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Heráclito de Éfeso



Heráclito de Éfeso (en griego antiguo: Ἡράκλειτος ὁ Ἐφέσιος Herákleitos ho Ephésios; Éfeso, c. 540 a. C.-ibidem, c. 480 a. C.),[1][2][3]​ fue un filósofo griego presocrático nativo de Éfeso, ciudad de Jonia, en la costa occidental del Asia Menor (en la actual Turquía y luego parte del Imperio persa).

La principal fuente de su vida nos llega a través de Diógenes Laercio. Nació en el seno de una familia aristócrata, pero evitó su vida privilegiada convirtiéndose en un filósofo ermitaño autodidacta. La obra de Heráclito es completamente aforística y se le atribuye un libro titulado Sobre la naturaleza (περὶ φύσεως). Como los demás filósofos griegos anteriores a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Estos fueron recopilados por Hermann Diels y Walther Kranz en la obra Die Fragmente der Vorsokratiker bajo la numeración Diels-Kranz.

Fue conocido también como El Oscuro de Éfeso debido a la naturaleza oracular y paradójica de su filosofía, y El filósofo llorón[4]​ (en contraste con Demócrito, "el filósofo risueño"), debido a una supuesta personalidad melancólica y tristona. No obstante, respecto a este último epíteto, Kirk y Raven han señalado que se basa en juicios "totalmente triviales" [5]​ que provienen en primer lugar, de referencias burlescas a la idea heraclítea de que todo fluye como el río, y en segundo lugar, a un error de traducción a Teofrasto. Este último se refirió a Heráclito utilizando la palabra μελαγχολία con el sentido de "impulsividad" y no de "melancolía", significado que posteriormente adquirió, confundiendo a Diógenes Laercio, y llevándole a atribuir a Teofrasto la teoría de que Heráclito no completó algunas de sus obras debido a la melancolía.[6][7]​ Es así que hasta ahora no existen antecedentes históricos fiables que respalden el carácter pesimista y tristón de Heráclito.

Por otro lado, las expresiones crípticas del efesio han sido objeto de numerosas interpretaciones. Ha sido visto de diversas maneras: como un "monista materialista o un filósofo de procesos; un científico cosmólogo, un metafísico, o principalmente un pensador religioso; un empirista, un racionalista o un místico; un pensador convencional o un revolucionario; un desarrollador de lógica o alguien que negó el principio de no contradicción; el primer filósofo genuino o un oscurantista anti-intelectual".[8]

Heráclito creía que el mundo estaba regido de acuerdo con lo que denominó el Logos (traducido como "palabra", "razón" o "discurso"). También creía que el cosmos era una transmutación de fuego. Heráclito fue famoso por su insistencia en el cambio (panta rei) y por su firme compromiso con la unidad y armonía de los contrarios, a diferencia del filósofo eléata Parménides, quien declaraba que "lo que es, no puede no ser", negando así el cambio. Heráclito es considerado como uno de los fundadores de la dialéctica[9]​ y en parte de la metafísica y la moral.[10]​ Ambos pensadores también influyeron en Platón y, en consecuencia, en la filosofía occidental.

La fuente principal de la vida de Heráclito nos llega a través del historiador Diogenes Laercio en su obra Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.

Heráclito "floreció" en la 69ª Olimpiada, 504–501 a. C.[11]​ Hijo de un tal Heración o Blisón, Heráclito se crio en el seno de una familia aristocrática hereditaria del cargo de Basileos c. 540 a.C. en Éfeso, parte del Imperio Persa, en lo que hoy es Turquía. Tal cargo Heráclito se lo cedió a su hermano.[12][13]​ Diógenes relata que Heráclito era un misántropo. Creía que Hesíodo, Pitágoras, Jenófanes y Hecateo no sabían nada y que Homero y Arquíloco merecían ser derrotados.[14]​ No fue discípulo de nadie, aunque se dice que lo fue de Jenófanes. Diógenes Laercio relata que cuando Heráclito era niño había dicho que "no sabía nada", pero luego afirmó que "sabía todo".[15]​  Odiaba a los atenienses y a sus compañeros efesios,[16]​ deseando a los últimos riquezas como castigo por sus malos caminos y que se ahorcasen por desterrar a su líder más destacado.[17][18][10]​ Debido a ello, se retiró a los montes a vivir como un ermitaño.[19]​ Es probable que interviniera en los asuntos de la ciudad en el período en que el gobierno de Persia había dado lugar a la autonomía.[20]

La vida de Heráclito como filósofo fue interrumpida por una hidropesía. Los médicos que consultó no pudieron prescribir una cura.[19]​ Diógenes enumera varias historias sobre la muerte de Heráclito en dos versiones. En una Heráclito se curó de la hidropesía y murió de otra enfermedad.[21]​ Sin embargo, en un relato, el filósofo se enterró en un establo esperando que el calor húmedo del estiércol le sacara la huemedad nociva, mientras que otro dice que se trató con un linimento de estiércol de vaca y, después de un día propenso al sol, murió y fue enterrado en el mercado. Murió hacia el año 470 a.C. Según Neantes, después de mancharse con estiércol, Heráclito fue devorado por perros.[22][23]

La obra de Heráclito es completamente aforística. Su estilo remite a las sentencias del oráculo de Delfos y reproduce la realidad ambigua y confusa que explica, usando el oxímoron y la antítesis para dar idea de la misma. Diógenes Laercio (en Vidas..., IX 1–3, 6–7, 16) le atribuye un libro titulado Sobre la naturaleza (περὶ φύσεως), que estaba dividido en tres secciones: «Cosmología», «Política» y «Teología».[12]​ No se sabe nada más de este libro.

Muchos filósofos posteriores de este período se refieren a Sobre la naturaleza. Charles Kahn dijo: "Hasta la época de Plutarco y Clemente, si no más tarde, el librito de Heráclito estaba disponible en su forma original para cualquier lector que quisiera buscarlo".[24]​ Laercio comenta sobre la notabilidad del texto, declarando: "Su libro se hizo tan célebre, que llegó a tener secuaces, llamados heraclitianos".[25]​ Entre los filósofos prominentes identificados hoy como heraclíteos se incluyen Crátilo y Antístenes, que no debe confundirse con el cínico.[12]

Los fragmentos de su obra que han sobrevivido fueron reunidos y explicados por primera vez en la edad contemporánea por Schleiermacher en su compilación Herakleitos der Dunkle von Ephesos de 1807.[26]​ Estos se catalogan actualmente utilizando el sistema de numeración Diels-Kranz, recopilados en la obra Die Fragmente der Vorsokratiker (1903).

El primer estudioso en proponer un ordenamiento de los fragmentos fue P. Schuster (1873),[27]​ poniendo a la cabeza de todos el que posteriormente fue dispuesto como B56 (Diels-Kranz) y que refiere la adivinanza que unos niños plantearon a Homero, y que este, «el más sabio de todos los griegos», como lo pinta Heráclito (véase más abajo), no supo resolver. Ingram Bywater en 1877 hizo un reacomodo de los fragmentos conforme a la indicación de Laercio, traducido al español por José Gaos. Es curioso que Bywater no considera importante el fragmento que Schuster pone a la cabeza de todos, y no lo incluye en su propia ordenación. Agustín García Calvo reconstruye la posible estructura del libro en su edición de los fragmentos del mismo, titulada Razón común, en la que distingue tres apartados: «Razón general», «Razón política» y «Razón teológica».

Heráclito es conocido como «el Oscuro», por su expresión lapidaria y enigmática. Heráclito sostuvo que el fundamento de todo está en el cambio incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Enrique Hülsz afirmó que "todos los distintos temas que forman el conjunto de la filosofía de Heráclito están recíprocamente contenidos unos en otros".[28]

Es común incluir a Heráclito entre los primeros filósofos físicos (φυσικοί, como los llamó Aristóteles), que pensaban que el mundo procedía de un principio natural (como el agua para Tales de Mileto, el aire para Anaxímenes y el ápeiron para Anaximandro), y este error de clasificación se debe a que, para Heráclito, este principio es el fuego, lo cual no debe leerse en un sentido literal, pues es una metáfora como, a su vez, lo era para Tales y Anaxímenes. El principio del fuego refiere al movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo. Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas.

La naturaleza está regida por una ley que Heráclito denomina Λόγος (Logos) con el significado de razón, palabra o discurso en griego.[29]​ Aunque Heráclito "juega deliberadamente con los diversos significados de Logos", no hay ninguna razón convincente para suponer que lo usó en un sentido técnico especial, significativamente diferente de la forma en que se usaba en el griego ordinario de su época.[30]

Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla (indica, da signos)[31]​ al hombre, aunque la mayoría de las personas «no sabe escuchar ni hablar».[32]​ El orden real coincide con el orden de la razón, una «armonía invisible, mejor que la visible»[33]​ pues la naturaleza le encanta esconderse,[34]​ aunque Heráclito se lamenta de que la mayoría de las personas sean sordas o dormidas al Logos,[35]​ incapaces de ver lo real. Si bien Heráclito cree en el uso de los sentidos como indispensable para comprender la realidad, sostiene que con ellos no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia, como afirma en el siguiente e importante fragmento:

Este Logos se encuentra comúnmente dentro del alma de cada uno[36]​ y hay posibilidad en todo hombre de despertar escucharlo y volverse sabio.[37]​ Los teólogos durante siglos han identificado el Logos de Heráclito con Dios.[38]

Al uso de los sentidos y de la inteligencia, hay que agregarle una actitud crítica e indagadora. La mera acumulación de saberes no forma al verdadero sabio, porque para Heráclito lo sabio es «uno y una sola cosa», esto es, la teoría de los opuestos, interpretación que muestra su monismo, aunque quizás sea más bien dialéctico. Heráclito recuerda a Laozi en su doctrina de la «unidad de los opuestos».[40]

Según Platón y Aristóteles, Heráclito sostuvo opiniones ilógicas porque las cosas opuestas son idénticas, de modo que todo es y no es al mismo tiempo.[41][42]​ "La discordancia, el contraste y la oposición son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas. Aunque, según Oswald Spengler, en Heráclito no puede hablarse de identidad los contrarios, sino de antinomias, en tanto que ningún opuesto puede darse sin el otro."[43]

El conflicto de los opuestos genera una armonía presente en la naturaleza y los asuntos humanos (luz y oscuridad, calor y frío, hombre y mujer...) que dan sentido y riqueza a la existencia.[44]​ En una metáfora y uno de los primeros usos de una fuerza en la historia de la filosofía, Heráclito compara la unión de los opuestos con un arco o lira ensartada en forma por un equilibrio de la tensión de la cuerda.

La realidad es una y múltiple al mismo tiempo por la esencia de todas las cosas, haciendo que exista una identidad o una idea universal concreta basada en la diferencia.[45]

Heráclito ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir. Su filosofía se basa en la tesis del flujo universal de los seres: «Panta rei» (πάντα ρεῖ), todo fluye. El devenir está animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas»,[47]​ una contienda que es al mismo tiempo armonía, no en el sentido de una mera relación numérica, como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco. El fragmento quizás más conocido de su obra dice:

El fragmento (citado con frecuencia erróneamente como no se puede entrar dos veces en el mismo río, siguiendo la versión que da Platón en el Crátilo) ejemplifica la doctrina heraclítea del cambio: el río —que no deja de ser el mismo río— ha cambiado sin embargo casi por completo, así como el bañista. Si bien una parte del río fluye y cambia, hay otra (el cauce, que también debe interpretarse y no tomarse en un sentido literal) que es relativamente permanente y que es la que guía el movimiento del agua.

A primera vista esto puede parecer contradictorio, pero debe recordarse que Heráclito sostiene que los opuestos no se contradicen sino que forman una unidad armónica (pero no estática). Es razonable, entonces, que la otra cara del agua sea el fuego, como él mismo lo adelanta en sus fragmentos. La historiografía filosófica impuso un Heráclito platonizado con un primitivo empirismo al sostener la evidencia del cambio experimentado por los sentidos.[50][51]​ Sin embargo Heráclito advirtió que la vista da falsedades y los oídos son malos testigos para los hombres que tienen almas bárbaras.[52][53]​ El verdadero conocimiento consiste en comprender esta armonía omnipresente tal como se encarna en la variedad de la percepción.[20]

Las doctrinas de Heráclito y Parménides de Elea siempre han sido contrapuestas (con cierto margen de error), ya que la del primero suele ser llamada «del devenir» o (con cierto equívoco) «del todo fluye», mientras que el ser parmenídeo es presentado como una esfera estática e inmóvil. A pesar de sus diferencias, Heráclito describe el Logos al igual que Parménides describe "lo que es", divino, eterno e inmutable. Las similitudes tampoco deben tomarse como indicación de influencia directa.[8][54]

Heráclito ve en el fuego la mejor expresión simbólica de los dos pilares de su filosofía: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos, pues el fuego solo se mantiene consumiendo y destruyendo, y constantemente cambia de materia.[56]​ Algunos autores ven en el ejemplo del río el cauce como el Logos que «todo rige», medida universal que ordena el cosmos, y en el agua del río, el fuego.

Algunos autores como Aristóteles, interpretaron el fuego de Heráclito e Hípaso de Metaponto como el arché de la realidad, siendo eterno donde todas las cosas son mutaciones del fuego.[57][58]

Sin embargo, la lectura monista del fuego es difícil por su doctrina del cambio. El fuego es más un símbolo del cambio. Proporciona un estándar de valor para otras cosas, pero no es idéntico a ellas.[41]​ Dijo que tanto Dios como el fuego son "querer y excederse".[59]​ Por "Dios", Heráclito no declaraba la versión cristiana de un solo Dios como motor inmóvil de todas las cosas, Dios como Creador, porque el universo es eterno, "siempre fue y será"; pero lo divino se opone a lo humano; lo inmortal frente a lo mortal, lo cíclico frente a lo transitorio. Podría decirse que es más preciso hablar de "lo Divino" y no de "Dios". Hipólito lo ve como una referencia del juicio divino y al infierno. A pesar de su empleo del lenguaje religioso, su visión teológica era bastante panteística.[13][28]​ No obstante en algunos fragmentos habla de un Dios personal.[60]

Su actitud hacia las religiones de su tiempo, especialmente a la báquica, era hostil.[61]

El hombre puede descubrir este Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al hombre y a las cosas (la doctrina de Heráclito fue interpretada, olvidando esta afirmación del Logos, en la filosofía inmediatamente posterior —sobre todo en Platón— como una negación de la posibilidad del conocimiento: si nada es estable, se niega la posibilidad de un saber definitivo). Sin embargo:

Su desprecio a los hombres le llevó a pensar que solamente la fuerza obligará a los hombres a obrar en su propio bien. Decía que «a todo animal hay que llevarlo a pastar a golpes»,[62]​ y «los burros prefieren la paja al oro». Heráclito afirma que la guerra es algo bueno, común para todos, ya que la lucha es justicia.[47][63][64]

Heráclito no era democrático, ya que no creía en la opinión de la mayoría para guiar a un pueblo, porque la mayoría es mala y pocos son buenos.[65]​ Por ejemplo, refiriéndose a Pitágoras, opinaba que hizo pasar por sabiduría lo que no era erudición, sino arte de engañar.[66]​ Solamente estimaba a Bías, "cuyo nombre es más respetable que el de los demás".[67]

Heráclito distingue entre las leyes humanas y la ley divina.[68]​ Él se manifiesta contra el derecho consuetudinario tradicional, en contraposición con la ley dada por el Estado.[9]​ Sin embargo, elimina el sentido humano de la justicia de su concepto de Dios, pues para Dios todas las cosas son justas, buenas y justas.[69]​ La ley es obedecer el plan de un solo hombre, y las leyes humanas están alimentadas por la ley divina (el Logos) que los hombres deben defender.[1][60]​ La verdadera virtud consiste en la subordinación del individuo a las leyes de la armonía del Logos, donde se encuentra la verdadera libertad.[20]

Su ética es un ascetismo orgulloso, parecido al de Nietzsche.[61]​ Un hombre vale mil si conoce el Logos. La virtud es ser moderado y la sabiduría es conocer y obrar según la naturaleza.[70]​ Heráclito consideró que el alma humana era una mezcla de fuego (noble) y agua (innoble). Se puede interpretar que Heráclito apreciaba más el autodominio, y despreciaba los placeres que distraen al hombre.[61][71]​ El placer es frío y húmedo; esto se puede ver en los borrachos.[72]

Lo que pase con estas almas secas es bueno. Pensar bien es la mayor excelencia, y la sabiduría es actuar y hablar lo que es verdadero, percibiendo las cosas según su naturaleza.[72][73]​ La doctrina de la inmortalidad del alma se destaca prominentemente en su ética.[20]​ También se ha interpretado que Heráclito aboga por un relativismo moral:[51]

La primera cita del uso más temprano de kosmos en cualquier texto griego existente viene de Heráclito.[8]​ Para Heráclito el Universo es finito y el mundo es único. Describió la bóveda celeste como un cuenco boca abajo que forma llamas, siendo éstas los astros. Señaló que el Sol es la llama más clara y cálida encontrándose muy alejado de nosotros, y la Luna más cerca. Con esto explicó los eclipses solares y los fenómenos meteorológicos.[74]

Él llamó a todo el cosmos "un fuego eterno".[75]​ Heráclito se refiere al avance del fuego con el fenómeno de la ekpyrosis, donde todo se destruye en el fuego.[55]​ Este proceso define claramente el destino del Universo que nace del fuego y luego perece en el fuego. A este proceso de “extinción” lo llama el “camino hacia abajo”. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: «Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue». Es el “camino hacia arriba”.[9]

Heráclito fue un hilozoísta.[9]​ Se le atribuye la doctrina cosmológica del eterno retorno. También parece abogar por la reencarnación tras la muerte.[76][77]

He aquí algunas frases de Heráclito:

El seguidor más famoso de Heráclito fue Crátilo, a quien Platón presentó como un naturalista lingüístico, uno que cree que los nombres deben aplicarse naturalmente a sus objetos. Según Aristóteles, Crátilo consideró que nada se puede decir sobre el mundo en constante cambio y "terminó pensando que uno no necesita decir nada, y solo movió el dedo".[83]​ Crátilo pudo haber pensado que el cambio continuo justifica el escepticismo porque no se puede definir una cosa que no tenga una naturaleza permanente.[84]​ La filosofía lingüística del siglo XX vio un aumento en las consideraciones planteadas por Crátilo en el diálogo de Platón y ofreció la doctrina llamada «cratilismo».[85]

El poema de Parménides sostiene que el cambio es imposible; puede haber estado refiriéndose a Heráclito con pasajes tales como "Multitudes que no distinguen, que sostienen que es y no es lo mismo, ¡y todas las cosas viajan en direcciones opuestas!".[86]

Los pluralistas fueron los primeros en intentar reconciliar a Heráclito y Parménides. Anaxágoras pudo haber sido influenciado por Heráclito en su negativa a separar los opuestos. Las fuerzas del Amor y el Odio de Empédocles probablemente fueron influenciadas por Armonía y Conflicto de Heráclito. A Empédocles también se le atribuye la introducción del concepto de los cuatro elementos clásicos, uniendo las concepciones de sus predecesores sobre el arché: tierra, aire, fuego y agua.[87]

Los sofistas como Protágoras también fueron influenciados por Heráclito. Parecían compartir su visión del logos.[88]

La contraposición del "panta rei" tuvo una influencia determinante sobre Platón, el cual con el fin de resolver las contradicciones con la teoría del ser de Parménides, contemporáneo de Heráclito,[45]​ quien crítico suyo que concluyó que el "no-ser" existe sólo en sentido relativo, dando así un fundamento filosófico al sentido griego del devenir. Bajo la influencia del heraclitismo de Crátilo, Platón llegó a la conclusión de que las definiciones socráticas, los universales, no corresponden a las cosas sensibles y por ello introdujo las Formas. [89]​ Esta concepción de la Razón universal, ordenadora de todo, aparece en el sistema de los estoicos, que tomaron de Heráclito su cosmología.[8]

Platón es el filósofo más famoso que intentó reconciliar a Heráclito y Parménides; a través de Platón, estas dos figuras influyeron virtualmente en toda la filosofía occidental posterior. Platón conoció a Heráclito a través de Crátilo y escribió su diálogo homónimo.[90]​ Pensó que los puntos de vista de Heráclito significaban que ninguna entidad puede ocupar un solo estado al mismo tiempo y argumentó en contra de Heráclito de la siguiente manera:[91]

"¿Cómo puede ser eso algo real que nunca está en el mismo estado? [...] porque en el momento en que el observador se acerca, entonces se convierten en otros [...] de modo que no puedes avanzar más en el conocimiento de su naturaleza o estado [...] pero si lo que sabe y lo que se conoce existe alguna vez [...] entonces no creo que puedan parecerse a un proceso o flujo [...]"[92]

Platón parece haber sido influenciado por Heráclito en su concepto del mundo como siempre cambiante y por lo tanto nuestra incapacidad para tener conocimiento de los particulares , y por Parménides en la necesidad de otro mundo: el reino platónico donde las cosas permanecen inmutables y los universales existen como objetos de conocimiento. , las Formas . En el Simposio , Platón se parece mucho a Heráclito:[84][93]

"Incluso durante el período durante el cual se dice que cualquier ser vivo vive y conserva su identidad, ya que a un hombre, por ejemplo, se le llama el mismo hombre desde la niñez hasta la vejez, de hecho no retiene los mismos atributos, aunque se le llama la misma persona: siempre se está convirtiendo en un nuevo ser y atravesando un proceso de pérdida y reparación, que afecta su cabello, su carne, sus huesos, su sangre y todo su cuerpo. Y no solo su cuerpo, sino también su alma. El carácter, los hábitos, las opiniones, los deseos, los placeres, los dolores y los miedos de ningún hombre siguen siendo los mismos: surgen nuevos y desaparecen los viejos."[93]

Platón consideraba a Heráclito el predecesor intelectual de los sofistas.[94]Aristóteles acusa a Heráclito de hablar en contradicción y acusó a los sofistas de aplicar la contradicción a "todas las artes".[95]​ Más adelante la tradición filosófica aristotélica valoraría a Heráclito como incompatible con los principios de la lógica formal,[89]​ si bien el mismo Aristóteles (como antes Platón) no había acogido la teoría del devenir en un intento de conciliar con el rígido estatismo de Parménides e introduciendo así la doctrina de la transición perpetua de la potencia al acto, que encontraría mejor acogida entre los místicos neoplatónicos. De acuerdo con Plotino, que también mantenía los principios de la lógica del eleática , «Heráclito sabía que el Uno es eterno y espiritual: ya que sólo lo que tiene cuerpo se convierte en eterno y fluye» Enéadas , V, 9).[96]

El cinismo también fue influenciado por Heráclito,[97]​ quien se le atribuyen varias cartas en las Epístolas cínicas.[98]

Enesidemo, uno de los principales filósofos pirronistas antiguos, afirmó en una obra ahora perdida que el pirronismo era un camino hacia la filosofía heracliteana porque la práctica pirronista ayuda a ver cómo los opuestos parecen ser el caso sobre lo mismo. Una vez que uno ve esto, conduce a comprender que la visión heracliteana de los opuestos es el caso de lo mismo. Un filósofo pirronista posterior, Sexto Empírico, no estuvo de acuerdo, argumentando que los opuestos que parecen ser el caso sobre lo mismo no es un dogma de los pirronistas, sino un asunto que les ocurre a los pirronistas, a los demás filósofos y a toda la humanidad.[99]

Los estoicos creían que los principales principios de su filosofía se derivaban del pensamiento de Heráclito,[100]​ "la importancia de Heráclito para los estoicos posteriores es más evidente en Marco Aurelio".[101]​ Faltan conexiones explícitas de los primeros estoicos con Heráclito que muestren cómo llegaron a su interpretación, pero pueden inferirse de los fragmentos estoicos, que Long concluye que son "modificaciones de Heráclito".[102]

Los estoicos estaban interesados en el tratamiento del fuego de Heráclito. La obra estoica más antigua que se conserva, el Himno a Zeus de Cleantes, una obra de transición del politeísmo pagano a las religiones y filosofías modernas, aunque no hace referencia explícita a Heráclito, adopta lo que parece ser una versión modificada del logos de Heráclito. Zeus gobierna el universo con la ley (nomos), ejerciendo en su nombre el "sirviente bifurcado", el "fuego" del "relámpago eterno"; nada de esto difiere del Zeus de Homero.

Según Cleantes, Zeus usa el fuego para "enderezar los logos comunes" que viaja (phoitan "frecuentar") mezclándose con las luces mayores y menores (cuerpos celestes); el logos de Heráclito ahora se confundía con el "nomos común", que Zeus usa para "hacer lo incorrecto (perissa, izquierdo o impar) correcto (artia, correcto o par)" y "ordenar (kosmein) lo desordenado (akosma)".[103]

La modificación estoica de la idea de Heráclito del Logos influyó en filósofos judíos como Filón de Alejandría, que la relacionó con la "Sabiduría personificada" como principio creativo de Dios.[cita requerida] Filón usa el término Logos a lo largo de sus tratados sobre las escrituras hebreas de una manera claramente influenciada por los estoicos.[cita requerida] Sobre el tema de la modificación estoica de Heráclito, Burnet escribe:

Otra dificultad que tenemos que afrontar es que la mayoría de los comentaristas de Herakleitos mencionados en Diógenes eran estoicos. Ahora, los estoicos tenían al efesio en una veneración peculiar y buscaban interpretarlo en la medida de lo posible de acuerdo con su propio sistema. Además, les gustaba "acomodar" los puntos de vista de los pensadores anteriores a los suyos, y esto ha tenido graves consecuencias. En particular, las teorías estoicas del logos y la ekpyrosis se atribuyen constantemente a Herakleitos, y los mismos fragmentos están adulterados con retazos de terminología estoica.[104]

La doctrina del Logos como razón universal es similar a la doctrina del Tao[37]​ y fue adoptada por los estoicos. Los Padres de la Iglesia fueron los líderes de la Iglesia primitiva durante sus primeros cinco siglos de existencia, aproximadamente contemporáneos al estoicismo bajo el Imperio Romano. Han sobrevivido las obras de decenas de escritores en cientos de páginas; todos ellos mencionaron la forma cristiana del Logos.[105]​ La Iglesia Católica encontró necesario distinguir entre el logos cristiano y el de Heráclito para distanciarse de los paganos y convertirlos al cristianismo. Muchos Padres de la Iglesia fueron filósofos convertidos.

Hipólito de Roma interpretó el logos con el Evangelio de Juan:[40][106]

Hipólito identificó a Heráclito junto con los demás presocráticos y académicos como fuentes de herejía. En Refutación de todas las herejías, una de las mejores fuentes sobre citas de Heráclito, dice Hipólito; "Qué locura blasfema es de Noeto, y que se dedicó a los principios de Heráclito el Oscuro, no a los de Cristo".[108]​ Entonces Hipólito presenta una cita; "Dios (theos) es día y noche, invierno y verano [...] pero toma varias formas, así como el fuego, cuando se mezcla con especias, se nombra según el sabor de cada uno".[109]​ El fragmento parece apoyar el panteísmo si se toma literalmente. El físico y filósofo alemán Max Bernard Weinstein clasificó la visión de Hipólito de Roma como un predecesor del pandeísmo.[110]

Hipólito condena su oscuridad; no podía acusar a Heráclito de herejía, diciendo; "¿No se anticipó [Heráclito] el Oscuro a Noetus al enmarcar un sistema [...] ?" La aparente deidad panteísta de Heráclito debe ser igual a la unión de opuestos y, por lo tanto, debe ser corpórea e incorpórea, divina y no divina, muerta y viva, etc., y la Trinidad solo puede alcanzarse mediante un cambio de forma ilusorio.[111]

El apologista cristiano Justino Mártir tuvo una visión más positiva de Heráclito. En su Primera Apología, dijo que tanto Sócrates como Heráclito eran cristianos antes de Cristo: "los que vivieron razonablemente son cristianos, aunque se les haya considerado ateos; como, entre los griegos, Sócrates y Heráclito, y hombres como ellos".[112]

Heráclito fue considerado un motivo indispensable para la filosofía durante el período moderno.[cita requerida] Michel de Montaigne propuso dos puntos de vista arquetípicos de los asuntos humanos basados en ellos, seleccionando el de Demócrito para sí mismo.[113]​ Heráclito pudo incluso haber sido mencionado en el El mercader de Venecia de William Shakespeare.[114]

G. W. F. Hegel elogió a Heráclito; según él, "el origen de la filosofía se remonta a Heráclito". Atribuyó la dialéctica a Heráclito en lugar de, como hizo Aristóteles, a Zenón de Elea , diciendo: «No hay proposición de Heráclito que yo no haya aceptado en mi Lógica» (Hegel, Lecciones sobre la historia del la filosofía).[115][116][117]​ Heráclito, sin embargo, a diferencia de Hegel, no concebía el devenir como una progresiva toma de conciencia de lo absoluto; para él, el devenir parece consistir más bien en los cambios de un idéntico sustrato o Logos: «todas las cosas son Uno y el Uno todas las cosas»; «Este cosmos es el mismo para todos ... pues siempre es y será». De esta visión del mundo se vería influido especialmente el estoicismo.[118][119]

Friedrich Engels, que se asoció con los Jóvenes Hegelianos, también le dio a Heráclito el crédito por inventar la dialéctica, relevante para su propio materialismo dialéctico.[120]​ El mismo Vladimir Lenin reafirmó lo anterior.[9]Ferdinand Lasalle también fue un socialista influenciado por Heráclito.[116]

El filósofo existencialista Søren Kierkegaard escribió de él:

Friedrich Nietzsche fue profundamente influenciado por Heráclito,[122]​ como puede verse en su Filosofía en la época trágica de los griegos.[123][124]​ Nietzsche vio a Heráclito como una firme oposición al pesimismo de Anaximandro.[125]Oswald Spengler fue influenciado por Nietzsche y también escribió una disertación sobre Heráclito.[126]

Martin Heidegger también fue influenciado por Heráclito, como se ve en su Introducción a la Metafísica, y tomó una interpretación muy diferente a la de Nietzsche y varios otros. Según Heidegger; "En Heráclito, a quien se le atribuye la doctrina del devenir tan diametralmente opuesta a la doctrina del ser de Parménides, dice lo mismo que Parménides".[127]​ A finales de la década de 1960, Heidegger tenía un famoso seminario sobre el filósofo griego junto con Eugen Fink en Friburgo, considera que el concepto de verdad, entendida como ἀλήθεια, o "no escondido" (en alemán Unverborgenheit ) es una especie de paráfrasis del fragmento del texto de Heráclito n. 93 DK: "El señor, el oráculo está en Delfos, no dice ni oculta, sino que indica". Para Heidegger, la filosofía de Heráclito sirve de confirmación de su posición.[128]

La ilustración de J. M. E. McTaggart de las series A y B del tiempo se ha visto como una aplicación análoga al tiempo de las visiones de Heráclito y Parménides de toda la realidad, respectivamente.[129][130]​ La filosofía del proceso de Alfred North Whitehead se asemeja a los fragmentos de Heráclito.[131]Karl Popper escribió mucho sobre Heráclito; tanto Popper como Heráclito creían en los procesos invisibles en funcionamiento.[132]

Carl Jung escribió que Heráclito "descubrió la más maravillosa de todas las leyes psicológicas: la función reguladora de los opuestos [...] con lo que quiso decir que tarde o temprano todo se encuentra con su opuesto". Jung adoptó esta ley, llamada enantiodromía, en su psicología analítica.[133]​ Lo relacionó con los clásicos chinos, afirmando; "Si el mundo occidental hubiera seguido su ejemplo, todos seríamos chinos en nuestro punto de vista en lugar de cristianos. Podemos pensar en Heráclito como haciendo el cambio entre Oriente y Occidente".[134]​ Jung sugirió que a Heráclito se le llamara "el oscuro" no porque su estilo fuera demasiado difícil, sino "porque habló con demasiada claridad" acerca de la naturaleza paradójica de la existencia "y llamó a la vida misma un fuego eterno".[135]



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