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Princesa Victoria de Sajonia Coburgo-Gotha



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Princesa Victoria de Sajonia Coburgo-Gotha nació en Londres.


Victoria Adelaida María Luisa de Sajonia-Coburgo-Gotha (Londres, 21 de noviembre de 1840 - Kronberg im Taunus, 5 de agosto de 1901) fue una princesa real del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, hija mayor de Victoria del Reino Unido y Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. También fue reina de Prusia y emperatriz consorte de Alemania durante los 99 días de reinado de su marido, Federico III de Alemania.

Heredera de las ideas liberales de su padre, fue el principal apoyo del entonces príncipe heredero Federico, con quien se había casado a los 16 años, en su deseo de establecer una monarquía constitucional en Prusia y Alemania. Criticada por su conducta y por su origen inglés, Vicky (como la llamaba su familia) fue relegada al ostracismo tanto por los Hohenzollern como por la corte de Berlín. Su aislamiento aumentó aún más con la llegada de Otto von Bismarck al poder en 1862. Vicky y su marido no tuvieron ocasión de influir en la política alemana en las pocas semanas que duró el reinado de este en 1888, ya que padecía un cáncer de laringe en estado terminal. Federico no tuvo tiempo ni fuerzas para implantar las reformas con las que había soñado cuando era príncipe heredero.

Con la muerte de su marido, la emperatriz viuda fue definitivamente alejada del poder por su hijo, el káiser Guillermo II. Primero se instaló en Kronberg im Taunus y posteriormente pasó a vivir en Schloss Friedrichshof, un palacio construido en homenaje a su marido. Cada vez más sola tras las bodas de sus hijas más pequeñas, Victoria murió de cáncer de mama en 1901, poco después de la muerte de su madre.

La correspondencia entre Vicky y su madre aún puede consultarse. Cerca de 4000 cartas enviadas a la reina Victoria y 3777 recibidas de ella están preservadas y catalogadas y dan una visión detallada sobre la forma de vivir de la corte prusiana entre 1858 y 1900.

Nacida en 1840, Victoria (a la que sus padres llamaban Vicky) fue el primer hijo de la reina Victoria del Reino Unido y su marido, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha.[Nota 1]​ Se le confirió el título de princesa real el 19 de enero de 1841[1]​ y se convirtió en la heredera presunta hasta el nacimiento de su hermano, el futuro Eduardo VII, el 9 de noviembre de ese mismo año.[2]​ Fue bautizada en el Salón del Trono del palacio de Buckingham el 10 de febrero de 1841 por William Howley, arzobispo de Canterbury, siendo sus padrinos su abuelo paterno, el duque Ernesto I de Sajonia-Coburgo-Gotha; su abuela materna, la duquesa de Kent; su tío abuelo materno y paterno a la vez, el rey Leopoldo I de Bélgica; sus tíos abuelos maternos, el duque de Sussex y la duquesa de Gloucester (ambos hijos del rey Jorge III), y su tía abuela política materna, la reina viuda del Reino Unido, Adelaida de Sajonia-Meiningen. La pareja real quería darle a sus hijos la educación más completa posible, pues la reina, que sucedió a su tío con 18 años, declaró que no había sido lo suficientemente preparada para reinar. Por su parte, el príncipe Alberto, originario del pequeño ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha, recibió de su tío, el rey Leopoldo I de Bélgica, una educación mucho más cuidada.[3]

Poco después del nacimiento de Vicky, el príncipe Alberto escribió un memorando detallado sobre las tareas y deberes de todas las personas involucradas en la educación de los infantes. Un año y medio después, otro documento de 48 páginas, escrito por el barón von Stockmar, íntimo de la pareja real, detallaba los principios educacionales para los pequeños príncipes.[3]​ Sin embargo, la ignorancia de Victoria y Alberto sobre el desarrollo de un niño era considerable hasta el punto de que la reina creía que el hecho de que la pequeña Vicky chupara las pulseras era un síntoma de mala educación. Según Hanna Pakula, biógrafa de la futura emperatriz de Alemania, las dos primeras preceptoras de la princesa fueron escogidas con bastante criterio. Especialista en lidiar con niños, lady Littleton empezó a dirigir el nido por donde pasaban todos los hijos del matrimonio real a partir del segundo año de la princesa. Diplomática, la joven consiguió hacer agradables las exigencias, a veces descabelladas, de los padres para con los príncipes. Sarah Anne Hildyardm, segunda preceptora de Vicky, fue una profesora dedicada y competente, que desarrolló una estrecha relación con su pupila.[4]

Con solo un año y medio de vida, la princesa recibía clases de francés y antes de los cuatro empezó a hablar alemán. A partir de los seis años, Vicky tenía clases desde las 8:20 hasta las 18:00, con tres horas de descanso, y su currículo incluía clases de geografía, aritmética e historia. Al contrario que su hermano, cuyo plan de estudios era aún más riguroso, ella se convirtió en una alumna excelente, siempre ansiosa por aprender. A pesar de esto, también fue descrita como una persona temerosa y traviesa.[5][6]

La reina Victoria intentó alejar todo lo que pudo a sus hijos de la vida en la corte. Por ello, la pareja real adquirió el castillo de Osborne, en la isla de Wight, que fue remodelado al estilo de una villa napolitana, según el proyecto diseñado por el propio príncipe consorte.[7]​ Cerca del edificio principal, Alberto mandó construir un chalé de inspiración suiza con una pequeña cocina y un taller de carpintería. En este sitio los niños aprendieron a cocinar y a realizar trabajos manuales. Alberto desempeñó un papel importante y directo en la educación de sus hijos, pues seguía de cerca su progreso, les daba lecciones y pasaba mucho tiempo jugando con ellos.[7][8]

El príncipe heredero Guillermo de Prusia y su esposa, la princesa Augusta de Sajonia-Weimar-Eisenach, estaban entre los miembros de las casas reales que tenían a la reina Victoria y al príncipe Alberto como amigos y aliados. La soberana británica mantenía correspondencia regular con su prima liberal desde 1846,[9]​ no obstante, los lazos entre las dos parejas se fortalecieron en 1848, cuando la revolución de Marzo llegó a Berlín obligando a Guillermo y a Augusta a refugiarse durante tres meses en la corte británica.[10]

En 1851, Guillermo volvió a Londres con su esposa y sus dos hijos (Federico y Luisa) para visitar la Gran Exposición. Fue la primera vez que Vicky vio a su futuro marido y, a pesar de la diferencia de edad (ella tenía 11 años y él 19), se cayeron muy bien. La joven princesa fue la encargada de ser la guía de Federico durante la exposición. Como el inglés del príncipe no era muy bueno, Victoria se comunicaba con él con un alemán bastante fluido. Años más tarde, Federico aún recordaba lo que le impresionó esa mezcla de carácter infantil, curiosidad intelectual y dignidad natural que la princesa había demostrado durante su visita.[10]

Victoria no fue la única que impresionó positivamente a Federico en las cuatro semanas que él estuvo en Inglaterra. El joven prusiano encontró en el príncipe Alberto un interlocutor con quien compartió y fortaleció sus ideas liberales. Las relaciones entre los miembros de la familia real británica (especialmente entre la reina, el príncipe consorte y sus hijos) y la vida en la corte londinense, menos rígida y conservadora que la berlinesa, fascinaron a Federico.[11][12]

Tras su vuelta a Alemania, Federico inició un intercambio de correspondencias con Vicky. Sin embargo, detrás de esa amistad floreciente, estaba el deseo de la reina de Gran Bretaña y su marido de forjar lazos más estrechos con Prusia. En una carta enviada a su tío, Leopoldo de Bélgica, además de cuestiones sobre la soberanía británica, la reina Victoria expresó sus esperanzas en el estrechamiento de vínculos entre los dos jóvenes.[13]

Como Vicky, Federico recibió una educación bastante completa con profesores importantes como el escritor Ernst Moritz Arndt y el historiador Christoph Friedrich Dahlmann.[14]​ Siguiendo la tradición de los Hohenzollern, recibió asimismo una rigurosa formación militar.[15]

En 1855, Federico realizó un nuevo viaje a Gran Bretaña y visitó a Vicky y a su familia en el castillo de Balmoral en Escocia. El propósito de este nuevo viaje era evaluar a la princesa como posible pretendienta. En Berlín, mientras, esta visita no se veía con agrado porque en la corte prusiana muchos preferían ver al heredero al trono casado con una gran duquesa rusa. El rey Federico Guillermo IV de Prusia también se mostró reticente a permitir el matrimonio de su sobrino con una princesa británica y llegó incluso a mantenerlo en secreto delante de su esposa, cuya anglofobia era notoria.[16]

Cuando recibió la visita de Federico, Victoria apenas tenía quince años. La reina Victoria temía que el heredero al trono prusiano no encontrase a su hija atractiva pues, además de medir solo 1,50 m, estaba muy alejada del ideal de belleza de aquella época.[17]​ Sin embargo, desde la primera cena con el príncipe, quedó claro para la soberana y su marido que la simpatía mutua de la joven pareja era la misma que en 1851. De hecho, tras solo tres días con la familia real, Federico pidió la mano de Vicky. A pesar de estar satisfecho con la pedida, Victoria y Alberto declararon que no consentirían el matrimonio hasta que su hija tuviera 17 años.[18]

Con el apoyo de Federico a la condición impuesta por la reina Victoria, el compromiso se anunció públicamente el 17 de mayo de 1856. El proyecto, sin embargo, fue criticado por la opinión pública británica, que no aceptaba la neutralidad prusiana durante la guerra de Crimea. En un artículo incendiario, The Times describió a los Hohenzollern como una «dinastía miserable», cuya permanencia en el trono dependía únicamente de Rusia y con una política exterior incoherente y de poca confianza. El periódico también criticó la falta de garantías políticas dadas a la población por el rey Federico Guillermo IV durante la revolución de marzo.[19]​ En Alemania, la reacción al anuncio del compromiso no fue unánime, pues contaba con la oposición de los Hohenzollern y los conservadores, aunque la unión con la corona británica era bienvenida en los círculos liberales.[20]

El príncipe Alberto formaba parte de los «Liberales de Vormärz»[Nota 2]​ y siempre apoyó el «Plan Coburgo», que defendía la idea de una Prusia liberal como ejemplo para otros estados alemanes para intentar alcanzar la unidad en torno a los principados germánicos. Durante la estancia voluntaria del príncipe Guillermo en Londres en 1848, el príncipe consorte ya había intentado convencer a su primo Hohenzollern de la necesidad de transformar Prusia en una monarquía constitucional al estilo británico. Mientras, el futuro emperador alemán no escuchó los argumentos de Alberto y mantuvo sus ideas ultraconservadoras.[21][22]

Deseando convertir a su hija en un instrumento de liberalización de Alemania, Alberto aprovechó los dos años de compromiso entre Victoria y Federico para dar a la princesa real la formación más amplia posible. Él mismo le enseñó historia y escribió a la hija numerosos ensayos sobre los acontecimientos de Prusia. Sin embargo, el príncipe consorte sobrestimaba la capacidad del movimiento liberal para llevar a cabo una reforma en Alemania en un momento en que solo una pequeña parcela de la clase media y algunos círculos intelectuales compartían sus ideales en la Confederación Germánica.[23]​ Era un papel particularmente difícil el que el príncipe Alberto confiaba a su hija, especialmente en una corte tan crítica como la de los Hohenzollern.[Nota 3]

Para pagar la dote de la princesa real, el parlamento británico le concedió una suma de 40 000 libras, así como otras 8000 anualmente. Mientras tanto, en Berlín, el rey Federico Guillermo IV le concedió a su sobrino una suma anual de solo 9000 táleros.[24]​ La renta del heredero al trono de Prusia era insuficiente para mantener su posición y la de su prometida. Consta que, a lo largo de su matrimonio, Victoria costeó con su propio dinero gran parte de los gastos de la pareja.[25]

El séquito berlinés de la pareja real fue escogido por la reina Isabel Luisa de Baviera[Nota 4]​ y por la madre de Federico, la princesa Augusta. Sin embargo, las dos llamaron para el servicio de la pareja a personas que les habían servido muchos años en la corte y, por lo tanto, eran mucho mayores que Vicky y Federico. Por ello, el príncipe Alberto solicitó permiso a los Hohenzollern para enviar a Alemania al menos dos damas de compañía británicas con edades similares a las de su hija, pero su pedido no fue atendido. Como compensación, Vicky recibió dos damas de compañía de origen alemán: las condesas Walburga von Hohenthal y Marie zu Lynar.[26]​ Alberto, sin embargo, consiguió imponer a Ernest von Stockmar, hijo de su amigo, el conde Christian Friedrich von Stockmar, como secretario particular de su hija.[27][28]

Convencido de que la unión de una princesa británica con el heredero al trono de Prusia sería considerado un honor por los Hohenzollern, Alberto insistió en que su hija pudiera mantener el título de princesa real después del matrimonio. Sin embargo, en la antibritánica y prorrusa corte de Berlín, la decisión del príncipe no hizo más que aumentar la antipatía contra Victoria.[27][28]

No obstante, el lugar de la boda fue uno de los asuntos que levantó las mayores críticas y polémicas. Para los Hohenzollern, era natural que la boda del heredero al trono de Prusia se realizara en Berlín. Sin embargo, la reina Victoria insistió en casar a su hija mayor en su país, como finalmente sucedió. La unión entre Victoria y Federico se celebró el 25 de enero de 1858 en la capilla real del palacio de St. James en Londres.[29]

Con la mudanza de Victoria a Berlín, se inició un intercambio significativo de correspondencias entre la princesa y sus padres. Cada semana, la joven enviaba una carta a su padre en la que le comentaba los acontecimientos políticos en Alemania. La mayoría de esas cartas se conservan hoy día y son una fuente valiosa de información sobre la corte prusiana.[27]​ Esas cartas demuestran asimismo el deseo de la reina Victoria de controlar cada movimiento de la hija. La soberana exigía que Victoria se comportara como una princesa británica, aunque estuviera en Alemania. Sin embargo, ese comportamiento provocó a la princesa gran incomodidad en actos significativos. Un ejemplo era el protocolo a seguir debido a la muerte de algún pariente distante de ambas familias reales: en Londres, se guardaba un periodo de luto de un mes, mientras que en Prusia era de apenas una semana. En estos casos, Victoria estaba obligada a respetar el protocolo de la casa de Hohenzollern, postura que su madre criticó pues esta entendía que, como princesa real e hija de la reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, debía respetar el protocolo inglés.[27]

Preocupado por las consecuencias que las continuas críticas maternas podían causar al equilibrio mental de Vicky, el barón von Stockmar solicitó al príncipe Alberto que obligara a la reina a moderar sus exigencias.[30]​ Por otra parte, el barón no consiguió impedir ni reducir los ataques que su protegida sufría en los círculos rusófilos y anglófobos de la corte de Berlín. La joven eran también blanco frecuente de comentarios agresivos y mordaces por parte de la familia de sus suegros.[31]

Con solo 17 años, Victoria tuvo que realizar diversas y tediosas tareas oficiales. Casi todas las noches tenía que comparecer en cenas formales, representaciones teatrales o recepciones públicas. Si parientes extranjeros de los Hohenzollern visitaban Berlín o Potsdam, sus deberes protocolares eran aún mayores: muchas veces, Victoria tenía que estar a las 7:00 en la estación de trenes para recibir a los invitados de la familia real y a veces tenía que comparecer en fiestas oficiales tras la medianoche.[32]

Tras la boda, Federico Guillermo IV dispuso una antigua ala del Palacio Real de Berlín para residencia de la pareja. Sin embargo, el edificio se encontraba en un pésimo estado de conservación y no tenía ni siquiera una bañera. En noviembre de 1858, Victoria y Federico se mudaron al Kronprinzenpalais y recibieron el Nuevo Palacio de Potsdam como residencia de verano.[33]

Un año después de la boda, el 27 de enero de 1859, Victoria dio a luz a su primer hijo, el futuro káiser Guillermo II de Alemania. El parto fue bastante complicado pues la criada responsable de alertar a los médicos sobre el inicio de las contracciones tardó en dar el aviso. Además, los ginecólogos dudaron en examinar a la princesa, que solo llevaba un camisón de franela. El bebé se encontraba en posición podálica y la tardanza en el parto podía causar la muerte tanto de la princesa como de su hijo.[34]

Finalmente, los médicos consiguieron salvar a la madre y al hijo, pero el niño sufrió una lesión en los nervios del plexo braquial, lo que le provocó una parálisis en el brazo izquierdo. Con el paso del tiempo, el miembro se desarrolló de forma anormal y, en la edad adulta, el brazo izquierdo del príncipe era 15 cm más corto que el derecho.[35][36]​ También se especula que el parto laborioso provocó un cuadro de sufrimiento fetal, que privó al futuro emperador de oxígeno durante algunos minutos y le habría acarreado otras secuelas neurológicas.[37]

Los médicos intentaron tranquilizar a Victoria y a Federico afirmándoles que el bebé se recuperaría totalmente de sus lesiones. Aun así, la pareja optó por no informar a la corte británica sobre la enfermedad de Guillermo. Sin embargo, con el paso de las semanas quedó claro que el brazo del niño no se recuperaría y, tras cuatro meses de dudas, Vicky decidió dar la triste noticia a sus padres. Por suerte para la princesa, el nacimiento de su segundo bebé, la princesa Carlota el 24 de julio de 1860, fue tranquilo y sin incidentes.[38]

Con la muerte de Federico Guillermo IV el 2 de enero de 1861, su hermano, que ya actuaba como regente desde 1858, ascendió al trono como Guillermo I. Federico fue oficializado como príncipe heredero pero su situación en la corte no cambió mucho: su padre se negó a aumentar su sueldo y Victoria siguió contribuyendo significativamente al presupuesto familiar con su dote y sus prerrogativas. En una carta al barón von Stockmar, el príncipe Alberto le comentó la situación:

Además de las limitaciones financieras, a Federico y a Victoria se le acumularon más problemas. Como heredero al trono, no podía realizar viajes allende las fronteras sin el permiso del rey. Corría el rumor de que tal medida quería limitar los viajes de Victoria al Reino Unido.[40]​ Tras su llegada al trono, Guillermo I recibió una gran carta del príncipe Alberto en la que este le pedía implícitamente que la constitución prusiana sirviera como ejemplo para otros estados alemanes. Sin embargo, esta carta aumentó el resentimiento del soberano por el príncipe consorte británico y por Federico y Victoria, que compartían las mismas ideas liberales.[41][42]

El 14 de diciembre de 1861, con solo 42 años, el príncipe Alberto murió de fiebre tifoidea. Con una relación muy estrecha con el padre, Vicky quedó devastada con la noticia y fue con su marido al Reino Unido para asistir al funeral.[43]​ Tras el acto, se produjo la primera gran crisis del reinado de Guillermo I y Federico y Vicky, aún de luto, no estaban preparados para enfrentarse a ella.[44]​ El parlamento prusiano negó al soberano el dinero necesario para su plan de reorganización del ejército. Sin embargo, Guillermo consideraba la reforma como algo primordial y decidió disolver el parlamento el 11 de marzo de 1862. Al hacerlo, el monarca reavivó el conflicto constitucional prusiano. En un duro enfrentamiento entre la corona y la Dieta, el rey llegó a considerar fijar un plazo para dejar el cargo.[45]

Ante esta perspectiva, Vicky intentó convencer a su marido para que aceptara la abdicación del padre.[45]​ Sin embargo, el príncipe no estaba de acuerdo con su esposa y apoyó al rey para que se mantuviera firme ante la Dieta. Para Federico, la abdicación de un soberano tras un conflicto con el parlamento crearía un precedente peligroso y debilitaría a sus sucesores. El príncipe, por su parte, juzgaba que el apoyo a la renuncia de su padre en su favor sería una grave negligencia en sus deberes como hijo.[45][46][47]

Finalmente, Guillermo optó por no abdicar y nombró al conde Otto von Bismarck como primer ministro de Prusia el 22 de septiembre. Líder del Partido Conservador, el político estaba dispuesto a gobernar sin mayoría parlamentaria e incluso sin presupuesto autorizado. El rey quedó satisfecho con la situación, pero su esposa, la liberal reina Augusta, y, especialmente, su hijo y su nuera, criticaron duramente la decisión.[48][49]​ Sin embargo, Bismarck permaneció al frente del gobierno prusiano y, posteriormente, del alemán hasta 1890 y contribuyó decisivamente al aislamiento del príncipe heredero y de su esposa.[48]

Con el estallido del conflicto constitucional prusiano, la oposición entre liberales y conservadores en Berlín alcanzó su punto álgido. Sospechosos de apoyar a los parlamentarios contra Guillermo I, el príncipe heredero y su esposa fueron objeto de durísimas críticas. El viaje que la pareja hizo por el Mediterráneo en octubre de 1862 a bordo del barco de la reina Victoria sirvió de pretexto para que los que los conservadores acusaran a Federico de abandonar a su padre en un momento de gran tensión política. También destacaron el hecho de que el príncipe viajase a bordo de una embarcación extranjera escoltada por un navío de guerra inglés.[50][51]

Tras el anuncio del compromiso entre el príncipe de Gales con la princesa Alejandra de Dinamarca, hija del futuro Cristián IX y representante de un estado rival de Prusia,[Nota 5]​ la posición de Vicky en la corte de Berlín se vio aún más debilitada. Para la opinión pública alemana, la princesa fue la responsable de incentivar esta unión entre Dinamarca y el Reino Unido.[52]

Federico provocó un incidente al criticar abiertamente la política de su padre y de Bismarck. Durante la visita oficial a Danzig, el heredero al trono rechazó públicamente una orden emitida por el primer ministro el 1 de junio de 1863 que permitía a las autoridades prusianas prohibir la publicación de un periódico cuyo contenido fuera considerado inadecuado.[53]​ Enfurecido con el discurso del hijo, Guillermo le acusó de desobediencia y lo amenazó con suspenderlo de sus funciones en el ejército e incluso excluirlo de la sucesión al trono. A los círculos conservadores, que exigían un castigo ejemplar, se unieron las voces del príncipe Carlos, hermano menor del rey y del general Edwin von Manteuffel, que creían que Federico debía ser sometido a una corte marcial.[54][55][56]​ Naturalmente, Vicky no fue inmune a estas críticas de los conservadores. De hecho, muchos sospechaban que ella estaba detrás de las palabras del discurso del heredero en Danzig.[53][57]

Severamente criticada en Alemania, la pareja vio su comportamiento elogiado en Gran Bretaña. The Times escribió: «Es difícil imaginar un papel más desafiante que el del príncipe heredero y el de su esposa, que se encuentran sin un consejero, entre un monarca cobarde, un gabinete impetuoso y una población indignada».[58]​ El apoyo del periódico británico se convirtió en una nueva fuente de problemas para la pareja. El artículo contenía detalles cotidianos que hacían entrever que la princesa reveló informaciones confidenciales a la prensa. Las autoridades abrieron una investigación contra ella y, debido a la presión de estas, el secretario personal de Vicky, el barón von Stockmar, acabó renunciando a su cargo.[59]

En el escenario internacional, el primer ministro Bismarck intentaba conseguir la unidad alemana en torno a Prusia. Sus planes consistían en acabar con la influencia austriaca en la Confederación Germánica e imponer la hegemonía prusiana en Alemania. Fiel a sus objetivos, Bismarck llevó a Prusia a la llamada guerra de los Ducados contra Dinamarca en 1864. Sin embargo, el primer ministro contó con la ayuda de Austria en el conflicto.[60]

A pesar de las relaciones del príncipe de Gales con Copenhague, el gobierno británico se negó a intervenir en la guerra entre la Confederación Germánica y Dinamarca. Aun así, este hecho tuvo cierta importancia en la familia real, que se encontraba profundamente dividida por el conflicto.[61]​ Además, en Berlín, muchos sospechaban que Vicky no se alegraba de los éxitos militares de Prusia contra el país de su cuñada Alejandra.[62]

A pesar de las críticas y de la desconfianza, Vicky apoyaba a las tropas alemanes. A ejemplo de Florence Nightingale, que había contribuido para mejorar los cuidados médicos de los soldados británicos en la guerra de Crimea, la princesa se involucró en socorrer a los soldados heridos. Durante las conmemoraciones del cumpleaños de Guillermo I, Vicky creó, junto con su marido, un fondo social para las familias de soldados muertos o gravemente heridos.[63]

Durante la guerra, Federico se alistó en el ejército prusiano y formó parte de los combates bajo las órdenes del mariscal de campo Friedrich von Wrangel, distinguiéndose por su valor en la batalla de Dybbøl que marcó la derrota danesa frente a la coalición austroprusiana.[64]​ Satisfecha con la victoria alemana, Vicky esperaba que el éxito militar de su marido pudiera animar al pueblo a entender que ella era la consorte del heredero al trono. En una carta a Federico, se quejó de las críticas constantes y del hecho de ser considerada demasiado inglesa en Prusia y demasiado prusiana en Gran Bretaña.[65]

Con la victoria final sobre Dinamarca y el tratado de Viena del 30 de octubre de 1864, se definió que los ducados de Schleswig, Holstein y Lauenburg serían administrados por un gobierno austroprusiano. Sin embargo, esta nueva división se convirtió en una fuente de conflictos entre Viena y Berlín.[60]

Tras la guerra de los Ducados, Alemania vivió un corto periodo de paz. La Convención de Gastein, firmada por los dos vencedores el 14 de agosto de 1865, colocaba la antigua provincia danesa bajo control austroprusiano y cada país ocupó una parte de los ducados. Sin embargo, diferencias de opinión sobre la administración de las provincias desencadenaron rápidamente un conflicto entre los antiguos aliados. El 9 de junio de 1866, Prusia ocupó Holstein, que estaba administrado por Austria. Por su parte, Viena solicitó a la Dieta de Frankfurt una movilización general de los estados germánicos contra Prusia, lo que sucedió el 14 de junio.[66]

Considerando la decisión ilegal, Berlín proclamó la disolución de la Confederación Germánica e invadió Sajonia, Hanóver y Hesse-Kassel. Durante la batalla de Sadowa, en la que el príncipe Federico tuvo un papel decisivo, Austria sufrió una pesada derrota y terminó capitulando. Finalmente, con la Paz de Praga, Viena se retiró de la unión alemana. Schleswig-Holstein, Hanóver, Hesse-Kassel, el ducado de Nassau y la ciudad de Fráncfort del Meno fueron anexionados por Prusia.[67]

Poco después de la victoria de Prusia en Sadowa, Bismarck solicitó al parlamento dinero extra para el ejército, lo que levantó una nueva polémica entre los parlamentarios liberales.[68]​ Federico recibió con satisfacción la creación de la Confederación Alemana del Norte, que unió Prusia y algunos principados germánicos, pues veía que era el primer paso para la unificación alemana. Sin embargo, la Confederación estaba lejos de adoptar las ideas liberales del príncipe. A pesar de haber sido elegido democráticamente, el Reichstag no tenía las mismas competencias ni los mismos poderes que un parlamento.[69]​ Además, los soberanos locales, que tenían más interés en mantener sus prerrogativas, y la nueva constitución alemana dieron muchos poderes al ahora canciller Otto von Bismarck. Menos entusiasmada que su marido, Vicky veía la Confederación Alemana del Norte como una extensión del sistema político prusiano que ella tanto odiaba.[70]​ A pesar de todo, mantenía viva la esperanza de que esa situación fuera temporal y pudiera crearse una Alemania unida y liberal.[71][72]

Durante la guerra austro-prusiana, Vicky y Federico recibieron un duro golpe. Segismundo, el cuarto hijo de la pareja, murió de meningitis con poco menos de dos años, algunos días antes de la batalla de Sadowa. Este hecho debilitó a la princesa, que no encontró consuelo ni en su madre ni en sus suegros. La reina Augusta exigió a su nuera que, en vez de autocompadecerse, volviera rápidamente a cumplir sus funciones oficiales. La reina Victoria, que estaba aún de luto por la pérdida del príncipe Alberto, no entendía los sentimientos de la hija y consideraba que la pérdida de un hijo era mucho menos grave que la de un marido.[73]

Con la paz restaurada en Alemania, el príncipe heredero era constamente enviado al exterior para representar a la corte de Berlín. En esos viajes, Vicky raramente acompañaba a su marido porque, debido a sus estrecheces económicas, intentaban limitar los gastos al máximo.[74]​ Por otro lado, la princesa estaba también preocupada en dedicar gran parte de su tiempo a los hijos. A pesar de la muerte de Segismundo, la familia real siguió creciendo con la llegada de cuatro nuevos retoños entre 1866 y 1872. mientras que los hijos mayores de la pareja, (Guillermo, Carlota y Enrique) fueron dejados al cuidado de la gobernanta, los más pequeños (Segismundo, Victoria, Waldemar, Sofía y Margarita) fueron criados personalmente por Vicky, lo que supuso un punto de conflicto tanto con su madre como con su suegra.[75]

En Berlín, la posición de Vicky aún era difícil y sus relaciones con la reina Augusta, que también tenía ideas liberales, seguían siendo tensas. Cualquier gesto de la princesa, por inofensivo que fuera, era un pretexto para las peores críticas por parte de la soberana como, por ejemplo, cuando optó por utilizar un carro empujado por dos caballos en vez del tradicional empujado por cuatro. La oposición entre las dos mujeres llegó a tal punto que la reina Victoria se vio obligada a interceder por su hija ante Guillermo I.[76]

El 19 de julio de 1870 estalló la guerra franco-prusiana, que supuso la caída del Segundo Imperio francés. Como en los conflictos anteriores contra Dinamarca y Austria, Federico participó activamente en la lucha contra los franceses. Al frente del 3.er ejército alemán, tuvo un papel decisivo en las batallas de Frœschwiller-Wœrth y de Wissembourg, aunque también destacó en la batalla de Sedán, durante el asedio de París. Celoso por el éxito militar del heredero al trono, Bismarck intentó minar su prestigio. El canciller aprovechó la llegada tardía del 3.er ejército a París para acusar a Federico de proteger Francia por presión de su madre y de su esposa. Durante una cena oficial, Bismarck acusó a la reina y a la princesa de ser ardientemente francófilas, incidente que pronto llegó a los periódicos.[77]

El compromiso de Vicky en favor de los soldados heridos no tuvo ninguna repercusión en la prensa alemana. En Hamburgo la princesa mandó construir un hospital militar, corriendo ella con todos los costes, además de visitar a los heridos de guerra en Wiesbaden, Biberach, Bingen, Bingerbrück, Rüdesheim y Maguncia. Sin embargo, al hacer esto, Vicky fue acusada de realizar tareas normalmente atribuidas a la reina, lo que provocó la ira de sus suegros. Finalmente, Guillermo I le ordenó que parase su «teatro de caridad» y volviera a Berlín para representar a la familia real.[77]

El 18 de enero de 1871, en el 170 aniversario de la ascensión de los Hohenzollern a la dignidad real, los príncipes de la Confederación Alemana del Norte y los del sur de Alemania (Baviera, Baden, Wurtemberg y Hesse-Darmstadt) proclamaron a Guillermo I emperador en la sala de los Espejos del palacio de Versalles, uniendo simbólicamente sus estados al nuevo Imperio alemán. Federico se convirtió, pues, en príncipe heredero de Alemania, mientras que Bismarck fue nombrado canciller imperial.[78]​ Posteriormente, los estados católicos del sur de Alemania, que anteriormente estaban vinculados a Prusia por una unión aduanera, se incorporaron a la Alemania unificada por los tratados de Versalles (26 de febrero de 1871) y Fráncfort (10 de mayo de 1871).[79]

A pesar de ser nombrado mariscal de campo en virtud de su desempeño militar en las guerras de las décadas de 1860, Federico no recibió el mando de ninguna tropa tras la guerra franco-prusiana. En realidad, el káiser no confiaba en su propio hijo e intentó alejarlo de los asuntos de estado debido a sus ideas «demasiado inglesas».[80]​ El príncipe heredero fue nombrado «protector de los museos reales», tarea que, de cierta manera, entusiasmó a su esposa. Siguiendo los consejos de su padre, Vicky había continuado su formación intelectual tras su llegada a Alemania: leía a Goethe, Lessing, Heine y Stuart Mill[81]​ y frecuentaba los círculos intelectuales con su marido. El escritor Gustav Freytag era amigo íntimo de la pareja real y Gustav zu Putlitz fue nombrado camarero real de Federico durante algún tiempo. A pesar de la indignación de su madre, Vicky también se interesó por la Teoría de la Evolución de Darwin y por las ideas del geólogo británico Lyell.[82]​ Ansiosa por comprender los principios del socialismo, leyó a Karl Marx y animó al marido a frecuentar el salón de la condesa Marie von Schleinitz, lugar conocido por ser punto de encuentro de los opositores a Bismarck.[83]

Al contrario que muchos de sus contemporáneos, Vicky y Federico rechazaban el antisemitismo. En una carta a su madre, la princesa criticó duramente el ensayo Das Judenthum in der Musik («El judaísmo en la música») de Richard Wagner al considerarlo ridículo e injusto.[84]​ En cuanto a Federico, este no dudó en aparecer en sinagogas cuando se produjeron manifestaciones de odio contra los judíos en Alemania, especialmente a principios de 1880.[85]​ Tanto en el Kronprinzenpalais como en el Nuevo Palacio de Potsdam, la pareja real recibió a muchos plebeyos, incluyendo a algunas personalidades judías, lo que inevitablemente provocó la desaprobación del káiser y de la corte. Entre sus invitados estaban los médicos Hermann von Helmholtz, Rudolf Virchow, el filósofo Eduard Zeller y el historiador Hans Delbrück.[86]

Amante del arte, Vicky también apreciaba la pintura y llegó a recibir clases de Anton von Werner[87]​ y Heinrich von Angeli.[88]​ También apoyaba la educación y fue miembro de la asociación fundada por Wilhelm Adolf Lette en 1866, cuyo objetivo era mejorar la formación femenina. Desde 1877, Vicky fundó escuelas para niñas («Victoriaschule für Mädchen») dirigidas por profesores británicos, además de escuelas de enfermería («Victoriahaus zur Krankenpflege») basadas en el modelo inglés.[89]

Desde su nacimiento, el hijo mayor de Vicky pasó por diversos tratamientos para curar su brazo atrofiado. Métodos extraños, como los llamados «baños animales» en los que se sumergía el brazo en vísceras de conejos aún calientes, era realizados con cierta regularidad.[90][91]​ Asimismo, Guillermo también fue sometido a sesiones de electroshock en un intento por reactivar los nervios que pasaban por el brazo izquierdo hasta el cuello para así impedir que la cabeza se inclinase hacia un lado.[92]

Para Vicky, la minusvalía de su hijo era una vergüenza. Sus cartas y su diario muestran su dolor ante el brazo atrofiado de su hijo y su sentimiento de culpa por haber dado a luz a un hijo minusválido. Debido a una visita de sus padres en 1860 la princesa escribió sobre su hijo mayor: «Es realmente listo para su edad... si no tuviera ese brazo, yo estaría tan orgullosa de él».[93]

Según Sigmund Freud, al ser incapaz de aceptar la enfermedad del hijo, Vicky acabó alejándose del primogénito, lo que causó un gran impacto en el comportamiento de Guillermo II.[92]​ Sin embargo, otros autores, como el historiador Wolfgang J. Mommsen, insisten en que la princesa era muy cariñosa con sus hijos. Según él, la princesa quería que sus hijos fueran como la figura idealizada de su propio padre[94]​ e intentó, como pudo, seguir los preceptos educacionales del príncipe Alberto. En 1863, Vicky y Federico compraron una casa de campo en Bornstedt para que sus hijos pudieran crecer en un ambiente semejante al de Osborne. Sin embargo, su influencia sobre la prole tuvo una importante limitación: como todos los Hohenzollern, sus hijos recibieron una formación militar desde muy jóvenes y la princesa temía que ese tipo de educación minase sus valores.[95]

Dispuestos a darle a sus hijos la mejor educación posible, Vicky y su marido confiaron la tarea al brillante, aunque estricto, filólogo calvinista Georges Ernest Hinzpeter. Con fama de liberal, Hinzpeter era un conservador convencido que sometió a Guillermo y a Enrique a una educación rigurosa y puritana, sin elogios ni incentivos. Para completar su formación, los príncipes fueron enviados a un colegio en Kassel, a pesar de la oposición del rey y de la corte. Finalmente, Guillermo fue matriculado en la Universidad de Bonn, mientras que su hermano menor, que no mostraba ese interés intelectual, fue enviado a la Deutsche Marine con 16 años. Finalmente, la educación recibida no permitió a los hijos que desarrollasen personalidades abiertas y liberales, como sus padres pretendían.[96][97]

Mientras sus dos hijos mayores se acercaban a la edad adulta, Vicky sufrió un duro golpe con la muerte del pequeño Waldemar, víctima de la difteria con apenas 11 años. Sin haberse recuperado de la muerte de Segismundo, la princesa quedó destrozada con la pérdida de otro hijo, especialmente porque murió por la misma enfermedad que su hermana, la princesa Alicia y su sobrina, la princesa María algunos meses antes. Vicky, sin embargo, intentó mantener su sufrimiento en secreto porque, a excepción de su marido, ningún otro familiar estaba dispuesto a consolarla.[98]

Si los hijos varones eran fuentes de grandes preocupaciones, las hijas de la princesa no solían causarle problemas. La única excepción era Carlota, la mayor de las princesas. Niña con un crecimiento lento y una educación difícil, tuvo accesos de rabia durante la infancia. Al crecer, su salud se volvió delicada y, además de su personalidad caprichosa, también reveló un carácter irritable. Hoy, varios historiadores (como John Röhl, Martin Warren Martin y David Hunt) defienden la tesis de que Carlota sufría de porfiria, como su antepasado por parte de madre, Jorge III del Reino Unido. Eso podría explicar los problemas gastrointestinales, las migrañas y las crisis nerviosas que atormentaban a la princesa. Los mismo historiadores creen que los dolores de cabezas y las erupciones cutáneas que Vicky trataba con dosis de morfina también eran consecuencia de la porfiria, aunque de una forma más débil que la sufrida por Carlota.[99]

A medida que sus hijos crecieron, Vicky empezó a buscarles pretendientes. En 1878, Carlota se casó con el príncipe Bernardo III de Sajonia-Meiningen, heredero al trono de Sajonia-Meiningen, hecho que encantó a la corte de Berlín. Tres años después, Vicky empezó negociaciones para casar a Guillermo con la princesa Augusta Victoria de Schleswig-Holstein, provocando la indignación en los círculos alemanes conservadores. El canciller Bismarck criticó el proyecto pues la princesa pertenecía a la familia que fue destronada por Prusia con la anexión de los ducados de Schleswig y Holstein en 1864. En cuanto a los Hohenzollern, estos no consideraban a los Schleswig-Holstein sus iguales ni creían que Augusta Victoria estuviera a la altura del heredero al trono del Imperio alemán. Tras varios meses de negociaciones, Vicky consiguió lo que se proponía, pero acabó decepcionándonse cuando vio que su nuera no tenía la personalidad liberal que esperaba.[100][101]

Vicky, sin embargo, no tuvo tanta suerte con sus planes de matrimonio para su hija Victoria. a principios de los años 1880, la joven se enamoró del príncipe Alejandro I de Bulgaria y su madre intentó obtener la autorización del káiser para el compromiso. A pesar de ocupar el trono, el príncipe era fruto de un matrimonio morganático, lo que lo colocaba en una posición de inferioridad frente la orgullosa casa de Hohenzollern. Además, la política de Alejandro en el principado balcánico desagradaba sobremanera a Rusia, tradicional aliada de Prusia. Bismarck temía que el matrimonio entre una princesa alemana y un enemigo del zar Alejandro II de Rusia representase un duro golpe para la Liga de los Tres Emperadores, es decir, la alianza austro-germano-rusa. El canciller, por su parte, obtuvo la desaprobación de Guillermo I para con la unión, para consternación de Vicky y Federico.[102]​ Este nuevo conflicto entre padre e hijo hizo que el káiser sustituyera a Federico por el príncipe Guillermo en las ceremonias oficiales y en los grandes actos públicos. En diversas ocasiones, fue el nieto de Guillermo I el que representaba a la corte de Berlín en el exterior.[102][103]

En 1887, tras celebrar que cumplía 90 años, la salud de Guillermo I se resintió rápidamente, lo que indicaba que la sucesión estaba cerca. Sin embargo, el príncipe heredero también enfermó. Cada vez más enfermo, los médicos le dijeron que tenía cáncer de laringe. Para confirmar sus sospechas, el príncipe fue examinado por el médico británico Morell Mackenzie que, tras una biopsia, no encontró síntomas de enfermedad alguna.[104][105]

Liberado por su médicos, Federico fue con su esposa a Inglaterra para el jubileo de oro de la reina Victoria en junio de 1887.[106]​ En ese viaje, la pareja real llevó secretamente al castillo de Windsor tres cajas llenas de documentos personales que quería mantener lejos de los ojos de Bismarck y de los Hohenzollern.[107][108]​ Siempre dispuesto a comprometer al heredero al trono, el canciller imperial seguía sus intrigas contra Vicky. Con la ayuda de Hugo von Radolinski y de Götz de Seckendorff, intentó elaborar un informe contra la princesa.[109][110]

Como la salud del príncipe heredero no mejoraba, Mackenzie le aconsejó que fuera a Italia para someterse a un tratamiento. Federico y Vicky fueron a San Remo en septiembre de 1887, causando indignación en Berlín pues, a pesar del deterioro continuo del estado de salud del káiser, la pareja no volvía a la capital. A principios de noviembre, Federico perdió el habla y los médicos alemanes fueron convocados a San Remo para realizar nuevos exámenes. Finalmente, se le diagnosticó un tumor maligno y el único tratamiento posible era la ablación de la laringe, pero el príncipe heredero se negó a someterse a esa cirugía.[111]Vicky apoyó a su marido en su decisión, lo que provocó un serio desentendimiento con su hijo mayor, que acabada de llegar a Italia y la acusaba de alegrarse con la enfermedad de Federico.[112][113]​ En Berlín, la agonía de Guillermo I se extendió durante varios meses hasta que, el 9 de marzo de 1888, el primer káiser alemán falleció. Aún en San Remo, completamente mudo, su hijo lo sucedió como rey de Prusia y káiser de Alemania con el nombre de Federico III.[113]

En cuanto se convirtió en káiser, Federico III nombró a su esposa dama de la Orden del Águila Negra, el mayor honor de Prusia. Mientras, tras su regreso a Berlín, la nueva emperatriz se dio cuenta de que ella y su marido parecían «sombras listas para ser sustituidas por Guillermo».[114]

Gravemente enfermo, Federico III limitaba sus acciones políticas a algunas medidas simbólicas, como declarar una amnistía a todos los presos políticos y cesar al reaccionario ministro del Interior Robert von Puttkamer. También condecoró con la Orden del Águila Negra a diversas personas que lo apoyaron y lo aconsejaron cuando aún era príncipe heredero, como el ministro de Justicia, Heinrich von Friedberg, y al presidente del parlamento de Fráncfort, Eduard von Simson.[115]

Vicky intentó usar su nueva condición de emperatriz para promover el matrimonio de su hija Victoria con el príncipe Alejandro I de Bulgaria (archivado desde 1886). Sin embargo, ante las dificultades provocadas por el proyecto, ella misma le aconsejó a su hija que desistiera del compromiso.[116]

Federico III murió alrededor de las 11:00 del 15 de junio de 1888. En cuanto se anunció la muerte de soberano, su hijo y sucesor el káiser Guillermo II ordenó la ocupación de la residencia imperial por soldados. Los aposentos de Federico y Vicky fueron cuidadosamente revisados en busca de documentos comprometedores. Sin embargo, la búsqueda no fue fructífera pues toda la correspondencia del matrimonio había sido llevada al castillo de Windsor el año anterior. Varios años después, Guillermo II afirmó que el objetivo de esa investigación era encontrar documentos de estado. Actualmente, sin embargo, muchos historiadores (como Hannah Pakula y Franz Herre) apuntan que lo que el nuevo soberano pretendía era recuperar documentos que pudieran amenazar su reputación.[117][118]

El funeral de Federico III se produjo poco después en Potsdam, sin grandes actos públicos. Vicky, ahora emperatriz viuda, no apareció en la ceremonia en la Friedenskirche, en el palacio de Sanssouci, pero asistió a una misa en memoria de su marido en la propiedad real de Bornstedt.[119]

En las siguientes semanas, Guillermo II realizó una verdadera purga en todas las instituciones y personas próximas a Federico y Vicky. Los restos mortales del jurista Franz von Roggenbach fueron exhumados y la viuda de Ernest von Stockmar, el exsecretario particular de Vicky, fue interrogada por la policía. Friedrich Heinrich Geffcken, consejero de Federico desde hacía años, fue juzgado por alta traición por publicar fragmentos del diario del soberano muerto. Por último, Heinrich von Friedberg fue cesado como ministro de Justicia.[120][121]

Con la viudez, Vicky tuvo que dejar el nuevo palacio de Potsdam para que Guillermo II se pudiera instalar. Al no poder establecerse en el palacio de Sanssouci, adquirió una propiedad en Kronberg im Taunus, en el antiguo electorado de Hesse-Kassel. Allí, Vicky construyó un castillo que recibió el nombre de Friedrichshof en homenaje a su marido. Al haber heredado varios millones de marcos de la riquísima duquesa de Galliera, la emperatriz viuda pudo financiar la construcción y ampliación del castillo.[122]​ Con la conclusión de las obras, en 1894, pasó la mayor parte del año en la propiedad con sus hijas menores, de donde solo salía para viajar al exterior. Para disgusto del káiser, que prefería que abandonara Alemania, Vicky formó su propia corte y mantuvo estrechos vínculos en los círculos liberales.[123]

En octubre de 1889, la princesa Sofía, penúltima hija de Vicky, se casó con el futuro Constantino I de Grecia, dejando la residencia materna. El año siguiente, la princesa Victoria, infeliz expretendiente del soberano de Bulgaria, se casó con Adolfo de Schaumburg-Lippe, futuro regente del Principado de Lippe. Finalmente, en 1893, la princesa Margarita se casó con Federico Carlos de Hesse-Kassel, elegido en 1918 para el trono del efímero Reino de Finlandia. Aunque satisfecha con estos compromisos, la emperatriz viuda se sentía cada vez más aislada tras la salida de sus hijas.[124]​ De hecho, Vicky fue completamente apartada de la vida pública por Guillermo II. Con la muerte de su suegra, la emperatriz viuda Augusta en 1890, Vicky tuvo esperanzas en sucederla al frente de la Cruz Roja alemana y de la Vaterländischer Frauenverein («Asociación de Mujeres Patriotas»). Sin embargo fue su nuera, la empatriz Augusta Victoria la que asumió la presidencia de las entidades, lo que causó una profunda amargura a Vicky.[125]

La emperatriz viuda no dudó en criticar duramente las políticas y el comportamiento de su hijo. Cuando éste escribió en el libro de visitas de la ciudad de Múnich las palabras «Suprema lex regis voluntas» («La voluntad del rey es la ley suprema»), ella, indignada, le escribió a su madre:

Vicky dedicó los últimos años de su vida a la pintura y solía visitar la colonia de artistas de Kronberg, donde se reunía regularmente con el pintor Norbert Schroeder. En estos últimos días solía pasear por la mañana y pasaba largas horas escribiendo cartas o leyendo en la biblioteca de su castillo.[127]

A finales de 1898, los médicos le diagnosticaron cáncer de mama a Vicky, obligándola a permanecer en cama durante largos periodos. El 23 de febrero de 1901, le confirió a Frederick Ponsonby, secretario personal de su hermano, el rey Eduardo VII, sus documentos personales y le encargó que los llevara de vuelta a Inglaterra. La emperatriz murió el 5 de agosto de 1901, pocos meses después de su madre, la reina Victoria.[128]​ Su cuerpo fue sepultado al lado de Federico III, en la cripta real de Friedenskirche.




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