Sara Montiel cumple los años el 10 de marzo.
Sara Montiel nació el día 10 de marzo de 1928.
La edad actual es 96 años. Sara Montiel cumplió 96 años el 10 de marzo de este año.
Sara Montiel es del signo de Piscis.
Sara Montiel nació en Campo de Criptana.
María Antonia Abad Fernández, conocida artísticamente como Sara Montiel (Campo de Criptana, Ciudad Real, 10 de marzo de 1928 - Madrid, 8 de abril de 2013), fue una actriz de cine, cantante y productora cinematográfica española, considerada el rostro más bello del cine español. Obtuvo también la nacionalidad mexicana en 1951.
Debutó como actriz secundaria en la cinta Te quiero para mí (1943) precedida por Isabel de Pomés, e inmediatamente dio el salto al protagónico con Empezó en boda, junto a Fernando Fernán Gómez, con quien volvería a encabezar su siguiente película, Se le fue el novio. Aunque realizaba tanto papeles estelares como secundarios logrando críticas favorables e incluso algún éxito importante como Locura de amor (1948), se sentía insatisfecha de su sitio en la industria española, y después de coprotagonizar El capitán Veneno nuevamente junto a Fernando F. Gómez, decidió probar mejor fortuna en América. En apenas cuatro años rodó catorce cintas entre México y Cuba, como la exitosa Piel canela que le abriría las puertas de Hollywood para estelarizar junto a Gary Cooper y Burt Lancaster el western Veracruz, de Robert Aldrich, filme al que siguieron otros dos dirigidos por Samuel Fuller y Anthony Mann.
De vuelta en España, afianzó su estatus de estrella internacional con las películas El último cuplé y La violetera, que desvelaron su particular estilo como cantante y que se convirtieron en formidables éxitos de taquilla, estrenándose en diversos países de Europa e Hispanoamérica así como en India y Egipto. Los honorarios que cobró por La violetera en 1958 convirtieron a Sara Montiel en una de las actrices mejor pagadas del mundo, ya que la mejor pagada del mundo en esa fecha fue Elizabeth Taylor, que llegó a cobrar 500 000 dólares por ocho semanas de trabajo. En ese año también firmó un contrato de exclusividad por película, y los discos publicados con sus canciones llegaron hasta Grecia y Brasil. En los siguientes quince años, protagonizó únicamente melodramas musicales pensados para ella, y alcanzó tal popularidad que actuó en la Unión Soviética en plena Guerra Fría, en 1965, llegando a tener amplio éxito como actriz y también como cantante, especialmente con el tema Bésame mucho.
En una España condicionada por la dictadura y las limitaciones económicas, Sara Montiel fue la cara más barroca y sensual del espectáculo, gracias a sus papeles de mujer fatal y a sugerentes vestidos que tentaban la censura. Actriz de gran éxito comercial, mayormente en las décadas de 1950 y 1960, participó en medio centenar de películas. Se retiró de la industria del cine en 1974, pero como figura musical se mantuvo activa hasta el final: publicó diversos álbumes, ofrecía recitales en teatros y presentó programas de variedades en televisión. A los ochenta y un años de edad grabó con el dúo Fangoria la canción discotequera "Absolutamente" y su correspondiente vídeo musical, y pocos meses antes de morir seguía dando actuaciones acompañada de un pianista.
Como demostración de la perdurable fama de la española, en vísperas de su repentino fallecimiento el Festival de Cine de Berlín estaba planeando un homenaje en su honor.
Fue bautizada con el nombre de María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora.Guerra Civil, la familia se estableció en Orihuela (Alicante) en busca de un clima más benigno dado que el padre padecía asma; él trabajó en Orihuela como distribuidor de vinos.
Nació en el seno de una familia manchega humilde que subsistía por medio de la agricultura; sus padres fueron Isidoro Abad (1892-1944) y la segunda esposa de este, María Vicenta Fernández Palacios (1898-1969), que era peluquera a domicilio. Tras laEn Orihuela falleció muy joven un hermano de Sara, que está enterrado en el cementerio local, y ella tuvo además dos hermanas mayores, nacidas del primer matrimonio de su padre: Elpidia Isabel Abad y Gómez de la Cueva (nacida en 1912-8 de enero de 2006 a los noventa y tres años), quien vivió junto a Sara en la casa de la actriz en Madrid desde que enviudó hasta que falleció, y María Ángeles Abad y Gómez de la Cueva (nacida en 1925).
La futura estrella acudió al Colegio de Jesús María de San Agustín en esa ciudad, pero tuvo una alfabetización muy primaria pues las monjas del colegio la formaron más bien en labores domésticas como la costura. Ella misma reconoció que debutó como actriz sin saber leer correctamente, por lo cual en lugar de hojear los guiones memorizaba de oído los diálogos que le dictaban.
Desde muy pequeña María Antonia destacó por su belleza y sus dotes artísticas. A los trece años de edad sorprendió a todos cantando una saeta durante una procesión de Semana Santa en Orihuela, y con la aprobación paterna fue llevada a Valencia por la familia del editor de prensa José Ángel Ezcurra a fin de mejorar su formación; si bien cursó estudios muy básicos. En 1942 representó a la provincia de Alicante en un concurso de jóvenes talentos en el Parque del Retiro de Madrid, presentado por el popular locutor Bobby Deglané. Aunque la incipiente artista tropezó al pisarse el vestido y cayó en el escenario, consiguió cantar con acierto "La morena de mi copla" (un éxito de Imperio Argentina) y ganó el primer premio, que consistía en una paga de 1000 pesetas mensuales durante un año, cifra entonces importante. Con este dinero, la futura Sara Montiel se instaló en Madrid e inició estudios de declamación.
En 1944, gracias a unas fotos tomadas por Gyenes, llamó la atención de Vicente Casanova, un influyente productor de cine y agente de publicidad, uno de los dueños de la compañía cinematográfica Cifesa. Pero fue el fotógrafo Gyenes y no Vicente Casanova quien la presentó al director Ladislao Vajda, húngaro como él; así es como tuvo su primera aparición en el cine a los dieciséis años de edad en Te quiero para mí, donde apareció como actriz secundaria con el nombre artístico de María Alejandra; en la película Empezó en boda usó ya el nombre artístico de Sara Montiel, sugerido por el actor y humorista Enrique Herreros. Aunque no destacó como cantante hasta finales de los años 1950, ya algunos filmes tempranos (como Mariona Rebull, en el cual recibió un premio como actriz secundaria, ) incluyeron canciones suyas.
Tras participar con pequeños papeles en más filmes como Bambú (con Imperio Argentina) y la versión de 1947 de Don Quijote de La Mancha (que recibió un Premio de la Crítica en Nueva York), su primer papel de importancia fue como rival de Aurora Bautista en el exitoso melodrama histórico Locura de amor, basado en la vida de la reina Juana la Loca y dirigido por Juan de Orduña. En este filme el papel de Felipe el Hermoso lo hacía Fernando Rey, quien al igual que Sara disfrutaría años después de una carrera internacional. A este trabajo la joven actriz sumó otros roles todavía secundarios en La mies es mucha, Pequeñeces y El capitán veneno (1950), comedia de Luis Marquina protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Su belleza y talento permitirían a Sara Montiel lograr grandes éxitos años después, pero el cine español de entonces le quedaba pequeño pues la encasillaba en papeles de cara bonita, y siguiendo los consejos del dramaturgo Miguel Mihura (con quien mantenía una relación) encauzó su ambición hacia México y Estados Unidos. Su última película española de esta etapa fue una coproducción: Aquel hombre de Tánger, con el veterano Nils Asther, galán del cine mudo que había trabajado con Greta Garbo, Joan Crawford y Barbara Stanwyck.
Gracias al éxito de Locura de amor, donde ella hace el papel de una seductora villana, Sara Montiel llamó la atención de la industria cinematográfica mexicana, que vivía su «Época de Oro», y pronto la joven actriz española se convertiría en una de las figuras cotizadas del momento, junto con Dolores del Río, María Félix, Miroslava, Katy Jurado, Arturo de Córdova y Pedro Infante, entre otros artistas. Tuvo la fortuna de trabajar con varios de ellos. Hasta su muerte, Sara Montiel ha sido recordada y admirada en México, país al que dedicó una canción en 1988 ("Tu nombre era México"); muchos mexicanos, incluso de las nuevas generaciones, lamentaron su deceso.
En 1951 Sara Montiel adquirió la nacionalidad mexicana, y revelaría años más tarde: «Me hice mexicana, claro. Todavía tengo mi carta de nacionalidad en la caja fuerte. Cuando me casé con Tony Mann, en Los Ángeles, me casé con mi otro pasaporte, el mexicano».
Es en este año cuando el director Miguel Zacarías, quien dirigió sus tres películas al lado de Pedro Infante, le cambió el nombre de Sara a Sarita, como parte de un sistema estratégico que reforzaría el estrellato de la nueva actriz española en el cine mexicano; siendo gracias a esto que Sara aparece, en los créditos de sus filmes americanos, como Sarita Montiel, tanto en México como en Hollywood.
Sarita Montiel participó en catorce producciones mexicanas, debutando con la película Furia roja, con Arturo de Córdova; de este filme se rodó en paralelo otra versión en inglés (Stronghold) donde el papel de Sara lo hizo Veronica Lake.
Le siguieron filmes como: Cárcel de mujeres, con Miroslava Stern y Katy Jurado; Necesito dinero, con Pedro Infante; Porque ya no me quieres, con Agustín Lara... Uno de estos filmes, Piel canela, se rodó en parte en Cuba, gracias a lo cual Sara pudo rodar junto a la vedette Rosita Fornés y conocer al escritor Ernest Hemingway, quien residía en la isla. En esos años, Sara volvió a desvelar sus dotes como cantante, interviniendo en espectáculos con Los Panchos y los citados Agustín Lara y Pedro Infante.
Durante su etapa mexicana, y dado que su madre padecía mal de altura en México D.F., Sara alquiló para ella una casa en Cuernavaca, lo que propició que conociese a otras figuras célebres como Diego Rivera, Frida Kahlo y la actriz Merle Oberon.
Sus interpretaciones en Cárcel de mujeres y Piel canela abrieron a Sara Montiel las puertas para entrar a Hollywood en 1954. Allí llegaría a ser la primera artista española en obtener éxito, trabajando con varias de las máximas figuras del Star-system de la época como Gary Cooper, Burt Lancaster, Joan Fontaine y Vincent Price.
Su primer trabajo en la «Meca del cine» fue en el western Veracruz, dirigido por Robert Aldrich con un plantel de célebres actores tales como Gary Cooper, Burt Lancaster, Denise Darcel, Cesar Romero, Ernest Borgnine y Charles Bronson. Con Veracruz, donde encarnaba a una guerrillera mexicana bondadosa y temperamental, Sara Montiel logró índices de popularidad que jamás había tenido una artista española. En los créditos de esta cinta apareció con el nombre de «Sarita Montiel», y así figuraría en sus restantes trabajos en Hollywood, donde llegó a ser apodada «la bomba latina».
Según varias fuentes, la actriz recibió la oferta de un contrato estándar de siete años por parte de Harry Cohn, magnate del gran estudio estadounidense Columbia Pictures, pero lo rechazó pues temía que un acuerdo de exclusividad la encasillase en papeles de hispana. Por ello, sus siguientes trabajos fueron como actriz independiente para distintas productoras, de tal manera que llegado el momento tendría libertad para regresar a España sin seguir atada a un contrato. Inquieta, muy observadora y con afán de aprender, Sara se familiarizó con el proceso técnico de los rodajes; aprendió nociones de fotografía e iluminación, e incluso cómo montar los rollos de celuloide de las películas.
Su segundo trabajo en Estados Unidos fue la película musical Serenade (conocida en español como Serenata o Dos pasiones y un amor), basada en un relato de James M. Cain y protagonizada por el tenor y actor Mario Lanza. Él contó que eligió a Sara como partenaire a raíz de que su hija Colleen la vio en una revista mexicana y opinó: «Es la mujer más guapa que he visto en mi vida». El reparto de Serenade incluyó a dos estrellas ya legendarias: Joan Fontaine y Vincent Price. El rodaje comenzó con una mala relación entre las dos actrices principales, lo que en cierta manera reflejaba la tensión de sus personajes: en una memorable escena, Sara da unos pases de toreo y amenaza a Joan apuntándola con un estoque. Por suerte, la actriz española se ganó la amistad de la diva americana con un halago: durante la toma de unos primeros planos donde Joan Fontaine no aparecía, Sara le rogó que permaneciese ante ella, a fin de sentir mejor las emociones de la escena. Se hicieron amigas, y Fontaine la ayudaría a conseguir su siguiente papel. Durante el rodaje de esta producción Sara Montiel conoció a quien sería su primer esposo, Anthony Mann, el director de la cinta, y en los descansos trató con Elizabeth Taylor y James Dean, quienes rodaban Gigante en un plató cercano.
Durante una breve estancia en España Sara rodó El último cuplé, y sin esperar a su estreno, regresó a Estados Unidos para abordar su tercer filme en Hollywood, en esta ocasión para la compañía RKO Pictures: Run of the Arrow de Samuel Fuller (película que en España fue estrenada como Yuma). Este filme fue producido por el marido de Joan Fontaine, quien intercedió para que Sara obtuviese el único papel femenino relevante. Aquí ella interpretaba a una india sioux y tuvo por compañeros a Rod Steiger, Ralph Meeker, Brian Keith y nuevamente a Charles Bronson. El director Samuel Fuller relató que Sara congenió rápidamente con los indios reales que participaban en el filme como figurantes; en poco tiempo se entendió con ellos, lo cual llamó la atención de Clark Gable, quien rodaba otra película en un paraje cercano y acudió a conocer a la actriz española. Otro dato curioso es que según algunas fuentes, la voz de Sara fue doblada por la joven actriz Angie Dickinson.
Durante su estancia en Estados Unidos, Sara Montiel se integró en los círculos sociales de las grandes estrellas del cine y el espectáculo, que entonces eran casi inaccesibles para los artistas hispanos. Gracias a sus prometedores trabajos en Hollywood y a su matrimonio con Anthony Mann, trató con muchos de los ídolos que había admirado desde niña así como a las jóvenes estrellas que empezaban a destacar: Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Greta Garbo, Frank Sinatra, Alfred Hitchcock, Henry Fonda, Kirk Douglas, Bob Hope, Marlon Brando, James Dean y Rock Hudson, entre otros. Se conservan fotografías que testimonian muchos de estos encuentros. Marlene Dietrich le dio consejos sobre moda (por ejemplo, opinó que los colores que más favorecían a Sara eran el blanco, el negro y el rojo) y Sara tuvo invitada en su casa a la legendaria Greta Garbo, entonces ya retirada del cine y que no se dejaba ver en actos públicos. Como prueba de la confianza que tenían, la Garbo jugó al tenis con Anthony Mann y almorzó con la pareja tras ducharse en su cuarto de baño.
En Nueva York Sara Montiel llegó a conocer a Marilyn Monroe y a su esposo, el escritor Arthur Miller, así como a los músicos Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, quienes entonces componían el musical West Side Story. Sara igualmente trabó amistad con la actriz que sería protagonista de la película homónima: Natalie Wood, a quien dio consejos sobre maquillaje. En una ocasión Sara y la cantante Billie Holiday acudieron juntas al restaurante "Four Seasons" de Nueva York, y como no dejaron entrar a Holiday por ser de raza negra, la actriz protestó arrancando los manteles de varias mesas, con lo cual rompió unos platos y fue multada. Trató con Marlon Brando cuando este rodaba Sayonara y el musical Guys and Dolls con Sinatra; ella relató que no sucumbió al sex appeal del joven actor, si bien entablaron cierta amistad y Brando acudió una mañana a la casa de la actriz española para probar unos huevos fritos con ajo típicos de su tierra.
Aunque Sara Montiel tenía proyectos para realizar otras películas en Estados Unidos, como The Americano (con Glenn Ford) o The Burning Hills (con Tab Hunter, 1956), ella decidió tomarse unas vacaciones regresando a España, tras una ausencia de más de cinco años. Iba a ser un regreso solo temporal, pero súbitamente la actriz alcanzó tal éxito en su país con El último cuplé, que una vez rodado Yuma optó por establecerse en España y no volver a trabajar en Hollywood. Entre los filmes que no rodó, se menciona también La esclava libre con Clark Gable, donde el papel previsto para ella lo hizo Yvonne de Carlo. Incluso se ha dicho que Orson Welles barajó contratarla para un papel en Sed de mal.
Aprovechando un viaje a España por vacaciones antes del rodaje de Yuma, Sara rodó en 1957 una cinta de bajo presupuesto titulada El último cuplé y dirigida por Juan de Orduña. La realizó más por amistad y gratitud que por dinero, pues su sueldo era modesto. Nueve años antes Orduña había contribuido a dar a conocer a Sara con Locura de amor. A pesar de su difícil financiación y modestos medios (los decorados eran de cartón y algunos vestidos, de papel) El último cuplé fue un éxito de taquilla inmenso, en parte porque Sara incluía números musicales con una voz, susurrante y grave, totalmente opuesta al tono atiplado de Raquel Meller, Imperio Argentina y otras estrellas españolas de la canción. Sus interpretaciones de Fumando espero, El relicario y Valencia serían recordadas durante generaciones.
El último cuplé logró distribución internacional, al igual que su álbum de canciones, y marcó un hito en el cine español por su recaudación, por lo que Sara Montiel firmó un contrato multimillonario para realizar películas de producciones europeas (hispano-francesas-italianas) que la convirtieron en la estrella de habla española mejor pagada de la década. Se dijo que con La violetera empezó a cobrar un millón de dólares por cada película y su correspondiente disco (al cambio, unos 40 millones de pesetas de la época), cifra que de ser cierta igualaría el sueldo que firmó Elizabeth Taylor años después por Cleopatra. Disfrutando de condiciones tan ventajosas, Sara decidió no regresar a Hollywood, donde temía que su origen hispano la seguiría condicionando laboralmente. Y en una ocasión lo explicó así: «Después del éxito de El último cuplé, ¿iba a seguir haciendo de india?».
La violetera, ya con más presupuesto y rodada parcialmente en París, fue otra producción de éxito. Con el italiano Raf Vallone como coprotagonista, se proyectó en el parisino Gaumont Palace, por aquel entonces la sala de cine más grande del mundo, con capacidad para más de 4600 espectadores. En La violetera y en su siguiente película, Carmen la de Ronda (con Jorge Mistral como galán), la artista volvió a cantar con su voz grave y estilo particular, lo que redoblaba el atractivo de su indudable fotogenia y exuberante figura. Las canciones de estos filmes se publicaron en álbumes que alcanzaron enorme difusión; se distribuyeron incluso en Grecia y Brasil, alcanzando tales ventas que superaron las que en esos momentos tenían Frank Sinatra y Elvis Presley.
A dichos filmes les sucedieron otros doce en los siguientes quince años, todos dentro del género de cine musical y enteramente concebidos para el lucimiento de su protagonista, con argumentos de melodrama y un cuidado vestuario que en muchos casos, por su audacia, generaba problemas con la censura. En una ocasión, Sara rodaba una escena invernal y acudió luciendo un amplio escote:
La explotación comercial de estas películas era tan grande y se prolongaba tantos meses, que el estreno de alguna se aplazó para que no compitiese con la anterior. Entre ellas se pueden citar: Pecado de amor, La Bella Lola (adaptación libre de La dama de las camelias), La dama de Beirut, Samba (rodada en Brasil), Esa mujer (1968; dirigida por Mario Camus con guion de Antonio Gala) y Varietés (con Vicente Parra, dirigida por Juan Antonio Bardem). Varios de estos filmes se rodaron con galanes extranjeros como el argentino Alberto de Mendoza, el belga Fernand Gravey, el francés Maurice Ronet (luego famoso por su papel en A pleno sol de René Clement), el norteamericano Craig Hill y los italianos Giancarlo Viola y un joven Terence Hill (cuando aún se llamaba Mario Girotti). La actriz era tan rentable que en ocasiones pudo elegir a sus compañeros de reparto, al director de fotografía e incluso intervino en la elección o sustitución de algún director.
Durante esta época, las películas de Sara Montiel causaban tal sensación que se estrenaban en lugares tan lejanos como El Cairo y Bombay. En París eclipsaron a títulos tan célebres como Trapecio (con Burt Lancaster, Tony Curtis y Gina Lollobrigida) y obligaron a aplazar los estrenos de El puente sobre el río Kwai y de Una Parisina de Brigitte Bardot. En una ocasión la actriz acudió al Festival de Venecia con su marido Anthony Mann, que presentaba su nuevo filme, y la popularidad de ella era tal, que la aconsejaron que no acudiese para no eclipsarle a él. En el Festival de Cine de San Sebastián de 1958, Sara permaneció firmando autógrafos durante una hora y cincuenta minutos.
Por desgracia, según los críticos, Sara Montiel terminó «muriendo de éxito» como actriz: las ansias comerciales de los productores y el deseo de no defraudar a sus admiradores la llevaron a encasillarse en un género melodramático sin evolución que a principios de los años 70 perdía gancho frente al nuevo cine de destape.
Con la llegada de la Transición política en España y el predominio de las películas eróticas y cómicas de destape, Sara Montiel decidió dejar el mundo del cine con apenas 46 años de edad; pero se volcó en su faceta musical, mayormente con recitales en teatros y presentando programas de variedades en televisión. Retuvo una extraordinaria popularidad y se ganó la admiración de nuevas generaciones de cinéfilos, escritores y músicos; el escritor Terenci Moix la apodó «Saritísima» y dijo de ella, entre otras cosas: «Ella es nuestra Mae West; representa la inspiración máxima del erotismo tranquilizador, donde la agresividad de la hembra manchega viene suavizada por sus extravagancias externas: vestuario, fraseología, simpatía, canciones...».
Prueba de la veneración que aún suscitaba cumplidos los sesenta años fue su ambicioso disco Purísimo Sara, con canciones nuevas creadas para ella por músicos como José María Cano (integrante del grupo Mecano), Joaquín Sabina, Javier Gurruchaga, Antonio Carmona, Carlos Berlanga, Nacho Canut y Óscar Gómez, quien así mismo fue el productor del álbum. Este trabajo fue el retorno de Sara al mercado discográfico tras una década de ausencia, en la que había ofrecido principalmente recitales en vivo; y fue un álbum muy cuidado: grabado en Londres (en parte, en los míticos Abbey Road Studios) con un repertorio variado en temas y estilos, con un lujoso acompañamiento orquestal y con una imagen renovada. Buena prueba del esmero puesto en este proyecto fue la participación de la diva de la ópera Montserrat Caballé en la canción "La Violetera". Purísimo Sara logró notables ventas (llegó a ser Disco de Oro y luego Disco de Platino en España), mereció un premio en Nueva York y su éxito comercial propició otros dos álbumes en los tres años siguientes.
Aunque diversos directores como Pedro Almodóvar ofrecieron guiones a Sara Montiel, ella se mantuvo firme en su negativa a regresar a la gran pantalla; afirmaba que el antiguo Star-system había desaparecido y que ella no encajaba en el nuevo tipo de cine que se estaba produciendo. Con todo, en 2011 reapareció sorpresivamente rodando algunas escenas para la película Abrázame, debut del director manchego Óscar Parra de Carrizosa aún por estrenar. Hizo un breve papel paródico interpretándose a sí misma.
Como cantante tuvo gran éxito en su carrera: grabó más de 700 canciones que se publicaron en más de 50 álbumes. Volvió a poner de moda el cuplé con su forma de cantar, de modo que sus grabaciones se publicaron en diversos países europeos y americanos, desde Rusia hasta Brasil, y llegó a cantar en griego.
Las enormes ventas de discos influyeron, sin duda, en que Sara Montiel se mantuviese fiel al género de cine musical durante sus últimos quince años de carrera como actriz. El éxito de su primer álbum, El último cuplé, cogió desprevenidos a todos. Sara había firmado con la compañía Columbia la publicación de la banda sonora, acordando como pago un porcentaje de las ventas (royalties) que según algunas fuentes rondaba el 40% de los beneficios. Esto se decidió dando por supuesto que el disco tendría discreta acogida; pero terminó siendo un superventas, de modo que la cantante percibió una fortuna (se habló de unos 3 millones de pesetas de la época). A partir de entonces, los contratos suscritos por la actriz estipularon que cada película tuviera una selección de canciones interpretadas por ella.
Rompiendo con la tradición de voces atipladas impuesta por Raquel Meller y otras intérpretes del género, Sara cantaba con una tesitura más grave, similar a la de contralto. Su voz no era poderosa, pero sí bien entonada, aterciopelada y muy sugerente, de una acusada personalidad que la hacía reconocible instantáneamente. Durante los ensayos vocales para El Último Cuplé como Sara no llegaba a entonar las notas más agudas de los temas, pedía varias veces al compositor Juan Solano que bajase de escala, a lo que él respondió: «Si seguimos bajando más, nos sentamos debajo del piano». De los temas interpretados en El último cuplé se destacó "Fumando Espero", con el que Sara Montiel terminó identificándose ya que, desde la adolescencia, practicaba el tabaquismo como hábito social; un consumo ahora mal visto, pero que se consideraba por entonces como sexy y elegante. Entre sus interpretaciones más recordadas también se cuentan: "El Relicario", "La Violetera", "Lágrimas negras", "Bésame mucho", "Perfidia", "Valencia", "Tatuaje", "Ojos Verdes", "El Polichinela", etcétera... Muchas de estas canciones eran clásicos de décadas atrás que ella actualizaba con su inconfundible voz y con una sensualidad inusual en España.
Como su última película, Cinco almohadas para una noche, no consiguió el éxito de las anteriores, Sara dejó el cine en 1974 y se volcó en dar espectáculos en teatros, una opción ya habitual entre artistas extranjeras como Marlene Dietrich, Judy Garland y Eartha Kitt. Su debut en este género había sido Sara Montiel en persona en 1970, show al que siguieron otros en los años siguientes: Doña Sara de la Mancha, Saritísima, Taxi, vamos al Victoria, Saritízate. Son ejemplos de los muchos espectáculos teatrales que presentó con éxito. En ocasiones colaboró con otras figuras veteranas como Josephine Baker, Olga Guillot y Celia Gámez.
«Saritísima» se mantuvo activa en el mundo musical hasta sus últimos días. A su repertorio clásico sumó en la década de 1970 temas más audaces, como "Me gustas cuando callas" (adaptación de un poema de Pablo Neruda, un escritor mal visto por el franquismo) y la sensual canción en inglés "Touch Me". Sus álbumes Purísimo Sara y A flor de piel reunieron composiciones hechas expresamente para ella como "Bolero triste" de Joaquín Sabina, "¡Ay, qué caray!" de José María Cano, las canciones bailables de estilo pop "Atrévete otra vez" y "Súper Sara" de Carlos Berlanga y Nacho Canut, "Fúmame, fúmame" compuesta en equipo por Sabina, Antonio Carmona y Javier Gurruchaga (quien la grabó a dúo con Sara), y el tango "Macho" de Óscar Gómez. También grabó el tema "Café Gijón", con motivo del centenario del famoso local madrileño (con música de La Bohème de Puccini y nueva letra de Alberto Cortez) y canciones de Pedro Ruiz ("¡Qué noches!") y Emilio Aragón ("La rosa"). Sus grabaciones posteriores fueron más discutibles (llegó a hacer rap) si bien en 2009 volvió a triunfar: a los 81 años de edad grabó con el dúo Fangoria la exitosa canción "Absolutamente" y su correspondiente videoclip, en el cual aparecía contoneándose flanqueada de hombres desnudos.
En televisión ejerció de presentadora en los programas semanales Sara y punto (realizado por Eduardo Stern, y donde tuvo invitados como Charles Aznavour y Luciano Pavarotti) y Ven al Paralelo, que se grababa en el Teatro Arnau de Barcelona y con el cual estuvo dos temporadas en el canal La 2. Actuaron en este programa figuras como Celia Cruz, Raphael, Lucho Gatica y José Luis Rodríguez "El Puma". En el año 2002, sorprendió al protagonizar un anuncio para los premios "MTV Europe Music Awards" de ese año, parodiando su imagen de vieja gloria: aparecía maquillándose acompañada de una doncella uniformada (a la que arrebataba los zapatos de tacón) y exclamaba «Marvellous!».
En el año 2020 fue interpretada por Ana Milán para un episodio en la serie Veneno, en memoria de Cristina la Veneno, dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo para Atresplayer Premium.
Si bien con los achaques propios de su edad, la actriz gozó de buena salud hasta el final, por lo cual su muerte sorprendió a todos. Falleció el 8 de abril de 2013 en su casa en el barrio de Salamanca de Madrid tras sufrir «una grave crisis» de la que no se dieron más detalles. La actriz habría sufrido «una muerte súbita» y todo apunta a que se debió a causas naturales, por un fallo cardíaco. Murió un 8 de abril, como su admirada María Félix. Infinidad de figuras del espectáculo de varias generaciones lamentaron su fallecimiento públicamente: Julio Iglesias, Raphael, Concha Velasco, Marujita Díaz, Mario Camus, Silvia Pinal, Alaska, Loquillo, etc.
Fue enterrada en el cementerio de San Justo de Madrid al lado de su hermana Elpidia y su madre, María Vicenta, como fue su deseo en vida. Durante su sepelio, el coche fúnebre con los restos mortales de la artista recorrió las principales calles de Madrid para así poder brindarle el homenaje de sus conciudadanos. En las pantallas gigantes de la plaza de Callao, donde se paró el coche fúnebre unos minutos, se emitieron dos de sus películas más emblemáticas durante dicho acto, La violetera y El último cuplé.
Con sus programas de televisión y recitales en teatros, Sara Montiel se mantuvo activa profesionalmente mucho después de haberse retirado como actriz de cine; todavía en 2012, un año antes de fallecer, seguía dando conciertos con voz en directo. Su popularidad fue constante, en parte por ser un personaje habitual en la prensa rosa, a veces por noticias controvertidas.
Mientras que en su vida privada era una mujer sencilla, Sara Montiel mostraba en público una estética sofisticada, de diva a la antigua usanza, con grandes joyas y ropa vistosa. Cambiaba frecuentemente de esmalte de uñas y de peinado, y no dudaba en emplear pelucas cuando era necesario. En las sesiones fotográficas y reportajes supervisaba la posición de cámaras y luces para potenciar su imagen. Se decía que siendo ya mayor exigía colocar medias o filtros especiales en los objetivos para disimular las arrugas y retener una apariencia seductora; un truco que ella negó con humor. Su barroquismo y peculiar expresividad (mezcla de glamour y casticismo) la mantuvieron durante décadas como un personaje inconfundible de la cultura popular y como la versión hispana del camp, motivo de todo tipo de imitaciones. Su rotunda imagen y el contenido melodramático de sus películas y canciones la convirtieron en icono del transformismo y de la comunidad gay.
En su esplendor Sara Montiel fue reconocida como una de las estrellas más bellas y fotogénicas del mundo; y aún a edad madura conservaba una envidiable silueta, ayudada por estrictas dietas a fin de mantener sus 57 kilos de peso. Consciente de la importancia que una buena figura tenía en su profesión, declaró: «Mi mayor trabajo es adelgazar, por que si no, no trabajo». En 1988, cumplidos sesenta años, sorprendió a su público con el lanzamiento del disco Purísimo Sara: posó en la portada con una estética un tanto andrógina (con traje y corbata, el pelo engominado y un puro en la mano) y promocionó el álbum en televisión con movidas coreografías (incluso bailó tango) y luciendo lujosos vestidos con atrevidos escotes. Demostró su vitalidad y gran sentido del humor cuando –con sesenta y tres años– grabó un vídeo musical para su canción "Súper Sara" donde encarnaba a una heroína con superpoderes. La prensa y los humoristas hacían chistes sobre su edad y sus operaciones de cirugía estética; ella reconoció su paso por el quirófano, si bien hay que precisar que empezó a retocarse más tarde de lo que se decía. Nunca ocultó su fecha de nacimiento, pero un periodista escribió: «Felicitamos a Sara Montiel: ha cumplido 59 años por tercera vez».
En el año 2000 Sara Montiel publicó sus memorias, Vivir es un placer, escritas por el dramaturgo Pedro Víllora y donde dio un repaso (no exento de controversia) por su carrera y amores.
La actriz tuvo cuatro matrimonios. Su primer esposo fue Anthony Mann, director de cine norteamericano, con quien se casó dos veces en 1957: primero in artículo mortis, por consejo de la hija del director, y por segunda vez en matrimonio civil cuando él se restableció de su enfermedad. Sara había conocido a Mann en el rodaje de la película Serenade. Mann trabajó en España, dirigiendo la producción El Cid, y Sara cuenta que le ofrecieron el papel de Doña Jimena, y que ella recomendó en su lugar a una estrella italiana emergente por aquel entonces: Sophia Loren. La pareja se divorció en 1963.
Su segundo marido fue el industrial José Vicente Ramírez Olalla. Se casaron en la Iglesia de Montserrat, en Roma. Este matrimonio duró dos meses, si bien concluyó en buenos términos.
Su tercer esposo fue el empresario y periodista mallorquín José Tous Barberán, más conocido como Pepe Tous (1931-1992), con quien contrajo matrimonio después de diez años de relación. Juntos adoptaron a los dos hijos de la popular artista, Thais (03/03/1979) y José Zeus (21/05/1983). Como promotor de espectáculos, Tous conocía bien el gremio musical y en la década de 1980 relanzó a Sara exitosamente en el mercado discográfico, de modo que la diva publicó cuatro álbumes entre 1988 y 1995. Pepe Tous murió de cáncer a los sesenta y un años y dejó a su viuda una estimable fortuna.
En octubre de 2002 la actriz contrajo matrimonio civil con el editor de cine cubano Tony Hernández; una relación sumamente controvertida y discutida en la prensa, que no llegó a un año de duración pues la unión se disolvió en julio de 2003.
A lo largo de su carrera, y aprovechando sus etapas de soltería, la actriz se relacionó (de manera más o menos íntima) con escritores y demás personajes ilustres, como Ernest Hemingway, quien enseñó a la artista a fumar habanos. Se dice que Sara vivió un romance con el actor James Dean, con quien estuvo a punto de viajar el día en que él murió en accidente de tráfico. Una foto de ambos juntos es de las últimas que se conocen de James Dean, y con ella se anunció en la prensa la muerte del joven mito.
Para León Felipe, el importante escritor y poeta español, Sara fue su musa y su mayor inspiración. «La Mancha en ti, mujer, y en mi corazón el dardo», fueron palabras que el insigne poeta dedicó a su admirada. En una ocasión llegó a decir: «Eres demasiado bella para el cine, lo tuyo es el teatro». También Miguel Mihura fue un amor importante en la vida de Sara, así como su Pigmalión. Sara llegó a pedirle matrimonio a Mihura, pero a pesar de publicarse las amonestaciones preceptivas para ello, no llegaron a casarse. Indalecio Prieto, un político de izquierdas a quien Sara conoció cuando él estaba en el exilio, fue una relación corta pero de la que Sara ha guardado un gran recuerdo.
El actor Maurice Ronet, para Sara compañero y amante, trabajó con ella en Carmen la de Ronda, Mi último tango y Noches de Casablanca, viviendo un apasionado idilio que traspasó la pantalla. Con Giancarlo del Duca (1936), más conocido en España como Giancarlo Viola, trabajó en La Mujer Perdida y La dama de Beirut, y vivieron un romance que él decidió cortar. Cuando Pepe Tous murió, Giancarlo apareció de nuevo en su vida y el romance se reanudó, pero "Gianca" (como ella lo llamaba) engañó a Sara y a pesar de hablarse de boda entre ambos, decidió cortar con él definitivamente.
Como ella misma cuenta, tuvo también una relación tormentosa con el fotógrafo de La bella Lola (1962) Mario Montuori.
Durante los últimos años la actriz rechazó varias ofertas para volver al cine, y declaró que nunca llegó a echarlo de menos porque no le gustaba la industria actual. Pedro Almodóvar ha confesado que Sara siempre fue su "obsesión" desde joven. Ambas leyendas comparten orígenes manchegos. El conocido cineasta le dedicó un sentido y emotivo homenaje en la película La mala educación, donde el protagonista (Gael García Bernal) interpreta (con un vestido de Jean Paul Gaultier) a un transformista que canta el bolero "Quizás, quizás, quizás", emulando a la actriz en el filme Noches de Casablanca (1963).
Sara Montiel ganó en 1959 un Disco de Oro por el álbum La violetera, que contenía canciones de la película homónima. También obtuvo el Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo (1959), máximo galardón de la época para recompensar el trabajo de los actores.
En 1972 fue nombrada Ciudadana de Honor de Los Angeles, recibiendo la llave de la ciudad de mano del alcalde Samuel W. Yorty, e igualmente recibió las llaves de otras tres urbes estadounidenses: Nueva York, Miami y Chicago. En 1981 recibió la medalla Ben Gurion de Israel y en 1982 fue reconocida por el gobierno francés con la Orden de las Artes y las Letras.
Todavía a edad madura, Montiel seguía siendo recordada en Estados Unidos: en 1989 acudió a Nueva York a recoger un Premio ACE por su disco Purísimo Sara y en 1994 el actor Burt Lancaster le entregó el Golden Eagle, el premio más importante de la comunidad hispana de Hollywood; galardón instituido por la organización Nosotros fundada por Ricardo Montalbán.
En 1991 Sara fue nombrada Hija Predilecta de Campo de Criptana, en 2008 galardonada con la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha y en 2010 recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. También recibió la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.
En 2011 recibió una Estrella en el Paseo de la Fama de Madrid y en 2012 regresó a Estados Unidos para ofrecer una pequeña gira de conciertos y charlas. En su aparición en Nueva York, la actriz atrajo a tantos periodistas como Mario Vargas Llosa, y el alcalde Michael Bloomberg le envió una elogiosa carta.
En su ciudad natal, Campo de Criptana (provincia de Ciudad Real), tiene un molino-museo en la sierra de los molinos, y también cuenta con una calle con su nombre y con una estatua que ella misma inauguró al cumplir los ochenta años de edad. La casa donde nació está identificada con una placa.
En 2013, en vísperas de su fallecimiento, se supo que el Festival de Cine de Berlín planeaba un homenaje en su honor, y también se ha rumoreado que la actriz Jennifer Lopez proyectaba rodar una película biográfica sobre ella. Además, María Antonia hace una pequeña aparición en el musical de Jorge Berlanga, con música de Carlos Berlanga, A Quién le Importa.
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