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Epicuro de Samos



Epicuro (en griego, Ἐπίκουρος Epikouros, «aliado» o «camarada»), también conocido como Epicuro de Samos, (341 a. C.,[1]​ nació en Samos, y falleció en Atenas en 271/270 a. C.)[2][3]​ fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo. Influido por Demócrito, Aristóteles y los cínicos, se volvió contra el platonismo y estableció su propia escuela, conocida como "El Jardín", en Atenas, donde permitió la entrada de mujeres, prostitutas y esclavos a la escuela.[4][5]

Defendió una doctrina basada en la búsqueda de la felicidad, para lo cual el individuo debería llevar una existencia dirigida por la prudencia, la sobriedad y la amistad.[6]​ El fin de la vida humana es procurar el placer y evadir el dolor; siempre de una manera racional para evitar los excesos, pues estos provocan un sufrimiento posterior. Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo, y ambos deben satisfacerse con inteligencia, procurando llegar a un estado de bienestar corporal y espiritual al que denominó ataraxia (ἀταραξία). Criticaba tanto el desenfreno como la renuncia a los placeres de la carne, y argüía que debería buscarse un término medio y que los goces carnales deberían satisfacerse, siempre y cuando no conllevaran un dolor en el futuro. Manifestó que los mitos religiosos amargan la vida de las personas, y no se debe temer a ellos porque no se preocupaban por nuestras vicisitudes.

Epicuro afirmó que la filosofía misma debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres y que el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad si no se emplea en la búsqueda de la felicidad. También enseñó que el universo es infinito y eterno, donde toda la materia está formada por diminutas partículas invisibles llamadas átomos. Se manifestó en contra del destino, la necesidad y el recurrente sentido griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro, está regida por la necesidad y el azar, entendiendo este como ausencia de causalidad debido a la desviación aleatoria de los átomos, llamada clinamen. Solo así es posible la libertad, sin la cual el hedonismo no tiene motivo de ser.

Aunque la mayor parte de su obra se ha perdido, conocemos bien sus enseñanzas a través de la obra De rerum natura, del poeta latino Lucrecio (un homenaje a Epicuro y una exposición amplia de sus ideas), así como a través de algunas cartas recogidas por Diógenes Laercio y fragmentos rescatados. El epicureísmo alcanzó la cima de su popularidad durante los últimos años de la república romana. Se extinguió a finales de la antigüedad, sujeto a la hostilidad del cristianismo primitivo. Sus enseñanzas gradualmente se hicieron más conocidas en el siglo XV, pero sus ideas no se volvieron aceptables hasta el siglo XVII. Su influencia creció considerablemente durante y después de la Ilustración, impactando profundamente las ideas de pensadores como Pierre Gassendi, John Locke, Thomas Jefferson, Jeremy Bentham y Karl Marx.

Epicuro, el segundo de los cuatro hijos de una familia pobre, nació en el año 341 a. C. en una de las islas Espóradas griegas, Samos, lugar en el que los atenienses habían establecido una cleruquía y en el que su padre, Neocles, un maestro de escuela a quien probablemente Epicuro ayudaba, se había asentado como colono gracias a una ayuda estatal.[7]​ Heredó la ciudadanía ateniense de su padre, pese a haber nacido en Samos.[8]​ Su madre, Queréstrata,[9]​ era adivina. También tenía tres hermanos: Neocles, Chaeredemus y Aristóbulo.[10][11]

Epicuro tuvo ya desde joven un gran espíritu crítico y un gran deseo de conocimientos, y es probable que, al no querer aceptar exclusivamente las enseñanzas tradicionales de las escuelas, se dedicara a leer a distintos filósofos.[12]​ Así, comenzó a estudiar filosofía a edad temprana y ya con catorce años fue alumno de un hombre llamado Pánfilo (discípulo de Platón), que vivía en la isla y de quien Epicuro aprendió las bases del idealismo platónico, que posteriormente consideraría un fraude y rechazaría en su filosofía.[13][14]

En el año 323 a. C., con dieciocho años, marchó a Atenas para cumplir el servicio militar.[7][9]​ Terminado este, regresó con su familia en el 321 a. C., aunque en esta ocasión lo hizo a la ciudad de Colofón.[9]​ Allí se habían trasladado tras entrar en vigor el año anterior un decreto de amnistía política, gracias al cual los desterrados pudieron recuperar sus tierras en Samos; por tanto, los colonos como la familia de Epicuro, hubieron de abandonarlas.[15]

En dicha ciudad permaneció durante una década, hasta el 311 a. C. Allí estudió con Nausífanes, un filósofo atomista discípulo de Demócrito y de Pirrón, con quien tuvo una relación decisiva en su formación, a pesar de que posteriormente Epicuro dirigió contra él duras críticas e improperios.[15][9]

Tras esos años de formación, comenzó una etapa magisterial estableciendo en el año 311 a. C. su primera escuela de filosofía en la ciudad de Mitilene, en Lesbos.[9]​ Sin embargo, dicha escuela tuvo una corta duración, pues él tuvo que abandonarla debido a rivalidades con los aristotélicos de la ciudad.[16][15]​ Aunque se desconocen los motivos exactos de dichas rivalidades, aquel enfrentamiento bien podría haber sido una de las primeras reacciones antiepicúrea, aunque se debe tener en cuenta que el carácter de juventud de Epicuro también podría distar de su posterior mansedumbre.[16]

Posteriormente se estableció en Lámpsaco, donde permaneció durante cuatro años en los cuales tuvo gran actividad.[16]​Allí estableció nuevamente una escuela gracias a amigos influyentes y consiguió un círculo de discípulos y seguidores,[15]​ entre los que se encontraban Idomeneo, Metrodoro, Leonteo y su mujer Themista, Colotes, Pitocles y Timócrates; posiblemente también en Lámpsaco conociera a Hermarco, quien le acabaría sucediendo al frente de la dirección del Jardín.[16]

En el año 306 a. C., a los 35 años, regresó a Atenas, donde permanecería hasta su muerte, para fundar su escuela de filosofía. Compró una casa y un pequeño terreno en sus cercanías, a las afueras de Atenas, de camino al Pireo; allí fundó el Jardín, su escuela.[15][16]​ El Jardín ofrecía un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la urbe, en el que tenían lugar desde charlas y convivencias hasta comidas y celebraciones. Se trataba, pues, de un lugar más destinado al retiro intelectual de un grupo de amigos que de un lugar para la investigación científica y a la paideía superior, a diferencia de la Academia de Platón o el Liceo de Aristóteles.[17]

Eran admitidas al Jardín personas de toda condición y clase, por lo que llegó a ser causa de escándalo. Incluía a personas respetables, pero igualmente a gentes de vida disoluta. También a mujeres como Temista, prostitutas como Leontion y a esclavos como Mus y Fedrión[5]​, lo que en aquella época constituía un hecho inusual para una escuela filosófica.[17][4]

Fue maestro de la misma hasta su fallecimiento en el año 270 a.C., a la edad de 71 años. Dejó la dirección de su escuela a Hermarco de Mitilene, quien afirmó que su maestro, después de verse atormentado por crueles dolores durante catorce días, sucumbió víctima de una retención de orina causada por el mal de la piedra. En su testamento, conservado por Diógenes Laercio, otorgó la libertad a cuatro de sus esclavos.[18]

En una carta de su lecho de muerte, Epicuro encomendó a los hijos de su difunto estudiante Metrodoro al cuidado de Idomeneo, quien se había casado con Batis, la hermana de Metrodoro. El 20 de cada mes fue para los epicúreos un día festivo en honor de su maestro y Metrodoro.[19]

A su muerte, dejó más de 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre física y numerosas obras sobre el amor, la justicia, los dioses y otros temas, según refiere Diógenes Laercio en el siglo III.

De todo ello, solo se han conservado tres cartas y cuarenta máximas (las llamadas Máximas capitales), transcritas por Diógenes Laercio, y algunos fragmentos breves citados por otros autores. Según Diógenes Laercio, las principales obras de Epicuro incluyen:[20][21]

Las cartas son las siguientes:

Las "Máximas capitales" recogidas ambas en el libro X de Diógenes Laercio son de contenido fundamentalmente ético y gnoseológico.[23]

Se han recuperado desde la biblioteca calcinada del filósofo epicúreo Filodemo de Gadara en Herculano fragmentos de algunas otras obras, entre ellas el tratado Sobre la Naturaleza (Περὶ Φύσεως). De esta obra también se han conservado fragmentos en la biblioteca del epicúreo Pisón (tal vez de Lucio Calpurnio Pisón Cesonino).[24]​ Gracias a otro epicúreo, Diógenes de Enoanda (mediados del siglo II d.c), que mandó a grabar una inscripción monumental en la ciudad licia de Enoanda se conservaron otros fragmentos incluyendo una carta de Epicuro a su madre.

El filólogo alemán Hermann Usener compiló en su Epicurea (1887) los fragmentos y testimonios conservados por los autores de la Antigüedad con un apartado crítico. Además se conserva el texto de las Sentencias Vaticanas (Gnomologio Vaticano), descubierto y publicado en 1888 por Karl Wotke, y que contiene citas escogidas de Epicuro incluyendo algunas que ya aparecían en las Máximas Capitales.

Mientras que para Platón y Aristóteles la filosofía es una búsqueda continua de la verdad y eI conocimiento de esta trae la rectitud en Ia conducta humana, para Epicuro la filosofía es el arte práctico de la vida que tiene como finalidad la curación del alma humana.

La filosofía de Epicuro consta de tres partes: la Gnoseología o Canónica (criteriología), que se ocupa de los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; la Física, que estudia la naturaleza; y la Ética, que supone la culminación del sistema y a la que se subordinan las dos primeras partes.[25]

Epicuro fue un materialista sensualista. El conocimiento se basa en las sensaciones, las cuales son siempre verídicas, pues tienen por fuente la realidad objetiva fuera de la conciencia del hombre e independientemente de ella. Epicuro criticó el escepticismo.[26]​ Para él, es imposible vivir como un escéptico, ya que al dudar de todo, no tendría ninguna razón para participar en un curso de ninguna acción en absoluto y moriría. Además, afirmar no saber algo es un conocimiento, lo que implica una contradicción, y el escéptico no tendría derecho a usar conceptos como "conocimiento" y "verdad", ya que dichos conceptos se derivan de los sentidos, los cuales un escéptico duda.[27]​ Debido a esto, Epicuro creía que la experiencia es la única fuente confiable de información sobre el mundo exterior.[28]

Como en Aristóteles, la epistemología de Epicuro es empirista; la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce cuando las perfecciones que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Los sentidos recogen las imágenes o simulacros (eídola) que desprenden los cuerpos. Estos “eídola” están formados por átomo muy sutiles y se transmiten como efluvios que penetran en el órgano sensorial y producen la impresión.[29]

Ante cada sensación, el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos, que son la base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces, se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina las ideas generales (diferentes a las platónicas), "anticipaciones" o "prolepsis", y sirven para reconocer nuevas sensaciones. Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán al error.[29]​ El error se origina únicamente por el juicio.

Diógenes Laercio, menciona un cuarto proceso de conocimiento, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales: las proyecciones imaginativas del entendimiento o de la mente, por las cuales podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos o el vacío, aunque éstos no sean captados por los sentidos.[29]

Todos esos aspectos, sin embargo, son solo los principios que rigen nuestro modo de conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la naturaleza que se detalla en la Física, segunda parte de la filosofía epicúrea. Las sensaciones rigen la verdad de las proposiciones (y no al revés), por ello la lógica queda arrinconada a un lado de la teoría del conocimiento.[30]

Para Epicuro existe una relación entre el conocimiento y el lenguaje. Él sigue una teoría naturalista evolucionaria y gradual del lenguaje. Este no es un invento humano, sino producto del ambiente del hombre y su constitución física. El significado de una palabra es, por lo tanto, un significado "natural", pero este significado queda cubierto por los usos que los hombres le dan. Volver al primer significado es volver a las ideas preconcebidas, y así recurrir a la fuente del conocimiento humano (en oposición a la dialéctica).[31][32][33]

Epicuro fue un materialista, y según su Física, toda la realidad está formada por dos elementos fundamentales. Por un lado los átomos, que tienen forma, extensión y peso, y de otro el vacío, que no es sino el espacio en el cual se mueven esos átomos.

Él escribió en su Carta a Heródoto que "nada surge de la nada", indicando que todos los eventos tienen causas, independientemente de si esas causas son conocidas o no, ya que de lo contrario, no habría necesidad de semillas específicas para plantas y cualquier cosa podría generarse de cualquier forma de material, además que nunca se ha observado tales cosas. Del mismo modo, también escribe que nunca nada pasa a la nada, porque aquello en lo que se disiparían las cosas sería inexistente. Por lo tanto afirma que: "La totalidad de las cosas fue siempre como es en la actualidad y seguirá siendo la misma porque no hay nada en lo que pueda cambiar, en la medida en que no hay nada fuera de la totalidad que pueda interferir y efectuar un cambio".[34]​ Para responder a las objeciones que dio Aristóteles contra Demócrito, Epicuro cree que los átomos son físicamente indivisibles, pero divisibles matemáticamente. A su vez, la forma del átomo está constituida en diversas partes, siendo matemáticamente indivisible. De lo contrario, los átomos serían infinitamente grandes al tener un número infinito de partes.[35]

Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero no por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere con él.

La concepción atomista procede de Demócrito, cuya teoría fue posteriormente criticada por Aristóteles, quien señaló que los átomos no podrían juntarse nunca si se moviesen solo verticalmente. Epicuro modifica la filosofía atomista en aspectos importantes, pues no acepta el determinismo que el atomismo conllevaba en su forma original. Por ello, introduce un elemento de azar en el movimiento de los átomos. Esta reformulación es una de las innovaciones más importantes de Epicuro, y se la conoce como la teoría del clinamen o parénklisis (desviación atómica),[36][37]​ una desviación de los átomos en su caída en el vacío, es decir, una desviación de la cadena de las causas y efectos, con lo que la libertad queda asegurada y se anticipa a la evolución.[38]

Epicuro fue el primero en afirmar el libre albedrío como resultado del indeterminismo fundamental en el movimiento de los átomos. Esto ha llevado a algunos filósofos a pensar que, para Epicuro, el libre albedrío fue causado directamente por la casualidad. Probablemente él no asumió que podríamos responsabilizar moralmente nuestras acciones si son puramente aleatorias. Epicuro necesitó más bien el viraje solo para romper las cadenas causales en algún punto antes de nuestras acciones voluntarias, para que nuestra voluntad pueda proceder a donde nos lleve el placer y justo a donde nuestra mente nos lleve.[39]

Ambos pensadores han sido ridiculizandos la idea de un "libre albedrío" en movimientos atómicos aleatorios.[40]Susanne Bobzien argumenta que para Epicuro, las acciones están completamente determinadas por la disposición mental del agente y la responsabilidad moral surge si la persona no es forzada y es causalmente responsable de la acción.[41]​ Por otro lado, Tim O'Keefe ha argumentado que Epicuro no eran libertario, sino compatibilista.[42]

Con respecto a la totalidad de la realidad, Epicuro afirma que ésta, como los átomos que la forman, es eterna. No hay un origen a partir del caos o un momento inicial. El mundo es, por tanto, efecto de unas causas mecánicas, y no hay razón para postular ninguna teleología. Tal y como leemos en la Carta a Heródoto: «Desde luego, el todo fue siempre tal como ahora es, y siempre será igual». Al contrario que sus contemporáneos, creía que el universo era ilimitado con un número ilimitado de átomos y una cantidad infinita de vacío.[27]​ La Tierra no era el centro del cosmos y se cree que sostuvo la forma de la Tierra como plana como hizo Demócrito.[43][44][45]​ También sostuvo que los cuerpos celestes eran tan pequeños como se observaban.[46][47]

La Ética, como ya se ha dicho, es la culminación del sistema filosófico de Epicuro: la filosofía tiene como objetivo llevar a quien la estudia y practica a la felicidad, basada en la autonomía o autarquía y la tranquilidad del ánimo o ataraxia. Puesto que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía interesa a cualquier persona, independientemente de sus características (edad, condición social, etc.).

La Ética de Epicuro se basa en dos polos opuestos: el miedo, que debe ser evitado, y el placer, que se persigue por considerarse bueno y valioso. Mientras Aristipo hizo del placer corporal la finalidad de la vida, Epicuro se centró en la calma y la tranquilidad.[48]

Filodemo de Gadara destiló las primeras cuatro de las Doctrinas Principales epicúreas en "Cuatro Remedios" o el Tetrafármaco: "No temas a los dioses, no temas a la muerte, el placer es fácil de obtener y el dolor es fácil de evitar". La lucha contra los miedos que atenazan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro. Si bien Epicuro no era ateo, entendía que los dioses eran seres demasiado alejados de nosotros, los humanos, y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que no tenía sentido temerles. Por el contrario, los dioses deberían ser un modelo de virtud y de excelencia a imitar, pues según el filósofo viven en armonía mutua, manteniendo entre ellos relaciones de amistad.

En cuanto al temor a la muerte, lo consideraba un sin sentido, puesto que al morir, los átomos del alma se separan y como “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad”. La muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos.

Carece también de sentido temer al futuro, puesto que: “el futuro ni depende enteramente de nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo como si hubiera de venir indefectiblemente ni tampoco desesperarnos como si no hubiera de venir nunca”. En la teoría de Epicuro, los placeres naturales nos alejan del dolor y no es difícil de obtener. Finalmente, lo que causa dolor se puede alejar enfocándose en el placer.[49]

Diógenes de Enoanda, por su parte, ignora los Cuatro Remedios y en una inscripción de muro para promover la filosofía, argumenta que las tres raíces de todos los males son el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, y los deseos sin fin o la incapacidad de entender los límites naturales de los deseos.

Epicuro consideraba que la felicidad es el fin último de la vida y que consiste en vivir en continuo placer (hedoné). Este punto de su doctrina ha sido a menudo objeto de malentendidos. Epicuro realizó una cuidadosa categorización de los placeres y dolores en virtud de los beneficios que producen.

Epicuro valoraba como placer fundamental la tranquilidad del alma (ataraxía) y la ausencia de dolor (aponía): “la ausencia de turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría resultan placeres en movimiento por su vivacidad".[50]​ Cuando decimos, entonces, que el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los inmoderados, sino en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma. En efecto, Epicuro señala que existen tres tipos de placeres:

Epicuro formuló algunas recomendaciones en torno a todas estas categorías de deseos:

También distinguía entre dos tipos de placeres, basados en la división del hombre en dos entes diferentes pero unidos, el cuerpo y el alma:

Epicuro dice que “todo placer es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza”. Los placeres vanos no son buenos, porque a la larga acarrearán dolor y no solo son más difíciles de conseguir, sino además más fáciles de perder. También habla de la importancia de poseer una virtud para elegir y la estima en cuanto a los placeres que puede producir. Virtudes son tales como la sencillez, la moderación, la templanza, la alegría, la prudencia, etc. Para Epicuro es imposible vivir placenteramente sin vivir virtuosamente y viceversa.[51]​ El discernimiento de los diferentes placeres y la recta prudencia, permiten acercarse a una vida feliz.

Epicuro agradeció a la naturaleza "por haber hecho las cosas necesarias fáciles de adquirir, y las que son difíciles de adquirir, innecesarias". Epicuro vivió austeramente, comiendo una dieta simple de pan, queso, aceitunas y bebiendo una copa de vino ocasionalmente. Una vida plena privada, rodeada de amistades y de placeres moderados con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, brinda la felicidad.[52]

Epicuro tenía una opinión dudosa sobre el placer del sexo y el matrimonio, se disputa si lo rechazaba o lo aceptaba en ciertos casos.[53]Filodemo afirmó que los epicúreos no respetaban la fidelidad conyugal.[54]​ En cambio, sostuvo que las amistades platónicas son esenciales para vivir una vida feliz. Una de las Máximas capitales dice:[55]

La amistad epicúrea es una relación natural basada en un amor mutuo e indispensable para identidad personal, lo que revela al amigo epicúreo como otro yo.[51]​ El tema de la amistad es un tema paradójico en Epicuro. Al igual que Aristóteles,[56]​ Epicuro considera que el sabio es autosuficiente, que la autosuficiencia y la autarquía son un gran bien. El hombre sabio debe mantener su independencia y, sin embargo, considera Epicuro que la amistad no es para los sabios un medio simple sino un bien en sí mismo.

Los epicúreos tienen cierta tendencia a establecer continuidades entre animales y seres humanos.[58]​ Epicuro criticó el antropocentrismo aristotélico, aunque no rechaza la primacía humana sobre los animales, y afirma que todos los seres vivos están dotados de sensibilidad y buscan placer como los hombres que tratan de evitar el dolor.[59]​ A diferencia de los platónicos, su respeto por la vida animal se basa en motivos sensoriales y no puramente religiosos o filosóficos.

No prescribió el vegetarianismo, sin embargo, al menos de acuerdo con el testimonio del platónico Porfirio, él instó a sus discípulos a respetar a los animales y a una dieta sin carne.[60][61]

En contraste con los estoicos, los epicúreos mostraron poco interés en participar en la política de la época, ya que hacerlo genera problemas. En su lugar, abogó por el abandono de la vida civilizada.[62]​ Este principio se resume en la frase torno biōsas ( λάθε βιώσας ), que significa "vive en la oscuridad", "vive la vida sin llamar la atención"[63]​, es decir, vive sin perseguir la gloria o la riqueza o el poder, pero anónimamente, disfruta de pequeñas cosas como la compañía de amigos.[64]

Plutarco elaboró ​​sobre este tema en su ensayo An rectum dictum sit latenter esse vivendum en su obra Moralia.[65]

La reflexión acerca de la fundamentación racional de la justicia es una constante en la antigua filosofía griega. Platón, Aristóteles y Zenón de Citio creían en la existencia de una idea universal de justicia (sabiduría, prudencia, ley natural), principios que negó Epicuro.[66]​ Epicuro tenía una teoría de la justicia basada en convención a un contrato social:

Las leyes que son útiles para promover la felicidad son justas, pero las que no son útiles no lo son.[67]

Su Carta a Meneceo, es un resumen de sus propias enseñanzas morales y teológicas. Epicuro concibió a los dioses antropomórficamente compuestos de átomos más perdurables[68]​ y argumentó que los dioses son cognoscibles por la mente. Unos subsisten en la individualidad material, otros en la semejanza de forma, producidos por el continuo flujo de los simulacros semejantes que constituyen el mismo objeto; son antropomorfos.[69][70]​ No se debe temer a los dioses, porque son perfectos y por lo tanto, son felices y no lastimarían a las personas.[49]​ Según George K. Strodach, Epicuro podría haber prescindido fácilmente de los dioses por completo sin alterar en gran medida su visión materialista del mundo, pero los dioses aún desempeñan una función importante en la teología de Epicuro como el parangón de la virtud moral.[71]

En la filosofía de la religión, se llama al "problema del mal" el intento de reconciliar la existencia del sufrimiento con una deidad omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente. Lactancio atribuye Epicuro el siguiente trilema:[74][75]

En los Diálogos sobre la religión natural (1779), el filósofo escocés David Hume lo expresa de la siguiente forma:[73]

Ningún escrito existente de Epicuro contiene este argumento. Sin embargo, la gran mayoría de los escritos de Epicuro se han perdido y es posible que se haya encontrado alguna forma de este argumento en su tratado perdido Sobre los dioses, que Diógenes Laercio describe como una de sus más grandes obras. Si Epicuro realmente hizo alguna forma de este argumento, no habría sido un argumento en contra de la existencia de las deidades, sino un argumento en contra de la divina providencia.[76]​ Según el filósofo griego, los dioses residían en intermundos (metakosmia) o espacios existentes entre los astros, y no se preocupan en absoluto por el destino de los hombres ni se inmiscuían en el gobierno del universo; el sabio, por ende, debía honrarlos.[77][78][70]

El epicureismo fue muy popular desde el principio.[79]​ Diogenes Laercio registra que el número de epicúreos superó las poblaciones de ciudades enteras.[80]​ Sin embargo, Epicuro no fue admirado universalmente y, durante su vida, fue vilipendiado como un bufón ignorante y sibarita egoísta. Aristóteles lo menospreciaba, llamándole «libertino» y «glotón». Epicuro llegó a calificar a los cínicos como enemigos de Grecia y a los escépticos de «ignorantes» e «iletrados».[81]​ Se mantuvo como el filósofo más admirado y menospreciado en el Mediterráneo durante los próximos cinco siglos.[82]​ El sucesor de Epicuro en dirección al Jardín fue Hermarco de Mitilene, y Polistrato. Otros epicúreos contemporáneos a ambos fueron Metrodoro y Colotes. Entre los epicúreos del siglo II a. C., debe mencionarse a Demetrio de Lacón, de cuyas obras quedan algunos fragmentos, y Apolodoro, que escribió más de 400 libros. Su discípulo Zenón de Sidón también escribió muchas obras, y su sucesor fue Fedro. Filodemo de Gadara en los papiros herculaneos, que comprenden numerosas obras epicúreas. Patro fue el líder de la escuela hasta el 51 a.C.[83]

Las enseñanzas de Epicuro fueron introducidas en la filosofía y la práctica médica por el médico epicúreo Asclepíades de Bitinia, quien fue el primer médico que introdujo la medicina griega en Roma. Asclepíades presentó el tratamiento simpático, agradable e indoloro de los pacientes. Abogó por un trato humano a las personas con trastornos mentales y el trato de terapias naturales, como la dieta y los masajes.[84]

El epicureísmo ya se había introducido en Roma, en el siglo II a. C. La primera persona en difundir sus doctrinas en la prosa latina fue un cierto Amafinio.[83]​ El devoto seguidor de Epicuro, el poeta romano Lucrecio, en su poema De rerum natura declaró que las prácticas religiosas populares no solo no inculcan la virtud, sino que resultan en "delitos tanto malvados como impíos", citando el sacrificio mítico de Ifigenia como ejemplo. Este mito como un ejemplo de los males de la religión popular, en contraste con la teología más sana defendida por Epicuro. También argumenta que la creación divina y la providencia son ilógicas, no porque los dioses no existan, sino porque estas nociones son incompatibles con los principios epicúreos de la indestructibilidad y la bienaventuranza de los dioses.[71]

Muchos romanos, tuvieron una visión negativa del epicureismo, ya que consideraban que su defensa de la búsqueda de voluptas ("placer") era contraria al ideal romano de virtus ("virtud masculina"). Por lo tanto, a menudo se estereotipaban a sus seguidores como débiles y afeminados. Los críticos prominentes de su filosofía incluyen a autores como Cicerón[79]​ y el estoico Séneca[83]​ y el griego neoplatónico Plutarco.[80]​ En De finibus, Cicerón reproduce una conversación en donde se debate acerca de cuál es el bien último con sus amigos Lucio Manlio Torcuato y Gayo Valerio Triario, quienes defienden las enseñanzas éticas de Epicuro, las cuales Cicerón critica.[85]​ El filósofo escéptico posterior Sexto Empírico rechazó las enseñanzas de los epicúreos específicamente porque los consideraba como "dogmaticistas" teológicos.[76]Diógenes Laercio elogió a Epicuro: «era un hombre excelente en todos los aspectos».[86]​ El escritor escéptico Luciano de Samósata se apoyó vez en el epicureísmo para ridiculizar la superstición, las prácticas religiosas y creencia en lo paranormal. Dejó escrito este encomio a Epicuro:

En los siglos I y II d.C. , el epicureismo entró en declive, ya que no podía competir con el estoicismo, que tenía un sistema ético más en línea con los valores romanos tradicionales. El epicureismo fue el que más se enfrentó con las cristianas, ya que creían que el alma era mortal, negaban la existencia de una vida después de la muerte y negaban que lo divino tuviera algún papel activo en la vida humana.[79]​ A pesar de esto, DeWitt argumenta que el epicureismo, en muchos sentidos, ayudó a allanar el camino para la expansión del cristianismo por su gran énfasis en la importancia del amor, el perdón y las primeras representaciones cristianas de Jesús a menudo son similares a las representaciones de Epicuro.[82][88]

En la Edad Media, Epicuro era conocido a través de Cicerón y las polémicas de los Padres de la Iglesia. Seguidores epicúreos como Diógenes de Oenoanda talló obras de Epicuro en un pórtico y Diogeniano, cuyos fragmentos de polémica contra el Crisipo se encuentran en el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea. Entre los siglos IV y V, Epicuro fue mencionado por Palladas.[83]​ A principios del siglo V, el epicureismo estaba virtualmente extinto. El padre de la iglesia cristiana, Agustín de Hipona (354–430 dC) declaró: "sus cenizas son tan frías que de ellas no se puede ni una sola chispa". Mientras que las ideas de Platón y Aristóteles podían adaptarse fácilmente a una cosmovisión cristiana, las ideas de Epicuro no eran tan fáciles de entender y no se le tenía en tanta estima.[79]

Durante la Edad Media, Epicuro fue recordado por los eruditos como un filósofo, pero con frecuencia apareció en la cultura popular como el portero del Jardín de las Delicias, el "propietario de la cocina, la taberna y el burdel". Él aparece en Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer y en el Infierno de Dante en el Sexto Círculo del Infierno, encarcelados en ataúdes de fuego por haber creído que el alma muere con el cuerpo.[79][81]

En 1417, Poggio Bracciolini descubrió una copia de De la naturaleza de las cosas de Lucrecio en un monasterio cerca del lago Constanza. El descubrimiento de este manuscrito se encontró con una emoción inmensa, porque los estudiosos estaban ansiosos por analizar y estudiar las enseñanzas de los filósofos clásicos y este texto previamente olvidado contenía el relato más completo de las enseñanzas de Epicuro conocidas en latín. La primera disertación académica sobre la ética de Epicuro, De voluptate (Sobre el placer) del humanista italiano y sacerdote católico Lorenzo Valla se publicó en 1431. Valla otorgó credibilidad al epicureismo como una filosofía que merecía ser tomada en serio manteniendo que el verdadero bien es el placer y no la virtud.[83][79]

Los Humanistas de Quattrocento no respaldaron con claridad el epicureismo pero eruditos como Francesco Zabarella (1360–1417), Francesco Filelfo (1398–1481), Cristoforo Landino (1424–1498) y Leonardo Bruni ( c. 1370–1444) le dieron al Epicureísmo un análisis más justo que el que había recibido tradicionalmente y proporcionó una evaluación menos abiertamente hostil del mismo Epicuro. No obstante, el "epicureismo" siguió siendo un peyorativo.[79]

En el siglo XVI, en términos de actitud y dirección del pensamiento, los dos primeros grandes epicúreos fueron Michel de Montaigne en Francia y Francesco Guicciardini en Italia.[83]

En el siglo XVII, el sacerdote y erudito católico francés Pierre Gassendi (1592 - 1655) trató de desalojar al aristotelismo de su posición del dogma más alto al presentar el epicureismo como una alternativa mejor y más racional. En 1647, Gassendi publicó su libro De vita et moribus Epicuri (La vida y la moral de Epicurus), una defensa apasionada del epicureismo. Gassendi modificó las enseñanzas de Epicuro para hacerlas aceptables para una audiencia cristiana. Por ejemplo, argumentó que los átomos no eran eternos, increados e infinitos, sino que sostenían que un número extremadamente grande pero finito de átomos fueron creados por Dios en la creación.[79]Thomas Hobbes, un amigo de Gassendi, retomó la teoría del placer y la interpretó en un sentido más cercano a la doctrina cirenaica.[83]

Las enseñanzas de Epicuro fueron respetables en Inglaterra por el filósofo natural Walter Charleton (1619 - 1707), cuya primera obra epicúrea, The Darkness of Atheism Dispelled by the Light of Nature (1652), modificó en el epicureismo como un "nuevo" atomismo. La Royal Society, fundada en 1662, avanzó el atomismo epicúreo. Uno de los defensores más prolíficos del atomismo fue Robert Boyle.[79]Francisco de Quevedo defendió al filósofo griego rehabilitándolo como un filósofo cristiano.[89]

Mientras tanto, John Locke (1632 - 1704) adaptó la versión modificada de Gassendi de la epistemología de Epicuro, que se hizo muy influyente en el empirismo inglés. Muchos pensadores con simpatías hacia la Ilustración apoyaron el epicureismo como una admirable filosofía moral.

Durante los siglos XVII y XVIII, la nación europea en la que el epicureísmo estuvo más activo fue Francia. Entre se encuentran François de La Rochefoucauld, Charles de Saint-Évremonde, Julien de La Mettrie, Claude-Adrien Helvétius y el barón de Holbach.[83]

El filósofo prusiano Immanuel Kant (1724 - 1804) calificó a Epicuro como "el más destacado filósofo de la sensibilidad". Además, para Kant, Epicuro procedió en su filosofía de una manera mucho más consecuente que otros filósofos sensualistas como Locke o Aristóteles.[90]

El presidente estadounidense Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, declaró en 1819: "Yo también soy un Epicúreo. Considero que las doctrinas genuinas (no imputadas) de Epicuro contienen todo lo racional en la filosofía moral que Grecia y Roma nos han dejado".[91]​ Jefferson fue el mentor personal de la abolicionista y feminista Frances Wright, la autora de la novela Varios días en Atenas, que ha sido llamada la gran obra maestra epicúrea en el idioma inglés, donde Epicuro toma un diálogo ficticio con el estoico Zenón de Citio.[92][93]

El hedonismo de Epicuro fue la base clave de las doctrinas éticas del utilitarismo defendidas por Jeremy Bentham (1748 - 1832) y John Stuart Mill (1806 - 1873).[94][95]

El filósofo alemán Karl Marx (1818-1883), cuyas ideas son la base del marxismo, fue profundamente influenciado como un hombre joven por las enseñanzas de Epicuro y su tesis doctoral fue un análisis dialéctico hegeliano de las diferencias entre las filosofías naturales de Demócrito y Epicuro (Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro ). Marx veía a Epicuro como un empirista dogmático, cuya visión del mundo es internamente consistente y prácticamente aplicable.[96][97]​ Marx consideró a Epicuro “el más grande educador griego”, librepensador más formidable y combativo contra la religión.[98][26]

Pese a que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844 - 1900) era antagónico con los padres de la filosofía griega, Platón y Sócrates, consideró a Epicuro como "el inventor del modelo heroico del filosofar". Además dijo de él:[99]

En el siglo XIX, la interpretación del placer como principio psíquico de acción fue iniciada por Gustav Theodor, el fundador de la psicofísica, y desarrollado a finales de siglo por Sigmund Freud en el nivel psicoanalítico del inconsciente.[83]​ El interés académico en Epicuro y otros filósofos helenísticos aumentó a lo largo de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, con un número sin precedentes de monografías, artículos, resúmenes y documentos de conferencias que se publicaron sobre el tema.[79][100]​ Filósofos modernos como Jun Tsuji y Michel Onfray fueron muy influenciados por Epicuro.

Anatole France escribió en 1895 un libro titulado El jardín de Epicuro, donde dicho autor muestra sus posturas filosóficas.[101]​ El dibujante Sam Kieth ilustró dos volúmenes de la novela gráfica "Epicuro el sabio" siendo Epicuro el protagonista.[102]​ Hoy, existe una Sociedad de Amigos de Epicuro[103][104]​, y además hay grupos de filósofos epicúreos en Grecia, Italia y Australia.



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