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Sierra minera de Cartagena-La Unión



La sierra minera de Cartagena-La Unión es una formación montañosa que se extiende en dirección este-oeste a lo largo de 26 km de costa desde la ciudad de Cartagena hasta el cabo de Palos, pasando por el término municipal de La Unión, en la Región de Murcia en España.[1]​ Su máxima elevación se produce en el cerro del Sancti Spíritus en las cercanías de Portmán, a 431 m de altitud.[2]

Esta sierra fue intensamente explotada por sus minas de plata y plomo y otros minerales metálicos en la antigüedad. El control sobre estos recursos mineros fue una de las principales causas del establecimiento de los cartagineses en el sur de España y de la posterior ocupación romana. La prosperidad generada por la minería hizo de la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, una de las más florecientes de la Hispania romana, hasta que a finales del siglo I el agotamiento de los mejores yacimientos, unido a la escasa tecnología romana, determinaron su abandono.

Las minas no se volvieron a poner en explotación hasta que, en el siglo XIX, las nuevas tecnologías industriales permitieron hacer de nuevo rentable la producción de mineral en la sierra de Cartagena, y se produjo un nuevo auge de la minería e industrias relacionadas. Después de la Guerra Civil Española se pasó a una explotación extensiva a cielo abierto que generó graves problemas medioambientales hasta el cese definitivo de las actividades mineras en 1990.[3]

Como consecuencia de este dilatado proceso histórico de explotación industrial, el paisaje de la sierra de Cartagena-La Unión está marcado y transformado por siglos de intensa actividad humana y atesora valiosos testimonios culturales, arqueológicos e industriales de su pasado minero. Por todas estas razones, ha sido declarada bien de interés cultural con la categoría de sitio histórico.[1]

La sierra minera forma parte de las últimas estribaciones orientales de las cordilleras Béticas, surgidas en el Cenozoico durante la denominada orogenia alpina, por colisión de la microplaca mesomediterránea con la placa ibérica. Geológicamente la sierra minera está compuesta por dos unidades tectónicas superpuestas:[4]

Durante el Mioceno superior, el Campo de Cartagena sufrió uno de los episodios más recientes de vulcanismo de la península ibérica. Hace unos siete millones de años, comenzaron a producirse numerosas erupciones volcánicas en toda la zona, de las que son restos: las islas del mar Menor, la isla Grosa, El Carmolí o el Cabezo Beaza. Las últimas erupciones se produjeron hace sólo un millón de años, en el Cabezo Negro de Tallante.

Asociados a esta actividad volcánica, se generaron potentes procesos hidrotermales, en los que el agua procedente del interior de la tierra, con presencia de minerales disueltos, sometida a fuertes presiones y altas temperaturas, precipitó estos minerales en las fallas y cavidades de la sierra, y dio lugar a ricos filones de minerales metálicos.[7]

La mineralogía de la Sierra de Cartagena-La Unión es bastante compleja, y el aprovechamiento de los yacimientos ha tenido distintos enfoques dependiendo de la época. En época romana y prerromana, el mineral principal fue la plata, contenido en la galena argentífera y en el gossan. Junto con ella se extrajeron enormes cantidades de plomo, pero también se abandonaron escorias ricas en este último metal. Entre el final de la explotación romana y el siglo XIX las labores mineras fueron esporádicas, fundamentalmente para obtener galena para alfarería (alcohol de alfareros) o incluso amatistas, de calidad razonable en el contexto de los yacimientos europeos, antes de la explotación de los sudamericanos. En el siglo XIX se retomó la explotación de plomo de las antiguas escorias, posteriormente de los minerales secundarios (anglesita y cerusita) despreciados por los romanos, y finalmente de la galena, obteniendo también plata. El zinc se obtuvo desde mediados del siglo XIX de minerales oxidados, las llamadas calaminas (smithsonita y hemimorfita) y desde inicios del siglo XX también de la esfalerita. Los minerales de hierro (limonita y siderita) también se extrajeron en muchas minas, especialmente cuando contenían manganeso (mezclas de goethita y pirolusita). En algunos momentos se extrajo también el mineral de estaño (casiterita) en alguna mina concreta, así como minerales de cobre (fundamentalmente en época prehistórica) y baritina. Desde el punto de vista mineralógico, la Sierra minera de Cartagena-La Unión ha producido ejemplares notables de la mayor parte de las especies explotadas, y de otros minerales sin valor industrial, pero de interés científico, como la greenalita, vivianita o ludlamita.[8]

Las primeras evidencias arqueológicas de explotación minera en el sureste proceden de los numerosos pecios de origen fenicio que atestiguan intercambios comerciales de productos mineros con oriente desde el siglo VII a. C. Prueba de este tráfico comercial es, por ejemplo, el cargamento de un barco fenicio hundido encontrado en la isla Grosa, cerca de cabo de Palos, compuesto por lingotes de plomo y estaño junto con manufacturas púnicas y unos colmillos de elefante con inscripciones fenicias. Este cargamento se conserva en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena.[9]

Un yacimiento excepcional que también se expone en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática es el de los barcos fenicios de Mazarrón, cuyo cargamento de plomo, aunque no procede exactamente de la zona minera de Cartagena, demuestra la existencia de explotaciones mineras en la región desde el siglo VII a. C.[10]

La primera constancia arqueológica de un asentamiento dedicado a la explotación minera de la sierra data de la época ibérica, ya que en el pueblo de Los Nietos, junto al mar Menor, se descubrió en los años sesenta un poblado que en el siglo IV a. C. ejercía el papel de base comercial de la zona en la que se intercambiaban productos derivados de la minería por mercancías procedentes de Grecia, Campania y el Mediterráneo oriental.[11]

Crátera griega del poblado minero ibérico de Los Nietos. Museo Arqueológico de Cartagena.

Torta de mineral de plomo procedente del pecio de los barcos fenicios de Mazarrón. ARQUA.

Colmillos de elefante con inscripciones fenicias. ARQUA.

Según algunos historiadores, como el conocido arqueólogo Adolf Schulten, el establecimiento de los cartagineses en el sureste de la Península y la fundación de la ciudad de Qart Hadasht, la actual Cartagena, en 227 a. C. por Asdrúbal tuvo como objetivo principal el control de la riqueza generada por las minas de plata de Cartagena.[12]

Con esta plata se habría producido muy probablemente la acuñación en la ciudad de una conocida serie de monedas cartaginesas con las efigies de la familia Barca encontradas en Mazarrón y en otros puntos del Levante en el siglo XIX.[13]

Las menciones a la abundancia mineral de toda Hispania son una constante en las descripciones de la Península realizadas por los historiadores clásicos en la antigüedad. La extraordinaria riqueza de las minas de plata de Carthago Nova atrajo enseguida la atención de los geógrafos griegos y romanos. Las primeras referencias escritas que se refieren concretamente a las minas de Cartagena proceden del historiador Polibio de Megalópolis, quien visitó la zona en 147 a. C. Tras describir minuciosamente la ciudad, el escritor relaciona la existencia de una colina con un templo dedicado a Aletes, descubridor de las minas de plata.

Un siglo más tarde, el geógrafo Estrabón parafraseando a Polibio, describe con un poco más de extensión las minas de plata de Carthago Nova.[14]

Tradicionalmente se ha considerado que el siguiente texto de Diodoro de Sicilia, contemporáneo de Estrabón, hacía referencia a las minas de plata de Cartagena, aunque sin mencionarlas expresamente.[12]

En el año 209 a. C., en el marco de la segunda guerra púnica, Escipión el Africano, movido por el interés de tomar el control de la producción de plata de Cartagena, conquistó la ciudad de Qart Hadasht para la República romana, rebautizándola con el nombre de Carthago Nova y otorgándole el estatuto de municipium.[15][16]

En un primer momento, el laboreo de las minas estuvo bajo control directo del Estado. Roma explotó las minas de Cartagena tanto en galerías subterráneas como "a cielo abierto". De esta época procede la famosa mina del Cabezo Rajao en donde se vació un filón superficial de galena argentífera que dejó una gran raja en la montaña, origen de su etimología actual.[17]

Como ya se ha mencionado en el texto de Estrabón, hasta cuarenta mil esclavos trabajaban en la extracción de mineral en unas penosas condiciones humanas.

A pesar de que la intensa y extensa actividad minera de los siglos XIX y XX borró muchos de los yacimientos arqueológicos de la minería antigua, por toda la sierra minera y alrededores del Campo de Cartagena se encuentran todavía numerosísimos vestigios de la explotación minera en la antigüedad. Esos restos arqueológicos se pueden clasificar en cuatro tipos:[18]

Con la reactivación de la actividad minera a mitad del siglo XIX comenzaron a aparecer las primeras evidencias arqueológicas de la explotación antigua de la sierra minera. Las excavaciones sistemáticas y los estudios arqueológicos, tanto de las minas de Cartagena como de las de Mazarrón, no se realizaron de forma exhaustiva hasta los años cuarenta del siglo XX.[19]​ El fruto de estas excavaciones puede verse actualmente expuesto en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena, así como en el Museo Arqueológico de La Unión, una singular colección de útiles romanos de la minería, entre los que se encuentran piezas como:[20]

Útiles de la minería de época romana. Museo Arqueológico de La Unión.

Lingotes de plomo procedentes de las minas de Carthago Nova. Museo Arq. de Cartagena.

Útiles de la minería de época romana fabricados de esparto. Museo Arq. de Cartagena.

Capazo de esparto usado en las labores de la minería romana. Museo Arq. de Cartagena.

Alpargata de esparto usada en las labores de la minería romana. Museo Arq. de Cartagena.

Carthago Nova se constituyó en el centro económico de la minería, no sólo de las cercanas explotaciones de la sierra de Cartagena-La Unión, sino también de las de Mazarrón, Águilas y zonas mineras de Almería —sierra Almagrera y sierra de Gádor—, y se convirtió en una de las más prósperas ciudades de la Hispania romana.[21]

La creciente pujanza económica y comercial de la ciudad hizo que en el año 44 a. C. recibiera el título de colonia bajo la denominación de Colonia Vrbs Iulia Nova Karthago (C.V.I.N.K), siendo la tercera ciudad en Hispania en recibir el estatus colonial tras Corduba y Tarraco, y durante el principado del emperador Augusto (27 a. C.-14 a. C.), la ciudad fue sometida a un ambicioso programa de urbanización y monumentalización, que incluyó, entre otras intervenciones urbanísticas, la construcción de un impresionante teatro romano y un foro de grandes dimensiones.[15]​ A la nueva colonia se le otorgó el privilegio de emitir moneda propia en valores de ases, semises y cuadrantes.[22]

Durante el siglo I comenzaron a darse los primeros síntomas de agotamiento de la actividad minera en Cartagena. La menor rentabilidad hizo que el estado romano abandonase la explotación directa de las minas y las arrendase a particulares o a grandes sociedades privadas. La producción minera continuó descendiendo hasta una total paralización a finales del siglo II.[23]

El cese de la minería supuso la rápida decadencia de la ciudad de Carthago Nova, el abandono de la mitad del espacio urbano y la ruina de la mayoría de los edificios construidos en época augustea.[24]​ Durante los siglos siguientes no habría actividad en las minas de Carthago Nova más que de una forma muy residual.

Durante el reinado de Fernando VII, en 1825, se produjo un hecho trascendental en la historia de la minería española: la promulgación de la ley de minas que liberalizó el sector y permitió iniciar actividades mineras sin necesidad de contar con licencia del rey. Unos años después, en 1839, se descubrió en la sierra Almagrera de Almería el riquísimo filón Jaroso, que desató a una auténtica fiebre de la minería en todo el sureste español.[25]

En Cartagena se comenzaron a constituir sociedades anónimas para la explotación de las minas. Se reabrieron los antiguos pozos mineros romanos al mismo tiempo que apareció una nueva actividad: el beneficio de los antiguos escoriales romanos a los que, con las nuevas tecnologías industriales, se les extraía rendimiento de los restos de minerales que aún conservaban. Hacia 1850 había en Cartagena treinta y ocho fábricas de fundición de plata. Por otro lado, la aparición de nuevas tecnologías industriales hizo posible una nueva actividad económica: la explotación de los carbonatos y sulfuros de plomo. Sobre 1860, con la llegada de las primeras máquinas de vapor, se comenzó a explotar la calamina, de la que se extraía el zinc, y por último, ya a finales del siglo XIX, se inició el aprovechamiento de las piritas para la obtención del hierro. Durante el siglo XIX, la producción de plomo y zinc de las minas de Cartagena y La Unión constituyó el grueso de la producción nacional.[17][25]

Como consecuencia de este crecimiento industrial, se desarrollaron de forma extraordinaria los asentamientos y las infraestructuras relacionados con la minería:[1]

La actividad minera generó un intenso proceso inmigratorio de mano de obra procedente fundamentalmente de Andalucía, en especial de la provincia de Almería, así como del resto de la Región de Murcia.[27]

Con la riqueza generada por la actividad minera se gestó en Cartagena una poderosa burguesía enriquecida que invirtió sus ingentes fortunas en lujosas casas y palacetes de estilo modernista. Este nuevo estilo arquitectónico cambió por completo la fisonomía urbana tanto de la ciudad de Cartagena como de La Unión. Arquitecto fundamental en este nuevo proceso urbanístico fue el catalán Víctor Beltrí con obras como el Gran Hotel, la Casa Maestre, la Casa Llagostera o el Palacio de Aguirre, todas en Cartagena o el mercado público en La Unión.[28]

A principios del siglo XX, este apogeo dorado del sector minero en Cartagena comenzó a descender súbitamente por la aparición de fuertes competidores en el mercado internacional (Estados Unidos y Australia, principalmente) con una tecnología más eficiente que la empleada por las empresas locales.[29]​ El descenso se hizo más acusado a partir de 1918 final de la Primera Guerra Mundial, como consecuencia de la caída en picado de la demanda de plomo, utilizado en proyectiles y armamento. Por último, con la crisis económica de 1929 y el consiguiente descenso de la demanda internacional, la producción de las minas desapareció casi por completo.[17]

Como consecuencia del cierre de explotaciones mineras, se produjo en el municipio de La Unión una despoblación sin precedentes perdiendo hasta 2/3 de sus habitantes.[27]

A partir de los años 50, se reactivó de nuevo la actividad minera. La empresa de capital francés Peñarroya se hizo con la propiedad de gran parte de la sierra minera. Esta concentración de la propiedad y la introducción de nuevas tecnologías de explotación —algunas con generación graves problemas medioambientales— permitieron hacer de nuevo rentable la minería hasta los años 80 en que por causa de la crisis económica producida por el aumento de los precios del petróleo y el agotamiento de los yacimientos, se produjo el cierre definitivo de las minas y la declaración como Bien de Interés cultural, con la consideración de sitio histórico del Patrimonio industrial de las Minas de Cartagena-la Unión.[1]​ La declaración definitiva se produjo en 2015.[30]​En 1988, la empresa Peñarroya vendió la propiedad de todas sus explotaciones mineras a Portmán Golf, una promotora inmobiliaria.

En 2008, se planteó la posibilidad de reabrir algunos de los yacimientos mineros, propiedad de la empresa Portmán Golf, para la extracción de la blenda que precisaba la empresa Española del Zinc. Esta opción, que despertó un gran rechazo vecinal, fue pronto descartada.[31][32]

Todas las sierras de Cartagena, así como La Manga del Mar Menor, se encontraban originalmente cubiertas de una espesa maquia mediterránea. Esta comunidad clímax estaría constituida fundamentalmente por lentiscos, espinos negros, acebuches, palmitos y espartos. Junto con las especies anteriores crecerían también pinos carrascos, coscojas y cipreses de Cartagena. En las zonas más húmedas se presentarían además encinas, madroños y mirtos.[33]​ Esta maquia estaría habitada por ciervos, lobos y jabalíes.[34]

La especial localización geográfica de los municipios de Cartagena y La Unión, así como las particularidades de su orografía y climatología son causa de que las sierras litorales de Cartagena concentren una de las mayores biodiversidades de Europa por la confluencia de especies de diferentes procedencias así como por la gran riqueza de comunidades vegetales diversas y la presencia de numerosos endemismos florísticos. Así podemos encontrar:[36]

Esta riqueza botánica conforma uno de los patrimonios vegetales más importantes de Europa y se concentra fundamentalmente en las sierras litorales del Campo de Cartagena, donde la humedad aportada por las nieblas procedentes del mar mitiga de forma muy importante la aridez del clima.

Ciprés de Cartagena

Jara de Cartagena

Cornical

Arto

Limonium cossonianum

Orobanche latisquama

Oroval

Chumberillo de lobo

Tapenera de las Sierras Mineras

La Zamarrilla de Cartagena (Teucrium carthaginense)

Todas estas especies se organizan en diferentes ecosistemas y hábitats, muchos de ellos de gran valor ecológico y extremadamente raros en Europa, lo que ha motivado la declaración en la sierra de siete microrreservas botánicas.[39]​ Destacan muy especialmente en este sentido los bosques de ciprés de Cartagena o Tetraclinis articulata, presentes en la Peña del Águila y Monte de las Cenizas.[40]

Durante muchos siglos, los ecosistemas originarios de la sierra de Cartagena se mantuvieron de forma más o menos inalterada:

Con el incremento demográfico de la zona durante los siglos XVI, XVII y especialmente a partir del siglo XVIII, aumentó la presión antrópica sobre el monte en forma de roturaciones, corta de leña y pastoreo, y la antigua cubierta vegetal empezó a desaparecer. A comienzos del siglo XIX gran parte de la maquia originaria de la sierra ya había casi totalmente desaparecido, siendo sustituida por un espinar, mucho más pobre ecológicamente.[33]

El impacto de las primeras labores mineras en el siglo XIX sobre el monte fue relativamente limitado, ya que, en esta época las explotaciones se realizaron por medio de galerías subterráneas, y, por otro lado, los hornos de calcinación y las fundiciones se alimentaban a base de carbón importado desde Inglaterra.[41]

Los problemas medioambientales de la sierra minera se agravaron muy especialmente cuando, a partir de 1952, la empresa Peñarroya generalizó la apertura de explotaciones a cielo abierto, como la Mina Descubierta Emilia, un tipo de labor minera mucho más económica que la de la mina subterránea, pero que provoca graves problemas medioambientales por la pérdida de suelo y la generación inmensos movimientos de tierras.[42]​ Estas prácticas causaron la desaparición de una importantísima extensión de terreno convertido ahora en una zona estéril y la pérdida de numerosos hábitats y especies, como la jara de Cartagena, una planta descrita antiguamente como abundante en la sierra minera, que es dada por extinguida hasta su redescubrimiento en 1983.[43]

Con todo, el mayor de los problemas vino de la eliminación de las ingentes cantidades de estériles o residuos de la minería, que en forma de fangos eran vertidos por la empresa Peñarroya directamente al mar en la bahía de Portmán. Los vertidos, de hasta 7000 toneladas diarias de residuos mineros, comenzaron en 1958, autorizados por las autoridades del franquismo y contenían una alta concentración de metales pesados, como cadmio o plomo, así como de productos muy tóxicos usados en el lavado del mineral como sulfato de cobre, cianuro sódico, sulfato de cinc o ácido sulfúrico.

Los vertidos comenzaron a colmatar la bahía, y a generar un grave problema paisajístico y medioambiental. Las protestas vecinales y de colectivos ecologistas se fueron incrementando hasta que en 1986 una intervención del grupo ecologista Greenpeace consiguió situar la noticia de la contaminación de la Bahía de Portmán en los diarios nacionales.[44]

En 1990, debido en parte a la presión vecinal y, también, a la baja rentabilidad de la producción minera, se produjo el cese definitivo de la explotación de las minas. A su cierre, la empresa Peñarroya dejó tras de sí una sierra en la que habían desaparecido 50 kilómetros cuadrados de terreno convertidos en un estéril paisaje lunar, una bahía completamente colmatada por 33 millones de metros cúbicos de residuos tóxicos, una línea de costa que había avanzado 700 metros sobre el mar, y un fondo marino en el que los sedimentos cargados de metales pesados llegaban hasta 12 Kilómetros mar adentro.[45][42][46]

A mediados de 2011, después de muchas promesas incumplidas de regeneración de la bahía de Portmán, se presentó un gran proyecto para convertir el entorno de la bahía en un resort turístico de lujo con campos de golf, puertos deportivos y hoteles.[47]

En octubre de 2012, el proyecto de regeneración está pendiente de adjudicación y cuenta con consignación presupuestaria para su ejecución en 2013.[48]

Tras el fin de la minería, y con el boom inmobiliario de España (1997-2008), surgió una nueva amenaza sobre la sierra minera en forma de presión urbanística, construcción de infraestructuras e incendios provocados. Desde la declaración del parque natural de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila en 1992, el número de incendios forestales provocados en la zona ha aumentado de forma muy grave, el último de los cuales, en agosto de 2011 ha afectado al 34 % del total de ejemplares de ciprés de Cartagena de la zona. Por otro lado, la construcción de un super-puerto de mercancías en El Gorguel amenaza con degradar gravemente un centenar de hectáreas de la sierra de la Fausilla, protegida como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria (LIC).[40]

Producto de la intensa actividad humana a través de los siglos, la sierra minera de Cartagena-La Unión atesora un valioso legado histórico, arqueológico y cultural relacionado con la minería.[49]​ Se pueden destacar:

La Unión cuenta con tres museos relacionados con la minería.[51]

Disperso por toda la sierra se encuentran multitud de restos del pasado industrial reciente de la minería en la zona: instalaciones, realizadas en ladrillo visto y hierro, entre las que se encuentran:[52]

Casi todos estos elementos se encuentran en estado muy ruinoso por el abandono de la actividad minera, aunque algunos han sido recientemente restaurados y son visitables.

Algunas instalaciones industriales han sido recuperadas o están en proceso de serlo:

Centro de interpretación de la mina Las Matildes

Centro de interpretación de la mina Las Matildes

Detalle de un castillete. Centro de interpretación de la mina Las Matildes

Lago ácido en el interior de la Mina Agrupa Vicenta

Con la apertura de yacimientos mineros en el siglo XIX, miles de obreros andaluces, especialmente de las provincias de Granada y Almería, emigraron a Cartagena y La Unión para trabajar en las minas. Con ellos llegó también a la zona el cante flamenco.[53][54]​ De la malagueña, la granaína y el taranto de Almería, palos herederos del fandango, traídos por los obreros andaluces y su contacto con los fandangos locales, nacieron los denominados cantes minero-levantinos. Los más destacables son:[55]

Desde el año 1961 se celebra en La Unión todos los meses de agosto el Festival Internacional del Cante de las Minas. En este festival se rememoran aquellos cantes, que sufridamente alzaban los antepasados mineros durante su largo día de trabajo dentro de la mina y se ha convertido en uno de los festivales más importantes del mundo del cante flamenco.

En noviembre de 2010, el flamenco fue declarado por la UNESCO patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.[cita requerida]

Por sus valores geológicos e histórico-industriales, así como por la intensa transformación del paisaje generada por la actividad minera, la sierra minera ha sido declarada Bien de interés cultural (BIC) por Decreto de 30 de abril de 2009 del Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, con categoría de sitio histórico.[1]

Por lo que se refiere a la protección medioambiental, a pesar del tremendo impacto ecológico generado por las labores mineras, la sierra de Cartagena-La Unión conserva aún importantes valores naturales.

* Parque natural de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila. En la zona oriental de la Sierra Minera, desde Portmán hasta Cala Reona, se ha delimitado el espacio de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila, protegido con las categorías de parque natural y LIC (Lugar de Importancia Comunitaria).[56][57]​ Además, recientemente, se ha propuesto su declaración como reserva de la biosfera por la Unesco.[58]

* Sierra de la Fausilla. Por otro lado, al oeste de Portmán, se encuentra la sierra de La Fausilla protegida como Zona de Especial Protección para las Aves.[59]

* Microrreservas botánicas. Por último, con el fin de proteger la excepcional diversidad vegetal de la sierra, se ha propuesto la declaración de siete microrreservas botánicas, cinco en el municipio de Cartagena y dos en el de La Unión:

Los habitantes de la comarca, durante siglos, han dependido del monte. (...) La población se ha servido de sus montes, entre otras cosas, para guisar, calentarse, alimentarse, construir sus casas, muebles e instrumentos de trabajo, alumbrarse, hacer funcionar las panaderías, herrerías, fundiciones, caleras, jabonerías, carboneras, fabricar la barrilla, tintar sus ropas, pastar sus ganados, etc. De manera que, un aumento en la población, determina un aumento de la presión sobre el monte. (...). La vegetación natural de maquia ha sido sustituida por una de espinar. (...) Ha sido la acción destructora del hombre, con la sobreexplotación de los recursos forestales y las roturaciones de terrenos incultos la que ha determinado el fin de la capacidad de regeneración natural de estos montes. (...) Este proceso de deterioro culmina con el gran aumento de población durante el siglo XVIII, en el cual se produce la ruptura que trae consigo la sustitución de un paisaje de maquia a otro de espinar.

principales. La más importante está en Peña del Águila y Monte de las Cenizas, que junto a Calblanque constituyen un Parque Regional desde 1992. En esta localidad se encuentran más del 80 % de los ejemplares de sabina mora. (...) En estos momentos se está debatiendo sobre el posible desarrollo urbanístico del entorno de la bahía de Portmán, un corredor natural donde se encuentran algunas de las manchas de Tetraclinis más estratégicas en relación con la conexión entre las principales poblaciones



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