Diluvio universal es el nombre de una supuesta inundación mundial relatada en textos de algunas antiguas culturas.
De manera específica suele utilizarse para la narración de dicha catástrofe contenida en el primer libro de la Biblia, conocido como Génesis. En este relato, Dios emite su juicio contra la humanidad a causa de sus pecados, provocando el anegamiento de "toda la tierra", salvándose en un arca de madera, y por voluntad divina, solo el patriarca Noé y su familia, junto con parejas de animales escogidos para tal fin. Un precedente sumerio a este relato bíblico, muy similar, pero en el contexto politeísta de la Mesopotamia, es mencionado en el Poema de Gilgamesh, en el cual el único sobreviviente es Utnapishtim, según su nombre en Babilonia y Asiria, también llamado Ziusudra en sumerio o Atrahasis en acadio.
La aceptación de la historia bíblica como el relato de un hecho real, varía entre los exégesis y las comunidades religiosas, desde aquellos que aceptan toda la historia literalmente hasta quienes la ven como una alegoría, pasando por los que piensan que puede existir alguna base histórica que diese origen al mito. Sin embargo, un diluvio universal, tal como se describe en el Génesis, es incompatible con los conocimientos científicos, en especial con los datos geológicos y paleontológicos, una postura que incluso sostienen quienes defienden la historicidad del mito. En lo que se refiere a la universalidad aparente de estos mitos, en algunos casos con detalles casi idénticos, puede ser explicada por la difusión del mito mesopotámico, basado en una catástrofe local, y por la existencia de numerosas inundaciones en distintos lugares del mundo, cuyo recuerdo se entremezcló con las fuentes bíblicas y clásicas.
El relato de un diluvio ha sido parte de varias culturas a lo largo de la historia de la humanidad, siendo una de las primeras versiones la del diluvio universal de Mesopotamia.
La versión más antigua de una alegoría o historia sobre un diluvio universal se encuentra escrita en la historia de Utnapishtim (dentro del Poema de Gilgamesh) escrito aproximadamente en el 2100 a. C.
Básicamente el texto mesopotámico relata lo siguiente: Enlil decide destruir a la humanidad porque le resultan molestos y ruidosos. Ea advierte a Uta-na-pistim para que construya un barco. El barco se deberá llenar de animales y semillas. Llega el día del diluvio y toda la humanidad perece, excepto Uta-na-pistim y sus acompañantes. Uta-na-pistim se da cuenta de que las aguas bajan y suelta un cuervo el cual revoloteaba sobre las aguas yendo y viniendo hasta que se evaporaron las aguas de la tierra. Uta-na-pistim hace una ofrenda a los dioses y estos quedan satisfechos por el sacrificio. Un relato muy similar es narrado en tablillas sumerias muy antiguas de la ciudad de Ur, en las cuales el protagonista a quien Enki/Ea previene del diluvio es Ziusudra. Lo mismo podemos ver en un relato de origen acadio, titulado Atrahasis, poema épico que relata desde la creación hasta el diluvio universal.
En la tradición judeocristiana, el diluvio se narra en el Génesis, donde se cuenta cómo Noé construyó un arca en la que salvó a su familia y también tomó siete en siete, el macho y su hembra, y de toda bestia que no es limpia solamente dos, el macho y la hembra. (Génesis 7:2), siendo los únicos sobrevivientes en todo el mundo.
En la narración del Génesis se indica no solo la duración de la lluvia (40 días) sino también el total de días hasta que el arca se posó en los montes de Ararat (150 días), pero se deduce que son 5 meses (de 30 días). Primeramente, en Génesis 7:11-12 se detalla que se inició el día 17 del 2º mes del año 600 de Noé y que el agua estuvo cayendo durante 40 días y 40 noches, y en Génesis 8:2-4 que, después de 150 días, las aguas comenzaron a descender y el arca se posó el día 17 del 7º mes. Así, entre el día 17 del 2º mes y el día 17 del 7º mes van 5 meses, y distribuyendolos en 150 días dan a 30 días cada mes. Y se distinguen dos periodos, el primero de 40 días de lluvia y el segundo de 110 días hasta que el arca varó.
En Mateo 24:37-39, Jesús habla con sus discípulos y cita el Diluvio como un suceso real, para que extraigan una lección para el futuro. En sus cartas, el Apóstol Pedro también lo menciona (1 Pedro 3:20 y 2 Pedro 2:5,6; 3:5-7). El Apóstol Pablo lo incluye como ejemplo de fe en Hebreos 11:7. Dios mismo lo cita en Isaías 54:9 como garantía de que no se indignará con su pueblo.
Igualmente, en otros textos judeocristianos considerados apócrifos, tales como el Libro de Enoc, se muestra que la historia del diluvio no solo fue un castigo hacia los hombres que obraron mal, sino principalmente en contra de un grupo de ángeles llamados vigilantes, y los hijos gigantes de estos llamados nefilim. Estos seres, según estos textos, habrían sido los causantes de un gran daño y desequilibrio entre los hombres, por lo que Dios habría decidido castigarlos y limpiar la tierra del mal producido por ellos, mandando este diluvio.
De esta forma se unirían las historias de estos seres nombrados en el Génesis con el diluvio que comienza en el Génesis. Esta versión del diluvio bíblico se vería apoyada por un pasaje de la Biblia en el Libro de la Sabiduría (un libro Deuterocanónico), que cuenta que al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo se refugió en una balsa (el Arca); y en ella estuvo la semilla de una nueva humanidad (Sabiduría 14:6).
Según la Hipótesis documentaria, los cinco libros del Pentateuco —Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio— fueron editados conjuntamente en el siglo V antes de Cristo de cuatro fuentes independientes. La narración del Arca se cree que fue hecha a partir de la fuente sacerdotal y de la Yavista. La Yavista es la más antigua de las dos, redactada en el reino de Judá de textos y tradiciones incluso más antiguos, poco después de la separación de Judá de Israel en el año 920 a. C. La narración yahvista es mucho más simple que la historia sacerdotal: su Dios único envía su diluvio (por 40 días), Noé y su familia y los animales se salvan (siete de cada animal limpio), Noé erige un altar y hace sacrificios, y Yahveh decide que nunca más matará a los seres vivientes por agua. La fuente Yavista no menciona un pacto entre Yahvé y Noé.
Se cree que el texto sacerdotal ha sido redactado en algún momento entre la caída del reino norteño de Israel en 722 a. C. y la caída del reino sureño de Judá, alrededor de 586 a. C. El material de fuente sacerdotal contiene muchos más detalles que la Yavista— por ejemplo, las instrucciones para la construcción del Arca, y la cronología detallada— y también suministra el centro teológico vital de la historia, el pacto entre Yahweh Sabaoth y Noé en Gen 9:1–17, que introduce el método peculiarmente judío del ritual del sacrificio, y que forma el do ut des para la promesa de ese dios de no destruir al mundo otra vez. Es la fuente sacerdotal la que nos da el cuervo (la Yavista tiene la paloma) y el arco iris, y la que introduce las cataratas del cielo (la Yavista simplemente dice que llovió). Como la fuente Yavista, el autor del texto sacerdotal (que se cree habría sido un solo autor, un miembro del sacerdocio aaronita de Jerusalén) habría tenido acceso a los textos y tradiciones antiguos y que ahora están perdidos.
El tema de la historia del Arca, de la ira de Yahveh Elohim por la maldad del hombre, su decisión de embarcarse en una terrible venganza y su posterior arrepentimiento, son típicos del autor o autores Yavistas, quienes tratan a su dios como una figura humana que aparece en persona en la narración bíblica. En contraste, la fuente sacerdotal normalmente presenta a su dios como distante e inaccesible, excepto a través del sacerdocio aaronita. Así, por ejemplo, la fuente Yavista requiere siete de cada animal limpio para permitir los sacrificios de Noé, mientras que la fuente sacerdotal reduce esto a una simple pareja, ya que no se pueden hacer sacrificios bajo las reglas sacerdotales hasta que se crea el primer sacerdote (Aarón) en los tiempos del Éxodo.
Aunque la mayor parte de las opiniones referentes al diluvio del génesis bíblico-mesopotámico se inclinen a pensar que tiene un origen mítico, el estudio científico no está totalmente de acuerdo de que absolutamente todos los aspectos no sean reales. En este sentido, los registros caldeos y bíblicos son los únicos registros que especifica lugares y períodos bien definidos que se pueden utilizar para un análisis científico. Un ejemplo de ello es que, según la historia descrita en la Biblia, la zona donde se ha posado el arca de Noé habría sido la región montañosa de Urartu (actual Armenia y Anatolia), según el relato caldeo en el monte Nisir de la cordillera de los montes Zargos (aunque la tradición cristiana posterior convirtió arbitrariamente la región de Ararat en el monte Ararat).
Sin embargo, la mayoría de científicos no creen que haya ocurrido un diluvio o inundación mundial que haya abarcado todo el planeta. Algunos de ellos teorizan sobre un posible diluvio o gran inundación en el pasado, pero ocurrido solo en una zona geográfica específica del planeta. Debido a ello hay varias hipótesis que, en efecto, indican que en un período temprano de la existencia del ser humano, cuando ya existía el lenguaje, sucedió posiblemente alguna clase de catástrofe natural que se puede asociar a una inundación o diluvio que, aunque no abarcó todo el planeta, sí pudo haber sido el origen del mito. Entre estas hipótesis se podrían incluir:
Referente a la existencia del Arca, existe la versión no comprobada de que «en el siglo XX fueron encontradas en la cumbre del monte Ararat pruebas fehacientes de restos de una embarcación aceptadas por la arqueología».[cita requerida] Las presuntas pruebas apoyadas por grupos creacionistas serían las siguientes: en los últimos cincuenta años, tras la aparición de unas polémicas fotografías en las que, según algunos investigadores, se apreciaban en las estribaciones de esta montaña formaciones naturales que ellos creen que podría ser restos de madera que habrían pertenecido a dicha Arca, las cuales no fueron consideradas concluyentes arqueológicamente. En 1950, el alpinista francés Fernand Navarra encontró restos de madera cuyo análisis mediante carbono 14 en distintos laboratorios ubicó la edad de los trozos de madera entre 650 y 760 DC, con un margen de error de 100 años. Sin embargo, aparte de ser un trozo de madera, no hay ninguna prueba científica que demuestre que haya sido usada en la construcción de un Arca. Del mismo modo, en la parte más elevada del Monte Ararat, en la zona este de Turquía, se postula que existen imágenes que se atribuyen a una gran “anomalía” que podría ser el Arca de Noé, de acuerdo a las investigaciones que Porcher Taylor ha venido realizando con imágenes satelitales desde hace 13 años. Sin embargo, tampoco ha sido corroborado arqueológicamente, y geológicamente se ha señalado que es solo una formación natural. Casi todos los años aparecen nuevas posibles arcas de Noé, sin que ninguna de ellas se hayan demostrado su veracidad
Las historias sobre un diluvio bíblico, o su versión de Mesopotamia, no son las únicas historias sobre esta temática. Así, igualmente existen otras historias de diluvios en otras culturas del mundo. En las historias griega e hindú aparece también la ayuda divina y un barco o arca.
Estas historias son las siguientes:
La Gran Inundación de Gun-Yu, también conocida como el mito Gun-Yu,emperador Yao. Se han fechado en el año 1920 a.C. evidencias arqueológicas de un gran diluvio que destruyó el yacimiento de Lajia en las partes altas de la garganta del río Amarillo. La fecha de datación es poco antes de la aparición de la cultura de Erlitou en el valle medio del río Amarillo y de la cultura de Yueshi en Shandong, tras el declive de la cultura de Longshan en la Llanura del Norte de China. Los autores sugieren que esta inundación podría haber sido la base para el mito posterior, y haber contribuido a la transición de culturas. Coinciden además que la temporización es una evidencia más para la identificación de la dinastía Xia con la cultura de Erlitou.
fue una gran inundación que se prolongó durante al menos dos generaciones, lo cual originó grandes migraciones entre otros desastres, como tormentas y hambrunas. La gente abandonó sus hogares para vivir en la parte alta de las montañas. Según las fuentes mitológicas e históricas, se fecha tradicionalmente en el tercer milenio a.C., durante el reinado delEn las Escrituras védicas de la India encontramos a un rey llamado Svayambhuva Manu, que fue avisado del diluvio por una encarnación de Visnú en forma de un gigantesco pez (Matsya Avatar). Matsya arrastró el barco de Manu y lo salvó de la destrucción. El diluvio hindú fue mucho más devastador, ya que el agua no provenía de las nubes de este planeta, sino que se trataba de una creciente del océano que se encuentra en el fondo del universo.
La mitología griega relata la historia de un gran diluvio producido por Zeus, quien había decidido poner fin a la existencia humana, por haber aceptado el fuego que Prometeo había robado del Monte Olimpo. Deucalión y su esposa Pirra fueron los únicos supervivientes. Prometeo le dijo a su hijo Deucalión que construyese una embarcación, en la cual dispusieron todo lo necesario, y así sobrevivieron. El mito menciona que el diluvio fue ocasionado por el viento Austro (del sur): "solo se dio salida al Austro, el cual se precipitó a la Tierra cargado de lluvia" [2]. Al terminar el diluvio, y una vez que se secó la tierra y las aguas retrocedieron al mar, el arca de Deucalión se posó sobre el monte Parnaso, en donde estaba el oráculo de Temis (Apolo aún no había nacido). Deucalión y Pirra entraron en el templo para que el oráculo les dijera qué debían hacer para volver a poblar la Tierra, y la diosa solo les dijo: «Vuélvanse hacia atrás y arrojen los huesos de su madre.» Deucalión y su mujer adivinaron que el oráculo se refería a las rocas. De esa forma, las piedras arrojadas por Deucalión se convirtieron en hombres, y las arrojadas por Pirra en mujeres.
Islámica
El Corán también menciona un diluvio como una lluvia torrencial (Corán 54.11) enviada al pueblo de Nuh (Noé) como castigo. La razón fue que el pueblo de Nuh practicaba el politeísmo dando culto a varios dioses como Wadd, Suwaa, Yagut, Yauq y Nasr (71.23). El propio Noé le pide a Alláh que no deje con vida a ningún infiel (71.26). Al arca se la menciona como embarcación o nave. Alláh abre las puertas del cielo y hace manar fuentes en la tierra (54.11), una escena muy semejante a la del Génesis 7.11, aunque uno de los detalles que diferencia a ambos relatos es que mientras el Génesis cuenta que la mujer de Noé entró con él en el arca y se salvó, en el Corán se dice que no se salvó pues traicionó a Nuh (a quien Alláh consideraba siervo justo) y que por eso Alláh la consideró ejemplo para los infieles (66.10). Alláh da la orden de inicio de la inundación y le dice a Noé que meta a su familia en la nave salvo a aquel cuya suerte ya ha sido echada (11.40). También uno de los hijos de Noé se resiste a subir a la nave argumentando que podrá refugiarse en una montaña, pero termina ahogándose (11.43). Cuando la tierra tragó el agua y el cielo escampó, la embarcación se posó en el Chudi (11.44), lo que en Génesis se llama “los montes de Ararat” (Gén 8:4). Entonces Alláh suscitó otra generación (23.31).
El alma de los hombres se vio invadida por la codicia, la ambición, el egoísmo, el hambre y la sed de poder para doblegar a sus semejantes y así concentrar en pocas manos todas las riquezas.
La lucha despiadada entre unos y otros comenzó a crecer con los días y los meses, a tal punto que se fue generando un clima de violencia entre hermanos, con lo cual las sabias prédicas de Bochica se fueron olvidando.
Entonces Chibchacún, dios del bien y el mal, tiñó inicialmente los cielos con nubarrones negros. Luego hizo retumbar relámpagos y truenos que llenaban de susto a los habitantes de la comarca.
Cuando los indígenas se vieron cautivos de la tormenta, decidieron no salir de sus chozas.
Entonces, una llovizna monótona como letanías de agua, empezó a enceguecer el horizonte. Esta llovizna se transformó en lluvia franca que desembocó en un torrente interminable de aguas borrascosas que amenazó con inundar la Sabana. A los pocos días se había precipitado un violento aguacero, acompañado de rayos y truenos incesantes. La furia de Chibchacún se sentía por los cuatro puntos cardinales. Hacía mucho tiempo que Bochica había desaparecido del panorama.
Los ríos y las lagunas del altiplano comenzaron a desbordarse y el volumen del agua a ascender amenazadoramente.
En pocas semanas el diluvio había arrastrado viviendas, árboles, cultivos y animales. La fuerza del agua los empujaba hasta los cerros orientales. Los hombres y las mujeres alcanzaron a huir con sus hijos cargados y algunas pertenencias hasta las cimas de algunos montes, mientras imploraban a los cielos el perdón por sus desmanes y debilidades.
Millares de criaturas temblorosas, tomadas de las manos, asustadas y arrepentidas, contemplaban desde las cumbres de las montañas que rodeaban la Sabana el enor me lago que minuto a minuto crecía bajo el cielo ennegrecido por la tormenta. En coro unánime, rogaban a los dioses que cesara la borrasca. De un momento a otro vislumbraron un rayo de luz en el horizonte. La figura inconfundible de Bochica, con su túnica, cabellera y barbas blancas, apareció sosteniendo en su mano derecha una vara que blandía hacia el cielo.
Al instante la lluvia cesó, los truenos se acallaron, el cielo se despejó y se fue tornando azul.
Bochica se dirigió hacia una inmensa roca junto a la cima del cerro y mientras balbuceaba algunas palabras, tocaba las enormes piedras con su cayado, en medio del silencio abrumador de la comunidad.
La colosal roca, al contacto con la vara de Bochica, se fue abriendo por la mitad hasta formar un estrépito ensordecedor. Enseguida, fueron cayendo al lado opuesto del lago millares de piedras hasta formar un gigantesco orificio que conducía a un abismo. Las aguas de inmediato se precipitaron hacia el infinito como si fueran un potro de aguas negras salpicadas de rugidos y espumas. La Sabana volvió a ser la de antes, ahora más verde y más fresca. Por el oriente renació el sol vigoroso y dorado y las gentes comenzaron a gritar y a saltar, dando muestras de alegría y gratitud.
Bochica les hizo una señal con el cayado, indicándoles la mediación entre los terrestres y los dioses y como prueba de ello apareció en el horizonte el arco iris.
Por el abismo salvador brotó lo que hoy conocemos como el Salto de Tequendama. Los muiscas volvieron a sus labores y a sus actividades normales, despojados de maldades y codicias, preparados en su interior para enfrentar más adelante otras tormentas invasoras.
En las tradiciones del pueblo amerindio mapuche, igualmente existe una leyenda sobre la inundación del hogar de este pueblo o del planeta al luchar entre sí dos serpientes, llamadas Tren tren vilu y Caicai Vilu. El pueblo mapuche cuenta entre sus mitos con la fantástica leyenda del diluvio universal que reviste cierta analogía con el diluvio bíblico. Encarnan la leyenda dos serpientes, la llamada Tren tren vilu, protectora de los hombres, y Caicai vilu, enemiga del género humano.
Un día fueron Advertidos por la culebra amiga Tren tren vilu que la culebra enemiga les preparaba un exterminio mediante una terrible salida del mar y les instó a refugiarse en el cerro sagrado que ella habitaba, donde solo unos pocos concurrieron. Producida la inundación, a medida que las aguas subían Tren tren vilu elevaba el cerro hasta acercarse al sol. Los refugiados se salvaron y los que fueron alcanzados por las aguas quedaron convertidos en peces, cetáceos y rocas. Así fue cómo se salvó la humanidad al bajar estos pocos hombres desde el cerro en el que se habían refugiado.
Para los k’iche’s, por ejemplo, la inundación fue producida por Uk’u’x Kaj (“Corazón del Cielo”) o Jurakan, Madre y Padre de los dioses, a fin de destruir a la raza de hombres de madera (Recinos 1984: 94-98; Christenson, 2003: 85-90). Fray Bartolomé de las Casas (1967, II:507) refiere también que entre los q’ekchi’s de Verapaz “había noticia de un diluvio y del fin del mundo, y llámanle Butic, que significa diluvio de muchas aguas y quiere decir juicio, y así creen que está por venir otro Butic, que es otro diluvio y juicio, no de agua, sino de fuego, el cual dicen que ha de ser el fin del mundo, en el cual han de reñir todas las criaturas.”
Semejante al anterior es un pasaje contenido en la Relación de la ciudad de Mérida (De la Garza, 1983, I: 72), mismo que confirma la creencia en diluvios sucesivos de agua y fuego, como también en un caimán que simbolizaba la inundación y la tierra.
En la obra "Historia de la América Central" de Enrique Gómez Carrillo, de 1906, donde el autor recopila documentos de la conquista y la colonia, principalmente del fray Francisco Ximénez, se describe cómo, a la llegada de los primeros misioneros cristianos, encontraron paralelos en los temas de la torre de Babel, las tribus perdidas, la caída de Lucifer, los viajes de evangelización de los apóstoles y, por supuesto, el diluvio universal. En un fragmento se describe de cómo el cacique de Nicaragua, sosteniendo un diálogo con Gil Gonzáles de Ávila, preguntó si ellos en sus historias, también tenían noticia del diluvio que había destruido el mundo antiguo.
En el manuscrito mexica denominado Códice Borgia (Códice Vaticano), se recoge la historia del mundo dividido en edades, de las cuales la última terminó con un gran diluvio a manos de la diosa Chalchitlicue.
En mitología incaica, Viracocha destruyó a los gigantes con una gran inundación, y dos personas repoblaron la Tierra: Manco Cápac y Mama Ocllo. Únicamente sobrevivieron en cuevas selladas.
En el lago Titicaca, donde habita un grupo de indígenas conocidos por el nombre de uros o urus, existe una leyenda local que dice que, después del diluvio universal, fue en el lago Titicaca donde se vieron los primeros rayos del Sol.
Para los Kawesqar, o Alacalufes, de Tierra del Fuego, una gran inundación tuvo lugar en el mundo cuando un joven cazó, para regalarle una buena comida a su novia, a una nutria (o coipo, según otra versión) que por tabú no podía ser cazada. Ésta era una criatura protegida por el espíritu de las aguas, quien, dolido por esta afrenta, hizo subir el mar para vengarse de toda la humanidad. Al final del relato, el joven y su novia se salvan al subir a elevados cerros. Luego son ellos los encargados de repoblar la tierra.
Según una tradición de los taínos del Caribe, Yukiyu o Yukahua,"dios", creó una gran inundación. Se dice que se salvaron gracias a que se albergaron en el bosque fluvial del Yunque.
La Mitología guaraní de los nativos de América del Sur sostiene que durante el tiempo conocido como "Yvy tenonde" (primera tierra), los hombres y los dioses convivían libremente en ésta en abundancia y no existían enfermedades o penurias...
Hasta que un hombre llamado Jeupié transgredió el tabú máximo: el incesto, al copular con la hermana de su padre. Este hecho fue castigado ejemplarmente con un diluvio (Mba'e-megua guasu) que destruyó aquella tierra primera y produjo la partida de los dioses hacia su morada celestial.
Ñamandú, dios principal de los guaraníes, decide crear entonces una segunda tierra, aunque imperfecta. Solicita entonces la ayuda de Jakairá quien esparce una bruma vivificante sobre la nueva tierra. Los sobrevivientes del diluvio pasan a habitar esta tierra donde ahora existen la enfermedad, los sufrimientos y la muerte.
Desde entonces los hombres habitantes de la "nueva tierra" conocida como Yvy Pyahu están condenados a la eterna búsqueda de aquella primera tierra perdida que llaman: "Yvymara'neỹ" (Tierra Sin Mal).
La tradición del pueblo rapanui de la Isla de Pascua dice que sus ancestros llegaron a la isla escapando de la inundación de un mítico continente o isla llamada Hiva.
En la nación africana de Chad, la tribu moussaye en su mitología cuenta la historia de que una vez una familia vivía en un lugar remoto, y que cierto día, la madre quiso preparar una comida opípara para su familia; así que tomó el mortero con su majador para moler el grano y hacerlo harina. (En aquel tiempo el cielo estaba mucho más cerca que ahora. En efecto, si se alargaba la mano, podía tocarse.) Majó el grano con todas sus fuerzas; sí, machacó el mijo y lo hizo pronto harina. Pero al moler, la mujer se descuidó y alzó el majador tan alto que hizo un agujero en el cielo. En el acto empezó a caer a la tierra mucha agua. No era una lluvia normal. Llovió durante siete días y siete noches hasta que toda la tierra quedó anegada. Conforme caía la lluvia, el cielo se iba levantando, hasta que llegó a la altura inalcanzable que ahora tiene. Desde entonces perdimos el privilegio de tocar el cielo con la mano.
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