Señal Real de Aragónaragonés y catalán escrito habitualmente con la grafía Senyal Reyal o Senyal Reial), conocido tradicionalmente en español desde antiguo como barras o palos de Aragón, es un escudo de armas o composición heráldica que reproducida gráficamente alterna cinco franjas verticales de color amarillo con cuatro franjas de color rojo, y cuya descripción o blasón es el siguiente:
o Señal del Rey de Aragón (enDurante la Edad Media fue usado como emblema personal distintivo de los soberanos de la Corona de Aragón y sus descendientes, así como de su dignidad de Rey de Aragón, siendo difundido progresivamente su uso en otros ámbitos al integrarse en las armas de diferentes linajes nobiliarios por transmisión, así como en órdenes religiosas y escudos de villas y ciudades, mediante concesión real. Igualmente, y a partir de los Reyes Católicos su uso quedó asociado a las armas de los reyes de España y consecuentemente, integrado más tarde en el Escudo nacional de España. Con evidencias constatables a partir de fines del siglo XV d. C., su atribución fue reivindicada por las varias entidades territoriales ibéricas que conformaban la Corona de Aragón, acentuándose las controversias en este campo en el siglo XIX d. C. y XX d. C.. Tras la constitución del estado autonómico tras la Transición española, el símbolo fue adoptado oficialmente por las comunidades de Aragón, Islas Baleares, Comunidad Valenciana y en Cataluña, como emblema de la Generalidad, si bien, es usado también de manera oficiosa territorialmente.
La primera denominación para el emblema está documentada en la concesión de Alfonso II de Aragón de unos privilegios a la villa occitana de Millau en 1187, entre los que se encontraban el uso de su enseña real, a la que denomina «vexillum nostrum» ('nuestra enseña'); poco después los cónsules elaboran un sello cuya cara correspondiente a la subscripción regia llevaba la leyenda SIGILLU[M] R[EGIS] ARAGON[ENSIS] COMITIS BA[RCHINONENSIS ET MARCHIONIS PROVI]NCIE rodeando al escudo del Rey exento, no decorando el arma defensiva sostenida por su representación ecuestre, en el caso más antiguo conocido de «escudo de armas» como emblema de esta tipología; más tarde, antes de 1196 (año de la muerte de Alfonso II el Casto), se realiza una nueva matriz en cuya cara Real figura la leyenda S AN[FONSI REGIS AR]AGONENSIS rodeando al escudo armero. En el siglo XIII d. C., la denominación más habitual para el signo será la de «señal real» en romance y «signum regium» en latín. Los reyes de Aragón usarán el giro «nuestro señal real». También se conocerá popularmente como «barras de Aragón» —o (en su forma de bandera) como la «cuatribarrada»— aunque en heráldica se emplea el vocablo «barra» para referirse a una franja diagonal, mientras que palo es el término técnico heráldico que alude a una franja vertical. Sin embargo en España la voz más habitual para denominar a las piezas verticales hasta el último cuarto del siglo XIV d. C. será la de «bastones», que es la preferida por Pedro IV de Aragón en sus Ordinaciones y otras obras producidas por el escritorio real, como la Crónica de San Juan de la Peña. Solo a fines del siglo XIV d. C. y en círculos cultivados, comienza a utilizarse el tecnicismo «palos», usual en la heráldica francesa, y que se documenta para el emblema real a partir de 1382 en una descripción armera de Bernat de So y prolonga su uso durante el siglo XV d. C., testimoniándose en el Cancionero de Pedro Marcuello.
Su origen, descrito en algunas leyendas, es explicado en diferentes teorías, algunas contradictorias y todavía objeto de controversia. Las evidencias más antiguas conservadas de este símbolo se encuentran en los siete sellos de Ramón Berenguer IV (1113? -1162), conde de Barcelona y príncipe de Aragón, estudiados por Tomás Muñoz y Rivero en 1856, que datan al menos del año 1150, año de la impronta más antigua de ellos y contemporánea al surgimiento de algunos de los emblemas heráldicos más antiguos conocidos. En 1982, el hallazgo del emblema en las decoraciones que acompañan a la tumba de Ramón Berenguer II (1053-1082) en la catedral de Gerona fue presentado por algunos especialistas como evidencia de su origen asociado a los soberanos del condado de Barcelona justificándose por extensión, su reivindicación controvertida como símbolo exclusivo de Cataluña.
Junto con las entidades españolas, incluyendo numerosos municipios distribuidos por toda la geografía, y en particular, en las regiones de la antigua corona de Aragón, el emblema de los palos es empleado también en otros países: está integrado en las armas de Andorra y en el símbolo de las regiones francesas de Languedoc-Rosellón y Provenza-Alpes-Costa Azul y de los departamentos de Pirineos Orientales y Lozère, así como en los de diversas poblaciones de estos territorios, como Formiguères, Latour-de-Carol, Le Perthus o Barcelonnette; aparece también en las provincias italianas de Reggio Calabria, Catanzaro y Lecce, y especialmente como enseña abreviada en Nápoles. También aparece en villas y ciudades de América Latina.
Derivado del escudo de armas, también se encuentran diferentes aplicaciones vexilológicas, en forma de estandartes o banderas como la señera, término que se dio al Señal Real por antonomasia en los territorios no castellanoparlantes de la Corona de Aragón.
Se tiene noticia del distintivo desde los inicios de la heráldica en el siglo XII d. C., y por tanto se considera uno de los emblemas heráldicos más antiguos, aunque su origen y significado es confuso y discutido. Algunos historiadores lo atribuyen al linaje de Aragón, mientras que otros a la Casa de Barcelona, al surgir en el momento de la unión dinástica de la casa real aragonesa y la condal barcelonesa con la unión entre la descendiente del rey Ramiro II, Petronila de Aragón, y el heredero de la casa de Barcelona y conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV.
En cualquier caso, el rey Pedro el Ceremonioso considerará el Señal Real como asociado al linaje condal. Hacia finales del siglo XIV d. C. comenzará un proceso, entre las altas esferas de poder y administración política de la monarquía, que lo llevará de modo progresivo a su consideración como escudo territorial asociado a cada uno de los distintos estados de la Corona, lo cual no necesariamente significará que en los siglos posteriores esta asociación territorial sea exclusiva ni privativa de uno de los estados en relación a los demás. De hecho, la territorialización del Señal Real tuvo lugar paralelamente tanto en el principado de Cataluña, como en Valencia y, aunque en menor medida debido a la competencia con la Cruz de Alcoraz o la Cruz de Íñigo Arista, en Aragón.
Hasta el siglo XIV d. C., cuando las ordenaciones de Pedro IV de Aragón regulan su uso, el número de palos no fue fijo, y podía variar por razón del gusto del artista o las necesidades materiales del espacio o funcionalidad requerida. La representación del emblema hasta las disposiciones de Pedro IV el Ceremonioso fue muy inestable. Hasta la segunda mitad del siglo XIV d. C. era común blasonarlo como un palado sin distinción entre el campo y las piezas, con lo que a menudo el número de estas era par y, por tanto, asimétrico según las convenciones heráldicas que fueron fijadas posteriormente. Entre el siglo XII d. C. y XIV d. C. predominó un palado continuo de piezas pares que dependía de las medidas del escudo, habitualmente compuesto por seis bastones (la denominación habitual en España hasta el último cuarto del siglo XIV d. C. para las divisiones verticales) alternados amarillos y rojos, lo que originó a partir de la segunda mitad del siglo XIII d. C. una mayor frecuencia de un escudo con tres palos de gules, hasta el punto de que es Pedro IV quien fija una diferencia en la forma para el escudo real (ya denotando fundamentalmente la dignidad de Rey de Aragón) que lo distinga de otros anteriores, como el de los Foix, que, en palabras de Menéndez Pidal de Navascués «no tendría el carácter de diferencia frente a los cuatro de los reyes, sino al contrario justamente». De hecho, el primer blasonado data de comienzos del último cuarto del siglo XIII d. C. y se documenta como Le Roy d'Arragon palé de or et de goules (El Rey de Aragón palado de oro y gules) en el Walford's roll (c. 1275); poco después, el Camden roll, precisa que el palado es de ocho piezas. Menéndez Pidal de Navascués, a este respecto, señala que durante todo el reinado de Jaime I de Aragón, el Señal Real contiene dos, tres, cuatro y hasta seis palos, y precisa:
Siguiendo una hipótesis de contabilidad de los palos en función de los territorios adscritos, hoy rechazada por los expertos en heráldica, se adujo para estas variaciones razones de índole política. Por ejemplo, se decía que Ramón Berenguer III "el Grande" (1097-1131) usaba en sus sellos tres palos, por haber reunido los condados de Barcelona, Besalú y Provenza, pero no hay testimonios del blasón en esta época, pues el más antiguo documentado es de la primera mitad del siglo XIII d. C. en una moneda de Provenza, ya de Ramón Berenguer V. En los reales de plata de Martín el Humano (1356-1410) se representa un escudo losanjado con dos palos, con la leyenda «+ Valencie: Maioricarum: Sar», sin citar otros reinos. Por su parte, se especuló también con que Juan II (1458-1479) incluye seis palos dado que el monarca tuvo bajo su cetro a Navarra, Aragón, Sicilia, Valencia, Mallorca y los condados de Barcelona, Urgel y Rosellón, equivalentes ya al Principado de Cataluña. Sin embargo, Faustino Menéndez Pidal de Navascués, en el libro del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Símbolos de España, considera que tanto la leyenda de las huellas ensangrentadas, como la teoría de la contabilidad de los palos, son hipótesis contrarias a la emblemática:
En Leones y castillos: emblemas heráldicos en España (Real Academia de la Historia, 1999),
Menéndez Pidal de Navascués afirma con respecto a la pretendida hipótesis de la contabilidad de los palos de gules:No se ha hallado ninguna referencia documental anterior a la serie de siete sellos ecuestres de Ramón Berenguer IV, fechado el más antiguo en 1150.
El primer testimonio seguro son los sellos de la cancillería de Alfonso II, hijo del anterior y de Petronila. Así, en un sello de 1186 de Alfonso II el Casto aparece el emblema en la representación ecuestre del rey figurado en las gualdrapas del caballo, en su escudo y en el pendón de su lanza, constituyendo el primer testimonio de tipo vexilológico documentado. En esta bandera las listas aparecen en disposición horizontal (frente a los guiones apreciables en las pinturas murales del castillo de Alcañiz, que disponen las franjas en vertical), a la vez que en el escudo y gualdrapas se disponen verticalmente.
Historiadores como Guillermo Fatás, y heraldistas como Guillermo Redondo adujeron, a partir de testimonios de Paul Kehr, que el emblema pudo inspirarse en la temprana vinculación del reino de Aragón con la Santa Sede y en los colores rojo y oro propios del papado documentados en los hilos de las cintas de lemnisco de los que pendían sus sellos y son visibles hoy todavía en el conopeo, ya que Sancho Ramírez viajó a Roma en 1068 para infeudar la Casa de Aragón al papa, vasallaje que obligaba al rey de Aragón a pagar un tributo de 600 marcos de oro al año.
Al respecto de la posible vinculación entre los colores pontificios y los del Señal Real de Aragón, Armand de Fluvià, en Els quatre pals: l'escut dels comtes de Barcelona, enumera varias versiones que afirmaban que el rey Pedro II de Aragón había tomado los colores del ombrellino o conopeum del papa para usarlos como sus armas a partir de su visita a Roma de 1204, concretamente las de Joan de Montsó (1393) y la más moderna de Domènech i Montaner (1922), añadiendo que «ninguna de las dos versiones es cierta, puesto que tenemos sellos de nuestros soberanos con el señal de los palos antes del 1204». Faustino Menéndez Pidal también considera que esa explicación es insostenible y apunta como más verosímil que la coincidencia de colores fuese en sentido contrario, habiendo sido estos adoptados por el papado tras dicha visita del rey Pedro el Católico, tal como se indica en la crónica Gesta comitum barchinonensium.
Se adujo como prueba de su vinculación a la casa condal barcelonesa un sarcófago de 1082 de Ramón Berenguer II, donde aparecen 15 palos de oro y gules, lo que ha llevado a pensar a algunos heraldistas (Fluvià) que este es el origen de las cuatro barras. Sin embargo, esta es una decoración añadida con motivo de su traslado en 1385 al interior de la Catedral de Gerona por iniciativa de Pedro IV de Aragón, por lo que la pintura aludida sería 300 años posterior, puesto que, según argumentan especialistas en heráldica y académicos como Alberto Montaner Frutos y Faustino Menéndez Pidal de Navascués, la pintura no habría podido conservarse a la intemperie en su emplazamiento original durante tres siglos.
Defendiendo la tesis de un origen catalán para el emblema en su obra Els quatre pals: L'escut dels comtes de BarcelonaPedro IV de Aragón, que introdujo la idea del origen barcelonés del Señal Real. Así, en sus Ordenaciones de la Casa y Corte se lee que la Cruz de Íñigo Arista era el señal antiguo del rey de Aragón («senyal antich del rey Daragó») mientras que la Cruz de Alcoraz eran las armas de Aragón («les armes Darago que son aytals una creu per mig del escut e a cascun carté un cap de sarray»). También se señala en el capítulo 33 de la Crónica de San Juan de la Peña (obra del taller de Pedro IV el Ceremonioso), que en la versión en aragonés empieza con el epígrafe: «De como el rey don Alfonso deixó armas de Aragón et priso bastones», que Alfonso II de Aragón, hijo del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y la reina Petronila de Aragón: «mudó las armas e seynnales de Aragón e prendió bastones». De igual forma se expresa en la Genealogia regum Navarrae et Aragoniae et comitum Barchinonae, genealogía del rey Juan I de Aragón, donde se explicita que el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV ni fue rey, ni cambió las armas condales, y que, de este modo, el Señal Real sería el del conde de Barcelona. Fluvià también cita como referencia a la reina consorte del rey Martín I de Aragón, María de Luna, quien afirmó que el señal del condado de Barcelona eran las barras amarillas y rojas, así como otros ejemplos vexilográficos, literarios e iconográficos. Esta obra ha sido contestada por autores como Montaner Frutos señalando que su tesis principal contiene falacias argumentativas, con saltos cualitativos y ampliaciones abusivas del sentido en las premisas e invalidando su conclusión, además de incluir paralogismos y razonamientos capciosos, y añade que «todo lector medianamente advertido y sin prejuicios los reconocerá sin problemas».
el Asesor de Heráldica de la Generalidad de Cataluña Armand de Fluvià aporta acumulativamente documentación originada en el escritorio real deTambién advierte contra la utilización acumulativa de testimonios, como la de sellos de autoridades catalanas, cuyo significado denota que son oficiales del rey o pertenecientes a instituciones reales, frente a la cruz de San Jorge, que fue el emblema de la Diputación del General de Cataluña. Se obvian también otros documentos que indican la adscripción de la Cruz de San Jorge al conde de Barcelona, como una miniatura del primer tercio del siglo XIV d. C. de los Usatges de Barcelona (El Escorial, Biblioteca del Monasterio, ms. Z-III-14) en que se figura a Ramón Berenguer I y «trae en su escudo, sobreveste, yelmo, pendón y vaina de la espada, así como en las gualdrapas del caballo, la cruz llana de gules en campo de plata, emblema de la ciudad [de Barcelona], aquí atribuido a su señor como armas personales.» Así, se cita la referencia de María de Luna de época de Martín I el Humano (comienzos del siglo XV d. C.), que adscribe las armas de gules y oro al condado de Barcelona y se evita citar los abundantes ejemplos que hay de la adscripción de la cruz de San Jorge para este condado, sin distinguir claramente, además, significados dinásticos, de dignidad de rey y territoriales en los ejemplos aducidos. Tampoco parece vislumbrarse una interpretación unívoca en esta época, pues un documento de 1392-1395 escrito por Joan de Montsó como dedicatoria al futuro Martín I el Humano señala:
En el texto citado, una reflexión acerca de los palos parte del supuesto de que quienes los tomaron fueron sus predecesores de la Casa de Aragón.
El origen barcelonés de la Señal Real fue aceptada como cierta por los cronistas medievales y renacentistas aragoneses, valencianos y catalanes posteriores, quienes la difundieron durante los siguientes siglos.
Los historiadores Martín de Riquer y Menéndez Pidal de Navascués atribuyen al historiador valenciano Pere Antoni Beuter (1490-1555), en su obra Segunda Parte de la Crónica General de España, impresa en Valencia en 1551, la invención de la leyenda muy difundida que atribuye el origen de las barras de gules en campo dorado a un episodio épico de la biografía del conde Wifredo el Velloso, «Guifré el Pilós», fundador de la casa de Barcelona. Según este relato, Wifredo, tras contribuir en combate a una victoria franca sobre los normandos, recibió del emperador franco Luis el Piadoso un escudo amarillo en premio sobre el cual, el mismo rey pintó, con los dedos manchados de sangre de las heridas del conde, los cuatro palos rojos.
El texto de Beuter dice así:
Esta leyenda tal cual, carece de fundamento histórico, pues ni el uso heráldico ni el emperador fueron contemporáneos de Wifredo. Martín de Riquer y Faustino Menéndez Pidal de Navascués consideran que Beuter adaptó para su relato una crónica de la Demanda del Santo Grial en la que se describen las armas de los Córdoba de Castilla, que empleaban también palos rojos en su escudo. Posteriormente, el emperador de la leyenda fue sustituido por Carlos el Calvo en un intento de hacerla más verosímil cronológicamente. El motivo legendario de los dedos ensangrentados aparece como explicación de algunos "mon" japoneses.
El heraldista Armand de Fluvià también señala que dicha acción bélica es «pura invención» y que la concesión de armas al conde Wifredo «no resiste ningún análisis histórico dado que la heráldica todavía no existía en el siglo IX d. C.», concluyendo que con anterioridad a Beuter «no se halla ningún rastro de esta leyenda en la historiografía catalana». Se ha argumentado que la vinculación entre el conde Wifredo y el Señal Real puede remontarse a una inicial miniada de la versión regia en catalán de la Crónica de San Juan de la Peña donde aparece el conde Wifredo de Arriá (padre legendario de Wifredo el Velloso) rindiendo vasallaje al emperador Carlomagno, y donde portan los escudos reales. Generalmente, como otras miniaturas europeas, refieren al emperador tres flores de lis aunque está demostrado que nunca usó, pues fue anterior a los usos heráldicos. Del mismo modo, otros historiadores invalidan la presencia de los palos en el escudo de Wifredo, ya que concluyen que se debe a que la crónica fue hecha en el taller de Pedro IV en la segunda mitad del siglo XIV d. C., por lo tanto, no coetáneo.
El origen catalán del emblema (que como se dijo, parte de las creencias de Pedro IV y se difundió a partir de sus innovaciones heráldicas) está presente en cronistas del siglo XVI d. C., como Jerónimo Zurita, al comentar las concesiones debidas al enlace, en lo que, partiendo de documentación medieval, encuentra que el conde no sería rey sino príncipe (de princeps, quien ejerce el mando), y Petronila fuera reina, «y que las armas reales fuesen las de los condes de Barcelona que son cuatro bastones rojos en campo de oro». Zurita no duda de lo primero, aunque sí sobre las armas, pues afirma haber visto la «Cruz de Alcoraz» en algunos de los sellos y divisas de los reyes de Aragón desde los tiempos de su nieto Pedro II de Aragón (confundiendo, tal vez, a Pedro II con Pedro III). Dado el estado de la cuestión de su época, transmite (como otros de sus contemporáneos), la creencia en un origen condal de los bastones y debido a esto, Zurita creyó que los descendientes del matrimonio simplemente habrían dado preferencia a las armas propias del condado y no a las que heredaban de Petronila (cruz de gules en campo de plata con cuatro cabezas de reyes moros, es decir la Cruz de Alcoraz que, como es sabido actualmente, jamás pudo usar Petronila ni sus ancestros, pues es un emblema que instituye Pedro III de Aragón en 1281, probablemente como emblema personal alusivo al espíritu de cruzada), por «descender los reyes por línea de varón de aquellos príncipes». La historiografía de la Edad Moderna, a partir de él, contribuyó a perpetuar esta adscripción, rechazada en los recientes trabajos de Alberto Montaner Frutos y otros destacados historiadores y genealogistas.
Montaner Frutos atribuye la confusión sobre el origen condal al estudio que la Renaixença hizo en el siglo XIX d. C. de estos símbolos utilizando historiografía del siglo XVI d. C. y apoyada en la creencia de que Pedro IV tenía conocimientos heráldicos rigurosos en siglo XIV d. C.. Según este autor «La documentación medieval de cualquier procedencia habla tan sólo de la Casa de Aragón y se refiere al monarca reinante como "el rey de Aragón", salvo que se emplee la intitulación completa» y, por tanto, estas armas, que fueron en el siglo XII d. C. y primera mitad del XIII d. C. exclusivamente familiares, representaban la pertenencia de sus portadores al linaje de la Casa de Aragón. En cuanto al origen del emblema, si no hay duda de que «el primer poseedor de los palos de oro y gules fue Ramón Berenguer IV, no puede haberla tampoco de que ese emblema personal lo era entonces (1150) de un miembro de la Casa de Aragón». De este modo, tanto Montaner Frutos como Guillermo Fatás y Guillermo Redondo concuerdan en que los conciertos matrimoniales entre Ramón Berenguer IV y Ramiro II de Aragón establecen que el conde de Barcelona «pasaba a ser un miembro más de la Casa de Aragón y de su linaje, a todos los efectos». Sin embargo, dos siglos más tarde, el rey Pedro IV difundió que las armas de los palos de gules en campo de oro tenían origen condal, pues no atendió al derecho por el que se regulaba la sucesión dinástica en los acuerdos de esponsales de Petronila y Ramón Berenguer y la documentación posterior emitida por aquella, que firmó como reina de Aragón y condesa de Barcelona en su abdicación de 1164.
Las armas familiares, a partir de la segunda mitad del siglo XIII d. C. pasan a denotar dignidad, y de expresar solo la pertenencia a una estirpe, pasan a simbolizar la autoridad de Rey de Aragón. Según este nuevo significado, el emblema de los palos de gules identifica a quien ostenta dicho título y potestad, y es así como surge en esta época la designación habitual en la documentación medieval, que se refiere al símbolo como «señal real» (habitualmente escrito signum regium y «senyal reyal»), esto es, del rey titular de Aragón, como dignidad prioritaria cuando no se utilizaba la intitulación extensa, ya que el título de rey de Aragón es el principal de esta Casa, que utilizaron todos los reyes de Aragón arriba mencionados, incluyendo a Martín I el Humano o Alfonso V el Magnánimo.
Con el advenimiento del Estado moderno, las distintas dignidades privativas que ostentaba en los diversos estados que componían el patrimonio del rey (rey de Aragón, rey de Valencia, conde de Barcelona), y que habían desarrollado instituciones propias, como las Generalidades, pasan a ser representadas por emblemas territoriales puesto que «se tenderá a identificar la dignidad que implica el título (desligado conceptualmente de un individuo concreto) con el territorio que abarca su dominio.» El señal real comienza a despersonalizarse y a convertirse en un símbolo abstracto que representa a un territorio a partir de fines del siglo XV d. C.. Por esta razón, desde esta época la Señal Real de Aragón será el símbolo de toda la Corona. Es en este momento, también, cuando los estados privativos de Aragón, Valencia y Cataluña empiezan a ser representados por el emblema de los palos de gules en campo de oro, aunque alternándolo (puesto que la significación asociable al rey no se perderá hasta después de la Revolución francesa) con otros: en Aragón con la Cruz de Arista y la Cruz de Alcoraz; en Valencia con el de la ciudad sobre las aguas y en Cataluña con la Cruz de San Jorge.
Con el proceso de territorialización (feudalización),1970, varias de ellas basándose en estos antecedentes, adoptaron oficialmente símbolos heráldicos derivados del Señal Real:
de los emblemas heráldicos, el Señal Real fue adoptado progresivamente por los cuatro territorios principales de la corona aragonesa así como por familias, instituciones y muchas de sus villas y ciudades. Durante el proceso de formación de las comunidades autónomas a finales de los añosComunidad Autónoma de Cataluña
Otros ciudades y territorios, fuera de los anteriores, que las utilizan son:
Además, utilizan este símbolo diversas entidades, como la orden de la Merced, la Brigada Paracaidista del Ejército de Tierra de España y clubes deportivos de las ciudades y regiones anteriores.
En conclusión, puede decirse que en la actualidad varios territorios provenzales en el sur de Francia y cuatro autonomías españolas han mantenido el recuerdo de las armas de señal de los reyes de Aragón. Así, Aragón, Baleares, Cataluña y Valencia usan en sus escudos y banderas autonómicas este emblema en mayor o menor medida, no siempre con conformidad con la tradición y con los significados que tuvieron en el tiempo de la formación de estos signos. Así, por ejemplo, la diferencia utilizada en el Escudo de las Islas Baleares consistente en una cotiza de azur puesta en banda, proviene de la atribución al rey de Mallorca (que nunca usó este) que le adjudicaron los armoriales ingleses del siglo XIII d. C..
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