ya desde los primeros años del siglo XX toma conciencia y participará en los conflictos que estallan en 1901, 1903 y 1906 en Gijón, La Felguera o Mieres. Todos ellos terminan en fracaso lo que provocará que la Unión General de Trabajadores (UGT) pierda 5/6 de sus afiliados.

A pesar de ello a los pocos años, en 1910, en Gijón el movimiento anarquista aglutina a 4.500 afiliados y los socialistas a unos 3.200; mientras que en Oviedo los afiliados socialistas suponen un 72% con 1200 obreros.

En este año es fundado por Manuel Llaneza el Sindicato Minero (SOMA) que alcanza en dos años los 12.000 afiliados. El sindicato, en la misma línea que otros movimientos socialistas combina las negociaciones con las huelgas, lo que le permite alcanzar importantes conquistas sociales.

Además participa en actividades políticas, ocupando ya desde la alianza entre republicanos y socialistas concejalías en muchos municipios entre ellos Oviedo y Gijón en 1909. En el campo surgen también asociaciones, como por ejemplo la Unión de asociaciones agrícolas de Asturias que a partir de 1911 se convertirá en la Federación Agrícola Asturiana.

Con la Primera Guerra Mundial, a pesar del dinamismo que provoca en ciertos sectores, tanto socialistas como anarquistas coinciden en la necesidad de llevar a cabo movilizaciones y protestas a causa de la subida de precios, las malas cosechas o la falta de abastecimiento. Los conflictos de 1917 serán duramente reprimidos, especialmente en las zonas mineras.

Durante los siguientes años el Sindicato Minero consigue algunas mejoras laborales: reducción de la jornada laboral, subidas de salarios (aprovechando la reactivación del sector minero por la huelga de los mineros ingleses).

El final de la huelga inglesa significara la caída de los salarios y la reducción de plantillas. El líder Manuel Llaneza transigirá' ante estas medidas solicitando al gobierno medidas proteccionistas para el sector hullero, lo que provoca el descontento entre los afiliados, abriéndose un periodo de conflictos internos en que el propio Manuel Llaneza será apartado de la dirección del Sindicato en 1921.

El triunfo de la revolución rusa agravará aún más la situación al desencadenarse un debate interno entre los socialistas de si incorporarse a la III Internacional (convocada por los comunistas rusos) o seguir fieles a la II Internacional socialista. Un sector, entre ellos el antiguo dirigente de la FSA Isidoro Acevedo, abandonará el partido. Los afiliados del Sindicato Minero que le siguen son expulsados del SOMA y formarán el "Sindicato Único de los Obreros Mineros de Asturias" (SUM).

Con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera, el Sindicato Minero al igual que el Partido Socialista pactará, ofreciendo su colaboración y apelando a la negociación a cambio de mantener intacta su organización. Los comunistas y anarquistas, entre tanto, no estarán dispuestos a la colaboración por lo que serán vigilados y su sindicato suspendido en 1924. Al final de la Dictadura, el descontento es general, incluso en el Sindicato Minero que ve cómo el número de afiliados en 1920 de 20.000 se reduce a 3000 en 1928.

Los comunistas y cenetistas salen de la clandestinidad y su sindicato llega a 9.000 afiliados. En estos años Manuel Llaneza será sustituido por González Peña en la dirección del sindicato.

La Revolución de Asturias de 1934 fue una insurrección obrera que formaba parte de la "huelga revolucionaria" y el movimiento armado organizado en toda España conocido con el nombre de Revolución de octubre de 1934 y que sólo arraigó en Asturias,[2]​ debido fundamentalmente a que allí la CNT si que se integró en la Alianza Obrera propuesta por los socialistas de la UGT y el PSOE, a diferencia de lo sucedido en el resto de España. De ahí que la forma de organización social y política de la Comuna Asturiana (nombre con el que también se conoce a la Revolución de Asturias, por sus similitudes con la Comuna de París de 1871)[3]​ fuera la instauración de un régimen socialista[4]​ en las localidades donde predominaban los socialistas (o los comunistas), como Mieres donde se proclamó la "República Socialista" o como Sama de Langreo, o el comunismo libertario donde predominaran los anarcosindicalistas de la CNT, como en Gijón y sobre todo en La Felguera.[5]​ Fue duramente reprimida por el gobierno radical-cedista de Alejandro Lerroux, contra el que se había lanzado la insurrección por haber dado entrada en el gobierno a tres ministros del partido no republicano CEDA, recurriendo, por decisión del general Franco que dirigió las operaciones militares desde Madrid, a las tropas coloniales marroquíes (los regulares del Ejército de África) y a la Legión procedentes del Marruecos español.[6]

Los sublevados tomaron los barrios de Oviedo próximos a la carretera de la cuenca y parte del casco antiguo (San Lázaro, Campomanes, el Fontán, la plaza del Ayuntamiento, y la de la Escandalera). La guarnición de la ciudad apoyada por algunos civiles se protegieron en zonas del centro de la ciudad. Tras cinco días de lucha y con la proximidad de refuerzos militares, los sublevados se retiraron después de dinamitar la Cámara Santa de la catedral, situando la dinamita en la cripta de Santa Leocadia, de incendiar el teatro Campoamor, la Universidad y varios edificios civiles.

Tras el triunfo electoral de la izquierda en febrero de 1936 muchos de los presos de la sublevación fueron amnistiados y en julio de 1936 varios mandos del ejército se levantaron contra el gobierno salido de las urnas.

Durante la Guerra, Asturias quedó aislada del gobierno central y tuvo que formar su propia Administración. Oviedo estuvo ocupada por el coronel Aranda, de los nacionales, que la mantuvo hasta el final con la ayuda del pasillo del Escamplero y el Naranco por donde llegaba el abastecimiento. En Gijón gobernaban la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), no existía moneda y había cierta descoordinación de las tropas entre el frente y la retaguardia. En esa ciudad, se proclamó el 25 de agosto de 1937 el Consejo Soberano de Asturias y León. En octubre del mismo año varias columnas procedentes del frente de Villaviciosa entraron en Gijón sin casi resistencia y rompieron el cerco de Oviedo.

El conflicto se prolongará durante quince meses, en los que los principales combates se librarán en tomo a la capital, asediada por los milicianos y en los límites de la región, Eo, Deva y costa del Cantábrico por donde las ofensivas del ejército nacional pretenderán liberar el cerco a la ciudad.

Tras el alzamiento, las fuerzas gubernamentales no conseguirán imponerse en la totalidad de la provincia, a pesar de que son mayoría, debido al apoyo del jefe del ejército en Oviedo, coronel Aranda a los sublevados.

El coronel Aranda retrasará su decisión de su apoyo al alzamiento hasta el 19 de julio, tomándose el tiempo suficiente para conseguir varios objetivos:

Mientras tanto el coronel Pinilla, animado por Aranda, sublevará los cuarteles de Gijón.

Ambos bandos fijaron sus objetivos para el gobierno republicano acabar rápidamente con los focos rebeldes, para los nacionales resistir hasta la llegada de la ayuda de la columna gallega. En el bando gubernamental, al igual que había ocurrido entre los golpistas durante la Revolución de 1934, surgen en los primeros días Comités que a las pocas semanas constituyen el Comité Provincial con sede en Sama de Langreo, cuyas principales tareas serán:

La unión del Comité Provincial con el cenetista Comité de Guerra creado en Gijón, tras el levantamiento, dará lugar a la formación de un nuevo Comité Provincial, que pronto pasará a llamarse Consejo Interprovincial de Asturias y León con sede en Gijón, dirigido por Belarmino Tomás y en el que participarán miembros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y CNT.

Los sublevados de los cuarteles de Gijón serán derrotados tras 33 días de asedio a pesar de la ayuda prestada por el crucero Almirante Cervera que desde la costa bombardea la ciudad. El último reducto de Simancas caerá el 21 de agosto.

A partir de entonces Oviedo queda incomunicado, situación que se prolongará hasta el 17 de octubre, fecha en la que las tropas gallegas dirigidas por el coronel Tejeiro, penetran en la ciudad a través del pasillo abierto desde Grado por el Escamplero.

Los milicianos que sitiaban el centro fueron incapaces de asaltar las últimas defensas a pesar de la ofensiva llevada a cabo en los primeros días de este mes.

La llegada de la columna gallega a Oviedo abrirá una crisis entre anarquistas y comunistas dando lugar al cambio de algunos consejeros y a fijar como necesidad fundamental anteponer la victoria militar sobre la revolución social.

Para evitar la actuación incontrolada del "terror rojo" de períodos anteriores se crea el Tribunal Provincial Popular. Mientras tanto Oviedo recibe más ayudas gracias al "pasillo" abierto, mejoran las duras condiciones de vida de los sitiados y aumenta el número de encarcelados y represaliados que en los primeros meses habían sido pocos.

En febrero del 37 se lleva a cabo una nueva ofensiva en la que participan batallones asturianos y vascos con armamento soviético. Se salda con un nuevo fracaso a pesar de que se consigue penetrar en la ciudad. A las autoridades nacionales, en estos momentos, les interesaba más la ocupación de Vizcaya que la liberación de Asturias.

En agosto una nueva ofensiva republicana se dirige ahora hacia el "Pasillo de Grado" pretendiendo con ello estrangular la ayuda material que llegaba a la capital, tampoco tiene éxito.

La caída de Vizcaya y la rápida ofensiva rebelde hacia Santander, afecta a los batallones que asedian Oviedo que son destinados a Cantabria (ver batalla de Santander). Cuando Santander cae, el Consejo se proclama soberano ante la crítica situación, con el voto en contra del PCE y de las Juventudes Socialistas Unificadas y la indignación gubernamental. El Consejo nombra nuevos jefes militares, restringe libertades y amplia la jornada laboral "por necesidades de la guerra".

El avance nacionalista continúa rápidamente encontrando una dura oposición en El Mazucu (Posada de Llanes) donde participan anarquistas como Higinio Carrocera. El 1 de octubre se entra en Covadonga.

La ayuda republicana es cada vez menor, solo queda resistir las ofensivas que ahora se incrementan con un nuevo frente por el Sur, por donde penetran hombres y pertrechos sin apenas resistencia. El día 18 de octubre cae Villaviciosa y el 21 Gijón, toda Asturias y todo el norte queda en manos nacionalistas.

La desmoralización en los días anteriores en Gijón es total, muchos de los más significativos dirigentes huyen desde el Musel, lo que provoca innumerables deserciones y el "sálvese quien pueda". Barcos de la Armada, mercantes e incluso pesqueros se emplean en la evacuación de soldados y civiles (algunos consiguen salvar el bloqueo nacional, otros son apresados y alguno como el destructor Ciscar es hundido en el propio puerto). Otros republicanos huyen hasta Cataluña y algunos se echan al monte formando grupos de guerrilleros o "maquis" que perduran durante algunos años.[7]

Consecuencias de la guerra en Asturias:

En la posguerra mucha de la población obrera permanecía encarcelada o había huido a las montañas lo que obligó al mantenimiento de una fuerza militar en la región. Pero con la declaración de la Segunda Guerra Mundial en 1939 el carbón y la industria metalúrgica tomaron una importancia extraordinaria lo que impulsó el resurgimiento de la región.

Con la llegada de la democracia a España, se creá el Consejo Regional de Asturias como órgano provisional preautonómico, presidido por Rafael Fernández Álvarez. El 30 de diciembre de 1981 se aprueba el Estatuto de Autonomía de Asturias, que determina la creación de la comunidad autónoma uniprovincial del Principado de Asturias.

En mayo de 1983 se celebran las primeras elecciones autonómicas. Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos, del PSOE, resulta elegido Presidente del Principado de Asturias.

Este periodo está marcado en Asturias por una fuerte reconversión industrial. Prácticamente todos los sectores se ven afectados por recortes de plantilla y cierres.

A Pedro de Silva le sucede Juan Luis Rodríguez-Vigil (PSOE) en 1991, que tiene que dimitir en 1993 por caso del Petromocho. Antonio Trevín asume el cargo de Presidente del Principado.

En las elecciones de 1995 el Partido Popular consigue la mayoría simple en la Junta del Principado de Asturias y es elegido Presidente Sergio Marqués. En 1998, por diferencias de criterio con su partido, Sergio Marqués abandona el Partido Popular y funda la Unión Renovadora Asturiana, gobernando en minoría hasta las elecciones de 1999.

En 1999 el PSOE obtiene la mayoría absoluta y Vicente Álvarez Areces es nombrado Presidente del Principado de Asturias. Desde el 22 de julio del 2003 gobierna con el apoyo de IU.

En 2007 de nuevo gana el PSOE las elecciones y pesar de no conseguir mayoría absoluta, de nuevo forma gobierno, siguiendo como presidente Vicente Álvarez Areces "Tini"

En 2011 gana las elecciones Foro Asturias, partido recién fundado y presidido por Francisco Álvarez Cascos, que se convierte en el primer partido de la democracia en ganar las primeras elecciones a las que se presenta.

En 2012, Álvarez Cascos convoca nuevas elecciones y resulta derrotado, convirtiéndose en presidente Javier Fernández Fernández, Secretario General de la Federación Socialista Asturiana del PSOE. En las elecciones de 2015 revalida su triunfo gobernando en minoría con el apoyo de IU.



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