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Día de los Muertos



El Día de Muertos es una celebración tradicional mexicana y de otras zonas de Latinoamérica que honra a los muertos.[1][2]​Tiene lugar los días 1 y 2 de noviembre y está vinculada a las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.

Es una festividad que se celebra principalmente en México y en países latinoamericanos[2]​ como Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala y en menor grado en países de América Central y en la región andina en América del Sur, desde el noroeste de Argentina hasta los Estados Unidos, en zonas donde existe una gran población indígena.[2]​ En el 2008 la Unesco declaró la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México.[3]​ Actualmente también se festeja en zonas más al sur, como por ejemplo en Buenos Aires, por migrantes del área andina central, principalmente del occidente de Bolivia, del Noroeste Argentino (NOA) y el sureste de Perú.[2]

No obstante, la recurrente referencia a los orígenes precolombinos de la celebración, la antropóloga Elsa Malvido cuestionó la explicación de ese origen prehispánico del Día de Muertos, en la que destacó la implantación de tradiciones surgidas en la Europa medieval, en el ámbito americano, tras la llegada de los españoles.[4]

El pueblo teotihuacano acostumbraba a hacer ofrenda en honor a los fallecidos casi todo el tiempo, practicando cansados pero intensos rituales con el propósito de que el difunto llegase con bien a uno de los cuatro paraísos según su forma de muerte, conteniendo comida, copal, vasijas, cuchillos, piedras de jade y semillas; utilizaban a los perros xoloescuintles para que les ayudasen a ser la luz en el paso por el inframundo y no se perdieran sin antes llegar al paraíso, sacrificándolos y enterrándolos junto con la persona fallecida.[cita requerida]

Los teotihuacanos consideraban subsectores a donde se dirigían sus difuntos según su edad:

Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión cristiana, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.

Las principales civilizaciones representativas del área mesoamericana, aztecas y mayas, desarrollaron una rica ritualística alrededor del culto de los antepasados y de la muerte en sí misma, lo que constituyó el precedente del actual Día de Muertos, en el que pervive aún parcialmente la cosmovisión de aquellos pueblos.[5]

Los mexicas creían que la vida ultraterrena del difunto podía tener cuatro destinos:

El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro llamado Xoloitzcuintle, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.

Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.

Un «Día de Muertos», como tal, no existía en la cultura nahua del Anáhuac. En el calendario nahua, eran tres las fechas (tres veintenas) en las que se honraba a los muertos (a quienes habían "levantado su sombra", según la traducción del náhuatl al español), es decir, tres veintenas estaban dedicadas a Mictlantecuhtli y a Mictlancíhuatl: primero, durante el mes llamado Tlaxochimaco (véase Xiuhpohualli), se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitontli, es decir, la "fiesta de los muertitos" o "fiesta de los muertos chiquitos", alrededor del 16 de julio; en segundo lugar, el Miccailhuitl, en el mes de octubre; por último, en el mes de marzo.

Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.

En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.[6]

Se honraba especialmente a quienes habían "levantado su sombra" (muerto) en alguna tarea especial: principalmente, a los guerreros y a las mujeres (véase Cihuateteotl) que murieron en el parto, que eran equiparadas a guerreros. Quienes murieron por un rayo o ahogados iban al Tlalocan. Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica llegara a Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, según Luis Ramos, en su libro Culturas clásicas prehispánicas, en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al “inframundo”, conocido por ellos como Xibalbá. Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle; es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida; de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino.[7]

Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI, trajeron sus propias celebraciones tradicionales para conmemorar a los difuntos, donde se recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos del Nuevo Mundo, se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.

Otros elementos influirían en la evolución de las actuales costumbres del Día de Muertos; por ejemplo, en el centro del país, las epidemias que durante siglos azotaron a la Ciudad de México llevaron a la creación de cementerios fuera de la ciudad, y fue hacia 1861 que el gobierno comenzó a hacerse cargo de los entierros. Asimismo, hacia 1859 se consolidó la costumbre de adornar las tumbas con flores y velas, visitar los panteones los días 1 y 2 de noviembre: la clase alta por las mañanas y los pobres por la tarde. La gente de clase alta aprovechaba estos días para poder estrenar sus ropas negras que preparaban desde antes para poder lucirlas en los panteones.[cita requerida]

La antropóloga Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, ha criticado la explicación prehispánica y única del Día de muertos.[8]​ A través del análisis de prácticas asociadas con la muerte, entre los siglos XVIII y XIX, la también historiadora consideró que el nacionalismo posrevolucionario y las afirmaciones de Octavio Paz en El laberinto de la soledad erróneamente han impuesto la idea de que el Día de Muertos mexicano ha sido la resultante del sincretismo cimentado en las prácticas mortuorias mesoamericanas, pero entendidas como únicamente mexicas, con las católicas; esto con el fin de disminuir la influencia católica y unificar las prácticas culturales en México.

Para ella, lo asociado con el Día de muertos ha sido, más bien, la resultante de la historia de las prácticas mortuorias (administración de cementerios, entierros, cremación) desde el periodo virreinal hasta la primera mitad del siglo XX, como de la liturgia católica de Todos los Santos y de Fieles Difuntos, con sus respectivas variantes según las regiones de México y Centroamérica, las cuales reflejan influencias indígenas y modernas propias de cada región. Así, por ejemplo, las prácticas culinarias (pan de muertos, calaveritas de dulce, el pib yucateco y otros platillos y dulces típicos de la fecha), la puesta de un altar y demás decoración asociada serían simplemente versiones locales de prácticas católicas similares a las presentes en zonas rurales de Europa, principalmente en España e Italia.[9]

En una ceremonia llevada a cabo en París (Francia) el 7 de noviembre de 2003 la Unesco distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción por considerar la Unesco que esta festividad es:

Además en el documento de declaratoria se destaca:

además:

La celebración del Día de Muertos tiene raíces prehispánicas y festeja la memoria de los difuntos con visitas a cementerios y coloridas ofrendas.

Se les llama así tanto a las rimas, versos satíricos como a los grabados que ilustran calaveras disfrazadas o bien de dulce (Calavera de alfeñique) descritas a continuación:

Los materiales comúnmente utilizados para hacer una ofrenda para el Día de los Muertos tienen un significado, y son entre otros los siguientes:

En el Estado de México la celebración de día de muertos inicia desde el 31 de octubre, los panteones comienzan a estar llenos de personas que van a decorar y limpiar las tumbas de los infantes que fallecieron. Al día siguiente es el turno de decorar los mausoleos y lápidas de los adultos, es común ver Mariachis y tríos ofreciendo sus servicios para poder alegrar el rato. Algunos municipios del Estado de México organizan programas culturales para celebrar este día. Toluca por su parte organiza un desfile, amenizado por monumentales figuras de Catrinas, Adelitas y del dios Quetzalcóatl, así como mojigangas y cabezones creados por artesanos de San Pablo Autopan.

En los municipios de Santa Ana Chiautempan,San Pablo del Monte,en la comunidad de San Isidro Buen Suceso, la celebración del día de muertos inicia el día 28 de octubre hasta el día 2 de noviembre. Entre esas fechas se conmemora a las personas fallecidas y cada día es dedicado a las personas que fallecen de diferente forma.

Las festividades se llevan a cabo a lo largo de una semana, iniciando el día 28 de octubre, que es cuando se recuerdan a las personas que murieron en algún tipo de accidente y en el lugar del fallecimiento se coloca una cruz y se adorna con cempaxúchitl (flor de muerto) y se coloca una veladora. Su familia coloca una ofrenda en su casa poniendo lo que al difunto le solía gustar (comida, bebidas, objetos, etc.)

Posteriormente, el día 30 de octubre se recuerdan a los bebés que murieron antes de ser bautizados debido a que murieron en el vientre de la madre o que murieron al momento de nacer o días posteriores. Este día los padres van a las tumbas de los bebés a dejar flores de nube blanca, cempasúchil (flor de muertos) y en la casa se pone su ofrenda con juguetes, pan, leche, y agua. Al día siguiente, 31 de octubre, se recuerda a los niños menores de 12 años, y en las ofrendas se les coloca lo que en vida les gustaba (juguetes, comida, dulces, etc.)

El día 1° de noviembre, durante la conmemoración del Día de Todos los Santos se recuerda a la gente en general que ha muerto de causas naturales o por enfermedades a partir de los 13 años en adelante. En las ofrendas se colocan los alimentos de su predilección en vida.

Finalmente, el día 2 de noviembre después de las 12 del día (según las creencia es cuando el alma de los difuntos se van) se recogen las ofrendas y se levantan los altares y en esta comunidad existe una tradición que existe desde hace más de 80 años, la cual consiste en llevarle la ofrenda a sus familiares (padrinos, padres, tíos, abuelos, hermanos) y estas contiene pan de muerto, fruta, mole, atole, entre otros alimentos; el que recibe la ofrenda en correspondencia regala un plato y taza. Cabe mencionar que con el transcurso del tiempo estas costumbres se han ido modificado con el tiempo pues en la actualidad es más frecuente ver que la gente regala juguetes a los niños, pelotas o aparatos electrónicos. Durante todo el día la gente visita a sus familiares con canastas en la cual se transporta la ofrenda aunque los padrinos de bautizo, comunión, casamiento etc. son los que tiene mayor prioridad en ser visitados pues ellos son los segundos padres de los ahijados.[12][13][14]

En Aguascalientes se celebra año con año el tradicional "Festival de las Calaveras", inspirado en la obra de José Guadalupe Posada, nacido en esta ciudad y creador de la mundialmente famosa "Calavera Garbancera", misma que fue posteriormente renombrada por Diego Rivera con el mote de "La Catrina". Durante 10 días la ciudad capital y sus municipios se transforman, y sus habitantes toman caracterización de singulares "calaveras vivientes". Las más de 180 actividades de este festival incluyen un particular desfile con más de 3,000 participantes en comparsas y carros alegóricos, una caminata con más de 5,000 participantes denominada "Ilumínale los Pies al de Cerro del Muerto", pabellones gastronómicos, artesanales e infantiles, altares, conciertos, rituales, disfraces, corridas de toros, obras teatrales, expresiones artísticas y culturales.

La particularidad de este festival es que tiene una celebraciones menos prehispánicas y en un contexto más relacionado al último siglo, y que más allá de representaciones fúnebres, hace alusión a la forma tan peculiar que tiene el mexicano de entender e incluso reírse de la muerte.

En Zacatecas, se acostumbra consumir el pan de muerto y muchas familias visitan las tumbas de sus seres queridos dejando en ellas arreglos florales, principalmente elaborados con flor de cempasúchil. También existe una suerte de mezcla entre la celebración del Día de Muertos y la celebración estadounidense del Halloween donde en la noche del 2 de noviembre los niños salen a las calles con disfraces alusivos a la muerte y seres de ultratumba, tocando de puerta en puerta pidiendo «el muerto» a través de unas pequeñas rimas cantadas:

"El muerto pide camote, sino se le cae el bigote. La viuda pide una ayuda, para su pobre criatura".

Si los habitantes de la casa solicitada dan "el muerto", que generalmente suele ser dulces que depositan en bolsos que llevan los niños, estos últimos pueden recitar una bendición:

"Esta casa está bendita porque si nos dieron comidita".

O bien una "maldición" si no se atiende a su canto:

"Esta casa está embrujada porque no nos dieron nada".

En la región de Acaquizapan se conmemora el día de muertos con la ofrenda de los “angelitos”. Dicha ofrenda se compone de canastas pequeñas, llevando en cada una de ellas, hojas de zapote, manzanas, naranjas, mandarinas, pan de “estrella” y pan de “conejo”.

Terminando esto se cubre la canasta con las hojas de zapote, se dice que estas hojas son para los muertos su servilleta, al terminar de cubrirlas se le ponen las velas, y a cada vela se le asigna el nombre de un angelito, estas velas son la luz que los acompaña en su camino.

En San Juan Achiutla, Oaxaca, México se acostumbra en la vigilia del Día de Muertos poner a los niños difuntos frijoles y arroz en la ofrenda familiar, para el día dos de noviembre poner mole, aguardiente, cigarros, cerveza, frutas y pan a los mayores. El día primero se asiste durante el día a adornar los sepulcros con flores cempasúchil, de terciopelo y otras; carrizos y papeles de colores y picados. A partir de las seis de la tarde, se asiste a realizar la velación junto a los sepulcros, prendiendo veladoras sobre los mismos. Se permanece velando toda la noche o se pueden retirar las personas a las 10 u 11 de la noche para regresar a las 4 de la mañana para mantener encendidas velas y veladoras, como se ve puede observar en las siguientes fotografías de 2019:

Velación vigilia 1 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación vigilia 1 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación madrugada 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación madrugada 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación amanecer 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación amanecer 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación mañana 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación mañana 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación mañana 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

Velación, mañana 2 de noviembre de 2019, San Juan Achiutla.

El Estado de Chiapas cuenta con una gran gama de tradiciones y folklore. El día de muertos suele durar dos días, el primero lo utilizan para llamar y recibir a sus ancestros y el segundo para que las almas regresen a su lugar. Sin embargo el día de muertos es más que la celebración del 1 y 2 de noviembre, ya que desde mediados del mes de octubre todos los familiares comienzan a prepararse para la llegada de sus familiares finados.

Para el pueblo tzotzil una de las tradiciones más importantes es el día primero de noviembre en el cual todos los familiares llaman a sus difuntos y los invitan a disfrutar de la celebración, por último los despiden, deseándoles un buen regreso al lugar a donde pertenecen que es llamado K'atin Bak, o lugar de los huesos ardientes.

En las mismas fechas en San Juan Chamula, comunidad cercana a San Cristóbal de las Casas, se realiza una pequeña ofrenda de alimentos que corresponden en orden y número a los difuntos que se esperen. Se pasa a la Iglesia del Santo Patrono y ahí los lugareños tratan de despertar a sus familiares con el repique de las campanas.

Una vez pasado el festín es de vital importancia ayudar a regresar a las almas, para ello se dan tres vueltas alrededor del cementerio y se les invita a devolverse al lugar de las almas “K'atin Bak” diciéndoles "ya pasó tu fiesta, ya pasó tu celebración, ya te traje a tu casa". Finalmente se les encienden velas y cirios encima de las tumbas para que las almas se encuentren iluminados en su trayecto. En ésta, como en otras comunidades se puede ver claramente el sincretismo cultural de la zona. A las personas que visiten esta comunidad se les pide que respetuosamente se adentren en sus costumbres, ya que es un legado de suma importancia para ellos.

En Janitzio, Michoacán, se acostumbra erigir un altar sobre la tumba y las mujeres se sientan resignadas y llorosas a contemplar las llamas de los cirios y hacer oraciones por los muertos. A intervalos se arrodillan ante la cruz que indefectiblemente preside el rito, y quedan pensativos como evocando a los difuntos añorando su presencia.

Tiene además, un nombre y celebridad debidamente conquistado por la celebración de "Noche de Muertos", el día 1 al 2 de noviembre, aunque las celebraciones son las mismas en toda la región lacustre, se le han otorgado a esta Isla por antonomasia. Y refieren una historia tradicional indicando que durante esa noche, surge la sombra de Mintzita corazón, hija del Rey Tzintzicha, y la de Itzihuapa, hijo de Taré y Príncipe heredero de Janitzio. Locamente enamorados, no pudieron desposarse por la inesperada llegada de los conquistadores. Preso ya el Rey padre de Mintzita, por Nuño de Guzmán quiso la princesa rescatarlo ofreciéndole el tesoro fabuloso que se encontraba bajo las aguas, entre Janitzio y Pacanda. Y cuando el esforzado Itzihuapa se apresaba a extraerlo, se vio atrapado por veinte sombras de los remeros que lo escondieron bajo las aguas y que fueron sumergidos con él. Itzahuapa quedó convertido en el vigésimo primer guardián de tan fantástica riqueza. Pero en la noche del día de muertos despiertan todos los guardianes del tesoro, al lúgubre tañer de los bronces de Janitzio, y suben la empinada cuesta de la isla. Los dos Príncipes, Mintzita e Itzihuapa se dirigen al panteón para recibir la ofrenda de los vivos a las luces plateadas de la Luna, los dos espectros se musitan palabras cariñosas y, a las llamas inciertas de los cirios, se ocultan de las miradas indiscretas. En Janitzio las flores son inspiración y gozo que se cantan en las pirekuas como Tzitziki Canela (Flor de Canela). Tzitziki Changunga (flor de Changunga), son cantos en los que se compara a la mujer con las flores por su delicadeza, finura y exquisitez. Nadie interrumpe sus coloquios amorosos, mientras tanto las estrellas fulguran interesantemente en las aventuras, las campanas tocan desesperadamente y el lago gime como un alma en pena.

Hacia las 12 de la noche del 1o. de noviembre las mujeres y los niños se desplazan con solemnidad, localizan los lugares de reposo de sus seres queridos, ponen hermosas servilletas bordadas sobre las tumbas y depositan ahí los manjares que en vida fueron del agrado de sus distintos difuntos, colocan ofrendas florales enmarcadas por las luces de numerosas velas, y así transcurre la noche entre alabanzas, rezos y cantos de las mujeres y niños, mientras los hombres de lejos, en las afueras del cementerio, observan atentos todo lo que sucede en el interior del panteón. Una campana colocada en el arco de la entrada del panteón, suena discretamente toda la noche, llamando a las ánimas a que se presenten a la gran ceremonia.

En toda la Isla hacen eco los cantos purépechas de dulce y musical cadencia que imploran el descanso de las almas de los ausentes y la felicidad de los que quedan en la tierra. Participar en esta fiesta es cumplir con un deber sagrado para los muertos, que hacen honor a quienes lo practican. En Michoacán, la conmemoración del Día de Muertos es una tradición solemne que aún conserva esa genuina manifestación de un profundo respeto y veneración a los seres que materialmente ya no existen, y a los que a través de la ofrenda se les rinde tributo

Originalmente, el Día de Muertos como tal no era celebrado en el norte de México, donde era incluso desconocida hasta hace poco tiempo. En su lugar se efectuaba en el norte la celebración Día de Todos los Santos, al igual que en el resto de Mexico antes de que Lázaro Cárdenas cambiara la fecha de la celebración. Sin embargo, hoy en día su presencia se debe a las políticas educativas implementadas por el gobierno mexicano y la SEP a partir de la década de 1960, en sus esfuerzos por expandir la tradición en el norte del país.[15][16][17]

En Morelos, la celebración del Día de Muertos es una celebración que representa mucho más que el recuerdo y veneración de aquellos seres queridos que nos han dejado y se adelantaron al más allá. Ya que en la cultura Mexicana en estas fechas es una tradición cuando nuestros seres regresan para que se les sean honrados y poder hablarles de nuestras cosas.[18]

A 83 kilómetros de la ciudad de Cuernavaca, se encuentra Tepoztlán, un lugar en donde los habitantes de este Pueblo Mágico, para festejar a sus difuntos, colocan en cada casa, altares y ofrendas llenos de ingenio y colorido.

En el pueblo mágico de Tepoztlán sabemos que también se encuentra la montaña mística que conocemos como el Tepozteco donde en la cima con su pirámide tradicional de la cultura prehispánica. La fecha más popular para hacer esta subida es en la fecha del 21 de marzo en donde la gente suele llenarse de energía y recibir la primavera.

La fecha de 1 y 2 de noviembre no es tan reconocida como otras (véase Reto Tepozteco y Primavera en el Tepozteco) aquí se coloca una ofrenda en la cima de la montaña colorida, con comida y ofrendas variadas. Es un lugar muy especial para ir a visitar en estas fechas por lo que representa la tradición del día de muertos y la montaña con su pirámide ancestral.

Importante mención merecen las tradicionales "Huentles" u Ofrendas Colgantes del día de muertos del poblado de Coatetelco. Montadas en "Hualapextle" camastros de ramas de la planta conocida como "acahual", sobre las cuales se colocan los alimentos en platos, jarros y cazuelas "nuevas": pollo criollo, pipian verde hecho solamente de semilla completa de calabaza, chile serrano y caldo de pollo, fruta, pan de muerto dulce y salados, "tlaxcales" o galletas de maíz, chocolate, tamales de sal sin manteca por que "chilla" el marrano, alcohol de 96°, flores de "cempasúchil", canastas, morral de ixtle, ayates, petates, veladoras, velas, refrescos, agua, sal y chocolate.[19]

El Xantolo es una palabra huasteca que significa Fiesta de las ánimas, tiene un origen prehispánico en la región Huasteca y que al paso de los años ha recibido influencias de otros orígenes, los huastecos ofrendan el culto en estos tiempos porque no solo recogen la cosecha del maíz y otros frutos, también es una fiesta de respeto a los que ya no están presentes porque acorde a su calendario, en estas fechas los parientes muertos visitan a los familiares. La esencia de sus espíritus están presentes y por ello el olor de las frutas, la música y la luz, recuerdan los momentos vividos en la tierra, el inframundo está presente todo el tiempo y es muy cercano al mundo de los vivos según los huastecos, el cuerpo regresa a la tierra pero su alma se queda entre los vivos.

Por su parte en la región maya, más propia de los estados de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, el día de muertos tiene como nombre Janal Pixán, cuyo significado del maya es Comida de ánimas (Janal = comida, pixán = alma o ánima)[20]​. También se le conoce a las fechas como tiempo de finados. Esta tradición tiene como inicio el 31 de octubre, dedicado a los niños que fallecieron. Ese día se adorna el altar con colores alegres, juguetes y las comidas que el infante solía disfrutar. La fiesta de los adultos es el día 1 de noviembre, dónde las decoraciones son más sobrias, de manteles blancos y, dependiendo de las labores que ejercía la persona, estarán los elementos en el altar. El día 2 de noviembre se le dedica a todos los santos. Después de esto se celebra el ochavario o bix[21]​, es decir, que ya han pasado ocho días desde que empezaron las fechas de finados. Ese día se suele ir al cementerio con rezos y atole nuevo. En estas celebraciones, se acostumbra a poner un altar en la entrada con un poco de comida tradicional y agua para lo que se llama "el anima sola", que hace referencia a las animas que no tienen un lugar al cual ir, o ya no tienen una descendencia o persona que les recuerde.

Esta celebración tiene como resultado el mestizaje español y maya. Se suelen hacer grandes tamales de nombre mukbil pollo o pib, que son tradicionalmente enterrados, y otros alimentos de la cocina yucateca. Hay casos únicos, como el del Pomuch, Campeche, dónde los familiares desentierran los huesos de sus fallecidos, los limpian y después envuelven en servilletas nuevas y bordadas especialmente para la ocasión, volviéndo a depositarlos entonces en su tumba y se le realiza la tradicional ofrenda con alimentos y bebidas.

El estado de Tabasco también celebra a sus difuntos de una manera peculiar, pues aquí el sincretismo se da entre la tradición católica europea y la maya Chontal. Se tiene la creencia de que todo el mes de noviembre los fieles difuntos están en la tierra, por lo que cualquier día del mes se les puede dedicar rezos. Los días principales son el 1 y 2 de noviembre, fechas en que la población suele estar en los cementerios, limpiando las tumbas, conviviendo y llevando alimentos.

En el estado de Puebla destacan las tradiciones de tres municipios: San Gabriel Chilac, Huaquechula y Tochimilco.

En San Gabriel Chilac se realiza el "Mikailhuitl" o la "Fiesta de los muertos" , todas las familias preparan "pan de burro", llamado así por la forma en la que antiguamente era transportado. El día 28 de octubre se colocan las tradicionales ofrendas, que para el día 2 de noviembre son llevadas a la iglesia para ser bendecidas por el cura y finalmente llevadas al panteón local.

En Huaquechula, las llamadas ofrendas monumentales, son las más conocidas por su gran tamaño de 3 a 4 metros de alto, antiguamente tenían de 5 a 9 niveles, es la primera ofrenda que se coloca a un familiar, al primer año de haber fallecido; también existe la ofrenda común u ofrenda vieja, aquella que se coloca de forma regular después del segundo año del deceso, y por último, la ofrenda dedicada al "ánima sola", siendo ésta la que se instala  de manera provisional sobre la calle en honor a las almas de aquellos que no tienen quién los espere.

Los preparativos para la celebración inician desde el momento del deceso de un miembro de la familia; a partir de ese momento deberán pensar en adquirir por compra o préstamo los diferentes objetos para el altar; además de decidir quién será el compositor del Altar Monumental así como su equipo de ayudantes.

La estructura es revestida por una brillante tela de satín en color blanca, o en su caso plástico o antiguamente papel según las condiciones económicas de la familia, con un fondo que cubre la pared en color azul cielo, azul turquesa o rosa, rojo bermellón o dorado, tachuelas, alfileres o grapas sirven para dar forma a los abultados pliegues de la tela, logrando caídas suaves, cada nivel de estructura es marcado por cartulina troquelada, delineando figuras de herrería llamadas barandales de muertos, que le indican a las ánimas el camino a seguir para llegar el cielo.[22]

La celebración comienza el 1 de noviembre, sobre el mediodía. Se construye la tumba o casa del muerto (apxäta) o un altar doméstico. Es la creencia que la estructura servirá como espacio de reunión de las almas de los difuntos y los vivos podrán comunicarse con ellos mediante la música y las plegarias.

El altar tiene dos o tres niveles y está cubierto con tela de color negro o morado (cuando el difunto homenajeado es adulto) y blanca (cuando se trata de alguien joven). En muchos casos es una mesa pequeña sobre otra más grande. El altar se llena con las cosas que se le desea ofrecer al difunto, con fotografías del mismo, velas encendidas, objetos sagrados, objetos pertenecientes al difunto y panes preparados llamados "tanta wawas" que también sirven como ofrenda para quienes van a rezar por el alma del difunto. Los panes representan a los muertos, con caras para diferenciar sexo y edad, escaleras para subir al cielo, animales y cruces.[23]

Hay grupos de personas que van casa por casa para rezar por el alma del difunto y a cambio recibir dinero, comida, bebida u ofrendas.

En 2 de noviembre, los familiares trasladan al cementerio los elementos de los altares. En el cementerio se repite, prácticamente, todo lo hecho en las casas desde el momento de la llegada de las “almas” hasta el amanecer. Hay celebración durante toda la noche.[2]

Antiguamente los pueblos sacarían a sus muertos de las tumbas (chulpas), costumbre que se prohibió durante la conquista hispánica.[23]




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