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Segia



Ejea de los Caballeros (Exeya d'os Caballers en aragonés) es una ciudad y un municipio español, de la provincia de Zaragoza y la comunidad autónoma de Aragón, situado en la comarca de las Cinco Villas en el partido judicial homónimo. Dista 72 km de la capital provincial, Zaragoza, y 43 km de Tudela (Navarra).

Con una superficie de 609,92 km², es el segundo municipio más extenso de Aragón. Su población de 16 605 habitantes (INE 2018), le convierte en el cuarto más poblado de la provincia.

Actualmente, el municipio de Ejea de los Caballeros comprende las siguientes localidades:[3]Bardenas, El Bayo, Ejea de los Caballeros, Farasdués, Pinsoro, El Sabinar, Rivas, Santa Anastasia y Valareña.

Por su extensión se trata de uno de los municipios españoles más extensos, siendo su superficie de 609,92 km².

El término municipal incluye los núcleos habitados de Farasdués y Rivas, junto con los pueblos de colonización de Pinsoro, El Bayo, Bardenas, Valareña, Santa Anastasia y El Sabinar. Limita al norte con Sádaba, Biota, Luesia y Asín; al este, con Orés, Luna y Castejón de Valdejasa; al sur, con Tauste; y al oeste, con las Bardenas Reales, en Navarra.

El origen geológico del territorio que hoy ocupa Ejea de los Caballeros se remonta al comienzo de la Era Terciaria, en lo que los especialistas han llamado el «paroxismo alpino».

Justo en la zona donde en la actualidad se sitúa Ejea, se produjo un hundimiento, que se cubrió con posterioridad con materiales miocénicos (margas, arcillas, arenisca y calizas) de una antigüedad en torno a los 22 millones de años. La fineza de esos materiales facilitó la acción de la erosión diferencial, que a lo largo de miles de años configuró este territorio con unas formas dominadas por la planitud del terreno.

Así pues, Ejea se ubicó en el centro de una depresión cubierta después por sedimentos cuaternarios, de hace un millón de años, que tiene relación con el sistema fluvial de terrazas Arbas-Riguel. Como consecuencia de todo ello, el relieve ejeano es predominantemente llano, salteado tan solo por suaves elevaciones. Ejea se encuentra a 320m s. n. m., altitud baja si se compara con los 525 m s. n. m. de la vecina villa de Luna o con los 745 m s. n. m. de la Sierra de Erla y los Montes de Sora.

Ejea tiene un clima de tipo continental, aunque suavizado con ligeros matices del clima mediterráneo. Se caracteriza por sus temperaturas extremas, la escasez e irregularidad de las precipitaciones y la limpieza atmosférica gracias a los vientos. El clima es de los más duros de España, con temperaturas muy bajas en invierno que pueden alcanzar los 18 °C bajo cero y temperaturas superiores a los 40 °C en verano.

La temperatura media anual es de 14 °C. Los meses más fríos son enero y febrero con medias menores de 5 °C, aunque se dan baremos absolutos que descienden por debajo de 0 °C, sobre todo en invierno. La media de temperatura de noviembre a enero es inferior a los 10 °C, pero se producen con frecuencia heladas hasta bien entrado el mes de mayo.

Los meses más calurosos son julio y agosto, aunque ya desde finales de junio se produce un aumento notable de las temperaturas. La media en el verano es de 23 °C, sin descartar los días en que el termómetro alcanza los 40 °C. Esta rigurosidad térmica se suaviza en otoño.

La media de lluvias de Ejea es de 468 mm anuales, siendo mayo el mes más lluvioso seguido de la estación otoñal, en forma de gota fría. Por el contrario, el verano es el periodo más seco, humedecido sólo con esporádicas tormentas de origen térmico.

El viento es un meteoro muy característico de la zona. El viento del norte encajonado en el valle del Ebro origina el llamado «cierzo», que llega a alcanzar grandes velocidades y provoca una sensación térmica muy fría en invierno pero refrescante en verano. En verano, sobre todo, sopla el viento del sureste, el llamado «bochorno», que contribuye al aumento de las temperaturas.

Tanto el relieve como el clima hacen que el régimen hidrográfico sea un tanto irregular, con una pertinaz sequía en verano, sólo rota por las riadas provocadas por las tormentas y con un aumento del caudal en primavera y otoño. Todas estas peculiaridades se reflejan en los ríos que atraviesan el término municipal de Ejea de los Caballeros: Riguel, Arba de Luesia y Arba de Biel. Estos dos últimos se unen en un solo río Arba ya cerca del casco urbano de Ejea.

En el territorio de Ejea de los Caballeros se dan bastantes casos de endorreísmo como consecuencia de la impermeabilidad del suelo, sobre todo en zonas donde se concentra material calizo. Hay una buena muestra de estancas, lagunas y balsas, dotadas de diversas dimensiones y peculiaridades: el lagunazo de El Moncayuelo, el de Bolaso, la estanca de El Gancho y El Sabinar, y el pantano de San Bartolomé, además de otros núcleos de menor entidad.

También existen algunos manantiales. El más famoso de ellos es el de Bañera, aunque en el extenso término municipal encontramos numerosas fuentes.

A pesar de la intervención del hombre modificando el terreno, aún quedan en Ejea algunos restos de la vegetación original. Existe abundante monte bajo (coscojo, tomillo, romero) y algunas manchas espesas de arbolado, sobre todo pino carrasco (en la Bardena). En los márgenes de los ríos hallamos tamarices en las zonas de inundación, además de sauces y chopos.

No obstante, la construcción del embalse de Yesa y del canal de las Bardenas, que convirtió en regadío la mayor parte del término estepario de Ejea, terminó con la mayor parte del medio natural no humanizado.

Los arqueólogos han encontrado en estas tierras indicios de épocas tan pretéritas como la Edad del Bronce, el periodo Calcolítico o incluso el Neolítico. Se han descubierto huellas de la actividad humana desde el 8000 a. C. En concreto, se han hallado restos en el yacimiento arqueológico existente en la parte alta de la villa, localizado ante la iglesia de Santa María, en pleno barrio de la Corona.

Sin embargo, los primeros datos históricos relativos a Ejea aparecen con la presencia en el lugar de los suesetanos, un pueblo de lengua celta relacionado con la gran tribu belga de los suesones, y que da a Ejea el primer nombre que nos es conocido, Segia, del que deriva el nombre actual.

Sin embargo, los historiadores no tienen clara la importancia de la población de Segia dentro del territorio suesetano, desconociéndose por el momento si se trataba de su capital, de una ciudad importante o de un núcleo menor.

En este sentido, se ha defendido la identificación de Segia con la capital de los suesetanos, Corbio, que fue arrasada por un Ejército romano al mando del cónsul Terencio Varrón en el año 184 a. C., tras lo cual el territorio suesetano fue cedido a los vascones.

Después de que Roma asumiese el control directo del territorio vascón, tenemos constancia de un documento, el llamado «Bronce de Ascoli», en el que, en el marco de la guerra social —de 91 a. C. a 89 a. C.—, Cneo Pompeyo Estrabón concedió la ciudadanía romana a nueve jinetes suesetanos o vascones de Segia, integrados en la llamada «Turma salluitana», como premio a sus actividades militares en dicha guerra.[4]

Tanto bajo la República romana como bajo el Imperio romano, Segia y otras localidades de las Cinco Villas, como Tarraca —posiblemente Los Bañales de Uncastillo—, fueron objeto de una intensa romanización, motivada además por el hecho del intensivo cultivo en los llanos de la zona de trigo y otros cereales. La calzada Caesaraugusta (Zaragoza)-Pompelo (Pamplona) constituyó la columna vertebral de las comunicaciones que atravesaban sus tierras. Asimismo, los romanos extendieron una red de vías secundarias que daban acceso a las villas y los asentamientos de la población.

Cabe suponer que Ejea se viese afectada por las revueltas de los bagaudas en el siglo V, aunque carecemos de citas documentales al respecto, ya que los disturbios y enfrentamientos producidos se centraron en Hispania en el valle del Ebro, en especial en sus zonas alta y media —saqueos de Tarazona y Zaragoza, por ejemplo.

La caída del Imperio Romano supuso para Ejea un periodo de decadencia. A partir del año 545, su territorio entró en un proceso de despoblación y de disminución de la vida socioeconómica. En este contexto, el área de Ejea quedó bajo el dominio de un terrateniente hispanorromano, el Conde Casio.

Los visigodos llamaron a la ciudad Egessa, denominación que aparece en algunas monedas.

La llegada de los musulmanes a la zona se produjo en 714, tres años después de su desembarco en la península ibérica. Aplicando una política de conversión, los musulmanes llegaron a un pacto con el Conde Casio: este se convirtió al Islam, manteniendo todas sus posesiones pero rindiendo pleitesía al nuevo poder. De este modo, nació la dinastía muladí de los Banu Qasi. Bajo la dominación musulmana, la ciudad recibió el nombre de Siya.

En el posterior marco de la Reconquista, el rey de Pamplona Sancho Garcés I quiso reconquistar Siya en los años 907-908, lo mismo que Sancho Ramírez en 1091, en ambos casos sin éxito. No será hasta el año 1105 cuando Alfonso I el Batallador recupere la villa para los reinos cristianos, pasando a denominarse Exea.

El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, refiere que Alfonso I

Además de los pobladores cristianos, Exea se nutrió con la llegada de los judíos, cuya presencia aparece reflejada en las crónicas de la época. Por ejemplo, en el año 1208, Pedro II de Aragón les concedió el Castillo de Ortes para su repoblación.

Entre los edificios medievales más importantes destacan la iglesia de Santa María, edificada en 1174,[6]​ y la de San Salvador, consagrada en 1222 y que durante un tiempo fue la base de uno de los prioratos que tuvo la orden de la Selva Mayor en Aragón.[7]​ En 1265 Jaime I el Conquistador convocó Cortes en Ejea, en las cuales se acabó de modelar la figura del Justicia Mayor de Aragón, quien debía dirimir las disputas entre la monarquía y la nobleza.

En la guerra de Sucesión, Ejea se pronunció a favor del archiduque de Austria, por lo que fue sitiada por el ejército de Felipe de Anjou. Comandadas por el Marqués de Saluzo, las tropas saquearon e incendiaron la ciudad.

Los habitantes de Ejea de los Caballeros contribuyeron a la lucha contra los franceses durante la guerra de la Independencia, formando algunas guerrillas, que acudieron a combatir a Tudela. Era natural de Ejea una de las heroínas del primer Sitio de Zaragoza, Juliana Larena y Fenollé.

Ya en el siglo XX, el movimiento obrero tuvo una presencia importante en Ejea y su comarca, hallándose fuertemente implantada la Unión General de Trabajadores. Los socialistas de las Cinco Villas estuvieron implicados en la sublevación de Jaca y el diputado socialista por Zaragoza, José Algora, había recomendado a Fermín Galán que, desde Jaca, dirigiera sus tropas hacia Zaragoza atravesando las Cinco Villas, que les eran afectas.

A nivel económico, la ciudad se vio fuertemente modernizada a principios del siglo XX. Accedió al transporte en ferrocarril con la construcción del Ferrocarril de Sádaba a Gallur en 1915, lo que abarató el transporte de los productos de la comarca, cuya producción iba a aumentar con las sucesivas ampliaciones del regadío. La construcción del Pantano de Yesa y del canal de las Bardenas, ambos consecuencia directa del Plan Aragón, permitió aumentar drásticamente la producción de cereal y remolacha y motivar la implantación de algunas industrias agroalimentarias. El proyecto del canal es de 1924 y el del pantano de 1926. En 1959 se inauguraron las dos infraestructuras y se construyeron los seis pueblos de colonización de Ejea.

En el fogaje de 1495 —censo del Reino de Aragón ordenado por el rey Fernando el Católico—, Ejea de los Caballeros figura con 411 casas,[8]​ lo que equivale a una población aproximada de 1700 habitantes. En el censo de 1857 su población ascendía ya a 3969 habitantes,[9]​ siendo ya 4.289 los habitantes en 1877.[10]

En los últimos tiempos, Ejea de los Caballeros ha sido uno de los municipios zaragozanos con un crecimiento de población más espectacular. En 1900 contaba con 4627 habitantes, que se duplicaron en los cincuenta años siguientes. Esta cifra ha seguido incrementándose —10 988 habitantes en 1960, 15 364 en 1981— hasta los 17 718 habitantes en 2001, su cenit poblacional. Se trata de un sistema de poblamiento disperso por todo el término municipal.

     Población de hecho (1900-1991) según los censos de población del INE.      Población de derecho (2001 en adelante) según el padrón municipal del INE.

La Iglesia de Santa María de la Corona se alza en la parte alta de la población, en el sitio de un antiguo castillo y próxima a donde estuvo la iglesia de San Juan Bautista. De las dos portadas, sólo la portada sur conserva el estilo románico original, con reminiscencias cistercienses. En este mismo lado sur se observa el hueco de un antiguo sarcófago, el cual tiene en lo alto el ejemplo más antiguo del escudo de la villa de Ejea de los Caballeros. La portada oeste está muy modificada por una readaptación hecha entre 1649 y 1650, que afectó también a la torre-campanario. La composición y estructura de esta portada pertenece al barroco. Destacan los testimonios esculpidos de los dos escudos básicos de Ejea: el de la banda (el más antiguo) y el del caballero.

En cuanto al interior, lo constituye una nave única, cubierta por bóveda de cañón apuntado. El ábside, en la cabecera del templo, es poligonal y se encuentra recorrido por una arquería ciega, con vanos abocinados y cubierta de horno nervada. Las capillas, mejor dicho los arcosolios, se abrieron entre los contrafuertes a partir del siglo XV.

La iglesia de San Salvador, declarada Monumento Nacional en 1931, pertenece al estilo románico de transición hacia el gótico. Del exterior destaca su aspecto de iglesia-fortaleza, muy característico de esta zona, con su torre almenada, el camino de ronda y el coronamiento de almenas. Existe otra torre, inconclusa, que debió añadirse andado el siglo XIV. En el siglo XV se añadió una tribuna exterior en el lado sur.

La portada norte, cobijada bajo un pórtico del siglo XVI, contiene un muestrario escultórico románico, uno de los más significativos del taller del Maestro de Agüero. La portada oeste contiene un tímpano central, con el crismón trinitario aragonés sustentado por dos ángeles.

En el interior de la iglesia se pueden comprobar algunas características de su condición de templo románico de transición al gótico: bóveda central de cañón muy apuntado y ábside poligonal con cubierta de horno nervada, que forma en los lados del polígono grandes arcos apuntados.

En origen, San Salvador era una iglesia de una sola nave. Hacia mitad del siglo XV se agregaron dos capillas a cada lado del presbiterio, en la zona del altar. El resto de las capillas se abrieron a partir de 1545 por deseo de Hernando de Aragón, arzobispo de Zaragoza e hijo del rey Fernando el Católico. A finales del siglo XVIII se sobreañadió la capilla de El Voto.

La fisonomía actual del templo arranca de 1765, aunque ya desde el siglo XIII —existe un documento de 1245— se constata la presencia de una ermita aquí. La arquitectura, tanto del exterior como del interior, es de estilo barroco.

La iglesia está construida en sillería y la planta es de cruz latina. Desde el punto de vista arquitectónico, lo más destacable del interior es la solución de la planta de cruz latina. Sobre el crucero se halla una linterna octogonal apoyada sobre pechinas. Existe una nave central bien definida, junto con amplios brazos del crucero. A ambos lados de la nave central y hasta dicho crucero, se encuentran dos pequeñas capillas que se comunican mediante vanos. La cabecera es plana.

La mayoría del arte mueble de la Iglesia de Nuestra Señora de la Oliva procede de conventos ejeanos desamortizados y de iglesias y ermitas ya desparecidas.

En el casco urbano de Ejea hay una buena muestra de caserones de estilo aragonés, destacando la Casa del Carlista, actual sede de la Oficina Delegada del Gobierno de Aragón, y la Casa Bentura.

El museo Aquagraria, situado en la Ciudad del Agua frente al Recinto Ferial, presenta la relación existente entre agua y agricultura, tanto a nivel global como a nivel comarcal.De especial interés es la sección dedicada a maquinaria agrícola, que conforma la mayor colección existente en España hasta el momento y que abarca todo el periodo contemporáneo mediante piezas datadas desde principios del siglo XIX hasta la actualidad. Además de museo se ha convertido en un centro para la celebración de todo tipo de eventos relacionados con el sector agrícola, cultural, empresarial, turístico, entre otros.

Otro espacio museístico, La Espiral, se encuentra en el barrio de La Corona. En él se explica, a lo largo de una gran espiral, la historia de Ejea de los Caballeros desde la prehistoria hasta la actualidad.

El Museo Etnológico Miguel Longás exhibe objetos diversos de la artesanía textil, diferentes piezas relacionadas con antiguos oficios —herrero, calderero o esquilador—, instrumentos relacionados con la carpintería tradicional, y útiles de la viticultura. También contiene una cocina tradicional.

Es una conmemoración religiosa devota que los ejeanos repiten cada 14 de enero. Arranca de un hecho ocurrido hace más de doscientos años. Entre 1770 y 1773, Ejea sufrió un brote epidémico que causó un aumento preocupante de la mortalidad, extendiendo el miedo entre la población. Vista esa tesitura y ante la ineficacia de los medios sanitarios de la época, el Concejo General de la Villa pidió al Capítulo Eclesiástico que sacase en procesión la imagen de la Purísima Concepción. Un 14 de enero de 1773 tuvo lugar dicha procesión rogativa, produciéndose seguidamente la remisión de la epidemia y su práctica finalización. Es entonces cuando los ejeanos, en agradecimiento a la Virgen, instituyeron el Voto a la Purísima, que todavía hoy se conmemora todos los 14 de enero.

Tiene un carácter eminentemente civil y conmemora la extensión del regadío a las tierras ejeanas merced a la construcción del canal de las Bardenas (1959). El fin de semana que sigue a Semana Santa, se celebra esta fiesta, que cuenta, además de los festejos populares, con un elemento primordial: El Certamen Coral de Ejea de los Caballeros. Este certamen de música polifónica de carácter nacional se puso en marcha el 12 de abril de 1970, congregando a partir de esa fecha a multitud de corales de toda España. Lo que comenzó como un pequeño concurso se ha convertido en la actualidad en uno de los mejores concursos de música coral de España.

En las Fiestas del Agua también destaca cada año el Aguachumei Festival, que consiste en una comida popular organizada por Interpeñas Ejea, seguida de actividades hasta altas horas de la madrugada. Este festival fue creado con el fin de atraer a la gente durante las Fiestas del Agua, ya que durante los últimos años, solo se celebraban con la realización de pequeños actos culturales.

En 2018, el Aguachumei Festival cumplió su décima edición, confirmando así el gran éxito de la idea que tuvieron las peñas de la localidad en 2008 y que consistía en reavivar unas fiestas, que con el tiempo habían ido perdiendo el interés de la población.

Se celebran el 24 de junio, aunque suelen tener una duración de tres o cuatro días. Se las puede englobar dentro de todas aquellas fiestas mediterráneas relacionadas con el solsticio de verano y el fuego. Sobre la primitiva celebración pagana se acomodó la advocación religiosa de san Juan. Este es el patrón más antiguo de Ejea, pues se constata justo después de la reconquista cristiana. Las verbenas populares, las vaquillas, las charangas y, por supuesto, las hogueras son actos que invitan a compartir la alegría.

En la noche de San Juan, después de asistir a la hoguera realizada en el barrio de la Corona y quemar los malos recuerdos vividos durante el año anterior, es muy típico ir a la Fuente de Bañera a «sanjuanarse» debido a que sus aguas son puras (en el pasado fueron aguas medicinales).

Suelen comenzar el último fin de semana de agosto y acaban el primer fin de semana de septiembre. Se vinculan a la tradición de las fiestas de la cosecha. La advocación a la Virgen de la Oliva es muy antigua: al menos desde 1245 la ermita de su nombre tenía dotación de tierras en nuestra villa. Durante los días que duran las Fiestas Mayores, además de las celebraciones religiosas, existe una gran variedad de actos: encierro de reses bravas y feria taurina, actividades deportivas, verbenas populares, juegos para niños y entretenimientos para la Tercera Edad.



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