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Lenguas quechua



El quechua o quichua es una familia de idiomas originarios de los Andes peruanos que se extiende por la zona occidental de América del Sur a través de siete países.[3]​ Para el año 2004 la cantidad de hablantes de lenguas quechuas se estimaba entre ocho y diez millones en toda Sudamérica.[3]​ Según datos estadísticos del censo de 2017, la población de quechuahablantes en el Perú aumentó de 3 360 331 hablantes en 2007 a 3 799 780 hablantes en 2017.[4]

Esta familia lingüística se habría originado en un territorio que correspondería con la región central y occidental de lo que actualmente es Perú.[5]​ En el siglo v, se separaron dos ramas de la familia; el quechua I hacia el norte y el quechua II hacia el sur. Hacia el siglo xv, la llamada lengua general se convirtió en una importante lengua vehicular y oficial por el Estado incaico. Esta variante fue la lengua más importante empleada para la catequesis de los indígenas durante la administración española. En el siglo xx, el castellano sobrepasó al quechua como lengua mayoritaria en el Perú. El quechua sureño, descendiente de la lengua general colonial, es la lengua quechua más extendida, seguido del quichua norteño (de Ecuador, Colombia y Loreto) y del quechua ancashino. En la década de 1960, estudios dialectológicos determinaron la existencia de lenguas separadas dentro del quechua.[6]

Las lenguas quechuas tienen una morfología aglutinante, con raíces regulares y repertorios amplios de sufijos productivos, que permiten formar palabras nuevas de forma regular. Entre sus rasgos gramaticales, se distinguen la fuente de la información o evidencialidad, varios casos nominales, un nosotros inclusivo y otro excluyente, el beneficio o la actitud del hablante al respecto de una acción, y opcionalmente el tópico. Los verbos transitivos concuerdan con el sujeto y el objeto. Expresan predicaciones nominales yuxtaponiendo el sujeto y el atributo. A diferencia del español, el quechua funciona sin artículos o conjunciones[cita requerida] y sin distinguir géneros gramaticales.

Hay expresiones como: Urqu mishi (gato macho); china mishi (gato hembra); china mulli (molle hembra); urqu mulli (molle macho). Urqun qucha (laguna macho); chinan qucha (laguna hembra): para distinguir funcionalidades duales; no hay categoría similar a la de la gramática de las lenguas romances. Se antepone 'urqu', 'china' al nombre de animal o planta o accidente geográfico para indicar el género masculino o femenino que le corresponda.[7]​ A pesar de que varias de estas características son mayormente conservadas, ciertas lenguas han perdido algunas de ellas en el transcurso del tiempo.

Las lenguas quechuas no tenían autoglotónimos o al menos no existen registros de que así haya podido ser. Por el contrario, es a partir de los estudios y de las crónicas de la época de la Conquista que se les da nombres a las lenguas del mosaico lingüístico que constituía el Virreinato del Perú del siglo XVI. Algunas frases se emplearon para designar a la lengua con la cual los gobernantes del Antiguo Perú se entendían con el Estado incaico: la más temprana registrada es la de lengua general. Sin embargo, en la región andina no solo el quechua clásico recibió dicho epíteto, sino también más tarde el aimara, el puquina y el mochica.[8]

El nombre de quechua fue empleado por primera vez por fray Domingo de Santo Tomás en su Grammatica... así como el origen de la expresión, también citado por Cieza de León y Bernabé Cobo: al ser preguntados los orejones por los cronistas por el origen de la llamada lengua general, estos respondían ser originaria de la nación quichua, que habitaba en lo que es hoy la Provincia de Andahuaylas. El vocablo variante quechua comenzó a emplearse hacia mediados del siglo XVII. Tanto quichua como quechua provienen de algún cognado de la originaria [qiʈ͡ʂ.wa][n. 1]​ ('valle templado'), que es empleada para aquellos valles de clima benigno.

En muchas variantes, como en el quechua sureño, este cognado muestra una consonante uvular que, cuando aparece delante de /i/, ya sea oclusiva o fricativa, provoca una alófono [e] en esta vocal. A las regiones que guardan esta alofonía suele corresponder el quechuismo quechua. En algunas otras, la transformación de la original */q/ en consonantes no uvulares provoca la pérdida de la alofonía en las vocales, por lo que a estas variantes suele corresponder más bien el nombre de quichua. Sin embargo, hay algunas salvedades, como en Santiago del Estero, donde se usa el nombre quichua, y algunas zonas donde no se emplea el autónimo.

El autoglotónimo runa simi («lengua de gente») está extendido en algunas variedades del quechua sureño. Luego de la Conquista, el término runa sufrió una aculturación, ya que se tergiversó su sentido original de «ser humano» y se usó para designar a los nativos en contraposición a wiraqucha, que se usó para designar a los españoles. Es así que runa simi se puede traducir como lengua de indígenas, es decir, cualquier lengua nativa, para diferenciarlas del español (kastilla simi; misu simi).

Otra interpretación posible es que la expresión runa haga referencia a categorías de la administración pública: el runa es el indio tributante, independientemente de si es quechua o no. Una razón potente en favor de esta hipótesis es la existencia de una expresión similar para las lenguas de la familia aimara: El glotónimo jaqaru procede de jaqi + aru, con un significado idéntico.

No existen referencias tempranas ni tardías dentro de las crónicas españolas del uso de epíteto similar a runa šimi para designar a alguna lengua en particular, sino como referencia simplemente de que la lengua en mención era hablada por los indígenas. Una de las primeras referencias, citada por Cerrón-Palomino (2008), es la del quechuista Middendorf, apenas en 1891.

En ambos dialectos colombianos se le llama inka shimi («idioma de los incas») por ser los incas quienes lo llevaron a aquellas latitudes, mientras que en la periferia de Huancayo, el quechua huanca es llamado como wanka shimi, es decir, "lengua de los huancas", y no se emplea por los vernáculos ni nuna shimi ni qichwa shimi.

Los primeros estudios conocidos de la lingüística quechua se dieron a inicios del Virreinato del Perú. Los misioneros católicos emplearon este y otros idiomas locales para evangelizar a los indígenas, para lo cual se escribieron varios manuales (artes) y diccionarios (vocabularios) de estos idiomas, como el aimara, el mochica o el guaraní, así como catecismos.

Fray Domingo de Santo Tomás O.P., fraile dominico quien según su propio testimonio llegó al Perú en 1540, fue el primer misionero que aprendió la lengua de la región central de Perú durante su tarea evangelizadora; predicando luego en su propia lengua a los nativos de los actuales departamentos de La Libertad, Áncash, Lima, Ica, Apurímac, Huancavelica, Ayacucho, Junín y Huánuco. En 1560, como fruto del conocimiento de la lengua de los naturales, publicó en Valladolid las dos primeras obras en quechua, la Gramática o arte de la lengua general de los indios de los reinos del Perú, y el Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú.

El diputado limeño Juan de Balboa fue el primer catedrático de lengua quechua (lengua quichua), cuando se organizó la Universidad de San Marcos en 1576, y el primer peruano que en ella se graduó de doctor.[9]​ Posteriormente, en 1608 Diego González Holguín (1552-1618) publicó el Vocabvlario de la lengua general de todo el Perv llamada qquichua o del Inca.

En la segunda mitad del siglo XX, se dieron los primeros estudios científicos modernos del quechua. Los lingüistas Alfredo Torero y Gary Parker publicaron los primeros estudios sobre el tema, secundados por Rodolfo Cerrón Palomino, Félix Quesada, Antonio Cusihuamán, Clodoaldo Soto Ruiz, Amancio Chávez, Francisco Carranza, entre muchos otros, y el antropólogo y literato José María Arguedas. Entre los lingüistas extranjeros también se publicaron estudios importantes, como los de Willem Adelaar, Gerald Taylor, César Itier, Wolfgang Wolck, Pieter Muysken y otros más. Sin embargo, es también la época del progresismo en los Andes, donde las lenguas originarias, así como sus costumbres, eran vistas como derroteros del desarrollo de las naciones, por lo cual la incipiente educación rural se dirigió a la directa sustitución de las mismas por el castellano. El trabajo del Instituto de Estudios Peruanos y el impulso de Alberto Escobar y la publicación de sendos diccionarios de seis variedades del quechua y de sus respectivas gramáticas. Al respecto, Escobar dice

El quechua no presenta vínculos genéticos demostrados con otras familias de lenguas. Anteriormente se vertieron algunas hipótesis que fueron posteriormente descartadas, como la propuesta de las familia amerindia de Joseph Greenberg (1987), que situaba al quechua dentro de la rama Andina del tronco andino-chibcha-paezano.

Aunque la tesis de una relación genética entre el quechua y las lenguas aimaras se halla también descartada, el consenso de los especialistas acepta una antigua relación de mutua influencia entre las protolenguas de estas familias. Parte importante del léxico de estas familias es compartido y se desconoce de cuál de ambas han provenido. De esta forma, tras un largo periodo de contacto, el protoquechua aparece a inicios del I milenio en la parte centro-occidental del Perú. El protoquechua divergió en dos ramas hacia el siglo V: el Quechua I inicia una nueva expansión en dirección norte a través de la vertiente oriental hasta el Callejón de Huailas y el Quechua II se expande en dirección sur por la sierra de la vertiente pacífica.

En el siglo XIII acontecía la expansión más reciente del quechua, impulsada a consecuencia del comercio del reino de Chincha, que produjo la adopción del quechua clásico como lengua franca en gran parte del Antiguo Perú y en lo que modernamente es la sierra ecuatoriana, empleada por los curacas de pueblos diversos para comunicarse entre gobernantes independientes para el intercambio de productos.[11]​ Este avance condujo a la adopción del quechua en la sierra y la Amazonía ecuatoriales, por un lado, y hacia la sierra sur sobre territorio de habla aimara. Finalmente, la variante ecuatoriana divergió del habla del sur, produciéndose la última escisión de la familia quechua. Sin embargo, en varias regiones eran solo los curacas quienes conocían el quechua, mientras que el pueblo llano continuaba usando sus lenguas propias, como era el caso de la región mochicahablante. En medio de este proceso, cuando los incas iniciaron la conquista del Chinchaysuyo, adoptaron esta lengua para sus asuntos administrativos, si bien ellos también eran aimarahablantes, e impusieron su aprendizaje en las diversas provincias de su imperio, sin que esto significara que dejaran de lado las lenguas vernáculas. Algunos pueblos de la selva que mantuvieron contacto comercial con los incas resultaron también influenciados por el quechua.

Durante el Virreinato del Perú, los misioneros católicos emplearon este y otros idiomas locales para evangelizar a los indígenas; se escribieron varios manuales (artes) y lexicones de este y otros idiomas importantes, como el aimara, el mochica o el guaraní, así como catecismos. Ello contribuyó a la expansión del quechua en otros pueblos andinos e amazónicos.

Los estudios dialectológicos seminales de los lingüistas Gary Parker (1963)[12]​ y Alfredo Torero (1964)[13]​ clasificaron las variedades de la familia lingüística quechua en dos subfamilias o ramas. Una de estas ramas es el llamado Quechua I en la nomenclatura de Torero o Quechua B según Parker. Esta rama comprende las variedades distribuidas en la sierra central y norte central del Perú, por ambas vertientes de la cordillera de los Andes, dentro de las jurisdicciones de los departamentos peruanos de Lima, Junín, Pasco, Huánuco y Áncash. La otra rama es la denominada Quechua II (Torero) o Quechua A (Parker). Se expande por el norte entre el suroeste de Colombia, Ecuador y el norte de Perú, mientras que por el sur se expande entre el Perú austral, Bolivia y el noroeste argentino, con probables hablantes en la región próxima de Chile. Torero articuló en su trabajo una subdivisión tripartita del grupo Quechua I.

En una reciente revisión, Adelaar recuerda que la posición taxonómica del grupo Quechua II A fue cuestionada por el propio autor y reconsiderada a la luz de posteriores investigaciones en la zona de Yauyos. El quechua de Pacaraos, por consideraciones principalmente morfológicas se considera como una rama del Quechua I, divergente del resto de quechuas centrales, mientras que las variedades restantes del II A inicial de Torero se consideraron como separaciones tempranas del proto-Quechua II, anterior a una probable bifurcación entre Quechua II B y Quechua II C.[14]

Pacaraos

Centrales (varios: quechua ancashino, huanca, etc.)

Incahuasi-Cañaris

Cajamarca

Laraos

Lincha-Madeán-Víñac

Ecuador-Colombia-Loreto (incluye el ingano)

Chachapoyas

Lamas (San Martín)

Quechua costeño

Santiago del Estero

Ayacucho

Cuzco

Puno

Norte de La Paz

Sur de Bolivia


En el subgrupo Periférico (II, B, Wampuy), encontramos zonas alta y medianamente definidas de dialectos inteligibles. Caso destacable es la subrama Chinchay austral, donde todas las variantes son inteligibles, caso similar al Chinchay septentrional. Dentro de las Yungay (QIIa), los dialectos de Cañaris y Cajamarca se intercomunican fácilmente; mientras que las otras dos variantes Laraos y Lincha se intercomunican con diferentes variedades de otras ramas, como se verá más adelante.

En la subfamilia Central (I, A, Waywash), el panorama es más complejo: las hablas del sur del departamento de Junín (Jauja y Huanca) son mutuamente inteligibles a pesar de la divergencia, mientras que las hablas al norte de este sector (incluida la de Pacaraos, del QIIa) conforman un enmarañado continuo dialectal, es decir, la intercomprensión de las variantes es relativo a la distancia entre las mismas. Las hablas de las provincias de Yauyos y Chincha (tanto Waywash como Yungay) son inteligibles a pesar de pertenecer a grupos tan distintos.

El lingüista Alfredo Torero, además, propuso una agrupación de las múltiples variedades empleadas en el Perú en siete supralectos o lenguas según su inteligibilidad mutua:[15][16]

El quechua yauyino está compuesto por dialectos de ambas ramas del quechua que son mutuamente inteligibles a pesar de sus divergencias.

El Instituto Lingüístico de Verano ha catalogado la familia como macrolengua, categoría creada por esta institución para describir aquellos linajes que por razones políticas o sociales son consideradas como si fueran un solo idioma en contra de la evidencia lingüística.[17]​ Paralelamente, indexa 42 variantes como idiomas individuales,[18]​ al margen del grado de inteligibilidad mutua.

No existe actualmente una lengua estándar (caso del árabe) o sistema escrito común (como en el chino) que utilicen los usuarios de lenguas ininteligibles para comunicarse: antes recurren al español, si lo conocen.

A nivel oficial, la constitución política del Perú habla del quechua como de un solo idioma; sin embargo, el Ministerio de Educación emite libros distintos para al menos seis variedades lingüísticas (Áncash, Ayacucho, Cajamarca-Cañaris, Cuzco, Junín, San Martín). En Bolivia se utiliza en la educación y en textos oficiales un solo Quechua Normalizado (sureño) y en Ecuador un Kichwa Unificado. Todas las variedades habladas en estos dos países son mutuamente inteligibles.

Divergiendo del conceso de los especialistas, la llamada Academia Mayor de la Lengua Quechua afirma que el quechua es un solo idioma, con el quechua cuzqueño como dialecto estándar y las demás variantes como deformaciones de la misma.

Posteriormente a la convergencia formativa de las familias quechua y aimara, el quechua continuó teniendo una intensa relación de contacto lingüístico con la familia lingüística aimara, sobre todo las variedades australes. En muchas regiones el quechua llegó con el tiempo a sustituir al aimara. De hecho, muchas de las características del quechua IIC parecen deberse a que muchas de estas variedades se formaron sobre un substrato aimara.

Además, el quechua ha estado históricamente en contacto con lenguas amazónicas como el asháninka además de otras lenguas de las familias arawak y pano. En la cuenca del Marañón el quechua reemplazó completamente un número importante de lenguas preincaicas. En el sur el imperio incaico se extendió hasta el domino lingüístico del mapudungun, el cacán y las lenguas huarpes.

El quechua también influenció en el español, aportando muchos quechuismos para describir las nuevas realidades que conocieron los conquistadores. Análogamente, la lengua castellana ha dejado también préstamos en varias lenguas quechua. Posteriormente, el bilingüismo español-quechua en los Andes ha dado lugar a la incorporación de fonemas oclusivos sonoros en el Quechua II, y por otro lado a la formación del español andino.

Las lenguas quechuas se hablan en un amplio rango geográfico de forma discontinua en la zona occidental de América del Sur, desde el suroeste de Colombia hasta el Norte argentino.

Entre el suroeste de Colombia, Ecuador y el extremo norte de la Amazonía del Perú, predomina el llamado quichua norteño o ecuatoriano. Este conjunto diverso se extiende desde regiones discretas de los departamentos de Nariño, Putumayo y Cauca (Colombia) hasta las vertientes septentrinales del río Amazonas en el departamento de Loreto (Perú), pasando por gran parte de la Sierra y del Oriente ecuatorianos.

Dos variedades relacionadas al quichua norteño se hablan en los departamentos peruanos de Amazonas y San Martín. El quechua chachapoyano se emplea en la montaña amazonense mientras que el quechua lamista se emplea en las vertientes de los ríos Mayo y Sisa. Al oeste, el quechua cajamarquino se extiende por los alrededores de la ciudad de Cajamarca, en localidades como Chetilla y Porcón. La variedad de Incahuasi-Cañaris, inteligible con la variedad cajamarquina, se extiende el noreste por los distritos andinos de Incahuasi y Cañaris (Lambayeque) y cercanías en las provincias de Cutervo y Jaén (Cajamarca), además de un pueblo alejado en la vecina provincia de Huancabamba (Piura)

En la Sierra central del Perú se ubican principalmente lenguas de la rama Quechua I. Estas conforman un continuo dialectal esparcido entre los departamentos de Áncash y Huánuco por el norte, y los de Junín, Huancavelica e Ica por el sur, incluyendo los departamentos de Pasco y Lima.

La lengua más ampliamente hablada de estas regiones es el quechua ancashino, hablado en el extremo norte (Ancash y noroeste de Huánuco). El llamado quechua huanca o simplemente huanca se habla en las provincias de Jauja, Huancayo, Chupaca y Concepción en el departamento de Junín. Al sur, en el departamento de Lima, dos dialectos Quechua II comparten su ámbito con las variedades de Quechua I de la provincia de Yauyos; una se ubica en el distrito de Laraos y el segundo se halla al sur de la provincia.

El macrolecto más extendido de la familia quechua, el quechua sureño, se habla entre el sur del Perú y el norte de Argentina formando tres regiones separadas. La primera incluye la Sierra sur del Perú entre el departamento de Huancavelica y los de Puno y Moquegua, proyectándose en una pequeña región al norte central del departamento de La Paz. Esta región está separada de otra más al sur por el dominio lingüístico del aimara, segunda la cual se extiende en el centro y el suroeste de Bolivia por los departamentos de Cochabamba,Potosí y el noreste de Chuquisaca además de partes limítrofes de otros departamentos, como el oeste de Santa Cruz y el este de Oruro. Y en el norte argentino en las provincias argentinas, como gran parte de Jujuy y occidente de Salta. Por último, el quichua tiene una distribución "semi-aislada" en la región del centro-oeste de la Provincia de Santiago del Estero, que es el llamado "quichua santiagueño".

Las sílabas de las lenguas quechuas se componen como mínimo de una vocal como núcleo. Por regla general, aceptan una consonante en posición de ataque y coda (principio y fin de sílaba, respectivamente); no obstante, los préstamos más recientes pueden aceptar hasta dos consonantes en ataque, especialmente con consonantes líquidas. La entonación y la acentuación tienen roles menores.

Se distinguen tres fonemas vocálicos: una vocal abierta /a/ y las cerradas redondeada /u/ no redondeada /i/. Además, los quechuas centrales distinguen dos cantidades vocálicas: vocales cortas y largas /a:/, /i:/, /u:/. La pronunciación precisa de estos fonemas vocálicos varía con su entorno fonético. La vecindad de una consonante uvular produce alófonos más centralizados como [ɑ], [e], [ɛ], [o], [ɔ] y la de la semiconsonante palatal /j/ también provoca un adelantamiento de /a/ a [æ]. Se produce la monoptongación de grupos como /aj/ y /aw/ en el quechua de Chachapoyas, así también en algunas variantes del quechua ancashino, donde también se afecta el grupo /uj/.

En cuanto a las consonantes, se presenta una alta diversificación producto de diversos cambios diacrónicos que han afectado este inventario original. El protoquechua habría contado con tres nasales /m, n, ɲ/ cuatro oclusivas /p, t, k, q/, dos africadas /t͡ʃ, ʈ͡ʂ/, tres fricativas /s, ʂ, h/, dos aproximantes /j, w/ y dos o tres líquidas /ʎ, ɾ, (l)/. La fricativa retrofleja /*ʂ/] se hizo fricativa postalveolar sorda /ʃ/] desde muy antiguo, conservándose solo en el huanca.

El inventario consonántico del protoquechua pasó por importantes reducciones más de una vez en su proceso de desarrollo. La glotal /*h/ inicial desapareció en el Quechua I y en el quechua de Cajamarca e Incahuasi-Cañaris. Algunos consonantes se fundieron, como la oclusiva uvular /*q/ con la velar /*k/ en el QIIB y las sibilantes en el QIIC; ambos grupos además fundieron las africadas en una sola postalveolar, al igual que el quechua del Huallaga, con excepción del quechua de Chachapoyas y el del Pastaza. En esta última, la africada retrofleja, fue adelantada hasta la posición alveolar /t͡s/.

Por otro lado, se registran al menos dos expansiones o adiciones mayores del conjunto de consonantes. Por el contacto prolongado con el castellano, se han incorporado plosivas sonoras como /b/, /d/ y /g/, allí donde el quechua originalmente distinguía entre sonoras y sordas, además de la fricativa retrofleja [ʐ] entre los principales préstamos, como en bindiy (vender), Diyus (Dios) o karru [kaʐu] (carro). En el quechua sureño, por muy probable influencia del aimara y salvo la variante ayacuchana, se añadieron eyectivas y aspiradas al repertorio fonémico de oclusivas y a la africada.

Un cambio reciente importante en el Quechua I ha afectado la articulación de las africadas. La postalveolar */t͡ʃ/ se adelantó hasta una alveolar /t͡s/ en gran parte del norte y centro de este continuo dialectal. Posteriormente, algunas áreas adelantaron también la retrofleja */ʈ͡ʂ/ a la posición postalveolar dejada por el cambio precedente. Algunas variantes, como el quechua de Cajatambo, pasaron inclusive por una desafricación de la nueva alveolar, coincidiendo con una previa glotalización de la sibilante alveolar */s/.

Largamente se viene debatiendo acerca del empleo prehispánico de algún método de escritura andina. Se ha propuesto que los quipus y los tocapus podrían ser un sistema de escritura, pero existen demostraciones generalmente aceptadas.

Los primeros españoles (principalmente cronistas y evangelizadores) así como los aborígenes buscaron graficar el(los) quechua(s), principalmente en quechua clásico y en formas tempranas de la variante cuzqueña, empleando el alfabeto latino; esta situación generó múltiples grafías para distintos fonemas y viceversa. Sin embargo, las lenguas quechua permanecieron como esencialmente orales hasta muy entrado el siglo veinte.

El 29 de octubre de 1939, se da uno de los primeros intentos de graficación del quechua aun bajo el paradigma de un solo idioma. En esta ocasión, es aprobado un alfabeto para las lenguas indígenas americanas que consta de 33 signos durante el XXVII Congreso Internacional de Americanistas, en Lima (Perú).

El 29 de octubre de 1946, el Ministerio de Educación del Perú aprueba el Alfabeto de las Lenguas Quechua y Aimara, con 40 signos utilizables en las cartillas de alfabetización rural que proyectaba dicha institución.

En la semana del 2 al 13 de agosto de 1954, durante el III Congreso Indigenista Interamericano, realizado en La Paz, se creó el Alfabeto fonético para las lenguas quechua y aimara, basándose en los acuerdos de los dos congresos anteriores, realizados en Pátzcuaro (1940) y Cuzco (1949).

El 16 de octubre de 1975, a finales del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, el Ministerio de Educación peruano nombra una Comisión de Alto Nivel para implementar la Ley de Oficialización de la Lengua Quechua. Esta informa y recomienda el Alfabeto Básico General del Quechua, aprobado por el ministerio mediante la Resolución Ministerial N.º 4023-75-ED, cuyas letras eran a, aa, ch, e, h, i, ii, k, l, ll, m, n, ñ, o, p, q, r, s, sh, t, tr, ts, u, uu, w, y. Diez años más tarde, mediante Resolución Ministerial N.º 1218-85-ED, el alfabeto oficial suprimió las letras e y o; se usan solo tres vocales, a, i y u, que corresponde a la fonología del quechua. Sin embargo, la Academia Mayor de la Lengua Quechua en el Cuzco todavía promueve una versión del alfabeto quechua cusqueño con las cinco vocales del español.

Los números dígitos y el diez, no se señala el cero, en diferentes lenguas quechuas son:

En la tabla anterior se han empleado los símbolos del Alfabeto Fonético Internacional.

Las lenguas quechuas son aglutinantes y las reglas para la formación de palabras se conservan bastante bien. Los morfemas son altamente regulares, no suelen variar debido al entorno en donde se insertan. Las palabras se componen de tan solo dos tipos de morfemas: raíces y sufijos. Existen raíces independientes, que forman una palabra completa sin ser modificadas, y existen también las dependientes de sufijos para este fin. Los sufijos son de dos tipos: derivativos, que modifican el significado de los lexemas, y flexivos, que determinan los paradigmas de los rasgos gramaticales. Algunos sufijos son enclíticos, los cuales pueden unirse al final de cualquier palabra de la oración. Los sufijos son altamente productivos, pues conforman significados predictibles por el interlocutor.[19]

Las lenguas quechuas se caracterizan por preferir un orden SOV variable, las palabras que cumplen una función adjetivos y las cláusula relativas anteceden siempre al nombre que modifican (lengua centrípeta). El alineamiento morfosintáctico suele ser de tipo acusativo, marcando el objeto directo con sufijos cognados de *-kta. La frase posesiva completa se conforma anteponiendo el poseedor al poseído y marcando respectivamente con sufijos de caso genitivo y personal relativo.

La evidencialidad se conserva como rasgo gramatical en toda la familia. Así, se distingue siempre entre información presencial, reportada, conjeturada e inferida. Esta categoría se expresa en la forma de enclíticos o partículas que pueden ser libremente añadidas a virtualmente cualquier palabra del enunciado.

Por otro lado, el protoquechua habría contado con cuatro personas gramaticales definidas simultáneamente por la inclusión del hablante y la del oyente. El número no habría estado gramaticalizado inicialmente. Este sistema se mantiene en el quechua de Pacaraos y se trasluce en las demás variantes.

Posteriormente, aparecieron diversas marcas gramaticales verbales y nominales para los plurales, superponiéndose al esquema inicial. Con este cambio, el sistema pronominal vira a uno de siete personas: tres personas en singular, dos en primera persona plural (incluyente y omitente) y plurales de segunda y tercera persona. Además, la diferencia entre las dos primeras personas plurales ha desaparecido en el quichua norteño.

El número no parece haber tenido mayor relevancia hasta el advenimiento de la Conquista española. Otros rasgos gramaticales, como el género, no han ingresado a las lenguas quechuas. Solo la definitud se agregó al huanca mediante el sufijo -kaq, derivado del agentivo del verbo ka- (‘haber’).

La morfología verbal es riquísima en esta familia. Las lenguas quechuas cuentan con repertorios amplios de sufijos derivativos. Estos se unen directamente a la raíz en cantidades virtualmente ilimitadas, formando nuevos temas. El protoquechua tuvo cuatro sufijos verbales que expresan dirección: -rku- (‘hacia arriba′), -rpu- (‘hacia abajo′), -yku- (‘hacia adentro’) y -rqu- (‘hacia afuera’). Solo en el quechua I y en el caso de los sufijos de dirección vertical se han conservado productivos, mientras que en otras instancias se presentan fosilizados o ausentes.[21]

Los temas verbales son dependientes de sufijos flexivos de modo y tiempo, los cuales son específicos de la persona gramatical del sujeto de la oración. Los verbos quechuas concuerdan tanto con el sujeto como con el objeto directo cuando son transitivo, habiendo excepciones en el quichua ecuatoriano, región donde se ha perdido la conjugación binominal.

En cuanto al modo, se distingue la flexión del imperativo de la del indicativo con conjuntos distintos de sufijos. El quechua distingue típicamente dos tiempos: futuro y no futuro. Un verbo en el modo no futuro se puede especificar para el pasado mediante el sufijo *-rqa. Muchas veces, el aspecto se marca mediante sufijos derivativos.

La gran mayoría de raíces nominales son morfológicamente independientes; esto es, no necesitan sufijos para formar una palabra completa. Ejemplos de excepciones son los pronombres relativos como kiki- (‘uno mismo’) o llapa- (‘todos’), que requieren sufijos posesivos para ser completos. Véase la forma ancashina llapantsik (‘todos nosotros’). Los sustantivos y adjetivos formados no presentan diferencias. Un nombre modifica a otro anteponiéndosele directamente. Juntos conforman una frase nominal que tiene su núcleo en la palabra final. Pueden anteponerse modificadores indefinidamente.

La flexión nominal admite sufijos posesivos específicos de cada persona gramatical, seguidos típicamente de un sufijo de plural opcional como -kuna; sin embargo, el orden se invierte en el quichua santiagueño.[26]​ En tercer lugar van los sufijos de caso. Las frases nominales se flexionan añadiendo los sufijos solamente a su núcleo. Una frase sin sufijo de caso se considera nominativo. Los sufijos de caso acusativo (*-kta), lativo (-man), instrumental (-wan), comitativo (-ntin), genitivo (-pa, salvo -pi en Laraos), benefactivo (-paq) y causativo (-rayku) son conservados en toda la familia quechua. Existen además sufijos de caso en los que se presentan variación, como el locativo (*-ćhaw, -pi, -pa, -man), el ablativo (-piq, -pita, -manta, -paq, -pa), el prolativo (-pa, -nta), el terminativo (*-kama, -yaq) y el comparativo (*-naw, -hina, -yupay).

Actualmente el quechua es lengua nacional oficial en Perú, Ecuador y Bolivia. También se habla sin ser oficial a nivel nacional en regiones limítrofes de Argentina y Chile. Las constituciones de Colombia, de Ecuador y del Perú estipulan a sus respectivas lenguas indígenas –entre ellas el quechua o quichua– como segundas lenguas oficiales después del español (oficiales en las zonas donde predomina u oficiales en su territorio). En Chile y en Argentina carecen de este reconocimiento oficial.

Durante el gobierno del virrey Francisco de Toledo, en 1579, se ordenó la creación de una "Cátedra de la Lengua General de los Indios" en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de los Reyes de Lima, hoy Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El primer catedrático de lengua quechua fue el doctor Juan de Balboa.[28]​ El virrey estableció que los estudiantes no podían obtener la licenciatura ni el bachillerato sin haber estudiado el quechua ya que era importante para la administración y la evangelización. Esta medida se dio tras la instalación de la primera imprenta en el Perú. Para el virrey, "lo único eficaz en esa época para enseñarles la doctrina, era conservar el runa-simi impuesto por los incas, y para atender esa exigencia, pidió al Rey [Felipe II] la creación de cátedras de quechua en la Universidad de Lima, y la Autorización para imprimir un catecismo en esa lengua".[29]​ Con posterioridad, los virreyes asignaron de manera obligatoria traductores e intérpretes a cada alto funcionario para que fueran instruidos de manera básica en las lenguas de su respectiva jurisdicción.

El I Concilio de Lima, de 1551, estableció el uso obligatorio de las lenguas vernáculas. Para el II Concilio de Lima, se prohibió el uso de intérpretes para legitimar el uso del quechua como lengua de religión.[30]​ En el III Concilio de Lima, convocado por el arzobispo Toribio de Mogrovejo, se dispuso la creación de un catecismo para la enseñanza de la fe.[31]​ El resultado fue la Doctrina cristiana y catecismo para la instrucción de los indios..., un catecismo trilingüe (español, quechua y aimara) que fue publicado por el impresor Antonio Ricardo en 1584[30]​ siendo, además, el primer libro impreso en América del Sur.[32]

Sin embargo, para el Rey Felipe III las medidas tomadas por su antecesor habían fracasado. A mediados del siglo XVII, las autoridades españolas promovieron una política de hispanización que se aplicó de manera inconsistente.[33]​ Se interrumpió la impresión de trabajos lingüísticos originales en quechua lo que motivó la reimpresión de obras religiosas del siglo XVI y de principios del siglo XVII mientras había un desinterés general por parte del Estado por la cultura y la historia.[34]​ Esto llevó a la promoción del quechua por parte de las élites cuzqueñas y el desarrollo de un "renacimiento quechua" en el que destacaría la obra del catedrático Juan de Espinosa Medrano,[35]​ además del desarrollo de variantes regionales de la lengua.[36]​ El renacimiento quechua llegaría a su final con la rebelión de Túpac Amaru II en 1780 que conllevó a la prohibición del quechua por parte de las autoridades.

Tras la invasión napoleónica a España y la posterior guerra de independencia española, se convocó a las Cortes de Cádiz que aprobaron la Constitución de 1812 donde se cambió las estructuras del Antiguo Régimen.[37]​ Para el gobierno en Cádiz era importante que los territorios de ultramar apoyasen al gobierno provisional por lo que Pedro Alcántara de Toledo emitió la "Proclama a los habitantes de Ultramar" donde se presentaba las ventajas de la Constitución. La proclama fue traducida en diversos idiomas incluida el quechua.[38]​ Por su parte, Bernardo O'Higgins imprimió la "Proclama al Pueblo Peruano" en quechua para promover en toda la población del entonces virreinato peruano la idea de independencia.[39]

En el Perú, tras la llegada al poder del presidente Manuel Pardo y Lavalle, en 1872, se inicia un proceso de "civilizar a los indígenas" mediante la construcción de ferrocarriles y el impulso de una política lingüística de traducciones del quechua al español con el objetivo de mejorar la comunicación.[40]




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