Estado de Guanajuato nació en Mexico.
Diego Sinhue Rodríguez Vallejo (ver)
Guanajuato, oficialmente llamado Estado Libre y Soberano de Guanajuato, es uno de los treinta y un estados que, junto con la Ciudad de México, conforman México. Su capital es la ciudad de Guanajuato. Se divide administrativamente en 46 municipios.
Está ubicado en la región centronorte del país, limitando al norte con Zacatecas y San Luis Potosí, al este con Querétaro, al sur con Michoacán y al oeste con Jalisco. Con 30 607 km² de superficie, representa el 1.6 % del total del territorio nacional, siendo el 22º en extensión. Con 6 166 934 habs. en 2020 es la sexta entidad más poblada —por detrás del Estado de México, Ciudad de México, Jalisco, Veracruz y Puebla— y con 201.48 hab/km², la sexta más densamente poblada, por detrás de la Ciudad de México, Estado de México, Morelos, Tlaxcala y Aguascalientes. Fue fundado el 20 de diciembre de 1823.
La trascendencia histórica del estado en el contexto nacional, reside en la serie de acontecimientos sociopolíticos y procesos económicos en los cuales este territorio tuvo un rol determinante. Por mencionar algunos pueden citarse: la pujanza económica que detonó esta región en la Nueva España gracias a la minería; ser la cuna de la independencia nacional y escenario de sus primeras batallas; el papel protagónico de su agricultura durante el Porfiriato, que le valió el sobrenombre de Granero de la república; lugar de definición de la última etapa de lucha armada en la Revolución mexicana; y sitio de nacimiento de múltiples personalidades de la vida política, militar, social, artística y cultural que han alcanzado relevancia nacional e internacional.
En 2017 Guanajuato tuvo un Producto Interno Bruto de 39 147 millones de dólares, con un crecimiento medio en ese año de 5 % (por encima de la media nacional). Dichas cifras representaron para el estado ser la sexta economía del país, la cuarta entidad de mayor crecimiento económico y la quinta que mayor aporte hizo al crecimiento nacional. La creciente industrialización del estado, aunada a la expansión del sector de servicios, ha colocado al estado como una de las economías más dinámicas del país.
El grado de conservación y continuidad de uso, en el conjunto de estructuras y asentamientos urbanos de la época colonial y el porfiriato, permite al estado poseer una significativa cantidad de bienes y acervos artísticos y culturales. Muestra de ello es tener enclavados en su territorio tres de los 34 sitios patrimonio de la humanidad con los que cuenta el país: la Ciudad histórica de Guanajuato y sus minas adyacentes; la Ciudad fortificada de San Miguel y el santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco; y tres de los sitios que componen el llamado El Camino Real de Tierra Adentro (Puente El Fraile, Antiguo Real Hospital de San Juan de Dios, Puente de San Rafael y Puente La Quemada).
La creación del topónimo Guanajuato, en lengua indígena, se remonta aproximadamente al siglo XIII o XIV. Por esa época fue cuando llegaron y se asentaron en dicho territorio los habitantes venidos del altiplano andino, que fundaron el Señorío del Caltzontzin, llamados michhuaques, tarascos o purépechas; los cuales con las diversas conquistas que emprendieron abarcó un extenso territorio conformado con lo que hoy en día es el actual Estado de Michoacán, la parte sur del Estado de Guanajuato, parte de los estados de Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas. El pueblo michhuaque acostumbraba dar nombre a los lugares que iban conquistando e incorporando al Señorío del Caltzontzin de acuerdo a las características físicas o geográficas del entorno, o bien, a la abundancia de algunos animales, plantas o materiales físicos en específico. El topónimo Guanajuato, se forma de quana- radical extendida del término quanas, rana, como se escribía en el siglo XVI (en la actualidad se escribe kuanásï, rana); y, huuat- radical extendida del término huuata, cerro, como se escribía en el siglo XVI (en la actualidad se escribe juáta, cerro); y -o, locativo, sufijo determinativo de lugar. Formándose el topónimo quana-huuat-o, partículas que ya unidas conforman el nombre de lugar Quanahuuato, con el significado de En el cerro de la rana.
Los vestigios más antiguos de presencia humana, en el territorio que comprende el actual estado, corresponden a una hoja de pedernal de forma lanceolada, localizada en la Cañada de Marfil, y con una antigüedad de 9500 años aproximadamente (año 7500 A.C.). La llegada de los primeros habitantes se produjo por migraciones de pueblos nómadas y recolectores provenientes de las costas del golfo y el pacífico, guiados hacia las planicies del altiplano por la condiciones climáticas favorables posteriores al fin del último periodo glacial.
Los indicios de civilización más antiguos en el estado se ubican en Chupícuaro (cerca de Acámbaro), es una zona actualmente cubierta por la presa Solís. Chupícuaro (en purépecha: lugar donde abundan plantas gramíneas) fue el primer asentamiento permanente en la región entre los Años 600 a. C. al 250 d.C.
Se trataba de una población dedicada a la economía agrícola, que combinaba la recolección de frutos y raíces con la caza y la pesca. Uno de los signos distintivos de dicha cultura fueron sus entierros; A veces los restos humanos estaban asociados a tlacuitles (fogones) o delimitados por piedras redondas. Los cuerpos recostados de espalda recibían ofrendas, pero carecían de ellas si estaban acostados sobre el vientre; dichas formas son interpretadas como la pertenencia o no a un grupo social destacado; al tiempo que los cuerpos eran sepultados con sus perros.
No existen restos arquitectónicos de la cultura chupícuara, ya que sus edificaciones estuvieron hechas de plantas y lodo, materiales endebles que no resistieron el paso del tiempo; por lo que su principal elemento evidencial fue la cerámica. Los tipos de figurillas son abundantes y se clasifican en tres tipos: las manufacturadas en barro café con rasgos y adornos en el pastillaje; las de barro crema pulido, de formas más redondeadas, y las hechas con decoración policroma y bien pulidas. Es a través de estas piezas que se conocen varios de sus elementos culturales, tales como la vestimenta, el calzado, los ornamentos corporales, instrumentos musicales como flautas y ocarinas, el uso de pintura blanca en el cabello para hombres y rojo para mujeres.
La similitud en las piezas artesanales, en conjunto con otras evidencias gráficas, permiten establecer, no solo una relación directa, sino un estado de dominación de los asentamiento humanos de Guanajuato, por parte de Teotihuacán; de tal manera que dicho dominio e influencia modificó las estructuras sociales de los asentamientos, pasando de sociedades agrícolas a teocráticas. De hecho el actual territorio estatal constituía la frontera de dicha cultura con los pueblos nómadas venidos de Aridoamérica, por los que los guerreros tuvieron hasta cierto punto mayor prevalencia que los sacerdotes en la organización de las comunidades. La caída de esta cultura y la entrada de numerosos grupos de chichimecas, terminó el dominio de las sociedades teocráticas y los guerreros ocuparon su lugar. Posteriormente la zona estaría bajo el control de la cultura tolteca.
El actual territorio guanajuatense, específicamente la zona sur en la frontera con Michoacán, constituyó el punto límite del expansionismo del Imperio Mexica, que nunca pudo concretar un dominio permanente y efectivo en la zona, al resultar derrotado por los purépechas en múltiples ocasiones. Estos, si pudieron establecer numerosos asentamientos en la zona sur del estado. Al tiempo que en el centro (especialmente en la zona del Bajío) se establecían poblaciones otomies y en el norte comunidades chichimecas, principalmente pames, guamares, guachichiles y zacatecos.
Luego de la caída de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521, y la rendición o toma de los poblados y señoríos del Valle del Anáhuac; los primeros territorios que siguieron en la conquista española fueron los del centro-occidente del actual territorio mexicano, y que en ese momento correspondía a la frontera norte del Imperio Mexica, y a las comunidades purépechas, otomies y chichimecas. Los primeros exploradores españoles llegaron al territorio en aras de establecer puestos militares como preparación de la eventual confrontación con los pueblos indígenas de la región, sin embargo ninguno tuvo el carácter de asentamiento permanente. El primer español que exploró el territorio guanajuatense fue Antonio de Carvajal en 1523, quien había sido designado para preparar el reparto de las encomiendas.
El primer asentamiento español en el actual territorio del estado fue Acámbaro; La ciudad fue fundada el 19 de septiembre de 1526 por el cacique Nicolás de San Luis Montañés, con el nombre de San Francisco de Acámbaro. El objetivo de su fundación fue el de poder controlar mejor los diversos grupos indígenas de la región bajo el mando de autoridades civiles y eclesiásticas españolas, en este caso misioneros franciscanos. Fernando de Tapia y Nicolás San Luis de Montañés (indígenas evangelizados que ayudaron a los españoles a facilitar la conquista), llegaron al valle de Acámbaro después de haber conquistado Querétaro y Apaseo; se apoderaron de la región con la finalidad de establecer una base de operaciones militares que sirviera como punto de abastecimiento para las posteriores incursiones de los conquistadores. Si bien ellos fueron los fundadores, la villa le fue concedida en encomienda a Pedro de Sotomayor y posteriormente a Hernán Pérez de Bocanegra.
Algunos indígenas no se enfrentaron a los españoles, y pactaron con ellos alianzas para mantener su poder y algunas de sus costumbres. Uno de estos indígenas fue Conin, quien después de ser evangelizado recibió el nombre de Hernando de Tapia y, junto con su hijo, Diego de Tapia, se alió con los españoles. Se fundaron pueblos como Tarimoro, “lugar de sauces”, y Chamacuero, actual municipio de Comonfort.
La conquista de Guanajuato contó con un factor determinante, ajeno a los tradicionales métodos del uso de la fuerza y la evangelización; este fue la expansión de comunidades ganaderas en las fértiles llanuras del Bajío, distintivas de la mayor parte del territorio. La autoridades españolas de la Ciudad de México habían determinado enviar ahí a los numerosos grupos de ganado que llegaban de la península y que resultaban poco propicias para habitar la zona del Valle de México. En función de este ordenamiento, comenzaron a ser concedidas diversas extensiones de tierras. Por ejemplo a Juan de Villaseñor le fueron concedidas la villas fronterizas de Puruándiro y Pénjamo; Apaseo a Hernán Pérez de Bocanegra, y diversos personajes como Jerónimo López, Luis de Castilla, Juan Portocarrero Sandoval, Juan de Jaso y Pedro Muñoz.
En 1530, Nuño de Guzmán organizó otra expedición al norte. Viajó cerca del cauce del río Lerma y llegó al actual territorio de Guanajuato, donde vivían algunos grupos indígenas, como los chichimecas y, en el sur los purépechas. Guanajuato pertenecía al “país de los chichimecas” o “la Gran Chichimeca”. Se fundaron algunos poblados donde vivían grupos indígenas; el más importante fue Yuririapúndaro, actual Yuriria, otorgada en encomienda a Juan de Tovar. Los indígenas que no aceptaron someterse a los españoles huyeron a las regiones de la Sierra Gorda y desde ahí los enfrentaron, atacando a los grupos de viajeros españoles y a las poblaciones ya establecidas.
En el año de 1541 el virrey Antonio de Mendoza otorgó tierras a Rodrigo Vázquez, en recompensa por los servicios prestados durante la conquista, en una zona denominada Quanaxhuato (lugar montuoso de ranas en purépecha), castellanizada como Guanajuato. En 1546 fue establecida formalmente como pueblo, en lo que es considerada como su fundación. Se le nombró Real de Minas de Guanajuato, por los recientes descubrimientos de vetas de plata por parte de Juan de Jasso; posteriormente en 1548, a la llegada de Perafán de Rivera, primer alcalde del ayuntamiento, toma el nombre de Santa Fe Real de Minas de Guanajuato. El pueblo, transformado en alcaldía mayor 1564, villa en 1679 y ciudad en 1741; fue parte de la serie de asentamientos permanentes que se fundarían con fines colonizadores en la región, para el desarrollo de actividades ganaderas, agrícolas y de abastecimiento para exploradores, junto con San Miguel el Grande (1542), San Luis de la Paz (1552), Celaya (1570) y León (1576); y que serían la pauta para la conformación o regionalización de la actual entidad. Todas estas poblaciones fueron elevadas al rango de Alcaldía Mayor, por lo cual contaban con jurisdicción sobre todos aquellos asentamientos, guarniciones, congregaciones o comunidades indígenas que existieran dentro de sus límites. Estas a la vez, estaban integradas al dominio del Reino de México, uno de los cinco en los que se dividía la Nueva España.
Finalmente en 1786, en el marco de las Reformas borbónicas en Nueva España, se estableció un nuevo tipo de organización territorial: las intendencias. Estas serían unidades territoriales de tipo provincial que aglomerarían a distintas poblaciones con vínculos regionales como la economía, castas mayoritarias, características geográficas, entre otras; tomando como base la jurisdicción de las alcaldías mayores. De esta manera por primera vez en la historia, la mayor parte del actual territorio quedó integrado como una unidad administrativa: la Intendencia de Guanajuato. Esta quedó compuesta por los territorios de las alcaldías mayores de Guanajuato, Celaya, San Luis de la Paz, San Miguel el Grande y León, incluyendo en ellas las comunidades indígenas, congregaciones religiosas, haciendas, pueblos y demás asentamientos en sus límites o bajo su administración. Salvo los Valles Abajeños en el sureste del actual estado (que serían incorporados años más tarde), el área geográfica delimitada comprendía toda la presente. En virtud de la relevancia alcanzada por la Ciudad de Guanajuato, esta fue establecida como capital y dio el nombre a la entidad virreinal.
La minería en la Nueva España constituyó la base de la economía del virreinato, su enlace directo con la metrópoli y el punto de partida para su relevancia entre los territorios del Imperio Español; En este aspecto la contribución de Guanajuato fue significativa. La primera exploración de la zona de la actual capital guanajuatense fue por el español Rodrigo Velázquez, y el primer descubrimiento de lo que sería el auge minero ocurrió en el año de 1548. Al parecer, la primera veta que quedó al descubierto fue la Mina de Rayas por el arriero Juan de Rayas; posteriormente se comenzó a trabajar en la mina Mellado, y fue en 1558 que se descubre la veta madre de Guanajuato. Esta corre a lo largo de los cerros que limitan la cañada guanajuatense por el norte y el nororiente dejando en la superficie un conjunto de minas, tiros y bocaminas, que constantemente persiguen el trayecto de la veta.
Guanajuato, y su poblaciones aledañas, ya eran centros de paso y abastecimiento para los asentamientos mineros de Zacatecas, por lo que ya se había iniciado un proceso de adaptación de las economías locales para satisfacer la línea de necesidades que requería esa actividad. En esas condiciones las vías de acceso se extendieron por el bajío comunicando Zacatecas con Michoacán, Guadalajara y desde luego la Ciudad de México. La construcción de caminos permitió a la par que se establecieran centros mineros en la Sierra gorda, tal fue el caso de Xichú, Atarjea, Santa Catarina y Victoria. A partir de entonces y con el descubrimiento de otras minas en el norte, se comenzó a establecer el llamado Camino Real de Tierra Adentro o Ruta de la Plata, un conjunto de poblaciones que enlazaron las comunidades mineras y con ellas las poblaciones abastecedoras, que atravesaba la mayor parte de la Nueva España desde Santa Fe de Nuevo México hasta la Ciudad de México.
De manera paralela, inició el crecimiento de los poblados o villas, que dedicándose a otras actividades, se vieron beneficiados con la actividad minera; poblaciones como Celaya, León, Irapuato, Salvatierra, San Miguel el Grande, entre otras, vieron detonadas sus economías cuando se volvieron centros de abastecimiento para las minas de Guanajuato y la Sierra Gorda. Productos agrícolas, ganaderos, textiles, talleres artesanales (antecedente histórico de la industria) prosperan a la par de la expansión de la minería; expansión tanto como sector que se consolida, como por su relevancia económica y la mineralización monetaria que respalda.
El auge de la expansión minera, tanto en Guanajuato como en el virreinato, logra su punto máximo en el siglo XVIII. Los fondos mineros avían el desarrollo de la región donde prospera el comercio y la industria. Las factorías manufactureras que pertrechan a la minería principalmente, con el desarrollo de otras industrias como la textil y la confección, se ven respaldadas por la relativa abundancia de capitales locales que originalmente nacen de las labores mineras, pero que posteriormente se dan en otras actividades prósperas y cuyas ganancias hacen las veces de un proceso similar al de una acumulación originaria.
Guanajuato pronto no solo es el principal productor de oro y plata del virreinato, sino que se vuelve uno de sus graneros más importantes y un emporio industrial de manufacturas que compite con poblaciones novohipanas destacables como la propia Ciudad de México y Puebla, en el centro del país.
La armonía con que se articula el entramado empresarial de la región otorga a la población prosperidad y paz social, al menos hasta principios del siglo XIX, donde las haciendas y fundos están en su pleno de desarrollo consolidado. De esta manera la región que hoy abarca la entidad de Guanajuato, desde sus orígenes coloniales, presenta una de las economías regionales más destacables del Imperio Español, cuyo nivel de desarrollo industrial es fundamento de una prosperidad demográfica que tipifica la historia social y económica de la entidad.
En el siglo XVIII era evidente la opulencia de la minería en la ciudad capital, se construyen grandes edificaciones en la calle Real, que ha sido desde entonces la principal vía de la ciudad, pues fue justo aquí donde se levantaron las primeras construcciones. La minería creció considerablemente, lo que propició el nacimiento de otras minas como la Mina de Cata, de Valenciana, Bocamina San Ramón y otras más. Al final de esta centuria la relevancia y trascendencia de la intendencia la ubicaban como la región más importante del virreinato y en gran parte del Imperio Español en América.
A la par del crecimiento demográfico y económico de los asentamientos mineros, los otros tipos de poblaciones características de la región, las misiones y las haciendas, también comenzaron a desarrollarse. En el caso de las primeras, estas eran poblaciones fundadas por frailes españoles cuya finalidad principal, la de evangelizar a los indígenas locales, se desenvolvía de forma paralela a la de un sistema de producción agrícola autosustentable; sin embargo la interiorización tan profunda de los frailes como figuras de autoridad, devino en una forma de vida que asemejaba más a la esclavitud. No obstante, la acción evangelizadora, iniciada en Guanajuato por Fray Juan de San Miguel en 1530, representó aspectos de relevancia muy significativa para la conformación de la sociedad colonial. Las órdenes religiosas (Agustinos, Franciscanos, Dominicos, Jesuitas, Carmelitas, Juaninos y Mercedarios) fueron los primeros en edificar escuelas y hospitales, e incluso a ejercer roles de organización social y autoridad política cuando había ausencia de autoridades militares o civiles. En la primera mitad del siglo XVII las misiones y congregaciones fueron responsables de la edificación de un red de hospitales que se extendió por las principales villas aledañas a las minas, haciendas y centros de abastecimiento; estas se situaron en las villas de Guanajuato, Silao, Celaya, Irapuato. En esta centuria destacó por su labor evangelizadora y educativa Fray Felipe de Figueroa, quien reformó el Monasterio de San Pablo en Yuriria (establecido en 1560 por Fray Diego de Chávez), implementando un método de reflexión para la comprensión de los fenómenos naturales, hecho que situó a dicho recinto como el epicentro educativo de la región.
Las haciendas por su parte se desarrollaron en dos tipos de acuerdo a la zona geográfica en las que se ubicaban. En los Valles abajeños, debido a la disponibilidad de mano obra indígena y una mayor posibilidad de riego, se inclinaron por la agricultura (especialmente de maíz, trigo, frijol y calabaza); Mientras en la Llanura abajeña, se expandieron los latifundios ganaderos, especialmente desde Celaya hasta León y de ahí a Pénjamo. No obstante, a principios del siglo XVII esto empezó a cambiar en dicha región cuando el Río Lerma comenzó a ser intervenido con técnicas de la época para facilitar la irrigación de los campos. Hasta ese momento la dinámica social de las haciendas, en ambos casos, estaba marcada por la ausencia de los propietarios, que vivían en su mayoría en la Ciudad de México y dejaban la administración a mayordomos. Los trabajadores del campo por su lado, eran principalmente indígenas otomies y purepechas. A diferencia de otras regiones del virreinato, no fue común la fundación de pueblos de indios para la residencia de los jornaleros, pues estos vivían en las villas más cercanas, ya que en Guanajuato las haciendas se ubicaban cerca de las villas para mantener constante la cadena de negocios que implicaba la principal actividad económica, la minería, de esta manera tenían cerca a los mercaderes abastecedores que les compraban sus productos. Incluso en la práctica los pueblos de indios eran absorbidos rápidamente por las villas después de ser fundados. Uno de los ejemplos más notables de esta conformación sería Celaya, que al poseer una de las más diversas economías de la zona (agricultura, ganadería, comercio y artesanía —oficios manufactureros—), convirtió a todas las poblaciones aledañas en una especie de satélites que lo abastecían de mano de obra constante.
Las condiciones generales en Guanajuato en cuestión política, económica y social, eran idénticas a las del resto de la Nueva España al inicio del siglo XIX, incluso algunas tenían su origen aquí. A principios de esta centuria, los cambios políticos vividos en Europa ocasionaron una caída en el precio de la plata, el principal producto del virreinato y de la propia intendencia; a esto se le sumó una serie de malas cosechas en la zona del Bajío que provocaron el decaimiento económico de la región. Al mismo tiempo las condiciones sociales de pobreza, desigualdad y exclusión ocasionadas por el Sistema de castas colonial, se acrecentó con la inmigración y consecuente explosión demográfica que vivió Guanajuato a causa de la bonanza minera en las últimas décadas del siglo XVIII. Desde 1766 y a raíz de las Reformas borbónicas en Nueva España impulsadas por el visitador José de Gálvez y Gallardo, se habían presentado algunas protestas y motines, especialmente en contra de los impuestos establecidos por la Corona en aras de solventar los gastos de las constantes guerras acarreadas por España; así como por la expulsión de los Jesuitas, la prohibición a las importaciones y el acaparamiento deliberado de los hacendados para aumentar el precio de los productos básicos.
La crisis política de la Nueva España en 1808 aceleró la conformación de grupos de conspiradores que buscaban la autonomía del virreinato, en medio de la coyuntura de la ocupación francesa en España. En el intento de rebelión autonomista del Ayuntamiento de México estuvo involucrado el teniente coronel guanajuatense Ignacio de Obregón. También existió vínculo guanajuatense con la Conjura de Valladolid, y por supuesto con la Conspiración de Querétaro, en la que participaban los guanajuatenses Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Ignacio Aldama, Juan Aldama y Mariano Abasolo.
La historia del movimiento insurgente en su fase inicial se entrelaza con la historia de la región dadas la serie de acontecimientos determinantes que ocurrieron en su territorio. Primero, en el momento de verse descubierta la conspiración de Querétaro y apresados algunos de sus integrantes, las noticias llegaron a Guanajuato, específicamente al pueblo de Dolores, donde uno de los principales líderes, el párroco Miguel Hidalgo y Costilla, tomó la decisión, a las dos de la madrugada del 16 de septiembre de 1810, de adelantar el comienzo de la rebelión armada que fraguaban los conspiradores para el 2 de octubre. El emblemático momento, conocido actualmente como Grito de Dolores, se produjo luego de hacer un llamado a los pobladores del lugar, a través del repique de campanas del templo parroquial. Inició su recorrido con algunos cientos de personas mal armadas e improvisadas para el combate. A partir de Dolores, el movimiento encabezado por Hidalgo se movió por varios puntos del Bajío, una de las más prósperas regiones de Nueva España. El número de tropas es desconocido. En Atotonilco tomaron el estandarte de la Virgen de Guadalupe, que es considerado emblema del movimiento. . Al paso de los insurgentes por las poblaciones del oriente de Guanajuato se unieron mineros y peones de las haciendas aledañas, algunos pocos llevaban armas de fuego, pero la mayoría estaban armados con machetes, lanzas, palos, garrotes, hondas y piedras. En San Miguel El Grande se le unieron Ignacio Allende y Mariano Abasolo, militares profesionales que imprimieron cierto grado de disciplina y planeación a la ya numerosa tropa, ahora nutrida con la unión de tropas regulares leales a los dos militares.
El ejército insurgente llegó a Celaya el día 20 de septiembre de 1810, acampando en los terrenos de la Hacienda de Santa Rita. En Celaya solo había un piquete de soldados que no superaban los diez hombres que esperaban ser apoyados por los regimientos de Querétaro o Guanajuato, la respuesta del Ayuntamiento no llegaba y se tomó la determinación de marchar sobre la ciudad el día 20. Debido a una crecida de los ríos circundantes, el cura Hidalgo no pudo pasar a la ciudad hasta el día siguiente. A pesar de ello, mandó una carta al cabildo celayense pidiendo su incondicional rendición, haciendo notar que tenía bajo su custodia a 70 españoles y que si no se rendía la ciudad, los pasaría a degüello.
La ciudad fue entonces tomada pacíficamente el 21 de septiembre, en las primeras manifestaciones de un ejército insurgente en México. En el mesón de Guadalupe, que todavía se encuentra en el Centro Histórico de la ciudad, fue hospedado Hidalgo, desde donde organizó al entonces precario ejército insurgente. Miguel Hidalgo entró al frente de los Insurgentes junto con Ignacio Allende, Ignacio Aldama y Mariano Abasolo, seguidos de un contingente superior a los cuatro mil hombres, llegando a la plaza de armas encontraron algunas trincheras y unos cuantos hombres apostados en las azoteas; la masa insurgente reaccionó dañando unas cuantas puertas, pero finalmente el ayuntamiento y el clero salieron a recibirlos en medio de repiques de campanas.
Luego los levantados se dispersaron entregándose al saqueo de casas y comercios, Hidalgo calmó a la multitud arrojándoles puños de monedas, actitud que fue bien recibida en medio de vivas a Hidalgo y Allende. Al día siguiente 22 de septiembre se pasó revista en una llanura junto a la capilla de San Antonio donde se otorgaron los primeros nombramientos por aclamación de los levantados, correspondiendo a Hidalgo el de Generalísimo de América, a Ignacio Allende Teniente Coronel y a Ignacio Camargo el de Mariscal de campo; estos nombramientos que contaron con la aprobación de las autoridades locales son considerados como los hechos fundacionales del actual Ejército mexicano. Después de estos sucesos, Hidalgo y Allende se prepararon para salir de Celaya para la toma de Guanajuato.
Luego del acto donde se produjeron los nombramientos, Hidalgo sostuvo una reunión con el Ayuntamiento, el cual fue reestructurado en sus puestos faltantes que habían sido ocupados por españoles, la asamblea reconoció los cargos y se adhirió al plan contra los españoles. Luego Hidalgo dictó una carta al Intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena indicándole las razones del movimiento y advirtiéndole de los riesgos de no considerar la seriedad del movimiento Insurgente.
La respuesta del Intendente Riaño llegó el día 23 en los términos de dejar claro a Hidalgo que como intendente no cedería en su deber de defender los intereses del Rey Fernando VII y de los españoles. La determinación inmediata de Hidalgo fue entonces reiniciar de inmediato la marcha hacia Guanajuato. En el camino tomó Salamanca, Irapuato y Silao.
El 28 de septiembre se llevó a cabo una de las batallas más determinantes y significativas para el movimiento insurgente, primero porque tomar la ciudad de Guanajuato representaba asumir el control de la principal región minera (y por ende el centro económico del virreinato), y segundo, porque las consecuencias de la violenta Toma de la Alhóndiga de Granaditas acarreó dividendos positivos y negativos para el devenir de la lucha armada a corto y largo plazo. Días antes el intendente Riaño se había atrincherado en el mencionado edificio, esperando el auxilio de las intendencias vecinas de Guadalajara y San Luis Potosí, así como de la misma Ciudad de México. Sin embargo los movimientos realistas fueron lentos y eso produjo la estrepitosa derrota. La tradición y crónicas de la época relatan la participación de un personaje popular llamado Juan José de los Reyes Martínez apodado El Pipila, quien cargando una loza en su espalda y una tea ardiendo en su mano, incendio la puerta de la Alhóndiga para permitir la toma del edificio. Después de la toma de la ciudad, el ejército insurgente se dividió en varias unidades para la expansión de la lucha armada.
Sin embargo el 25 de noviembre de ese mismo año Félix Calleja recuperó la ciudad de Guanajuato y la mayor parte de la intendencia. El movimiento insurgente se dispersó y desorganizó, incluso al grado de algunas fragmentaciones, mismas que ocasionaron las traiciones internas que concluyeron con la captura, juicio y fusilamiento de los principales líderes.
En el territorio de la Intendencia de Guanajuato surgieron o continuaron la lucha una serie de caudillos insurgentes como José Antonio Torres, Pedro Moreno, los hermanos Francisco y Albino García Ramos, los hermanos Tomás y Encarnación Ortiz, y José María Liceaga; Algunos de ellos sostuvieron la contienda armada hasta el final de esta en 1821. Salvo Liceaga, (comandado primero por Ignacio López Rayón y luego por José María Morelos para encabezar la reyerta aquí), todos actuaban de manera ajena al movimiento insurgente, que había entrado, luego de la muerte de Hidalgo en una fase de organización, no solo para encauzar la lucha armada, sino para planear la conformación plena de un país independiente.
En esta fase se constituyeron primero la Junta de Zitácuaro en 1811 (que promulgó el primer documento fundacional del movimiento en 1812: los Elementos Constitucionales), y luego en 1813 el Congreso de Anáhuac, que emitiera el Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional y la Constitución de Apatzingán; en todo lo anterior asumió un rol protagónico José María Liceaga, representante de la intendencia en estos órganos, y quien tuviera la oportunidad de presidir el poder ejecutivo creado por el Congreso de Anáhuac, y después encabezar a este mismo.
En la lucha armada, los acontecimientos entre 1811 y 1816 estuvieron marcados por el liderazgo de Liceaga y los constantes enfrentamientos con el hombre designado por el gobierno virreinal para apaciguar aquella región: Agustín de Iturbide. Sobresale en estos duelos, la derrota del militar realista en una isla de la Laguna de Yuriria, donde Liceaga resguardaba una imprenta dedicada a la divulgación de las ideas del movimiento insurgente. Las batallas de las distintas facciones guerrilleras se suscitaron especialmente en la zonas del Bajío, la Sierra Gorda y los Altos Guanajuatenses. A quien si pudo derrotar Iturbide, fue a Albino García, quien cayera el 5 de junio de 1812 en Valle de Santiago y fuese fusilado en su natal Celaya.
El territorio guanajuatense sería escenario de la infructuosa, pero relevante incursión armada del caudillo liberal español Francisco Xavier Mina. Este había llegado a la Nueva España el 15 de abril de 1817, convencido por Fray Servando Teresa de Mier, de que combatir contra el rey Fernando VII de España en tierras novo hispanas alentaría la victoria liberal en la metrópoli. El 24 de junio se encontró en el Fuerte del Sombrero en León con el líder insurgente Pedro Moreno. Se enfrentaron en la hacienda de San Juan de los Llanos (San Felipe) contra el comandante realista de la intendencia, Cristóbal Ordóñez, quien murió en la lucha. La reacción del ejército realista fue un ataque directo contra el Fuerte del Sombrero; ambos insurgentes lograron huir, rehabilitando sus tropas para dirigirse a la capital de la intendencia y tomarla, sin embargo, no tuvieron éxito. En una nueva reagrupación de fuerzas, se dirigieron a Pénjamo hacia el fuerte insurgente de los Remedios o San Gregorio, pero en el rancho El Venadito fueron capturados el 27 de octubre de 1817; en el enfrentamiento falleció Moreno, en tanto Mina fue capturado y fue fusilado el 11 de noviembre.
El fin de la guerra de independencia en 1821 tuvo dos vertientes, la militar y la política; pues mientras las fuerzas realistas se hallaban enfrascadas en una guerra de guerrillas en múltiples zonas del virreinato, especialmente en el sur; en la Ciudad de México la Conspiración de La Profesa (integrada por las élites criollas del ejército, el clero y los sectores económicos) determinó conseguir junto con los insurgentes la independencia, pero con el fin de evitar la aplicación de la liberal Constitución de Cádiz proclamada en España desde 1812. Para ello nombraron a Agustín de Iturbide como comandante, inicialmente para derrotar a los rebeldes, pero luego este asumió el liderazgo de la nueva lucha y pactó a través del Plan de Iguala con el comandante insurgente Vicente Guerrero la pacificación del territorio, la independencia plena y el establecimiento de un gobierno. En este contexto, el antiguo regimiento de Celaya, que había encabezado años atrás Iturbide para derrotar a los guerrilleros del Bajío, fue de las primeras fuerzas en unirse al naciente Ejército Trigarante. Mientras tanto, correspondió a los ex realistas Anastasio Bustamante y Luis Cortazar y Rábago, derrotar a las últimas fuerzas virreinales en Guanajuato y tomar posesión del territorio para el ejército insurgente, proclamando la independencia en región (específicamente en Villa San José de los Amoles), el 16 de marzo de 1821. Para el 8 de julio del mismo 1821 se juró la Independencia en Guanajuato y el territorio de la antigua intendencia quedó convertido en provincia, bajo el mando político de Luis Cortazar.
Los ordenamientos legales de los insurgentes remplazaron la antigua organización gubernativa de las intendencias del virreinato, sustituyendo el cargo de Intendente por el de Jefe Superior Político, como depositario del poder ejecutivo local. Esto sirvió de base para que el gobierno del Imperio Mexicano, ya consumada la independencia, mantuviera dicha figura como ente ejecutivo transitorio en aras de la eventual promulgación de una constitución y el consecuente nuevo organigrama de poderes locales y nacionales. En ese contexto José Pérez Marañón, Jefe Superior de Guanajuato, quien aún había sido nombrado por las autoridades peninsulares, conservó dicho rol, siendo así el primer gobernante del estado en la época independiente; aunque su autoridad quedaba supeditada al presidente de la Junta Provisional Gubernativa local José Mariano de Sardaneta y Llorente nombrado por la Junta nacional. Normalizada gradualmente la situación política y proclamado emperador Agustín de Iturbide, este nombró como Jefe Político a Domingo Chico.
El 17 de noviembre de 1821 fue emitida la ley para la conformación de las Cortes por parte de la Junta Provisional Gubernativa, estableciéndose que las regiones que se adhirieran a ella serían oficialmente provincias del Imperio Mexicano, situación que en efecto ocurrió en Guanajuato cuando la Junta Gubernativa local aceptó la mencionada norma. El 22 de enero de 1822 se integra la primera diputación provisional; estaba formada por Juan Ignacio Godoy, Antonio María de Mier y Mariano Marmolejo, quienes representaban a la entidad en las Cortes del Imperio Mexicano. El 24 de febrero de 1822 se instala solemnemente en la ciudad capital la primera corporación referida.
El coronel Epifanio Sánchez y el sargento Pío Marcha del regimiento de Celaya marcharon hacia la Ciudad de México en mayo de 1822 para encabezar las manifestaciones públicas que derivaron en la proclamación, por parte del Congreso Constituyente de Agustín de Iturbide como Emperador de México.
Para febrero de 1823, a través del jefe político superior Pedro Otero, Guanajuato se adhiere al Plan de Casa Mata, que concluye con el derrocamiento de Agustín de Iturbide como emperador de México. Tras la caída del imperio, el congreso se aprestó a la organización de una república federal, contemplando a las antiguas provincias del imperio como entidades federativas soberanas. El 31 de enero de 1824 entró en vigor el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, que al ser aprobada con anterioridad por Diputación provincial el 23 de diciembre de 1823, nació formalmente el Estado Libre y Soberano de Guanajuato, cronológicamente el segundo en ratificar dicho documento.
El 23 de febrero de 1824 se realizaron elecciones para conformar el congreso constituyente local. El 25 de marzo de 1824 quedó legítimamente instalado el primer Congreso Constituyente de Guanajuato, en las viejas Casas Consistoriales de la ciudad de Santa Fe de Guanajuato. José María Septién y Montero, Mariano García de León, José María Esquivel, Manuel Galván, Antonio Murillo, Francisco Aniceto Palacios, Vicente Umarán y posteriormente José María Leal y Araujo, José Tiburcio Hincapié, Domingo Chico y José Ramón Guerra, se convirtieron en los primeros integrantes del cuerpo. Los legisladores se ocuparon de la redacción de la primera Constitución Política del Estado de Guanajuato, la cual fue promulgada el 14 de abril de 1826, justamente a los dos años de haberse instalado el Congreso Constituyente.
El 16 de septiembre de 1826 la Constitución fue jurada por el pueblo guanajuatense y el 1 de octubre se instaló el primer Congreso Constitucional del Estado. Carlos Montes de Oca fue nombrado Gobernador Constitucional del Estado. El primer gobierno se caracterizó por el intento de reactivar la minería, profundamente dañada por la guerra, a través de empresas mineras inglesas; al tiempo que permanecía el sistema de explotación de la clase trabajadora en las haciendas, situación que no mejoró ante la ausencia de políticas públicas que atendieran la pobreza. A lo anterior se sumó una epidemia de viruela en 1827-28, ocasionada en gran medida por la resistencia de la población a vacunarse por las falsas creencias vinculadas a dicho método médico.
La historia del estado siguió desenvolviéndose en sincronía con los acontecimientos nacionales de una manera activa, dada su influencia en la guerra de independencia y su cercanía con la capital de la República. En noviembre de 1828 los guanajuatenses Juan Ignacio Godoy y Luis Cortazar (candidatos derrotados en las elecciones presidenciales de 1828), promovieron en el estado la rebelión de la Acordada, que defendía el triunfo de Manuel Gómez Pedraza y contra la presunta imposición de Vicente Guerrero. Aunque el Congreso del Estado siguió reconociendo a Guerrero como presidente de la república hasta su deposición, el gobernador Carlos Montes de Oca recibió facultades extraordinarias para combatir a los leales al jefe del ejecutivo federal.
Dos guanajuatenses se convirtieron en los principales impulsores e ideologos de los dos grupos políticos que definieron y moldearon la realidad política mexicana durante los primeros cincuenta años de vida independiente. José María Luis Mora del Partido Liberal y Lucas Alamán del Partido Conservador. El primero combatió la usurpación de Anastasio Bustamante en 1832 y se convirtió en asesor del presidente Valentín Gómez Farías en sus múltiples interinatos entre 1833 y 1835; de sus ideas surgió el primer intento de una reforma liberal al proponer la supresión de las órdenes religiosas, el control estatal de la educación pública, la desamortización de los bienes eclesiásticos, la supresión de los fueros militares y la formación de milicias cívicas.
Todo lo anterior fue aprobado por el congreso federal en abril de 1833. Ante ello el estado de Guanajuato fue uno de los que se rebeló contra la reforma liberal, incluso los líderes Mariano Arista y Gabriel Durán se atrincheraron en el estado hasta ser derrotados por Antonio López de Santa Anna (titular con licencia del ejecutivo) el 12 de octubre de 1833. A partir de ahí se desató una constante confrontación de leyes y edictos tanto estatales como federales, que aplicaban o revertían, según el cambio de autoridades, la vigencia de los ordenamientos liberales.
Por otro lado, Lucas Alamán sería el principal asesor de Santa Anna, que no solo revertía en cada entrada a la presidencia las reformas liberales, sino que seguía la política conservadora de fortalecer al estado a través de un proceso de centralización que garantizara la pacificación y eventual desarrollo del país. El proceso concluyó con la promulgación de las Siete Leyes el 23 de octubre de 1835, documento de carácter constitucional que estableció la República centralista. Esta transformó al estado en un departamento, anulando su soberanía, sin embargo el arraigado pensamiento conservador en el estado evitó cualquier tipo de resistencia.
Al iniciar la Intervención estadounidense en México en marzo de 1846, había una serie de rebeliones que buscaban restablecer el federalismo, una de ellas encabezada por Manuel Doblado; el gobierno de Mariano Chico, en aras de conciliar las fuerzas necesarias para la defensa nacional, restableció la Constitución de 1824 en el estado y convocó a elecciones, Doblado obtuvo el triunfo. Al asumir como gobernador el 20 de agosto de 1846, inició el reclutamiento de personal para integrar las milicias que se incorporarían al ejército nacional. Las ciudades de Celaya, León, San Miguel y Guanajuato fueron los centros de reclutamiento. Dolores Gaytan (esposa de Doblado) encabezó a un grupo de mujeres integrado por Clara Larra de Ledo, Juana de Valle, Ana Carbajal de Morales, Rafaela García, Luz Baranda, Paula de Rocha, Antonia Sánchez de Sierra y la señora Obregón de Chico; que conformaron una junta patriótica para elaborar vestuario y recopilar donaciones que sustentaran los gastos de las tropas.
Manuel Dobaldo renunció a la gubernatura para comandar las fuerzas guanajuatenses que partieron hacia la defensa del territorio nacional; su sustituto Lorenzo Arellano redobló esfuerzos bélicos, estableció una fábrica de pólvora y una de cañones, esta última con contratiempos ante la escasez de fundidoras, pero posteriormente lograron producir de cuatro a dos piezas mensuales. También se establecieron impuestos a hacendados, mineros y grandes mercaderes para solventar el gasto público de la guerra. Las tropas de Guanajuato se integraron a la celebre Batalla de la Angostura entre el 22 y el 23 de febrero de 1847.
Después de que el congreso nacional aprobó el Tratado de Guadalupe Hidalgo en mayo de 1848, y por el cual el país perdió Alta California, Nuevo México y Texas, un grupo de rebeldes en la zona occidente del país se rebeló contra el gobierno federal para desconocer los tratados y continuar la defensa y eventual recuperación del territorio perdido, estuvieron encabezados por Mariano Paredes y Arrillaga y Celedonio Doménico Jarauta. En Guanajuato, Manuel Doblado secundó la revuelta y encabezó las tropas; el estado se convirtió en epicentro de la lucha, a tal grado que el gobernador Lorenzo Arellano se vio obligado a trasladar su gobierno a Celaya; sin embargo fueron derrotados por Luis Cortazar, Anastasio Bustamante y Manuel María Lombardini, el 18 de julio de 1848, luego de atrincherarse en la Mina La Valenciana donde Joruta murió; mientras Paredes fue hecho prisionero y Doblado se exilió luego de mantener una leve resistencia hasta 1849.
De forma paralela a la resistencia local contra la invasión estadounidense, en la región de la Sierra Gorda guanajuatense se gestaba un movimiento social agrarista que pugnaba por la reivindicación de los derechos de los pequeños propietarios en el campo; quienes eran víctimas de los constantes despojos de tierras, pozos, ganado y demás recursos naturales por parte de los grandes terratenientes. Este movimiento armado, de tendencias revolucionarias para la época, era encabezado por Eleuterio Quiroz, trabajador de las haciendas que se unió al ejército al inicio de la guerra, pero desertó luego de la derrota en la Batalla de la Angostura. Posteriormente en agosto de 1847 se levantó en armas en Xichú, acompañado por Miguel Chaire administrador de una hacienda de la zona; en el mes de septiembre en aras de unificar las fuerzas del país, el gobierno les ofreció un indulto, que Chaire aceptó, pero Quiroz no, así que se refugio en la sierra nuevamente para reorganizar su lucha.
En este lapso construye su ideario político y social, desvinculándose completamente de las dos visiones sobre el campo que dominaban el país, la conservadora que impulsaba los grandes latifundios, y la liberal que proponía la libre venta de tierras entre individuos, pero en detrimento de las propiedades comunitarias o familiares; los reclamos del movimiento guerrillero de Sierra Gorda incluían la reivindicación de la propiedad comunal, el rechazo a los invasores estadounidenses y la exigencia de derechos laborales y sociales para los trabajadores de las haciendas.
Rehabilitado su ejército, inició su despliegue en San Luis Potosí donde tomó las haciendas de El Jabalí y San Diego; en la localidad de Río Verde se le une Manuel Verástegui prefecto de dicho distrito, quien aporta la construcción de un proyecto político y social más amplio y específico. Manuel Verástegui y Eleuterio Quiroz publicaron el Plan Político y Eminentemente Social del Ejército Regenerador de la Sierra Gorda el 22 de octubre de 1848, en el que solicitaba una mejor distribución de la tierra a las clases menesterosas del campo, la erección en pueblos de las haciendas y ranchos que tenían más de 1 500 habitantes, el acceso de los arrendatarios a tierras bajo una renta moderada; además, proponía la disolución del ejército y su reemplazo por una guardia nacional.
A partir de diciembre de 1847 Quiroz y su grupo se distinguieron por sus ataques a los grupos dominantes de la región. El levantamiento se extendió por una vasta zona de la Sierra y abarcó parte de los estados de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí. Las poblaciones de Santa María del Río, Xichú y Rioverde fueron el eje por el que se movieron los rebeldes entre 1847 y 1849. Los combates y el movimiento mismo llegaron a entrelazarse con la rebelión de Doblado, Paredes y Jarauta, especialmente cuando combatieron juntos una tercera rebelión de corte conservador encabezada por Tomás Mejía. El movimiento de Quiroz consiguió hacer llegar su documento al presidente Anastasio Bustamante en 1849, lo que inició una serie de negociaciones para alcanzar la paz. Sin embargo uno de los lugartenientes decidió, sin autorización de los líderes, tomar violentamente el poblado de Santa María del Río, lo que desencadenó la respuesta del gobierno, que apoyó a Tomás Mejía para perseguir a los líderes; en octubre de 1849 fue aprendido Quiroz y fusilado el 6 de diciembre.
Aunque Manuel Doblado había encabezado las huestes liberales en el estado durante la Revolución de Ayutla en 1854, además de ser electo gobernador en 1855, se levantó en armas contra el presidente Juan Álvarez, ante las diferencias entre los liberales moderados (en los que se adscribía Doblado) y los radicales con la implementación de las Leyes de Reforma. Incluso luego de la renuncia de Álvarez, el ascenso al poder de un liberal moderado (Ignacio Comonfort), no detuvo la revuelta de Doblado, pues las leyes más radicales continuaron su curso. El 30 de noviembre de 1855 Doblado proclamó el Plan de Sierra Gorda. La revuelta no prosperó y Doblado se reintegró a su cargo. El 31 de junio de 1857 en sincronía con la nueva carta magna federal, se instaló el congreso constituyente local.
A pesar de las diferencias en el pasado inmediato, Manuel Doblado respaldó al presidente interino Benito Juárez cuando los conservadores se levantaron en armas al proclamar el Plan de Tacubaya el 17 de diciembre de 1857, dando inicio a la llamada Guerra de Reforma; el respaldo fue tal, que la entidad se convirtió en epicentro de la primera parte de lucha, ya que luego de salir de la Ciudad de México, Juárez estableció su gobierno en la ciudad de Guanajuato el 16 de enero de 1858. Ese mismo día Doblado renunció a la gubernatura para encabezar la defensa del estado y del gobierno nacional. Sin embargo el bando liberal a cargo de Anastasio Parrodi, perdió en la Batalla de Celaya el 9 de marzo, luego lo mismo ocurrió con Leandro Valle en la batalla de Salamanca el 10 de marzo y finalmente Doblado en Romita el 12 de marzo. Juárez se vio obligado a salir con rumbo a Guadalajara desde febrero. Sin embargo la llegada de tropas comandadas por Santos Degollado y Juan Zuazua, revirtieron el avance de los conservadores en julio de 1858 y permitió la permanencia de las autoridades liberales en la capital estatal. No obstante, no consiguieron el dominio total del estado.
La Batalla de Silao del 10 de agosto de 1860 fue trascendente para la derrota final de los conservadores, la victoria estuvo a cargo de los generales Jesús González Ortega e Ignacio Zaragoza. Posteriormente los generales guanajuatenses Manuel Doblado y Florencio Antillón formaron parte del ejército triunfador en la Batalla de Calpulalpan entre el 22 de diciembre de 1860 y el 1 de enero de 1861. Finalmente el congreso constituyente local fue restablecido y promulgó el 14 de marzo de 1861 una constitución local análoga a la federal, es decir, de corte liberal.
Después de concluida la guerra de Reforma, fue restablecido el gobierno de Benito Juárez; dos destacados guanajuatenses fueron incluidos en su gabinete con trayectorias significativas. Ignacio Ramírez, considerado el pensador liberal más radical de la generación de la Reforma, especialmente en el terreno de la justicia social y los derechos colectivos, fue nombrado primero Ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública, siendo del el responsable del diseño y aplicación de las políticas gubernamentales que construirían el sistema educativo laico, luego que la aplicación de las Leyes de Reforma nacionalizara los planteles escolares en manos de la Iglesia. Posteriormente fue nombre Ministro de Fomento, donde se encargó de la aplicación de las leyes que desamortizaban los bienes eclesiásticos para redirigirlos a la creación de una infraestructura que generara una industria nacional.
Por su parte, Manuel Doblado fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores, justo en el momento en que debió encabezar la delegación mexicana que participó en las reuniones con la Alianza Tripartita integrada por España, Reino Unido y Francia. Realizadas en la localidad veracruzana de La Soledad, estas tuvieron como finalidad llegar a un acuerdo sobre la suspensión de pagos de la deuda externa, que había generado el descontento de las potencias europeas y su intención de cobrar el pago mediante una invasión. El resultado de la cumbre fue la firma de los Tratados preliminares de La Soledad. Logrando el retiro de España y Reino Unido; no obstante Francia procedió a la plena invasión de territorio mexicano, aunque ya con intensiones más amplias que únicamente el cobro de la deuda.
Luego del celebre triunfo mexicano en la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862, se intensificó la concentración de fuerzas francesas, implicando una inminente invasión aún mayor. Ante esto Manuel Doblado nuevamente se puso al frente de las tropas en el estado, así como de los esfuerzos para sostener los gastos de la guerra; ordenó establecer un taller para la fabricación de piezas de artillería y se implementó un impuesto de 10 a 25 centavos por habitante según sus condiciones económicas. Después de la caída de Puebla y de la Ciudad de México en mayo de 1863, la guerra tendría que convertirse en un movimiento de resistencia; sin embargo el repliegue de las tropas mexicanas en el estado se acrecentó, cuando al ejército invasor se le unieron unidades mexicanas partidarias de los franceses, comandadas por Tomás Mejía, viejo enemigo de Manuel Dobaldo, a quien ya había enfrentado en la rebelión de la Sierra Gorda, por lo que sus conocimientos del área ayudaron al avance aplastante del ejército francés. Guanajuato capital cayó el 9 de diciembre a manos del general mexicano Mejía y el francés Douay. En el proceso de cimentación del control extranjero del estado, fueron impuestas autoridades mexicanas simpatizantes, encabezadas por Canuto Villaseñor, quien estableció una corte marcial que juzgó y fusiló a los guerrilleros guanajuatenses Francisco Zambrano, Francisco Ontañón y Miguel Carrillo el 24 de enero de 1864.
Después de instaurado el Segundo Imperio Mexicano, la región se pacificó dadas la adhesión de la mayoría de las autoridades al gobierno imperial desde el 5 de enero de 1864. En septiembre de 1864, producto de un especial interés personal, el Emperador Maximiliano de Habsburgo realizó una gira por el estado, visitando Celaya, Apaseo, Irapuato, San Miguel de Allende, Dolores Hidalgo y la ciudad de Guanajuato. El 16 de septiembre en Dolores Hidalgo, se convirtió en el primer gobernante del país en reproducir el tradicional Grito de Dolores en el mismo atrio del templo donde en 1810 lo había hecho Miguel Hidalgo, costumbre que prevaleció desde entonces en la mayoría de los presidentes mexicanos.
El 28 de diciembre de 1866 las tropas francesas acuertaladas en León se retiraron para regresar a su país de origen, esto ante la coyuntura de las tensiones políticas entre Francia y Prusia. Con el abandono francés, las tropas conservadoras leales al imperio, comandadas por Francisco Liceaga, comenzaron una lucha contra las tropas republicanas, que concluyó con el triunfo del bando republicano en la hacienda del Sauz de Armenta el 26 de enero de 1867.
Con el restablecimiento del gobierno liberal de Benito Juárez, el estado paso una breve etapa de transición hasta la elección definitiva de Florencio Antillón como gobernador en 1867, cargo en el que se mantuvo durante diez años. Periodo significativo para la historia de la entidad, pues en ella se pacificó la región, luego de sucesivos combates en los que Sóstenes Rocha derrotó a diversos grupos rebeldes liderados por personajes como Esteban Bravo, Ezqueda, Zarazúa, Silva, Cosío, Pontones, entre otros. Los principales objetivos de los rebeldes eran las haciendas propiedad de funcionarios y amigos del gobernador, que daban continuidad al constante despojo de tierras a las comunidades indígenas. Mientras esto ocurría en el terreno bélico, Antillón realizó una serie de acciones para impulsar la estabilización del estado: declaró la exención de impuestos a la cultura y las artes, reglamentó la labor docente, fundó dos escuelas normales y una facultad de medicina, y se inició la construcción del Teatro Juárez.
Florencio Antillón y Sóstenes Rocha se opusieron a las rebeliones de La Noria en 1871 y de Tuxtepec en 1876, que encabezó Porfirio Díaz para oponerse a la reelecciones de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada respectivamente, por lo que ante el triunfo de esta última y la elección definitiva de Díaz en 1877, ambos serían destituidos y expulsados de la vida pública durante ese mismo año. Antillón fue remplazado por el leal al presidente, Francisco Zacarías Mena, quien desde un principio puso en práctica la política base del Porfiriato Orden y Progreso. Impulsó la construcción de un ferrocarril que uniera Celaya, León y la capital del estado; El mecanismo que utilizó fue primero obtener de parte del congreso federal, la concesión para que fuera su gobierno el constructor y operador. Posteriormente formó un grupo de empresarios locales a quienes transmitió la concesión; el grupo estaba integrado por Franco y Felipe Parkman, Gregorio Jiménez, Francisco Glennie, Francisco de T. Castañeda y Joaquín Orderiez. El sucesor de Mena, Manuel Muñoz Ledo expandió los contratos y concesiones para la ampliación de las vías férreas en el estado, siguiendo la línea porfirista de convertir a este medio de transporte en la palanca del desarrollo económico. Tan solo entre 1882 y 1884 la entidad quedó completamente comunicada con la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Chihuahua y Morelia, revolucionando el comercio de los productos guanajuatenses.
El expresidente Manuel González se convirtió en gobernador en 1885, y durante su gobierno de ocho años impulsó la llegada de bancos nacionales y extranjeros, la construcción de presas y la creación de carreras universitarias que estuvieran vinculadas con la industria. No obstante su gobierno se caracterizó por estar señalado en constantes polémicas personales y políticas, fraguadas en gran medida por el general Francisco Franco (incondicional de Díaz) para minar su influencia política, en aras de no convertirse en un obstáculo para el presidente Díaz.
El 3 de mayo de 1893 tomó posesión como gobernador uno de los principales aliados de Díaz en la región, Joaquín Obregón González, por lo que se constituyó en una especie de cacique porfirista que respaldaba y daba continuidad a todos los proyectos del presidente. Y reproduciendo muchas de los procedimientos del gobierno federal, tales como el control de los poderes legislativo y judicial locales, la censura a la prensa, la represión a la oposición, la concentración de la riqueza, la desigualdad social, la explotación de las clases populares, el combate a grupos de sublevación campesina u obrera y la facilitación de beneficios al capital extranjero.
En su gobierno se presentó el apogeo de la agricultura guanajuatense; marcada por las características físicas de sus dos principales zonas agrícolas: El Bajío era un suelo fértil pero poco propicio para el arado, y los Altos una zona con escasas lluvias y heladas tempranas; el estado enfocó su agricultura en la producción de cereales, acción de tal amplitud y relevancia que adquirió el sobrenombre de El granero de México, por ser el principal productor de maíz, trigo, cebada y otras variantes de estos sembradíos. Sumando el resto de la producción agrícola, el estado era el tercero en importancia en el sector a nivel nacional, por debajo de Michoacán y Yucatán.
Sin embargo, de la misma forma que ocurría en otros estados, en este periodo se dio un crecimiento desmesurado de los grandes latifundios que se extendían a través de una o varias haciendas de un solo propietario, siendo las más relevantes: Santa Ana en León, San José de Parangueo en Valle de Santiago, La Labor en Apaseo, Canario y Calera en Yuriria, San José del Carmén en Salvatierra, El Cubo en San Felipe y las más grandes en extensión, San Nicolás de los Agustinos en Salvatierra, La Venta en Dolores Hidalgo, Jalpa de Cánovas en Purísima del Rincón, Jaral del Berrio en San Felipe y San Cristóbal en Acambaro.
La minería presentó un resurgimiento que la volvió a posicionar como la principal actividad económica del estado; los ferrocarriles y los capitales extranjeros fueron las razones que más pesaron en este fenómeno. Al igual que en los tiempos de la colonia, la minería detonaría una cadena productiva que beneficio a otras actividades, en este caso la industria, especialmente la textil, la manufacturera y la de la transformación. En este rubro destaco significativamente Celaya, que de la misma manera que durante la colonia, sus fábricas serían abastecedoras de los grandes centros mineros y agrícolas del estado. Esta ciudad ya tenía desde 1871 tres fábricas de tejidos de algodón, siendo las más importantes la de Soria, movida con fuerza hidráulica y una más en el centro de Celaya de tejidos de lana, movida a base de vapor.
Entre 1902 y 1904 la mina La Valenciana paró actividades y el dueño transfirió la propiedad a una empresa estadounidense, que no invirtió en los sistemas de desagüe, ocasionando problemas que derivarían en una crisis, no solo de la veta madre, sino de la minería en su conjunto en el estado.
Las condiciones socio económicas y políticas en el estado, guardaban un absoluto paralelismo con las del país; la desigualdad y pobreza de las clases campesina y obrera, contrastaba la expansión de los latifundios y la acumulación de riqueza de empresarios nacionales y extranjeros. De la misma forma que lo hacia Díaz a nivel nacional, Obregón González perseguía o censuraba a periodistas críticos de su gobierno; por ejemplo en 1908 se detuvo a Nabor Valtierra de El hijo del pueblo y Francisco Díaz de El observador, periódicos de la capital estatal, donde ambos habían escrito columnas y reportajes que cuestionaban al gobernador. Peor suerte había corrido en años anteriores el salmantino Jesús López Lira, fundador del diario Crisalida, ya que recibió constantes acosos de la autoridad, que incluyen agresiones físicas, ante lo cual tuvo que salir del estado.
El opositor político más destacado nacido en el estado, fue el anarquista Práxedis G. Guerrero, nacido en San Felipe; editor del periódico Punto Rojo (creado en 1909 en El Paso), y colaborador en otros medios de corte anarquista, fue militante activo del Partido Liberal Mexicano fundado por los Hermanos Flores Magón en 1905. Más allá de la participación que tuvo en huelgas y manifestaciones en México, organizó escuelas libertarias, grupos de teatro, conciertos, entretenimiento y conferencias. Con el fin de imprimir un nuevo contenido revolucionario a las actividades sociales tradicionales. También fue secretario de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, órgano directivo del instituto político. Sobresalieron de la misma forma como opositores guanajuatenses al régimen porfirista Diego Arenas Guzmán del Partido Demócrata, y el moderado Alfredo Robles Domínguez del Partido Democrático Nacional.
El llamado a un levantamiento popular por parte de Francisco I. Madero, fue secundo en Guanajuato por Cándido Navarro, profesor originario de Silao, que tenía una considerable trayectoria opositora desde años atrás cuando fundó en 1908 el Club de Demócratas Guadalupe Victoria en Azcapotzalco, y como integrante del Partido Nacionalista Democrático; acciones que la habían costado a él y a su esposa (también activista) Carllta Bravo, un breve encarcelamiento en la Alhóndiga de Granaditas. Navarro se levantó en armas el 22 de febrero de 1911 en Purísima del Rincón. Tras el triunfo de la revolución maderista en mayo de 1911, Enrique Aranda sustituyó interinamente a Obregón González, siendo electo posteriormente Víctor José Lizardi en octubre del mismo año.
Sin embargo funcionarios del exgobernador Obregón González se mantuvieron en puestos claves del gabinete; al tiempo que entre los grupos revolucionarios crecían las dudas por Lizardi, quien a pesar de ser cercano a Madero, era muy ajeno a los ideales maderistas de democracia, y más aún lejano de las demandas agraristas y obreras. Incluso el 15 de septiembre de 1912, durante la ceremonia del Grito de Doloresen el Palacio de Gobierno, los abucheos generalizados al gobernador derivaron en un enfrentamiento con las autoridades. En febrero de 1913 Lizardi abiertamente reconoció y apoyó el gobierno usurpador de Victoriano Huerta, no obstante este mismo lo remplazó por un militar de confianza en julio del mismo año.
La revolución constitucionalista inspirada en el Plan de Guadalupe, y en el que se adhirieron por igual carrancistas, villistas y zapatistas, derrocó en poco más de un año a Victoriano Huerta. En el caso de Guanajuato, el estado fue ocupado por el general carrancista Pablo de la Garza. Sin embargo, los desacuerdos surgidos entre las distintas facciones en la Convención de Aguascalientes ocasiono un nuevo conflicto bélico, enfrentando a Venustiano Carranza y sus aliados con Francisco Villa y Emiliano Zapata. Dado que villistas y zapatistas mantenían el control de la mayor parte del altiplano central, desde Chihuahua hasta el norte de Guanajuato, el ejército constitucionalista buscó cortar las líneas de comunicación y abastecimiento que tenían en el centro-sur del país, por lo que era indispensable avanzar sobre la región del Bajío.
Francisco Villa concentró su ejército en Irapuato y Álvaro Obregón el suyo en Celaya, desde donde planeó su estrategia para esperar al impulsivo Villa. La primera fase de los enfrentamientos ocurrió los días 6 y 7 de abril de 1915, en los cuales Obregón supo defender su posición ante las arremetidas de los villistas. Estos tuvieron que replegarse a Salamanca, desde donde planearon el contraataque. La fase decisiva comenzó el 10 de abril, cuando Obregón supo aprovechar las debilidades de la estrategia de Villa. El 15 de abril, la victoria correspondió a las tropas de Obregón, tras lo cual Villa se vio obligado a retirarse a León. Después de esta batalla, hubo otras entre los mismos bandos en Trinidad, León, Santa Ana del Conde y Aguascalientes, pero Villa ya no volvería a operar al frente de la División del Norte. La relevancia histórica de la batalla en Celaya, reside en el irreversible retiro hacia el norte de las fuerzas villistas, que desconectadas de sus aliados zapatistas al sur, iniciaron un repliegue que los redujo a una guerrilla regional en Chihuahua; por ende, eso significó el triunfo del bando constitucionalista, que con el control del país pudo cohesionar a los grupos rivales para convocar al Congreso Constituyente de 1916-17.
Guanajuato fue terreno de las coyunturas que acarreó la constante disputa por el poder en los primeros años después de la promulgación de la constitución federal de 1917. Por ejemplo, el gobernador cercano al presidente Venustiano Carranza, Federico Montes, tuvo que renunciar en febrero de 1920 cuando el Plan de Agua Prieta fue respaldado en la entidad. Sus sucesores estuvieron alineados de forma indistinta a Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles, por lo que organizaron grupos o clubes polticos que acuban a favor de alguno de los dos personajes mencionados. Enrique Colunga lideró la denominada Confederación de Organizaciones Revolucionarias de Guanajuato, llamado popularmente Grupo Verde; este instituto pretendió controlar a los pequeños grupos políticos de todo tipo para eventualmente poseer todos los cargos públicos electos o designados, todo en función del beneficio político de Álvaro Obregón. Por el contrario el denominado Grupo Rojo, de menor presencia en el estado y sin líderes visibles, apoyaba a Plutarco Elías Calles. Lo anterior ocurrió en medio de severos problemas económicos derivados del abandono o destrucción de minas y haciendas, que dejaron de producir por la guerra, y de lo cual el estado tardó diez años en recuperarse. El dominio del grupo verde prevaleció incluso a la muerte de Obregón en 1928, pero no por mucho tiempo, pues el sector afín a Calles logró hacerse de la gubernatura en 1931 con José Reynoso.
Mientras tanto, en el terreno de las relaciones de la iglesia con el gobierno, estas estaban en constante tensión desde 1917 cuando se promulgaron tanto la constitución federal, como la estatal. Los artículos 3º, 25, 27 y 130 restringían los derechos políticos de los miembros de la curia, anulaba la posibilidad de los miembros de la iglesia para poseer propiedades de cualquier nivel en nombre de sus congregaciones eclesiásticas, expropiaban en beneficio de la nación templos, conventos, arte sacro, tierras de cultivo y todo bien inmueble en manos directas de las parroquias, obispados y ministros de culto; a esto se sumaba la imposibilidad de registro u organización de ceremonias de culto, fundación de asociaciones, misiones o conventos sin la autorización del gobierno federal. El marcado anticlericalismo del Presidente Plutarco Elías Calles, fue la pauta para el endurecimiento de estas leyes. En 1926 se promulgaron reformas a las leyes de culto, para prohibir de manera absoluta cualquier evento religioso fuera de los templos y sus atrios; se prohibió cualquier escuela, en todos los niveles, dirigidas o administradas por religiosas, junto con la curricula de este tipo; además de decretarse la expulsión de todo ministro de culto extranjero en virtud de lo que establecía el artículo 33 de la constitución (expulsión de extranjeros inmiscuidos en política nacional).
Sin embargo dichas medidas no respondían solo a la animadversión del presidente. La Iglesia Católica en distintos niveles (párrocos, obispos y la curia superior de la Ciudad de México) tenía varios años promoviendo e incitando actos de intervención política de sus ministros de culto, incluso dirigiendo o apoyando grupos políticos reaccionarios que se oponían a las medidas más radicales de la constitución (educación pública, reparto de tierras y derechos laborales). Uno de estos actos, fue el acoso a los maestros que dirigían las Misiones culturales promovidas por José Vasconcelos.
El detonante de la Guerra Cristera fue la suspensión del culto religioso por parte de la Iglesia el 31 de julio de 1926. Situación que movilizó a miles de católicos en manifestaciones contra el gobierno. La dirección cristera estuvo en manos de las zonas urbanas a través de la Liga Nacional de Defensa de la Libertad Religiosa. Sin embargo, en las zonas rurales, donde el conflicto tomó un matiz de lucha armada, se combinaron elementos ajenos a la defensa de la libertad religiosa, y es que muchas de las tierras enajenadas a la iglesia, eran sembradíos y áreas de pastoreo comunitarias que la iglesia solo detentaba como propiedad legal, pero no las usufructuaba, por los que campesinos perdieron su patrimonio. El conflicto bélico se extendió principalmente en los estados del centro-occidente. En el caso de Guanajuato, los levantamientos armados se iniciaron en septiembre de 1926 en Pénjamo y en noviembre en San Miguel de Allende, encabezados respectivamente por Luis Navarro Origel y Rodolfo Gallegos.
En León, donde publicaban periódicos católicos que apoyaban el movimiento armado, sucedieron hechos violentos cuando en enero de 1927, la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos trato de tomar por asalto una guarnición militar, sin embargo fracasaron en su intento, y resultaron fusilados J. Valencia Gallardo, Ezequiel Gómez, Nicolás Navarro, José Gasca y Salvador Vargas.
Las partidas de cristeros actuaron en casi todo el territorio guanajuatense, luchando contra las fuerzas federales. Como aquellas que operaban bajo las órdenes del sacerdote José Isabel Salinas, llamado popularmente José Claro, en la zona de Pénjamo, Romita, Silao, León y Ocampo. Por la zona de Tierra Blanca, Santa Catarina, Xichú y San Luis de la Paz peleaba Antonio Guevara; en la región cercana a San Miguel de Allende actuaban Fortino Sánchez, Loreto Morales y Refugio Avila; en la región guanajuatense que colinda con los altos de Jalisco, es decir, Purísima de Bustos, San Francisco del Rincón y Manuel Doblado, lo hacían las gavillas de Guzmán y Antonio Rodríguez; y en la zona centro, alrededor de Irapuato y la ciudad de Guanajuato, los cabecillas eran Lunde y Pedro Ortiz, cuyo verdadero nombre era José Posadas.
La guerra terminó en 1929 con una serie de negociaciones que establecieron una especie de status quo, en el que el clero y sus ministro de culto regresaron a la misma situación previa a la guerra, pero sin modificar ningún ordenamiento legal y mucho menos constitucional. No obstante, la marcada animadversión de los sectores más radicales y conservadores de la iglesia, así como de los antiguos combatientes hicieron surgir grupos políticos militantes de ideas de Extrema derecha, siendo el más fuerte en el estado y la región la Unión Nacional Sinarquista (abiertamente fascista) fundada en León en 1937; esta logró generar arraigo en el estado y desarrollar una acción política y cívica, pacifista, pero ligada al rechazo, coerción y combate a las políticas sociales del gobierno de Lázaro Cárdenas del Río. La extendida base social de este movimiento en el estado, que supo penetrar las capas populares y empresariales, ambas con profunda tradición católica, generó un acentuado pensamiento conservador en la entidad que permanece hasta la actualidad.
Guanajuato fue el segundo estado en el que se produjo una transición del poder ejecutivo que rompió la hegemonía priista, después de Baja California en 1989. Esto ocurrió luego de las elecciones locales de 1991; las acusaciones de fraude electoral contra el candidato priista Ramón Aguirre Velázquez y las manifestaciones encabezadas por el candidato del PAN Vicente Fox, derivaron en una crisis social e institucional que ocasionó la negociación directa entre el gobierno federal de Carlos Salinas de Gortari y el comité ejecutivo nacional del PAN para solventar la situación. El resultado de esa negociación, conocida en México como "Concertacesión", fue la renuncia de Ramón Aguirre (que aún no había asumido el cargo) y la designación, por parte del Congreso estatal, de Carlos Medina Plascencia (alcalde panista de León) como Gobernador constitucional con un periodo especial de cuatro años, suficientes para la convocatoria de nuevas elecciones en 1995. Estas las ganaría Vicente Fox, iniciando la hegemonía del PAN en el estado, que en el caso de la gubernatura acumula ya 29 años (1991-2020).
Desde mediados de la década de 1990, el estado comenzó a experimentar una acelerada industrialización y un progresivo abandono de las pequeñas y medianas propiedades en el campo, trayendo consecuencias dispares; por un lado el alto desarrollo económico que sitúa a la entidad como una de la economías más importantes del país, y por otro lado la masiva migración de guanajuatenses hacia Estados Unidos.
En la década del 2000, dentro del contexto de la Guerra contra el narcotráfico en México, la entidad se mantuvo relativamente alejada de los acontecimientos más violentos y de los constantes enfrentamientos. Sin embargo a partir de la década de 2010 empezó a acrecentarse el delito del robo de combustible, por la presencia de los múltiples ductos que conectan con la Refinería de Salamanca. Una serie de grupos criminales han desatado en los últimos años una cadena de violentos enfrentamientos que terminó situando al estado, al final de este decenio, como la entidad más violenta del país.
El estado de Guanajuato limita al noroeste con Zacatecas, al norte con San Luis Potosí, al noreste con San Luis Potosí y Querétaro, al este con Querétaro, al sur con Michoacán, al sureste con Michoacán, al suroeste con Jalisco y con Michoacán y al oeste con Jalisco; su territorio ocupa una superficie de 30 491 km², que a título comparativo corresponde asimismo a la de Bélgica, a la de Lesoto o bien, a la de Galicia en España. Está constituido por 46 municipios, siendo San Felipe el más extenso y Pueblo Nuevo el de menor extensión.
Guanajuato se encuentra dentro de tres grandes provincias fisiográficas. En la parte norte, la Mesa del Centro; en el noreste, la Sierra Madre Oriental y en el centro sur, el Eje Neovolcánico. La Mesa del Centro tiene amplias llanuras interrumpidas por serranías volcánicas aisladas. Destacan los Llanos de Ojuelos con sus respectivos lomeríos y pequeñas sierras. Está constituida por terrenos planos rellenos de aluvión, donde la agricultura es próspera. En la porción noreste destaca la Sierra Gorda, con una abrupta topografía de origen volcánico. La provincia de la Sierra Madre Oriental, localizada en el noroeste del estado, ocupa el 5 % de la superficie de la entidad con elevados cerros, montañas, valles y barrancas profundos. La Sierra Madre Oriental es de origen sedimentario del tipo calizo, pero con una cobertura volcánica.
La provincia del Eje Volcánico ocupa el 45 % de la superficie del estado; está constituida por extensas sierras volcánicas en forma de conos, escudos y calderas además de extensas llanuras formadas por depósitos. Es notable el Bajío guanajuatense conformado por llanuras de aluviones profundos, también resaltan altas sierras escarpadas, llanos y lomeríos, escudos volcánicos y lagos.
La máxima elevación es el Cerro Agustinos con 3 110 m s. n. m. (localizado en Acámbaro); le siguen los cerros Las Siete Cruces (Jerécuaro), Azul (Jerécuaro), La Giganta (Guanajuato) y El Jardín (San Felipe) con 3 045 m s. n. m., 2 980 m s. n. m., 2 960 m s. n. m. y 2 950 m s. n. m., respectivamente.
Está formado por cinco sierras: Sierra Gorda, Llanos Altos, Sierra Central, la Región del Bajio y los Valles Abajeños.
Las condiciones climáticas del estado están determinadas por la latitud, lejanía del mar, los efectos de las masas de aires polares, así como de los fenómenos de condensación orográficas, que se desarrollan en las laderas de las montañas y de los contrastes de altitud entre valles, bajíos y serranías. Geográficamente se distinguen tres zonas climáticas bien definidas en el estado. El clima semiárido localizado principalmente en la región norte; el clima cálido subhúmedo hacia el sureste y este, y clima templado subhúmedo en el resto del Estado. La precipitación promedio anual ronda los 650 mm, con lluvias presentes principalmente durante el verano .
El territorio estatal está ocupado por 29 404.6 ha de cuerpos de agua .
El estado posee parcialmente 2 cuencas hidrológicas: la del sistema Lerma-Chapala-Santiago, y la de los ríos Pánuco-Tamesí. La primera cubre el 84 % de la superficie del estado y la segunda drena el 16 %. El río Lerma vierte sus aguas al Océano Pacífico, y el Pánuco al Golfo de México.
Los principales ríos afluentes del Lerma son: Tigre, Laja, Guanajuato, Silao, Turbio, Verde Grande e Ibarra, entre otros. El río Lerma tiene un cauce de más de 180 km en territorio guanajuatense.
La cuenca del Pánuco-Támesi está constituido por los ríos y arroyos que nacen en los siguientes municipios: Ocampo, San Felipe, San Luis de la Paz, San Diego de la Unión, Xichú, Victoria, Atarjea, Tierra Blanca y Santa Catarina.
Pertenece a Guanajuato una parte del lago de Cuitzeo, que sirve de límite con Michoacán en el municipio de Acámbaro. La laguna de Yuriria tiene 17 km de largo por 6 km de ancho aproximadamente y una profundidad media de 2,60 m. Tiene una capacidad de más de 200 millones de metros cúbicos que beneficia a los municipios de Yuriria, Jaral del Progreso y Valle de Santiago.
En el municipio de Huanímaro hay una pequeña laguna que tiene el nombre de este municipio. En la región del Valle de Santiago hay cráteres-lagos, de profundidades y diámetros variables. El más grande es la Alberca o Joya de Yuriria, cuyo diámetro es 1500 m aproximadamente. Otros cráteres-lagos importantes son la Olla de Zíntora, la Alberca de Valle de Santiago, Rincón de Parangueo y San Nicolás.
A pesar de la presencia de climas secos y semisecos en el estado, parte del agua de los ríos y arroyos es retenido para formar bordos, represas y presas. Estos cuerpos de agua son aprovechados para el riego, generación de electricidad, piscicultura, dotación de agua potable y actividades recreativas. Las principales presa de Guanajuato son: Ignacio Allende, Solís, El Palote, La Purísima, Mariani Abasolo (San Antonio), de la Gavira y Corralejo
.En la cuenca del sistema Lerma-Chapala-Santiago se localizan la mayoría de los acuíferos subterráneos de la entidad. Hay aproximadamente diez mil pozos con profundidades desde los 9 hasta los 430 m. En la cuenca del Pánuco-Támesi, por ser más seca, hay muy pocos pozos. A causa de que la extracción anual de agua del subsuelo es mayor que la recargada, hay un control en la perforación de pozos y casi todo el estado está bajo el control de vedas para evitar la sobreexplotación irracional de acuíferos.
Los manantiales son abundantes en el estado, algunos dan origen a arroyos o ríos y son utilizados para el consumo doméstico o para el riego. También hay una gran cantidad de manantiales de aguas termales en los municipios de León, Silao, Irapuato, Abasolo, Apaseo el Grande, Apaseo el Alto, San Miguel de Allende, Acámbaro, Salvatierra, Celaya, Pénjamo, Jerécuaro, San Felipe, Dolores Hidalgo, Cuerámaro, Santiago Maravatío, Manuel Doblado, Tarandacuao y Huanímaro.
La vegetación de Guanajuato está compuesta principalmente por matorral crasicaule, matorral micrófilo, matorral desértico rosetófilo y matorral submontano, los pastizales mezquitales y la selva baja caducifolia.
Solamente 27.5% de la superficie estatal (841 503.1 ha) está cubierta de vegetación natural, 72.5% corresponde a terrenos para la agricultura, zonas urbanas, áreas sin vegetación, cuerpos de agua y vegetación secundaria, es decir, que ha sido alterada por las actividades del hombre o por acontecimientos naturales
.El estado posee una interesante biodiversidad; cuenta con una gran riqueza ecológica en un conjunto de ecosistemas terrestres y acuáticos.
Sin embargo, tanto las poblaciones animales como vegetales han estado en ocasiones expuestas a presiones ambientales, a cambios genéticos, a aislamientos diversos y, en su mayor parte, al constante acecho y explotación irracional del hombre, quien ha provocado su disminución numérica y, en otros casos, su extinción.
El crecimiento de la población, el uso de nuevas áreas de cultivo, la utilización de otras zonas para la ganadería, la explotación de minerales, la contaminación, la cacería no controlada, etcétera, aceleran el proceso de extinción de plantas y animales.
El estado de Guanajuato se divide en cinco regiones geográficas: Los altos, La sierra Gorda, La sierra central, El Bajío y Los Valles Abajeños.
La región de Los Altos se localiza en la parte norte de la entidad. También se le conoce como la región de "Lomas Arribeñas", pues está situada a más de 2.000 m s. n. m., con la excepción de algunos lugares de los municipios de Dolores Hidalgo y San Miguel de Allende. Representa el 38.3% de la superficie total del Estado .
Predomina la superficie plana con llanos extensos y está limitada por la Sierra Central al sur; las sierras de San Luis Potosí, al norte y la Sierra Gorda, al este. En esta región se localiza la división de las dos grandes cuencas en el estado: la del río Lerma (parte de la cuenca del Océano Pacífico) y la del Pánuco (Golfo de México).
El clima de Los Altos es semiárido templado con lluvias en verano. Recibe menos de 500 mm de lluvia, por lo que la convierte en la región más seca de Guanajuato. Sus temperaturas suelen ser contrastantes. En primavera, el termómetro puede llegar a subir de los 35 hasta los 40 °C. En verano, se ve un poco disminuida la temperatura debido a que la poca lluvia que cae suele bajar la temperatura ambiental. En otoño e invierno, las temperaturas suelen ser de templadas a muy frías (en una mañana promedio, el termómetro puede bajar de 0 °C), y es muy afectado por los frentes fríos que azotan al territorio nacional. Sin embargo, estas condiciones solo perduran hasta la mitad del invierno, ya que desde el mes de febrero, las condiciones son muy agradables y las temperaturas muy templadas.
Los municipios pertenecientes a esta región son los de: Ocampo, San Diego de la Unión, y parte de los de San Felipe, Dolores Hidalgo, San Luis de la Paz y San Miguel de Allende.
La Sierra Gorda es la típica región montañosa del estado. Forma parte de la Sierra Madre Occidental y se ubica en el extremo noreste de la entidad.
Está limitada al norte y al este por las Sierras de San Luis Potosí y Querétaro; al sur, por el Bajío queretano y al oeste por la región de Los Altos. Son numerosos los cerros que rebasan los 2600 metros de altitud; sin embargo, abundan los valles y las profundas barrancas que descienden hasta los 900 m s. n. m..
Cuenta con diversas planicies, una de ellas y la más extensa, es donde se encuentran los municipios de San José Iturbide y Doctor Mora, esta se encuentra a más de 2100 m s. n. m..
Esta región es la más marginada de la entidad. La calidad de vida es muy baja: existe poca infraestructura económica (con excepción de los municipios de San Luis de la Paz y San José Iturbide, donde existe un nuevo polo de desarrollo industrial).
Los municipios pertenecientes a esta zona son: Victoria, San José Iturbide, Xichú, Atarjea, Santa Catarina, Doctor Mora y San Luis de la Paz.
La región de la Sierra Central cruza al estado de noroeste a sureste; sin embargo, a pesar de que es solo una cadena montañosa, localmente se le conoce como Sierra de Comanja, Sierra de Santa Rosa, Sierra de Guanajuato y Sierra de Codornices.
La Sierra Central separa a Los Altos de El Bajío y es una maravilla geológica, porque presenta una gran variedad de rocas y en ellas se han encontrado vetas de enormes dimensiones incluyendo la famosa Veta Madre de Guanajuato, que ha sido explotada por casi 400 años.
Debido a su altura, más de 2100 m s. n. m., el clima es templado con lluvias en verano, aunque en otoño suele recibir chubascos aislados. Posee una gran variedad de arbustos y cactáceas propios del territorio mexicano. Sin embargo, en algunas zonas, pequeños bosques se alzan por las cumbres de los cerros. En invierno esta región es la más fría del estado, las heladas son muy comunes e incluso puede haber aguanieve si las condiciones meteorológicas lo permiten.
Los municipios que pertenecen a esta región son: Comonfort, Guanajuato, y parte de los municipios de León, San Felipe, Dolores Hidalgo, San Miguel de Allende, Santa Cruz de Juventino Rosas, Salamanca y Silao.
La región de El Bajío, recibe este nombre porque sus valles, llanuras y lomeríos están más bajos con relación a las regiones que las limitan, a pesar de que sus alturas promedio van desde los 1700 hasta los 2000 m s. n. m.. Representa el 22.3% de la superficie total del Estado
.Al norte está limitada por La Sierra Central; al sur, por las sierras y cerros de Las Minillas, Grande, Culiacán, Blanco y Picacho y al oeste por los estados de Jalisco y Michoacán.
Esta región se pudiera considerar como el bastión más importante del catolicismo mexicano, dependiendo el criterio de cada observador. De hecho, en época de la guerra cristera, se dieron importantes sitios y enfrentamientos entre el clero, la población y el gobierno.
El Bajío es una región privilegiada por su desarrollo de la agricultura y la ganadería. De igual manera, la industria ha florecido en esta zona. Importantes empresas nacionales y extranjeras han construido sus fábricas ahí, y constituye un importante corredor industrial que va desde Apaseo el Grande hasta León, pasando por Celaya, Salamanca, Irapuato y Silao. Su excelente ubicación entre las 2 mayores ciudades del país, y las 2 principales regiones industriales, ( Ciudad de México y Monterrey ) la han hecho destacar en la atracción de inversiones.
Otros municipios importantes de El Bajío, además de los mencionados arriba, son: Santa Cruz de Juventino Rosas, Abasolo, Valle de Santiago, Cuerámaro, Pénjamo, Cortázar, Villagrán, Tarimoro, Romita, Manuel Doblado, Apaseo el Alto, Jaral del Progreso, Pueblo Nuevo, San Francisco del Rincón y Purísima del Rincón.
La región de Los Valles Abajeños se ubica al sureste del estado. Tiene una altura promedio de 1600 m s. n. m.; es decir, los llanos tienen una altitud menor a la gran llanura de El Bajío. Son numerosos los valles que se alternan o enlazan con cerros y montañas, como el Picacho, Tule, Cerro Blanco Culiacán y Cerro Grande.
En Los Valles Abajeños se localiza la Laguna de Yuriria, que es artificial. Fue construida por el fraile agustino Diego de Chávez y Alvarado, en el año de 1548, con el objetivo de tener un vaso regulador del río Lerma.
Los municipios que aquí se encuentran son: Salvatierra, Tarimoro, Coroneo, Acámbaro, Moroleón, Tarandacuao, Yuriria, Uriangato, Santiago Maravatío y Jerécuaro.
Guanajuato, como uno de los 31 estados libres y soberanos del país, es autónomo en cuanto a su régimen interior, el cual, de acuerdo a su constitución estatal y en sincronía con la carta magna federal, es republicano, representativo, democrática, laico y popular; compuesto por 46 Municipios libres, base de su organización política y división territorial. De acuerdo con su ley fundamental, la soberanía y el poder público son origen y correspondencia del pueblo, y es este el que decide ejercerlo a través de un sistema de separación de poderes: Gobernador (Ejecutivo), Congreso del Estado (Legislativo) y un Poder Judicial, depositado en distintas instituciones, cuya cabeza es el Tribunal Superior de Justicia.
El Gobernador del Estado de Guanajuato es el titular del poder ejecutivo del estado.
Es elegido mediante voto directo y universal. Una vez electo, entra en funciones el 26 de septiembre del año de la elección. Su cargo dura un periodo de seis años, sin posibilidad de reelección; ni siquiera en el caso de haberlo desempeñado como interino, provisional o sustituto. El cargo solo es renunciable por causa grave, que deberá ser calificada por el Congreso estatal. En caso de muerte, destitución o renuncia, asume de manera inmediata y provisional el cargo, el secretario de gobierno, después, con las reservas que contempla la constitución local, corresponde al Congreso nombrar un sustituto o interino.
La vigente Constitución estatal prevé dicho cargo en su título quinto, capítulo tercero, sección primera y es abordado por trece artículos. En ellos se especifican las obligaciones, facultades, requisitos y restricciones al cargo; especificaciones que van desde el mando de la fuerza pública del estado (policía estatal y guardia nacional adscrita); la titularidad de las políticas económica, desarrollo social y de seguridad pública; la promulgación y ejecución de las leyes emitidas por el poder legislativo; proponer nombramientos a cargos que requieren aprobación del Congreso o el Tribunal Superior del Estado; y diversas prerrogativas concedidas en otros artículos de la misma carta magna y las leyes locales.
El gobernador es la cabeza de la Administración Pública Estatal y es auxiliado por un gabinete compuesto por varias secretarías, dependencias estatales, organismos descentralizados y direcciones generales, los cuales tienen a su cargo diversas carteras de interés público, además de distintos asesores adscritos a la oficina del gobernador.
El Congreso del Estado de Guanajuato es el órgano depositario del Poder Legislativo en dicha entidad. Conformada como asamblea unicameral, está compuesto por 36 diputados; De los cuales 22 son elegidos por mayoría relativa y 14 por representación proporcional. Sus integrantes son electos por voto universal bajo los dos principios ya mencionados; los primeros de forma directa y los otros de acuerdo al sistema de listas plurinominales que establece la ley federal. Una vez electos entran en funciones el 25 de septiembre del año de la elección, dando apertura al primero de los periodos ordinarios de sesiones que por año marca la legislación. La duración del cargo es de tres años con opción a una reelección inmediata, siempre y cuando sea representando al partido o coalición que postuló originalmente al diputado. Por cada diputado titular se elige un suplente; siendo este quien suplirá las ausencias temporales o definitivas de su compañero de fórmula.
La vigente constitución de la entidad prevé dicho órgano en el Título Quinto, Capítulo II y es abordado por 25 artículos que detallan las facultades, obligaciones, derechos, prerrogativas, requisitos y restricciones del cuerpo legislativo.Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Las facultades y capacidades legislativas de esta institución están enmarcadas en aquellas políticas en las que el estado es autónomo (régimen interno, presupuesto, ingresos, desarrollo social, seguridad pública, procuración e impartición de justicia —que no estén contempladas en el orden federal—) y que no estén adjudicadas en exclusividad al Congreso de la Unión.
Sus características y bases generales están sustentadas en el apartado II del artículo 116 de laEl Poder Judicial del Estado está integrado por el Supremo Tribunal de Justicia, el Consejo del Poder Judicial y los Juzgados locales y Tribunales especializados. Sus fundamentos se encuentran en el Título V, Capítulo IV (abarcando trece artículos) de la Constitución Política del Estado de Guanajuato y la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de Guanajuato. La administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial, con excepción del Supremo Tribunal de Justicia, está a cargo del Consejo del Poder Judicial. En este poder y su conjunto de órganos, se deposita la facultad de impartir justicia en todos los aspectos institucionales del estado; la aplicación de las normas y principios jurídicos en la resolución de conflictos; y en todos los ámbitos de la aplicación del Derecho y la interpretación de las leyes en la sociedad (civil, penal, constitucional, mercantil, laboral, administrativo, fiscal, procesal, etcétera), siempre y cuando ninguno este contemplado en exclusividad para el Poder Judicial de la Federación.
El estado se divide internamente en 46 municipios. Cada municipio goza de autonomía en su capacidad para elegir a su propio ayuntamiento, el cual es responsable, en la mayoría de los casos, de proveer todos los servicios públicos que requiera su población. A este concepto, que surgiría de la Revolución mexicana se le conoce como municipio libre. El ayuntamiento es encabezado por un presidente municipal, elegido cada tres años. Cada municipio posee un cabildo integrado por regidores en función de su tamaño poblacional y sindicos de acuerdo al número que establezca la ley estatal.
La Constitución federal estableció en su artículo 115 la denominación oficial de municipio libre para las unidades geográficas en que se dividirían los estados, por lo cual la figura de jefe político fue remplazada por la de presidente municipal. Dicho artículo es el que describe las facultades y responsabilidades de los municipios, confiriéndole especialmente la administración de los servicios públicos más básicos (seguridad pública, agua potable, drenaje, alumbrado, panteones, mercados, parques, obra pública menor, servicios de limpia, uso de suelo, desarrollo urbano y/o comunitario, transporte público, etc.), la acción legislativa de los ayuntamientos para ese fin, el cobro de impuestos a dichos servicios y cualquier otra facultad que le otorgue la constitución estatal, la ley orgánica del municipio y el bando de buen gobierno local. En tanto que los artículos del 106 al 121 de la Constitución del Estado de Guanajuato, respaldan y especifican dichas prerrogativas.
La ley orgánica municipal para el estado de Guanajuato específica la estructura y organización política para cada municipio de acuerdo a ciertas disposiciones.
Al mismo tiempo, los municipios están facultados por la constitución local para organizarse territorialmente; la mayoría de ellos denominando Delegaciones a aquellas comunidades situadas fuera del área urbana que constituye la llamada Cabecera municipal. Aunque estas no tienen mayor autonomía que la elección de su delegado y la participación en los proyectos de desarrollo comunitario; pues las funciones de estos entes administrativos son meramente ejecutorias de las determinaciones del ayuntamiento. También se les faculta para coordinar su organización con aquellos municipios con los que constituya, de acuerdo a la categorización del INEGI, una Zona metropolitana.
El estado de Guanajuato está conformado por 46 Municipios, que de acuerdo al Artículo 33 de la Constitución Política para el Estado de Guanajuato son los siguientes:
El estado de Guanajuato se ubica geográficamente en una zona estratégica, en la que históricamente han confluido las distintas vías de comunicación que han enlazado el intercambio comercial de las tres principales áreas metropolitanas del país (Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey); por lo que se convirtió en zona de paso, abastecimiento y provisión del comercio interno. No obstante, tradicionalmente su peso estuvo fundamentado en el sector económico primario; siendo la minería durante la época colonial, y la agricultura durante los siglos XIX y XX, las más sobresalientes. Sin embargo, desde mediados de la década de 1990, inició un proceso de industrialización y expansión del sector servicios, especialmente el turismo, que diversificó su economía y aceleró su crecimiento. Esto ha transformado a la entidad en una de las de mayor incidencia en el crecimiento económico nacional.
En 2017 Guanajuato tuvo un Producto Interno Bruto de 39 147 millones de dólares, con un crecimiento medio en ese año de 5 % (por encima de la media nacional). Dichas cifras representaron para el estado ser la sexta economía del país, la cuarta entidad de mayor crecimiento económico y la quinta que mayor aporte hizo al crecimiento nacional. La creciente industrialización del estado, aunada a la expansión del sector de servicios, ha colocado al estado como una de las economías más dinámicas del país. Entre las principales actividades productivas que se desarrollan en el estado se encuentran: el comercio, la construcción, la fabricación de maquinaria y equipo, la industria alimentaria, y los servicios inmobiliarios y de alquiler de bienes muebles e intangibles. Los sectores estratégicos en el estado son: agroindustrial, autopartes-automotriz, productos químicos, cuero-calzado y confección-textil-moda, servicios de investigación, turismo, equipo médico, farmacéuticos y cosméticos. De acuerdo con el Informe Doing Business 2016, publicado por el Grupo Banco Mundial, que clasifica a las economías por su facilidad para hacer negocios, el estado ocupa el 6°lugar en México. En el rubro de infraestructura productiva, Guanajuato cuenta con siete parques industriales y/o tecnológicos y nueve incubadoras de negocios, así como un aeropuerto internacional, un aeropuerto nacional y diez aeródromos.
Por el relieve, hidrología, fertilidad de sus suelos, el territorio guanajuatense se ha caracterizado por su producción agrícola.
Esta actividad económica es comparable, por su contribución al producto interno bruto, a la industria y al comercio. Aproximadamente un tercio de la extensión territorial de Guanajuato son tierras cultivables; casi el 55 % de este tercio pertenece a ejidatarios o comunidades agrícolas, el resto es propiedad privada.
De un millón cien mil hectáreas cultivables, el 40 % tiene condiciones para riego ya sea por bombeo o por gravedad, son tierras en la jurisdicción de los dos únicos distritos de riego en la entidad, el del Alto Lerma y el de Begoña. El 88 % de la superficie cosechada en Guanajuato corresponde al cultivo de granos:
Aunque las hortalizas cada vez se difunden más, debido a su alto rendimiento, al corto ciclo de cosecha y a la demanda del mercado regional. La zona centro-sur del estado es la que tiene los suelos más aptos donde prospera el cultivo de:
En cuanto a los frutales, la fresa representa la mitad del valor de la producción estatal, seguida por el aguacate, durazno, membrillo y guayaba.
El municipio más idóneo para el cultivo de fresas es Irapuato.
Pénjamo es una ciudad cerca de Irapuato, donde los caminos reciben a los paseantes con las tonalidades verdes azuladas proveniente de los agaves, que forman parte del circuito del tequila en Guanajuato.
Los municipios idóneos para la producción de hortalizas son:
Por su importancia y número de cabezas destaca la producción de ganado porcino, con 890.000 cabezas; el bovino, con 829.800 cabezas y el caprino, con 497.596 cabezas. Sin embargo, por cuanto al valor de la producción, el ganado bovino aportó el 67,1 %; el porcino, el 14,3 %; las aves de corral, el 13,5 %; el caprino, el 3,3 % y otras especies, el 1,8 %.
Por la riqueza y variedad de sus pastos, así como por la producción de sorgo y alfalfa, en el estado se localizan dos zonas de producción ganadera: El Bajío y Los Altos. En la primera, la producción es intensiva y se ve incrementada con la aplicación de técnicas modernas como la inseminación artificial, la presencia de rasas de alto registro, el control estabulado, las dietas balanceadas y la rotación de potreros, Esto último posibilita la manutención hasta de tres cabezas de bovinos por hectárea.
La cría de ganado vacuno ha propiciado el desarrollo de importantes cuencas lecheras en la entidad, como las de León, Manuel Doblado, Tarandacuao, Pueblo Nuevo y Allende.
La otra zona ganadera se distingue porque el ganado pasta fundamentalmente en el campo; en esta región se crían principalmente bovinos y caprinos.
Para el desarrollo de la ganadería en la entidad se ha estimulado la construcción de la infraestructura necesaria, tanto vía iniciativa privada como de participación estatal. Su desarrollo ha influido indirectamente en las vías de comunicación, pues éstas se han multiplicado en la misma proporción que las zonas ganaderas y los centros de consumo.
La avicultura es importante en la entidad para la subsistencia de sus habitantes, quienes crían aves en casa para alimentarse y como actividad económica relevante llamada avicultura rural; la comercial es impulsada por empresas privadas que en enormes granjas avícolas producen aves para engorda, y ponedoras para comercializar los huevos.
Se obtiene una producción de huevo en la entidad de 49.699 toneladas, siendo los municipios de Celaya, León Irapuato y Salamanca los de mayor producción.
Guanajuato tiene una tradición minera que data de la época virreinal. Sin embargo, la riqueza del subsuelo no siempre ha sido extraída en forma óptima. Actualmente, la minería en la entidad se encuentra en una etapa de recuperación y se ha consolidado como el primer productor nacional de oro y cuarto de plata, como resultado de la adopción de tecnología moderna en la extracción y el beneficio de los metales, y a la creciente inversión privada.
Igualmente, la entidad se ha convertido en un importante productor de minerales no metálicos, entre los que destacan la fluorita, que ya se exporta, el sílice y el feldespato.
A la fecha hay en la entidad 51 compañías mineras que emplean a 3500 trabajadores, cuya fuerza productiva representa apenas el 15% del producto interno bruto en el estado, lo que refleja el escaso grado de actividad.
Guanajuato representa un futuro halagador en esta rama de la economía, pues se podrá explotar en gran escala ópalo, granito, calizas, azufre, cobre, plomo y hasta diamantes. Las minas se encuentran en los municipios de San Luis de la Paz, Comonfort, Atarjea, Acámbaro, Pénjamo, Guanajuato, San Diego de la Unión, Dolores Hidalgo y Huanímaro.
Las actividades primarias tienen mucha importancia y ocupan gran cantidad de mano de obra. También las actividades secundarias -industria manufacturera, de la construcción, petroquímica y textil-, tienen un lugar preponderante en la economía estatal debido a importantes empresas en el estado y a la refinería de salamanca, la segunda más grande e importante de Hispanoamérica.
La industria manufacturera emplea a más de 155.000 personas. La de productos de cuero, textil, alimentos y bebidas, petroquímica y maquinaria y equipo son las que ocupan más mano de obra. Los municipios con más unidades económicas son León, Irapuato, Celaya y Salamanca.
La industria en general la contribuyen con el 25 % del PIB estatal. La producción de calzado es la principal actividad de este sector de la economía. No obstante, la curtiduría, la agroindustria, la petroquímica y la industria textil y del vestido, se han desarrollado notablemente, debido a la gran capacidad de trabajo de los guanajuatenses, así como al uso de maquinaria moderna.
Actualmente, el estado cuenta con 12 parques industriales que están agrupados en dos corredores fabriles: el de El Bajío desde León hasta Apaseo el Grande, y el corredor industrial del norte con un parque industrial en San José Iturbide y otro en San Luis de la Paz.
En la transformación de la entidad es posible observar cierta transferencia de la mano de obra del sector primario hacia el manufacturero y el terciario. Se ha pasado de un estado agropecuario a contar con la presencia de empresas extractivas de inversión extranjera, y hoy día el liderazgo económico ha sido transferido a corporaciones mexicanas y extranjeras altamente diversificadas.
La industria guanajuatense del calzado tiene una producción anual de cien millones de pares de calzado, lo que representa el 45 % de la producción nacional. Está conformada por 850 plantas que dan empleo a más de 50 mil trabajadores.
La curtiduría de pieles para surtir a la industria del calzado, ropa y otros artículos provoca un importante problema ecológico, pues la contaminación que produce en el agua, aire y suelo es muy severa. Para ellos se construyó el Parque Industrial Ecológico de León (P.I.E.L.), donde se reubicaron a más de 200 tenerías.
La industria sombrerera en San Francisco del Rincón es una tradición desde la época colonial. De igual manera, la industria zapatera se especializa en la producción de zapato tenis y deportivo. Estas dos industrias son las más importantes de San Francisco del Rincón, sin descuidar los servicios: bancarios, educativos, de salud, comerciales, etc. A últimas fechas, en San Francisco del Rincón se han establecido importantes tiendas de autoservicio que cubren la demanda no solo de los pueblos del Rincón –Purísima, Cd. Manuel Doblado y el propio San Francisco-, sino que atrae clientela de los Altos de Jalisco.
La industria textil destaca primeramente la ciudad de Irapuato, donde se encuentran más de 50 empresas grandes y medianas con afiliación empresarial, y que ocupa alrededor de 33,000 plazas laborales del municipio. Aunque en algunos municipios del sur del estado se comercia el producto, en la ciudad fresera se produce alrededor del 70 % de los textiles del estado, aunque la gran mayoría de estos es exportado hacia Estados Unidos y Canadá, es por eso que en la Zona Metropolitana Moroleón-Uriangato-Yuriria, conformada por los municipios de Moroleón, Uriangato y Yuriria el comercio y la industria textil son la actividad económica principal y representan el motor de la economía local, esta actividad da empleo a 30,000 personas quienes perciben su salario directamente de la actividad textil que se desarrolla en estas ciudades, lo cual representa 38.09 % de la población económicamente activa de los municipios de la región.
La actividad agroindustrial en Guanajuato es, por su importancia económica, uno de los pilares de la economía del estado. Abundan empacadoras de frutas, y hortalizas, productoras de cárnicos, lácteos, harinas, grasas, plantas deshidratadoras de chiles, frutas y hortalizas. Así, se exporta principalmente brócoli, cebolla, coliflor, ajo y espárrago. Esto principalmente en la ciudad de Irapuato y en parte de Pénjamo. En esta ciudad así como en Celaya están establecidas algunas de las mayores empresas empacadoras de embutidos y procesamiento de carnes frías.
La industria petroquímica se concentra en Salamanca, donde funciona la segunda refinería de aceites más importante México y una termoeléctrica de la CFE.
La industria de Perforación de pozos profundos, de electrónicos y electrodomésticos se concentra en Celaya.
La industria los productos de aseo personal e higiene en la zona de San Luis de la Paz y San José Iturbide.
La industria artesanal, por la que Guanajuato se ha ganado la fama nacional e internacional, está en Dolores Hidalgo "El Corazón de México".
Guanajuato está consolidándose como el clúster automotriz más dinámico de México, en 2011, en Guanajuato se producía 1 de cada 10 vehículos armados en México, se espera que en los próximos 5 años con las inversiones de General Motors, Volkswagen, Mazda, Honda y Toyota, sean 1 de cada 5.
Actualmente Guanajuato cuenta con algunas de las siguientes plantas:
El comercio en la entidad ha aumentado como resultado del crecimiento demográfico y la diversificación de las actividades económicas durante las últimas décadas.
Los principales centros comerciales son León, Irapuato y Celaya. Estos municipios forman un corredor comercial entre la Ciudad de México y Guadalajara, así mismo comparten importantes lazos comerciales con la ciudad de Monterrey y el extranjero, lo que hace posible el intercambio de bienes y servicios con la entidad. Otro polo de desarrollo industrial y comercial se encuentra al sur del Estado y está formado por las ciudades de Uriangato y Moroleón en donde la industria y el comercio textil son el motor del desarrollo económico de la región.
Los productos que más se comercian son los propios de la industria del calzado, curtiduría, agroindustrias, textiles, derivados del petróleo y agropecuarios.
De los festivales más reconocidos son los de Irapuato donde tiene actividades culturales durante todo el año, muestra de ello son los 4 festivales que han creado para cada estación como el Festival de invierno que se lleva a cabo en febrero y que está dedicado a la música clásica.
En primavera el Festival mejor conocido como Eraitzicutzio presenta lo mejor de la música folklórica en mayo. Para el público infantil se realiza el Festín de las Artes y la Cultura con una feria del libro complementado con teatro, ballet y música. Este Festival de verano se realiza durante la última semana de julio y la primera de agosto.
Y para los amantes de la música sincopada cada otoño se presenta el Festival de Jazz de Irapuato con lo mejor de la escena nacional durante la segunda semana de noviembre.
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