x
1

Primera causa



En filosofía y teología natural, un argumento cosmológico es un tipo de argumento en el que la existencia de Dios como un ser único y trascendente se infiere a posteriori a partir del movimiento, causalidad, cambio, composición, temporalidad, contingencia o finitud respecto al cosmos como conjunto o de procesos dentro de él.[1]​ Tradicionalmente es conocido como el argumento de la primera causa,[2]​ y como el argumento causal[3][4]​, incluso ha llegado a vérsele como un argumento cosmogónico.[5]​ Cualquiera que sea el término que se le emplee, el argumento cosmológico es más una categoría para distintos tipos de argumentos, en vez de un único argumento, que utilizan un patrón general de argumentación (Logos) con el que se infiere a partir de hechos particulares alegados al universo (Cosmos) la existencia de un ser supremo.

El término y definición de «argumento cosmológico» fue dado por Immanuel Kant en su obra Crítica de la razón pura, donde distinguió tres tipos de argumentos para la existencia de Dios: ontológico (basado en el concepto a priori de Dios como "el ser más real", ens realissimum, sujeto de todos los predicados), cosmológico (basado en la necesidad de ser causa de todo lo existente) y físico-teleológico (basado en la evidencia de diseño en el orden del mundo).[6][7]

Las premisas básicas de un argumento cosmológico están regidas bajo el concepto de causalidad. La conclusión del argumento tiene como objetivo demostrar la existencia de una Primera Causa o Primer Principio, que subsecuentemente es dicho de ser Dios. La historia del argumento cosmológico se remonta a los tiempos de Aristóteles (c. 384-322 a.C) con su Motor Inmóvil. Fue retomado por el neoplatonismo y el cristianismo primitivo y luego por la filosofía islámica antigua en los siglos IX y XII, y reintroducido a la teología cristiana en el siglo XIII por Tomás de Aquino en sus obras Suma teológica y Suma Contra los Gentiles. El argumento cosmológico está cercanamente relacionado al principio de razón suficiente de Gottfried Leibniz y a la máxima nada surge de la nada atribuida a Parménides.[8]​ Los defensores o formuladores históricos destacados del argumento cosmológico se encuentran: Aristóteles, Plotino, Avicena, Al-Ghazali, Maimónides, Tomás de Aquino, así como la mayoría de los pensadores adheridos al teísmo clásico.

El argumento fue objeto de debate por filósofos como David Hume con su crítica a la causalidad, y luego por Immanuel Kant con su crítica al concepto de «ser necesario».[1]​ Más adelante, el filósofo Bertrant Russell redujo el universo a un simple "hecho bruto" del cual su existencia no exige una explicación; «está ahí, y eso es todo».[9]Astrofísicos como Stephen Hawking[1]​ y Neil Degrasse Tyson reiteraron esta opinión.[10]​ Actualmente aún se sigue debatiendo la validez y solidez de estos argumentos, además de aportarse nuevas versiones. Entre los defensores contemporáneos se encuentran: William Lane Craig, Robert Koons,[11]Richard M. Gale, Alexander Pruss,[12][13]William L. Rowe[14][15]​ y Edward Feser.[16]​ Por otro lado, destacan los críticos: J. L. Mackie, Graham Oppy y Quentin Smith.

Platón (c. 427–347 a. C.) y Aristóteles (c. 384–322 a. C.) plantearon argumentos de primera causa, aunque cada uno tenía ciertas advertencias notables.[17]​ En las Leyes (Libro X), Platón postuló que todo movimiento en el mundo y el Cosmos era «movimiento impartido». Esto requirió un «movimiento de origen propio» para ponerlo en movimiento y mantenerlo. En el Timeo, Platón postuló un «demiurgo» de sabiduría suprema e inteligencia como el creador del Cosmos. En la República, arguyó que el universo no surgió de la combinación azarosa de los átomos. Argumentó cosmológico a favor de una fuente del movimiento que se mueve por sí mismo, que es el espíritu o el alma, la fuente del movimiento cósmico.[18]

Aristóteles fue el primer filósofo en formular un argumento cosmológico. En el libro VIII de la Física y en el libro XII de la Metafísica, Aristóteles desarrolla y demuestra su concepto del Primer motor inmóvil a partir del problema del movimiento y valiéndose de su teoría de la causación.

Según Aristóteles, todo movimiento requiere la existencia de un móvil y de un motor. El hijo no existiría sin los padres, el árbol no existiría sin la semilla , ni la velocidad de una flecha sin el impulso del brazo y del arco. Ahora bien, si el motor, el ser que otorga el movimiento a otro, es a su vez un ser en movimiento, es necesario que otro motor le otorgue su movimiento. Así, los padres, que son el motor del hijo, son a su vez movidos por sus padres. La semilla, que es el motor del árbol, es a su vez movida por un suelo fértil. Este tipo de relación entre móviles y motores, parece llevarnos a una serie de seres que se otorgan el movimiento los unos a los otros previa a los seres que son evidente a nuestros sentidos. Sin embargo, la serie de móviles y motores no puede ser infinita. Si dijéramos que lo que se mueve, es decir, todo el universo, tiene una infinitud de motores, ello querría decir que el mundo en el que vivimos habría debido recorrer una infinidad de formas de ser antes de llegar a ser lo que ahora es. Si así fuera, si el mundo hubiera tenido que venir de una serie infinita, nunca hubiera podido llegar a ser como es ahora,, puesto que el infinito no puede recorrerse. Y llegaríamos a esta extraña contradicción: este mundo que nos rodea estaría al mismo tiempo aquí e infinitamente lejos de donde esta. Cualquiera de las cosas que nos rodean y todas ellas en su conjunto, serían una presencia infinitamente ausente, infinitamente alejada de llegar a ser. Lo cual equivaldría a afirmar que el mundo real es a la vez irreal, Por lo tanto, para no admitir tan colosal contradicción debemos admitir que existe un primer motor. En otras palabras, para ser este motor verdaderamente el primero, debe de ser inmóvil, es decir, no estar en movimiento, porque si no lo fuese y estuviese en movimiento, necesitaría que otro motor que le otorgase movimiento y la regresión de motores iniciaría de nuevo. Y, como todo lo que se mueve, está en potencia y como todo motor está en acto , el primer motor inmóvil, debe ser acto puro, es decir, el primer motor debe ser plena y últimamente lo que es, sin potencia alguna, sin poder transformarse en algo más ni tender a ello, debe ser, por tanto, una sustancia con toda la plenitud del ser en sí misma.

Unos siglos más tarde, Plotino (c. 204/5-270 d.C), un pensador platónico argumento y enseñó sobre lo totalmente trascendente y supremo, «lo Uno», el cual era indivisible, indistinto, in-multiplicable y más allá de las categorías del ser y del no-ser. «Lo Uno» no podía ser ninguna cosa existente, ni siquiera la mera suma de la totalidad de partes, sino previo a todo lo existente. Plotino identificó esta concepción de «lo Uno» con concepciones platónicas de Bien (filosofia) y Belleza.

Al-Kindi (c.801-873 d.C), un filósofo musulmán influenciado por un marco teórico aristotélico y neoplatónico, arguyó sobre la «absoluta unidad» de Dios a partir de lo que es la unicidad y la composición en el mundo. Al-Kindi decía que, mientras un cuerpo es uno, también se encuentra compuesto por diferentes partes. Una persona, por ejemplo podría decir «veo un elefante», y eso significa que «ve un elefante», pero el término 'elefante' se refiere a un especie de animal que contiene a muchos. Por esto, Al-Kindi se refiere a que mientras nosotros podemos pensar en un ser existente como «uno», en realidad, dicho ser existente es «uno» y «muchos». Por tanto—concluye más adelante el filósofo—, Dios es absolutamente uno, tanto en ser como en concepto, carente de toda multiplicidad, de tal forma que ese es su único atributo y por tanto, no encontrado en nada más que en El.

Avicena (c. 980-1037 d.C), otro filósofo islámico propuso un argumento formal a favor de la existencia del Dios islámico. Avicena argumento que debe de haber un «necesariamente existente», es decir, un ente que no puede no-existir. Su argumento razonaba que el conjunto entero de seres contingentes debía tener una causa que no fuera contingente pues de serlo estaría forzosamente incluida en el conjunto de seres contingentes. Por tanto, debía de existir un necesariamente existente, el cual también poseía atributos como la unidad, simplicidad, inmaterialidad, intelecto, bondad y generosidad, de tal forma que se correspondía con Alá. (Ver Prueba de la veracidad).[19]

La estructura tradicional de un argumento cosmológico:

Existen varios tipos de clasificaciones para el argumento cosmológico. La distinción es importante porque las objeciones planteadas contra una versión pueden no serlo en otras.[20]​ Para Graham Oppy, la diferencia de cada argumento se encuentra en las conclusiones de estos y las premisas para llegar a dicha conclusión.[21]​ Estas clasificaciones son importantes porque las objeciones hacia una versión del argumento pueden ser irrelevantes en otro.[1]

William Lane Craig distingue tres tipos de argumentos cosmológicos deductivos en términos de su aproximación a una regresión infinita de causas. El primero, defendido por Aquino, se basa en la imposibilidad de una regresión infinita esencialmente ordenada. El segundo, que Craig llama el kalām. El argumento sostiene que un retroceso temporal infinito de causas es imposible porque un infinito real es imposible, e incluso si fuera posible, no podría realizarse temporalmente. El tercero, propugnado por Leibniz y Samuel Clarke se basa abiertamente en el principio de razón suficiente.[1]

El argumento del primer motor o la primera causa comienza con el hecho de que hay un cambio en el mundo efecto de alguna causa o motor. Cada causa es en sí misma el efecto de otra causa y esta cadena se mueve en una serie que nunca termina o se completa por una primera causa, que debe ser de una naturaleza radicalmente diferente, ya que no es causada por sí misma. Tal primera causa es un aspecto importante, aunque no la totalidad, de lo que el cristianismo quiere decir con Dios.[22]

Para Aristóteles, el cambio del cosmos esta subordinado al acto y la potencia. Todo lo que está en movimiento, es movido por otro.[23]​ Define el movimiento como la actualización de una potencia en tanto que está en potencia (Fís. III, 201a 10-11), siendo además el acto anterior a la potencia.[24]​ El movimiento en sí es un «acto incompleto» y una potencia eterna, ya que si se actualiza, no hay movimiento. Luego es necesario que haya un ser que mueva todo sin que este sea movido.[25]

Ya en el VIII libro de la Física, Aristóteles habla de un ser inmaterial que no padece ningún cambio y que es el principio físico del mundo. Por no ser material, él mismo no es algo físico (Fis., II, 7, 198 a 36). Después, en el libro XII (Lambda) de la Metafísica, Aristóteles aboga por la existencia de un ser divino y parece identificarlo con el «primer motor inmóvil», quizá influenciado por el «Nous» de Anaxágoras. El primer motor no puede tener magnitud, ni finita o infinita, y en consecuencia, es indivisible y sin partes. Esto, unido a que en el capítulo noveno habla de Dios, la vida del motor inmóvil es el pensamiento autocontemplativo «νοήσεως νόησις; noeseos noesis», es decir, «pensamiento del pensamiento». Según Aristóteles, los dioses no pueden distraerse potencialmente de esta eterna autocontemplación porque, en ese instante, dejarían de existir. Esto ha llevado a muchos autores a hablar de Providencia.[26]

Aristóteles argumentó a favor de la idea de varios motores inmóviles, como son los motores inteligentes de los planetas y las estrellas. Estos parecen ser dioses, pero todo hace suponer que sean sustancialmente diversos de Aquel «primero», que merecería ser identificado con el que el hombre contemporáneo entiende por Dios, uno que accionaba cada esfera celeste, que creía que vivía más allá de la esfera de las estrellas fijas y explica el movimiento eterno del universo.

En su libro Summa Theologiae, santo Tomás enseña lo que es conocido como Quinque viae, cinco argumentos racionales que él usa para probar la existencia de Dios.

El primero de sus argumentos es la idea del motor inmóvil de Aristóteles:[27]

Similarmente, Tomás afirma en su segunda vía que nunca observamos que algo se cause a sí mismo, siendo lógicamente absurdo. La serie de causas no puede retroceder infinitamente, luego se ha de necesitar una primera causa del universo que sea a su vez incausada.[28]

Estas vías no demuestran la existencia del Dios cristiano, pero Tomás cree que es posible inferirlo tras reflexionar sobre la naturaleza de esta causa a partir de otros principios metafísicos plausibles. Además, las versiones de estos argumentos en la Summa Theologica no están completos, ya que algunas premisas están suprimidas.[29]​ La presentación más completa del argumento del motor inmóvil de Aquino se encuentra en la Summa contra Gentiles con 32 párrafos.[30]

Versiones modernas del argumento aristotélico han sido formuladas por filósofos como Edward Feser, que versión consta de 49 premisas. Siguiendo a Feser, las "formas o patrones manifiestos en todas las cosas" existen en un ser actualizador en acto para que las actualice en el mundo, siendo este actualizador una mente que es una, inmutable, eterna, inmaterial, incorpórea, perfecta, omnipotente, totalmente buena, inteligente y omnisciente.[16]

El argumento de la contingencia sigue por otra ruta un movimiento de pensamiento básico similar desde la naturaleza del mundo hasta su base última.[22]​ Las cosas cuya existencia necesita explicación son seres que dependen para su existencia de otros seres. Por sí solos no pueden proporcionar una explicación de la existencia de cada ser contingente. Por lo tanto, lo que causa que explica la existencia de estos seres debe incluir un ser necesario.[1]

El filósofo Joshua Rasmussen expresa el argumento de la contingencia de la siguiente forma:[31][32]

En la era escolástica, Tomás de Aquino formuló el «argumento de la contingencia» en su tercera via, siguiendo a Aristóteles al afirmar que debe haber algo que explique por qué existe el Universo. Dado que el Universo podría, bajo diferentes circunstancias, posiblemente no existir (contingencia), su existencia debe tener una causa, no simplemente otra cosa contingente, sino algo que existe por necesidad (algo que debe existir para cualquier otra cosa exista). En otras palabras, incluso si el Universo siempre ha existido, aún debe su existencia a una causa no causada. Aquino dijo además: «... y esto entendemos que es Dios».[33]

El argumento de Aquino desde la contingencia permite la posibilidad de un universo que no tiene principio en el tiempo. Es una forma de argumento de causalidad universal. Aquino observó que, en la naturaleza, había cosas con existencias contingentes. Como es posible que tales cosas no existan, debe haber algún tiempo en el que estas cosas no existan. Por lo tanto, según Aquino, debe haber habido un momento en que nada existía. Si esto es así, no existiría nada que pudiera traer algo a la existencia. Los seres contingentes, por lo tanto, son insuficientes para dar cuenta de la existencia de seres contingentes: debe existir un ser necesario cuya inexistencia es imposible, y de la cual se deriva la existencia de todos los seres contingentes.

El filósofo alemán Gottfried Leibniz hizo un argumento de la contingencia con su principio de razón suficiente en su Monadología, donde Intenta demostrar la existencia de un ser necesario e inferir que este ser es Dios:

Leibniz piensa que el mundo pudo ser de otras infinitas maneras, en tanto que existen infinitos mundos lógicamente posibles, y la razón por la que el mundo es así y no de otra manera es Dios, y la razón por la que Dios eligió este mundo y no otro de los infinitos posibles es porque «éste es el mejor de los mundos posibles» acorde con sus atributos de perfecta bondad e infinita sabiduría.[35]​ El principio de razón suficiente también es empleado por Samuel Clarke en su argumento cosmológico.[1]

El argumento de Leibniz, denominado como "argumento cosmológico leibniziano", es uno de los argumentos cosmológicos más populares en filosofía de la religión. Alexander Pruss formula el argumento como el siguiente:[36]

William Lane Craig lo formula de la siguiente forma:[37]

Los filósofos Richard Gale y Alexander Pruss propusieron una nueva versión del argumento basado en un principio de razón suficiente débil (donde "solo requiere la posibilidad de que haya una explicación para cualquier proposición verdadera") para la existencia de "un ser sobrenatural necesario que es muy poderoso, inteligente y bueno y crea libremente el universo" pero no un "Dios absolutamente perfecto (el que esencialmente tiene todas las omni-perfecciones)".[13]​ Por otro lado, el filósofo Michael Almeida formuló un argumento basado en el realismo modal de David Lewis y un principio de razón suficiente fuerte (donde "todo lo que existe tiene una explicación absoluta para su existencia [...] no hay hechos contingentes") para la existencia necesaria de Dios como explicación absoluta de todo lo que existe.[1]

El teólogo cristiano medieval Juan Duns Scoto creó unos argumentos metafísicos para la existencia de Dios en su obra Ordinatio.[38]​ Fueron inspirados por los argumentos de Aquino. Su explicación es larga y se puede resumir de la siguiente manera:[39][40]

Escoto trata inmediatamente con dos objeciones que puede ver: primero, que no puede haber una primera, y segundo, que el argumento se desmorona cuando 1) es cuestionado. Afirma que la regresión de causas esencialmente ordenadas, incluso si existiera, debe haber una primera causa eficiente de esa serie que se encuentre fuera de la serie. Lo segundo que dice puede responderse si la pregunta se reformula utilizando la lógica modal, lo que significa que la primera afirmación es «Es posible que se pueda producir algo».[40]

Otro tipo de argumento cosmológico que se basa en una primera causa inicial del universo. Este argumento cosmológico se le denomina Kalam y se desarrolló como un concepto dentro de la teología islámica, especialmente en la tradición mutakalliman.[1]​ Una de las primeras formulaciones del argumento cosmológico Kalam viene de Al-Kindi (siglo IX), que fue uno de los primeros filósofos islámicos en intentar introducir un argumento para la existencia de Dios basado en premisas puramente empíricas. Su principal contribución es el argumento cosmológico (Dalil al-Huduth) para la existencia de Dios, en su obra Sobre la Primera Filosofía.[41]​ Fue refinado en el siglo XI por Algazel (en La Incoherencia de los Filósofos) y en el siglo XII por Averroes. Al-Ghazali escribió:

«Todo ser que comienza tiene una causa para su comienzo; ahora, el mundo es un ser que comenzó; por lo tanto, posee una causa para su comienzo».[42]

Uno de los mayores defensores contemporáneos es William Lane Craig, quien le dio tal nombre y estructura general en su libro The Kalām Cosmological Argument :

A partir de la conclusión del silogismo inicial, Craig defiende el finitismo temporal de la segunda premisa apelando al Big Bang y con dos argumentos lógicos basados en "la imposibilidad de un infinito actual " y "la imposibilidad de la formación de un infinito actual por adición sucesiva".[43]

Refiriéndose a las implicaciones del teísmo clásico que siguen a este argumento, Craig concluye:

Una versión del argumento Kalam fue formulada por Alexander Pruss, en la cual no argumenta contra la posibilidad de un infinito actual (pues pondría las matemáticas en peligro según Pruss) o de infinitas secuencias pasadas (finitismo temporal) sino que defiende lo que Pruss denomina finitismo causal, donde un número infinito de cosas no puede ser causalmente anterior a una cosa. El argumento sigue de la siguiente manera:[44]

Pruss defiende la tercera premisa mediante paradojas como la lámpara de Thomson o la paradoja de la Parca (Grim Reaper Paradox). En cuanto a la sexta premisa:

El argumento cosmológico del Kalam es consistente con el relato bíblico, donde dice que Dios es la Primera Causa no ocasionada, el cual creó al universo por su propia voluntad ex nihilo (de la nada).[45]​ Como se puede notar, los diversos argumentos cosmológicos hacen uso de series causales, que bien pueden ser jerárquicamente/esencialmente ordenadas (un tipo de serie en donde las causas están subordinadas entre sí y son dependientes entre sí todo momento al producir un cierto efecto) o accidentalmente/temporalmente ordenadas (un tipo de serie donde las causas de manera independiente producen un efecto dado en algún tiempo ya sea largo o corto).

David Hume destacó el problema de la inducción y argumentó que las relaciones causales no eran verdaderas a priori, ya que la premisa de causalidad se ha llegado a través del razonamiento a posteriori (inductivo), que depende de la experiencia.[46]​ Hume rechaza que sea absurdo o contradictorio negar que debe haber una causa para todo lo que existe. También niega que es imposible que un efecto tenga perfecciones de las que carece su causa. No hay, por lo tanto, base para la afirmación a priori de que necesariamente existe un ser original, autoexistente, que es un ser inmaterial e inteligente.[47]​ Por último, Hume sostuvo que cuando se explican todas las partes y elementos de un conjunto, se explica todo el conjunto en sí mismo. Luego si se explicase todo dentro del universo, el universo ya tendría una explicación.[20]

Hume también consideró la posibilidad de que el mundo podría haber surgido por la combinación aleatoria de átomos desde el caos de forma natural, a la que llamó «la hipótesis epicúrea».[48][49]

Immanuel Kant en Crítica de la razón pura se opuso al uso del «ser necesario». Sostuvo que el argumento cosmológico, al identificar el ser necesario, se basa en el argumento ontológico, que a su vez es cuestionable.[50][51]​ Tampoco se puede buscar el fundamento de la existencia de Dios, la razón de su ser, en Él mismo ya que se afirmaría su anterioridad y posterioridad respecto de sí mismo.[52]​ Según Kant:

En cuanto al argumento cosmológico, el filósofo Bertrand Russell admite que es más aceptable que el argumento ontológico y no puede ser refutado con tanta facilidad.[53]​ Russell también menciona en su autobiografía la siguiente reflexión:

Russell niega que el universo necesite una explicación. En su debate de radio de la BBC con Frederick Copleston, Russell sigue a Hume sosteniendo que dado que derivamos el concepto de causa de nuestra observación de cosas particulares, no podemos preguntar sobre la causa de algo como el universo que no podemos experimentar.[54]​ Es decir, aunque todo dentro del universo requiere de una causa, no se sigue el universo en sí mismo deba tenerla (falacia de composición). El hecho de que cada humano tenga una madre no significa que toda la raza humana tenga una madre.

Russell rechazó el principio de Leibniz de la razón suficiente, reduciendo el universo a un simple hecho bruto, del cual su existencia no exige una explicación.[46][56][9]​ El universo no necesita explicación; «está ahí, y eso es todo». Stephen Hawking reiteró esta opinión,[1]​ diciendo que: "El método usual de la ciencia de construir un modelo matemático no puede responder a las preguntas de por qué debe haber un universo que sea descrito por el modelo. [...] Si encontrásemos una respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios."[57]​ Similarmente, Neil Degrasse Tyson expresó que: «desearía tener una mejor respuesta para ti, pero el universo no tiene la obligación de tener sentido para ti».[10]​ Además, Russell considera el concepto de un «ser necesario» Reconoce que las definiciones y las pruebas lógicas pueden ser necesariamente ciertas, pero no que existan necesariamente.[58]​ Para Russell, el monadismo de Leibniz lleva necesariamente al ateísmo, en tanto que las mónadas son ontológicamente como autosuficientes, no necesitando entonces a Dios.[35]

John Leslie Mackie en The Miracle of Theism se opone al argumento cosmológico dirigiendo su atención primero como se retrata la imposibilidad del infinito. Mackie objeta que asume ilícitamente un punto de partida infinitamente distante para la serie temporal y luego declara que es imposible recorrer la distancia desde ese punto hasta hoy. Sin embargo, si tomamos en serio la noción de infinito, debemos decir que en un pasado infinito no habría ningún punto de partida, incluso uno infinitamente distante.

Mackie admite, sin embargo, que muchas personas aún albergan dudas sobre la existencia de un infinito real en el mundo real y que no todos los matemáticos o filósofos están listos para aceptar el infinito real. Además, la astronomía actual apoya una historia pasada finita para el universo. Pero aun si el universo comenzó a existir, no hay una buena razón para aceptar un Dios con el poder de crear algo de la nada porque o Dios comenzó a existir en un punto en el tiempo (lo cual sería contingente), o ha existido infinitamente (esto plantearía el problema del infinito real), o la existencia de Dios es atemporal (lo cual sería un completo misterio).[59]

Una objeción al argumento argumento cosmológico básico es que simplemente establece que existe una primera causa en lugar de un Dios del que estriban los atributos de la omnisciencia, la omnipotencia y la omnibenevolencia.[60]Richard Dawkins en su best seller El espejismo de Dios criticó las tres primeras vías de Tomás de Aquino argumentando que «de ninguna manera está claro que Dios proporciona un terminador natural a las regresiones infintas de Aquino» y que tampoco «existe en lo absoluto ninguna razón para dotar a ese terminador con cualquiera de las propiedades normalmente adscritas a Dios».[61]

Esta es la razón por la que el argumento a menudo se expande para mostrar que al menos algunos de estos atributos son necesariamente verdaderos como en el argumento Kalam dado anteriormente.[1]​ Sin embargo, dicho argumento ha sido criticado por filósofos como J. L. Mackie, Graham Oppy y Quentin Smith; físicos como Paul Davies, Lawrence Krauss y Victor Stenger; y autores como Dan Barker.[62]Miguel de Unamuno sostuvo que la afirmación de que todo ser tiene una causa solo aplica a los fenómenos producidos a la materia, pero no a la materia en sí misma, ya que la materia es la sustancia de la que parten los fenómenos y nunca se ha observado empíricamente tal cosa. También afirmó que la materia podría ser una causa inmutable y el que el tiempo es en potencia infinito.[63]

Por otro lado, Michael Martin formuló un argumento Kalam a favor del ateísmo.[64]​ Carl Brownson sostuvo que el problema del mal podría refutar la necesidad lógica de Dios y por consiguiente los argumentos ontológicos y de contingencia fallarían.[65]​ Richard Gale sostiene al estilo kantiano que ningún argumento cosmológico puede ser sólido por la imposibilidad de un «ser necesario».[20]

La teoría del Big Bang también se ha usado para validar la premisa de que el universo tuvo un comienzo. No obstante, una de las críticas del argumento es que Dios no es el único candidato para una causa no causada del universo, como las fluctuaciones cuánticas o el Big Bang como causa última no causada de todas las otras entidades contingentes.[66]​ Quentin Smith propuso que el universo puede explicarse por causalidad circular[67]​ y Richard Hanley sostiene que los bucles causales no son lógica, física o epistémicamente imposibles, "la única característica posiblemente objetable que comparten todos los bucles causales es que se requiere la coincidencia para explicarlos".[68]​ Sin embargo, Andrew Loke sostiene que el bucle causal sufre el problema de la circularidad viciosa.[69]

Varios cosmólogos y físicos sostienen que un desafío al argumento cosmológico es la naturaleza del tiempo. Carlo Rovelli dijo que «uno encuentra que el tiempo simplemente desaparece de la ecuación Wheeler-DeWitt»[70]​ y Thomas Hertog dijo que cuando «rastreamos la evolución de nuestro universo hacia atrás en el tiempo, en algún momento llegamos al umbral de la inflación eterna, donde nuestra noción familiar del tiempo deja de tener significado».[71]

Según la propuesta de James Hartle y Stephen Hawking, el universo no tiene origen como lo entenderíamos, simplemente no tiene fronteras iniciales en el tiempo o el espacio,[72]​ del mismo modo que una esfera no tiene un lugar inicial (Estado de Hartle-Hawking).[73]​ En Breve historia del tiempo, Hawking dijo "que en cuanto el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un creador" pero "si el universo es realmente auto contenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador?". Carl Sagan escribió en la introducción del libro que la conclusión de Hawking fue "un universo sin un borde espacial, sin principio ni final en el tiempo, y sin lugar para un Creador".[57]​ Quentin Smith argumentó que "la cosmología de Hartle-Hawking" es inconsistente con el teísmo clásico[74]​ y Graham Oppy sostiene que el naturalismo da un explicación más sencilla que el teísmo en cuanto al origen del universo.[1]​ No obstante, Hertog y Hawking formularon una nueva teoría de la estructura global de un multiverso finito y con un límite finito en el pasado.[71][73]

Algunos argumento cosmológicos como el Kalām implican la teoría A del tiempo o presentismo, en oposición a la teoría B del tiempo o eternalismo. La teoría B del tiempo ha recibido el apoyo de la comunidad física.[75][76]​ Esto probablemente se deba a su compatibilidad con la física y al hecho de que muchas teorías como la relatividad especial, el modelo ADD y la cosmología de branas apuntan a una teoría del tiempo similar a la teoría B. Sin embargo también se han formulado argumentos que no adopta posiciones tan controvertidas con la teoría del tiempo y la imposibilidad de un infinito real.[77]Edward Feser afirma que la pregunta no es sobre qué inició las cosas o cuánto tiempo han estado pasando, sino más bien qué las mantiene en marcha.[78]

Tanto los teístas como no teístas en el siglo XX han mostrado un cierto escepticismo al argumento. Si bien William L. Rowe había defendido el argumento cosmológico, sus críticas al principio de razón suficiente le impiden aceptar el argumento como satisfactorio.[15]​ Para el filósofo cristiano Alvin Plantinga, «esta pieza de teología natural es ineficaz».[79]Xavier Zubiri discutió así como la teología en la que se apoya Duns Escoto y las vías de Tomás de Aquino, las cuales no se basan "en hechos susceptibles de análisis", sino en "la interpretación metafísica de unos hechos".[43]​ Zubiri sostuvo en su lugar un argumento basado en la idea de religación, donde realidad de las cosas es índice de la realidad divina.[80][43]​ Por otro lado, Richard Swinburne rechazó las versiones deductivas del argumento, pero usa las versiones inductivas para un caso acumulativo para la existencia de Dios.[1]



Escribe un comentario o lo que quieras sobre Primera causa (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!