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Gobernación de Quito



de Quito ciudad blanca y muy grande

La provincia de Quito o bien gobernación de Quito o también mal llamada como Presidencia de Quito, que abarcaba un territorio jurídico mayor correspondiente a su real audiencia, o como Reino de Quito, teniendo en cuenta la región nominal antes de la conquista, fue una entidad territorial política sudamericana integrante del Imperio español.

Inicialmente, durante su periodo de dominio americano, fue una tenencia de gobierno de la gobernación de Nueva Castilla y luego de las guerras civiles entre conquistadores, con la consiguiente unificación de facto del Perú por Diego de Almagro el Mozo, fue elevada a gobernación en 1540, y posteriormente, subordinada al nuevo Virreinato del Perú desde 1542 y al de Nueva Granada, de 1717 a 1723 y desde 1739 hasta su independencia.

Después fue establecida como presidencia-gobernación por la Corona española, desde 1563 hasta 1717 y luego desde 1723 a 1822. Su gobierno político administrativo abarcaba menos regiones que la jurisdicción de la Real Audiencia de Quito que era más amplia, englobando jurídicamente a otras provincias o parte de ellas.

La mayor proporcionalidad territorial de la Provincia de Quito abarcó en su mayor expresión geográfica todas las cuencas bajas y altas del río Amazonas en las vías terrestres y fluviales, hasta su desembocadura en los extremos norcostaneros de la actual América del Sur entre los océanos Pacífico y Atlántico, lo que originalmente la convierte en una jurisdicción de dimensiones superficiales bitransoceánicas ecuatoriales, es decir, entre el compartimento del cruce terrestre de dos océanos y la ubicación de la Línea Ecuatorial.

El primer presidente-gobernador fue Hernando de Santillán y Figueroa quien fuera nombrado el 27 de septiembre de 1563. La inauguración de la Real Audiencia de Quito se hizo recién el 18 de septiembre de 1564, y a partir de ese momento, el presidente asumió el cargo de gobernador de Quito.

La gobernación de Quito o Provincia de Quito fue el antecedente jurídico integral desde 1540 que conformaría al territorio de la presidencia homónima, y dentro de la misma fue erigida desde 1548 el homónimo corregimiento de Quito. El resto de divisiones territoriales internas eran tenencias de gobierno o corregimientos como los de Esmeraldas, Guayaquil, Puerto Viejo, Caráquez, Macas, Quijos, Sumaco y la Canela, Yaguarsongo y Bracamoros.

Otras ciudades como las de Buga, Popayán, Cali y Pasto, eran integrantes de la vecina gobernación de Popayán, que fueron separadas de la jurisdicción de la Real Audiencia de Santafé de Bogotá y agregadas a la nueva audiencia quiteña.

Hasta 1707 todos los presidentes de Quito habían sido togados, es decir letrados, pero en ese año fue nombrado como presidente el militar Juan de Sosaya, quien recibió también el título de capitán general, aunque de manera honorífica ya que su jurisdicción continuó bajo la inmediata dependencia militar del virrey del Perú. A partir de entonces sus sucesores continuaron recibiendo el mismo título y desde 1776 el presidente asumió también el nuevo cargo de regente, a diferencia de otras audiencias en donde ambos cargos eran desempeñados por funcionarios distintos.[2]

Los territorios de la Provincia de Quito pasaron en 1822 a integrar a la Gran Colombia, bajo el nombre de Distrito del Sur (según la Ley de División Territorial de 1824). Tras su disolución en 1830, estos se convirtieron en el núcleo de la actual República del Ecuador.

Durante los primeros años de la colonización española en Sudamérica, se procedió a la fundación de las ciudades de Quito, Guayaquil, Portoviejo y Cuenca.

Gil Ramírez Dávalos fue nombrado por el virrey peruano Andrés Hurtado de Mendoza, como gobernador de Quito el 9 de septiembre de 1556. También el 15 de septiembre fue nombrado gobernador de Quijos, Sumaco y La Canela.

Se declaró que, al ser gobernaciones, estos territorios estarían ligados judicialmente al Virreinato del Perú. Debido a la distancia que las separaba de Lima (sede del virreinato) resultaba imposible concurrir hasta allí por la falta de vías de comunicación y medios de transporte. Por esta razón y tomando en cuenta el rápido progreso y el considerable aumento de la población de la ciudad de Quito (en el año 1560 la ciudad contaba con 1200 habitantes). El Cabildo de San Francisco de Quito solicitó al rey de España la creación de la "Audiencia y Presidencia de Quito". El rey Felipe II, aceptando el pedido, creó la Audiencia y Presidencia, mediante la Real Cédula del 29 de agosto de 1563.

La Real Audiencia y Chancillería ejercía jurisdicción ordinaria sobre los territorios que pertenecían a la provincia de Quito. Poseía un Presidente letrado que era, a su vez, miembro del tribunal, subordinado al superior gobierno ejercido por el virrey del Perú.

En 1565 fueron establecidos los corregimientos de indios, bajo la dependencia (en grado de apelación) de los corregimientos de españoles. Del Corregimiento de Quito (que había sucedido a la gobernación) dependían hacia 1620 los corregimientos de indios de: Riobamba, Otavalo, Chymbo y La Facunda, Payta, Guayaquil, Jaén, Cuenca, Loja y Zamora.

Hacia 1789 la división territorial era la siguiente:[1]

Corregimientos

La Presidencia de Quito estuvo subordinada al superior gobierno del Virreinato del Perú (1563-1717) y (1723-1739). Posteriormente al del Virreinato de Nueva Granada, cuando se creó (1717-1723) y cuando fue recreado (1739-1822).

En 1783 con la parte norte del territorio de la Presidencia de Quito se creó la Intendencia de Quito y en 1786 con la sección sur se formó la Intendencia de Cuenca. Ambas estaban bajo la dependencia del virrey en cuanto al ramo de hacienda, ya que este era el superintendente subdelegado de Real Hacienda del Virreinato de Nueva Granada.[3]

La Recopilación de Leyes de Indias de 1680, en Ley X (Audiencia y Chancillería Real de San Francisco del Quito) del Título XV (De las Audiencias y Chancillerías Reales de las Indias) del Libro II, recoge los límites asignados a esta Audiencia, provenientes de la Real Cédula dictada por el rey Felipe II en la ciudad de Guadalajara el 29 de agosto de 1563:[4]

La corona española se encontraba en guerra en Europa, en sus propósitos de recuperar sus dominios italianos; en ese contexto procedió a modificar su sistema administrativo en América. El rey Felipe V de España expidió en Segovia (España) una Cédula real el 25 de mayo de 1717, obedecida en Quito el 28 de octubre de 1718, mediante la cual suprimió las Audiencias de Quito y de Panamá (Tierra Firme) y agregó sus territorios a la jurisdicción de la Santa Fe y al Virreinato de Nueva Granada, así mismo le anexó la provincia de Venezuela, separada de la Real Audiencia de Santo Domingo.

Terminada la guerra con la Cuádruple Alianza, el rey Felipe V de España emitió otra Cédula Real el 5 de noviembre de 1723, con la que se devuelve a la Real Audiencia de Quito sus anteriores derechos, en vista de haber quedado suprimido temporalmente al Virreinato de Nueva Granada. Por esta misma Cédula se le concede a la Audiencia de Quito cierta dependencia en el orden administrativo, económico y judicial, con respecto al Virreinato del Perú, a la cual quedó incorporada hasta el año 1739, haciéndose hincapié que se mantenía la Presidencia de Quito con los anteriores límites otorgados en la Cédula Real de 1563.

Por mandato real, la audiencia de Quito fue incorporada nuevamente al Virreinato de Nueva Granada el 20 de agosto de 1739. Para entonces, el rey Felipe V de España firmó en San Ildefonso, la cédula de reinstalación definitiva del Virreinato de Nueva Granada, integrándola además de sus territorios propios, con las jurisdicciones de la Real Audiencia de Quito y las provincias de Tierra Firme y de Venezuela. Es decir se vuelve a suscitar un hecho similar a lo acontecido con aquella medida que invocó la cédula de 1717. En el texto de esta real cédula se mencionó además que permanecen y subsisten las Audiencias de Panamá y Quito como están.

El rey Felipe V expidió en el año 1740 la Cédula Real que fijó los límites entre la Audiencia de Quito y la Real Audiencia de Lima.

Esta Cédula nació en virtud de que era necesario determinar con claridad y precisión la limitación de la Audiencia de Quito, con respecto a la de Lima, para saber hasta qué lugar tenían jurisdicción y autoridad los virreyes de Nueva Granada y de Lima, y evitar en lo posible futuras confusiones, quedando de este modo solucionada la demarcación de ambas audiencias.

Esta Cédula excluyó buena parte de los territorios de la región oriental ocupada desde años atrás por las misiones religiosas jesuitas quiteñas que existían en los ríos del Alto Ucayali, Marañón y Amazonas. En la parte Norte se conservaban los límites establecidos en la Cédula Real de 1563. Esta Real Cédula reformó los límites de la Presidencia y Audiencia de Quito incorporada entonces al virreinato de Nueva Granada.

En el año 1747 el rey Fernando VI de España emitió una nueva Cédula Real que fijó nuevos límites a la Real Audiencia de Quito, estableciéndose que por el norte serían los mismos límites del año 1563. Por el oriente se dejó pendiente la delimitación, en vista de que se estaban realizando ciertos convenios entre España y Portugal con la intervención del Papa[cita requerida], quién trató de armonizar la compleja situación originada por ambos países, con respecto a los límites territoriales, ya que las penetraciones emprendidas por los conquistadores portugueses se adentraban mucho a las tierras en posesión de los españoles.

Para entonces los portugueses llegaron a ocupar todo el río Yapurá y el curso medio del río Negro en el extremo de la selva amazónica. El 13 de enero de 1750 el Tratado de Madrid fue firmado por Fernando y por Juan V de Portugal, dejándose de lado la línea de demarcación del Tratado de Tordesillas. En el artículo III de ese tratado el rey de España confirmó las tierras ocupadas por los portugueses como pertenecientes a la Corona Portuguesa.

El Tratado de Madrid fue anulado por el Tratado de El Pardo de 1761, que restableció la línea de Tordesillas hasta que fue abandonada definitivamente por el Tratado de San Ildefonso del 1 de octubre de 1777.

Debido a los avances de los bandeirantes luso-brasileños, España se preocupó en delimitar sus fronteras con Portugal. Por el tratado de 1777 los ríos Yapurá y Yavarí quedaron como limítrofes con los territorios portugueses, quedando algunos sectores sin la delimitación exacta. Se enviaron expediciones a la selva amazónica para que la delimitación se hiciera con base en el conocimiento de la realidad geográfica. Por España fue enviado Francisco de Requena, quien por no entenderse con la comisión de Portugal después de permanecer nueve años, dejó sin solución los puntos a demarcarse.

Bajo el reinado de Carlos IV de España la Corona española dictó, el 15 de julio de 1802, una Real Cédula a inspiración de Francisco de Requena, conteniendo informes que perjudicaron a la Audiencia de Quito en beneficio de los intereses de Lima para ayudar a las congregaciones religiosas del Colegio de Ocopa, que estaban colonizando la Región Oriental del Alto Ucayali, precisamente en aquella región donde estaban antes las misiones jesuitas de Quito que expulsó España. Mediante esta cédula se escindió de la Audiencia de Quito de manera imprecisa Mainas o Maynas y Quijos.

La Real Cédula de 1802 dice:[5]

La Cédula de 1802 formó el gobierno y la Comandancia General de Maynas con todos los territorios de la región amazónica, segregándolos de la Audiencia de Quito y agregándolo al Virreinato del Perú, al mismo tiempo que se creaba el obispado de Maynas con igual extensión.

La Cédula de 1802 no fueron bien conocidas en los territorios del Virreinato de Nueva Granada y Perú por falta de una rápida vía de comunicación entre las colonias americanas y España, razón principal que dio origen al conflicto primeramente entre la Gran Colombia y Perú y después entre Colombia, Ecuador y Perú.

Fundación de Santiago de Quito - Cuando Pizarro supo que Belalcázar había abandonado la Gobernación de Piura y se encontraba conquistando las tierras de Quito, envió a Diego de Almagro a pedir cuentas de los actos de Belalcázar, el cual explicó las razones por las cuales se había adelantado a conquistar las tierras de Quito, luego recibió el perdón de Almagro y juntos fundaron la ciudad de Santiago de Quito, a orillas de la laguna de Colta, el 15 de agosto de 1534. Esta ciudad se componía de 68 vecinos españoles, fue destruida por el terremoto de 1597.

Esta fundación se efectuó apresuradamente, con el objeto de tomar posesión de las tierras de Rumiñahui, antes de que llegara Pedro de Alvarado, el cual venía desde Guatemala para conquistar las tierras mencionadas.

Pocos días después, llegó Pedro de Alvarado a las llanuras de Ambato, con un ejército completamente débil; ya que muchos meses padecieron la inclemencia de la selva costanera, en la que se perdieron porque los guías indígenas, a quienes cogieron a la fuerza, lograron huir; por esta razón, no estaban en condiciones de enfrentarse con los hombres de Almagro y Belalcázar y mejor llegaron a un arreglo amistoso, que consistió en que Alvarado debía recibir cien mil pesos por los gastos que había hecho en tal malhadada expedición y, en cambio, Almagro y Pizarro consiguieron que Alvarado les cediera los barcos, caballos y hombres que quisieran quedarse al servicio de Francisco Pizarro.

Fundación de San Francisco de Quito - Después de los arreglos con Alvarado, Almagro fundó por segunda vez la ciudad de Quito, con el nombre San Francisco en honor a Francisco Pizarro, el 28 de agosto de 1534. El acta fue firmada en la misma ciudad de Santiago de Quito; luego encargó a Sebastián de Belalcázar que hiciera realidad esta fundación, en el mismo lugar donde se encontraba "Quito" pues Almagro se regresaba al Perú en compañía de Alvarado con el propósito de cumplir con el arreglo al que habían llegado.

Para cumplir con el encargo de Almagro, Belalcázar se dirigió hacia Quito, pero solo después de cuatro meses, lapso en el que luchó y triunfó sobre las huestes del general indígena Rumiñahui, llegó a la destruida ciudad indígena de Quito. El 6 de diciembre de 1534 fue el día en el cual posesionó a las autoridades que constaban en el acta de fundación. Por eso el acta de fundación de San Francisco de Quito fue realizada definitivamente por Sebastián de Belalcázar el 6 de diciembre de 1534 y dice:

La ciudad de San Francisco de Quito contaba en su fundación con 203 vecinos, incluyendo al mismo Belalcázar. Dos semanas después de la entrada que hicieron los españoles a la segunda capital del Imperio Inca, destruido completamente por el general indígena Rumiñahui, comenzaron a delinear la nueva ciudad; se entregó un solar a cada dos habitantes. La ciudad fue poblada primero hacia la parte que hoy corresponde a la Plaza Grande y a la Avenida "24 de mayo". Los primeros alcaldes fueron Diego de Tapia y Juan de Ampudia y uno de los más importantes regidores fue Pedro de Puelles.

La fundación de Guayaquil: fue un proceso que duró desde 1534 a 1547. La fundación de una ciudad es un acto jurídico único y concreto, que no puede ser un proceso. Sin embargo, en el caso de Santiago (de Guayaquil) bien podría llamárselo así por las circunstancias que la rodearon.

El 15 de agosto de 1534, Diego de Almagro, ante la amenaza de Alexis Alajo, asistido por Sebastián de Belalcázar se vio obligado a fundar en Liribamba la ciudad de Santiago de Quito. Trece días más tarde, por las mismas razones y en el mismo lugar que Santiago, fundó la villa de San Francisco de Quito.

La Cédula Real del 4 de mayo de 1534, establecía que toda fundación debía reunir las condiciones requeridas por la conquista. Caso contrario, recomendaba su traslado a otro lugar que sí las cumpliese. Esto ocurrió en ambos casos: San Francisco fue trasladada al lugar en que hoy se halla el territorio de Quito, el 6 de diciembre de 1534 y mantuvo así el topónimo.

Santiago, fundación igual de inútil, fue trasladada a la Costa para facilitar la logística requerida para la conquista del norte quiteño, pues Paita quedaba muy distante. Belalcázar, autorizado por Pizarro remontó el Guayas y la asentó en un lugar cercano a la boca del río Yaguachi sobre el río Amay (Babahoyo) y se la conoció como Santiago de Amay (1535). Asaltada e incendiada por los bravíos Chonos se mudó a la culata del río con el nombre de Santiago de la Culata (1536). Nuevamente asolada, esta vez por la alianza de Chonos y Punáes, escapó a otro lugar y fue reconocida como Santiago de la Nueva Castilla (1537). En recurrencia trágica se refugió entre los huancavilcas “que eran gente de paz” (1542), pero nuevamente debieron huir, esta vez a la vera de un pueblo indígena llamado “Guayaquile” (1543). Desde entonces es Santiago de Guayaquil y guayaquileños sus habitantes. Nótese que el nombre de Santiago prevaleció en el tiempo. Lo cual claramente fundamenta la hipótesis que Santiago de Quito y Santiago de Guayaquil son la misma.

A raíz de la muerte de Francisco Pizarro (1541), su hermano Gonzalo se rebeló contra la Corona. Los vecinos leales al rey (por eso el título de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de Guayaquil), dirigidos por el capitán Francisco de Olmos, el 6 de abril de 1547, ajusticiaron al pizarrista y teniente de gobernador Manuel de Estacio. Temiendo retaliaciones construyeron grandes balsas y encabezados por los capitanes Olmos, Rodrigo Vargas de Guzmán y Toribio de Castro, 140 personas con su menaje cruzaron el río Amay. El 25 de julio de 1547, día del apóstol Santiago patrono de la ciudad, atracaron en Las Peñas y asentaron la ciudad en la unión cimera de los cerros que hoy se conocen como Santa Ana y del Carmen. A partir de entonces, luego de 13 años de trashumancia que parecía no tener final, cesan las luchas que un puñado de hombres sostuvo por aferrarse a su río como promesa de vida, movilidad y progreso. En el acta del cabildo celebrado el 24 de julio de 1781, el Ayuntamiento dispone que el 25, día de la fiesta del Apóstol Santiago, también debía solemnizarse con el paseo del “Real Estandarte, en memoria de la conquista de la ciudad y su provincia”. Véase Guayaquil

Pasto, Popayán, Buenaventura, Cali, Buga, Cuenca, Loja, Zamora, Riobamba, Ambato, Macas, Portoviejo, Jaén, Iquitos, Tumbes.

Mientras en la Costa y Región Interandina se fundaban ciudades, villas y asientos, de acuerdo con las capitulaciones o convenios reales, también se fundaba y conquistaba el Oriente del territorio de Quito.

Entre las Principales exploraciones se mencionan las siguientes:

En 1539, Gonzalo Díaz de Pineda entró a Baños y siguió al país de Canela, fundando el asiento de Sevilla de Oro (Macas).

En 1541, Gonzalo Pizarro, gobernador de Quito y Francisco de Orellana, gobernador de Guayaquil realizan la magna conquista de la Amazonía que concluye con el descubrimiento del río Amazonas.

En 1541 Pedro de Vergara, conquistó el oriente del Azuay: Yaguarzongo, Paltas, Huancabamba y Bracamoros.

En 1546, Alonso de Mercadillo, por mandato de Gonzalo Pizarro, fundó la ciudad de Loja.

En 1548 Hernando de Benavente y Nuñez de Bobadilla, entran al Oriente del Azuay por la cuenca del río Paute y exploran la región de Santiago-Méndez, habitada por los jíbaros, salvajes cazadores de cabezas.

En 1548, Gil Ramírez Dávalos funda las villas de Maspa, Baeza y Ávila.

En 1552, Egidio Ramírez Dávalos realizó la fundación de Quijos.

Entre 1557 y 1559, el gobernador de Yaguarzongo, Bracamoros y Macas, Juan de Salinas Loyola salió de Loja, y siguiendo el curso del río Zamora al San Francisco, fundó las ciudades de Logroño, Valladolid y Loyola, llegó al Pongo de Manseriche y bajó por el río Amazonas hasta la confluencia con el Ucayali.

En 1558, Francisco Pérez de Quezada, conquistó las regiones de Apoporis y del Vaupés, fundando las poblaciones de Mocoa y Esija.

En 1560, Gil Ramírez Dávalos, fundó la ciudad de Archidona, y la villa de San Juan de Tena.

En 1563, antes de la emisión de la Cédula Real de ese año, por orden el gobernador de Quito Melchor Vásquez de Ávila, Andrés de Contero, fundaron la ciudad de Alcalá del Río y realizan una nueva fundación de Archidona y de Ávila.

En 1572, Pedro de Vergara, siguiendo el río Zamora y el Santiago bajó hasta el río Marañón y buscando el río Pastaza llegó al río Rimachuca.

Durante la conquista de Quito llegó a los oídos de los españoles una leyenda respecto a la existencia del país de El Dorado. Los indígenas narraban que por el oriente existía un pueblo con templos y palacios hechos de oro, donde el cacique se cubría el cuerpo con polvo del apreciado metal. Se decía que tanto oro existía que dicho metal se lanzaba a las lagunas en homenaje a sus dioses. Además complementaban la leyenda diciendo que en esas regiones existía infinidad de árboles de canela.

Esta leyenda despertó la codicia de los españoles, especialmente de aquellos que desempeñaban funciones oficiales y que fácilmente podían organizar expediciones. De esta manera el que primero penetró en la Región Oriental en pos del Dorado fue Gonzalo Díaz de Pineda en el año de 1538.

El año 1539 llegó a Quito Gonzalo Pizarro en calidad de gobernador nombrado por su hermano Francisco Pizarro. De inmediato conoció dicha leyenda y antes que gobernar a Quito, se preocupó de organizar la expedición hacia el país de "El Dorado"; reunió 300 españoles, 4.000 indios y cantidades suficientes de cerdos, gallinas, llamas, caballos y más vituallas para el viaje. Oportunamente invitó a que participe a su amigo Francisco de Orellana que se encontraba de Gobernador de Guayaquil; como éste no llegó en la fecha acordada, Pizarro dio la señal de partida en medio de repiques de campanas y de lloros de los que les despedían.

Gonzalo Pizarro siguió la misma ruta de Gonzalo Díaz de Pineda; es decir: Tumbaco, Guamani, Papallacta, Cosanga, Baeza y Sumaco. Pero al cruzar la Cordillera Oriental de los Andes empezaron a sentir la dureza del clima, centenares de indios y varios españoles murieron congelados o despeñados. Al fin llegaron a la llanura del Cosanga, donde el clima sofocante y la selva les impedía avanzar. Continuaron hasta las faldas del volcán Sumaco, donde resolvieron descansar.

Mientras Gonzalo Pizarro descansaba le dio alcance Francisco de Orellana, acompañado de 27 españoles. Los expedicionarios continuaron hasta las orillas de Coca, donde se les agotaron los alimentos; para calmar el hambre comieron pepas de los árboles, hojas, la carne de los caballos y aún las suelas de sus zapatos. Para ir a buscar alimentos Gonzalo Pizarro hizo construir una pequeña embarcación y ordenó que Orellana lo hiciera.

Francisco de Orellana y 53 españoles tomaron la pequeña embarcación el 26 de diciembre de 1541 y se dejaron arrastrar por las aguas del río Coca, con el fin de encontrar alimentos. Pero cuando se dio cuenta de que resultaba difícil regresar a la corriente de las aguas, se hizo Orellana nombrar Jefe de la Expedición y resolvió seguir navegando, dejando a Gonzalo Pizarro a su suerte. Después de varios días llegó al Napo y continuando aguas abajo, el 12 de febrero de 1542 penetró en el caudaloso río Amazonas.

Orellana y Alajo continuó navegando por este río por más de ocho meses y el 24 de agosto del mismo año llegó al Océano Atlántico, continuó su viaje a España para dar cuenta al rey de este descubrimiento. Carlos V lo nombró gobernador de las tierras descubiertas que las denominaron Nueva Andalucía. Cuando regresaba Orellana para hacerse cargo de dicha gobernación, se asegura que murió ahogado en las aguas del mismo río que le cubrió de inmortalidad.

Mientras tanto Gonzalo Pizarro, cansado de esperar a Orellana, acusándole de traidor resolvió regresar a Quito, sin encontrar ni una pepita del oro que buscaba. Después de vencer toda clase de dificultades llegó a la ciudad de donde había partido, en junio de 1543, en compaña de 80 españoles sobrevivientes, pero todos estaban flacos, enfermos y semidesnudos.

Durante la colonia las clases sociales se establecieron en base de la situación económica y del poder de mando que ejercían sobre los demás, de acuerdo con lo cual existían dos grandes clases sociales: la dominante y la dominada.

Era la que ejercía el poder económico de mando sobre las demás o ambos a la vez. Estaba constituida por los españoles (Peninsulares) y los criollos. Vivían concentrados en las recién fundadas ciudades de la Audiencia de Quito. La mayoría de las ciudades se encontraba en las montañas (sierra) debido a que la temperatura era saludable, los indígenas eran civilizados y menos hostiles, y había Caminos del Inca que conectaban las ciudades con la Audiencia de Lima. Además la costa tenía pocas ciudades debido al clima tropical, la fiebre amarilla, indios belicosos y la poca presencia de civilización.

Los españoles - Eran los nacidos en España que llegaron al Continente Americano, al principio como conquistadores, luego en calidad de colonos y de autoridades. La Corona Real creyó conveniente nombrar a los peninsulares para que ocupen los cargos más importantes en sus posesiones y de esta manera asegurar su total dominio en ellas. Los españoles, al poco tiempo de llegados, se apoderaron de tierras y del trabajo de muchos indígenas, convirtiéndose en amos y señores de las otras clases sociales.

Los criollos - Se denominaban así a los hijos de los españoles que nacieron en América y en este caso, en la Audiencia de Quito, quienes por el hecho de haber nacido en territorio colonial no tenían el mismo poder que los peninsulares, no podían ocupar ciertos cargos públicos; pero también eran adinerados, dueños de grandes extensiones de tierra que habían heredado a los conquistadores y colonizadores de esta comarca, varios de ellos estudiaron en Europa y tenían supremacía y mando sobre la clase dominada. (Criollo)

Era la que tenía que realizar toda clase de trabajos, obedecer las órdenes de la clase dominante. Esta clase la constituían los mestizos, negros esclavos, mulatos, zambos y los indígenas etc. (Casta (colonial) )

Los mestizos - Eran los más numerosos después de los indios, vivían pobres, pero dedicados al trabajo. Siempre fueron mal vistos y tratados mal por los españoles, porque les consideraban como el resultado de la degeneración de su raza, al haberse mezclado con el indígena. Los mestizos no tenían ninguna protección, ya que la Ley de Las Indias sólo protegía al indígena, difícilmente podían educarse durante la colonia.

Fueron considerados, desde el comienzo de la colonia, como los más peligrosos para la Madre Patria; los españoles y criollos creían que algún día se levantarían en demanda de justicia, por eso les impusieron el velo de la ignorancia. La mayoría de mestizos vivían en todas las ciudades y lugares donde se encontraban españoles. (Mestizo)

Los negros - Debido a las gestiones realizadas por el padre Bartolomé de las Casas, los Reyes de España permitieron el tráfico de negros esclavos de África a las posesiones americanas, con el propósito de que estos remplacen a los indígenas en los trabajos agrícolas de los trópicos y en las minas.

En la provincia en la que más negros existieron durante la colonia fue (Esmeraldas), debido a que en el siglo XVI frente a esta provincia naufragó un buque cargado de esclavos y los que lograron salvarse fugaron por las montañas, quedando libres definitivamente.

Durante la colonia, al negro le ocupaban en la agricultura, minas y en servicios domésticos; eran caros, su precio dependía de la edad y sexo. Las negras en cinta y los jóvenes con experiencia en trabajos agrícolas estaban cotizados en los más altos precios. En la sierra y el resto de la Audiencia de Quito hubo casi ninguno. (Esclavitud)

Los mulatos y zambos - Eran el resultado de las mezclas de negros con españoles (mulato) y negros con indígenas (zambo, raza). Eran numéricamente pocos debido a que no hubo muchos españoles y negros en la Audiencia de Quito para mezclarse. Los mulatos y zambos se encontraban en la Costa con los negros y españoles dedicados a los trabajos agrícolas del trópico y la construcción de buques.

Los indígenas - Fueron los más numerosos y se les encontraba en todas partes de la Audiencia de Quito, aunque muchos murieron por las enfermedades traídas de Europa y durante la conquista. Los indígenas de la costa prácticamente desaparecieron debido a enfermedades, guerras con los españoles y el rápido mestizaje de la pequeña población indígena. Esta población indígena de la sierra se mantuvo numerosa debido a que los españoles preferían vivir en las ciudades y tener intermedios con los indígenas que habitaban los campos. Los indígenas que vivían con los españoles en las ciudades y los alrededores desaparecían debido al maltrato, enfermedades y el mestizaje.

En la Audiencia de Quito se establecieron varias instituciones para mejorar la economía de los españoles, sus descendientes y la Corona, en base de la explotación del trabajo de los indígenas y negros. Entre estas encontramos las encomiendas, mitas, obrajes y reducciones.

En virtud de esta institución la tierra de los indígenas pasó a poder de los españoles. La encomienda consistía en entregar a los conquistadores y colonizadores grandes extensiones de tierras junto con los indios que en ellas habitaban, con el objeto de que les cuiden y enseñen a leer, escribir y la doctrina cristiana.

El español era el encomendero y los indios los encomendados, quienes a cambio de los servicios que recibían de parte del encomendero, tenían la obligación de trabajar en sus tierras ciertos días y pagar un tributo en dinero, animales, mantas de algodón o lana y otros productos.

Mediante esta institución los que más acapararon las tierras fueron los religiosos, especialmente los Jesuitas.

El objetivo de proteger a los indígenas a través de las encomiendas jamás se cumplió, por el contrario se convirtió en el mejor instrumento de explotación de parte de los encomenderos a sus encomendados. Los españoles desarrollaron eficientemente la agricultura y la ganadería, a base del esfuerzo, el dolor y la vida misma de los indígenas. (Encomienda)

Consistía en la obligación que tenían los indígenas de trabajar en las minas de oro y plata de la Corona. Estos trabajos estaban regulados por las Leyes de Indias y las disposiciones de los Cabildos, las mismas que decían al respecto lo siguiente: los indígenas debían trabajar en las minas por un tiempo determinado y por sorteo, excluyéndose del mismo a los inválidos, caciques, forasteros, a los especializados en algún oficio, los que cultivaban las tierras de los españoles, mujeres, los menores de 18 años y mayores de 50 años. Además, a los que trabajaban en las minas debían proporcionarles buena alimentación, vivienda, vestidos, enseñanza católica y atenderles en la conservación de su salud.

Pero en la práctica, las mitas se trasformaron en el trabajo, perpetuo y forzoso, era la sentencia de muerte del indígena, el que salía sorteado para que trabaje en tal o cual mita, jamás regresaba de ella. Las mitas enriquecieron a los españoles y a la Corona y exterminó a la raza indígena. (Mita)

Eran las fábricas de tejidos de lana, algodón y cabuya; como también las que laboraban alpargatas, costales, mechas, pólvora, monturas, sombreros, etc., donde los indígenas tenían que trabajar días y noches, muchas veces hasta morir.

Estas fábricas eran complementadas por los llamados Batanes, situados juntos a los ríos, en donde se preparaba la materia prima, así: se lavaban las lanas, tejidos, hilos, se curtían los cueros, etc. Estos trabajos realizaban las mujeres. Obraje

Las reducciones consistían en la agrupación de familias indígenas, con fines de adoctrinamiento religioso. Los encargados de esta institución se denominaban Doctrineros, quienes tenían la obligación de enseñarles y hacerles practicar la Religión Católica. Pero en realidad se convirtieron en comerciantes, exigían a los indígenas que compren objetos que no les prestaban ningún servicio, como anteojos, peinetas, rosarios, cartillas, catecismos, espejos, etc. (Reducciones de indios)

Los conquistadores españoles establecieron en sus posesiones dos modos de producción: el esclavista y el feudal.

Los españoles para que realicen trabajos especialmente en lugares de clima cálido trajeron a los negros en calidad de esclavos, quienes eran sujetos de compra y venta en los mercados. El negro era de propiedad exclusiva de quien lo adquiría, que se convertía en su amo, para quien tenía que trabajar por vida o hasta cuando resolvía venderlo; con el negro esclavo plantaron extensas huertas de café y cacao en la costa, cuyo productos eran exportados a España. (Esclavitud)

Los españoles introdujeron en sus posesiones americanas un modo feudalista especial de producción, donde el dueño de enormes extensiones de tierras, que en Europa se llamaba feudal, en América se llamó encomendero, quien era el encargado de brindarle protección a los indígenas. Este les entregaba un lote de tierra para que en las horas libres lo trabajasen y obtengan los productos para la subsistencia, lo que posteriormente se denominó Huasipungo. A cambio de la protección que le brindaba el encomendero, el indígena tenía que trabajar la mayor parte del tiempo en las tierras de este. Los encomenderos no cumplieron con la protección que debían darle a los indígenas, pero en cambio les hacían trabajar, casi siempre, día y noche hasta cuando perdían la vida.

En este modo de producción el trabajo más arduo del indígena fue en las minas, donde sin buena alimentación, sin ningún cuidado sanitario trabajaba durante doce o quince horas, por lo que pronto se enfermaba y moría.

En las ciudades existían, a igual que en el Viejo Continente, los artesanos, como: carpinteros, picapedreros, talabarteros, talladores, zapateros, pintores, etc., quienes por las obras que realizaban cobraban insignificantes cantidades de dinero que apenas les alcanzaba para poder subsistir.

El desarrollo económico en la Audiencia de Quito se efectuó mediante la realización de varias actividades, como: la minería, agricultura, ganadería, industria, el comercio, etc. y la implantación de varias contribuciones por parte de las autoridades.

Antes de la colonia, la explotación de las minas y los lavaderos de oro fue realizado por los indígenas, a ello se debe la gran cantidad de este metal encontrado en poder de los soberanos indígenas. El oro, la plata, las piedras preciosas no tenían ningún valor económico para el indígena, porque no eran instrumento para adquirir riqueza y poderío; pero con la llegada de los españoles se convirtieron en instrumentos para adquirir riquezas y poder, a eso se debe la inhumana explotación del indígena y luego del negro en las minas, mediante la institución llamada mita.

Toda la riqueza minera, piedras preciosas y perlas ballado en oro pertenecían al Rey, quien concedía la explotación a particulares, mediante requisitos de denuncia y el pago del quinto del Rey y derechos de explotación. Los particulares aprovecharon la oportunidad para fabricar moneda, acuñando pesos, patacones y escudos, que fueron las monedas usadas en la colonia.

Las denuncias de minas en la Provincia de Quito comenzaron en 1541. Fueron explotadas las minas de Tungurahua, Patate, Nambija, Angamarca, Zaruma, Azoques, Nabón, los lavaderos y minas en el Oriente.

La agricultura no alcanzó gran incremento sino cuando decayó la explotación de la riqueza minera.

Pues indudablemente la cultura superior de España con relación a la indígena, contribuyó notablemente al mejoramiento de la agricultura, con todas las limitaciones y restricciones en el cultivo de ciertos productos. Por ejemplo la uva que era cultivada solo en España y sus productos elaborados traídos a América.

Como ya es conocido, el reparto de la tierra entre los españoles se realizó por medio de las encomiendas, en cuyo caso el elemento humano productor fue especialmente el indígena en la Sierra y el negro en la Costa. Por otra parte, mejoró también la agricultura de la Audiencia de Quito, por cuanto de Europa trajeron instrumentos de labranza necesarios para esa época como: el arado, barra, pala, azadón, etc. y el buey como animal indispensable para labrar la tierra.el territorio de la audiencia de Quito comprendía al sur hasta paita y tierra adentro:

En la Audiencia de Quito se incrementó la ganadería con los animales domésticos que trajeron de España, entre los cuales anotamos: el ganado vacuno, caballar, mular, lanar, porcino y de aves de corral.

Varios de estos animales, a más de dar abundante carne, brindaban materia prima para las industrias como: lanas, cueros, etc. que los empleaban en los obrajes.

También fomentaron el desarrollo de los animales autóctonos, entre ellos: el cuy, la llama, la vicuña, el gozque o perro mudo, etc.

La ganadería, al igual que la agricultura se encontraba en manos de los peninsulares, por lo cual, su fomento en nada benefició a los nativos.

Los españoles se preocuparon de mejorar la industria textil indígena aprovechando la capacidad técnica que habían desarrollado las culturas indígenas en la fabricación de textiles. En la Audiencia de Quito se tejían mantas de lana de vicuña y algodón y otras prendas de vestir, que eran de igual o superior calidad que sus similares de Europa. Estos textiles eran muy solicitados en el Virreinato del Perú y crearon una prospera industria textil en Quito hasta que las reformas Borbónicas le quitaron el mercado, provocando una fuerte crisis económica que serviría en buena parte de detonante para la revolución independentista de 1809.

Además de la industria textil, se fomentó la industria harinera y panificadora en la Sierra y la elaboración de raspaduras, azúcar y aguardiente de la Costa. En la ciudad de Guayaquil, establecieron una importante fábrica constructora de barcos o Astilleros. Por otro lado, y sobre todo tras los cambios en las dinámicas de mercado que causaron las llamadas reformas Borbónicas Guayaquil se convirtió en un floreciente puerto exportador de la producción de cacao.

Respecto a esta actividad, cabe manifestar que en el siglo XVI España era una potencia mundial por su rico e inmenso imperio colonial y, por tanto, también una potencia, que implantó la política del monopolio comercial con sus posesiones ultramarinas, es decir, que sus colonias solamente podían comerciar con España, por lo tanto, la Audiencia de Quito mantenía relaciones comerciales únicamente con España, lo que permitió el desarrollo del comercio ilegal con los demás países del viejo mundo, especialmente con Inglaterra, Francia y Holanda, de cuyos países venían los llamados Piratas a atacar los puertos Americanos, entre ellos el de Guayaquil, los mismos que saqueaban, robaban, exigían el pago de fabulosos rescates y asesinaban habitantes.

La Audiencia de Quito, como todas las posesiones españolas en América, proporcionó materias primas a España, productos agrícolas, cueros y lanas, recibiendo de España herramientas, libros y objetos destinados a la comodidad y al lujo. Vendía a España cacao, tabaco, quinina, descubierta por primera vez en Loja; de los obrajes serranos: paños, bayetas, lienzos, alfombras, sayales para religiosos, jergas a toda América del Sur. Así, como obras de los escultores y pintores Quiteños.

Durante la vida colonial se crearon los siguientes impuestos: los tributos de indígenas, los diezmos, el quinto del Rey, la media anata, el arrendamiento o venta de empleos, las alcabalas, el almojarifazgo, etc.

Los tributos de indios, eran contribuciones de tipo esclavistas, que pagaban los indígenas desde los 18 y hasta los 50 años de edad y en una cantidad que fluctuaba entre diez reales y diez pesos. La mitad de todos los ingresos de la Audiencia de Quito constituían los fondos recaudados por este concepto.

Los diezmos, fueron contribuciones de tipo religioso, que consistían en entregar la décima parte de todos los productos al Clero, por los servicios religiosos que prestaban.

El Quinto del Rey, consistía que los poseedores de minas de oro, plata, piedras preciosas, debían pagar el 20% de ello al Rey. Con el andar del tiempo tuvo que ser rebajado al 10%, ya que los metales preciosos se escasearon o porque los escondieron.

La Media Anata, consistía en el pago de un medio sueldo cada año al gobierno, por parte de los empleados públicos. Los artesanos que obtenían el título de maestro, los profesionales: médicos, abogados, obstetrices, boticarios, pagaban esta contribución de acuerdo a tarifas establecidas.

Las Alcabalas, eran el impuesto del 2% de todo lo que se ponía a la venta, impuesto que dio lugar a que se produzca la Revolución de Las Alcabalas en julio de 1592 y abril de 1593.

El Almojarifazgo, no era sino el impuesto que hoy se llama de aduana, que cobraban las autoridades de la Audiencia de Quito por la exportación e importación de mercancías.

El fundamento de la educación durante la colonia constituía la enseñanza de la Religión Católica.

Para impartir la educación durante la colonia tomaron en cuenta las clases sociales, pues crearon establecimientos educativos para blancos y otros para mestizos e indios.

La primera escuela práctica creada para indios nobles y mestizos se denominó San Juan Evangelista y posteriormente San Andrés, lo dirigían los Padres Franciscanos, en ella se enseñaba nociones de Gramática y Aritmética, Religión, algunos oficios y sobre todo a fabricar y usar arados, sembrar nuevos productos como el trigo, a fabricar instrumentos musicales, pintar, etc.

Posteriormente, para la mayor eficacia de la educación de los indios fueron apareciendo doctrinas, oraciones y gramáticas en idioma quechua.

Se afirma que para el año 1769 en esta ciudad de Quito existían 11 escuelas: 8 particulares y 3 de caridad.

La educación secundaria no estaba al servicio de todos, para ingresar a un colegio debía reunir los siguientes requisitos: pureza de sangre, no debía ser descendiente de indios, negros o mestizos, legitimidad de nacimiento, y que ningún antepasado haya sido obrero.

El primer colegio secundario creado en Quito fue el Seminario San Luis, el año 1592. Posteriormente se crearon el Convictorio de San Fernando, la Escuela San Andrés y el Colegio del mismo nombre.

Las principales materias que se enseñaban en los colegios fueron: Gramática Latina, Moral, Sagrada Escritura y Teología.

Durante la Colonia en la ciudad de Quito se crearon tres Universidades: la Real y Pontificia Universidad de San Gregorio Magno, regentada por los Padres Jesuitas; la Universidad de Santo Tomás de Aquino, por los Dominicos.

Durante la colonia, en la audiencia de Quito, a pesar de falta absoluta de laboratorios y otros implementos, algunos de sus habitantes efectuaron investigaciones científicas muy importantes, entre los cuales anotamos: al Padre Jesuita Juan Bautista Aguirre, a Pedro Franco Dávila, Pedro Vicente Maldonado y Eugenio de Santa Cruz y Espejo.

El Padre Juan Baptista Aguirre, nació en Daule en 1725 y murió en 1786. Ocupó los siguientes cargos: Rector del Colegio Ferrara, de Italia y Teólogo Consultor del Papa Pio VII.

El Padre Aguirre, a más de literato, fue un científico de primera clase, él introdujo el primer microscopio a la Audiencia de Quito y antes que Espejo y el mismo Pasteur pensó que las enfermedades son transmitidas por seres invisibles, a los cuales posteriormente les llamarán microbios. Además su tratado de Física, que se encuentra inédito en la biblioteca de los Jesuitas de Cotocollao, es otra muestra de sus investigaciones científicas.

Pedro Franco Dávila, nació en Guayaquil el 21 de marzo de 1711 y murió en Londres el 17 de noviembre de 1748. Fue un autodidacto, llegó a ser el más grande geógrafo de nuestra Patria en el siglo XVIII, dominó las Ciencias Naturales, las Matemáticas Superiores y la Astronomía, por lo cual le cupo el honor de ser miembro honorario de la Academia de Ciencias de París y de la Sociedad Real de Londres.

Además, trazó un mapa de la Audiencia de Quito, que hasta ahora es considerado como la obra clásica de la Cartografía.

Eugenio Espejo era un hombre múltiple, que cultivó varias ramas del saber humano, fue médico, abogado, escritor, periodista y político. En el campo de la medicina realizó investigaciones de carácter científico y lanzó una teoría sobre las bacterias, que constituían el origen de las enfermedades infecto-contagiosas.

También contribuyeron al adelanto científico de la Audiencia de Quito en el siglo XVIII las misiones científicas.

La Misión Geodésica Francesa estaba constituida por Charles Marie de La Condamine, Pedro Bouguer, Luis Godin, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, los tres primeros franceses y los dos últimos españoles. Esta misión llegó a Quito en 1736, con el objeto de medir un arco de meridiano en la parte ecuatorial y poder establecer si el acatamiento terrestre es polar o ecuatorial, asunto que se encontraba en ese entonces en discusión.

La Misión de Alejandro Barón de Humbolt, quien llegó a Quito, acompañado del astrónomo Bonpland en 1802; recorrió casi todo el país y escribió las obras intituladas "Vistas de las Cordilleras", "La distribución Geográfica de los Vegetales" y "Monumentos de los Pueblos Indígenas de América:. Además, descubrió la existencia de la corriente que lleva su nombre la de Humboldt.

Durante la colonia no fueron afortunados en las letras, los pocos representantes son en su mayoría religiosos, quizá porque en los conventos existían buenas bibliotecas y tuvieron oportunidad de prepararse e inspirarse en cuantas obras existían.

En el género que más cultivaron en la colonia fue el poético, sus principales exponentes fueron: el religioso y maestro Jacinto de Evia y el Padre Antonio de Bastidas, guayaquileños, cuyos poemas se encuentran recopilados en la obra intitulado Ramillete de varias flores escogidas y cultivadas por Jacinto de Evia; el religioso ibarreño Ramón Biescas, autor de la poesía Sueño sobre el sepulcro de Dante; el Padre Manuel Almeida, franciscano, de quien se cuenta la leyenda relacionada con el Crucifijo que hasta la actualidad se conserva en su convento, fue un valioso poeta del siglo XVII, a él se atribuye el villancico Dulce Jesús Mió, que se canta en las Navidades, aunque otros creen que el verdadero autor es el riobambeño Padre Fernando de Jesús Larrea; el Padre José Orozco, que vivió en el siglo XVIII y escribió el poema épico La Conquista de Menorca, por lo cual fue considerado como uno de los representantes de la poesía americana de aquella época; y, el Padre Juan Bautista Aguirre, que escribió versos en homenaje a su tierra natal, Guayaquil.

También prestigiaron las letras americanas durante la colonia los quiteños: Fray Gaspar de Villaroel, el Padre y Dr. Juan Machado de Chávez, el padre fray José de Maldonado y el famoso patriota Dr. Eugenio de Santa Cruz y Espejo.

Gaspar de Villarroel, escribió diez obras, de las cuales anotamos como más importante la intitulada Gobierno Eclesiástico y Pacífico y Unión de los Dos Cuchillos, Pontificio y Regio, publicado en Madrid en dos tomos, en los años 1656 y 1657; Juan Machado de Chávez, escribió El Perfecto Confesor y Cura de Almas, publicado en Barcelona en 1641; José Maldonado es autor de las obras intituladas El más Escondido Retiro del Glorioso Sepulcro y la Autoridad del Comisario General de Indias, publicado también en España, el año 1649; y' Eugenio de Santa Cruz y Espejo, es autor de las siguientes obras: El Nuevo Luciano, la Ciencia Blancardina, Marco Polo Catón, El Retrato de Golilla, el discurso sobre La Escuela de la Concordia y además redactó el Primer periódico de nuestra Patria Primicias de la Cultura de Quito.

Como historiadores anotamos: al Padre Jesuita Juan de Velasco, autor de la obra intitulada Historia del Reino de Quito, compuesta de tres tomos, que son: Historia Natural, Historia Antigua y Historia Moderna del Reino de Quito, es la primera obra que trata sobre la antigüedad del Audiencia de Quito y en eso radica su mérito; el Dr. Diego de Riofrío, lojano que escribió una monografía sobre las misiones del Amazonas; el Padre Cristóbal de Acuña, que describió el Amazonas, cuando acompañó a la misión brasilera de Texeira.

La Audiencia de Quito ocupó un sitio de preponderancia en América colonial como creadora de arte; basta recorrer las Iglesias y conventos para observar variedad de tallados, esculturas y pinturas, en las que se manifiesta la gran calidad artística de los que lo elaboraron.

Durante la colonia cultivaron las Bellas Artes los mestizos e indígenas, ya que era considerado como indigno para los nobles. Los indígenas y mestizos posiblemente volcaron en el arte la total libertad de su espíritu, que no podían hacerlo en otras actividades.

Después de poco tiempo de la conquista, se inicia el desarrollo artístico con la llegada de tres españoles: Juan de Illescas, pintor, Luis de Rivera, encarnador y dorador de las estatuas y retablos que creaba el tercero de estos artistas, Diego de Robles.

En las últimas décadas del siglo XVII, la ciudad de Quito se había convertido en un inmenso taller de escultores, doradores, plateros, talladores, pintores, que hicieron febrilmente la ornamentación de las iglesias y los conventos, lo que le dio renombre a esta ciudad, entre las demás posesiones de la corona española.

Casi toda la producción artística de la colonia se refería a temas religiosos, pues era lo único que les estaba permitido elaborar, sin embargo, representaron en maravillosas estatuillas a personajes típicos de la colonia.

En la Audiencia de Quito existió un crecido número de artistas, entre los cuales se distinguieron, en el campo de la pintura: Miguel de Santiago, su hija Isabel de Santiago, el esposo de esta, Antonio Venegas; su otro yerno, Nicolás Javier de Goríbar; el dominico Fray Pedro Bedón; Magdalena Dávalos y Maldonado, riobambeña, una excepción de la nobleza; el Hermano Domingo; el Jesuita José Ramírez y el famoso Antonio Salas. Como escultores: Diego de Robles y Luis de Rivera, españoles, que se convirtieron en maestros de los nativos de la Audiencia de Quito; Manuel Chili, cuyo seudónimo era Caspicara; José Olmos, conocido por su seudónimo Pampite y el padre Carlos.

En Quito existieron un total de 27 administradores coloniales, con distintos cargos de acuerdo a la época y la entidad administrativa que le correspondía al territorio. Mientras formó parte de la primigenia Gobernación de Nueva Castilla, los dos primeros administradores ocuparon el título de Tenientes de Gobernador; cuando fue elevada a Gobernación de Quito en 1540, sus ocho administradores tomaron el de Gobernador. Finalmente, cuando el territorio fue elevado a Presidencia y Real Audiencia, empezaron a ser llamados Presidentes. El último administrador español, Melchor de Aymerich, ocupó el título de Jefe Político Superior de la Provincia de Quito.



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