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Alfarería



Alfarería (en árabe: alfaharería)[1]​ es el arte de elaborar objetos de barro o arcilla y, por extensión, el oficio que ha permitido al ser humano crear toda clase de enseres y artilugios domésticos a lo largo de la historia. En el Occidente culturalmente tecnológico la alfarería popular, cacharrería ruda y evocadora obra de artesanos barreros ha pasado en gran medida a convertirse en artículo decorativo y de coleccionismo y en materia de interés etnográfico, sumado a su valor arqueológico.[2]

La industria alfarera, además de la vajilla y la cacharrería, abarca la azulejería sencilla, la tejería, la ladrillería y la fabricación de baldosas sin esmaltar.

Popularmente, alfarería es sinónimo de cerámica, si bien suele denominarse y aplicarse el término cerámica a un conjunto de técnicas más depuradas en que intervienen varias cocciones de la pieza, esmaltados más sofisticados y decoración más fina.[3]​ Otras técnicas cuyos términos se asocian a la alfarería y la cerámica son la loza y la terracota.

Alfarería y cerámica son dos términos en permanente conflicto semántico (véase semántica lógica). Ambos se usan para definir el conjunto de actividades artesanales, artísticas e industriales a partir del barro cocido, así como el producto o los productos de las mismas y su cultura.[nota 1]

En general, en los diccionarios (ideológicos y de sinónimos) y los manuales léxicos "alfarería" aparece redirigida o referida a "cerámica", dándosele así a esta última mayor valor troncal.[nota 2]

La palabra alfarería, como alfar, proviene del árabe hispánico alfaj jár, ‘barro’, y este del árabe clásico en árabe, فَخَّار‎, romanizadofaj jar, lit. 'alfarería', y a su vez del hebreo hhafar (tierra, barro).[4]​ En 1789 se documenta «alfaharería» y en 1866, «alfarería», finalmente. Por su parte, apoyándose en el Diccionario de Autoridades, el Diccionario de la lengua española conserva el término «alcaller» (para «alfar» y «alfarero») y «alcallería» (conjunto de vasijas de barro).[5][6]

Por otro lado, «cerámica» procede del griego antiguo κεραμική (keramiké), femenino de κεραμικός (keramikós, hecho de arcilla), "cerámico",[7]​ que designaba originalmente al barrio de los alfareros de la antigua Atenas, Kerameikos, al noroeste de la Acrópolis.[nota 3]

Si bien Nebrija, en el umbral del siglo xvi, ya utilizó el término griego ceramion, se le atribuye al arqueólogo Giovanni Battista Passeri la responsabilidad de incluir la voz cerámica en el contexto lingüístico moderno en una obra impresa en Venecia en 1768.[8]Joan Corominas anota de que dicho vocablo llegó a España en 1869, un siglo después.[9]

Emilio Sempere hace una distinción de cantidad y calidad, proponiendo que "la alfarería es la cerámica popular, la más corriente, la que se hacía en los pueblos para uso popular. Después vino la cerámica, todo aquello que es decorado, con carácter suntuario, artístico."[10]

En conjunto, las definiciones con más peso oficial, luego de coincidir en que ambos términos se refieren al arte de elaborar objetos de barro, relacionan la "alfarería" con los espacios de fabricación y venta, y a la "cerámica" con el conjunto de objetos y sus vertientes científicas asociadas a la arqueología.[nota 4]

En un manual clásico de términos de arte,[11]​ ambos términos se relacionan con el "arte y técnicas del barro y la arcilla"; dándole preferencia a la "alfarería" en esta acepción y reservando a "cerámica" la definición de los objetos fabricados con dichas características y haciéndolo extensivo a otros términos más concretos como: loza, porcelana, mayólica y terracota.[nota 5][cita requerida]

Alfarería de basto, generalmente referida al obrador donde se producen piezas sin vidriar de escasa calidad.

Alfarería de fino, referido a los alfares con producción más cuidada, aunque no necesariamente vidriada.

Alfarería popular, también llamada tradicional, enmarcada en lo rural preindustrial. Engloba todo tipo de cacharrería utilitaria, funcional y barata. Su entorno, originalmente, era local: arcillas y combustibles del lugar, obradores anexos o incluso dentro de la vivienda, técnicas elementales; pero con el tiempo ha incluido también la fabricada con recursos modernos pero respetando el espíritu tradicional de las piezas y su simbolismo.

Los primeros objetos de alfarería se remontan al período Gravetiense (Paleolítico Superior) y se trata de pequeñas representaciones de divinidades maternales y de culto a la fertilidad como la llamada Venus de Dolní Věstonice datada cerca de 29 000-25 000 a. C.[17]​ Una de las piezas más antigua que se conoce es una vasija del período Jōmon de la época de la prehistoria del Japón (10 000-8000 a. C.), pieza que actualmente se expone en el Museo Nacional de Tokio. Su nombre se le da por las marcas de cuerda con el que está decorada.[18]​Se han encontrado otras evidencias en la cuenca del río Amur en Rusia que han revelado rastros de cerámica que datan del 14 000-13 000 a. C.[19][20]​ Existen trozos de alfarería encontrados en el sur de China que fueron datados por carbono 14 a finales de 1990 y que se fecharon entre el 9000 y el 14 000 a. C., en nuevas excavaciones realizadas en la cueva Xianrendong en la Jiangxi los nuevos encuentros se remontan hacia el 20 000 a. C.[21]

Una de las técnicas que caracterizan las culturas neolíticas, y que se considera una prueba para la ordenación cronológica, es la cerámica o arcilla modelada. Las pequeñas figuras de arcilla cocida ya se encontraban en el Paleolítico Superior,[22]​ aunque es en el Neolítico cuando aparece el vacío a partir del trabajo con arcilla y, por tanto, se encuentra una utilidad en las vasijas, que se usan para la elaboración de los alimentos cocinados al fuego. En el Próximo Oriente, se ha encontrado cerámica de uno o dos milenios anteriores a la aparición del cultivo de los cereales, por lo que esta asociación del nacimiento de la alfarería con la práctica agrícola y culinaria se encuentra aún dentro de una cierta confusión.[23]

Los primeros artesanos especializados aparecieron en Mesopotamia, que inventaron las herramientas para trabajar mejor la arcilla, como el torno de alfarero y el horno para cocerla hacia el 3400 a. C.[24][25]​ Igualmente en Grecia como en los Balcanes la influencia de la cultura de Anatolia se aprecia en las vasijas con forma de tulipa y con engobe, rojo y blanco. En Grecia empezaron a decorarse las piezas con motivos geométricos, que eran los detalles más habituales junto con reproducciones de plantas y escenas cotidianas, que se hacían imitando el arte de la escultura.[26]

Estrabón y Plinio el Viejo atribuyeron la invención de la rueda del alfarero al escita Anacarsis que murió cerca de 550 a. C. Sin embargo, Homero habla ya de ella en sus obras y se sabe que el padre de la poesía griega precedió en varios siglos al discípulo de Solón. Los toscanos, en tiempo de Porsena, trabajaban tan bien en este arte que sus artefactos se pagaban a un precio más elevado en tiempos de Augusto que los mismos de plata y oro.[27]

En Europa mediterránea las piezas más antiguas son, probablemente, las encontradas en el yacimiento de Camprafaud (Lenguadoc) y Verdelpino (Cuenca), piezas datadas en el VI milenio a. C.; no presentan ningún tipo de decoración. También hay piezas del III milenio a. C. encontradas en Cataluña, Provenza, Córcega y Dalmacia; en este caso, su decoración se basa en la impresión con conchas característica de la cerámica cardial (también llamada «montserratina» por su gran abundancia en el macizo de Montserrat.[28]

Los hallazgos arqueológicos en el Alto Egipto, en la fase Naqada I, hacen suponer que desde el 4500 al 3500 a. C. se practicaba la agricultura. También se enterraban los muertos en tumbas, donde era frecuente el uso de ajuares funerarios entre los que era normal encontrar vasijas de terracota roja con motivos pintados en blanco; las decoraciones que predominaban eran las de tipo geométrico, como por ejemplo triángulos, semicírculos y espigas.[29]​Hacia el 4000 a. C. en el pueblo de Badari se fabricaban vasijas de alfarería de paredes finas y pulidas y del aproximadamente 3600 a. C. se han encontrado grandes cantidades de objetos pintados, con figuras de animales y también con escenas de barcos de remos.[30]

Durante el Neolítico medio, la cultura Dímini, en Grecia, produjo una cerámica con una gran variedad de formas y con una ornamentación policroma, sobre todo de espirales y grecas. Al final de este periodo y a principios del Neolítico final se utilizó una alfarería negra bruñida, de influencia anatólica. El llamado Neolítico danubiano del centro de Europa, que existió a comienzos del V milenio, producía una cerámica que estaba caracterizada por la decoración de «bandas», con unas formas que eran extremadamente sencillas de vasos sin asas y de cuello ancho. Las líneas de la decoración estaban realizadas a base de incisiones paralelas y puntuados.[31]

En el mismo periodo Neolítico, la alfarería doméstica apareció en pequeñas poblaciones como en el yacimiento de Hacilar (oeste de Turquía), estas piezas se reducían en vasijas cocidas a baja temperatura y decoradas con franjas lisas pintadas con arcilla blanca no ferrosa. Del IV milenio son los grupos de alfarería encontrados en los yacimientos de Gumelnitsa, Salcutsa en Rumanía y Tripole y Cucuteni en Ucrania de formas con perfil convexo en la parte superior y cóncavo en la inferior, la decoración era geométrica.[32]

La influencia de dicho tipo de alfarería se aprecia en zonas del Adriático y de Italia con características propias, como las realizadas en Venecia y Lombardía durante el IV milenio. Entre sus peculiaridades, cabe destacar, que son vasos con boca cuadrada. La llegada e influencia de gente de dichas zonas que se establecieron en Cataluña significó la producción de piezas de cerámica similares, como son los vasos de boca cuadrada, que se han encontrado en algunas sepulturas de la llamada cultura de los sepulcros de fosa que hay especialmente por la zona del Solsonés.[33]

En el periodo inicial de la Edad del bronce la mayor parte de las vasijas están realizadas, en la civilización micénica, a mano sin la ayuda de ninguna rueda de alfarero, que fue introducida al final de esta época, consiguiendo con ello una mejor regularidad en la producción. Casi todos las piezas están pulidas con una herramienta que deja unas marcas, la pintura primitiva se hacía con arcilla líquida y las líneas grabadas se llenaban con otra arcilla blanca. En Creta se produjo una técnica de horneado que producía un acabado de las piezas con salpicaduras en rojo y negro. Las jarras con pitorro son comunes durante el estilo cicládico y normalmente realizadas con una pintura mate.[34]

En la antigüedad americana la mayoría de sus pueblos eran agrícolas y, por tanto, sedentarios, lo que hizo que se produjeran grandes cantidades de utensilios domésticos para su uso culinario o de almacenaje. Aunque se utilizaron distintas arcillas según el territorio donde se fabricaban, el horno abierto era el único conocido en toda la América indígena. La técnica de la realización era, en general, a mano, sin ayuda de torno, y se utilizó el molde según la época y la cultura. Las formas son similares, aunque con ciertas particularidades, en las de México, por ejemplo, donde también se utilizaban los cuencos pequeños éstos tenían patas y el fondo rallado con incisiones que servían para moler el chile y otros condimentos. También se realizaron urnas funerarias, sobre todo en el territorio sudamericano.[35]

El origen de la cerámica se produce en la costa de la Ecuador hacia el 3200 a. C. Se hicieron unos estudios por arqueólogos norteamericanos y ecuatorianos, donde se trató de demostrar las semejanzas de esta cerámica con la de la cultura japonesa de período Jōmon. En ambos países, las formas y técnicas tenían relación con sus economías, preferentemente marítimas.[36]​ En Colombia se encuentran hallazgos de cerámica datadas en el año 2925 a. C. con utensilios muy toscos de cuencos semiesféricos. Ollas de color rojizo y negro aparecen en Perú ya en el período un poco más tardío, hacia el 2000 a. C. La cultura Huari, fue una civilización andina que floreció en el centro de los Andes aproximadamente desde el siglo VII hasta el XIII, entre las piezas que destacan se hallan los huacos. Una de las formas más característica de los incas peruanos fue el aríbalo incaico, utilizado principalmente para el transporte del agua.[37]

En los Estados Unidos, destaca la cultura existente en la parte este del país, llamada «del bosque», aparece hacia el 2000 a. C. y es una cerámica con impresiones a base de cuerdas o tejidos, técnica que se realizaba palmeando la superficie de los utensilios con paletas de madera donde se habían enrollado, previamente, cuerdas o tejidos.[38]

Las técnicas se fueron transmitiendo lentamente desde el Oriente Próximo hacia Europa occidental, y también a la península ibérica, con un desfase de unos dos mil años aproximadamente.[39]​ Este proceso evolucionó de acuerdo con una serie de factores:

Según las últimas dataciones, se considera que las cerámicas más primitivas de este ámbito fueron las del tipo cardial, como las de los yacimientos de la Cova de l'Or (4770 a. C.) en Beniarrés, y las de Las Cenizas (4670-4160 a. C.) en Aitana de la Comunidad Valenciana. Otras dataciones obtenidas se remontan al VI milenio, como las halladas en la Cueva Fosca de Ares del Maestrazgo en Castellón, el Abrigo Grande de los Grajos de Cieza en Murcia, la Cueva de los Murciélagos de Albuñol y del Nacimiento de Pontones en Granada.[42]

Hacia el 2000 a. C., grupos de emigrantes orientales se esparcieron por la península ibérica de las costas del sur hacia el interior, desarrollándose la cultura almeriense, que dio origen a la cultura del vaso campaniforme que más tarde se extendería hacia Francia y Alemania.[43]​ Un poco más tarde, hacia el 1700 a. C., apareció la cultura de El Argar, al sur de la península ibérica, donde se han encontrado sepulturas realizadas en tinajas ubicadas en el propio subsuelo de las viviendas, con gran cantidad de objetos, entre ellos, gran cantidad de cerámica. Las tinajas son para personajes individuales, sin ninguna clase de ornamentación, en muchos casos bruñidas y con unas dimensiones de un metro de altura por 70-80 cm de diámetro, las mayores fueron encontradas en la región de Murcia. Se observa que cuando el difunto, como consecuencia de su tamaño, no cabía, se utilizaban dos jarras opuestas por ambas bocas. En estos ajuares funerarios se encuentran diversos tipos de vasijas: las de «tulipa», con base semiesférica y la parte superior cónica, y las «copas», con el pie bajo aunque algunas son de pie alto, con el receptáculo de forma esférica.[44]

Entre el 1300 y el 750 a. C. se produce la llamada cultura de los campos de urnas. El rito de la incineración se introduce en la península a través de los Pirineos en dirección hacia el noreste, en los valles leridanos de los ríos Segre y Cinca; los objetos guardan una gran similitud con los del bajo Aragón y el valle del Ebro. Las cerámicas de referencia son las «acanaladas».[45]

Una de las necrópolis más estudiadas es la de La Punta del Pi en el Puerto de la Selva que contiene unos setenta enterramientos; en la necrópolis de Espolla se han encontrado más de doscientas urnas. Las urnas se colocaban en el centro de la fosa y tienen una dimensión de 25 a 30 centímetros, la mayoría con una tapadera también de cerámica y decoradas con franjas de surcos estriados, de ahí el nombre de acanaladas. La incineración se extendió por el resto de la península, como se puede ver en las necrópolis de la Peña Negra de Crevillente, o en la Meseta Central los hallazgos de Las Cogotas de Cardeñosa en Ávila y de La Osera de Chamartín en Ávila, con más de dos mil enterramientos, donde muchas de sus vasijas se encuentran con incrustaciones de arcilla blanca que forman decoraciones. En Andalucía occidental el tipo de urnas presenta una decoración punteada mientras que en la parte oriental son lisas y bruñidas. En toda la península se encuentra la cerámica negra.[46]

A comienzos de la Edad del Hierro, a la cerámica se añaden pinturas policromas, barnices y se utilizan hornos de doble cámara. La vajilla presenta toda una variedad de formas y decoraciones que han ido adoptando los artesanos del lugar, a partir de las aportaciones realizadas por los fenicios, griegos y cartagineses.[47]​ La cultura de los Tartessos se sitúa entre las ciudades de Huelva, Cádiz y Sevilla y toda la región suroeste de Andalucía; abarca un período que va desde el año 1000 a. C. hasta el 535 a. C., año de la Batalla de Alalia. La señal más evidente en cuanto a la cerámica es el modelado del alfarero y el horno de doble cámara. La decoración es la del tipo Carambolo, o sea, con la influencia geométrica de imitación fenicia y griega y los acabados de las piezas con asas, bordes hacia el exterior y de base plana, detalles que caracterizan la producción de Andalucía occidental. En Carmona se encontraron vasijas decoradas con influencias orientales, probablemente iban destinadas como ofrendas a los dioses y aparecen figuras realistas de grifos, bueyes y pájaros fantásticos.[48]

Las Islas Baleares acompañando a la arquitectura ciclópea de los talayots, navetas y taulas, presentan una cultura determinada donde se encuentran restos de cerámica, que se divide en dos fases: la primera entre el 1400 a. C. y el 700 a. C., y la segunda entre el 700 y el 123 a. C. ya en la época de la invasión romana. La cerámica talayótica proviene principalmente de los yacimientos funerarios donde se han encontrado varios tipos de vasijas, en su mayoría pequeñas, que tienen una forma cónica, con mango, copas, cazoletas, ollas y jarrones con dos asas. La realización es tosca, con el sistema de urdimbre y una textura rústica, que es una consecuencia de la arcilla empleada que contiene una gran cantidad de cuarzo. Esta cultura talayótica solamente se dio en las islas de Mallorca y Menorca. Más tarde, la cerámica imita las formas púnico-cartaginesas que se produjeron a partir del siglo III a. C. y hasta el siglo I a. C. Se encuentran muestras de este tipo de cerámica en la necrópolis del Puig des Molins de la isla de Ibiza.[49]

Los griegos establecieron su comercio con la población ibérica entre el 600-550 a. C., sobre todo con vajillas seriadas. En general, estas piezas eran producidas para el gran consumo, y presentaban una decoración sencilla, lo que demuestra que la economía de la península no era muy buena en comparación con la de los etruscos que si compraban verdaderas obras de arte en cuanto a la cerámica griega. En esta importación peninsular destacan los Kílix, de un tamaño entre 10-15 centímetros de diámetro y con una base de unos 10 centímetros, la mayoría de estas piezas se han encontrado en Valencia y al sureste de la península. Esta vasija, junto con las cráteras, son las piezas más reproducidas por los alfareros ibéricos junto con pequeños cántaros del tipo askos.[50]​ Los vasos griegos encontrados en Ampurias representan más del setenta y cinco por ciento del total de los vasos encontrados en España.[51]

Durante más de cinco siglos, los griegos, celtas, iberos y cartagineses se yuxtaponen por toda la península. Las diferencias entre las diversas regiones son evidentes y se conservan hasta la Edad Contemporánea. La cerámica evoluciona a partir de la llegada de los recién llegados que se establecen en el territorio y que enseñan nuevas técnicas artesanales, así como nuevos hábitos en la agricultura y en la cultura culinaria.[52]

Los griegos fueron los que denominaron con la palabra Iberia las costas occidentales del Mediterráneo y, por tanto, los íberos eran sus habitantes. Según las excavaciones arqueológicas la zona comprendía desde Narbona hasta el valle alto del Guadalquivir. La arqueología agrupa la producción de cerámica en cinco áreas: Murcia, Valencia, Aragón, Cataluña (con el sur de Francia), y una gran parte de Andalucía y de Castilla-La Mancha.[53]

Entre los siglos VI a. C. y V a. C. se produce una concentración de poblamientos. Se crean nuevas pinturas para la decoración de las vasijas, obras en las que se aplican tierras naturales a base de óxidos minerales, la presencia de hierro proporciona colores anaranjados y rojizos a las piezas. El material de los pinceles es pelo animal, especialmente de la barba de la cabra. Las decoraciones van desde simples bandas geométricas a motivos florales, hasta figuras zoomórficas de caballos, toros, peces o perros, y antropomórficas, con damas y guerreros como personajes. En las alfarerías ibéricas, el mismo autor de la vasija era quien también pintaba la pieza, al contrario de los alfareros griegos que disponían de pintores para realizar las decoraciones de las piezas de artesanía.[54]

Cuando Hispania cae bajo la potestad de Roma, el oficio de alfarero experimenta un gran desarrollo. No solo llegan a la península grandes cantidades de cerámica, sino también operarios que traen e implantan su técnica y su saber. A partir del siglo I a. C., procedente de la Magna Grecia, se introduce en todo el territorio las primeras vajillas finas y los vasos de colores vivos, piezas que son copiadas en todos los talleres artesanos. Destacan las obras de barniz negro y barniz rojo, con paredes finas y la cubierta vidriada, y los tipos más abundantes son las ánforas, lucernas y vajillas. Las vajillas se realizan en diversas modalidades pero la de terra sigillata es la preferida y se solía realizar con una decoración en relieve, con galba de color rojo. Los centros de producción en la península se encontraban en Teruel, Granada, Andújar, Linares Solsona, Mérida y La Rioja.[55]

Otra aplicación de la alfarería es la producción de tuberías para la conducción del agua:

Existen cuatro categorías básicas:

Antiguamente decoraban las vasijas mediante trabajos adicionales practicados en su superficie; un gran avance fue la decoración con caña, después el pulimento y finalmente el vidriado.

Pueden usarse aditivos cerámicos para darle color a la arcilla, previo a su modelado. También pueden agregarse varios aditivos para darle un aspecto más rústico. El uso de arena y otros materiales le dan al producto final un acabado con variadas texturas. Así mismo, pueden mezclarse partículas combustibles junto con la arcilla, o presionar la superficie, para obtener diferentes texturas.

Pueden crearse efectos visuales interesantes mediante el uso de arcillas de diferente color. Las arcillas de pigmentación distinta son ligeramente amasadas en una misma bola, antes de comenzar el modelado de la pieza. Aunque generalmente cualquier arcilla puede ser utilizada en este proceso, las diferentes velocidades de secado y expansión durante la cocción hacen que sea usual la utilización de solo una pasta cerámica clara, añadiéndole colorante a una parte de ella. También se puede hacer una analogía con la marquetería, presionando pequeños bloques de arcilla coloreada conjuntamente.

El bruñido, al igual que la técnica del mismo nombre con la que se trabaja el metal, requiere frotar la superficie de la pieza contra otra superficie pulida (generalmente se utiliza acero o piedras) hasta alisar, pulir y sacar brillo a la arcilla. Las arcillas más finas quedan más pulidas y brillantes que las ásperas, y también permiten un mejor secado de la pieza antes de bruñirla, aunque esto aumenta el riesgo de quebraduras. Para conseguir una superficie más acabada, puede aplicarse una fina capa de barbotina sobre la arcilla semiseca.[63]

Finalmente, la arcilla puede pintarse con distintas clases de esmaltes. Los engobes generalmente son aplicados cuando la pieza se encuentra cruda, en estado de «cuero». Es usual que las piezas decoradas con engobe tan solo pasen por el horno cerámico una vez. Tanto los esmaltes cerámicos como las calcinas que dan un acabado vítreo necesitan que las piezas hayan pasado una vez por el horno antes de ser aplicados, y una segunda vez para fijarlos a la cerámica, aunque algunos ceramistas hacen tres o más horneadas, dependiendo de los resultados que busquen.[63]

Todas las piezas cerámicas pasan por varias fases durante su elaboración: preparación del barro, modelado, secado, primera cocción u horneado (alfarería tradicional) y cocciones de aplicación de técnicas cerámicas.

Primero, la arcilla es amasada para que la humedad y demás partículas se distribuyan homogéneamente y para sacar cualquier burbuja de aire que tenga en su interior (lo que puede provocar explosiones durante el horneado o quema).

Luego, es modelada manualmente o mediante diversas herramientas. El agua es utilizada para mantener la plasticidad de la arcilla durante el modelado, sin que aparezcan rajaduras. Los trabajos realizados en torno generalmente necesitan ser desbastados o retorneados para hacer que el espesor de la pared sea uniforme en toda la pieza o para modelar el pie de la pieza. Este proceso es llevado a cabo cuando la pieza se ha secado lo suficiente como para resistir este tipo de manipulación.

La pieza se deja al aire hasta que se seca y endurece lo suficiente. Esta fase es denominada «estado de cuero». Las piezas que se encuentran así son muy quebradizas, por lo que deben ser manipuladas cuidadosamente. Una vez que la pieza se termina, se deja secar nuevamente para que pierda el resto de la humedad que aún contiene, quedando con un aspecto similar al hueso. Cuando la pieza está totalmente seca, su color es más claro, y adquiere mayor dureza. En este momento es cuando se le suele pasar una lija fina y una esponja húmeda con el fin de pulirla.

Posteriormente es llevada al horno, en donde pierde la humedad química y adquiere una mayor resistencia y sonoridad. Puede ser que con esta cocción la pieza ya se dé por acabada, como es el caso de la alfarería, o que aún requiera de horneados posteriores, como sucede en la cerámica.[64]

Pueden requerirse varias sesiones de horno para lograr efectos decorativos especiales, como por ejemplo para obtener la llamada decoración negativa, utilizada en varias culturas ancestrales, como la Vicús. El efecto de decoración negativa se logra al cubrir con arcilla algunas partes de la vasija en la fase final de su cocción, de este modo, las partes cubiertas conservan su color original, mientras que las partes descubiertas se tornan oscuras o negras mediante la reducción.[65]

Tradicionalmente, en alfarería se encuentran cuatro modalidades:

Obra hueca:Ánfora con dos asas de Mallorca.

Obra abierta: Olla de los Castellares (Herrera de los Navarros, Zaragoza) Siglo II.

Obra cerrada:Botijo actual de La Bisbal del Ampurdán (Gerona).

El vocabulario alfarero abarca una gran variedad de formas con la consecuente riqueza de léxico, ya que, según las regiones o comarcas, un mismo objeto tiene distinto nombre. Hay vasijas que han ido desapareciendo y otras que, a pesar del paso de los siglos, siguen haciéndose con la misma forma y en ocasiones similar proceso de elaboración. No obstante, desde la segunda mitad del siglo XX, las piezas de alfarería, aunque no cumplen con su primitiva función, son apreciadas como elementos decorativos.[67]

Existen también juguetes, con diferente grado de antigüedad: siurells, pitos, flautas, zambombas y figuras de belén, además de miniaturas de casi toda la vajilla. Otra pieza muy típica en barro es la hucha. Los instrumentos musicales también tienen su representación en la alfarería, como todo tipo de flautas populares, el cuerno, la ocarina —la más completa suele tener ocho agujeros y la más sencilla uno o dos—, que también se utilizan como reclamo de caza.[69][70]



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