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Inframundo griego



El inframundo griego o el Hades es un término general que se emplea para describir al reino del dios Hades de la mitología griega que se creía que estaba situado debajo de la Tierra. Este reino tiene distintos aspectos, incluyéndose en él los prados Asfódelos, la morada de los muertos (que es conocido como el Érebo o el Báratro) y el Tártaro, que es donde están atrapados los monstruos y los titanes.

El antiguo concepto de inframundo evolucionó considerablemente con el transcurso del tiempo.

La descripción más antigua del inframundo griego puede encontrarse en la Ilíada y la Odisea de Homero. Otros poetas como Hesíodo también lo describen de manera similar. No obstante, la Eneida de Virgilio es la obra que cuenta con mayores detalles al respecto, donde las distintas secciones de la tierra de los muertos son descritas como un todo. Los Himnos homéricos y el poeta lírico Píndaro introdujeron el reino paradisíaco de los Campos Elíseos donde eran enviados los muertos virtuosos.

En la Odisea, el Inframundo se encuentra más allá del horizonte marítimo, a partir de Eea. Odiseo llega allí en barco desde la isla de Circe, a una roca que previamente le indica donde invoca a los espíritus de los fallecidos. Esa roca es clave a la hora de situar el Hades dentro de la Geografía. Los fantasmas de los pretendientes son llevados por Hermes Psicopompo (el guía de los muertos) a través de los hoyos en la Tierra, más allá del río Océano y las puertas de Helios o del Sol, hasta su destino final de descanso en el Hades.

Varios cultos locales griegos afirmaban poseer entradas al inframundo y tenían rituales religiosos especiales asociados con ellas. Estas entradas fueron descritas por los antiguos escritores y geógrafos tales como Pausanias y Estrabón.

Los filósofos como Platón, los órficos y los pitagóricos agregan el concepto del juicio a los muertos. Los espíritus eran asignados a uno de estos tres reinos: Elíseos para los bendecidos, el Tártaro para los condenados, y el Hades para el resto. Además, creían en la reencarnación y la transmigración de las almas.

Los muertos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte en la barca conducida por Caronte, quien les cobraba un óbolo (una pequeña moneda). Esta moneda era colocada bajo la lengua del difunto o encima de los dos párpados por sus parientes. Los pobres y quienes no tenían amigos recorrían eternamente la pradera (de asfódelos), sin medios para cruzar el río.

La otra orilla era vigilada por el Can Cerbero, el perro guardián de tres cabezas, quien cuidaba la puerta de entrada al Hades y se encargaba de que los espíritus de los muertos pudiesen entrar y que nadie saliera. Además, vigilaba que ninguna persona viva entrara al Hades.

La primera región del Hades comprendía los Campos de Asfódelos, descritos en la Odisea XI, donde las almas de los héroes vagaban abatidas entre espíritus menores. Hermes conducía a los muertos ante un tribunal formado por Minos (rey de Creta), Éaco (rey de Egina) y el hermano de Minos, Radamantis. Cuando la sentencia se conocía, las almas ni virtuosas ni malvadas volvían a los Campos de Asfódelos, las impías o malas eran enviadas al camino del tenebroso Tártaro, y las heroicas o benditas iban al Elíseo.

Entre los reinos que formaban el Inframundo griego se incluyen:

Los cinco ríos del Hades eran Aqueronte (el río de la pena), Cocito (lamentos), Flegetonte (fuego), Lete (olvido) y Estigia (río sagrado en el cual bañaron a Aquiles para hacerlo inmune a las armas excepto por su talón), que limita con los mundos superiores e inferiores. Los dos últimos se encuentran frente a frente y están más arriba.

El decimosegundo y último de los doce trabajos de Heracles fue capturar a Cerbero, el guardián del Hades, y llevarlo ante Euristeo, para quien realizaba los trabajos como castigo por asesinar a su esposa e hijos.

El argonauta Orfeo, un músico de renombre, perdió a su prometida, Eurídice, quien fue mordida por una serpiente. Orfeo descendió al Inframundo y consiguió evadir a Cerbero y Caronte encantándolos con la música de su lira para implorar a Hades y Perséfone que le devolvieran a su mujer. Hades sintió lástima por él y le permitió recuperarla con la condición de volver al mundo mortal sin mirar hacia atrás; cuando Orfeo vio un destello el cual lo confundíó con la luz de la superficie y este emocionado miró hacia atrás y en ese momento su prometida se convirtió en piedra.[2]



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