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Alfabeto latino básico



El alfabeto latino, abecedario latino, alfabeto romano o abecedario romano (en latín tardío: Abecedarium Latinum) es el sistema de escritura alfabético más usado del mundo hoy en día, por más de 4500 millones de personas.

El alfabeto latino se utiliza en la mayoría de los idiomas de la Unión Europea, América, el África subsahariana y las islas del océano Pacífico.

Actualmente, la expresión alfabeto latino se utiliza para cualquier derivación directa del alfabeto usado por los romanos. Estas variaciones pueden perder letras —como el italiano— o añadir letras —como es el caso del español— con respecto al alfabeto romano clásico. Muchas letras, por otro lado, han cambiado a lo largo de los siglos, como las minúsculas, forma desarrollada en la Edad Media que los romanos no habrían reconocido.

Su origen legendario aparece en la fábula 277 de Cayo Julio Higino quien cuenta la leyenda de como Carmenta, la sibila cimeria, alteró 15 letras del alfabeto griego para crear el alfabeto latino, y cómo su hijo Evandro lo llevó al Lacio sesenta años antes de la guerra de Troya.[1]

Se sostiene, generalmente, que los latinos adoptaron la variante occidental del alfabeto griego en el siglo VII a. C. de la colonia griega en Cumas (sur de Italia). No lo hicieron directamente, sino a través del antiguo alfabeto etrusco, del que adoptaron 21 de las 26 letras etruscas originales. La expansión del Imperio romano primero y, después, la cristianización de los pueblos de Europa, expandió sucesivamente su uso en el Mediterráneo, Europa del Norte y Central y más tarde los imperios coloniales europeos lo llevaron a los cinco continentes.

El historiador Estrabón remonta la presencia griega en el sur de Italia a la guerra de Troya, pero, descartando explicaciones legendarias, sabemos que fue en los siglos VIII y VII a. C cuando estos se establecieron masivamente en la zona empujados por la sobrepoblación, las guerras y el desarrollo del comercio, dando lugar a la Magna Grecia.[2]​ El contacto de los griegos con los pueblos indígenas de la península itálica hizo surgir numerosos alfabetos itálicos. Puesto que en este período los etruscos eran la civilización de Italia más avanzada, se asume que todos estos derivan del alfabeto etrusco. Este alfabeto estaba basado en una variante de los alfabetos griegos arcaicos diferente a la del alfabeto griego clásico: la variante Eubea usada en las colonias griegas de Isquia y Cumas, en la bahía de Nápoles. Los latinos, los pueblos itálicos que vivían asentados en Latium estaban fuertemente influidos y los monarcas etruscos reinaban sobre Roma.

Algunas características de este período:

La nueva letra G se introdujo en el período del latín antiguo como una variante de la 'C' para poder distinguir la /ɡ/ sonora de la /k/ sorda. Plutarco atribuye esta innovación al liberto Espurio Carvilio Ruga, el primer romano en abrir una escuela de pago, que enseñó alrededor del 230 a. C.[3][4]​ También se atribuye a Apio Claudio. Autores modernos consideran que existía previamente y Carvilio Ruga solo promovió su uso, siendo su nombre un ejemplo de como la letra G soluciona la confusión al contener ambos sonidos: "ca" y "ga". A pesar del cambio, las abreviaturas de los praenomen Gaius y Gnaeus se mantendrán como C. y Cn. en una muestra de conservadurismo.

En el momento de surgir la G, la K había caído en desgracia por ser superflua, y 'C', que anteriormente había representado tanto /ɡ/ como /k/ antes de vocales abiertas, había llegado a expresar /k/ en todos los entornos. Apenas algunas palabras se mantuvieron utilizando la letra K, como por ejemplo «kalendae» o «kalator». QU solo se mantendría cuando es seguida de una vocal, por ejemplo en «quonian» pero no «curro». El antiguo gramático latino Prisciano etiquetaba a la K como «supervacua» (innecesaria). Posteriormente, según el gramático Quintiliano deberá evitarse siempre excepto cuando representa la abreviatura de una palabra entera como Kaeso, Kalendas o Kaput:[5]

La cultura griega era ampliamente admirada por los romanos y tras la conquista de Grecia en el siglo I a. C. se adoptarían las letras griegas Υ y Ζ para representar estos dos sonidos del prestigioso dialecto griego ático. Antes, en su oratoria Quintiliano lamentaba que «carecemos de las dos letras griegas más agradables, una vocal y otra consonante, los sonidos más dulces de su idioma», poniendo como ejemplo que la imposibilidad de escribir palabras como zephyrus.[6]

La Y representaba a la vocal /y/ (como en francés cru (crudo) o alemán grün (verde)) en palabras griegas que antes habían contenido /u/. Puesto que /y/ no era un sonido nativo del latín aquellos que no habían aprendido griego lo pronunciaban como /i/ o como /u/. Algunas palabras latinas de origen itálico también adoptaron la Y, por ejemplo silva ('bosque') se escribía a menudo sylva, por analogía con el cognado griego ὕλη.[7]

La Z tomó el valor de la consonante africada /dz/. Antes de introducirse esta letra los romanos utilizaban una o dos S para transcribir palabras griegas, por ejemplo sōna para ζώνη "cinturón" y trapessita para τραπεζίτης "banquero"

Un intento por el emperador Claudio para introducir tres nuevas letras (letras claudias) duró poco tiempo.

El nuevo alfabeto latino contenía 23 caracteres:

Los nombres latinos de algunas letras son discutidos. La H probablemente tenía otro nombre en el latín hablado: basando en las lenguas romances actuales, este debe haber sido haca, a consecuencia de perder su sonido en épocas tardías del latín, pues era necesario distinguirla de la [a]. En general, de cualquier modo, los romanos no usaban los nombres tradicionales (derivados de los semitas) como en griego: los nombres de las consonantes oclusivas fueron formados añadiendo [eː] al sonido (excepto C, K y Q en las que se necesitaba diferentes vocales para distinguirlas) y los nombres de las fricativas consistieron en, ya sea el sonido en sí, o el sonido precedido de [ɛ]. Cuando se introdujo la letra Y fue, probablemente, llamada hy [hyː] como en griego (el nombre ípsilon no era usado todavía) pero se cambió por i graeca ("i griega") cuando el sonido [i] y [y] se mezclaron en latín. A la Z se le dio su nombre griego, zeta.

No fue hasta la Edad Media que se añadió la J (que representaba la I no silábica), y la U y la W (para distinguirlas de V). La W está formada por dos uves (VV) o úes (UU). Fue añadida en tiempos romanos tardíos para representar un sonido germánico. Las letras U y J, de manera similar, se consideraban originalmente como variantes de V e I respectivamente.

El alfabeto usado por los romanos comprendía únicamente las letras mayúsculas. Las minúsculas se desarrollaron, a partir de la grafía cursiva, en la Edad Media, primero como escritura uncial y luego como escritura minúscula. Las antiguas letras romanas se mantuvieron para inscripciones formales y para dar énfasis en documentos escritos. Las lenguas que usan el alfabeto latino, generalmente, usan letras mayúsculas para empezar párrafos y frases y para nombres propios. Las reglas de las mayúsculas han cambiado a lo largo del tiempo y no son las mismas para todos los idiomas.

A diferencia del español, idiomas como el inglés usan la mayúscula inicial para lenguas, nacionalidades y meses, entre otros; el alemán moderno capitaliza todos los sustantivos; el polaco capitaliza los pronombres.

El alfabeto latino se expandió desde Italia, con la lengua latina, a las tierras alrededor del mar Mediterráneo con la expansión del imperio romano. La parte este del imperio romano, incluyendo Grecia, Asia Menor, Levante y Egipto, continuó usando la lengua griega como lingua franca, pero el latín era ampliamente hablado en la parte oeste del imperio y, del latín, se desarrollaron las lenguas romances occidentales incluyendo el español, francés, catalán, gallego, portugués e italiano, que continuaron usando y adaptando el alfabeto latino. Con la expansión del cristianismo, el alfabeto latino se extendió a los pueblos del norte de Europa que hablaban lenguas germánicas, desplazando sus anteriores alfabetos rúnicos, como también a las lenguas bálticas, como el lituano y el letón, y muchas lenguas no indoeuropeas como las fino-ugrias, más notablemente el húngaro, el finés y el estonio. Durante la Edad Media, el alfabeto latino se empezó a usar entre los hablantes de las lenguas eslavas occidentales, incluidos los ancestros de los polacos, checos, croatas, eslovenos y eslovacos modernos, a medida que adoptaban el catolicismo; los hablantes de las lenguas eslavas orientales, generalmente, adoptaron el cristianismo ortodoxo y el alfabeto cirílico.

Hasta 1492, el alfabeto latino estaba limitado a las lenguas habladas en Europa occidental, norte y central. Los Eslavos Cristianos Ortodoxos del este y sur de Europa, mayormente, usaban el alfabeto cirílico y el alfabeto griego se seguía usando entre los hablantes griegos alrededor del Mediterráneo oriental. El alfabeto árabe se extendió ampliamente entre el Islam, entre naciones árabes y no árabes, como los iranios, indonesios, malayos y los turcos. La mayor parte del resto de Asia usaba una variedad de alfabeto brahmi (devanagari) o escritura china.

A lo largo de los últimos 500 años, el alfabeto latino se ha expandido por todo el mundo. Llegó a América, Australia y a partes de Asia, África y el Pacífico bajo las colonias europeas, de mano de las lenguas española, portuguesa, inglesa, francesa y neerlandesa. En el siglo XVII, los rumanos adoptaron el alfabeto latino; aunque el rumano es una lengua romance, los rumanos eran predominantemente cristianos ortodoxos y, hasta el siglo XIX la Iglesia usaba el alfabeto cirílico. Vietnam, bajo dominio francés, adoptó el alfabeto latino para escribir el idioma vietnamita, que había usado los caracteres chinos con anterioridad. El alfabeto latino se usa también en muchas lenguas austronesias, incluyendo tagalo y otros idiomas de Filipinas, el malayo oficial y el indonesio, que reemplazó a los anteriores alfabetos árabe y brahmi. Otro idioma que adaptó la alfabetización latina fue el rapa nui.

En 1928, como parte de la reforma de Mustafa Kemal Atatürk, Turquía adoptó el alfabeto latino para el turco, reemplazando el alfabeto árabe. La mayoría de los hablantes de las lenguas túrquicas de la antigua Unión Soviética, incluidos los tártaros, los bashkirios, azeríes, los kazajos, los kirguís, etc. usaron el alfabeto túrquico uniforme en los años 1930. En los años 1940 todos esos alfabetos fueron reemplazados por el cirílico. Tras el colapso de la Unión Soviética en 1991, muchas de las recientemente independientes repúblicas de habla túrquica, adoptaron nuevamente el alfabeto latino, reemplazando al cirílico. Azerbaiyán, Uzbekistán y Turkmenistán han adoptado el alfabeto latino para las lenguas azerí, uzbeka y turcomana, respectivamente. Hay proyectos similares en Kazajistán. En los años 1970, la República Popular China desarrolló una transliteración oficial del chino mandarín al alfabeto latino, llamado pinyin, aunque todavía predomina el uso de caracteres chinos.

Las lenguas eslavas occidentales y la mayoría de las del sur, usan el alfabeto latino en vez del cirílico, como reflejo de la religión dominante entre esa gente. Entre ellos, el polaco, usa una variedad de diacríticos y dígrafos para representar valores fonéticos especiales, como también la l con barra (ł) para un sonido similar a la u en posición inicial de diptongo ([w] en AFI, similar a la w inglesa). En checo usa diacríticos como el háček. En croata, esloveno y en la versión latina del serbio también se usan háčeks y acentos agudos como en ć y barras como en đ.

Las lenguas de los eslavos orientales de la Iglesia ortodoxa, generalmente usan cirílico. En serbio se usan los dos. En los Balcanes no utilizan el alfabeto latino solamente Grecia y Bulgaria, aunque las minorías turcas de ambos países lo utilizan oficialmente para su lengua turca.

Recientemente las autoridades secesionistas de etnia albanesa de Kosovo han propuesto el uso exclusivo del alfabeto latino en perjuicio del cirílico, para cancelar todo vestigio de la dominación serbia en la región, de mayoría albanesa. Actualmente en Kazajistán por iniciativa del presidente del país, Nursultán Nazarbáyev, ha decidido que su lengua nacional se escriba en el alfabeto latino, igual que la mayoría de los idiomas túrquicos como parte de la estrategia de desarrollo estatal, abandonando el cirílico.[8][9]

En India recientemente ha sido propuesto el uso del alfabeto latino.

El abecedario latino internacional moderno tiene como base al romano, añadiendo J, U, W y sus correspondientes formas minúsculas:

Se pueden formar letras adicionales:

De todos modos, estos glifos no son siempre considerados letras independientes en el alfabeto. Por ejemplo, en inglés moderno æ se considera una variante gráfica de ae en vez de una letra por separado. También en latín, tanto æ como œ simplemente son variantes de los diptongos ae y oe; por lo tanto, tampoco se consideran letras independientes; mientras que en los alfabetos danés y noruego æ es una letra por sí misma y está situada al final del alfabeto conjuntamente con ø y aa/å. En francés, œ tampoco forma parte del alfabeto, simplemente es variante gráfica del diptongo oe. En español, la ch y la ll se consideraban letras independientes desde la Ortografía de 1754, pero desde la publicación de la Ortografía de 2010 son, oficialmente, dígrafos de c y h y l doble respectivamente. En el catalán y belsetano, existe la l·l geminada.

Con el paso del tiempo, el alfabeto latino ha sido adoptado para el uso de nuevas lenguas, algunas de las cuales tienen fonemas que no habían sido usados en las lenguas que tenían este alfabeto como medio de escritura. Por lo tanto, se crearon extensiones de este alfabeto cuando se necesitaban. Estas toman la forma de símbolos modificados cambiándoles la forma o añadiendo diacríticos, juntando varias letras con ligadura o creando nuevas formas.

A estas nuevas formas se les da un lugar en el alfabeto, como se verá más adelante.

Una ligadura es la fusión de dos o más letras ordinarias en un nuevo glifo. Ejemplos de ligaduras son Æ de AE, Œ de OE, ß de ſs, la ij neerlandesa de i y j. Nótese que ij en mayúsculas es IJ (y no Ij). El par ſs es simplemente la doble s arcaica. La primera parte (ſ) es la forma medieval arcaica y la segunda es su forma final (s). El francés usa el dígrafo Œ, como en sœur, bœuf, cœur...

Los diacríticos son signos que se añaden a letras específicas para modificar su pronunciación. Las características que representan dependen de cada lengua.

Hay otros diacríticos y otros usos para los que se han descrito aquí, que pueden verse en Alfabetos derivados del latín.

Los alfabetos que derivan del latín tienen clasificaciones alfabéticas varias:

El algoritmo de situación alfabética de Unicode puede ser usado para obtener cualquiera de las secuencias descritas aquí:



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