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Meister Eckart



Eckhart de Hochheim (Turingia, c. 1260 - c. 1328), más conocido como Maestro Eckhart (en alemán: Meister Eckhart), fue un dominico alemán, conocido por su obra como teólogo y filósofo y por sus escritos que dieron forma a una especie de misticismo especulativo, que más tarde sería conocido como mística renana. Es llamado Meister en reconocimiento a los títulos académicos obtenidos durante su estancia en la Universidad de París. Fue maestro de teología en París en diversos períodos y ocupó varios cargos de gobierno en su Orden, mostrándose especialmente eficiente en su asistencia espiritual a la rama femenina dominica.

Fue el primer teólogo de la Universidad de París en ser sometido a un proceso por sospecha de herejía.[1]​ Condenadas algunas proposiciones de su obra por Juan XXII, fue rehabilitado por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1992.

Se tienen poquísimas noticias acerca de su vida antes de 1290.[2]​ Hasta la década del 2000 se creía que había nacido en Hockheim, cerca de Gotha, pero estudios posteriores parecen demostrar que más bien nació en Tambach.[3]​ Parece también probado que su nombre era Eckhart (no su apellido) y que nunca tuvo el nombre Juan como se pensó durante mucho tiempo.[4]​ Entró muy joven a la Orden de Predicadores en Erfurt. Se cree que luego se trasladó al studium generale de Colonia, donde se familiarizó con los escritos del Pseudo Dionisio y los comentarios de san Alberto Magno.[5]​ Obtuvo el grado de bachiller en teología en la Universidad de París durante el bienio 1292-1293.[6]​ De ese período data, como para cualquier estudiante que quisiera obtener el título de lector sententiarum, un comentario suyo a las Sentencias de Pedro Lombardo.

Fue elegido prior[7]​ en Erfurt, y vicario provincial de Turingia en 1294. En 1300 se convirtió en profesor de teología en la Universidad de París, allí debatió contra las ideas de Duns Scoto y de Gonzalo de Balboa. En 1303, tras obtener el título de magister sacrae theologiae, fue expulsado del reino por Felipe el Hermoso, probablemente por haberse negado a promover un concilio contra Bonifacio VIII.[8]

Los religiosos de la nueva provincia de Sajonia lo eligieron provincial en 1304, cargo que ocupó hasta 1311. Ese período lo dedicó a visitar los conventos de la Orden moviéndose por toda la extensa provincia. De esos años es la única carta que se conserva de Eckhart: se trata de un escrito del 11 de septiembre de 1305 dirigido al senado de la ciudad de Gotinga, donde les asegura que los dominicos no ampliarán la extensión de sus posesiones en la zona. En 1310, la provincia de Teutonia lo eligió su provincial, pero el capítulo general de Nápoles de 1311 rechazó el nombramiento. Ese año volvió a París para seguir enseñando y comentando la Biblia.[9]​ Solo Tomás de Aquino había ejercido dos veces como magister en París, cosa que da cuenta de la fama de la que gozaba Eckhart entre sus correligionarios.[10]​ A partir de 1314 se le confió la atención de la rama femenina de la Orden como vicario general. Allí se familiarizó con las corrientes de misticismo que se habían desarrollado en Alemania por aquel entonces[11]​ y se dedicó intensamente a la predicación. En 1314 fue como director del studium generale a Estrasburgo y desde 1324 del studium de Colonia.

Colonia fue objeto de la visita de un legado pontificio, Nicolás de Estrasburgo, durante la cual algunos dominicos acusaron a Eckhart de sostener tesis heréticas. Se llevó a cabo una investigación, requerida por el capítulo general dominico de 1325, que concluyó afirmando la inocencia del maestro. Pero el arzobispo de Colonia, Enrique II de Virnenburg, que llevaba adelante una campaña contra las beguinas y contra los Hermanos del libre espíritu, no contento con la investigación inició otra, tras una nueva denuncia por parte de otros dos dominicos, Ermanno de Summo y Guillermo de Nidecken. Autores como Vannini piensan que un conflicto in crescendo entre franciscanos y dominicos constituía una parte importante de los motivos para tal proceso.[12]

En 1326, la comisión dedicada al estudio de su doctrina, formada por un padre dominico y un canónigo de la catedral de Colonia, manifestó que encontraba sospechosas de herejía 49 proposiciones presentes en la obra Liber benedictus de Eckhart. Este se defendió indicando que varias de ellas no correspondían a su pensamiento, explicando su postura sobre las restantes y excusándose del énfasis dado a algunas expresiones que podían ser malinterpretadas. Además, hizo hincapié en la incompetencia del tribunal, debido al privilegio de exención del que gozaba la Orden de Predicadores. La comisión, al parecer sin considerar la defensa de Eckhart, amplió a 59 las proposiciones condenables, esta vez tomadas de sermones pronunciados en lengua vulgar, y Eckhart volvió a defenderse del mismo modo, aunque esta vez acusó de «indoctos, ignorantes, tarados y burdos» a sus acusadores, añadiendo que se dedicaban a condenar lo que no alcanzaban a entender, ya que —siempre según Eckhart— la herejía no es solo un error, sino también el persistir en él.[13]​ Un año después, el 13 de febrero de 1327, pronunció una profesión pública de fe, que había sido preparada por los inquisidores, pero al mismo tiempo apeló al Romano Pontífice para el estudio de su caso indicando que se plegaría a lo que el papa afirmara de su trabajo.[14]​ Su defensa fue leída en latín por su correligionario Conrado de Halberstadt, quien luego dejó la palabra al mismo Eckhart, que repitió el mismo texto, pero traducido al alemán:

Pero nueve días después, el tribunal episcopal rechazó la apelación al papa. Antes de que el proceso continuara, Eckhart partió para Aviñón junto con el provincial de Teutonia, Enrique de Cigno (antes confesor de la corte de Juan XXII) y otros teólogos de la Orden. Así, el proceso se desarrolló en Aviñón los años 1327 y 1328.[15]

Cuando llegó la respuesta del papa Juan XXII, con la bula In agro dominico[16]​ en 1329, Eckhart ya había fallecido.[17]​ El texto papal, que lleva la fecha del 27 de marzo de 1329, enumera y expone 26 proposiciones tomadas de los escritos de Eckhart y a continuación otras dos que habría predicado. Luego indica que las primeras quince proposiciones y las dos últimas «sea por los términos que emplea, sea por la conexión de sus contenidos, contienen errores y la mancha de la herejía»; en cambio los restantes artículos serían «peligrosos en la expresión, muy temerarios y sospechosos de herejía, aun cuando, mediante muchas aclaraciones y explicaciones, pueden recibir o tener un sentido católico». Añade que, con la finalidad de que tales ideas no perjudiquen la fe de la gente sencilla, condena y reprueba las primeras quince proposiciones y las dos últimas como heréticas; y las restantes como sospechosas.[18]​ E indica:

Curiosamente, el texto de la bula no toma en consideración la apología pronunciada por Eckhart. Se sabe que parte de la investigación fue llevada a cabo por el cardenal Jacques Fournier, luego papa Benedicto XII, quien ya había participado como perito en las condenas de Pedro de Olivi y Guillermo de Ockham. La bula solo tuvo efecto en la provincia eclesiástica de Colonia, aunque el proceso fue seguido con interés por quienes se encontraban por entonces en Aviñón. De hecho Guillermo de Ockham, que en 1328 se encontraba todavía allí, escribió banalizando la postura de Eckhart:

En 1926 se publicó una colección de documentos relacionados con el proceso celebrado en Colonia contra Eckhart,[19]​ Aunque se pensó inicialmente que se trataba de una sola obra, llamada Verteidigungsschrift (Escrito de defensa) y que, por tanto, eran las notas del proceso desde el punto de vista de Eckhart, el estudio de sus contenidos muestra que es más bien una colección de textos. De hecho contiene:

En 1935 se publicó la respectiva compilación sobre el proceso llevado a cabo en Aviñón.[21]​ La lectura reposada de estos textos muestra, como ya subrayó Ruh,[22]​ que la condena no era tanto a su labor como teólogo, sino como predicador en lengua vernácula, es decir, al supuesto peligro que predicaciones de un nivel teológico y filosófico tan elevado representaba en las mentes, quizás poco preparadas, de sus oyentes.[23]​ Esto explica también que la condena se haya hecho pública y efectiva solo en la arquidiócesis de Colonia.

Eckhart de Hochheim fue uno de los más influyentes teólogos del Medievo, pese a la fama de heterodoxia de sus obras, en las cuales la influencia neoplatónica es tangible.

Se conservan obras de Eckhart escritas en latín[24]​ y en alemán, aunque ningún autógrafo.[25]​ Hasta los trabajos de investigación de Henri Denifle en 1880 se conocían solamente algunas obras con sermones y tratados menores, y menciones al resto de su obra incluso en autores como Nicolás de Cusa. Denifle descubrió sus obras de más calado como el Opus tripartitum y la Collatio in libros Sententiarum. Su hallazgo dio lugar a un renacimiento del interés por Eckhart, del cual se habían conservado hasta el momento solo sermones escritos en lengua vernácula —de elevada y peculiar retórica— y los comentarios de otros autores.

Las obras en latín son de carácter especulativo y destinadas a la enseñanza. Se cuentan entre ellas el Tratado sobre la oración dominical, los Comentarios a los libros de las Sentencias[26]​ y las Quaestiones parisienses. A estos hay que añadir 58 sermones y fragmentos dispersos en obras de otros autores que lo citan.

Su obra en alemán contribuyó a formular una lengua propia para tratar temas filosóficos o teológicos, cosa que le granjeó el título de «creador de la prosa alemana».[27]​ Sin embargo, aunque su intención era poder llegar con ello también a las personas de menor educación o formación, los escritos en lengua vulgar se prestaban con mayor facilidad a ser malinterpretados. Sus obras en alemán son en general tratados y sermones.

En cuanto a sus fuentes, además de las propias de un maestro de teología –es decir la Biblia— emplea con soltura los comentarios de las obras de Aristóteles realizados por sus correligionarios Alberto Magno y Tomás de Aquino. También usa textos de Aristóteles, aunque su adhesión a la filosofía aristotélica fue tema de debate.[28]​ El mundo neoplatónico del Liber de causis queda temperado y «bautizado», si cabe hablar así, por autores como Agustín de Hipona y Pseudo Dionisio, que Eckhart asimismo emplea y conoce. Igualmente cita a menudo a Boecio.

El Opus tripartitum es una especie de «Suma de teología» concebida -como su mismo nombre indica- en tres partes: (1) el Opus propositionum, dedicado a las proposiciones que serían examinadas por el teólogo; (2) el Opus quaestionum, en forma de quaestio para resolver los problemas ocasionales que surgían de la primera; y (3) el Opus expositionum, destinado a un comentario de todos los libros de la Biblia. La formulación de este esquema era notoriamente novedoso en un ambiente académico, donde se privilegiaba la forma de la quaestio.[27]​ Desgraciadamente, de todo ese trabajo —si es que se llegó a completar— solo se conservan el prólogo de la obra, por el que sabemos su plan general, y algunos comentarios pertenecientes a la tercera parte: dos comentarios al libro del Génesis, y otros al del Éxodo, al libro del Eclesiástico, al de la Sabiduría y al Evangelio de Juan.

Según el plan de la obra y un ejemplo de desarrollo que introdujo el mismo Eckhart, el Opus propositionum debía mostrar la identidad del ser con Dios, siguiendo el modelo de la Institutio theologica de Proclo. El programa incluía un esquema de 14 tratados con más de mil proposiciones en total. Y, como recuerda el mismo Eckhart, dado que conocer algo es al mismo tiempo conocer su contrario, los temas de las proposiciones se presentan en parejas: caridad y pecado, ser y esencia, etc.[29]

El Opus quaestionum, en cambio, debía seguir el esquema de la Summa theologiae de Tomás de Aquino, aunque menos exhaustivo, dado que el plan era tratar más bien, como se ha dicho anteriormente, unas problemáticas que surgían de la parte expositiva-propositiva.

En cuanto al Opus expositionum, siempre según el mismo Eckhart, su modelo fue el comentario de san Agustín a los primeros libros de la Biblia, así como su obra 83 cuestiones diversas y el A Orosio. La idea era recorrer los textos presentando tanto la interpretación literal como la anagógica o moral. Aquí introduciría, a modo de Opus sermonum, los textos de algunos sermones que ya había preparado y pronunciado en latín para maestros y estudiantes.

Entre sus comentarios bíblicos, son famosos sus cambios de perspectiva en relación con algunos pasajes del Evangelio. Por ejemplo, al comentar el texto del Evangelio de san Juan donde se menciona que Pedro y Juan habían corrido juntos al sepulcro, pero que Juan, habiendo llegado primero, no se atrevió a entrar hasta que llegó Pedro, quien entró primero al sepulcro (Juan 20:3-10), Eckhart —contrariamente a toda la tradición exegética— indica que Pedro simboliza el entendimiento y Juan la voluntad y que, dado que sin conocimiento no hay amor, es el conocimiento quien debe entrar primero para que se dé el amor de la voluntad.[30]​ En el pasaje referido a Marta y María (Lucas 10:38-42), el comentario de Eckhart no solo contradice la exégesis tradicional, sino también la literalidad del texto evangélico, cuando comenta que en realidad la mejor opción corresponde a Marta, quien unió el aspecto contemplativo al activo en su actuar.[31]

Se trata de cinco quaestiones que siguen el modelo propio de las universidades del tiempo para discutir temas controvertidos. Tres de ellas son del primer período en que Eckhart fue maestro de la Universidad de París (es decir, los años 1302-1303). Las otras dos —hay que decir que se ha dudado de la atribución— del segundo período, 1311-1314. En ellas se aleja de la doctrina tomista enseñada por entonces, especialmente en el punto de la primacía del pensar sobre el ser en Dios.[32]​ Hay ideas y argumentos del pensamiento de Eckhart que solo se encuentran en estas quaestiones.[33]

Los temas de las cuestiones son los siguientes:

El texto de las primeras tres quaestiones fue descubierto en la Biblioteca de Aviñón en 1927. La tercera tiene el texto de la respuesta dada por un maestro Gonzalo, de la orden franciscana, pero que no ha de confundirse con el maestro Gonzalo Hispano[39]​ y al margen, y con el título de Rationes Equardi (respuesta de Eckhart) el texto del Maestro. Los textos de las quaestiones cuarta y quinta se hallaron en un manuscrito de la Biblioteca Vaticana.[40]

También se debe a Denifle el descubrimiento de estos sermones en un códice de la biblioteca de Cusa (la ciudad cambió de nombre y hoy se conoce como Bernkastel-Kues).[41]​ El copista comete numerosos errores en la transcripción que fueron corregidos, por medio de notas al margen realizadas por Nicolás de Cusa. Los manuscritos parecen contener un borrador o la base empleada para los sermones. No se sabe si la intención era usarlos como apuntes de predicación o bien como fuente para la elaboración de una colección de sermones. Y es que el mismo Eckhart anunció, en el prólogo del Opus tripartitum, la redacción de una colección de sus sermones:

Sin embargo, se discute si realmente se trata de esta obra. Lo que sí es incuestionable es la condición preparatoria o incompleta de los textos, ya que en ocasiones, cuando se anuncian un esquema o diversas partes del sermón, luego a lo largo del texto no se encuentra o se sigue otro. Otras veces deja iniciado un tema e indica Expón tal cosa.[42]​ o mira «actio», lo cual hace suponer el empleo de una especie de diccionario personal de términos filosóficos.[43]​ Asimismo se trata de «sermones universitarios», es decir, destinados a personas cultas y preparadas, cosa que se descubre no solo por el empleo de la lengua latina, sino también por la forma literaria que presentan, que sigue en varias ocasiones el llamado color rithmicus (finales de párrafo que riman con los anteriores) y la división tripartita, propia del sermón culto.[44]

En cuanto a las fuentes, el trabajo intertextual para la edición crítica ha mostrado que más que usar los textos que cita, Eckhart se valía de florilegios o antologías contemporáneas.

La forma de presentar el sermón también resulta interesante e indicativa, ya que tras presentar el texto que comentará, lo relaciona con otros escritos bíblicos de manera bastante arbitraria,[45]​ aunque significativa sobre su modo de pensar y sobre los textos que Ekhart dominaba mejor. Por otro lado, los esquemas son variados: en algunas ocasiones presenta un pequeño tratado o comentario palabra por palabra a los versículos escogidos para la predicación, otras se detiene en una sola palabra,[46]​ otras el comentario toma forma de quaestio o de respuesta magistral.

El sermón latino más antiguo que se conserva es el predicado el 18 de abril de 1294 en París con motivo de la Pascua.[47]

Desde la edición de Franz Pfeiffer se conocen como Tratados a algunos opúsculos en lengua vulgar de Eckhart.

Hay un grupo, llamado Discursos sobre el discernimiento en el título original, pero publicados como Instrucciones espirituales, con sus enseñanzas a novicios de la Orden de Predicadores o durante su período como vicario en Turingia,[48]​ es decir, entre 1294 y 1298.[49]​ Aunque no entra en las temáticas que luego lo harán controvertido, sí enuncia en esta obra sus ideas sobre el desapego y sobre la obra interior, como contrapuesta a la exterior en la vida espiritual.

Después una obra compuesta para Inés de Habsburgo, que contiene dos tratados: el Liber Benedictus y El hombre noble (Vom edlen Menschen). El Liber Benedictus es una obra al estilo del De consolatione philosophiae de Boecio.

Sobre la atribución a Eckhart de un tercer tratado llamado El desapego se mantienen dudas, debido a que las afirmaciones teológicamente controvertidas aparecen mucho más propasadas y de haberse conocido, habrían sido utilizadas por el tribunal inquisitorial.[50]​ Sin embargo, Quint lo introdujo en su edición crítica de la obra alemana de Eckhart.

Se trata de 113 sermones, 32 de ellos recogidos en una colección ya reunida en tiempos contemporáneos al Maestro y escritos en lengua turingia con el título Paradisus anime intelligentis. También sobre ellos existen dudas de autenticidad o atribución.[51]​ Se agrupan de acuerdo con el momento de la vida de Eckhart en que fueron escritos, es decir, prevalentemente: el tiempo en que fue prior en Erfurt, cuando fue provincial y los períodos en Estrasburgo y Colonia. Llaman la atención por el fuerte contenido filosófico y teológico presente en ellos, aun cuando la elección del alemán presagiaba que el predicador se dirigía a estratos menos doctos de la población.[52]​ Pero, al parecer, Eckhart consideraba que su auditorio estaba a la altura de esos contenidos:

Asimismo resulta interesante notar la presencia continua de los temas más propios de Eckhart, como su teoría sobre el desapego, sobre la nobleza del alma y sobre la unión con Dios.

Igualmente se le atribuye una poesía de profundo misticismo llamada Granum sinapis («El grano de mostaza»):[53]

El texto se ha conservado en sus testimonios más antiguos con un comentario que, si no es del mismo Maestro, al menos corresponde a un círculo cercano de sus contemporáneos. En las primeras tres estrofas hay una alabanza a la Trinidad, a través de las procesiones divinas: la del Verbo y la del Espíritu Santo, que es llamada processio amoris y la unidad de naturaleza.

A continuación siguen imágenes sobre la vida espiritual como la montaña, el desierto. Finaliza con la teoría del abandono de todo lo que no sea Dios, incluido el propio yo, como vía para la verdadera unión con Dios.

Como curiosidad se puede mencionar que el texto en vulgar del primer verso de la poesía tiene En el principio es el Verbo, en vez del era del texto canónico del Evangelio de san Juan, y que esta elección parece más una interpretación teológica que un error.

Como miembro de la Orden de los Predicadores, las doctrinas de Eckhart se apoyaron en la base teológica proporcionada por Tomás de Aquino; sin embargo, el componente neoplatónico que había introducido el Aquinate en una ontología fundamentalmente aristotélica ―por ejemplo a través de la doctrina de la participación― adopta en Eckhart un carácter mucho más marcado, aproximándose a las tesis que siglos antes había sostenido Juan Escoto Erígena. Es quizás lo más propio de su propuesta de mística especulativa: por un lado, la profunda unión de teología, filosofía y mística propiamente dicha en una sola reflexión.[54]​ Por otro, la casi total ausencia de confidencia o de indicaciones que hagan pensar directamente en una experiencia personal de unión con Dios.[55]

La teoría mística de Eckhart toma varios temas de la espiritualidad patrística como la unión con Dios e incluso la divinización del alma, la separación del mundo, etc., pero haciéndolos partir de reflexiones de naturaleza teológico-filosófica. Por ello, su particular forma de presentar la mística ha sido llamada «mística especulativa»[56]​ o, a partir de los ambientes donde nace y se desarrolla, «mística renana».[57]​ Se encuentran en ella influencias del tomismo que recibió en Colonia, de su experiencia como director de religiosas dominicas y el neoplatonismo, que siempre estuvo presente en su pensamiento teológico.

La característica principal de la teología de Eckhart es la fertilidad de Dios, de cuya sobreabundancia de amor procede el Hijo o Verbo; esta sobreabundancia, que es origen también de la creación del mundo, está estrechamente ligada al clásico concepto neoplatónico de emanación, aunque en la teología de Eckhart la creación del mundo es claramente un acto de voluntad divino y no una consecuencia necesaria de su esencia. Eckhart replica también la distinción de Eriúgena entre natura naturans y natura naturata para distinguir la divinidad única de Dios (su ser absoluto e incualificado) de su expresión en la Trinidad, en la que aquella se realiza y manifiesta. Este proceso ―descrito en sus obras más juveniles como las Quaestiones parisienses― al que califica en una ocasión de "autorrevelación" de la Trinidad, interesaría profundamente a los idealistas, en especial a Hegel, que vería en él una prefiguración de sus propias doctrinas.

En el Opus tripartitum, Eckhart abandona la teoría de la prioridad del conocer sobre el ser, asumiendo plenamente incluso la identificación de Dios con el Ser y llegando a afirmar, con Tomás de Aquino, que el mismo conocer sin el ser es nada. Sin embargo, hasta ahí llega el paralelismo de pensamiento entre el Aquinate y Meister Eckhart, aun cuando haya sido intentado un acercamiento mayor entre los dos autores por parte de teólogos del siglo XX.[58]

Asume además la teología apofática que solo permite hablar de Dios en negativo: es decir, esa forma de expresarse de los nombres divinos no nos dicen qué es Dios, sino más bien qué no es. Emplea la expresión Gott para referirse al Dios cristiano (Trinidad) y la expresión Gottheit para hablar de la esencia divina, aun cuando este límite o distinción de expresión, según el pensamiento de Eckhart, se debe a nuestro modo limitado de pensar.

Varias expresiones de Eckhart podrían hacer pensar que sostenía la eternidad del mundo:

Sin embargo, distingue también la creación en cuanto idea en la mente de Dios y la creación efectiva, subordinada al tiempo:

Esta teoría sobre las ideas en la mente de Dios, le lleva también a afirmar que aunque el Creador trasciende todo, de alguna manera es inmanente a todo, como se ha visto antes, pero también que el mal no tiene ningún grado de sustancialidad: el demonio es nada, en cuanto mal, y los pecadores, por tanto, tampoco son nada. Esta teoría también le sirve para mostrar la diferencia radical de la criatura con respecto a Dios, pero también su semejanza.

La vía propuesta por Eckhart es, como en buena parte de la mística, la de una divinización. Si Dios es pura simplicidad, el hombre debe intentar llegar o volver lo más cerca de ella, despojándose de todo lo que no sea Él mismo. A este proceso de simplificación Eckhart lo llama "desapego", que no implica desentenderse completamente del mundo, sino tenerlo o intentar tenerlo como Dios mismo lo tiene, tener el punto de vista divino ―si cabe hablar así― sobre todo lo que no es Él, y desprenderse de cualquier voluntad propia:

La parte del alma donde se da este conocimiento tiene varios nombres en la mística especulativa de Eckhart: «fondo del alma», «ápice de la mente», «sindéresis» o «castillo del alma».[59]​ En la medida en que se vacía, Dios la llena de sí mismo y ese es el sentido de la «divinización» a través del desapego o abandono. El hombre desapegado será el hombre noble,[60]​ que por ello siente un gozo profundo y experimenta la verdadera nada de todo. Todo esto no lo descubre el intelecto natural, por llamarlo así, sino aquel separado (el intelecto que no tiene nada que ver con las cosas, según la expresión de Anaxágoras que Eckhart emplea a menudo) y activo que en realidad se identifica con la gracia.

Eckhart entiende la unión con Dios por parte del alma, como una unión de intención que se dirige a Dios. Desecha como imposible la idea de un pensar continuo en Dios, queda la vía de poseerlo en su esencia, cosa que explica por medio de imágenes:

Esta presencia del Verbo en el alma, será ―al menos por la forma en que probablemente la explicó― uno de los puntos que causaron acusaciones de herejía, pues se pensó que afirmaba que hay en alma «algo increado» e incluso «increable». Él mismo se defenderá de esta acusación intentando aclarar lo que quería expresar:

En realidad, como se ha indicado anteriormente, esta presencia del Logos o el nacimiento del Verbo en el alma, es la gracia o esa forma de entender el intelecto agente, separado de las cosas que permite llegar al «desapego», siempre según la vía mística propuesta por Eckhart.

Sin embargo y en general no admite un itinerario o una vía gradual de posesión de Dios, como la espiritualidad basada en el Pseudo Dionisio con los tres grados de purificación, iluminación y unión, aun cuando en el Discurso del hombre noble, comenta la forma de seis grados desarrollada por otros autores como Filón de Alejandría, Agustín de Hipona o Juan Clímaco.[61]​ Sin embargo, en el resto de su obra no solo esta graduación está ausente, sino también temas recurrentes en otros autores como la necesidad de la cruz. Esto parece mostrar una preferencia del autor por la mística sobre la ascética.[62]​ Incluso, quizás buscando que quedara más clara su propuesta mística llega a decir que cuando el hombre se despoja de todo, incluso del yo, experimenta la desnudez y la nada y esa nada se vuelve Dios mismo.[63]

La obra de Eckhart fue ya controvertida entre sus contemporáneos. Y ha dado pie a juicios de todo tipo sobre su precedencia e influencia en varios movimientos y escuelas, desde el idealismo y el protestantismo, hasta «begardos y beguinos»[64]​ Se le ha exaltado como «el más iluminado de los teólogos del Medioevo»[65]​ o «patriarca de una filosofía específicamente alemana».[66]

Como se ha mencionado anteriormente, en 1329 Juan XXII condenó algunas proposiciones que se decían contenidas en la obra del Maestro Eckhart. La bula In agro dominico subraya especialmente algunos puntos, como por ejemplo, la teoría sobre la eternidad del mundo, que habría sido creado al mismo tiempo que la generación del Hijo,[67]​ la no necesidad o incluso la desviación que implica pedir cosas a Dios, la «transubstanciación» del creyente en Dios, que implica que todo lo dicho sobre Cristo en las Escrituras se puede aplicar al hombre divinizado de esa manera.

Desde el capítulo general de la Orden de Predicadores del año 1980 se comenzaron diversas iniciativas con el fin de lograr la rehabilitación del Maestro Eckhart. En 1992, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, recibió una solicitud por parte de los Dominicos para que dicho órgano levantara la condena contra Meister Eckhart. El veredicto que recibió Timothy Radcliffe, entonces Maestro General de los Predicadores, consistió en tres proposiciones fundamentales:

La condena papal de 1328 impidió que los escritos de Eckhart se popularizaran en los ambientes universitarios, pero no que fuera leído y que haya efectivamente influenciado en autores de la mística renana, de la devotio moderna (a través de Gerardo Groote que aunque prohíbe a los suyos la lectura de Eckhart, lo reelabora para sus fines). También es retomado y hasta defendido por algunos compañeros de su orden como Juan Taulero y Enrique Susón. El primero llegará a decir: «Él hablaba desde el punto de vista de la eternidad, y vosotros lo habéis entendido según el tiempo».[69]

A inicios del siglo XV, Nicolás de Cusa mantuvo una polémica con Johannes Wenck, precisamente porque este último lo acusaba de ser un discípulo de Eckhart. Nicolás respondió con el tratado Apología de la docta ignorancia donde acepta la crítica, pero indicando que así como los teólogos de Aviñón no habían comprendido la teología del maestro parisino, de la misma manera personas como Wenck no eran capaces de seguir la sutilidad de la teología del Cusano.

Diversos autores han señalado la existencia de cierta conexión entre algunas de las ideas de Eckhart y la doctrina que luego sería defendida por los reformadores protestantes. Así, con relación a la justificación por la sola fe, se ha dicho:[70]

Lutero, que de joven manifestó su gusto por las obras de Eckhart, cambió de opinión debido al desarrollo de su teología sobre la reparación vicaria de Jesucristo, que es totalmente contraria a la vía eckhartiana. Sin embargo, esto no impidió que varios autores reformados asumieran la teología de Eckhart. Así por ejemplo: Caspar Schwenckfeld von Ossig, Sebastian Franck, Valentin Weigel y Jakob Böhme.[74]​ También es evidente su influencia en autores como Angelus Silesius, donde incluso influye en su conversión al catolicismo.

Por medio de estos autores el pensamiento de Eckhart llega a la mística española del siglo XVI en escritores como Juan de la Cruz[75]​ y la espiritualidad francesa que desembocará en el quietismo.

Hay que esperar al siglo XIX y al curioso connubio de romanticismo alemán con el idealismo para un redescubrimiento de los escritos de Eckhart, por medio de filósofos como Franz von Baader. Así llegó a influir en los filósofos más eminentes del idealismo: Fichte, Friedrich Schelling y Hegel.[76]Schopenhauer reconoció en diversas ocasiones la influencia de Eckhart en su pensamiento: «Estos son mis compañeros espirituales: Eckhart y Taulero»[77]

Sin embargo, no fue sino hasta el descubrimiento de la obra latina de Eckhart en 1886 que se dio un pleno conocimiento de su obra, lo que permitió mostrar cuánto había sido malinterpretado y llevado a las aguas del idealismo y de las filosofías modernas. Los estudios de Denifle sobre esta parte de la obra de Eckhart muestran más bien a un maestro que se muestra ante todo como un escolástico, con gusto por las filosofías nuevas y por las expresiones arriesgadas o equívocas.[78]

El siglo XX vio primero nuevas ediciones de sus obras, no ya con la preocupación de fijar el texto, sino de divulgarlo. En 1903 la edición de una antología de escritos de Eckhart, realizada por Hermann Büttner, tuvo un gran éxito, aun cuando lo presenta como un heterodoxo católico y un espíritu libre que supo oponer una «religión verdadera» a la eclesiástica.[79]​ Esto propició una explosión de estudios sobre Eckhart y su utilización incluso por parte de la ideología nazi a manos de Rosenberg: el desapego y la nobleza de espíritu, según este ideólogo y criminal, eran los valores del germanismo. Era considerado el «apóstol de los alemanes» y sus escritos, la «Biblia germana».[80]​ Incluso se llegó a pensar en la creación de una iglesia nacional germana, la Ekkehartmensch.[81]​ Tras la Segunda Guerra Mundial el interés por Eckhart se trasladó al ámbito filosófico, sobre todo cuando Heidegger afirmó que mientras meditaba en el ser, leyó frecuentemente los escritos del maestro dominico.[82]

Hubo un trabajo realizado por Franz Pfeiffer en 1857, pero que se mostró luego insuficiente e incompleto, aun cuando fue reeditado en 1962.[83]

Se dio también un proyecto por parte del Instituto Histórico de la Orden de Predicadores, pero que quedó inconcluso desde 1936. El plan original preveía 17 fascículos, pero llegó a publicar solo tres:

Desde 1956 la editorial Kohlhammer publica una edición crítica de toda la obra de Meister Eckhart. La obra latina comprende cinco volúmenes publicados en Stuttgart:

Comprende también cinco volúmenes, cuatro de ellos dedicados a los sermones y uno a los tratados. La editorial es la misma:



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