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Diversidad sexual en México



La diversidad sexual en México tiene un tratamiento desigual en cada uno de los Estados que conforman el territorio. En muchos casos, las personas LGBT se enfrentan a ciertos desafíos legales y sociales no experimentados por otros residentes.

El estudio de la diversidad sexual en México se puede dividir en tres épocas separadas, coincidiendo con las tres grandes épocas históricas de México: época precolombina, virreinato e independencia, a pesar de que el rechazo hacia la homosexualidad forma un hilo conductor que atraviesa las tres épocas.

Los datos sobre los pueblos precolombinos y de la primera época de la colonización son escasos y confusos. Los cronistas describían a menudo las costumbres indias que les sorprendían o que desaprobaban, pero tendían a tomar una postura acusadora o de disculpa, lo que convierte en imposible distinguir entre realidad y propaganda. En general, parece que los mexicas eran tan homófobos como los españoles y que otros pueblos indígenas tendían a ser mucho más tolerantes,[1]​ hasta el punto de honrar a los berdaches, los «dos espíritus», como chamanes.

La historia de la homosexualidad en la época colonial y posterior a la independencia todavía está en gran parte por ser estudiada. Dominan el panorama sobre todo las ejecuciones de sodomitas de 1658 y el «baile de los cuarenta y uno» de 1901, dos grandes escándalos en su momento de la vida pública mexicana.

La situación está cambiando en el siglo XXI, en parte gracias al descubrimiento del colectivo LGBT como potenciales consumidores, el llamado dinero rosa, y turistas. Se crearon leyes para combatir la discriminación (2003) y el 21 de diciembre de 2009, a pesar de la oposición de la Iglesia, el Gobierno de la Ciudad de México aprobó el matrimonio homosexual, con 39 votos a favor, 20 en contra y 5 abstenciones, convirtiéndose en la primera ciudad de América Latina en hacerlo.[2]​ Sin embargo, México seguía siendo en 2007 uno de los países en los que más delitos se cometen contra la comunidad LGBT, siendo asesinada una persona en un crimen homofóbico cada dos días.[3]

Pese a que el matrimonio igualitario sigue siendo objeto de debate en algunos estados, este se puede realizar de manera directa —sin amparo— en 20 de 32 estados sin mencionar ciertas municipalidades de tres estados (Guerrero, Querétaro, Zacatecas). Otros trece (Baja California Sur, Campeche, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí y Tlaxcala) realizaron reformas a su Código Civil, mientras que en Quintana Roo no hubo necesidad por laguna legal, ante el no impedimento de la ley, omisión legislativa. Por otro lado, en las entidades de Aguascalientes, Chiapas, Jalisco y Nuevo León, gracias a un fallo de la Suprema Corte, se dejó de imponer la prohibición; además Baja California y Chihuahua aprobaron el matrimonio pero no reformaron su Código Civil. En el caso del estado de Veracruz existe una figura similar al matrimonio llamada «concubinato igualitario» que otorga casi los mismos derechos de un matrimonio pero este sigue siendo bajo amparo.

La mayoría de las noticias sobre los pueblos precolombinos provienen de las crónicas de la conquista de los españoles. Estos relatos deben tomarse con precaución, puesto que la acusación de sodomía era empleada para justificar la conquista, al igual que otras acusaciones reales o inventadas, como los sacrificios humanos, el canibalismo o la idolatría.[4]​ Puesto que tanto los defensores de los indígenas como los que se les oponían manipulaban la información a su parecer, unos tratando de minimizar la incidencia de la sodomía y otros exagerando las historias, resulta imposible hacerse una imagen adecuada de la homosexualidad en el México precolombino. A esa conclusión llegó el historiador Antonio de Herrera ya desde 1601.[5]

Entre los pueblos indígenas americanos estaba generalizada la institución del berdache. Los berdaches, inicialmente considerados hermafroditas por los conquistadores españoles, eran hombres que asumían funciones y comportamientos femeninos. También llamados «dos espíritus», no eran considerados ni hombres ni mujeres por sus sociedades, sino que se los consideraba como un tercer sexo y a menudo tenían funciones espirituales. Los conquistadores los consideraban a menudo como homosexuales pasivos y fueron tratados con desprecio y crueldad.[6]

Los mayas eran relativamente tolerantes con la homosexualidad. Se sabe de fiestas sexuales entre los mayas que incluían el sexo homosexual.[4][7]

La sociedad maya consideraba la homosexualidad preferible al sexo prematrimonial heterosexual, por lo que los nobles conseguían esclavos sexuales para sus hijos.[4]

Los mexicas o aztecas eran intolerantes con la homosexualidad, actividad que castigaban con la pena de muerte.[8][9]​ A pesar de ello, algunos de sus rituales públicos tenían tintes homoeróticos. Así, por ejemplo, adoraban a la diosa Xochiquétzal, que bajo su aspecto masculino, con el nombre de Xochipilli, protegía la prostitución masculina y la homosexualidad. La historia mítica del pueblo azteca se dividía en cuatro «mundos», de los cuales el anterior había sido «una vida fácil, débil, de sodomía, perversión, del baile de las flores y de adoración a Xochiquétzal», en la que se habían olvidado las «virtudes masculinas de la guerra, la administración y la sabiduría».[10]​ Es posible que esta historia hiciera referencia a los toltecas.[4]​ El autor Richard Texler, en su libro Sex and the Conquest, afirma que los aztecas convertían a algunos de los enemigos conquistados en berdaches, siguiendo la metáfora de que la penetración es una muestra de poder.[11]

Algunos autores afirman que estas estrictas leyes no eran empleadas en la práctica y que los homosexuales eran relativamente libres. Por ejemplo, citan crónicas españolas que hablan de sodomía generalizada que incluía a niños de hasta 6 años o de niños que se vestían como mujeres para ejercer la prostitución. Las crónicas también hablan de actos religiosos en los que se practicaba la sodomía.[12]

La existencia del lesbianismo está atestiguada por la palabra náhuatl patlacheh, que denomina a mujeres que realizan actividades masculinas, incluyendo la penetración de otras mujeres, como revela la Historia general de las cosas de Nueva España de Bernardino de Sahagún.[10]

A pesar del puritanismo de los mexicas, las costumbres sexuales de los pueblos sometidos en el Imperio mexica variaban en gran medida. Por ejemplo Bernal Díaz del Castillo habla de homosexualidad entre las clases dirigentes, prostitución de jóvenes y travestismo en la zona de Veracruz.[10]

Los toltecas, por otra parte, eran muy tolerantes con la homosexualidad.[4]

Desde los primeros contactos de los españoles con los indígenas se planteó la equivalencia indio, caníbal y sodomita. Fue el médico de Colón, Diego Álvarez Chanca, en una carta de 1494, el primero en dar noticia de ello. Habla de la costumbre de los caribes de capturar a muchachos a los que eliminaban todos los órganos masculinos. Estos desarrollaban «características femeninas y los caribes los empleaban para la práctica de la sodomía de forma similar a la que los árabes disfrutan de sus jóvenes como eunucos y bardajes. [...] Una vez hombres crecidos, los caribes los mataban y se los comían».[13]

En 1511 Pedro Mártir de Anglería edita su De orbe novo decades, con la información que pudo obtener de los primeros exploradores gracias a su amistad con Isabel la Católica. D'Anghiera relata cómo Vasco Núñez de Balboa, durante su exploración de Quarequa, en el istmo de Panamá, en 1513, disgustado con «un hermano del rey y otros jóvenes, hombres obsequiosos, [que] vestían afeminadamente con ropas de mujer [...de los que el hermano del rey] abusaba con antinatural» temeridad, echó a cuarenta de ellos como comida a los perros. D'Anghiera continúa su relato diciendo que el «odio natural por el pecado antinatural» de los indígenas les impulsó a que, «espontánea y violentamente, buscaron a todos los demás que supieran que estaban infectados». Después de todo, D'Anghiera comenta que «solo los nobles y los gentileshombres ejercían esa especie de deseo. [... Los] indígenas sabían que la sodomía ofendía gravemente a Dios. [... Y que estos hechos provocaban] las tempestades que con truenos y rayos tan a menudo los azotaban, o las inundaciones que ahogaban sus frutos que habían causado hambre y enfermedades».[13]

En una relación sobre los indígenas realizada en 1519 por el consejo de la villa de Veracruz para informar a Carlos I, atribuida a Hernán Cortés, se comenta que habían «llegado a saber de cierto que son todos sodomitas y practican ese pecado abominable».[13]​ En otro relato de un conquistador italiano anónimo se habla de que los hombres y mujeres de Pánuco adoran a un miembro masculino y han erigido falos en sus templos y plazas públicas para adorarlos: «la multitud de métodos empleados por los hombres para satisfacer su vicio abominable [es] casi demasiado increíble como para ser creída. [...] el diablo contenido en sus ídolos les había poseído. Les había dado instrucciones de sacrificar a sus semejantes, extraer sus corazones y ofrecer los corazones, así como la sangre tomada de la lengua, las orejas, las piernas y los brazos, todo para los ídolos». Finalmente comenta que «todos los habitantes de Nueva España y aquellos de otras provincias adyacentes comían carne humana, todos practicaban comúnmente la sodomía y bebían en exceso», comparando algunas de las costumbres de los indígenas con las de los sarracenos impíos.[13]

A mediados del siglo XVI tanto Bernal Díaz del Castillo, como el explorador Gonzalo Fernández de Oviedo o el soldado Juan de Grijalva escriben sobre escenas de sodomía talladas en la arquitectura, en joyería de oro, en tierra cocida y en estatuas. El hecho fue confirmado en 1526 por Gonzalo Fernández de Oviedo, encargado del fundido del oro de las minas de América.[13]​ En esa misma época, Núñez Cabeza de Vaca escribe:

Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, posiblemente impulsada por estos relatos, prohibió en 1529 la plantación o el uso del maguey para la fermentación del pulque. La reina opinaba que causaba «ebriedad e impulsaba a los indios a realizar» los sacrificios humanos y el pecado nefando.[13]

Estos y otros relatos se convirtieron en un auténtico género literario, circulaban por toda la Península y fueron empleados para justificar la noción de Imperio; era otra «causa justa» para la dominación y la ocupación de las Indias. Francisco de Vitoria, a pesar de entender que los indígenas poseían razón y que como tales el emperador no tenía derecho sobre ellos, consideraba que «los infieles que cometieran pecados contra natura, tales como la idolatría, la pederastía o la fornicación, todos ellos ofensas hacia Dios, podían ser detenidos por la fuerza». Entre esos pecados contra natura estaba naturalmente la sodomía, el pecado contra natura por excelencia. La legitimación se basaba en la cultura diferente y sus costumbres, entre las más notables: la antropofagia, los sacrificios humanos y la sodomía, en este sentido la conquista de México podría haber representado simplemente una extensión de la reconquista española de los infieles representados entonces por los moros. Así se cierra el círculo con la relación moro, sodomita, indio.[13]

A partir de la mitad del siglo XVI aparecen los primeros cronistas que vivieron y trabajaron realmente en Hispania Nova. Fray Toribio de Benavente, más tarde llamado Motolínia, uno de los cronistas más importantes de esta época, escribe que los indígenas «bebían cierto vino llamado pulque, hasta el punto de emborracharse, seguido por sacrificios y los vicios de la carne, en especial [...] el pecado nefando». De nuevo todos los indígenas son demonizados como locos borrachos. Peores fueron los historiógrafos oficiales, como Francisco López de Gómara, que llenó América de seres fantásticos a pesar de no haber pisado nunca tierras americanas, o Ginés de Sepúlveda, que consideraba que los indígenas habían sido predeterminados por la naturaleza para la servidumbre. También fray Bernardino de Ribeiro, Sahagún, dedica el capítulo «De las personas viciosas tales como rufianes y sodomitas» del Historia general de las cosas de la Nueva España (1558-1565) al asunto. También Bernal Díaz del Castillo escribió a partir de 1568 sobre la sodomía. De nuevo, relaciona las religiones indias y sus sacerdotes con el canibalismo, los sacrificios humanos y la sodomía. En 1569 Tomás López Mendel también culpa a los sacerdotes indígenas de extender la sodomía entre el pueblo.[13]

Como reacción a estos escritos, a partir de 1542, Bartolomé de las Casas, junto con otros escritores indígenas y misioneros, lanzan una contraofensiva literaria. De las Casas consideraba el «bestial vicio de la sodomía como el peor, el más detestable de cualesquiera malicia humana». Negaba con pasión las noticias transmitidas por los conquistadores y exploradores, que habían «difamado a los indios habiéndoles acusado de estar infectados con la sodomía, una gran y malvada falsedad» y consideraba que observaban la «abstinencia hacia las afecciones sensuales, viles y sucias», aunque admitiera que en un país tan grande pudiera haber casos aislados de personas particulares en casos particulares, atribuidos a «una corrupción natural, depravación, una especie de enfermedad innata o al miedo a la brujería y a otros hechizos mágicos», pero en ningún caso entre los convertidos al cristianismo. De las Casas da como ejemplo a los mixas que quemaban cruelmente a los sodomitas descubiertos en el templo. Según afirmaciones de fray Agustín de Vetancurt aquellos hombres que se vestían de mujeres (y viceversa) eran ahorcados si cometían pecado nefando y los sacerdotes eran quemados, noticia que confirma fray Jerónimo de Mendieta. Fray Gregorio García, en su Origen de los Indios del nuevo mundo ( [sic]; 1607) aseguraba que antes de la llegada de los españoles «los hombres de Nueva España cometían enormes pecados, en especial aquellos contra natura, aunque repetidamente ardían por ellos y se consumían en el fuego enviado desde los cielos [... los indígenas] castigaban a los sodomitas con la muerte, los ejecutaban con gran vigor. [...] Estrangulaban o ahogaban a las mujeres que yacían con otras mujeres puesto que ellos también lo consideraban contra natura». García achacaba los casos de sodomía a que los «miserables indios procedían así porque el Diablo los había engañado haciéndoles creer que los dioses que adoraban también practicaban la sodomía y por tanto la consideraban una costumbre buena y lícita».[13]

Sin embargo, De las Casas no puede dejar de dar noticias sobre actos homosexuales en las sociedades indias contemporáneas, como la costumbre de los padres de comprar jóvenes muchachos a sus hijos «para ser usados para el placer sodomítico», la existencia de «lugares públicos infames conocidos como efebías donde hombres jóvenes lascivos y desvergonzados practicaban el pecado abominable con todos aquellos que entraban en la casa» o la de bardajes, «hombres mariones impotentes vestidos como mujeres y realizando sus labores». También fray Gregorio García daba noticias de ese tipo, como que «algunos hombres se vestían como las mujeres y si algún padre tenía cinco hijos [... al menor] lo vestían como una mujer, lo instruían en sus labores y lo casaban como a una muchacha, aunque incluso en Nueva España despreciaban a los indios afeminados y mujeriles». Las menciones de la sodomía continuaron durante mucho tiempo, todavía en 1666, en Cristóbal de Agüero y en 1697, en fray Ángel Serra.[13]

Los escritores indígenas no tardaron en unirse a De las Casas para defender las culturas americanas. Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, gobernador de Texcoco, escribió en 1605 que entre los chichimecas, al que «asumía la función de la mujer se le extraían sus partes interiores por el culo mientras permanecía atado a una estaca, tras lo cual algunos muchachos vertían cenizas sobre el cuerpo hasta que este quedaba enterrado bajo ellas [...] cubrían todo el montón con muchos trozos de leña y le pegaban fuego. [... también] cubrían al que había funcionado como hombre con cenizas mientras estaba vivo, hasta que moría».[13]​ El relato de Alva Ixtlilxóchitl es, según Crompton demasiado detallada para ser inventada, pero según Garza la historia muestra claros indicios de influencia mediterránea en el hecho de la diferenciación entre homosexuales activos y pasivos.[5]

La administración colonial impuso las leyes y costumbres españolas sobre los pueblos indígenas, lo que, en el caso de la sodomía, fue facilitado por la existencia de leyes similares en el Imperio azteca.[6]​ Durante el Siglo de Oro, el crimen de sodomía era tratado y castigado de forma equivalente al de traición o de herejía, los dos crímenes más graves contra el Estado.[14]​ Inicialmente la Inquisición estaba controlada por los obispos locales, como el arzobispo Juan de Zumárraga (1536-1543), del que un estudio de los casos juzgados muestra que la homosexualidad era una de las principales preocupaciones del tribunal. Los castigos para pecados sexuales solían ser multas, penitencia, humillación pública y latigazos en los casos más graves. En 1569 Felipe II crea oficialmente el tribunal de Ciudad de México,[5]​ pero en el Virreinato de Nueva España solamente la justicia civil se encargaba de juzgar el pecado nefando.[15]

La primera quema de sodomitas conocida en México fue en 1530, cuando ardió en la pira Caltzontzin por idolatría, sacrificio y sodomía.[13]​ También Cieza de León cuenta que Juan de Olmos, Juez principal de la Tenencia de Puerto Viejo en el Perú, había quemado «grandes cantidades de esos perversos y demoníacos indios».[5]​ En 1596, el virrey Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey, informaba en una carta enviada a Felipe II para justificar la subida de los sueldo de los funcionarios reales que estos habían apresado y quemado a algunos delincuentes por el pecado nefando y otros tipos de sodomía, aunque no da el número de víctimas ni las circunstancias del hecho.[13]

En 1658 el Virrey de Nueva España, el duque de Alburquerque, escribe a Carlos II sobre un caso de pecado nefando en la Ciudad de México del cual hubo «diecinueve prisioneros, catorce de los cuales [fueron] sentenciados a arder». Lucas Matheo, un joven de 15 años, se salvó gracias a su juventud de la hoguera, pero sufrió 200 latigazos y seis años de trabajos forzados de mortero. Entre los documentos enviados al rey se encuentra una carta del magistrado del Tribunal Supremo de Su Majestad, Juan Manuel Sotomayor, que describe la sodomía como un «cáncer endémico» que había «infestado y extendido entre los prisioneros cautivos de la Inquisición en sus celdas particulares y los funcionarios eclesiásticos habían iniciado también sus propias encuestas». La carta de Sotomayor informa que entre 1657 y 1658 se habían investigado o sentenciado a 125 individuos, cuyos nombres, etnias y ocupaciones lista a continuación. Tanto el Virrey como el Magistrado basan su rechazo a la sodomía en la Biblia y la religión, aunque empleen historias sui generis, como Sotomayor, que escribe «'como habían profesado algunos santos, que todos los sodomitas habían muerto con el nacimiento de Nuestro Señor Jesús».[13]

El caso anterior permite entrever la subcultura de los homosexuales en la Ciudad de México de la primera mitad del siglo XVII, puesto que muchos de los acusados tenían más de sesenta años y llevaban esa vida desde hacía más de veinte. Todos los implicados provenían de las clases más bajas, negros, indígenas, mulatos y europeos deformes, aunque hay indicios de que las clases más pudientes también estaban implicadas, pero no se vieron afectados gracias a su influencia. Muchos de los acusados tenían motes, como Juan de la Vega, que era llamado la Cotita, Juan de Correa, La Estanpa o Miguel Gerónimo, la Cangarriana, apodo de una prostituta de la ciudad que se le dio por su promiscuidad. El grupo se reunía periódicamente en casa privadas, a menudo en los días de festividades religiosas con la excusa de rezar y dar tributo a la Virgen y los santos, pero en realidad realizaban bailes de travestidos y orgías. Los próximos lugares y fechas de reunión se comentaban en las fiestas anteriores o eran difundidas por correos y mensajeros que pertenecían al grupo.[13]

La cultura colonial era similar a la de la península y hubo destacados intelectuales entre los nacidos en América. Quizás una de las más importantes fue sor Juana Inés de la Cruz, de la que también se ha dicho que fue lesbiana,[18][19]​ tomando como base las intensas amistades que tuvo con diversas mujeres, la belleza de las cuales alaba en su poesía:

En 1821 México se independizó de España y comenzó una nueva etapa. Algunos investigadores han subrayado prácticas culturales, como la amistad y la homosocialidad de algunos grupos dirigentes del país, como el clero, el ejército, y los abogados, entre otros, facilitó el desarrollo de prácticas homoeróticas. El presidente Anastasio Bustamante, por ejemplo, solía contar con «caballeritos» o «favoritos» como edecanes, secretarios particulares, que vivían y viajaban con él por largas temporadas.[cita requerida]

En 1863 tropas francesas tomaron la Ciudad de México e instauraron en el trono a Maximiliano I como Emperador de México (1864-1867). Fernando Bruquetas de Castro, en su libro Reyes que amaron como reinas, afirma que Maximiliano I era homosexual. Parece que los rumores sobre su homosexualidad comenzaron en la corte de Bruselas, de donde provenía su esposa, la princesa Carlota Amalia. La ruptura definitiva entre Maximiliano y Carlota fue durante una escala en Madeira, en la que el futuro emperador realizó una sonada escapada por el submundo homosexual de la isla. En México, Carlota se quedó embarazada, posiblemente del barón Alfred van Der Smissen, que formaba parte de la guardia de la reina, mientras el emperador se rodeaba de sus amistades masculinas, como el príncipe Félix Salm-Salm o el coronel López, que le fueron fieles hasta el final.[20]

La invasión francesa introdujo el código penal francés en México, código surgido de la Revolución francesa que no menciona la sodomía, por lo que deja de ser delito. Sin embargo, en 1871 el nuevo Código Penal introdujo el «ataque a la moral y las buenas costumbres», una noción relativamente vaga cuya interpretación se dejó a la policía y los jueces y que sería en adelante empleada contra los homosexuales.[4]​ Así, a finales del siglo XIX ya se había formado en Ciudad de México una subcultura homosexual, similar a la existente en otras grandes ciudades de América como Buenos Aires, Río de Janeiro, La Habana, Nueva York y Toronto.[6]​ La obra de historiadores como Víctor M. Macías-González, Pablo Picatto, y Robert Buffington, entre otros, ha identificado espacios homosexuales como los baños públicos, las cárceles, y ciertas plazas y paseos de la capital. La obra del criminólogo Roumagnac, por ejemplo, arroja detalles sobre prácticas homosexuales en las cárceles del país.

En primavera de 1918, Manuel Palafox, secretario general de Zapata, fue acusado por enemigos políticos dentro del campo zapatista de haber filtrado información a través de sus relaciones homosexuales. Puesto bajo la vigilancia de Gildardo Magaña, escapó e intentó reunir a los líderes zapatistas a su alrededor, en lo que fracasó. Palafox murió en 1959 sin que se demostrase su homosexualidad.[4]

En la década de 1930 ya existían algunos bares y baños para homosexuales en la Ciudad de México, siendo zonas de ligue la Alameda, el Zócalo, el Paseo de Reforma y la Calle Madero. En la década siguiente, durante la Segunda Guerra Mundial, había de diez a quince bares, y en El África y El Triunfo [sic] estaba permitido bailar. Esta relativa permisividad terminó en 1959, cuando el alcalde Uruchurtu cerró todos los bares de ambiente de la ciudad tras un triple crimen.[10]

El escándalo más sonado de los siglos XIX y XX fue el llamado Baile de los cuarenta y uno o el Baile de los cuarenta y un maricones.[21][22]​ El hecho se refiere a una redada realizada el 18 de noviembre de 1901, durante el mandato de Porfirio Díaz. La redada, realizada en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), era contra un baile de hombres que se estaba realizando en una vivienda particular, de los cuales 22 estaban vestidos de hombres y 19 de mujeres. La prensa mexicana se cebó en el hecho, a pesar de que el Gobierno se esforzó en tapar el asunto, puesto que los detenidos pertenecían a las clases altas de la sociedad porfiriana. La lista de los nombres nunca fue revelada.[21][22]

Enseguida se extiende el rumor, nunca confirmado ni negado, de que en realidad serían 42 los detenidos, siendo el número cuarenta y dos el yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre, al que se le habría permitido la fuga. A pesar de que la redada no tenía asideros legales y era completamente arbitraria, los 41 detenidos acabaron por la fuerza en el ejército:

El 4 de diciembre de 1901 también hubo una redada en un local de lesbianas en Santa María, pero el asunto tuvo menos eco en la sociedad.[10]

El número 41 o 42 pasó a formar parte de la cultura popular mexicana para referirse a los homosexuales, en el caso del 42 a los homosexuales pasivos.[10]​ El hecho y los números se ampliaron a través de la prensa, pero también de grabados, sátiras, obras de teatro, literatura, pintura e incluso llega hasta los días de la televisión, como es el caso de la telenovela histórica El vuelo del águila emitida por Televisa en 1994. En 1906 Eduardo A. Castrejón publicó el libro Los cuarenta y uno. Novela crítico-social. Famosos son los grabados de José Guadalupe Posada, que se publicaron acompañados de varios poemas:[22]

El asunto llegó tan lejos que desde entonces el número 41 es tabú, como indica el ensayista Francisco L. Urquizo:

El antecedente del Baile de los 41 ha sido utilizado desde ese momento para llevar adelante redadas continuas, chantajes policíacos, torturas, palizas, envíos a la cárcel y al penal de las Islas Marías, con la simple mención de que se trata de un «ataque a la moral y las buenas costumbres».[21]

Muchos de los homosexuales seguían viviendo en la casa familiar, por lo que sus actividades solían ser privadas o clandestinas. A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, los homosexuales siguen siendo discretos con su naturaleza sexual, estando muchos en el clóset, otros viviendo un secreto a voces.[10]

Las clases bajas de la sociedad mexicana solían mantener el modelo mediterráneo, por el que los homosexuales se dividen en activos y pasivos, siendo los activos «masculinos» y los pasivos «afeminados» y «despreciables»: «yo soy un hombre; si te chingo, tú no eres un hombre». Existe incluso miedo entre los homosexuales activos a ser penetrados, porque temen la posibilidad de que les guste y dejen de ser «hombres».[10]​ Por su parte, los homosexuales de clases altas, más cosmopolitas, tomaron el modelo europeo del dandi de finales del siglo XIX. Este modelo está siendo sustituido por otro más parecido al anglosajón, en el que el homosexual no se define por la dicotomía activo/pasivo, sino por el hecho de que tiene relaciones sexuales con otros hombres. Aquellos que se niegan a definirse como activos/pasivos son llamados «internacionales».[10]

Hasta finales de la década de 1960 no hubo grupos LGBT ni publicaciones sobre el tema. Los primeros grupos LGBT se formaron a principio de la década de 1970 en Ciudad de México y Guadalajara. El 15 de agosto de 1971 se formó el Frente de Liberación Homosexual, el primero de su tipo en México. Se disolvería al año siguiente.[23]

Una de las primeras activistas LGBT fue Nancy Cárdenas. Cárdenas, escritora, actriz y directora de teatro, inspirándose en los movimientos LGBT en Europa y Estados Unidos, comenzó a realizar reuniones de escritores LGBT. En 1973 fue la primera mexicana en discutir abiertamente su homosexualidad en la televisión mexicana.[24]

El 26 de julio de 1978 se produjo la primera marcha LGBT, a favor de la Revolución Cubana. La marcha estuvo organizada por el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR). El 2 de octubre del mismo año, los grupos FLH, Lesbos, Oikabeth, Lambda de Liberación Homosexual y Sex-Pol, junto con otros, marcharon en la manifestación para conmemorar el décimo aniversario del movimiento del 68. En 1979, el FHAR sale de nuevo a la calle en favor de la Revolución Sandinista en Nicaragua. Como se puede apreciar, el movimiento LGBT estuvo en sus inicios muy ligado a los movimientos de izquierdas. A finales de junio de 1979 se realizó la primera manifestación a favor de los derechos de los homosexuales, coincidiendo con el aniversario de los disturbios de Stonewall. Se exigía la libre expresión sexual y se protestaba en contra de la represión social y policial.[25]​ Desde entonces, anualmente se celebra una marcha LGBT en el Día del Orgullo Gay. Pero estos grupos y otros no han tenido la continuidad necesaria.[10]

El movimiento LGBT se vio paradójicamente impulsado por la crisis del sida, que se cree que llegó a México en 1981.[26]​ Los grupos LGBT se enfocaron más hacia la lucha contra la infección, realizando campañas preventivas y de sexo seguro, de información sobre la enfermedad, pero también dirigieron su lucha contra los prejuicios sociales de los sectores más conservadores, que consideraba que «lo que Dios no había conseguido lo haría el Sida y esta enfermedad es un castigo divino».[25][27]​ Las manifestaciones, que se han convertido en anuales, pedían el fin de la discriminación social de los enfermos de sida, en particular en el trabajo, los hospitales y los centros de salud, y medidas de prevención, tales como la promoción del uso del condón.[25]

En los noventa, sin dejar de luchar por los elementos mencionados, se comenzó a protestar por los asesinatos de homosexuales y se intentó defender el respeto a la diversidad sexual.[25]​ En 1992 Patria Jiménez y Gloria Careaga-Pérez crearon la asociación lésbica El clóset de Sor Juana, una de las asociaciones LGBT más importantes del país;[28]​ como ONG fue acreditada por Naciones Unidas para la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer.[29]

En 1997, Patria Jiménez fue la primera persona abiertamente homosexual en ganar un puesto en el Congreso, haciéndolo por el Partido de la Revolución Democrática.[30]​ En 2007 se presentó al Congreso por primera vez una transexual, Amaranta Gómez por México Posible. Amaranta Gómez se identifica con las muxhes, un nombre dado localmente a los berdaches de Juchitán de Zaragoza (Oaxaca).[31]

La homofobia está muy extendida en la sociedad mexicana. Estadísticas muestran que solo entre 1995 y 2013 han sido asesinadas 887 personas en crímenes homofóbicos, tal como reveló en mayo de 2007 la Cámara de Diputados mexicana, lo que convierte a México en el segundo país del mundo con mayor tasa de crímenes homofóbicos (tras Brasil).[3][32]​ En un estudio periodístico de Fernando del Collado, publicado con el título Homofobia, odio, crimen y justicia, se habla de 400 muertos entre 1995 y 2005, es decir, unos 3 asesinatos al mes,[33]​ pero la Comisión Ciudadana contra los Crímenes de Odio por Homofobia calcula que solo se denuncian uno de cada cuatro crímenes.[34]​ De enero a agosto de 2009 habían sido asesinados solo en Michoacán 40 homosexuales, casi todos en el área de Tierra Caliente.[35]​ La gran mayoría se realiza contra homosexuales masculinos; de 1995 a 2004, se habían producido 16 asesinatos de mujeres.[36]​ Los crímenes son a menudo ignorados o investigados con poco interés por las fuerzas policiales, lo que da impunidad al delincuente en el 98% de los casos.[33][34]​ Otras formas de violencia menos graves se clasifican de la siguiente forma según un estudio de 2007 de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM): violencia verbal en el 32% de los casos, acoso sexual en el 18%, asalto en el 12%, seguimiento o persecución en el 12% y amenazas en el 11%. Según el estudio de la UAM, las discriminaciones más frecuentes «fueron la no contratación en un empleo, 13 por ciento; amenaza de extorsión y detención por policías, 11 por ciento; y maltrato de empleados, 10 por ciento».[37]

Un 71 % de los jóvenes mexicanos no aceptaría que se les dieran los mismos derechos a los homosexuales que a los heterosexuales.[36]​ Una encuesta de 2006 afirma que el 33% de los mexicanos siente aversión por los homosexuales, un 40% no quiere políticos destacados homosexuales y un 32% no quiere vecinos homosexuales.[33]​ La homofobia también está profundamente enraizada en la familia. En 2004 solo 4 familias de asesinados por homofobia, de un total de 26, se ofrecieron a dar información sobre el asunto a una comisión que estaba investigando. En la Ciudad de México, en 2004, de 125 cadáveres de homosexuales, solo 75 fueron reclamados por sus familiares, de otros 13, la familia acudió solo a la identificación y la familia del resto ni se acercó a la funeraria, a pesar de haber sido informados.[33]​ Existen indicios de que jóvenes mexicanos están siendo internados en clínicas psiquiátricas tras confesar su homosexualidad a la familia. Un 16% ha sido rechazado por la familia y un porcentaje mayor ha sido agredido físicamente por familiares.[36]

En la encuesta de CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) 2010 uno de los resultados fue que una de cada dos personas homosexuales o bisexuales considera que el principal problema al que se enfrenta es la discriminación, seguida de la falta de aceptación, las críticas y burlas. Además, muestra que esta percepción cambia según el nivel socioeconómico, ya que el 58,5 % de esta población con nivel socioeconómico muy bajo considera la discriminación su principal problema, mientras que en el nivel medio alto y alto es el 37,4%. Así mismo arrojó que los entrevistados se sienten más rechazados o discriminados por la Iglesia o la policía, mientras que se sientes más aceptados por sus amigos (82,9%) y su familia (75,4%).[38]

Según CONAPRED, la homofobia no se escapa del ámbito escolar pues según los datos de la encuesta en línea sobre VIH/SIDA y discriminación en población gay y otros HSH en México, el 44 por ciento de los encuestados señaló que siempre era necesario ocultar su orientación o preferencia sexual en la escuela, mientras que 25 por ciento señaló que casi siempre deben hacerlo. Por otro lado, el 57 por ciento expresó haber recibido agresiones por parte de sus compañeros debido a su apariencia, orientación o preferencia sexual..[39]​ Según algunos organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la violencia homofóbica y transfóbica, motivada por la orientación sexual percibida o por la identidad de género, parece ser la forma de violencia más común en los centros educativos. [40]

La cultura popular podría alentar esta actitud. El grupo de música rock Molotov editó en 1997, en su álbum ¿Dónde jugarán las niñas?, la canción «Puto». La letra de la canción contiene frases como «Marica nena más bien putín», «Puto nace, puto se muere», «Amo a matón / matarile al maricón / ¿¡y que quiere este hijo de puta!? / quiere llorar», «Puto, le faltan tanates al / ¡puto! / le falta topiates / ¡puto! / le faltan tanates al puto puto».[41][42]​ El productor, Gustavo Santaolalla, en unas declaraciones a la revista Retila, afirmó que la palabra no se había empleado en el sentido de «maricón», sino en el sentido de «cobarde» o «perdedor», que también se emplea en México.[43]

Un estudio conducido por la Universidad de Vanderbilt en el año 2010, concluyó que 37.8% de los mexicanos apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo.[44]​En 2013 según un estudio de la compañía Pew Research Center, el 61% de la población mexicana cree que la sociedad debe aceptar la homosexualidad. [45]

La Iglesia católica también ha contribuido a una visión negativa de los homosexuales. En 2010, José Guadalupe Martín, obispo de León y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano entre 2004 y 2006, cinco días después del terremoto de Chile, insinuaba que los homosexuales (junto con la violencia del narcotráfico) son culpables de los desastres naturales, al incurrir en la ira divina por el matrimonio homosexual:[46]

Las consecuencias sobre la comunidad LGBT se muestran el estudio de la UAM, que afirma que el 27% de las personas LGBT estudiadas sufren trastornos mentales y riesgo de alcoholismo, un 40% ha tenido ideas de suicidio y el 25%, un cuarto, lo ha intentado.[37]

En la encuesta sobre sexo, realizada por Consulta Mitofsky se encontró que menos del 20% de la población mexicana está de acuerdo en que las personas tengan relaciones sexuales con personas del mismo sexo. Se encontró que las mujeres tienden a estar menos de acuerdo con estas relaciones (7,9%) en comparación con los hombres(13,4%). Los que tienen mayor escolaridad tienden a estar más de acuerdo (14,2%) y también los que se encuentran entre las edades de 18 a 29 años.[47]

El colectivo LGBT ha ido ganando algunos derechos en los primeros años del siglo XXI. El 29 de abril de 2003 se aprobó la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación. La ley, que ha sido criticada como insuficiente,[48]​ da pie a la creación del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, CONAPRED, que se encarga de recibir y resolver casos de discriminación, además de «desarrolla[r] acciones para proteger a todos los ciudadanos y las ciudadanas de toda distinción o exclusión basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil o cualquier otra, que impida o anule el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas».[49]​ A partir de la aprobación de esta ley federal, 16 Estados han emitido leyes estatales sobre discriminación y 13 han tipificado la discriminación como delito penal.[39]

En noviembre de 2006 se promulgó la Ley de Sociedades de Convivencia en el Distrito Federal. Llamada ley gay en los medios masivos de comunicación, esta disposición jurídica no está orientada exclusivamente a la población homosexual. La ley —en vigor desde su publicación en el diario oficial del gobierno capitalino el 16 de marzo de 2007— ofrece algunos derechos, siendo únicamente una figura de unión de hecho sin reconocimiento de derechos plenos que únicamente se lograrían con la figura de matrimonio que se lograría en el año 2009. El congreso coahuilense modificó el código civil en la entidad para introducir la nueva forma de convivencia.[50]​ La ley permite derechos similares al matrimonio, pero prohíbe la adopción a parejas homosexuales.[51]​ El 23 de noviembre de 2009 se presentó una iniciativa de modificación de ley en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal a través del diputado David Razú Aznar como parte de la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución Democrática (PRD) logrando su aprobación el 21 de diciembre del mismo año y publicada y ratificada por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal el Lic. Marcelo Ebrard Casaubon. Sociedad Unida por el Derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo fue la organización que aglutinó un gran número de organizaciones de la Sociedad Civil Organizada, comandada por Lol Kin Castañeda Badillo y Judith Vázquez Arreola. El 4 de marzo entró en vigor en Ciudad de México la ley que permite el matrimonio homosexual con todos los derechos, a pesar de que la Procuraduría General de la República ha presentado ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación un recurso contra la ley, siendo el primer país de América Latina en permitir por medios no judiciales este tipo de matrimonio.[52]​ El 12 de marzo de 2010 se celebraron las primeras bodas, que tendrán que ser reconocidas en todo el territorio mexicano.[53]​ En ese mismo año, el 17 de mayo de 2010 se decretó en México el «Día por la tolerancia y el respeto a las diferencias», incluyendo en estas diferencias las preferencias sexuales.[39]

La primera entidad en aprobar el cambio de género fue la Ciudad de México en 2015; después de esto le siguieron los estados de Coahuila,[54]Colima,[55]Hidalgo,[56]Michoacán,[57]Nayarit,[58]Oaxaca,[59]Puebla,[60]Quintana Roo,[61]San Luis Potosí,[62]Sonora y Tlaxcala.[63][64]​ Estos estados aprobaron por la vía legislativa, es decir, pasaron y aprobaron por sus congresos locales, un marco normativo para efectuar el cambio de documentos de identidad acordes al género autopercibido; no obstante, en San Luis Potosí—donde inicialmente no era requerido— el 30 de julio de 2020, fue agregado como requisito para el trámite la acreditación de diagnósticos psicológicos o cirugías previas.[65]​ En el caso de Baja California, Chihuahua y Jalisco, el cambio de género es legal gracias a un decreto gubernamental que omite a sus respectivos congresos locales y solo es permitido por el gobierno en turno. Además, Jalisco es la única entidad que reconoce a las personas transgénero menores de 18 años.[66][67][68]

     Orden de la Corte que requiere legalización a nivel estatal      Unión civil a nivel estatal; matrimonio mediante amparo y reconocimiento de matrimonio completado en los otros estados      Matrimonio solo mediante amparo; reconocimiento del matrimonio completado en los otros estados

     El cambio de género es permitido gracias al gobierno en turno, sin pasar por el Congreso Estatal

A pesar de estos avances, en 2006, la población mexicana se oponía mayoritariamente al matrimonio homosexual. En una encuesta de Parametría, el 61% de los encuestados respondió «no» a la pregunta si apoyarían una enmienda a la constitución para legalizar el matrimonio homosexual. Solo un 17% respondieron afirmativamente y un 14% no dieron o no tenían opinión. En la misma encuesta un 41% se oponía a la posibilidad de dar los mismos derechos que los disfrutados por un matrimonio a una pareja gay registrada, apoyando esta posibilidad solo un 28%.[69]

El mercado rosa (llamado pink market o mercado LGBT) en México se calcula en unos 51,300 millones de pesos (unos 4,663 millones de dólares). El grupo de consumidores LGBT, ignorado hasta el momento por homofobia o temor a las críticas, está siendo descubierto. En 2005 se creó la Expo Gay en México, que pretende dar a conocer las empresas y servicios a la comunidad LGBT, y los empresarios del ramo se han unido en la Unión de Empresarios y Prestadores de Servicios a la Comunidad Lésbica, Gay, Bisexual y Transgénero (Unegay).[70]

Un estudio de la agencia De la Riva sobre el comportamiento del consumidor LGBT, muestra que la forma de actuar de gais y lesbianas es distinta. Mientras los gais prefieren las marcas y un estilo de vida más arriesgado, las lesbianas tienden a ser cultas y no se suelen fijar en nombres comerciales. Los gais responden a anuncios que realizan guiños cómplices a la comunidad, pero rechazan los anuncios de temas abiertamente gais, porque temen ser identificados a través del producto. Tanto gais como lesbianas tienen grandes necesidades afectivas y de ser aceptados, y prefieren las parejas estables.[70]

El turismo rosa, sobre todo el procedente de Canadá y Estados Unidos, tiene uno de sus destinos favoritos en México y en concreto en Puerto Vallarta, donde incluso se pueden ver hombres paseando agarrados de la mano en la Zona Romántica.[71][72]​ Otro de los destinos favoritos es Cancún, que ha intentado atraer al público LGBT con eventos como el Cancún Mayan Riviera Gay Fall Fiesta y el Cancún International Gay Festival.[73]​ El turismo LGBT no solo se centra en sol y playa y ruinas mayas, sino que se está diversificando.[74]​ Para este público existen dos agencias de viajes especializadas, Opta Tours (desde 1991) y Babylon Tours.[70]

Frida Kahlo, una de las grandes artistas plásticos mexicanas, era bisexual. Sus relaciones lésbicas fueron de poca importancia y estuvieron empequeñecidas por el amor de su vida, Diego Rivera. Su importancia para la comunidad LGBT no estriba tanto en su bisexualidad como por haberse convertido en un icono gay, por su carácter luchador e inconformista.[75]​ Otros pintores y artistas visuales LGBT son Roberto Montenegro, Nahum B. Zenil, Julio Galán, Roberto Márquez y Carla Rippey.[76]

El autor LGBT mexicano de más éxito es Luis Zapata Quiroz. Se le ha criticado por seguir los estereotipos del modelo estadounidense del homosexual masculino trágico, a pesar de que en ningún momento plantee la homosexualidad como algo malo. Carlos Monsiváis también ha considerado en sus críticas el profundo homoerotismo de los poetas perteneciente al grupo de Los Contemporáneos, entre finales de la década de 1920 y mediados de la de 1940.[77]​ Varios de sus poetas, como Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer y Salvador Novo eran homosexuales y «se dejaron tentar, discretamente, por un tema muy caro a la época: los marineros, en el aura de la noche portuaria, con su libertad y su belleza».[18]​ Los chicanos —estadounidenses descendientes de mexicanos— de la comunidad LGBT también han creado una cultura floreciente. Así, Gloria Anzaldúa y Cherríe Moraga son dos autoras importantes dentro de la comunidad LGBT estadounidense y Francisco X. Alarcón, profesor en la Universidad de California, ha publicado nueve libros de poemas.[18]

Es un punto no muy explorado en México sin embargo existen personajes de la cultura popular que aunque en sus inicios no dieron a conocer su orientación sexual décadas después se volvieron representantes de la comunidad LGBTIQ gracias a ella y dentro de esas figuras de la música mexicana hay que mencionar a la cantante de origen costarricense Chavela Vargas, quién gracias a su peculiar forma de interpretar éxitos como «Adoro» del compositor Armando Manzanero o «[La Llorona (canción)|La Llorona]]» forjó su carrera en México, pero lo que probablemente la hizo ser un ícono gay de la música mexicana fue «La macorina» cuyas letras contienen claros elementos lésbicos, además te poseer una fuerte actitud desenfadada de la vida, la cual era mal vista para la mujer de la década de 1940.[78][79]

Tu boca una bendición
De guanábana madura
Y era tu fina cintura

Otro cantante que ha sido abrazado y adoptado por muchas drag queens al hacer imitaciones en antros alrededor de México gracias a la extravagancia de sus vestuarios y sus distinguidos pasos de baile al interpretar sus letras es el cantautor Juan Gabriel, uno de los compositores de música popular más importantes de México.[77]​, quién después de muchos años de rumores y especulaciones sobre su orientación sexual, durante la entrevista realizada por el periodista Fernando del Rincón representante del canal CNN, al cantante se le pregunto sobre sus preferencias el cual contesto «Dicen que lo que se ve no se pregunta mijo».[81]​ Sin embargo este nunca reveló su sexualidad abiertamente.[82]

Uno de los centros de la cultura y la diversión homosexual en México es la Zona Rosa, una serie de calles en la Colonia Juárez, en la Ciudad de México.[83]​ Desde mediados de 2007, el Gobierno del entonces Distrito Federal y la Delegación Cuauhtémoc —en cuyo territorio se encuentra la Zona Rosa— han realizado operativos en algunos antros de la Zona Rosa, con el propósito de liberar a esta zona turística de problemáticas como el narcomenudeo, el sexo servicio masculino y femenino, así como reducir la incidencia de delitos como el robo. Otros blancos de los programas son aquellos sitios de convivencia que carecen de medidas de seguridad para los usuarios —salidas de emergencia principalmente—.[84]​ Grupos LGBT han denunciado el hecho como una forma de homofobia.[85]

También es importante mencionar algunas canciones con temática LGBT en México, temas como «Enamorada» de Paulina Rubio, cuyo video musical fue el primero en mostrar explícitamente una relación gay agarrada de la mano en Miami, «Todos me miran» de Gloria Trevi que toma la historia de un joven homosexual que es reprimido por su padre que constantemente lo humilla hasta que se decide a empoderarse. «Amor transgénico» de Belinda y «Sodio» de Danna Paola también son temas que hablaron abiertamente de la diversidad sexual.[cita requerida]



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