Las Revoluciones de 1989, también conocidas como El Otoño de las Naciones, fue una ola revolucionaria que recorrió Europa central y oriental en el otoño de 1989, ocasionando el derrocamiento de los estados socialistas de estilo soviético dentro del espacio de unos meses. Los nombres para esta serie de acontecimientos se remontan a las Revoluciones de 1848, también conocidas como «La Primavera de las Naciones».
La agitación política comenzó en Polonia, y condujo a una oleada de revoluciones sobre todo pacíficas en Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, y Bulgaria. Rumania fue el único país del Bloque del Este que derrocó violentamente a su régimen comunista y ejecutó a su jefe de estado.
Las Revoluciones de 1989 cambiaron enormemente el equilibrio del poder en el mundo y marcaron (junto con la subsecuente disolución de la Unión Soviética) el final de la Guerra Fría y el principio de la era de Post-Guerra Fría. Como consecuencia de las revoluciones en los años siguientes se produjo la disolución de la URSS, las guerras yugoslavas y la disolución de Checoslovaquia.
El síntoma de las Revoluciones de 1989 fue la “perestroika”, que fue iniciada por Mijaíl Gorbachov. Esta política se practicaba para la rehabilitación de la política y la economía de la Unión Soviética.
Aunque varios países del Bloque del Este habían experimentado con algunas reformas económicas y políticas desde los años 1970, el advenimiento de líder reformista soviético Mijaíl Gorbachov en 1985 marcaría la tendencia irreversible hacia una liberalización mayor. Durante mediados de los años 1980, una generación joven de burócratas soviéticos, conducidos por Gorbachov, comenzó a abogar por la reforma fundamental para revertir los años de estancamiento de Brézhnev. La Unión Soviética afrontaba un período de declinación económica severa y necesitó la tecnología occidental y créditos de países capitalistas para compensar su atraso creciente. Los gastos para mantener el régimen soviético -los egresos militares, la KGB, subvenciones a estados satélites- socavaron aún más la economía soviética.
Los primeros signos de reforma principal vinieron en 1986 cuando Gorbachov lanzó una política de glásnost (apertura) en la Unión Soviética, y acentuó la necesidad de la reforma económica, la perestroika (la reestructuración económica). Antes de la primavera de 1989, la URSS no sólo había experimentado un animado debate en los medios de comunicación sobre la política doméstica, sino también había sostenido sus primeras elecciones con múltiples candidatos.
Las iniciativas de reforma de Gorbachov inevitablemente reverberarían en todas partes de Europa Oriental, siendo que en ocasiones el propio Gorbachov instaría a los líderes de otros países del Pacto de Varsovia a copiar las políticas soviéticas, advirtiendo que la URSS ya no intervendría con presiones políticas o militares para defender gobiernos extranjeros reacios a aceptar la perestroika, inaugurando así la Doctrina Sinatra.
Las reformas de Mijaíl Gorbachov tuvieron efectos en los países de Europa del Este que estaban bajo el dominio de la Unión Soviética. Estos países, al no contar con el apoyo económico y militar de los soviéticos iniciaron sus propias revoluciones, aunque la idea de Gorbachov era que los cambios se hicieran dentro del Pacto de Varsovia. El apoyo económico que daba la URSS a los países satélites, era insostenible para la economía soviética en crisis, por lo cual, el gobierno ruso expresó que las relaciones económicas serían de acuerdo a las condiciones del mercado mundial. Es así como Polonia, la República Democrática de Alemania, Hungría, Checoslovaquia y Rumania iniciaron su lucha contra el comunismo.
En Polonia ocurrió el proceso de cambio político mediante el sindicato “Solidaridad” que constituía el mayor movimiento de oposición al gobierno desde 1981. Las huelgas masivas patrocinadas por “Solidaridad” de abril a septiembre de 1988 instan al régimen militar del general Wojciech Jaruzelski a negociar con este sindicato para que líderes políticos no comunistas puedan unirse al gobierno, ya que el régimen de Jaruzelski trataba de evitar una represión violenta al notar que ésta no había servido para neutralizar a Solidaridad a inicios de la década de 1980.
Estos pactos permitieron iniciar los denominados “Acuerdos de la Mesa Redonda” del 6 de febrero al 4 de abril de 1989, donde se establecen el reconocimiento legal del sindicato Solidaridad y la apertura de un proceso de transición democrática con elecciones al parlamento de Polonia y a un recientemente restaurado Senado de Polonia fijando los comicios para el 4 de junio. El Partido Obrero Unificado Polaco (POUP), órgano del régimen comunista, aceptó los acuerdos a cambio del cese de las huelgas masivas patrocinadas por “Solidaridad”. El 18 de diciembre de 1988, en la capital Varsovia, se fundó el Comité Ciudadano Solidaridad, ala política de dicho sindicato.
Las elecciones son sólo parcialmente libres, pues si bien el recién creado Senado tiene 100 escaños disponibles para todos los grupos políticos, en el Sejm sólo se crean 161 nuevos escaños, siendo que todos los ya existentes (299 escaños) continuarán en poder del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP) tras las elecciones polacas del 4 de junio. Al mismo tiempo, el gobierno de Jaruzelski aún dispone del monopolio de los medios de comunicación y posee mayores recursos para la propaganda electoral.
Aun así, los resultados de las elecciones polacas del 4 de junio, resultan muy adversos al régimen comunista: los candidatos auspiciados por “Solidaridad” ocupan 99 escaños del Senado (el restante lo ocupa un candidato independiente, también opositor al régimen ) y ganan 160 de los 161 escaños disponibles en el Sejm (el escaño restante lo obtiene un candidato comunista), lo cual indica una seria reducción del apoyo popular al régimen.
El bloque parlamentario afín al gobierno comunista empieza a disolverse ante los resultados adversos, mientras algunos líderes reformistas del POUP abogan para que el ala conservadora del régimen de Jaruzelski acepte las reformas planteadas por Solidaridad en la economía y la política del país. La negativa de la URSS a prestar apoyo político o militar al régimen de Jaruzelski acelera la descomposición del bloque gubernamental en el Sejm y facilita que el 24 de agosto de 1989 surja en Polonia el primer gobierno no comunista desde 1948, presidido por Tadeusz Mazowiecki, que forzó elecciones presidenciales para mayo de 1990. En esos comicios sería elegido presidente de Polonia el líder máximo del sindicato “Solidaridad”, Lech Walesa. El 30 de diciembre de 1989 el Parlamento eliminó la palabra popular del nombre oficial del país, República Popular de Polonia, y se restableció el actual nombre oficial, República de Polonia.
Desde la década de 1960 Hungría estaba regida por el veterano líder comunista János Kádár, quien había tratado de preservar el sistema político del marxismo-leninismo mediante algunas concesiones a la mejora del nivel de vida de la población húngara, en lo que el mismo Kádar designó como “comunismo goulash”. De esta manera el régimen húngaro mantenía el monopolio del poder pero permitiendo a la población húngara una libertad de opinión y contactos con países no comunistas, en una escala bastante mayor a la existente en el resto de Europa Oriental; igualmente la represión política y la censura, aunque visibles, resultaban mucho menos severas que las de otros países comunistas. Kádár había ganado también el respaldo de las masas mediante el otorgamiento de comodidades materiales superiores a las que podían obtener los habitantes del resto del Pacto de Varsovia, con lo cual el descontento popular estuvo bajo control durante mucho tiempo.
No obstante, la situación económica de Hungría era problemática desde mediados de la década de 1980 y la “liberalización” impulsada por Kádár hacía que los húngaros notaran con mayor crudeza que su país quedaba rezagado ante los estados capitalistas. Aunque Kádár ambicionaba quedarse en el poder hasta 1990, su mala salud y la imposibilidad de satifacer las nuevas demandas de las masas forzaron su renuncia en mayo de 1988, esperando que una nueva dirigencia del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) pudiera enfrentar mejor la crisis. El nuevo secretario general, Károly Grósz, apoyó establecer reformas económicas de corte capitalista, pero sin aceptar el multipartidismo, lo cual debilitó su posición al interior del PSOH, mientras que su primer ministro, Miklós Németh, requería iniciar reformas económicas y políticas lo antes posible (de hecho Németh tuvo la idea de aceptar que ciudadanos de Alemania Oriental usaran a Hungría como “escala” para huir hacia la RFA), al tiempo que en mayo de 1989 una orden de Németh generaba la destrucción de la “valla fronteriza” entre Hungría y Austria lo que se llevó a cabo el 27 de junio en la localidad húngara de Sopron entre el ministro de Exteriores Gyula Horn y su colega austríaco Alois Mock; semanas después el 19 de agosto se llevó a cabo, en dicho lugar, el Pícnic Paneuropeo durante el cual varios alemanes orientales cruzaron la frontera para ir a Alemania Occidental.
Los reformistas del PSOH lograron también en mayo de 1989 la rehabilitación pública de la fallida sublevación antisoviética de 1956, evento concluido el 16 de junio con un funeral de estado para el líder de dicha revolución, Imre Nagy, donde asistieron 100.000 personas en Budapest, situación impensable apenas unos meses antes. En dicho acto, llevado a cabo en la Plaza de los Héroes de Budapest, dio un discurso Viktor Orbán, futuro primer ministro del país, pidiendo la retirada de las tropas soviéticas. La reivindicación de Nagy y la situación política suponía un franco desafío al ala conservadora del PSOH, siendo que en el Congreso del PSOH celebrado el 7 de octubre del mismo año la dirigencia de Grósz fue desplazada por una facción de líderes más jóvenes, ansiosos de reformar el Estado húngaro siguiendo los modelos de Europa Occidental. El PSOH se autodisolvió y se creó el Partido Socialista Húngaro (PSH).
Casi inmediatamente la Constitución de 1949 fue radicalmente modificada en una serie de sesiones parlamentarias del 16 al 20 de octubre de 1989, resultando en una nueva serie de leyes que permitían el multipartidismo y reformaban drásticamente el Estado. El 23 de octubre, fecha del aniversario del inicio de la revolución de 1956, el presidente interino Mátyás Szűrös proclamó la República de Hungría, desde un balcón del edificio del Parlamento, en Budapest, dejando de existir la República Popular de Hungría y el gobierno se convirtió en un gabinete de expertos y consejeros sin partidismo. Las paramilitares Milicias Obreras, creadas en 1957, fueron abolidas. Se celebraron elecciones en marzo de 1990, ganando las fuerzas anticomunistas que ungieron primer ministro a József Antall, primer gobernante no comunista de Hungría desde 1948.
El Muro de Berlín cayó en la noche del jueves 9 de noviembre al viernes 10 de noviembre de 1989, 28 años después de su construcción. La apertura del muro, conocida en Alemania con el nombre de die Wende (en alemán el Cambio), fue consecuencia de las exigencias de libertad de circulación en la ex-RDA y las evasiones constantes hacia las embajadas de países del Pacto de Varsovia (especialmente Checoslovaquia y Hungría) y hacia la frontera entre Hungría y Austria, países que impusieron menos restricciones para los germanoorientales desde el 23 de agosto. En el mes de septiembre, más de 13 000 alemanes orientales emigraron hacia Hungría para pasar desde allí a territorio austriaco, cifra nunca vista antes de emigrantes en tan poco tiempo. El 30 de septiembre el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, le anunció a los refugiados que estaban en el jardín de la embajada de la RFA en Praga, la capital checoslovaca, que su salida había sido aprobada.
Hacia el final de 1989 comenzaron manifestaciones masivas en contra del gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), que precisamente el 7 de octubre de ese mismo año cumplía 40 años de creación oficial; de hecho, las manifestaciones de protesta contra el gobierno en Leipzig y Dresde fueron muy concurridas y alcanzaron varios miles de participantes, con lo cual empañaron los festejos del aniversario, promovidos por el gobernante Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA/SED). De hecho en Leipzig la Iglesia de San Nicolás congregó a mucha gente que protestaba y se convirtió en símbolo de las protestas, llamadas manifestaciones del lunes. El secretario general del PSUA/SED, Erich Honecker, renunció a su cargo el 18 de octubre de 1989 para tratar de calmar la situación, siendo reemplazado por Egon Krenz pocos días más tarde. El régimen de Krenz no parecía dispuesto a seguir tendencias democratizadoras, pero los vacíos legales permitían que prosiguiera la fuga de germanoorientales hacia Alemania Occidental usando a otros países de Europa Oriental como “lugares de tránsito”, con el consiguiente descrédito del régimen de la RDA.
El 4 de noviembre tuvo lugar la Manifestación de Alexanderplatz en la que el pueblo germanooriental pidió profundas reformas políticas. Tras el 6 de noviembre se hizo público el proyecto de una nueva legislación de la RDA para viajar, que recibió duras críticas, y el gobierno checoslovaco protestó por vías diplomáticas por el aumento de la emigración desde la RDA a través de Checoslovaquia. El SED decidió, el 7 de noviembre, regular los viajes al exterior, facilitándolos, como una forma de contener los reclamos populares y mantener el control de la situación. El 9 de noviembre se promulgó un plan que permitía obtener con mucha facilidad pases fronterizos para viajes de visita. Se elaboró un modelo en el Consejo de Ministros, que se decidió ese mismo día antes de las 18.00 y que debía ser publicado y difundido en forma de circular a las 04.00 del día siguiente por las agencias de noticias, aunque hubo una objeción al procedimiento por parte del Ministerio de Justicia. Paralelamente, el modelo del Ministerio sería estudiado a medianoche en el Comité Central (ZK) y se modificaría ligeramente.
El mismo 9 de noviembre, en conferencia de prensa a las 19.00 horas, el jefe máximo del SED en Berlín Oriental, Günter Schabowski, informó que el gobierno de la RDA anulaba las antiguas restricciones para el cruce de fronteras entre las dos Alemanias. Hubo una pregunta del periodista italiano Riccardo Ehrman, de la agencia de noticias ANSA, sobre el momento en que las nuevas órdenes entrarían en vigencia, a lo cual Schabowski respondió “ahora mismo, de inmediato”. Tales palabras fueron retransmitidas por la prensa reunida ante Schabowski y por la televisión oficial de la RDA, que cubría en vivo la conferencia, y causaron un inmediato impacto entre las masas germanorientales de Berlín Oriental, al punto que apenas dos horas después varios miles de personas se habían congregado frente al Muro de Berlín reclamando a los guardias de la RDA su derecho a cruzar la frontera conforme a la orden de Schabowski.
Los guardias fronterizos de la Volkspolizei no recibieron órdenes de abrir la frontera, pero tampoco de repeler a la enorme masa o dispersarla por la fuerza, siendo que la gran cantidad de personas esperando cruzar hacia la zona occidental hacía riesgosa e impopular toda decisión de usar la violencia. Hacia las 22.45 horas, los jefes de la Volkspolizei adscritos al Muro decidieron abrir los pasos fronterizos con el consentimiento tácito del gobierno de la RDA, en tanto no recibían datos de que la orden de Schabowski hubiera sido revocada. Con ello, prácticamente el Muro de Berlín perdió su razón de ser esa misma noche, en tanto miles de germanoorientales cruzaban la “frontera interior” con sólo mostrar su documento de identidad a los hombres de la Volkspolizei, procedimiento inimaginable desde que el Muro se edificó en 1961.
Al otro lado del Muro se había conocido la noticia que la RDA permitía el libre tránsito a sus ciudadanos y una gran masa de berlineses del oeste acudió a presenciar el insólito evento y recibir a los recién llegados, generándose una improvisada fiesta popular en la tierra de nadie aledaña al Muro. En la madrugada del 10 de noviembre varios miles de personas de ambos lados del Muro comenzaron a abrir grandes agujeros en las paredes usando picos y martillos, o a encaramarse sobre la estructura, sin ser detenidos por los guardias fronterizos de ambas zonas.
Luego de difundirse en imágenes televisivas y fotografías la Caída del Muro de Berlín se produjeron aceleradamente las revoluciones de Checoslovaquia, de Bulgaria, y de Rumania. El 1 de diciembre la Cámara Popular, el parlamento germanooriental, suprimió la disposición de la Constitución de la RDA que concedía al SED el monopolio del poder. El 3 de diciembre Egon Krenz renunció como secretario general del SED, siendo el último en ocupar ese cargo, y el 6 del mismo mes renunció como presidente del Consejo Nacional de Defensa y presidente del Consejo de Estado de la RDA, sucediéndole en este último cargo Manfred Gerlach, presidente del Partido Liberal Democrático de Alemania.
El 20 de febrero de 1990 otra reforma de la Constitución eliminó la mención al Frente Nacional de la República Democrática Alemana, el frente popular que lideraba el SED, desapareciendo definitivamente. El 18 de marzo se llevaron a cabo las primeras elecciones libres de la RDA, ganando la coalición Alianza por Alemania. El 3 de octubre de 1990 la RDA y la RFA se fusionaron en un solo Estado, con la cual Alemania quedaba reunificada.
Para el inicio del descontento popular en Checoslovaquia hay que remontarse al año 1977, fecha en que un grupo de intelectuales, siguiendo la línea del espíritu de la Primavera de Praga, de 1968, publicaban un manifiesto denominado “Carta 77”, en el que expresaban su disidencia con el régimen establecido.
En 1989, el tiempo de cambios en Europa, las masas de Checoslovaquia sabían sobre la radical transformación del socialismo soviético mediante la perestroika y tuvieron noticias de las caídas de regímenes en países cercanos como Polonia y la RDA a través de la radio extranjera (como Radio Free Europe), pero advertían que la élite política de su país rehusaba aplicar cambios en el mismo sentido. El 17 de noviembre de 1989 en Praga la policía atacó a miles de estudiantes que protestaban contra el régimen comunista. Este suceso provocó el inicio de las manifestaciones masivas. Se creó el Foro Cívico dirigido por el dramaturgo Václav Havel, y dentro del Partido Comunista de Checoslovaquia (PCC/KSČ) se evidenciaban luchas de poder entre sectores inmovilistas como Gustáv Husák y reformistas como Ladislav Adamec, como consecuencia se crea un clima tenso.
El 24 de noviembre renunció el Presidium del PCC, incluido el secretario general Miloš Jakeš, y fue elegido como su sucesor Karel Urbánek, un comunista moderado. El mismo día la televisión federal mostró imágenes de las protestas del 17 de noviembre así como el primer discurso televisado de Václav Havel, que trataba principalmente sobre la huelga general.
Tras la huelga general del 27 de noviembre de 1989 y la falta del apoyo del aliado soviético, el Partido Comunista de Checoslovaquia abandonó el poder. El hasta entonces valedor de la ortodoxia comunista, Gustáv Husák, dimitía el 10 de diciembre como Presidente de la República. El nuevo primer ministro Marián Čalfa, sucesor de Adamec desde el 7 de diciembre, asumió interinamente la presidencia del país. Los acontecimientos se precipitaron y antes de finalizar el año 1989 Václav Havel accedió a la jefatura del Estado y el reformista Alexander Dubček a la presidencia del Parlamento; Čalfa apoyó la candidatura de Havel para presidente. En junio de 1990 se celebraron elecciones democráticas de las que saldrían vencedores el Foro Cívico y el Público Contra la Violencia, variante eslovaca del primero.
La evolución política y las escisiones posteriores de estos partidos se iban a plasmar durante los años 1991 y 1992, así como un poderoso movimiento nacionalista secesionista que se traduciría en la independencia entre la República Checa y Eslovaquia en el año 1993, disolviéndose Checoslovaquia. Václav Havel se convertiría en el primer presidente de la República Checa y Václav Klaus en primer ministro, mientras que en Eslovaquia sería Vladimír Mečiar el nuevo jefe de Estado. En 2004 ambos países ingresaron de forma conjunta en la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Bulgaria se había mantenido bajo un régimen comunista sin modificaciones apreciables desde que en 1954 el líder comunista Tódor Zhívkov se convirtiera en el jefe máximo del Partido Comunista Búlgaro (PCB) en concordancia con el deshielo promovido por Nikita Jruschov, siguiendo desde entonces una política de alineación absoluta con la Unión Soviética, tanto en cuestiones domésticas como de política exterior, manteniendo la corriente más fiel a Moscú dentro del Pacto de Varsovia.
De hecho, Zhívkov había copiado virtualmente todos los programas del régimen soviético de turno durante sus 35 años de mandato y rehusó adaptarse a las directrices de la URSS cuando Mijaíl Gorbachov adoptó la perestroika y la glásnost desde 1985. Al no tener Bulgaria fronteras comunes con la URSS y al no tener una importancia estratégica para los soviéticos en los Balcanes, Gorbachov se abstuvo de ejercer mayor presión sobre Zhívkov.
No obstante, algunos líderes del Partido Comunista Búlgaro tramaron la destitución de Zhívkov aprovechando su avanzada edad (78 años) y ante el temor que en Bulgaria estallaran protestas callejeras similares a las ocurridas en Alemania Oriental. Cuando en Bulgaria se supo de la caída del Muro de Berlín en la madrugada del 10 de noviembre de 1989 hubo un golpe dentro de la dirección del Partido Comunista para presionar a Zhívkov para que dimitiese de inmediato, para así evitar que las masas populares escapasen al control estatal, como había ocurrido en Berlín apenas unas horas antes. En la tarde del mismo 10 de noviembre fue elegido secretario general del Partido Comunista Petar Mladenov, un reformista que iniciaría el camino hacia el final del socialismo.
Moscú aparentemente aprobó el cambio de liderazgo, debido a que Zhívkov se había opuesto a las políticas de Gorbachov. El nuevo régimen inmediatamente derogó las restricciones a las libertades de expresión y reunión permitiendo la primera manifestación el 17 de noviembre, así como la formación de movimientos anticomunistas. Nueve de estos se unieron formando la Unión de Fuerzas Democráticas (UFD) el 7 de diciembre; la UDF no estaba satisfecha con la renuncia de Zhívkov y demandó reformas democráticas, siendo la principal la abolición del mandato constitucional del liderazgo del PCB. El 10 de junio de 1990 se celebraron las primeras elecciones libres en 4 décadas que ganó el nuevo Partido Socialista Búlgaro (PSB) surgido tras la autodisolución del PCB ese mismo año.
En Rumania el cambio de régimen sucedió mediante una revolución civil secundada por las fuerzas armadas, lo cual causó la revuelta más violenta de todas las acaecidas en Europa Oriental durante este período. El jefe del gobierno comunista rumano, Nicolae Ceaucescu (que era también el Secretario General del Partido Comunista Rumano, PCR), había ordenado a inicios de diciembre de 1989 el arresto arbitrario de un pastor protestante luterano llamado László Tőkés, perteneciente a la minoría húngara de Transilvania, lo cual provocó una serie de revueltas civiles masivas en la ciudad de Timisoara el 16 de diciembre. Las manifestaciones de esta ciudad se extendieron pronto a todo el país y se convirtieron en un masivo movimiento de protesta contra el régimen.
La tensión política desembocó en Bucarest, la capital rumana, el 21 de diciembre de 1989 cuando Ceaucescu se encontró con que una manifestación para glorificar a su régimen y a él, se convirtió en una gigantesca protesta civil. Ese mismo día estalló una insurrección a nivel nacional, apoyada por las fuerzas armadas y resistida mayormente por la Securitate, la policía política del régimen.
Tras varios días de violencia, y varios cientos de muertos, el gobierno comunista fue derribado cuando Ceaucescu y su mujer huyeron de Bucarest en helicóptero el 22 de diciembre y abandonaron la sede de gobierno a los manifestantes y las tropas rebeldes, que vencieron la resistencia armada de la Securitate. Ceaucescu y su esposa fueron apresados por tropas rebeldes mientras trataban de huir de Rumania, siendo juzgados sumariamente y ejecutados en un cuartel cercano a la ciudad de Târgovişte el 25 de diciembre de 1989. Esta revolución causó más de 2,000 muertos y puso fin al proceso revolucionario en Europa Oriental en 1989.
En febrero de 1986, en una de las primeras revoluciones pacíficas de movimientos de masas contra una dictadura, la Revolución del Poder Popular en Filipinas derrocó pacíficamente al dictador Ferdinand Marcos e instaló a Corazón Aquino como presidenta.
El efecto dominó de las revoluciones de 1989 también afectó a otros regímenes. El régimen de apartheid sudafricano y la dictadura militar de Pinochet en Chile fueron desmantelados gradualmente durante la década de 1990 a medida que Occidente retiró su financiación y apoyo diplomático. Argentina, Ghana, Indonesia, Nicaragua, Corea del Sur, Surinam, Taiwán y Yemen, entre otros países, eligieron gobiernos democráticos.
Los recuentos exactos del número de democracias varían según los criterios utilizados para la evaluación, pero según algunas medidas a fines de la década de 1990 había más de 100 democracias en el mundo, un aumento notable en solo unas pocas décadas.
Las reformas en la Unión Soviética y sus países aliados también llevaron a cambios dramáticos en los estados comunistas y socialistas fuera de Europa.
Muchos partidos políticos y grupos militantes apoyados por los soviéticos en todo el mundo sufrieron desmoralización y pérdida de financiamiento.
Al mismo tiempo, muchos estados autoritarios anticomunistas, anteriormente apoyados por Estados Unidos, vieron gradualmente una transición a la democracia.
Países que tuvieron gobiernos de estilo socialista después de 1991:
Otras consecuencias:
Después de las revoluciones de 1989 terminó la Guerra Fría. George H. W. Bush y Mijaíl Gorbachov en Malta el 3 de diciembre de 1989, declararon el fin de la Guerra Fría.
Dos años después de la Revolución de 1989, el Pacto de Varsovia se disolvió el 1 de julio de 1991, las repúblicas bálticas se separaron de la Unión Soviética en agosto de 1991, y la Unión Soviética se disolvió el 25 de diciembre de 1991.
Después de 1992, la “hoz y martillo” y algunos otros símbolos comunistas están prohibidos en algunos países de Europa Oriental, como Hungría (desde 1993), Estonia (desde 2007), Lituania (desde 2008), Letonia y Polonia. Las razones de estas prohibiciones es por considerar a estos un símbolo de la ocupación y totalitarismo de la Unión Soviética.
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