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Neoantisemitismo



El neoantisemitismo (o nuevo antisemitismo) es un concepto utilizado por algunos estudiosos para referirse al resurgimiento internacional de incidentes y ataques contra los judíos y sus símbolos, así como a la aceptación y difusión actual de creencias antisemitas de forma más o menos explícita. Según consideran sus proponentes, el nuevo antisemitismo se promueve fundamentalmente desde tres fuentes ideológicas dispares entre sí: la extrema izquierda, el islamismo y la extrema derecha.

Sus proponentes constatan también que se han recuperado mitos tradicionales antijudíos, como las distintas teorías de conspiración y en particular la del dominio mundial, uniéndose «a una nueva construcción política e ideológica euro-árabe de deslegitimación y destrucción de Israel».[1]

Algunos autores, como Pierre-André Taguieff, proponen el término «nueva judeofobia» para referirse al mismo fenómeno.[2]​ Según Taguieff, la «nueva judeofobia», cuyo nacimiento sitúa tras la Guerra de los Seis Días de 1967, «no es menos temible que el viejo antisemitismo, pero... no debe nada a la definición “racial” de los judíos en tanto que “semitas”».[3]

Según Michel Wieviorka, «el discurso antisemita se renovó en los años ochenta y noventa [del siglo XX], sin por ello desistir de sus temas clásicos, heredados de las ideologías de extrema derecha y de la idea cristiana del pueblo deicida»,[4]​ «de modo que hoy se codean y se entremezclan un viejo fondo de antijudaísmo cristiano, ese antisemitismo clásico, nacionalista, de extrema derecha, modernizado en un punto por el negacionismo y las acusaciones de Shoah business, con otro más bien de izquierda, anticapitalista, y un nuevo antisemitismo, antisionista, sobre todo presente entre las poblaciones ampliamente excluidas, dominadas o despreciadas, así como en algunos sectores impregnados de ideologías izquierdistas, anticapitalistas y propalestinas».[5]

En los últimos tiempos, el antisemitismo ha revivido debido a la derecha alternativa, de gran relevancia en Internet.

El término tiene su origen en el ámbito anglosajón,[6]​ tanto en medios académicos como en sectores favorables a la causa judía. Sin embargo, también lo han desarrollado algunos teóricos franceses.[7]​ Sus proponentes lo emplean sobre todo para diferenciar el actual antisemitismo (de base ideológica) del antisemitismo tradicional, de base etnicista y tradicionalmente vinculado con ideologías de derecha. Actualmente, suele ir asociado con el antiamericanismo y con la oposición a la existencia del Estado de Israel. Los críticos del concepto rechazan el término pues consideran que se usaría con la intención de equiparar el antisemitismo con la crítica legítima a determinadas políticas o acciones de Israel y de ese modo restar credibilidad o silenciar a sus críticos.

El término se ha hecho relativamente común con la ola de antisemitismo que brotó con fuerza, especialmente en Europa Occidental, tras la Segunda Intifada de 2000, el fracaso de los Acuerdos de Oslo, y los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, no existe consenso con respecto a su uso, pues desde 1945 el término antisemitismo quedó completamente proscrito del lenguaje político en las sociedades democráticas y nadie se reconoce públicamente como «antisemita» o «antijudío». El término es rechazado por los sectores de izquierda antisionista, que niegan que el antisionismo y el nuevo antisemitismo tengan relación alguna, también lo rechazan los miembros del movimiento Jaredí o judío ultraortodoxo como los jasidim o los Neturei Karta,[8]​ quienes están en contra del sionismo, el Estado de Israel e incluso niegan el Holocausto.[9]​ Aunque no sucede lo mismo por parte de los sectores islamistas radicales, que usan indistintamente «sionista» y «judío» (a menudo como insultos[10]​) y no tienen prejuicio alguno a la hora de situar a los «judíos» o al «judaísmo internacional» como diana de sus discursos.[11]

Joel S. Fishman, del Jerusalem Center for Public Affairs, realiza un repaso histórico en La gran mentira y la guerra mediática contra Israel.[12]​ En él analiza las técnicas de «inversión de la realidad» que practicaban los nazis, muchos de los cuales, tras la guerra, encontraron asilo en países árabes, desde donde, según explica Fishman, se reactivaron algunas de esas mismas técnicas empleadas contra los judíos pero aplicadas ahora al Estado de Israel. Fishman expone el caso de Johann von Leers quien «patrocinó la publicación de una edición árabe de Los protocolos de los sabios de Sion, recuperó el libelo de sangre, organizó emisiones informativas antisemitas en numerosas lenguas, educó a neonazis de todo el mundo y mantuvo una cálida correspondencia animando a la primera generación de negacionistas del Holocausto». Todo ello le hace concluir a Fishman que «si la propaganda árabe antiisraelí y antijudía recuerda sumamente a la del Tercer Reich, es porque existe un buen motivo».[13]

El rabino estadounidense Michael Lerner considera que existe un «antisemitismo de izquierdas» que se fundamenta en la negación del derecho a la existencia de Israel y en la falta de crítica hacia el terrorismo palestino.[14]

Otros de los intelectuales que han empleado el término son Alain Finkielkraut, Bernard-Henri Lévy[15][16]​ o Ralf Dahrendorf y Bernard Lewis, entre otros.[17][18][19]​ En el ámbito hispanohablante lo usan algunos periodistas como Pilar Rahola o escritores como Jon Juaristi, Diego Moldes y Gustavo Perednik.

Entre los historiadores es común señalar el origen del nuevo antisemitismo a partir de la derrota de los ejércitos árabes en la Guerra de los Seis Días (junio de 1967), que dio un vuelco en la imagen internacional de Israel, especialmente a ojos de la izquierda no comunista y de la llamada «nueva izquierda» occidental que eclosiona justo entonces (1965-68). Según Alain Finkielkraut (La réprobation d'Israël, París, Editions Denoël/Gonthier 1983), hasta ese momento había existido un «idilio» entre la izquierda no comunista europea e Israel desde su fundación en 1848. «Los socialistas tenían dos razones profundas para amar al Estado judío: el genocidio y el kibutz. En toda Europa el pequeño estado fue, a título de experimentos social y de expiación moral, la mascota de la izquierda no comunista», ha afirmado Finkielkraut.

Según Alain Dieckhoff, este nuevo antisemitismo como reacción a la Guerra de los Seis Días se dio inicialmente y sobre todo en los movimientos comunistas y en el mundo árabe, muy a menudo revestido de antisionismo.[20]​ Un ejemplo lo constituye la Resolución 3379 aprobada 10 de noviembre de 1975 en la que se consideró el «sionismo es una forma de racismo y discriminación racial». Votaron a favor 72 países ―en su mayoría países árabes y comunistas―, 35 en contra ―la mayoría de los países occidentales― y 32 se abstuvieron ―en su mayor parte países latinoamericanos y africanos―.[21]

Michel Wieviorka retrasa el cambio hacia el nuevo antisemitismo en Occidente a principios de la década de 1980 pues hasta entonces la imagen del Estado de Israel había sido muy positiva. La Guerra de los Seis Días de 1967 ―al ser vista como una lucha de David (Israel) contra Goliat (los países árabes)― así como la Masacre de Múnich de 1972 y los atentados antisemitas perpetrados en Europa, como el atentado de la calle Copernic de París de 1980, reforzaron la simpatía por Israel.[22]​ La percepción cambió, según Wieviorka, a partir de la invasión de Líbano por Israel en 1982 especialmente cuando se conoció la masacre de Sabra y Chatila de refugiados palestinos perpetrada por las milicias cristianas libanesas ante la pasividad cómplice del ejército israelí. Este cambio en la visión de Israel, especialmente en Europa, se vio reforzado con la Primera Intifada, iniciada en 1987, en la que el ejército israelí reprimió violentamente a los palestinos de los territorios ocupados tras la Guerra de los Seis Días. «En ese desigual combate, las imágenes de la guerra de los Seis Días se invierten. En adelante, serán los palestinos, armados con piedras, quienes representarán al débil David, frente a Goliat, el ejército israelí». [23]

A raíz de la invasión israelí de Líbano y de la cruenta represión de la Segunda Intifada el nuevo antisemitismo, revestido de «antisionismo», se extendió por Occidente, cuestionando la existencia misma del Estado de Israel y propugnando la expulsión de Palestina de todos los judíos, identificando judío con «sionista».[24]​ Se trataba de un antisionismo radical que yendo más allá de la crítica legítima a Israel, deducía de su actuación el carácter maléfico de los judíos como tales, identificaba el sionismo con el racismo, consideraba a Israel como un estado imperialista e incluso llegaba a comparar a los israelíes con los nazis o a afirmar que se estaba cometiendo un «auténtico holocausto» contra el pueblo palestino. En este caso «el antisemitismo y el antisionismo son una sola y misma cosa», afirma Michel Wieviorka.[25]

Otro autores señalan que desde la segunda mitad de la década de 1990 y, especialmente, a partir del año 2000 se produce lo que sus proponentes denominan una segunda oleada de nuevo antisemitismo. Lo fundamentan en el crecimiento de formas eufemísticas de judeofobia y de un debilitamiento de la prohibición que pesa en Europa sobre las opiniones antijudías («supresión de tabúes» a juicio de algunos), junto al resurgimiento de los estereotipos antisemitas de siempre (como el del «poderío y dominio judíos»). Todo ello unido a una escalada de agresiones y amenazas en muchos lugares contra personas o símbolos judíos. Por ejemplo, en Francia, en solo un año y según datos del Ministerio de Interior (2000-2001), los actos de antisemitismo y las agresiones y amenazas de inspiración antisemita (que incluye la quema de varias sinagogas y colegios judíos, agresiones personales y pintadas) se multiplicaron por diez.[26]

El incremento del antisemitismo en el siglo XXI lo ponen en evidencia el aumento de los actos de violencia contra los judíos. En Francia los dos más dramáticos fueron el secuestro, tortura y muerte en 2006 del joven judío Ilan Halimi y el asesinato delante de una escuela de tres niños y un maestro, todos ellos judíos, en marzo de 2012 en Toulouse.[27][28]​ A los que hay que añadir la toma de rehenes en una tienda de productos judíos en la Porte de Vincennes de París en 2015 en la que resultaron muertos el terrorista y cuatro clientes del local, todos ellos judíos.[28]

Jack Fischel, catedrático de Historia de la Universidad Millersville de Pensilvania, escribe que el neoantisemitismo es un fenómeno que ha originado una «coalición sin precedentes» de «izquierdistas, ferozmente opuestos a las políticas de Israel, y antisemitas de la extrema derecha, comprometidos con la destrucción del estado israelí, [que se han] asociado a millones de musulmanes, incluidos árabes, que emigraron a Europa y que han llevado su odio a Israel en particular y a los judíos en general». Según Fischel, esta coalición de fuerzas socio-ideológicas tan dispares y enfrentadas provoca que el neoantisemitismo haya de considerarse como un fenómeno nuevo y único en su especie.[29]

Para Irwin Cotler, profesor en la Universidad McGill y antiguo ministro de Justicia de Canadá, mientras el antisemitismo clásico se basaba en «la discriminación o en la negación del derecho de los judíos a vivir como cualquier individuo en una sociedad libre» el neoantisemitismo, por el contrario, se refiere a «la discriminación contra el derecho del pueblo judío a vivir en igualdad de condiciones, como cualquier otro pueblo, dentro la familia de naciones»; esto es, una discriminación contra los judíos como pueblo. Cotler argumenta que el nuevo antisemitismo ha expandido el odio a las aspiraciones nacionales de los judíos.[30]​ Muchos textos actuales, con un claro acento antisemita, se obtienen substituyendo la palabra «judío» en los textos antisemitas clásicos, por la palabra «sionista».

Una nueva versión del viejo tópico antisemita del complot judío universal, es la teoría de que los atentados del 11-S fueron organizados por el servicio secreto de Israel, el Mossad, en colaboración con la CIA, que habrían sabido manipular hábilmente a Osama Bin Laden, jefe de Al Qaeda.[31]

Otro ejemplo de la renovación del antisemitismo ha sido la acusación lanzada por el académico negro Leonard Jeffries de que los judíos habrían tenido un papel determinante en la trata de esclavos africanos. Una afirmación inmediatamente rebatida por los expertos, como Henry Louis Gates, por antisemita y por considerar que el papel de los judíos en la trata fue marginal, pero que a pesar de ello fue rápidamente asumida y difundida por Nation of Islam, organización presidida por Louis Farrakhan ―en Francia esta insidia ha sido propagada por el cómico antisemita Dieudonné―.[32]

En opinión de Pierre-André Taguieff,[33]​ las características del nuevo antisemitismo son las siguientes:

Diversos politólogos y sociólogos, como Pierre-André Taguieff, Michel Wieviorka, Maria Luiza Tucci Carneiro o Alain Dieckhoff,[39][20][40][3]​ han señalado que el antisionismo radical, extremo o absoluto es una forma de nuevo antisemitismo ya que este, lejos de ceñirse a la crítica a las políticas de los gobiernos israelíes, lo que es totalmente legítimo, pide la destrucción del Estado de Israel o recurre a los viejos tópicos y mitos antisemitas como «argumentos» para atacar a los «sionistas» identificados con todos los judíos. Según Alain Dieckhoff, «el antisionismo como nueva forma de antisemitismo comienza cuando el derecho a la autodeterminación nacional de los judíos es totalmente rechazado, y alcanza su apogeo cuando se llama a la destrucción del Estado de Israel… Por otro lado este antisemitismo se acompaña generalmente de conspiracionismo».[20]​ Dieckhoff añade: «allí donde comienza a emerger el problema es cuando el antisionismo se inserta sobre una visión demonizada del sionismo, pretendidamente mundial, y donde toda suerte de visiones fantasiosas del poder judío son vehiculadas».[20]

El antisionismo «vira hacia el antisemitismo cuando ya no distingue a los judíos de Israel y ve en ese todo indiferenciado el mal absoluto», advierte Michel Wieviorka.[41]​ «Llamar a los judíos racistas, nazis o usar la palabra “holocausto” para nombrar el conflicto entre Israel y Palestina es tratar de banalizar el Holocausto, minimizando sus consecuencias para el pueblo judío», comenta Maria Luiza Tucci Carneiro.[42]Pierre-André Taguieff, por su parte, llama al antisionismo radical, absoluto o extremista la «nueva judeofobia» pues este acusa a los «sionistas» ―asimilados a los judíos y a los israelíes― de «racismo», de «fascismo», de «expansionismo», de «imperialismo», de «apartheid» y de «genocidio» y defiende una deslegitimación total del Estado de Israel, proponiendo su desmantelamiento o su destrucción violenta. «El “antisionismo” extremista no plantea en absoluto una crítica, perfectamente legítima, de la política puesta en práctica por tal o cual gobierno israelí, ni el cuestionamiento del proyecto sionista tal como se ha definido históricamente. El antisionismo absoluto viene a negar el derecho a la existencia de Israel aunque ese estado exista y los ciudadanos israelíes lo reconozcan como suyo; hace un llamamiento a su eliminación… Todo judío se convierte en un “sionista” a erradicar».[3]​ El ministro de Defensa de Siria lo expresó crudamente en unas declaraciones el 5 de mayo de 2001: «Si cada árabe matara un judío, ya no quedarían judíos».[43]

El profesor Edward Kaplan, de la Universidad de Yale, junto con la colaboración de Charles Small, efectuó un estudio estadístico titulado "Anti Israel Sentiment predicts Antisemitism in Europe: a statistical study" publicado en el Journal of Conflict Resolution donde mostró que la crítica a Israel está muy relacionada con sentimientos antisemitas.[44]​ En palabras de Edward Kaplan: "Lo más importante que encontramos es que, en Europa, la fuerza del sentimiento antiisraelí de una persona devela si esa persona es antisemita. Esta correlación se mantiene a través de nacionalidades, sexos, edades, niveles de ingresos y actitudes generales hacia grupos de inmigrantes o miembros de otras razas o religiones".[45]​ Según el estudio de Kaplan y Small, un 56 por ciento de quienes tienen un sentimiento extremo contra Israel también resultaron antisemitas.

Por su parte, la escritora y periodista española Pilar Rahola afirma que la crítica legítima a Israel, acompañada de ciertas expresiones (banalización del Holocausto, maniqueísmo en el conflicto palestino-israelí, minimización del terrorismo palestino, etcétera), puede desembocar en antisemitismo.[46]

El filósofo argentino-israelí Gustavo Perednik va más allá y sostiene que el antisionismo, no sólo el radical, es una forma de antisemitismo:

En cambio, la comentarista judía canadiense Judy Rebick denuncia que en ocasiones se haya querido homologar la crítica a Israel y la condena legítima y válida de algunas de sus acciones en el conflicto árabe-israelí con el antisemitismo (sin serlo) para acallarlas —«el problema es que la dirección israelí ha entretejido habilidosamente el mito de que la oposición a sus políticas constituye oposición al pueblo judío, que la crítica a Israel es, de por sí y en sí misma, antisemita»—, aunque ella misma incurre en un antisionismo radical al afirmar que «las acciones de Israel en Cisjordania y en la Franja de Gaza constituyen una traición a la historia del pueblo judío. Me pronuncio contra ellas porque no puedo aceptar que mi pueblo, que ha sido tan perseguido durante siglos, pueda perseguir a otro pueblo».[49]

Y por otro lado debe recordarse que también hay judíos antisionistas,[50][51][52]​ como es el caso de los Neturei Karta y otros grupos ultraortodoxos religiosos así como judíos seculares de izquierda. Contrariamente, también existen sionistas que no son judíos como es el caso de cristianos sionistas, musulmanes sionistas, etc.[53]

Por su parte, la periodista Milagros Pérez Oliva considera que la crítica legítima al gobierno de Israel por sus acciones desde su fundación, y especialmente tras el conflicto de la Franja de Gaza de 2008-2009, no representa de ninguna forma antisemitismo y que, de hecho, existen críticos al gobierno de Israel, a sus operaciones militares y al manejo de la población palestina, que son precisamente judíos israelíes.[54]

El Test 3D del Antisemitismo es un conjunto de criterios cuyo objetivo es distinguir la crítica legítima de Israel del antisemitismo. Las tres D corresponden a Deslegitimación [de Israel], Demonización [de Israel], y someter a Israel a estándares Dobles; cada uno de los cuales indica el antisemitismo.[55]​ El test fue desarrollado por Natan Sharansky,[56]​ un líder judío y actual presidente de la Agencia Judía para Israel. Fue publicado en el Jewish Political Studies Review en el 2004.[57]​ El test sirve como una herramienta conceptual que define los límites de la crítica legítima hacia el Estado de Israel, sus acciones y políticas y una crítica no legítima que ya se convierte en antisemita.[58]

Los autores que han trabajado con el concepto suelen considerar que la extrema izquierda está ocupando un papel central en el neoantisemitismo. Para mantener esta afirmación, argumentan que el antisionismo de izquierdas sirve como vehículo al antisemitismo, con el objetivo de presentar una oposición a Israel (y a veces, a los judíos) socialmente aceptable y razonable, mucho más que los prejuicios religiosos y étnicos del antisemitismo tradicional.

El filósofo e historiador de las ideas Pierre-André Taguieff, especialista en racismo y antisemitismo, considera que «el despertar de las convicciones antijudías en la izquierda» no es un fenómeno nuevo sino que tiene un «carácter periódico» desde el último tercio del siglo XIX: «puede ser interpretado como un perpetuo retorno a los orígenes (el anticapitalismo de los medios socialistas y anarquistas de los dos primeros tercios del siglo XIX, ilustrado por los nombres de Fourier, Toussenel, Proudhon, todos hostiles a los judíos).»[59]​ Considera también que «el empleo eufemístico de la palabra "antisionista" implica la sustitución por esa expresión suavizante de aquella otra que, siendo excesivamente explícita o "directa", sería sin duda descalificadora: "antisemitismo".».[60]​ La temática llamada «antisionista» constituye, en opinión del sociólogo francés, «un repertorio de acusaciones cuya diana es única, pese a recibir denominaciones diversas ("sionismo", "imperialismo sionista", "imperialismo sionista estadounidense", etc.).»[61]

El historiador Robert Wistrich argumenta que «los judeófobos izquierdistas nunca se denominarán a sí mismos antisemitas. Efectivamente, ellos siempre rechazarán con indignación cualquier sugerencia de que puedan tener algo contra los judíos. No obstante, usualmente estarán obsesionados con estigmatizar a Israel».[62]

Por otro lado, un informe del parlamento británico de septiembre del 2006 sobre el antisemitismo sentenciaba que «el antisemitismo contemporáneo en Gran Bretaña está ahora más extendido en el espectro político de la izquierda que en la derecha»-[63]​ El informe se hacía eco, además, «de alianzas entre la extrema izquierda y radicales islámicos» en cuanto a criticar a Israel se refiere. Denis McShane, encargado de redactar dicho informe, indicó en una entrevista radiofónica que muchos izquierdistas utilizan la crítica a Israel como pretexto para «propagar el odio contra los judíos británicos».[64]

Para Sultana Wahnon, catedrática de filología en la Universidad de Granada, «en el mundo occidental, un antisionismo de izquierdas muy radicalizado se ha extendido de forma espectacular, sobre todo entre la ciudadanía europea».[65]

En abril del 2006 se presentó el Manifiesto de Euston, una declaración de principios realizada por un grupo de intelectuales de izquierda, que hablaba de «los prejuicios contra el pueblo judío detrás del eslogan del antisionismo» y de que «el antisionismo ha crecido hasta el punto de que supuestas organizaciones de izquierdas aplauden y apoyan a oradores abiertamente antisemitas y forman alianzas con grupos antisemitas».[66]

Asimismo, La Asociación Solidaridad España-Israel (ASEI) presentó en abril del 2007 un manifiesto titulado Israel y la defensa del progreso democrático en España, donde se señalaba que «[existe] un confuso discurso que (...) parece predominar en la izquierda española (...) discurso antisemita, antijudío y antiisraelí, pretendidamente de izquierdas».[67]

Sin embargo, no todos coinciden en que la izquierda tenga una postura antisemita. El periodista italiano Genaro Carotenuto, columnista de la página izquierdista Rebelión.org y pensador de izquierda, afirma en dicha página web, que si bien la izquierda puede tener una crítica fervorosa contra el estado de Israel como ente político por su alianza con Estados Unidos y lo que este representa (capitalismo e imperialismo) o por las violaciones a los Derechos Humanos de los palestinos, no debe confundir a Israel con los judíos como pueblo.

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Menciona el mismo Carotenuto que muchos judíos han sido activistas por la paz y los derechos de los palestinos y han sido opositores a las acciones de Israel.[68]

Como menciona Moishe Postone[69]​ otra explicación, especialmente en el caso del trotskismo, es el internacionalismo obrero que predican algunas tendencias de izquierda las cuales ven las diferencias entre naciones como artificiales y como inventos burgueses para dividir a los obreros. Este rechazo al nacionalismo para sustituirlo por un universalismo implica una hostilidad hacia todo movimiento nacionalista (como lo es el sionismo) y menciona como el propio Trotsky, aunque fuera de origen judío él mismo, no apoyaba las reivindicaciones nacionalistas ni irredentistas judías, como no apoyaba el sionismo pues esto hubiera sido una contradicción respecto a su postura internacionalista, pero al ser él mismo judío no era antisemita. Esta misma filosofía es seguida por muchos izquierdistas para quienes el rechazo al nacionalismo judío manifiesto en el sionismo no implica tácitamente el rechazo al judío como persona o como colectivo. Otros pensadores de izquierda afirman que la violencia contra la población palestina y el Nakba son tan condenables como el mismo Holocausto o Shoa.[70]

La comentarista judía Judy Rebick (quien ha condenado las acciones israelíes hacia los palestinos) afirmó que la izquierda ha sido una de las fuerzas de vanguardia opositoras al neonazismo y asocia al antisemitismo más bien con posturas reaccionarias:

En opinión de algunos de sus proponentes, el uso del neoantisemitismo por parte de la extrema derecha es residual. Así lo afirman autores como Pilar Rahola (“Hoy la que genera antisemitismo es la izquierda y no la extrema derecha”)[72]​ o el ensayista Jon Juaristi. Este último ha llegado a afirmar que «la judeofobia está en el campo progresista y no en el de los fieles a Vichy».[73]

Nuevamente otros autores difieren sobre el vínculo preciso de la izquierda con el antisemitismo:

Algunos consideran que la extrema derecha efectivamente ha dejado de lado su judeofobia y que el discurso antisemita se ha reducido considerablemente entre los neofascistas salvo en cuanto a grupos radicales y marginales, y ha sido reemplazada por la islamofobia, volviéndose el antiislámico el discurso más común entre la extrema derecha europea.[74]​ Recientes estudios apuntan a que el enemigo y chivo expiatorio favorito de los partidos neofascistas y ultranacionalistas europeos actuales es el islam, sin embargo, en muchos casos el discurso de odio anti-musulmán se entremezcla con el odio antijudío.[75]

Michel Wieviorka afirma, por el contrario, que el antisemitismo sigue muy presente en la extrema derecha. Según este sociólogo francés, el nuevo antisemitismo no ha abandonado los temas clásicos antisemitas, «heredados de las ideologías de extrema derecha y de la idea cristiana del pueblo deicida»,[4]​ «de modo que hoy se codean y se entremezclan un viejo fondo de antijudaísmo cristiano, ese antisemitismo clásico, nacionalista, de extrema derecha, modernizado en un punto por el negacionismo y las acusaciones de Shoah business, con otro más bien de izquierda, anticapitalista, y un nuevo antisemitismo, antisionista, sobre todo presente entre las poblaciones ampliamente excluidas, dominadas o despreciadas, así como en algunos sectores impregnados de ideologías izquierdistas, anticapitalistas y propalestinas».[5]

M. Klein sugiere que el nuevo antisemitismo islámico se caracteriza por ser «un antisemitismo político, ideológico, intelectual y literario que se centra en la amenaza que Israel representa para los árabes».[76]

Abdul Rahman Al-Sudais, imán de la principal mezquita de La Meca (Arabia Saudí) se refirió a los judíos como «la escoria de la raza humana» y como «hijos de cerdos y monos».[77]​ El 21 de julio del 2006, un antiguo ministro sirio declaró a la televisión de su país que «el Corán nos enseña [a los musulmanes] que el pueblo de la Torá es descendiente de monos y cerdos», llamando a la yihad contra los judíos.[78]​ Otro antiguo ministro sirio, Mustafá Tlas, declaró: «El judío puede matarte y tomar tu sangre para hacer su pan sionista. Aquí se abre ante nosotros una página aún más repugnante: las creencias religiosas de los judíos y las perversiones que contienen, se derivan de un oscuro odio hacia la humanidad y todas las religiones».[79]​ El antiguo primer ministro malayo, Mahathir Mohamad, sentenció en el 2003 que los judíos «dominan el mundo».[80]​ Algunos canales de televisión árabes emitieron una serie titulada Un caballero sin caballo, basada en Los protocolos de los sabios de Sion.[81]

El presidente iraní Mahmud Ahmadineyad aseveró que «Israel debería ser borrado del mapa»,[82]​ describió el Holocausto como «un mito»,[83]​ y comparó a Israel con Satán.[84]​ En el discurso que pronunció en la Segunda Conferencia de la ONU sobre el Racismo celebrada en Ginebra en 2009 calificó el «sionismo» como un «racismo bárbaro», «un tipo de racismo que mancha la imagen de toda la humanidad, en el inicio del tercer milenio» y que esconde «su horrendo rostro de odio». En su intervención también recurrió al viejo mito de la conspiración judía mundial al referirse a «los poderes mundiales, que controlan los inmensos recursos económicos y las ganancias del mundo», que intentan «ganar apoyo para el régimen sionista y ocultar la indignidad y la desgracia de aquel régimen», y a «la conspiración que promueven algunos gobiernos y los círculos sionistas contra las metas y los objetivos de esta conferencia», proponiendo «quitarle la máscara a una campaña que corre en la dirección opuesta a todos los valores y principios humanitarios».[85]

Asimismo, muchos grupos terroristas islámicos han expresado abiertamente su antisemitismo. El número dos de Al Qaeda y lugarteniente de Osama Bin Laden, Aymán al-Zawahirí, llamaba a atacar el 5 de julio de 2007 intereses judíos.[86]Lashkar-e-Toiba, grupo islamista pakistaní, aseveró que los judíos son «enemigos del Islam» e Israel «enemigo de Pakistán».[87]Hassan Nasrallah, de Hezbolá, dijo: «Si buscamos en el mundo entero una persona cobarde, despreciable, débil de mente, ideología y religión, no encontraremos sino al judío. He dicho judío, advierto, no israelí».[88]Hamás ha hecho suyo el hadiz que reza «¡Musulmanes! ¡Matad a todo judío que se encuentre detrás de vosotros!».[89]

De acuerdo con un estudio realizado el 14 de agosto del 2005, la gran mayoría de los habitantes de países donde existe mayoría musulmana tienen puntos de vista negativos o muy negativos respecto a los judíos.[90]

El profesor Khaleel Mohammed declaró en el 2006 que cerca del 95% de los musulmanes contemporáneos están expuestos a enseñanzas antisemitas.[91]



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