El condado de Buendía es un título nobiliario español de carácter hereditario creado el 9 de junio de 1465 por el infante don Alfonso tan solo cuatro días después de haber sido proclamado rey de Castilla por la liga de nobles desafectos a su hermanastro Enrique IV en la llamada «Farsa de Ávila». Se trata del único título nobiliario proveído por el infante durante su efímero reinado (1465-1468) y tiene lugar, además, en un contexto de dualidad monárquica, por lo que pretende demostrar con ello su legitimidad, pues solo el monarca podía otorgar privilegios y mercedes.
Es concedido por intermediación del arzobispo de Toledo Alfonso Carrillo de Acuña, a favor de su hermano Pedro Vázquez de Acuña y Albornoz, señor de Buendía (Cuenca) y Dueñas (Palencia), quien había sido Oficial del Cuchillo y Guarda Mayor durante los reinados de Juan II y Enrique IV.
La localidad de Buendía, primera posesión de los Acuña en Castilla, se encuentra en la Alcarria conquense, mientras que la localidad de Dueñas, cabeza de los estados señoriales de esta familia, se ubica en el Cerrato palentino. Los Acuña convierten esta villa en su lugar habitual de residencia debido a su posición estratégica, ubicada junto al Camino Real de Burgos que unía Valladolid con el norte peninsular y con el resto de reinos como Navarra, Aragón o el resto de Europa.
La trayectoria de este linaje en los siglos XV y XVI les convierte en una de las casas aristocráticas más influyentes de la Monarquía Hispánica, estrechamente vinculados, incluso por lazos sanguíneos, con los Reyes Católicos y los primeros Austrias. Sin embargo, en 1592, con la extinción de la rama agnaticia del linaje Acuña, el título acabó integrándose dentro de otros títulos y, en el siglo XVII, debido a diversas alianzas matrimoniales, el título acabó recayendo en la Casa ducal de Medinaceli, que actualmente mantiene el título.
La familia Acuña (castellanización del apellido Cunha) es un linaje de origen portugués que se asienta en la Castilla de Enrique III en 1397 tras la crisis dinástica que se produce en Portugal entre 1383 y 1385 debido a la muerte sin heredero varón de Fernando I de Portugal.
Vasco Martínez de Acuña, señor de Cunha-Alta (en Viseu) y Tábua (en Coímbra), se convertirá en el líder de la facción legitimista-nacionalista que apoyó a los infantes Dionisio y Juan de Portugal, hijos de Pedro I de Portugal e Inés de Castro, frente a las pretensiones de su hermanastro Juan de Avis, hijo natural de Pedro I y una dama lisboeta.
Sin embargo, en las Cortes de Coímbra de abril de 1385 será proclamado rey Juan I de Avis, al que en un primer momento los Acuña se mantuvieron fieles, participando junto a él en la Batalla de Aljubarrota en agosto de ese mismo año, donde derrotan a los castellanos poniendo fin a las pretensiones de Juan I de Castilla al trono portugués por su matrimonio con Beatriz, única hija del difunto rey Fernando I. Pero su enfrentamiento con Nuno Álvares Pereira, conocido como el Santo Condestable, y la política iniciada por Juan de Avís en detrimento de los grandes nobles a través de la ampliación de las tierras y vasallos de realengo, así como la reactivación de la guerra con Castilla entre 1396 y 1399, lleva a algunos de los hijos de Vasco Martínez de Acuña: Martín, Gil y Lope Vázquez de Acuña a abandonar el reino y sus posesiones en el reino luso en 1397, asentándose en Castilla, tal y como nos narra la crónica de López de Ayala: "otrosi, en este año [1397] pasaron de Portogal á Castilla Martín Vázquez é sus hermanos, que se decían Lope Vázquez, e Gil Vázquez, con cien lanzas las mejores de Portogal".
En compensación por la pérdida de todas sus posesiones en el reino luso, ese mismo año, el rey Enrique III de Castilla hace merced a Martín Vázquez de Acuña del título de I conde de Valencia de don Juan (León), por su matrimonio con María de Portugal, hija del infante Juan de Portugal, I duque de Valencia de Campos, al que los Acuña habían apoyado en la lucha por el trono portugués. Su hijo Pedro de Acuña y Portugal será el heredero del condado de Valencia de Don Juan. Sin embargo, Martín había estado casado en primeras nupcias con Teresa Téllez Girón, de quienes descienden los marqueses de Villena y los duques de Osuna y condes de Urueña a través de su hijo Alfonso Téllez Girón. Por lo que respecta a Gil Vázquez de Acuña, Enrique III le concede los señoríos de Rueda, Mansilla y Castilberrón, también en tierras leonesas, si bien en 1402, gracias a la firma de una tregua entre ambos reinos, retorna a Portugal, donde fallece en 1418. Finalmente, Lope Vázquez de Acuña recibe los señoríos de Buendía (Cuenca) y Azañón (Guadalajara), asentándose en Cuenca, donde va a introducirse en el concejo de la ciudad ejerciendo los cargos de alcalde (1417), fiel caballero de la sierra (1422) y almotacén (1443).
Para fortalecer su posición en Castilla contrajo matrimonio con Teresa Carrillo de Albornoz, perteneciente a una importante familia de la zona, hija de Gómez Carrillo y Castañeda, señor de Paredes (Cuenca) y Ocentejo (Guadalajara), alcalde mayor de los Hijosdalgo de Castilla, ayo del futuro rey Juan II de Castilla, alcalde mayor y Entregador de Mestas y Cañadas, y de su mujer Urraca Álvarez de Albornoz, señora de Portilla (Cuenca), Valdejudíos (Cuenca) y Navahermosa (Toledo), siendo su hermano el arzobispo de Sigüenza y Cardenal de San Eustaquio Alonso Carrillo de Albornoz. A pesar de ello, la trayectoria del linaje en territorio conquense se caracterizó por la lucha con los Mendoza, señores de Cañete (Cuenca, posteriormente elevado a marquesado), confrontación que supuso un perjuicio para su patrimonio. De este matrimonio nacen cinco hijos:
Tras el fallecimiento de Lope en 1447, fue enterrado junto a su mujer en la capilla de Santa Catalina, junto al coro, en su iglesia de Santa María de la Asunción de Buendía, aunque hoy en día no se conservan sus sepulcros.
El primogénito Pedro Vázquez de Acuña y Albornoz heredará el mayorazgo de Buendía a la muerte de su padre en 1447, y ejercerá un importante papel en los reinados de Juan II, Enrique IV e Isabel I. Ostentó importantes cargos cortesanos como Oficial del Cuchillo o Guarda Mayor, aunque destaca sobre todo el cargo de Alcalde Entregador de Mestas y Cañadas, que consiguen patrimonializar tras la renuncia de Gómez Carrillo en 1417, controlando, así, el poderoso Honrado Concejo de la Mesta.
En pago a sus servicios recibirá diferentes mercedes de Juan II, quien le convierte en 1432 en señor de Mansilla, Rueda y Castilberrón y Conde de Colle y Parma en tierras leonesas.Pedro Vázquez de Acuña estos títulos y lugares por la villa palentina de Dueñas el 9 de diciembre de 1439, convirtiendo esta importante villa desde ese momento en la cabeza de los estados señoriales de esta familia, donde construyen su palacio (actualmente de propiedad privada y en ruinas) y el panteón condal de la familia en el altar mayor de la iglesia de Santa María de la Asunción, donde se conservan actualmente cuatro sepulcros. A pesar de ello, los condes habrán de hacer frente a una tenaz resistencia antiseñorial, pues los vecinos se opondrán a su señorialización y reclamarán mantener su condición de realengo, recordándole al rey sus promesas de no enajenar la villa. Esta resistencia se canalizó a través tanto de la vía armada y violenta (en la toma de posesión de 1440 o el levantamiento antiseñorial del 1 de septiembre de 1520 al calor de las Comunidades), como de la vía diplomática y judicial, iniciando en 1504 un pleito en la Chancillería de Valladolid, que se prolongaría durante más de dos siglos y medio. En el Cerrato palentino, en torno a Dueñas, los Acuña crearon un pequeño pero homogéneo señorío con la adquisición de diferentes villas aledañas a través de diversos medios (compra-ventas, permutas, concesiones, etc.) como Tariego de Cerrato (1440), Cubillas de Cerrato (1457), Valle de Cerrato, Villaviudas (1461), Castrillo de Onielo o el hoy despoblado de Renedo, cerca de Vertavillo.
Sin embargo, en 1439, debido a la firma de la paz con su primo Juan de Navarra, futuro Juan II de Aragón, le concede a este dichas villas y, en compensación, le permuta aDesde el punto de vista político, en el reinado de Juan II apoyó a su sobrino, el condestable don Álvaro de Luna (cuyo padre, Álvaro Martínez de Luna, descendía por vía materna de los Albornoz, hijo de Teresa de Albornoz, hija de Alvar García de Albornoz), en su lucha contra los infantes de Aragón, hijos de Fernando I de Antequera. Participó junto al condestable en la batalla de olmedo (Valladolid) en 1445, en el sitio de Palenzuela (Palencia) en 1451 y fue hecho prisionero en 1442 en el castillo de Urueña (Valladolid). En 1439 fue nombrado embajador ante la corte navarra para concertar y capitular las bodas del príncipe heredero, el futuro Enrique IV, con Blanca de Navarra, quien al año siguiente viaja a Valladolid para contraer matrimonio. En este viaje, el príncipe Enrique sale de Valladolid y la recibe en Dueñas: «nuevas fiestas se ofrecieron al paso de la comitiva por Dueñas, donde las viajeras fueron visitadas por el príncipe Enrique, que intercambió con Blanca los regalos que entre semejantes príncipes y en tales actos se acostumbra dar».
Tras la muerte de Juan II en 1454, apoyó inicialmente a Enrique IV pero rápidamente pasó a formar parte desde un primer momento de la liga de nobles que protegieron a sus hermanastros, el infante don Alfonso primero y la princesa Isabel posteriormente. Debido al trascendental apoyo de este linaje a la causa alfonsina a través tanto de Pedro Vázquez de Acuña como de su hermano el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo, el infante les otorgó el título condal en 1465 aunque, debido a su muerte en 1468, los Reyes Católicos se vieron obligados a ratificar dicho título, facultando a Pedro de Acuña y su esposa Inés de Herrera a fundar un mayorazgo a favor de su primogénito, Lope Vázquez de Acuña, en 1475. La familia Acuña fue una de las más activas del bando alfonsino, participando activamente varios de sus miembros en la llamada «Farsa de Ávila» como el arzobispo Alfonso Carrillo pero también sus tíos Juan Pacheco, marqués de Villena, y su hermano Pedro Girón, maestre de Calatrava, descendientes de Martín Vázquez de Acuña, quienes despojan a la efigie del rey de los símbolos reales.
Tras la muerte del infante don Alfonso en 1468, los Acuña van a apoyar a su hermana Isabel favoreciendo el matrimonio de la princesa con su primo Fernando de Aragón, con quien llegaron a emparentar a través del matrimonio de Lope Vázquez de Acuña, II conde de Buendía, con Inés Enríquez de Quiñones, hija del almirante Fadrique Enríquez y su segunda esposa Teresa Fernández de Quiñones, por lo que era tía del aragonés, al ser hermanastra de su madre Juana Enríquez.
Cabe destacar, así, el patrocinio de este enlace por parte del arzobispo Carrillo, quien organiza el viaje del por entonces rey de Sicilia hasta Castilla para contraer matrimonio con su prima en Valladolid el 19 de octubre de 1469. Este viaje finaliza en Dueñas, donde es recibido el 9 de octubre de 1469, hospedándose unos días en el Palacio de los condes de Buendía de dicha localidad. Tras casarse con Isabel en el Palacio de los Vivero de Valladolid, palacio propiedad de Juan Pérez de Vivero y su mujer María de Acuña, hija del I conde de Buendía que ejerció de madrina en la boda, la pareja se retira por mayor seguridad a Dueñas en mayo de 1470 donde pasan el resto del año. En su estancia, Isabel intenta llegar a un acuerdo con su hermanastro Enrique IV pero este amenaza con avanzar sobre Medina del Campo y Valladolid, por lo que se retiran a Medina de Rioseco, cabeza de los estados señoriales de los Enríquez, almirantes de Castilla.
Durante su estancia en la localidad palentina se produce el dos de octubre de 1470 el nacimiento de Isabel de Aragón, siendo bautizada en la localidad, quien llegará a ser reina de Portugal por su matrimonio con Manuel I de Portugal, de quienes nace el príncipe Miguel de la Paz en 1500, en cuyo parto muere. En este lapso de tiempo, Fernando sufrió durante un mes, en noviembre, una enfermedad a consecuencia de haberse caído del caballo. Sin embargo, el avance de Enrique IV sobre Medina del Campo y Valladolid y las discrepancia de los príncipes con el arzobispo Carrillo, les lleva a abandonar su refugio en tierra de los Acuña y dirigirse a las del almirante Enríquez en Medina de Rioseco en diciembre de 1470.
En 1474 se recibe en Dueñas por deseo de Isabel una embajada procedente de Borgoña encabezada por Jean de Rubempré, señor de Bièvre (Bélgica), en nombre del duque Carlos el Temerario para hacer entrega al príncipe Fernando de la insignia del Toisón de Oro, concedida en el capítulo de la orden celebrado en Valenciennes en 1473. La ceremonia de entrega del Toisón tendrá lugar en la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción de Dueñas el 24 de mayo de 1474.
Pocos meses después, en diciembre, se produce la muerte de Enrique IV y la proclamanción de Isabel y Fernando como reyes de Castilla, lo que dará lugar al inicio de una guerra civil con su sobrina Juana «la Beltraneja» apoyada por sus aliados portugueses que se prolongará de 1474 a 1479. En esta contienda participa activamente también Pedro de Acuña, actuando su señorío de Dueñas como cuartel general de las tropas fernandinas en múltiples ocasiones.
Durante las primeras cortes celebradas en este reinado, que tienen lugar en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) en 1476, se crea la Santa Hermandad. Para la organización de esta institución tendrán lugar una serie de juntas generales dirigidas por el Contador Mayor Alonso de Quintanilla entre marzo y agosto de 1476 que tendrán lugar en la iglesia de Santa María de Dueñas, siendo publicadas las ordenanzas de esta institución en esta localidad.
El 30 de octubre de 1482 muere en Buendía Pedro de Acuña, I conde de Buendía, siendo enterrado en Santa María de Dueñas, iniciando así el panteón condal en el que se conserva en la actualidad su sepulcro, situado en el lado del Evangelio del altar mayor, y donde se enterraron todos los titulares del condado.
El mayorazgo fundado en 1475 es heredado por su primogénito, Lope Vázquez de Acuña, quien se había destacado en la Guerra de Granada como adelantado mayor de Cazorla (Jaén), donde cabe destacar su victoria en la Batalla de Quesada (Jaén) en 1469, ganando a los moros de Baza y Guadix las trece banderas que desde entonces adornan el escudo familiar. Participó también en la tala de la Vega de Granada organizada por los Reyes Católicos en 1483, en la que atacaron varias villas como Illora y se toma la villa de Tájara. En el verano de 1485 participó en una segunda incursión en tierras musulmanas que tenía como objetivo tomar la ciudad de Moclín (Granada), pero que acabó en derrota para los cristianos. Finalmente, participó también en la decisiva toma de Málaga en 1488, falleciendo el 1 de febrero de 1489, siendo enterrado en el panteón iniciado por su padre, junto a su esposa que había fallecido el 24 de diciembre de 1488.
Tras la muerte del II conde de Buendía en 1489, hereda el título su hijo primogénito Juan de Acuña, III conde de Buendía, iniciándose un largo periodo de paréntesis en la participación política y militar, ya que este vivirá alejado de la corte en su palacio de Dueñas debido a que padecía una enfermedad que se ha interpretado como una esquizofrenia leve, caracterizada por trastornos mentales crónicos, aunque siempre ha sido tachado de mentecato desde el nacimiento. Sin embargo, debido a esta situación de inestabilidad mental, el II conde de Buendía nombra en su testamento a un tutor o curador para su hijo, eligiendo para esta importante tarea a su hermano Luis de Acuña, quien estaba soltero y era señor de Agramonte. este consiguió negociar y concertar en Alcalá de Henares en 1501 un doble matrimonio de dos hermanos Acuña con dos hermanos del importante linaje de los Padilla, quienes ocupaban el cargo de adelantados mayores de Castilla. Así, su sobrino Juan de Acuña, III conde de Buendía, contrajo matrimonio con la hija del adelantado Pedro López de Castilla, María López de Padilla, mientras que Inés Enríquez de Acuña, hermana del III conde de Buendía, contrajo matrimonio con el hermano de María López de Padilla, Antonio López de Padilla, quien heredó el adelantamiento mayor de Castilla a la muerte de su padre. Se inicia, así, una política de alianzas matrimoniales que continuará con los sucesores y dará lugar a que el título condal de Buendía acabe recayendo a finales del XVI en el linaje Padilla.
Ante esta situación, sus hermanos Pedro y Fadrique de Acuña van a reivindicar el mayorazgo debido a la incapacidad de su hermano. A pesar de ello y de las evidentes muestras de enfermedad, los reyes no van a privar a Juan de Acuña de su título y posesiones quien mantiene el gobierno de sus señoríos entre 1489 y su muerte en 1528. Por ello en este periodo hay que destacar la figura de su mujer, María López de Padilla, pues según la documentación de la época parece ser que hizo frente al gobierno del señorío en los momentos de incapacidad de su marido. Y, a pesar de las reivindicaciones de los hermanos de este, solo a su muerte en 1526, Carlos I nombró a Fadrique de Acuña administrador de los bienes de su hermano.
A pesar de esta situación, los reyes también van a seguir siendo asiduos de la hospitalidad de los Acuña en Dueñas y, así, Juana I y Felipe el Hermoso pasan por Dueñas en su primer viaje a Castilla en 1502 para ser jurados herederos por las Cortes de Castilla y, en marzo de 1506, Fernando elige el palacio de los Buendía en Dueñas para celebrar su matrimonio con su sobrina Germana de Foix, al tratarse de un enlace no visto con buenos ojos por la nobleza y sociedad castellana, celebrándose según Zurita el 18 de marzo de 1506 en la capilla del palacio las velaciones de la boda celebrada por poderes en Blois. Incluso, a pesar de que los Acuña habían sido una de las principales familias valedoras de los Reyes Católicos desde un primer momento, su palacio de Dueñas protagonizó una reunión de algunos nobles que se oponían a la presencia de Fernando en Castilla, quizás por esa situación inestable creada por la enfermedad del III conde. El Emperador Carlos V se hospedó también en su palacio de Dueñas en varias ocasiones: en 1520, 1523, 1527, 1539 y, finalmente, en su viaje de retiro a Yuste en 1556. En 1527 y 1534, además, debido a que Valladolid se ve afectada por la peste, se retiran a las villas cercanas algunos ministros, entre ellas a Dueñas, donde se retiran los Consejos Real, de Indias y del Santo Oficio.
Los III condes de Buendía tuvieron que hacer frente también a un levantamiento popular el 1 de septiembre de 1520, que les llegó a expulsar de la villa, sumándose rápidamente al movimiento comunero y convirtiéndose Dueñas en numerosas ocasiones en cuartel general de las tropas comuneras dirigidas por Antonio de Acuña, obispo de Zamora, quien elige Dueñas para iniciar su campaña por la Tierra de Campos en diciembre de 1520. Finalmente, el III conde de Buendía muere el 6 de marzo de 1528, iniciándose un nuevo pleito de tenuta entre su hija Catalina de Acuña, esta sí mentecata, que se encuentra bajo la protección de su primo el IV almirante de Castilla Fadrique Enríquez de Velasco, y sus tíos Pedro de Acuña, IV conde de Buendía, que muere sin sucesión el 3 de diciembre de 1537, y Fadrique de Acuña, V conde de Buendía. Al ser segundones, fuera, en principio, de la línea de sucesión, habían orientado su actividad a la carrera militar y pertenecían a las órdenes militares más importantes del reino. Así, Pedro de Acuña, IV conde de Buendía, era caballero de la Orden de Santiago, donde ejerció el cargo de Comendador de La Orcheta en la Corona de Aragón, hasta que en 1513 su primo el rey Fernando le promueve a la dignidad de Comendador de Monesterio (Badajoz). También ostentó el cargo de Trece de la Orden, asistiendo como tal al Capítulo General de Caballeros celebrado en Valladolid el 12 de febrero de 1527. Pedro de Acuña contrajo matrimonio con Beatriz Santángel, dama de honor de Germana de Foix, hija de Jaime de Santángel, perteneciente a esta importante familia de conversos de origen judío procedente del Reino de Valencia, que ejercía como escribano de ración de Fernando el Católico y Baile general de Orihuela y Alicante y cuya familia financió el viaje colombino a través de su hermano Luis de Santángel. La boda tuvo lugar en 1520 en presencia y con el beneplácito del Emperador pero de esta unión no hubo descendencia y, a su muerte el 3 de diciembre de 1537, es sucedido por su hermano Fadrique.
Fadriquede Acuña, V conde de Buendía había entrado de pequeño en la corte de los Reyes Católicos y pronto ejerció importantes cargos al ser nombrado por su primo Fernando el Católico virrey de Navarra en diciembre de 1515, donde acompañó al duque de Alba durante la campaña militar de anexión de dicho reino a la corona de Castilla. Sin embargo, tras la muerte del rey Fernando, es sustituido en mayo de 1516 por el duque de Nájera. Acompañó también a Fernando en sus campañas en el Rosellón y la Cerdaña y en su viaje a Nápoles. Asimismo, acompañó al Emperador en la Jornada de Túnez de 1535 y ejerció como Gran Chambelán. Entre sus cargos, cabe destacar que fue caballero profeso de la Orden de Calatrava, donde ejerció como Comendador de Mestanza y Montemolín en León. Fue también Trece de la Orden de Santiago y Capitán de Hombres de Armas de las Guardias Viejas de Castilla y León. Participó en las cortes celebradas en Toledo en 1537 y 1538. Contrajo matrimonio en tres ocasiones: con Isabel de Bazán, hija de Álvaro de Bazán «el Viejo», que murió antes de que Fadrique heredara el título condal. En 1524 contrajo matrimonio en Madrid con María de Acuña y Padilla, para lo que tuvo que obtener dispensa apostólica por ser sobrina suya, hija de Pedro de Acuña, señor de Anguix, y con la que tuvo a sus dos hijos y herederos, Juan y María. Por último, contrajo matrimonio con Luisa Garavito, hidalga soltera oriunda de Dueñas.
Tras la muerte de Fadrique en Valladolid el 4 de noviembre de 1558, es sucedido por su hijo Juan de Acuña y Acuña, VI conde de Buendía, quien adquirió una importante posición en la corte de Felipe II. Actuó como embajador extraordinario en Inglaterra, Francia, Flandes, Portugal y Alemania. Viajó a Francia en 1559 con ocasión del matrimonio del rey con la princesa Isabel, hija de Enrique II; a Portugal en 1578 para felicitar en nombre del rey a Enrique I el Cardenal por su coronación y a Alemania para visitar a la emperatriz María, hermana del rey. Entró en la corte como Menino en la casa de la emperatriz Isabel, pasando a ocupar tras la muerte de ésta en 1539 este mismo puesto en la casa del príncipe Felipe. Con el ascenso al trono de Felipe II en 1556 es nombrado Gentilhombre de la cámara hasta que, en 1585, fue nombrado Sumiller de Corps en sustitución de Ruy Gómez de Silva, cargo que ejerció hasta su muerte en Burgos el 29 de septiembre de 1592. En esos momentos se encontraba acompañando a Felipe II en su viaje a Aragón en la llamada «Jornada de Tarazona», durante el cual solo un mes antes, los días 26, 27 y 28 de agosto, habían pasado por su villa de Dueñas.
Juan de Acuña y Acuña había contraído matrimonio con Francisca de Aragón y Córdoba, hija de Álvaro de Córdoba, caballerizo mayor de Felipe II, y María de Aragón, pero de este matrimonio no había tenido descendencia legítima, por lo que el mayorazgo y el título condal pasarán por enlaces matrimoniales primero a los Padilla, condes de Santa Gadea y adelantados mayores de Castilla, luego a los Sandoval y Rojas, duques de Lerma y Uceda, y finalmente a los Medinaceli, quienes ostentan actualmente dicho título.
No obstante, antes de contraer matrimonio, había tenido un hijo natural con una dama hidalga de Dueñas, Mariana de Dueñas, que recibió su mismo nombre, Juan de Acuña. Este estudió filosofía en la universidad de Alcalá de Henares y Derecho en la de Salamanca, donde llegó a ser catedrático en Leyes y Cánones y Rector. Ejerció de oidor en la Chancillería de Valladolid de 1578 a 1585, fue visitador de la Chancillería de Granada y la Audiencia de Sevilla y juez protector de las Galeras de España. Ingresó en el Consejo de Hacienda en 1598 donde desempeñó labores de visitador, pasando a ocupar su presidencia en 1602, donde permanece hasta alcanzar la presidencia del Consejo de Indias en 1609 y, finalmente, la del Consejo Real, del que era miembro desde 1587, desde 1610 hasta su muerte en 1615. En compensación recibió el título de marqués de Valle de Cerrato (Palencia) el 16 de febrero de 1612 por merced de Felipe III.
Tras la muerte sin sucesión del VI conde de Buendía, Juan de Acuña y Acuña, se inicia un pleito de tenuta entre los Guzmán, marqueses de La Algaba (Sevilla) como descendientes de Leonor Enríquez de Acuña, hija de Lope Vázquez de Acuña, II conde de Buendía, y casada con Rodrigo de Guzmán, señor de La Algaba, y los Padilla, condes de Santa Gadea y adelantados mayores de Castilla, como descendientes de Inés Enríquez de Acuña, hija también del II conde de Buendía y por sus diversos matrimonios con los Acuña, que se salda a favor de estos últimos en 1613.
El título será heredado, por tanto, por su hermana María de Acuña y Acuña, VII condesa de Buendía, casada con Juan de Padilla y Manrique, señor de Santa Gadea y Valdescaray. De sus cuatro hijos, tres profesaron como religiosos: el primogénito, Antonio de Padilla, había ingresado en la Compañía de Jesús en Valladolid en 1572. Ante la ausencia de un varón que heredase el mayorazgo, la siguiente en la línea de sucesión habría de ser la hermana mayor, Luisa de Padilla, pero ésta había profesado también como monja franciscana, así como su hermana María en el convento dominico de Santa Catalina de Sena de Valladolid. Luisa renunció a sus derechos en su hermana pequeña, Casilda de Padilla, todavía menor de edad. A pesar de todo ello, Casilda también se va a inclinar por la vida religiosa, por lo que se va a encontrar con la oposición de su familia y sus deudos de hacerse carmelita. Sin embargo, tras protagonizar dos curiosos acontecimientos narrados por la propia Santa Teresa de Jesús en sus Fundaciones (Capítulos X y XI), logró profesar en el convento fundado por la propia santa abulense en Valladolid dedicado a la Concepción del Carmen en 1577.
Finalmente, ante esta situación, Luisa de Padilla, que había renunciado al mayorazgo, en 1575 se vio obligada a colgar el hábito, con las debidas autorizaciones, para hacerse cargo del estado familiar y contraer matrimonio con su tío Martín de Padilla y Manrique, I conde de Santa Gadea (1587) e importante marino al servicio de Felipe II. Tras la muerte de su esposo en 1602, Luisa de Padilla y Manrique retomó su vocación con el nombre de Luisa de la Cruz profesando como monja en las Carmelitas Descalzas de Talavera de la Reina en 1607, pasando en 1608 al convento fundado el año anterior por su consuegro el duque de Lerma: el Monasterio de la Madre de Dios en Lerma (Burgos), donde murió siendo priora el 9 de enero de 1614. Les sucederán sucesivamente sus hijos Juan de Padilla y Acuña, fallecido en 1606 en la Jornada de la Mahometa, y Eugenio de Padilla y Manrique, que muere sin sucesión en Dueñas en 1622. Su viuda, Luisa de Moncada y Aragón, hija de los príncipes de Paternó y duques de Montalto, ingresó en el convento carmelita de Palencia, construyendo un pasadizo voladizo que conectaba con su palacio situado junto a dicho convento, donde falleció en 1629.
A la muerte sin herederos de Eugenio de Padilla en 1622, se inició un nuevo pleito de tenuta que se saldó a favor de Cristóbal Gómez de Sandoval y Rojas, I duque de Uceda, quien había estado casado con una hermana de los últimos condes, Mariana de Padilla y Acuña, fallecida en 1611, quien había fundado el monasterio de la Ascensión de Nuestro Señor en Lerma (Burgos). Sin embargo, como el duque de Uceda muere en 1624 el título de Buendía pasó directamente al primogénito de este matrimonio, Francisco de Sandoval y Rojas, II duque de Lerma y Uceda. En 1623, el duque de Uceda ordenaba a la villa y concejo de Dueñas dar un digno alojamiento al príncipe de Gales, el futuro Carlos I, en su viaje de vuelta a Inglaterra tras acudir a la corte madrileña de los Austrias para negociar su matrimonio con la Infanta María Ana, hija menor de Felipe III y poner fin así a la hostilidad entre ambas potencias. El príncipe iba acompañado, además, por el valido de su padre, George ViIliers, I duque de Buckingham.
El título recayó así en el linaje de los Sandoval y Rojas, duques de Lerma, Cea y Uceda, hasta que, en 1659, tras la muerte sin herederos con tan sólo nueve años de Ambrosio de Aragón y Sandoval, IV duque de Lerma, los títulos de la casa de Lerma pasaron a su hermana Catalina Antonia de Aragón y Sandoval, duquesa de Segorbe, Cardona y Lerma, quien había contraído matrimonio con Juan Francisco de la Cerda, VIII duque de Medinaceli, fallecido en 1691.
De este modo, desde mediados del siglo XVII, el título condal de Buendía pasó definitivamente a la casa ducal de Medinaceli, conservando el título hasta la actualidad. En 1711, falleció sin herederos, prisionero en Pamplona por su oposición a la influencia francesa durante la Guerra de Sucesión española, el IX duque de Medinaceli, Luis Francisco de la Cerda y Aragón, por lo que el título fue heredado por su sobrino, hijo de su hermana Feliche, Nicolás Fernández de Córdoba y de la Cerda, que era duque de Feria (Badajoz) y marqués de Priego (Córdoba), fallecido en 1739.
Desde entonces, la casa ducal de Medinaceli se ha ido sucediendo sin interrupción como una de las casas aristocráticas más importantes de España. Recientemente, el 18 de agosto de 2013, falleció la XVIII duquesa de Medinaceli, Victoria Eugenia Fernández de Córdoba, a los 96 años de edad, y los títulos principales fueron heredados por el hijo mayor de su primogénita, Ana Medina y Fernández de Córdoba (fallecida en 2012) y casada con el príncipe alemán Maximiliano Von Hohenlohe-Langenburg, Marco Hohenlohe-Langenburg y Medina. Sin embargo, una veintena de títulos secundarios, entre ellos el de Buendía, han sido reclamados por el único hijo vivo de los cuatro que tuvo la duquesa, Ignacio Medina y Fernández de Córdoba, quien había ya recibido en vida de su madre el título de XX duque de Segorbe.
No obstante, el XIX duque de Medinaceli, Marco Hohenlohe, sufría graves secuelas desde un accidente de moto en la carretera de Estepona a Marbella en 1996 y fallece en Sevilla tan solo tres años después de haber heredado el título, el 19 de agosto de 2016, en Sevilla a los 54 años de edad tras una larga enfermedad, por lo que se convierte en heredera su primogénita, Victoria de Hohenlohe, de 19 años de edad, confirmándose la sucesión del título de Buendía en el Boletín Oficial del Estado de 1 de junio de 2018.
El linaje Acuña castellano descendería de los Cunha portugueses, a quienes genealogistas como Salazar y Castro o Bethencourt entroncan con los reyes asturleoneses a través de un hijo natural de Fruela II, el infante Aznar Fruela, reivindicando así una ascendencia goda. Sin embargo, no consta en la documentación medieval que el rey Fruela haya tenido un hijo llamado Aznar.
El primer miembro documentado de este linaje es Gutierre Peláez, a finales del siglo XI. Sin embargo, su filiación no está documentada y otros autores han propuesto un origen foráneo -gascón, o gallego-, bien como caballero del séquito que llegó a Castilla acompañando a Enrique de Borgoña, o bien entroncándoles con la poderosa casa de Traba, sin prueba documental alguna. En cualquier caso, Gutierre Peláez habría heredado de su familia importantes posesiones entre el Duero y el Miño como señores de la casa, quinta y torre de Silva (freguesia de Valença) y, por tanto, estuvieron presentes desde un primer momento, en la conformación del condado portucalense primero y del reino portugués posteriormente. Gutierre Peláez ostentó el cargo de adelantado mayor de Portugal durante el reinado de Alfonso VI y había participado en el sitio y conquista de Coímbra en 1064 junto a Fernando I. Contrajo matrimonio con María Pérez, perteneciente a la casa de Ambía, cuyo solar estaba en la tierra de Limia, una de las más antiguas e ilustres de Galicia, siendo enterrado en el Real Monasterio Santa María de Oya (Pontevedra) de la Orden del Císter.
Por lo que respecta a su hijo, Paio Guterres (Pelayo Gutiérrez), pasó con Enrique de Borgoña y su esposa, la infanta Teresa de León, al territorio concedido a la joven pareja por su padre Alfonso VI en 1095, conocido como condado portucalense, donde se encontraban las principales posesiones del linaje. Participarán activamente también en su consolidación como reino independiente junto con el hijo de estos, Alfonso I Enríquez, en la Batalla de Ourique en 1139 y en la reconquista fomentada por el primer rey independiente de Portugal como por ejemplo en la toma de Leiría en 1140 o de Lisboa en 1147. Gracias a los servicios prestados, fueron recompensados con la concesión del señorío de Cunha-Alta, en Viseu, a tres kilómetros de la Sierra de la Estrella, de donde toman su apellido en el siglo XII, momento en el que decae en la península ibérica el uso de los patronímicos, apellido formado por el nombre de los padres, y se empieza a utilizar el nombre de las posesiones (toponímicos).
La descripción del escudo o blasón familiar de los Cunha que se cita por todos los historiadores es la siguiente: «en campo de oro, nueve cuñas de azur, colocadas de tres en tres, y bordura de plata con cinco escudetes de azur cargado cada uno de cinco besantes de plata puestos en sotuer». Las cuñas presentes en este escudo hacen referencia a su apellido y al solar de origen del linaje, su señorío de Cunha-Alta, mientras que «los escudetes con cinco besantes» hacen referencia a su origen portugués pues están presente también en el escudo de este reino en referencia a las cinco llagas de la Pasión de Cristo. Con la mitificación de los elementos simbólicos del linaje, los genealogistas relatan como la utilización de las nueve cuñas fue una concesión regia de Alfonso I Henriques a Fernâo Pais da Cunha (identificado erróneamente por algunos autores con su padre Paio Goterres) por su actuación en la toma de Lisboa en 1147, pues tal y como narra Julio de Atienza y Navajas, II Barón de Cobos de Belchite, en su Nobiliario español (1948):
«Estando sitiados los moros en la ciudad, [...] para evitar que saliese ninguno de los sitiados y que tampoco pudiesen recibir refuerzos, cerró con cuñas de hierro los pasos por donde podían entrar o salir personas por lo que don Alonso I de Portugal le concedió usar, como armas, nueve cuñas en campo de oro».
Más probablemente la hazaña consistió en que hombres de los Cunha gatearon por la muralla introduciendo cuñas de hierro en los huecos y grietas existentes en la misma, facilitando la invasión, como así se cita por otros autores. Algo que no se suele tener en cuenta es que las cuñas son romas, es decir triángulos con la punta inferior cortada.
El primero en usar el apellido Cunha fue este Fernâo Pais, I Señor de Cunha, aunque el escudo de armas fue diseñado por su hijo, Lourenço Fernandes da Cunha (1180-c.1228). Asimismo, su hijo Joao Lorenço da Cunha, creó hacia 1260 un mayorazgo sobre Tábua, convirtiéndose en una de las fundaciones vinculares más antiguas de la Península pero, al morir sin descendientes, pasa a su hermano Vasco Lourenço da Cunha, quien sigue la línea como señor de Cunha y Tábua. La rama portuguesa ha sido estudiada por Sotto Mayor y Pizarro y Felgueiras Gaio, siendo heredado el mayorazgo sucesivamente por Martim Vasques da Cunha (1235-1305), Vasco Martins da Cunha (1260-1325) y Martim Vasques da Cunha, hasta llegar a Vasco Martins de Cunha (1325-1407), jefe de la facción legitimista-nacionalista durante la crisis dinástica de 1383-1385 y padre de Martín Vázquez de Acuña y Lope Vázquez de Acuña, germen de los linajes de los Acuña castellanos.
Al llegar a Castilla, los hermanos Vasques da Cunha: Martim, Lope y Gil, cambian sus nombres y los castellanizan haciéndose llamar Martín y Lope Vázquez de Acuña, mientras Gil retornó a Portugal en 1402. Crean además sus escudos: Lope usará el de los Cunha que hemos descrito, mientras que Martín, como I Conde de Valencia, tendrá uno nuevo con esta armería: «En campo de sable una banda de oro cargada de un escusón de gules con una cruz de plata flordelisada. Sobre el escusón y debajo, dos grupos de nueve cuñas azules puestas de tres en tres. Bordura de plata con cinco escudetes de azur cargados de cinco bezantes de plata puestos en sotuer, que son las armas reales de Portugal».
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