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Literatura victoriana



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Se entiende por literatura victoriana aquella producida en el Reino Unido y en sus colonias durante el reinado de Victoria (1837-1901). La denominada era victoriana constituye en la historia de Inglaterra y en la de Europa una etapa cultural importantísima. Es el gran momento de Inglaterra, y aunque no tiene el brillante esplendor del período isabelino y jacobino ―la muerte de Lord Byron señala el ocaso de una edad heroica―, presenta, en cambio, una trabada coherencia, una organizada tenacidad en todos los campos de la actividad humana, y muestra una decidida voluntad de transformar el mundo y las fuerzas de la naturaleza para el bienestar y servicio del hombre.[1]

Las características esenciales de aquella época son: una indiscutible preocupación por la decencia, con la consiguiente elevación del nivel moral; un creciente interés por las mejoras sociales y el despertar de un fuerte espíritu humanitario; cierta satisfacción derivada del incremento de riquezas, de la prosperidad nacional y del inmenso desarrollo industrial y científico; conciencia de la rectitud, y un sentido extraordinario del deber; indiscutible aceptación de la autoridad y de la ortodoxia; notable carencia de humor. La era victoriana es época de transformaciones políticas y sociales, inquietudes religiosas, firme trabazón moral, expansión rapidísima del comercio inglés y culminación de la Revolución Industrial.[2]

En líneas generales, la literatura británica, a diferencia de la francesa, consta, ante todo, de individuos y no de escuelas.[3]

En literatura, el largo reinado de Victoria es uno de los más gloriosos de la historia inglesa.[4]​ La era victoriana cubre prácticamente desde el Romanticismo hasta finales de siglo, y representa literariamente un cambio de estilo en un sentido realista. La fecha fronteriza entre el Romanticismo y la era victoriana es el año 1832. En realidad, Victoria no ascendió al trono hasta 1837,[4]​ pero para entonces la mayoría de los grandes escritores del primer tercio del siglo, a quienes podríamos denominar «georgianos tardíos», habían enmudecido:[5]​ en 1832 moría Walter Scott; Keats, Shelley, Byron y Hazlitt ya no existían; Coleridge y Lamb estaban llegando al fin de sus días, y Wordsworth, aunque viviría aún bastantes años, había escrito ya lo mejor de su producción.[4]​ Del mismo modo, Southey, Campbell, Moore, Jeffrey, Sydney Smith,[Nota 1]De Quincey, Miss Edgeworth, Miss Mitford, Leigh Hunt, Brougham y Samuel Rogers aún vivían, pero la parte esencial de sus obras ya estaba hecha. Los principales autores que pertenecen por igual a las épocas georgiana y victoriana son Landor, Bulwer, Marryat, Hallam, Milman[Nota 2]​ y Disraeli; ninguno de los cuales, con la excepción de este último, se acerca al máximo nivel en ninguna de las dos épocas.[5]​ A la vez, aparecían los primeros volúmenes de Tennyson, el futuro poeta laureado representante de la poesía victoriana. Aunque de hecho perduraba el Romanticismo, su energía creadora estaba agotada, y la literatura buscaba otras fuentes de inspiración. En las alternancias rítmicas del fenómeno literario, la reacción psicológica contra los excesos del Romanticismo inclinaba el gusto hacia la concreción y el orden. Después del reinado de la emoción y de los sueños y las tempestades del alma romántica, empezaba a manifestarse una época razonadora y realista, que emparentaba mejor con la actitud mental del siglo XVIII[4]​ (el siglo de las luces). La nota predominante era la racionalización del impulso literario. Ante los postulados del Romanticismo, los escritores victorianos consideraron la verdad concreta como uno de los motivos esenciales de la creación literaria. En consecuencia, su tono de expresión general fue el realismo; y, en conjunto, se preocuparon más que sus antecesores románticos por la perfección estilística y la organización formal de la obra de arte.[4]

Brillante en poesía y rico en pensamiento, el victoriano es un período en que la novela aparece en su máximo esplendor, floreciendo también en él un grupo de eminentes mujeres novelistas.[4]​ Además, hacia 1860, el teatro experimenta una renovación saludable.[4]​ Más adelante, a partir de 1875, las influencias francesas fueron preponderantes, sobre todo en el decadentismo del poeta A. Ch. Swinburne, en el esteticismo del ensayista Walter Pater y, sobre todo, en la obra poética, narrativa y dramática de Oscar Wilde.[6]​ Mientras que la poesía de los últimos años de la era victoriana parecía sumirse en una fase de menor confianza, la explosión de energía que impulsó la narrativa no se agotó después de los primeros años. Si echamos una mirada retrospectiva, el último cuarto de siglo aparece dominado por dos figuras, la de Thomas Hardy y la de Henry James, que van seguidos de una hueste de escritores menores, aunque no faltos de interés.[7]​ Por su parte, la poesía de Hardy habría de esperar al siglo XX para ser valorada[6]​ en su justa medida. En la novelística, destacarían en ese último período victoriano los nombres de Samuel Butler, George Meredith y, sobre todo, Robert Louis Stevenson, Arthur Conan Doyle[6]​ y Bram Stoker, maestros respectivamente de los géneros de aventuras, policíaco y de terror.

En el mundo las circunstancias pocas veces han sido más favorables a un gran estallido de energía literaria. La nación era segura y próspera en un grado sin precedentes, consciente de su voluntad y facultad de expandirse aún más.[5]​ La época victoriana fue de gran actividad comercial, financiera e industrial. Diversas circunstancias fueron especialmente favorables a los esfuerzos ingleses. La Revolución Industrial la había adelantado a sus rivales del continente europeo, ya que contaba en su propio territorio con las materias más necesarias. La estabilidad política confirmó esa supremacía. Al no impedirse que el esfuerzo tuviera éxito, el proceso parecía ajustarse al derecho, y la ciencia (si lo es) de la economía política hizo grandes progresos en esta su época clásica, desde los Principios de Ricardo hasta los de J. S. Mill.[8]

Los poetas victorianos, como los novelistas, se enfrentaban a una sociedad muy cambiada frente a la que describían los románticos: casi podían palpar cómo cambiaba la estructura de clases; la clase media iba tomando posiciones cada vez más influyentes frente a la antigua aristocracia y comenzaba a introducir un nuevo sistema de valores; ya nadie podía ignorar el proceso de industrialización ni sus secuelas de contaminación y miseria; la fe religiosa se veía amenazada por los descubrimientos geológicos y biológicos y por un espíritu de escepticismo que se volvía contra la Biblia.[9]

Es demasiado simple decir que los primeros victorianos hicieron un mundo de su crisis religiosa. El vacío espiritual hoy apenas significa nada (aunque algunos lampan por extraños terrenos para llenarlo). Sin embargo, los primeros que vieron cómo su fe iba desapareciendo vivían inmersos en una comunidad creyente, una comunidad que profesaba abiertamente sus creencias y en la que representar una vanguardia intelectual no resultaba nada cómodo. Mientras que el ateísmo de Shelley asesta un duro golpe al cristianismo convencional, las dudas convierten al victoriano en un reincidente sin ganas, en alguien que se debate entre problemas espirituales, alguien melancólico y añorante de lo que ha perdido y que los demás aún conservan. Más que como liberación, la falta de fe se vive como una pérdida.[10]

Parte de la vitalidad con que nos salpican las páginas de las novelas victorianas se debe a la nueva concepción que ofrecen del mundo. Gran Bretaña dejaba de ser un país rural y se transformaba rápidamente en una sociedad urbana, proceso terrible y emocionante a la vez por las consecuencias y las potencialidades que implicaba. Además, el tren iba descubriendo todos los rincones de la isla, que despertaban la curiosidad y admiración de los ciudadanos. Si antes el ámbito en el que discurría la vida de la gente era de unos quince o veinte kilómetros a la redonda, ahora este ámbito se multiplicaba por diez. Grupos enteros de población se desplazaban, geográfica y socialmente. En las nuevas ciudades industriales, que no solo eran nuevas, sino que representaban un nuevo modelo de ciudad, la gente se enriquecía y se arruinaba en cuestión de meses. Los milagros empresariales afectaban a todo el mundo, no solo a los nuevos capitalistas o a la fuerza trabajadora, y todos se bandeaban año tras año entre la confortable prosperidad y la inanición.[11]

La nueva religión de los nuevos capitalistas era el laissez-faire, normalmente denominado economía política o benthanismo. Inicialmente para los victorianos las nuevas doctrinas económicas, que abogaban por una economía de mercado sin restricciones y la total libertad del empresario (pero no del sindicalista), constituían dogmas de fe tan incuestionables como los que emanaban del púlpito; las leyes siderúrgicas no admitían refutación posible. Y el nuevo empresario, que divulgaba estas leyes y se aprovechaba de ellas, venía a ser el héroe nacional, el equivalente moderno del filibustero isabelino.[12]

Evidentemente para los intelectuales la época era muy distinta y mucho menos atractiva. La crisis religiosa, que en 1867 se convirtió en objeto de debate popular con El origen de las especies de Darwin, ya la habían librado en su interior escritores como Tennyson o George Eliot años antes. Al asomarse a la Inglaterra victoriana Matthew Arnold vio un horrible patio en el que jugaban bárbaros y filisteos. John Stuart Mill vio la degradación de las clases trabajadoras y el sometimiento de las mujeres.[13]

En la segunda mitad del mandato de la reina Victoria empezaron a criticarse cada vez con mayor intensidad la ética, los gustos y las costumbres eminentemente victorianos. Hoy vemos esta situación con más claridad que la gente de la época. Los guardianes de la moral pública que decidían, según Dickens, "qué es lo que debía sacarle los colores a los jóvenes" seguían dominando el panorama, lo cual obligaba a muchos escritores a expresarse de manera soterrada, sobre todo en materia sexual. Gran Bretaña volvía a poner ahora un enorme empeño en "aparentar" ser la gran potencia mundial que había sido a mediados de siglo, con la confianza de entonces: gobernaba, en medio de serias amenazas, el más vasto imperio que ha habido en el mundo y mantenía un alto poder de decisión en Europa.[14]

Sin embargo, el poder y los ideales victorianos estaban en decadencia. La depresión agraria (debida en parte a la competencia que suponían América del Norte y del Sur) empezaba a socavar los cimientos financieros de los nobles y los aristócratas hacendados. La depresión industrial iba sumiendo en la pobreza a las ciudades afectadas y se oían ya los primeros murmullos de un socialismo de masas. Con la publicación de El origen de las especies de Darwin el debate sobre el verdadero carácter literal de la Biblia saltó a la calle y dejó de estar confinado al estudio.[15]​ Al debilitarse los principios religiosos, empezaron a surgir todo tipo de liberaciones, grandes y pequeñas, que se fueron expandiendo.[16]​ A través de las sátiras se puso en evidencia que la religiosidad victoriana era un timo y su moralidad mera hipocresía; que su afición por las artes resultaba vulgar, materialista y mecánica.[16]

El cambio de talante puede verse reflejado en todos los aspectos de la vida, en la aparición de periódicos populares, en el teatro, en la búsqueda de nuevas religiones (el socialismo, la estética, el cultivo del espíritu), cualquier cosa que pudiera llenar el vacío de la fe. Particularmente interesantes son los cambios que tienen lugar en el terreno sexual.[16]

Diez años separan la muerte de Shelley de los primeros versos de Tennyson, y otros diez median entre la última novela de Scott y la consagración definitiva de Tennyson como poeta. En esos estrechos límites temporales había dado comienzo una época nueva, aunque sin señal ninguna de rebelión. Keats y Tennyson, Shelley y Browning, Wordsworth y Matthew Arnold guardan entre sí relaciones de maestros a discípulos respectivamente.[17]​ Browning fue discípulo de Shelley, si Tennyson lo fue de Keats. También lo fue Swinburne.[18]​ Los poetas victorianos no reaccionan contra los representantes de la poesía romántica. Más bien se puede decir que siguen en la misma corriente. Pero, si aquellos experimentaron, éstos pulen y perfeccionan; si aquellos se dejaron arrebatar por su inspirado impulso, a veces genial, éstos se caracterizan por la armonía de su obra, por su mayor perfección estructural y penetración psicológica.[4]

En la poesía de la época victoriana pueden distinguirse dos grandes tendencias. La primera, más característicamente victoriana, está dominada por las figuras de Tennyson, de gran virtuosismo formal, y Browning, de marcado carácter psicologizante, y se interesa por la objetividad, el equilibrio y la precisión de las ideas. La segunda tendencia, la del movimiento prerrafaelita, presidido por Rossetti, tiende a una reacción idealista de ansiedades emotivas, busca el culto a la belleza, siente inclinación al ensueño y a la visión, combina la imaginación con la sensibilidad. A la entrada de la era victoriana se encuentran las personalidades, hasta cierto punto complementarias, de Tennyson y Browning, ambos interesados en mantener el nivel que la poesía había alcanzado con Byron y Walter Scott, los autores más leídos hacia 1830.[19]​ La inquietud de Arnold forma un punto de transición a la abstracción estética de los prerrafaelistas y al radicalismo revolucionario de Swinburne.[20]​ Arnold fue una figura prominente en esa gran pléyade de poetas victorianos que trabajaron simultáneamente ―Tennyson, Browning, Rossetti, William Morris y Swinburne―, poetas entre los cuales existía al menos este nexo de unión: que la búsqueda de todos ellos fue la desfasada búsqueda poética de lo bello. La belleza era su consigna, como había sido la consigna de sus inmediatos predecesores: Wordsworth, Coleridge, Keats, Shelley y Byron.[21]​ A partir de 1850, el grupo prerrafaelista infundiría un tono de melancolía gótica y de languidez a la poesía y a la pintura de esa fase de la época victoriana.[22]​ Por último, cabrá destacar a una serie de poetas del tramo final del período victoriano (último tercio del siglo XIX) que se caracterizaron por sus inquietudes religiosas y sus anhelos de espiritualidad.

Con Tennyson y Browning haría su aparición una poesía nueva, aunque los lectores de la época estuvieron muy poco dispuestos a reconocerlo así. Hacia 1830, Scott y Byron eran todavía los poetas populares[23]​ ―pese a que este último ya había muerto y aquel ya había escrito toda su producción poética―, así como algunos otros que participaban de una estética parecida: Samuel Rogers con Italy, Thomas Moore con su lírica irlandesa y con el increíblemente popular romance oriental titulado Lalla Rookh, y Thomas Campbell, quien por muchas razones fue un poeta más auténtico que cualquiera de los otros.[23]

Los poetas que dominaron la primera mitad de la era victoriana nacieron a la sombra del movimiento romántico y todos ellos tomaron a los grandes poetas como modelos y mentores.[9]

En el primer término de esta época se destacan indudablemente las figuras complementarias de Tennyson y Browning. Su semejanza general provoca una antítesis, como la que uno de los editores de Browning intentó establecer entre forma y materia, entre el mero artista y el pensador.[20]​ Estos dos grandes poetas dominan la era heterogénea y polémica que se ha dado en llamar victoriana y que hoy vemos como uniforme:[24]​ Tennyson y Browning serían los encargados de devolver a la poesía parte de una función más elevada.[23]​ Los dos consiguieron el éxito de conservar un público amplio para su poesía en una época en la que la novela se había convertido en la forma literaria más popular.[25]​ Fue característico de ambos aceptar como indiscutibles los supuestos básicos de la sociedad en que vivían y mostrar un espíritu de continuidad en sus métodos artísticos.[20]

Debemos considerar en primer lugar a Alfred Tennyson (1809-1892), no solo por ser el mayor, sino porque los propios victorianos lo consideraban el representante poético de la fuerza y la gloria de una época.[26]​ Alfred Tennyson se consagró a la vocación poética con la misma convicción inalterable que había caracterizado a Milton, Pope, Thomson, Wordsworth y Keats, y que aún no había distinguido a Rossetti y Swinburne, y se convirtió con facilidad en el más grande virtuoso de su tiempo en su arte.[27]​ Tennyson fue un genuino representante de lo nacional inglés. Distinto de los grandes románticos ―Byron, Shelley, Keats―, tan despegados de Inglaterra y de los temas ingleses, Tennyson tiene un gran sentido nacionalista.[22]​ Mostraba una pasión de artífice del verso aprendida de Keats, pero ejercida con más minuciosidad.[20]​ El autor seguía el camino abierto por la Laodamía de Wordsworth más aún que el del Endymion de Keats, pero infundía en sus poemas una presión dramática mueva.[28]

Recibió como una exhalación la sensación de desazón en cuanto a los problemas del futuro que invadía a su generación, y en las elegías y poemas líricos de In Memoriam, en The Princess y en Maud la devolvió a sus contemporáneos en un torrente que aún destella e irradia en medio de la penumbra.[27]

Como en el caso de otros grandes poetas, lo esencial en su obra está en la música del verso.[24]​ El tono de bardo parecía fuera de lugar; y, sin embargo, cuando le plugo abandonarlo pudo escribir baladas tan excelentes como La carga de la brigada ligera y La venganza.[28]​ A pesar de haber sufrido duros ataques por parte de sus contemporáneos, nadie le podía negar el más perfecto dominio sobre la sonoridad del inglés, un oído impecable y una consumada elección y gusto por las palabras.[29]​ Su poesía abunda en imágenes de increíble belleza.[30]​ No obstante, Tennyson no poseía la originalidad, el vigor y la hondura de los grandes románticos.[31]

Había publicado a comienzos de la década de 1830 un par de volúmenes de poesía: Poemas principalmente líricos (1830) y Poemas (1832). De las composiciones contenidas en el primero de ellos, cabe señalar que si existe huella alguna de influencia inconsciente de algún maestro poético en dichos poemas, es la de Keats y Coleridge.[32]​ Sin embargo, los amantes de la poesía contemporánea no se sintieron atraídos por el libro.[32]​ En cuanto al segundo, comprende la obra poética de los años 1830-33: poemas aún reconocidos entre los más nobles e imaginativos de su obra.[33]Poemas, el primer volumen de poesía que publicó Tennyson como poeta maduro, recibió muchas críticas; incluso se le ridiculizó acusándole de pertenecer a la escuela "escuela cockney", es decir, que estaba influido por autores como Leigh Hunt o Keats. Keats indudablemente fue para él modelo indiscutible, más que por sus ideas por las imágenes, la dicción y los recursos métricos que utilizaba.[26]​ En 1833 falleció su gran amigo Arthur Hallam, y Tennyson comenzó In Memoriam y escribió Las dos voces[34]​ (1834). Tennyson se mantuvo en silencio hasta 1842, cuando reeditó Poemas en dos volúmenes, logrando al fin el reconocimiento completo como un gran poeta.[35]​ Esta edición (la tercera), contiene algunas de sus mejores composiciones, como el monólogo dramático Ulises. En esta obra, Tennyson combinó todo lo positivo de sus comienzos poéticos con un tema que simboliza la concepción romántica del espíritu heroico.[29]​ En Ulises, el guerrero ya entrado en años se ve incapaz de acomodarse a la rutina de la vida cuando vuelve a Ítaca, con lo cual decide volver al mar con sus guerreros.[36]​ Los versos de este poema esconden un desprecio poco paternal, el desprecio que siente el hombre de acción frente al previsor y al conservador. A pesar de que los victorianos parecían estar satisfechos de la civilización que estaban construyendo, también admiraban a quienes desertaban de ella para llevar una vida de acción o de heroica sencillez (como ocurre con el héroe de Maud).[37]​ Tampoco podemos olvidar que bajo el círculo de seguridad que rodea al viejo guerrero se esconde, según algunos críticos, esa fuerza subterránea que arrastra en dirección contraria.[37]​ Es a partir de 1842 que debe datarse la fama universal de Tennyson; desde el momento de la publicación de esos dos volúmenes dejó de ser una curiosidad, o el favorito de una camarilla de adelantados, y ocupó su lugar como el principal poeta de su época en Inglaterra.[38]

En 1850 publicaría, al fin, su obra magna, In Memoriam,[35]​ su poema más sincero e intenso. Su autenticidad lo convirtió en el gran poema de su tiempo.[39]​ Se trata de una extensa elegía filosófica que refiere los diversos estados de ánimo de un hombre desesperado por la muerte de alguien muy querido.[30]​ El poema, escrito en estanzas de cuatro versos, había ido creciendo hasta su versión definitiva durante un período de diecisiete años tras la muerte de Arthur Hallam.[40]​ Resulta sobrecogedor por lo que tiene de dolor insoportable, de aflicción y largos meses de melancolía, de tormentos y dudas espirituales.[41]​ Las composiciones siguen el devenir de su dolor en el tiempo y la consiguiente crisis religiosa en que se ve sumido. Afronta la nueva visión del mundo natural que los descubrimientos científicos iban imponiendo sobre las personas cultas.[41]​ El público, a cuyas creencias y pesares más profundos y por tanto más comunes apelaba el poema, lo acogió de inmediato. Los críticos no fueron tan rápidos en su reconocimiento. A algunos de ellos el poema les parecía desesperadamente oscuro.[42]

Maud apareció en el otoño de 1855.[43]​ Es un poema muy extenso, absolutamente impresionante, sobre el asesinato, la obsesión, la locura, el amor desesperado, todo ello salpimentado con versos más accesibles de intensa belleza.[41]​ Tras el monodrama lírico de Maud, dedicaría su impecable técnica de diseño, armonía y ritmo a obras ante todo decorativas y de diseño (los Idilios del rey), y a experimentos de drama en verso para los que no había llegado el momento.[27]

El genio de Tennyson se adaptaba perfectamente al poema narrativo breve de carácter lírico.[31]​ Pero su ambición le indujo a dedicarse al poema épico, línea en la que trabajó, a intervalos, durante toda su vida. Escribió composiciones muy notables, algunas de gran extensión, como los Idilios del rey (1859; 1869; 1889).[31]​ La primera serie de esta tríada, gracias a la cual Tennyson alcanzó un éxito popular superior al experimentado antes por cualquiera de los poetas ingleses, salvo quizás Byron y Scott,[44]​ puso el nombre de Tennyson en los labios de todos sus contemporáneos. Es un extenso conjunto de poemas ―pintorescos, románticos, alegóricos y didácticos― que utilizan como argumentos distintos momentos de la tradición artúrica.[45]​ Tennyson redujo el modelo de los relatos artúricos al marco de las necesidades de la moralidad victoriana.[46]Idilios del rey no logra convertirse en la épica nacional que Tennyson habría deseado hacer, a pesar de que tiene pasajes maravillosos. Sin embargo, In Memoriam sí resulta representativo, para el lector actual, de la época victoriana, del espíritu de su tiempo.[41]​ Así como los Idilios son la poesía del poeta laureado, In Memoriam es la poesía del propio poeta, y, desde el mismo momento en que es tan auténticamente suya, se convierte al mismo tiempo en el gran poema de su época.[46]​ Desde la publicación de los primeros Idilios hasta el final de la vida del poeta su fama y su popularidad siguieron imparables.[47]

"Enoch Arden" (1862) no aparecería hasta 1864, en un volumen que también contenía "Sea Dreams", "Aylmer's Field" y, sobre todo, "El granjero del norte", la primera y mejor de las notables composiciones de Tennyson[44]​ en el dialecto de North Lincolnshire.[47]​ El volumen se convirtió, a juicio de su hijo, en la más popular de todas las obras de Tennyson, con la única excepción de In Memoriam.[47]Baladas y otros poemas (1880) es una colección de poemas líricos que contenía el sombrío y magnífico "Rizpah",[48]​ mientras que Deméter y otros poemas (1889) apareció casi simultáneamente a la muerte de Browning, un suceso que dejó de facto a Tennyson como figura única en la literatura poética.[48]

Tennyson consiguió un público muy amplio y tuvo numerosos imitadores. Es por tanto bastante natural que haya generado oposición a su poesía, oposición que llegaría a ser muy fuerte.[49]​ Con su lírica realizó una descripción de un mundo bello y antiguo, como si cerrara los ojos deliberadamente a la sucia industrialización de su propio siglo. La poesía concebida de esta manera no sería una interpretación de la vida, sino una ilusión cautivadora y distante.[49]​ Como poeta, es mucho más complejo de lo que parece; tenemos que estar muy despiertos a las connotaciones de las palabras, a los efectos métricos.[37]

Tennyson es un poeta de musicalidad excepcional que refinó sus dotes naturales a base de trabajo y de la constante revisión de sus obras.[26]​ Al contrario de los grandes románticos, el ilustre laureado no tenía mensaje concreto que dar a sus contemporáneos; su obra se cimenta especialmente en su dominio de la lengua y en la musicalidad de la palabra.[31]​ La poesía de Tennyson se caracteriza por una amplia perspectiva; por su intensa solidaridad con los más hondos sentimientos y aspiraciones de la humanidad; por su profunda comprensión de los problemas de la vida y el pensamiento; por un noble patriotismo que encuentra su expresión en poemas tales como La venganza, La carga de la brigada ligera y la Oda a la muerte del duque de Wellington; por su exquisito sentido de la belleza; por su maravilloso poder de descripción vívida y minuciosa, logrado en ocasiones por medio de una sola y afortunada frase y a menudo reforzado por la perfecta correspondencia entre sentido y sonido; y por una grandiosidad y una pureza de tono generales. Ningún poeta lo ha superado en precisión y delicadeza del lenguaje y en integridad expresiva. Como poeta lírico no tiene, tal vez, quien le aventaje, y únicamente dos o tres le igualan en la poesía inglesa.[35]​ Cuando se tienen en consideración el volumen, la variedad, el acabado y la duración de su obra, así como la influencia que ejerció en su época, se le debe asignar un lugar único entre los poetas de su país.[50]

Los dos hermanos mayores de Alfred Tennyson, Frederick Tennyson (1807-1898) y Charles Tennyson Turner (1808-1879), fueron poetas de primer orden.[34]​ Ambos contribuyeron al volumen Poemas de dos hermanos, que publicaron en su época universitaria. Charles publicó en 1830 un pequeño volumen de unos cincuenta sonetos, que atrajo la atención de unos pocos perspicaces, entre ellos Samuel Taylor Coleridge.[51]​ El poeta no volvería a atraer al público hasta 1864, cuando se publicó una nueva colección con cerca de cien sonetos dedicados a su hermano Alfred. Volúmenes subsiguientes aparecieron en 1868 y 1873. En 1880, después de su muerte, toda su obra precedente fue reeditada, con adiciones, en un volumen bajo el título de Collected Sonnets, Old and New (Viejos y nuevos sonetos recopilados).[51]​ Este volumen contiene en total cerca de 350 sonetos y media docena de poemas líricos breves en otros formatos.[51]​ Algunos se refieren a temas que resultan totalmente inapropiados para el tratamiento declamatorio en forma de soneto, mientras que otros poseen un interés insuficiente o una ejecución inadecuada. Pero una vez hechas todas las deducciones, queda un considerable conjunto de sonetos excepcionalmente sobresalientes por su delicada y espiritual belleza, combinada con una auténtica imaginativa. Alfred Tennyson consideraba algunos entre los mejores en su lengua.[51]​ Frederick, por su parte, produjo Días y horas (canciones, 1854), Las islas de Grecia (1890), Daphne (1891) y Poemas del día y la noche (1895). Todas sus obras ofrecen pasajes de genuina fuerza poética.[50]

Los problemas morales y religiosos de los que se ocupó Tennyson serían también el tema principal de Robert Browning (1812-1889),[52]​ la segunda gran figura de la poesía victoriana,[53]​ si bien desde fuera parece que no hay tanta lucha ni tanto tormento espiritual en las obras[54]​ de este último. No es que Browning se tape los ojos ante la fealdad, sino que confía enérgicamente en las posibilidades humanas,[54]​ lo cual resultaba reconfortante y fortalecedor para sus contemporáneos. La poesía de Browning no tiene que ver esencialmente con los problemas sociales y espirituales de su época.[54]​ Quizá hayamos de entender que Browning se protegía de su propia época volviendo sobre períodos pasados, el Renacimiento, el mundo medieval, los tiempos bíblicos, períodos todos ellos sazonados con el peligro y con el sabor de lo excepcional y de lo heroico. Mientras que Tennyson suele recurrir al mito, Browning utiliza personajes históricos que le cautivan.[54]​ Al igual que la de aquel, la poesía de Browning se vería sometida a una crítica demoledora[52]​ décadas después de su muerte. Y a diferencia de Tennyson, Browning buscó, a la manera de sus antepasados sajones, la música de la aspereza, no de la dulzura,[30]​ y su tendencia a dramatizar fue todavía más marcada[55]​ que en el caso de aquel. Su primera publicación fue Pauline,[56]​ un pequeño volumen que apareció, de forma anónima, en enero de 1833,[57]​ pero suscitó escaso interés.[56]​ La publicación de Paracelsus en 1835, si bien el poema carece de popularidad en general, suscitó la atención de Carlyle, Wordsworth y otros hombres de letras, y le otorgó una reputación como poeta de prometedor futuro.[56]

La forma preferida por Browning es el monólogo dramático, género que consiguió llevar a la perfección y legarlo a la posteridad convertido en forma poética vigorosa.[54]​ Browning no se interesaba tanto por los conflictos en un grupo de personajes, cuanto por la suerte de un individuo único, y para conseguir este objetivo desarrollaría el monólogo dramático; de esta manera compondría sus obras más conocidas.[58]​ La aparición de estos trabajos en una serie de volúmenes entre los que se incluyen Dramatic Lyrics, Hombres y mujeres y Dramatis Personæ, le proporcionaría en la segunda mitad del siglo una reputación solo aventajada por la de Tennyson. Hoy día siguen siendo sus trabajos más notables.[58]

En su momento, sin embargo, para la gran mayoría de los lectores, probablemente, Browning fue mejor conocido por algunos de sus poemas breves.[56]​ Sus temas a menudo resultaban recónditos y quedaban fuera de la comprensión y de la simpatía de la gran mayoría de los lectores; y debido, en parte, a los sutiles vínculos de conexión entre las ideas, y en parte a su expresión a menudo extremadamente condensada y áspera, el tratamiento de los mismos rara vez dejaba de resultar dificultoso y oscuro. En consecuencia, durante mucho tiempo el autor apeló a un muy reducido círculo.[56]​ Con el paso del tiempo, sin embargo, y obra tras obra, el círculo fue ampliándose, y la maravillosa profundidad y variedad de ideas y la intensidad de los sentimientos experimentaron una fuerza creciente. Comenzaron a formarse sociedades para el estudio de la obra del poeta. Las críticas se tornaron cada vez más elogiosas, y el autor al fin recogió la cosecha de admiración y honor que merecía.[56]

Lo más selecto de la obra de Browning fue escrito entre 1840 y 1870, si bien ni siquiera en la última etapa de su vida dejaría de ser un poeta espontáneo y sutil.[59]​ En 1840 apareció la más compleja y oscura de sus obras, Sordello; pero, salvo para unos pocos, esta obra contribuyó poco a aumentar su reputación.[56]​ Se trata de un largo poema narrativo, histórico y filosófico, en el que refería la vida entera de un juglar medieval.[60]​ Browning mostraba en ella un conocimiento de la Italia medieval en el que utilizaba alusiones que ningún lector podía tener la esperanza de entender.[58]​ En consecuencia, Sordello es el más herméticamente oprimido y ocultamente sombrío de todos sus escritos.[60]

Cultivó los monólogos dramáticos; personajes imaginarios o reales, Napoleón III o Calibán, se muestran y se justifican.[30]​ Así, en el poema Browning habla por boca de una personalidad que él elige.[54]​ Los personajes suelen estar viviendo momentos cruciales de su vida: el joven que acaba de asesinar a su amante; el prelado renacentista que está a punto de morir; un falso vidente al que le acaban de descubrir sus mentiras. Todo ello da vigor y entusiasmo a sus propias revelaciones y justificaciones personales.[61]​ En este género triunfó plenamente, como demuestra su obra Pippa Passes (1841), incluida en la serie Campanas y granadas.[Nota 3]​ Siguiendo la línea marcada por Pippa Passes, aparece el volumen de Dramatic Lyrics (1842), en el que Browning se revela ―en la misma fecha que Tennyson― como un poeta de primer orden. Esta colección y la de Dramatic Romances (1845) contienen algunos monólogos, más o menos extensos, y buen número de composiciones, de carácter lírico narrativo o descriptivo, que, incluso las más sencillas, presentan un fondo dramático.[62]​ En 1850 escribió Víspera de Navidad y día de Pascua, y en 1855 apareció Hombres y mujeres,[56]​ que comprende no pocos monólogos dramáticos.[62]​ Los mejores poemas de Browning se escribieron entre 1845, año en que conoció a Elizabeth Barrett, y la muerte de esta en 1861, si bien la influencia de Elizabeth todavía se hace sentir en sus Dramatis Personæ (1864).[59]​ Con esta última termina esta serie de poemas y monólogos, que son probablemente lo mejor del arte y del pensamiento de Browning.[63]

Pero donde el esfuerzo de Browning aparece con magnitudes casi titánicas es en El anillo y el libro (1868-69),[63]​ en el que se entrelazan toda una serie de monólogos dramáticos hasta conseguir uno de los poemas más extensos de la literatura inglesa.[58]​ Diez personas distintas, entre las cuales están los protagonistas, el asesino y la asesinada, el presunto amante, el fiscal, el abogado defensor y el Papa, narran minuciosamente la historia de un crimen. Los hechos son idénticos, pero cada protagonista cree que sus acciones han sido justas.[64]​ En esta recreación tan brillante, en la que el caso del sórdido asesino es observado desde diez perspectivas distintas, podemos captar la energía de que Browning es capaz, su amor por lo grotesco, su vasta erudición, su entusiasmo y su sentido de la musicalidad. Por otra parte, hemos de decir que resulta largo; la vida moderna nos parece demasiado breve como para abordar un poema de quinientas páginas.[65]​ Con todo, hay que reconocer que los senderos históricos y psicológicos que explora en sus momentos álgidos son realmente estimulantes y fortalecedores por el arrojo y la confianza que transmiten. Y aunque el principal atractivo de Browning lo encontremos a nivel dramático y de caracterización de personajes, tampoco le falta impulso poético.[65]​ La acogida de El anillo y el libro supuso un triunfo para el autor, quien ahora, cerca de los sesenta años, por primera vez ocupaba su lugar correspondiente en la vanguardia de los hombres de letras vivos.[66]

El fuego poético no está apagado, sin embargo, y aún le quedan energías para producir algo selecto, como lo demuestran sus Idilios dramáticos (1879-80).[67]Asolando (1889) apareció el mismo día de su muerte.[56]​ La facilidad con que discurre su lírica nos demuestra que fue un maestro del verso, pero, en sus últimas obras, los efectos especiales, aunque concedían realismo a los poemas, los ponían en peligro de convertirlos en manieristas.[58]​ Sus poemas serían recopilados en dos volúmenes en el año 1896.[68]

Su filosofía de la vida se basaba en unas cuantas grandes verdades que repitió con toda clase de variantes: Dios, inmortalidad, optimismo, amor al mundo y a la vida. Se le ha llamado el poeta del hombre, y quizá sería más propio designarlo como el poeta de los hombres, pues su interés por la humanidad era, en el fondo, interés por la individualidad de la persona.[67]​ Si Browning no hubiera elegido el verso, sería un gran cuentista, no inferior a Conrad o a Henry James.[64]

El matrimonio compuesto por Browning y Elizabeth Barrett (1806-1861) se profesaba una profunda y recíproca admiración literaria. Durante los primeros años de matrimonio, Barrett era mucho más popular como poeta que Browning.[52]​ La obra de Barrett es esencialmente amorosa. Tanto ella como su marido fueron, en el sentido más elevado, poetas del amor.[69]

Los poemas de Elizabeth Barrett pueden dividirse en religiosos, sociales, políticos, íntimos y narrativos.[70]​ Había publicado una traducción del Prometeo encadenado de Esquilo y otros poemas a los veintiséis años; tenía veintisiete cuando apareció "Los serafines".[71]​ En 1838 apareció Los serafines y otros poemas.[72]​ El volumen tuvo buenas críticas, pero no fue popular, y no fue necesaria una segunda edición; de los poemas posteriormente famosos contenía tres, "La tumba de Cowper", "Mis palomas" y "La gaviota", el primero apasionado y los otros dos muy tranquilos, que un gusto refinado debería clasificar en un lugar elevado entre todas sus obras.[73]El llanto de los niños apareció en agosto de 1843 en el Blackwood's Magazine;[74]​ la publicación de esta obra le dio un gran impulso[75]​ a su fama. Fue sugerida por el informe de los comisionados designados para investigar el asunto de la explotación laboral de niños de corta edad.[76]​ Sus dos volúmenes de poemas (1844) aparecieron, seis años después de su anterior libro, bajo el título de Poemas de Elizabeth Barrett Barrett;[74]​ comprendían "El drama del exilio", "Visión de los poetas" y "El cortejo de Lady Geraldine",[75]​ una composición violenta.[74]​ Lo mejor de sus poesías íntimas está en los Sonetos de la portuguesa (1850),[70]​ el relato de su propia historia de amor, apenas disimulado por el título.[75]​ Los Sonetos de la portuguesa se encuentran entre los más bellos en lengua inglesa, y fueron escritos en secreto por Mrs. Browning antes de su matrimonio, si bien no serían mostrados a su esposo hasta mucho después.[76]​ En Florencia escribió Las ventanas de la Casa Guidi (1851) ―considerada por muchos como su obra más sólida―, bajo la inspiración de la lucha por la libertad de la Toscana.[75]​ La obra más ambiciosa de Barrett, Aurora Leigh, el más extenso y, tal vez, el más popular de sus poemas extensos, apareció en 1856.[75]​ La propia autora la define como "la más madura de mis obras, la única en la que se han registrado mis mayores convicciones sobre el trabajo y el arte".[77]​ Se trata de una especie de "novela" sociológica de asunto moderno, y se desarrolla a lo largo de nueve libros, en unos 11.000 versos blancos.[70]​ El poema está repleto de belleza desde la primera página hasta la última.[77]​ En 1860 publicó una recopilación de poemas bajo el título Poems before Congress.[75]

Mrs. Browning ha tenido lectores dignos de su genio. La princesa de los poetas, dice George MacDonald, es noble en concepto, suntuosa en expresión.[77]​ Barrett es generalmente considerada como la más grande poetisa inglesa. Sus obras están llenas de pensamientos tiernos y delicados, pero también fuertes y profundos. Sus propios padecimientos, combinados con su fuerza moral e intelectual, la convirtieron en adalid de sufridores y oprimidos allá donde los hallase. Su talento fue esencialmente lírico, si bien gran parte de su trabajo no se encuadra en este género. Sus puntos débiles son una difícil comprensión, un manierismo ocasionalmente un tanto molesto, y errores frecuentes tanto en el metro como en la rima. Si bien no es equiparable a su esposo en cuanto a la fuerza intelectual y a las cualidades poéticas superiores, su obra tuvo, como era de esperar dada una comparación de sus respectivos temas y estilos, una aceptación muy anterior y más amplia entre el público en general.[75]

El lugar de Elizabeth Barrett Browning en la literatura inglesa es elevado, si no está en la cima.[78]​ Rara vez tiene calma o reposo, pero no es cierto que su poesía sea puramente emocional. Esta está repleta de meditaciones en abundancia, e incluso en sobreabundancia. Resulta intelectualmente inquieta. No es suya la apasionada paz de la más grande poesía, tal como la de Wordsworth. Tampoco trata aparentemente de alcanzar esas cotas.[78]

Notable poeta y crítico eminente, Matthew Arnold (1822-1888) ocupa un lugar destacado entre los escritores victorianos.[79]​ Era hijo del famoso doctor Arnold de Rugby.[80]​ Su poesía, menos importante que su prosa, ha sido juzgada con severidad por Eliot. Arnold influyó positivamente en su generación; su distinción, su ironía y su urbanidad son indiscutibles.[81]​ Su obra poética es de menor volumen y amplitud temática que la de sus dos grandes contemporáneos, pero refleja más claramente que ellos la tragedia que el hundimiento de la fe representó para muchos hombres de aquel período.[79]​ Su poesía lleva un sello intelectualista, y ningún escritor representa más típicamente que él el carácter de la época victoriana en su contraste con el Romanticismo.[82]​ Al igual que su prosa crítica, su verso tiene también sus encantos y sus inhibiciones. Su pesimismo le impide embarcarse en creaciones audaces, y hasta terminar las que ha empezado. Tiene una gracia clásica, pero fría. "La gitana erudita" y "Thyrsis" (esta última una elegía en la muerte de su amigo Arthur Hugh Clough) son composiciones que revelan casi toda su alma, y las dos son eminentemente académicas. Por lo demás, se refugia en el recurso de personalizar sus ideas en otros, y por lo general las lleva aún más lejos que Tennyson y Browning: a las orillas del Mar Caspio en el sombrío "Sohrab y Rustum", o entre los antiguos escandinavos en "Baldur muerto" y "El tritón abandonado".[83]

Su primera publicación fue un poema premiado en Rugby, Alarico en Roma, en 1840.[80]​ Fue seguido, en 1843, por su poema Cromwell, que ganó el Premio Newdigate.[80]​ En 1849 publicó su primer libro de poesías,[84]The Strayed Reveller and other Poems (El juerguista descarriado y otros poemas),[85]​ un volumen que pronto fue retirado de imprenta,[84]​ pero que se ganó una considerable reputación esotérica.[80]​ No obstante, aunque incluía dos de sus mejores poemas, "El tritón abandonado" y "Micerino", resultaba demasiado desigual así como demasiado insignificante para producir mucho efecto.[86]​ En 1852 publicó otro volumen, Empédocles en el Etna y otros poemas.[80]​ Contenía, junto con algunos poemas líricos breves, dos poemas extensos, el dramático "Empédocles en el Etna" y el narrativo "Tristán e Isolda", que eran mucho más ambiciosos en su planificación y elaborados en su ejecución que cualquier cosa anteriormente intentada por Arnold. Ambos poemas poseían grandes atractivos; las canciones del arpista Calicles en "Empédocles…" son combinaciones extraordinarias de belleza pictórica con pasión lírica, y el canto tercero de "Tristán…" es una obra maestra de poesía descriptiva.[86]​ Contienen suficiente belleza para justificar por sí mismos una gran reputación poética, e iban acompañados por una serie de exquisitos poemas líricos, entre los cuales bastará con nombrar "Una noche de verano", "La juventud de la naturaleza", "La juventud del hombre", "Soledad" y "Hojas marchitas". El espíritu de estas composiciones puede ser descrito como intermedio entre Wordsworth y Goethe.[86]​ El volumen no obstante no consiguió ganarse la atención del público.[86]​ Tal vez sea "Empédocles" el poema menos dramático que jamás se haya escrito en forma dramática, pero está repleto de bellezas líricas de primerísimo nivel.[80]​ En 1853, Arnold publicó un volumen parcialmente consistente en poemas seleccionados de los dos libros anteriores:[80]Poems by Matthew Arnold, a new edition (Poemas de Matthew Arnold: nueva edición), precedido del famoso prólogo sobre la poesía. Esta vez Arnold firmaba la colección y se situaba entre los poetas más representativos de su época.[87]​ El nuevo volumen contenía los nuevos poemas "La gitana erudita" y "Requiescat", así como "Sohrab y Rustum". La última composición es un episodio del Shāhnāmé de Ferdousí, temáticamente noble y conmovedor, y tan sencillo en su perfecta unidad de acción que no deja espacio para la digresión, mientras que admite plenamente los adornos de la descripción y el símil elaborado.[86]​ En 1855 publicó Poemas: segunda serie,[88]​ que contenía, sin embargo, solo dos nuevos;[80]​ pero el más importante, "Baldur muerto", una epopeya en miniatura en verso blanco a la manera de "Sohrab y Rustum", era nuevo y casi tan grande como aquel, una obra maestra de noble patetismo y solemne narrativa.[88]​ Aunque lo intentase, Arnold no podría escribir poesía lírica sin un impulso lírico, tal como le vino cuando en noviembre de 1857 escribió "Rugby Chapel (La capilla de Rugby)" sobre la muerte de su padre, o cuando en 1859 celebró a sus fallecidos hermano y cuñada en "A Southern Night (Una noche meridional)", uno de sus más bellos poemas; o cuando escribió "Thyrsis" al morir su amigo Clough en 1861.[88]

"Thyrsis" y "A Southern Night" fueron publicados por vez primera en los Nuevos poemas de Arnold de 1867. Muchas otras composiciones que figuran en dicho volumen hacen evidente un declive de sus facultades no tanto por una elaboración inferior como por la creciente tendencia a la mera reflexión; una de las composiciones, "Saint Brandan", fue publicada por separado.[88]​ La actividad poética de Arnold casi cesó después de dejar la cátedra de Poesía en Oxford.[80]

La producción poética de Arnold alcanza notables cotas de belleza y una formalización impresionante, aunque tuvo problemas para conseguir una voz propia, quizá porque no le resultara fácil acomodarse al mundo victoriano.[89]​ Al releer sus obras encontramos numerosos pasajes memorables que creemos conocer desde siempre, pero con mucha frecuencia nos sorprende comprobar que dichos pasajes nos remiten a otros autores.[89]​ En él también escuchamos con intensidad la voz de otros poetas, sobre todo la de Keats. Y sin embargo, pocas veces nos viene a la cabeza una cita de Arnold que nos sorprenda por ser típicamente suya. Cuando se acerca al mundo moderno utiliza un tono de voz educado, nostálgico, arrepentido, no muy distinto al de Tennyson, pero con menor implicación personal. Incluso en su mejor poema, "Dover Beach (La playa de Dover)", que trata de la crisis religiosa, de cómo la fe va retirándose en una marea lenta, no nos sentimos personalmente angustiados. El poema no se centra en su propia experiencia, sino en lo que supone vivir en una época en la que la fe va desapareciendo.[89]​ Arnold no es el poeta de quienes luchan por mantener la fe, sino de quienes se esfuerzan por aceptar la pérdida de esa fe.[90]

No obstante la exquisita obra que Arnold ha dejado tras de sí, algunos críticos han llegado a la conclusión de que su impulso expresivo primario era el de un prosista de mentalidad poética más que el de un poeta nato. Y esto ha sido dicho por algunos que, no obstante, admiran profundamente poemas como "La gitana erudita", "Thyrsis", "El tritón abandonado", "La playa de Dover", "La tumba de Heine", "La capilla de Rugby", "La Grande Chartreuse", "Sohrab y Rustum", "El rey enfermo en Bujará", "Tristán e Isolda", etc.[21]

Su obra poética se caracteriza por su lenguaje puro, su pictórica vivacidad y su abrumador patetismo. La mayor parte de su poesía, que es también la más extensa, es sin duda inmortal.[91]​ Si hay un poema suyo en el que uno esperaría encontrar la aceptación gozosa de la vida al margen de cuestionamientos acerca de la civilización en la que el poeta se encuentra situado ―sus esperanzas, sus miedos, sus aspiraciones y sus fracasos (en resumen, cuestionamientos tales como aquellos que siempre afligieron el alma de Arnold)―, ese poema sería "La gitana erudita".[21]​ Las obras de Arnold sirvieron de inspiración temática para algunos de los poetas posteriores.[cita requerida] La primera edición completa de los poemas de Arnold fue publicada en 1869 en dos volúmenes, el primero de ellos consistente en poemas narrativos y elegíacos, y el segundo en poemas dramáticos y líricos.[92]

Los primeros versos de Sir Francis Hastings Doyle (1810-1888) aparecieron en Eton Miscellany. En 1834 publicó su primer volumen de poesía, titulado Versos misceláneos, que fue reeditado en 1840 con una serie de poemas adicionales. Estos primeros versos eran un tanto inmaduros, apareciendo varios de los mejores poemas, incluyendo "El nido del águila", "Mehrab Khan", "El regreso del cruzado" y "The Catholic", por primera vez en la segunda edición. En 1844 publicó Dos destinos, un poema que trata cuestiones sociales;[93]​ y en 1852 El funeral del duque, en memoria del Duque de Wellington. Durante los siguientes catorce años no publicaría nada; pero en 1866 publicó El retorno de los guardias y otros poemas.[93]​ Este volumen contiene casi todos sus mejores poemas, entre ellos uno o dos que habían aparecido en su anterior colección.[93]

La obra poética de Doyle resulta memorable por ciertas composiciones aisladas y enérgicas de alabanza a la fortaleza británica.[94]​ Y resulta notable sobre todo por su tratamiento de la balada, una forma de expresión utilizada por numerosos poetas ingleses, y particularmente por su autor favorito, Sir Walter Scott. Sin embargo, mientras que éstos habían hecho la balada arcaica tanto en temas como en expresión, Doyle la empleó para el tratamiento de acontecimientos contemporáneos.[93]​ Su método había sido seguido con éxito por escritores posteriores. Entre sus notables baladas se pueden mencionar "The Red Thread of Honor", que fue traducida al pastún y se ganó el favor entre los habitantes de la región fronteriza noroccidental de la India; "The Private of the Buffs"; "El perro del fusilero"; "La pérdida del «Birkenhead»" y "Mehrab Khan". Si bien la fama poética de Doyle descansa principalmente en sus baladas, mostró en poemas tales como "El platónico", "The Catholic" y "La muerte de Héctor", que sus facultades no se limitaban a una única modalidad. Al mismo tiempo, sería una impresión errónea no observar que la mayor parte de su obra resultaba vulgar y prosaica, y que aunque a menudo mostró un genuino sentimiento poético rara vez encontró la adecuada expresión para el mismo.[95]

Helen Selina Sheridan, condesa de Dufferin (1807-1867), era nieta del dramaturgo y poeta Richard Brinsley Sheridan. Compartía el talento familiar, y escribió una gran cantidad de poesía, siendo tal vez su composición más conocida El lamento del emigrante irlandés[96]​ (1845). Sus canciones y poesías fueron publicadas de forma anónima, datando las primeras de su infancia.[97]​ Algunos de sus más dulces versos estaban dirigidos a su hijo en sus cumpleaños; y fueron publicados en 1894, junto con otras cosas escritas por ella.[97]

En mayo de 1837, el semanario Weekly Dispatch publicó con las iniciales de la autora el poema The Old Arm Chair, de Eliza Cook (1818-1889). Este poema, con mucho el más popular de Eliza Cook, estaba inspirado por el afecto hacia su difunta madre.[98]​ Su segundo volumen, titulado Melaia and other Poems (Melaia y otros poemas), fue publicado en Londres en 1838 (reeditado en 1840 y 1845), y gozó de gran éxito tanto en Inglaterra como en América, donde se publicó una edición en Nueva York en 1844. El poema que daba título al volumen es un cuento oriental, cuyo tema es la fidelidad de un perro hacia su amo.[98]

No sería hasta 1864 que escribió nuevas poesías en el volumen titulado New Echoes and other Poems (Ecos nuevos y otros poemas). Mostraba un vigor debilitado, y no tuvo tanto éxito como sus obras anteriores.[98]​ A partir de entonces no publicaría nada más que unos pocos poemas en el Weekly Dispatch.[98]​ Su popularidad declinó, aunque recibiría royalties de sus editores casi hasta el final de su vida.[98]​ Como autora del poema The Old Armchair, el nombre de Eliza Cook habría de resultar familiar para una generación posterior a 1838 tanto en Inglaterra como en América.[99]​ Su poesía atraía muy fuertemente a las clases medias. Su fuerza radica en la sinceridad de su sentimiento doméstico, que está absolutamente desprovisto de afectación y, por otro lado, nunca degenera en lo empalagoso.[100]

Richard Monckton Milnes, Lord Houghton (1809-1885), fue político, poeta y un influyente mecenas literario. Se dijo de él que "conocía a todo el mundo a quien merecía la pena conocer en su país y en el extranjero".[101]​ Publicó dos volúmenes de poesía en 1838, y un tercero en 1840.[Nota 4]​ Sus poemas suscitaron cierto interés entre el público, y algunos de ellos se hicieron populares, especialmente cuando se les puso música.[102]​ En 1844 publicaría otras dos obras poéticas: Poems, Legendary and Historical (Poemas legendarios e históricos) y Palm Leaves (Hojas de palma).[103]​ Su poesía es meditativa y delicada; algunas de sus baladas se encuentran entre las más populares de su tiempo, y toda su obra se caracterizaba por su refinamiento.[104]​ A pesar de que no poseía la profundidad mental o la intensidad emocional que hacen a un gran poeta, sus versos son la obra de un hombre de vasta cultura, elegante y refinado, y algunos de sus poemas más breves ―tales como "El latido de mi corazón" y "Extraños a pesar de todo"― dieron con la tecla que les otorgó una amplia aceptación.[101]

En el historiador Thomas Macaulay (1800-1859) encontramos cierta incapacidad para la poesía. Sus Lays of Ancient Rome (Lais de la antigua Roma) y su Armada los conocen todos los niños de las escuelas por su vigorosa retórica y su habilidad prosódica, pero no enriquecen en nada la imaginación.[105]​ Las Lays of Ancient Rome aparecieron en octubre de 1842[106]​ con notable éxito. Los poemas "Ivry", publicado originalmente en el Quarterly Magazine de Knight, y "The Armada", inicialmente publicado en el Friendship's Offering en 1833, fueron añadidos en 1848.[107]

Ebenezer Jones (1820-1860) escribió una buena cantidad de poesía de mérito muy desigual, pero en su mejor momento muestra una verdadera vena poética.[108]​ Su obra principal fue Studies of Sensation and Event (1843),[108]​ cuya despiadada acogida parecía ser la última gota de la amarga copa de su vida.[109]​ Los defectos eran evidentes para todos, y cegaron incluso a los pocos que de otro modo podrían haber reconocido el ardor, la pasión y el pintoresquismo del autor.[110]​ Frustrado y desalentado, destruyó sus manuscritos.[109]​ Tres poemas escritos cerca del final de su vida (Himno invernal a la nieve, Cuando el mundo está ardiendo y A la muerte) muestran el espacio que su mente había atravesado en el período de silencio. Atrevidamente originales en su concepción, estas notables piezas resultan también casi perfectas en su expresión; más sorprendentes que las cosas más llamativas de Studies of Sensation and Event, y totalmente exentas de la cruda vehemencia de aquel malogrado libro.[111]​ La fama que estas y algunas de las composiciones de aquel primer volumen aportaron a su autor llegó demasiado tarde.[109]

No puede ponerse en cuestión el genio de Jones; sus debilidades eran las de la mayoría de los poetas jóvenes, especialmente los autodidactas; sus últimas producciones muestran que sus defectos se habían remediado ellos mismos gradualmente, y que no necesitaba sino fortaleza para haber ocupado un lugar destacado entre los poetas ingleses.[111]

Jean Ingelow (1820-1897) publicó tres volúmenes de poemas.[112]​ Los primeros años de su vida transcurrieron en Lincolnshire, y el efecto de los paisajes pantanosos resulta evidente en su poesía.[113]​ Su primer volumen, A Rhyming Chronicle of Incidents and Feelings (Crónica rimada de sucesos y sentimientos), publicado en 1850, suscitó escasa atención, aunque Tennyson encontró algunas cosas encantadoras en él.[113]​ No fue sino hasta la publicación de la primera serie de Poemas en 1863 cuando el público reconoció en Miss Ingelow a una poetisa de gran mérito. Contenía el poema titulado "The High Tide on the Coast of Lincolnshire, 1571 (Pleamar en la costa de Lincolnshire, 1571)", que por su seriedad y excelencia técnica constituye una de las más hermosas baladas modernas.[113]​ Una segunda serie de poemas apareció en 1876, y ambas series fueron reeditadas en 1879. Una tercera serie fue añadida en 1885. Escribió gran parte bajo la influencia de Wordsworth y Tennyson. Su poesía se caracteriza principalmente por su encanto lírico, su agraciada imaginación, su patetismo, su cercana y precisa observación de la naturaleza, y su simpatía hacia los intereses comunes de la vida. El lenguaje resulta invariablemente claro y sencillo. Es particularmente afortunada en el manejo de metros anapésticos.[113]​ En 1867, Ingelow publicó The Story of Doom and Other Poems, y entonces renunció por un tiempo a la poesía y se convirtió en una afanosa novelista.[114]

Sus poemas poseen a menudo el tono genuino de balada, y como escritora de canciones fue sumamente exitosa. "Sailing beyond Seas" y "When Sparrows build", de Supper at the Mill, estaban merecidamente entre las canciones más populares del momento; pero comparten con el resto de su obra los defectos de afectación y la pomposa fraseología.[114]​ Un falso arcaísmo y una asunción deliberada de sinónimos desconocidos e innecesarios para cosas sencillas se contaban entre sus más viciosos manierismos. En verso escribió, no obstante, con una dulzura que inspiraban su sensibilidad y su corazón.[114]

Aunque más conocido como novelista, George Meredith (1828-1909) comenzó escribiendo deliciosos poemas líricos fácilmente inteligibles, de entre los cuales el más memorable es sin duda "Amor en el valle",[115]​ incluido en su primer volumen. Sin embargo, la poesía de Meredith no se difundió entre el público inglés de su tiempo, y tampoco es muy conocida en nuestros días.[116]​ Era algo mayor que cualquiera de los prerrafaelistas, y aunque estuvo en contacto con ellos, su temperamento y su poesía son muy diferentes. Meredith es un poeta realista, y los amaneramientos, languideces y fogosidades de los prerrafaelistas no cabían en su arte.[117]​ Para él, la poesía debía expresar las realidades de la vida contemporánea, no mediante una simple descripción de costumbres, sino interpretando los nuevos modos de pensar y de sentir que, siendo auténticos, no hubieran encontrado aún expresión literaria. En este aspecto, Meredith y Thomas Hardy son dos poetas absolutamente modernos.[117]​ En el primer volumen de Meredith, Poemas (1851), quizá no haya nada completamente de primer nivel, pues "Love in the Valley (Amor en el valle)", tal como lo conocemos, fue reescrito en 1878. Pero el nivel general de resultado y belleza es alto; hay atrevimiento en los experimentos rítmicos sin rima del joven poeta.[118]​ El poemario se hizo merecedor de numerosos elogios,[118]​ entre ellos los de dos expertos cuya opinión resultaba de la mayor importancia para un principiante. Tennyson quedó impresionado de inmediato por el genuino sabor de sus versos,[119]​ y escribió que encontraba los de "Amor en el valle" muy dulces en sus labios. La quinina, tan distintiva de la poesía posterior de Meredith, llegaría más tarde.[118]Charles Kingsley sometió al volumen a una esmerada consideración, alabándolo por una riqueza y singularidad de tono que le recordaban a Herrick, por la integridad y coherencia en cada poema independiente, y por la animada dulzura y el vigor de su atmósfera general. Al mismo tiempo censuró la laxitud del ritmo, la ocasional carencia de lustre, y la tendencia a sobrecargar las descripciones con detalles objetivos en confusión con el efecto principal.[120]

El complejo análisis de los estados de ánimo, característico de sus novelas, posee también su contrapartida poética en Modern Love (1862),[121]​ generalmente considerada como su mejor obra poética.[122][Nota 5]​ Algunos de los "sonetos" individuales (de dieciséis versos) en los que se divide Modern Love son ciertamente dignos de ser clasificados dentro de la más sutil y más intensa obra poética del siglo XIX.[123]​ El libro incluía "Juggling Jerry", "El viejo cartista" y otros poemas reimpresos del Once A Week,[Nota 6]​ además de doce nuevos poemas.[124]

En enero de 1871, Meredith, cuyas simpatías hacia Francia se intensificaban, si bien en aquel momento admitía que la guerra era imputable a Francia y a su emperador, escribió para la Fortnightly[125]​ un poema defensivo más bien críptico: Francia, 1870, que formaría el núcleo de sus Odes in Contribution to the Song of French History (Odas como contribución al canto a la historia de Francia).[125]

La calidad literaria de Meredith debe ser considerada siempre a la luz del lado céltico de su temperamento y de las peculiaridades de su bagaje intelectual.[126]​ La supresión de las asociaciones conectivas con frecuencia otorga a su lenguaje, como ya sucediera con el de Browning, pero incluso en mayor medida, un aire de oscuridad impenetrablemente nebulosa. Esta crítica es aplicable principalmente a su poesía.[126]

Edwin Arnold (1832-1904), periodista y poeta, obtuvo en 1852 el premio Newdigate con un vistoso poema sobre El festín de Baltasar. Éste fue publicado de forma separada (1852) y al año siguiente también fue reeditado para formar la materia prima de un elegante volumen, Poemas narrativos y líricos (Oxford, 1853).[127]

De Edward Fitzgerald (1809-1883) podría decirse que fue un gran poeta menor.[64]​ Tiene un lugar entre los mayores poetas de aquel tiempo por virtud de una traducción: el Rubáiyát de Omar Khayyam.[128]Traductor e hispanista, desde 1850 dedicó su vida al estudio de las lenguas española y persa y de sus correspondientes literaturas. A sus estudios de lengua y literatura españolas se debe la traducción de ocho dramas de Calderón, versiones muy libres escritas en prosa o en verso blanco.[129]​ En 1853 lanzó al mercado el único libro al que vinculó su nombre: Seis dramas de Calderón, traducidos libremente por Edward FitzGerald[130]​ ―que contenía seis dramas menores―, y en 1865 se publicaron las traducciones de El mágico prodigioso y La vida es sueño.[129]​ Estas traducciones nunca han pretendido ser fieles reproducciones de los originales. Más bien tenían la intención de producir, en alguien que no pudiera leer el lenguaje del que fueron traducidos, algo del mismo efecto que el que transmiten los originales a los que están familiarizados con aquel.[130]​ Sus estudios persas lo llevaron primero a traducir en 1856 el Salámán y Absál de Jami. Después de esto se sintió atraído por el Mantiq al Tayr de Attar, y en 1859 había hecho del mismo una especie de traducción abreviada, a la que llamó El Lenguaje de los pájaros.[131]

En 1859 publicó anónimamente la breve obra que le daría fama imperecedera,[132]​ anteriormente referida. En el mundo en general, y en el círculo de los amigos personales de Fitzgerald, el poemario no parece haber atraído la atención en un principio.[133]​ Pero Rossetti lo descubrió en 1860, e inmediatamente le siguieron Swinburne y Lord Houghton. Los Rubáiyát se hicieron poco a poco famosos.[133]​ Omar Khayyam fue un distinguido astrónomo persa del siglo XI que, al margen de su obra matemática, dejó un centenar de coplas sueltas. Fitzgerald hizo con ellas un poema, traduciéndolas libremente y poniendo al principio las estrofas que se refieren a la mañana, a la primavera y al vino y, al fin, las que hablan de la noche, de la desesperación y la muerte.[134]​ Pocas veces en la literatura inglesa una traducción ha merecido, como en este caso, las consideraciones de una obra original.[135]​ La suave melancolía que se desprende de las estrofas y el estilo romántico fueron los elementos que Fitzgerald añadiría al original.[136]​ Trató con tanta libertad al poeta persa medieval, y puso en los versos aquel sentimiento de tristeza que su siglo tan bien conocía, que, aunque se trate de una traducción, el autor debe ser considerado como un artista, y uno de los más estimables, entre las figuras de su siglo.[136]​ De momento, el tomito de los Rubáiyát of Omar Khayyám, de Fitzgerald,[135]​ fue publicado en su primera edición con 75 poemas. En sus traducciones, Fitzgerald no pretendía tanto una mera reproducción literal del sentido del texto original como la reproducción de su efecto en el lector, y en esto resultó extraordinariamente exitoso.[137]​ La melodía de la poesía de Fitzgerald es tan exquisita, las reflexiones que reorganiza y ensarta son tan profundas, y la atmósfera poética general en la que empapa su versión es tan pura, que no es de sorprender la universal aprobación que el poema ha suscitado entre los lectores críticos.[133]

Robert Bulwer-Lytton (1831-1891), hijo de Edward Bulwer-Lytton (véase), fue, además de estadista (ejerció el cargo de Virrey de la India durante cuatro años), un poeta que escribió usualmente bajo el seudónimo de «Owen Meredith». Se consideraba a sí mismo más poeta que hombre de negocios; pero, pese a que poseía en gran medida algunas de las cualidades de un poeta, nunca obtuvo el reconocimiento del público o de la crítica.[138]​ La mayor parte de su primer volumen publicado fue compuesta antes de 1849.[139]​ En 1855 apareció su primer libro, Clitemnestra, El regreso del conde y otros poemas,[139]​ que fue seguido en 1857 por El vagabundo, un volumen de poemas líricos. Ambos suscitaron una muy considerable atención por su extraordinaria elocuencia y dominio del lenguaje poético, combinados con vívidas descripciones y toques de genuina imaginación. La forma, sin embargo, era demasiado imitativa.[139]​ No obstante, algunas composiciones de El vagabundo mostraban independencia de los modelos. En particular, "El rey Salomón y el ratón" y "El retrato" son narraciones admirables, sencillas, directas e impresionantes.[139]

En 1874 alcanzó una posición como poeta más singularizada que antes con sus Fables in Song (Fábulas cantadas); menos sublime en su propósito que algunas de sus anteriores obras, pero distintivamente suya, de un modo no prestado y enteramente adecuado, límpido y luminoso, elegante y familiar, una deliciosa mezcla de lo alegre y lo serio. Casi al mismo tiempo comenzó a escribir King Poppy, merecidamente su favorita entre sus propias obras;[140]​ aparecería finalmente después de su muerte.[140]​ Otras obras suyas son: Lucile (1860); Serbski Pesme, o canciones nacionales de Serbia (1861); Tannhäuser (en colaboración con Mr. Julian Fane,[Nota 7]​ 1861); Chronicles and Characters (1867); Orval, or The Fool of Time (1868).[141]

Lucile demostraba que la lengua inglesa era igual a la reproducción sustancial, en pareados anapésticos, de una novela francesa, y aunque algunos de los episodios y parte del léxico están reconocidamente tomados de la Lavinia de George Sand, los personajes son bastante diferentes, y la propia individualidad del poeta es más claramente evidente que en cualquiera de sus obras anteriores o que en varias de las posteriores.[139]​ El título de Serbski Pesme, remedos de canciones nacionales serbias, implica un solecismo, y por este y otros motivos las composiciones fueron atacadas con vehemencia rayana en la virulencia por Lord Strangford en la Saturday Review.[140]Chronicles and Characters, una serie de interpretaciones poéticas de hombres notables en coyunturas notables, desde la época de la mitología griega hasta los días de Richelieu, reta inevitablemente a una comparación con La leyenda de los siglos de Victor Hugo, comparación que inevitablemente no se sostiene.[140]Orval, or the Fool of Time es una obra de gran importancia por ser la única en la literatura inglesa representativa de la gran escuela polaca de poesía mística que surgió después (y tal vez en parte como consecuencia) de la extinción de la independencia polaca, si bien también abunda en bellezas poéticas.[140]

Frederick Locker-Lampson (1821-1895) publicó en 1857 su primera colección de poesía, London Lyrics, un pequeño volumen de noventa páginas, y el germen de toda su obra posterior. Ampliado o reestructurado en sucesivas ediciones, la última de las cuales data de 1893, este constituye su legado poético. En 1867 publicó la célebre antología titulada Lyra Elegantiarum, que contenía "algunos de los mejores especímenes de «vers de société» y «vers d'occasion» en lengua inglesa".[142]​ Como poeta pertenecía al coro que en poesía se ocupa más de lo alegre que de lo serio ―más de lo esmerado y ocurrente que de lo sublime o emotivo―. Su buen gusto lo mantuvo tan lejos de lo generalmente cómico por un lado como su bondadoso corazón lo protegió de lo puramente cínico por el otro. A algo de Prior, de Praed y de Hood, él añadió cualidades propias que dieron distinción a su obra.[143]​ Admiraba mucho la destreza métrica de Barham. Su principal empeño, decía, era evitar la planitud y el tedio, cultivar la franqueza y la sencillez tanto en el lenguaje como en la idea, y preservar la singularidad sin excentricidad ni afectación. En esto alcanzó el éxito. Su obra resulta siempre pulcra y clara, moderada en su arte y refinada en su tono;[142]​ a un ingenio que rivaliza con el de Praed, y una ligereza digna de Prior, con frecuencia une un toque de patetismo que recuerda la voz de Hood. Su obra maduró a medida que él se hacía viejo, y se alejó más de sus primeras muestras.[142]

London Lyrics, el único volumen de poesía original de Locker, ha aparecido en numerosos formatos desde su primera publicación en 1857.[144]​ Locker preparó en 1882 un volumen suplementario, impreso de forma privada, titulado London Rhymes.[144]

William Johnson Cory (1823-1892) ocupa un lugar permanente y excepcional entre los letristas ingleses como cantor del afecto de un profesor por sus alumnos.[145]​ Su principal obra poética es Ionica, que contiene poemas en los que mostraba un verdadero talento lírico.[146]​ La primera edición de esta obra, publicada de forma anónima en 1858, desapercibida en un principio, pronto llegaría a ser buscada y atesorada, y en la actualidad se encuentra entre las más preciadas editio prínceps modernas. Una nueva edición ampliada fue reeditada en 1891. En composiciones como "Anteros" y "Mimnermo en el templo", el brillo emocional y la patética ternura se mezclan con indescriptible encanto. En los poemas escritos posteriormente, y publicados junto con el original de Ionica en 1891, Cory abandona el terreno en que se mueve con ventaja y aparece meramente como versificador elegante y melodioso. Practicó la composición poética en latín y griego con un gusto y una destreza consumados; los versos originales que acompañan a su Lucretilis, una "introducción técnica al arte de escribir versos líricos latinos" (1871), fueron declarados por H. A. J. Munro[Nota 8]"los mejores y más horacianos, sáficos y alcaicos desde que Horacio dejó de escribir".[147]

Roden Noel (1834-1894) publicó en 1863 su primer volumen de poesía, Behind the Veil, and other Poems.[148]​ Su siguiente libro, Beatrice, and other Poems (1868), con una fuertemente marcada influencia de Shelley, generó mayores expectativas. Como los que le seguirían, se caracterizaba por su elevado propósito y su refinada emotividad.[148]​ Sus obras incluyen, además de las mencionadas: The Red Flag and other Poems (La bandera roja y otros poemas, 1872).[148]

James Wills (1790-1868) publicó en 1831 en Dublín The Disembodied and other Poems;[149]​ en 1845 publicó Esbozos dramáticos y otros poemas.[149]​ En 1868, poco antes de su muerte, publicó El idólatra y otros poemas, que, como los Esbozos dramáticos de fecha anterior, consistía en una recopilación de aportaciones dispersas a varias publicaciones periódicas. Su poesía no carece de mérito; las composiciones más breves rezuman un fuerte espíritu de patriotismo irlandés de la mejor especie.[149]​ Sus poemas son enérgicos, y en ciertos casos muestran considerables cualidades dramáticas.[150]​ Algunos de los más ambiciosos muestran gran parte del poder dramático que heredaría su hijo, William Gorman Wills.[151]

James Clarence Mangan (1803-1849), humilde poeta irlandés criado en un ambiente de pobreza, contribuyó con versos de muy diverso mérito a una serie de periódicos irlandeses, y con traducciones del alemán al Dublin University Magazine.[152]​ La tendencia mística de la poesía alemana poseía un atractivo especial para él. Escogía poemas que estuvieran en sintonía con su propio temperamento melancólico, y en este campo hizo muchas cosas que resultaron excelentes.[153]​ Sus facultades poéticas fueron consideradas por algunos críticos como suficientes para haberle hecho conquistar el primer puesto entre los poetas irlandeses; pero sus hábitos irregulares y destemplados le impidieron alcanzar una firme excelencia. Lo mejor de su obra, generalmente inspirada en las miserias de su país, se eleva a menudo a un alto nivel de fuerza trágica, y de haber sido la pujanza de su carácter igual a su talento poético es difícil decir hasta qué niveles podría haber llegado.[154]​ En 1834 apareció su primera contribución al Dublin University Magazine, y en la misma revista se sucedería una gran cantidad de prosa y poesía, siendo la mayoría artículos sobre poesía alemana con traducciones. Publicó también numerosas piezas que él pretendía eran traducciones del turco, persa, árabe y copto. Ignoraba totalmente esos idiomas, pero sus muchas lecturas de libros sobre el Oriente le permitieron dar un colorido oriental a su poesía. Tampoco sus adaptaciones de poesía irlandesa estaban elaboradas partiendo directamente de los originales, pues ignoraba el irlandés, y dependían de traducciones en prosa hechas para él[155]​ por terceros.

Mangan fue probablemente el más grande de los poetas irlandeses de nacimiento, a pesar de que sus méritos han sido exagerados por alguno de sus editores. Sus traducciones y paráfrasis resultan notablemente enérgicas, y su dominio del lenguaje no es menos notable que su desenvoltura con las rimas y su oído para la melodía.[156]

Durante algún tiempo tras su muerte no hubo una edición adecuada de sus obras, pero la Antología alemana (1845) y Los poetas y la poesía de Munster (1849) habían aparecido en vida del autor.[153]​ Treinta de las baladas de Mangan fueron publicadas en Romances y baladas de Irlanda, de Hercules Ellis (Dublín, 1850). Una edición incompleta de sus poemas, editada por Mitchel,[Nota 9]​ apareció en Nueva York en 1859.[156]​ Otras selecciones aparecieron posteriormente, notablemente una (1897) de Miss L. I. Guiney.[Nota 10][153]

Su poesía, imbuida de ternura, patetismo y fuerza metafórica, es muy poco conocida.[157]​ De sus composiciones distintivamente irlandesas, tal vez las más conocidas sean su "Dark Rosaleen" y su "Lamento por los príncipes de Tyrone y Tirconnell".[157]​ Mangan ocupa un puesto cumbre entre los poetas irlandeses, pero su fama quedó diferida por la desigualdad y el volumen de su obra, gran parte de la cual yace sepultada en inaccesibles archivos de periódicos bajo sus numerosos seudónimos: «Vacuus», «Terræ Filius», «Clarence», etc. De su genio, aunque a veces resulta morboso, como en su trágica balada autobiográfica "The Nameless One", no puede haber ninguna duda. Expresó con sinceridad nada frecuente la tragedia de las ilusiones y aspiraciones irlandesas, y suministró abundantes pruebas de su versatilidad en sus excelentes versos disparatados, que están en extraño contraste con la tendencia general de su obra.[153]

Sir Samuel Ferguson (1810-1886), poeta y anticuario irlandés, publicó en 1834 una versión en metros ingleses de The Address of O'Byrne's Bard to the Clans of Wicklow (Alocución del bardo O'Byrne a los clanes de Wicklow), The Lament over the Ruins of Timoleague Abbey (Lamento sobre las ruinas de la abadía de Timoleague), The Fair Hills of Holy Ireland (Las bellas colinas de la sagrada Irlanda) y The Forester's Complaint; y en 1836 The Fairy Thorn y Willy Gilliland.[158]​ Fue colaborador del Blackwood's Magazine, en el que apareció su más célebre poema, "The Forging of the Anchor (La forja del ancla)", y uno de los principales promotores del renacimiento gaélico en la literatura irlandesa.[159]​ "La forja del ancla" es una de los mejores baladas modernas.[160]​ En 1865 publicó un volumen de poemas reunidos, Lays of the Western Gael (Lais de la Gaélica occidental); en 1872 Congal, un poema épico en cinco libros; y en 1880 un tercer volumen de Poemas, principalmente sobre temas tomados de la literatura irlandesa.[158]Congal, una narración en metros sobre la era heroica de Irlanda, es con todo, aunque lejos de la perfección ideal, tal vez la tentativa más exitosa hecha por un poeta irlandés moderno para revivificar el espíritu del pasado en un poema de proporciones épicas.[160]

Como poeta es digno de recuerdo en Irlanda, para la cual se esforzó mucho por crear una poesía moderna partiendo de los añejos cuentos de héroes y santos e historias de lugares irlandeses.[158]​ No estaba perfectamente familiarizado con la lengua irlandesa, y tal vez esto explica el hecho de que, mientras que a veces daba a las historias más belleza de la que les restaba, pierde algo de la realidad de la vida antigua, y parece hablar de una escena sombría, y no de los hechos reales de hombres y mujeres. Varios de los poemas de su experiencia propia resultan admirables, y gozarán probablemente de una popularidad permanente en Irlanda. La "Elegía en la muerte de Thomas Davis", "Willy Gilliland" y "Lines on the Liffey in Mesgedra" no son impecables, pero resultan bellos poemas con un genuino aire irlandés.[158]

En julio de 1842 Thomas Osborne Davis (1814-1845), Duffy y Dillon[Nota 11]​ fundaron el periódico The Nation, cuyo primer número apareció el 15 de octubre.[161]​ Gran parte de su éxito se debió a los emocionantes poemas nacionalistas que aparecían de vez en cuando en sus páginas. Un gran número de ellos fueron aportados por Davis, quien, hasta el lanzamiento de The Nation, no había escrito un verso en su vida.[161]​ El Lamento de Owen Roe O'Neill fue publicado en el sexto número, y fue seguido por una serie de poemas líricos ―La batalla de Fontenoy, The Geraldines, Máire Bhán a Stoír y muchos otros― que ocupan un lugar elevado en la poesía nacional irlandesa.[162]​ Parece casi increíble que una balada como El saqueo de Baltimore (el último poema que escribió Davis) debiera haber sido la obra de una mano casi inexperta. Máire Bhán a Stoír, La flor de Finae y Mi sepultura son excelentes ejemplos de su sensibilidad y patetismo, mientras que The Geraldines y Fontenoy están llenos de genuino fervor y sentimiento patrióticos.[161]​ Los Poemas de Davis fueron recopilados y publicados después de su muerte, y constituyeron uno de los volúmenes de la «Biblioteca irlandesa» de Duffy en 1846.[163]

Aubrey Thomas De Vere (1814-1902) fue autor de numerosos libros de poesía;[164]​ comenzó su carrera como poeta publicando en 1842 Los valdenses y otros poemas, un volumen que contenía algunos sonetos y poemas líricos que en la actualidad tienen su lugar en antologías modernas. La búsqueda de Proserpina y otros poemas apareció en 1843, mereciendo el poema que da título al volumen los elogios de Landor.[165]​ Esta obra lo hizo amplia y favorablemente conocido como escritor de poesía, elegante, refinado y fluido.[166]​ A sugerencia de Pío IX escribió Villancicos de mayo, himnos a la Virgen y a los santos (1857), con una introducción que explica su conversión.[167]​ Siempre interesado en las leyendas y la historia de Irlanda,[167]​ en 1861 comenzó una serie de poemas sobre temas irlandeses: Inis Fáil, El niño nupcial, Odas irlandesas, etc.[164]Inis Fáil, una crónica lírica de Irlanda (1862) ilustra los anales irlandeses de seis siglos.[167]​ Su poesía se caracteriza por un sublime tono ético, su poder imaginativo y su grave majestuosidad expresiva.[164]​ Es intelectual, digna e imaginativa, pero algo demasiado alejada del pensamiento y el sentimiento familiares como para lograr una amplia aceptación. Discípulo de Wordsworth desde el principio, tenía predilección por los temas pintorescos y románticos. Lo mejor de su obra está en sus poemas sobre viejos temas irlandeses, y en sus sonetos, algunos de los cuales como "The Sun-God" y "Sorrow" alcanzan un alto nivel de ejecución.[167]​ Su obra poética gozó de buena aceptación en América.[167]

Al igual que muchos de sus jóvenes contemporáneos, Denis Florence MacCarthy (1817-1882) se adhirió al movimiento por la derogación, y en 1843 comenzó a contribuir a The Nation con una serie de poesías políticas, con la firma de «Desmond».[168]​ Después de editar Poetas y dramaturgos de Irlanda y el Libro de las baladas irlandesas (1846), con ensayos introductorios sobre la historia y la religión de los irlandeses y sobre la poesía de baladas, en 1850 apareció su primer volumen de poemas propios, Baladas, poemas y canciones; y en 1857 se publicaron The Bell-founder y Under-glimpses. Dos odas suyas han sido publicadas: Oda a la muerte del conde de Belfast (1856) y El centenario de Moore, impresa de forma privada (1880).[168]

El primer volumen de William Allingham (1824-1889), titulado simplemente Poemas, publicado en 1850 con una dedicatoria a Leigh Hunt, sería sin embargo retirado en poco tiempo, y su siguiente proyecto, Day and Night Songs (Canciones del día y de la noche) (1854),[169]​ un volumen que contiene muchas encantadoras canciones,[170]​ aunque reproducía muchos de los primeros poemas, estaba en una escala mucho más modesta. Su indudable éxito justificó la publicación de una segunda edición el año siguiente, con la adición de una nueva composición principal, "The Music Master", un poema idílico que había aparecido en el volumen de 1850, pero que había sido sometido a tantas modificaciones que casi se había convertido en una nueva obra. También fue añadida una segunda serie de Canciones del día y de la noche.[171]​ En 1864 apareció Laurence Bloomfield en Irlanda,[171]​ un poema narrativo considerablemente extenso en pareados heroicos, que evidencia un cuidadoso estudio de Goldsmith y Crabbe, y es considerado por el propio autor como su obra más importante. Ciertamente fue la más ambiciosa, y su escaso éxito entre el público solo puede atribuirse a la inherente dificultad del tema.[171]​ Se trata de un poema ilustrativo de cuestiones sociales irlandesas,[170]​ que sigue siendo la epopeya del latifundismo filantrópico irlandés, y su falta de estimulante interés queda en buena medida redimida por su riqueza de admirables descripciones, tanto del hombre como de la naturaleza.[171]​ En 1865 publicó Cincuenta poemas modernos, seis de los cuales habían aparecido en colecciones anteriores. Del resto, las más importantes son composiciones de interés local o nacional. A excepción de Canciones, baladas y relatos (1877), básicamente consistente en reediciones, publicó poca poesía más hasta la recopilación definitiva de sus obras poéticas en seis volúmenes (1888-93).[171]​ Allingham mantuvo una estrecha amistad con Dante Gabriel Rossetti, quien contribuyó a la ilustración de sus Canciones….[170]​ Su poesía es clara, fresca y elegante.[172]​ A pesar de trabajar en una escala nada ostentosa, Allingham produjo una gran cantidad de excelente poesía lírica y descriptiva, y sus mejores composiciones son totalmente nacionales en espíritu y colorido local.[170]​ Otras obras suyas son: Evil May Day (1883), Blackberries (1884), Canciones y poemas irlandeses (1887).[172]

Aun sin estar situado entre los más destacados de su generación, Allingham es, en su mejor momento, un excelente poeta, sencillo, claro y elegante, con una singularidad inconfundible aunque no llamativa en exceso. Lo mejor de su obra está concentrado en sus Canciones del día y de la noche.[171]​ El empleo del irlandés coloquial sin "hibernicismos" convencionales fue en su momento una novedad digna de mención.[173]​ El resto de la obra poética de Allingham está en un nivel inferior.[173]

John Francis Waller (1810-1894) merece ser mejor recordado como escritor de poesía, y especialmente como autor de canciones, muchas de las cuales, musicalizadas por Stewart y otros compositores, alcanzaron una amplia aceptación. Algunas fueron traducidas al alemán. Las más conocidas tal vez sean "Las voces de los muertos", "Cushla ma Chree" y "La canción del vaso". De esta última, Richard Monckton Milnes dijo que era una de las mejores "canciones de borrachera" de la época. Waller también escribió la Oda imperial para la Exposición de Cork (1852), y una oda sobre La edificación del campanario del Trinity College, que junto con otras composiciones del mismo género fueron publicadas en 1864 como Odas ocasionales.[174]

Alfred Perceval Graves (1846-1931) jugó un papel destacado en el resurgimiento de las letras irlandesas.[175]​ Es el autor de la famosa balada del Padre O'Flynn[175]​ ―recogida en su libro El padre O'Flynn y otros poemas líricos irlandeses (1889)― y de muchas otras canciones y baladas. En colaboración con Sir C. V. Stanford publicó Canciones de la vieja Irlanda (1882) y Canciones y baladas irlandesas;[175]​ los aires de sus Canciones tradicionales irlandesas (1897) fueron arreglados por Charles Wood,[Nota 12]​ con quien también colaboró en Canciones de Erin (1901).[175]​ Otras obras suyas son: Canciones de Killarney (1872) y Cancionero irlandés (1894).[176]

Tras residir durante una temporada en Burdeos, John Sterling (1806-1844) escribió en 1837 su poema The Sexton's Daughter (La hija del sacristán), muy al estilo de Wordsworth, que fue publicado en 1839 junto con diversos Poemas.[177]​ Al mismo tiempo, estableció una vinculación con el Blackwood's, en el que aparecerían composiciones en prosa más singularmente originales. De entre ellas, la más meritoria es The Palace of Morgana (El palacio de Morgana), uno de los más hermosos poemas en prosa. La más elaborada es The Onyx Ring (El anillo de ónice),[177]​ un romance que muestra una marcada influencia alemana, y tal vez por este motivo aceptable para Carlyle, quien aparentemente es idealizado en él como el personaje de «Collins», mientras que Hare[Nota 13]​ figura como «Musgrave».[177]​ Estos textos resultaron extraordinariamente prometedores frente al fiasco de sus proyectos más importantes.[178]

The Election: a Poem in seven books (La elección: poema en siete libros), analizado y en conjunto no desaprobado por Carlyle, apareció en 1841; se trata de una agradable exposición de la comicidad de una elección, un tanto al modo de Crabbe, cómico sin ser ridículo, y ligada a una bonita historia.[179]​ De los ocho cantos de Richard Cœur de Lion (Ricardo Corazón de León), un "poema serio-cómico orlandiano u odiseico" escrito en octavas siguiendo el modelo de Berni, solo tres han sido publicados. Aparecieron en el Fraser's tras la muerte del autor, y por su humor y facultades narrativas merecen los elogios que Carlyle les otorga.[179]

Es probablemente en su poesía donde a la larga descansará la reputación de William Bell Scott (1811-1890). Blake y Shelley fueron sus principales modelos, y la amistad de Rossetti fue un estímulo continuo para él. Pero carecía de la intensidad y el genio artístico de Rossetti. Era fundamentalmente escocés y, a pesar de la amplitud de sus inclinaciones afectivas, su mejor poesía es mística y metafísica antes que romántica.[180]​ Publicó cinco volúmenes de poesía, incluyendo Hades y The Year of the World, y numerosos sonetos hermosos, una forma poética en la que sobresalió.[181]​ Destaca notablemente su volumen de Poemas, de 1875, ilustrado con grabados suyos y de Alma-Tadema.[182]​ Bell Scott será recordado principalmente por su conexión con el círculo de Rossetti.[182]

En 1848, el poeta Thomas Aird (1802-1876) preparó para imprenta una edición recopilatoria de sus poemas, que consolidó enormemente su reputación. Muchos de ellos apelaban a los instintos religiosos de sus compatriotas, y otros mostraban una extraña inventiva. Pero los extensos poemas narrativos carecen de trama y estructura, y su interés es por lo tanto deficiente.[183]​ Con todo, la obra gozó de una gran aprobación. Carlyle dijo que encontraba en ellos "un aliento saludable como la brisa de las montañas".[184]

W. E. Aytoun (1813-1865), poeta humorístico, se convirtió en colaborador habitual del Blackwood's Magazine en 1836, y continuaría su relación con dicho medio hasta su muerte.[185]​ Su primera publicación ―un volumen titulado Polonia, Homero y otros poemas, en el que expresó su ávido interés por el Estado de Polonia― había aparecido en 1832.[186]​ En él eran ya evidentes las cualidades de su posterior estilo.[187]​ Entre 1841 y 1844 trabajó conjuntamente con Sir Theodore Martin[Nota 14][187]​ en una serie de ligeros textos humorísticos sobre los gustos y disparates de la época, en los cuales se intercalaban los versos que más tarde se harían populares como las Baladas de Bon Gaultier (1855),[186]​ que adquirieron una popularidad tan grande que fueron requeridas trece amplias ediciones de la obra entre 1855 y 1877.[187]​ Fue durante este período cuando Aytoun comenzó a escribir[187]​ la obra sobre la que descansa principalmente su reputación como poeta: las Lais de los caballeros de Escocia (1848).[186]​ La obra caló tan hondo entre el público que de ella aparecieron no menos de veintinueve ediciones.[187]​ En 1854 escribió el poema dramático[188]Firmiliano: una tragedia espasmódica,[186]​ bajo el seudónimo de «T. Percy Jones», destinado a satirizar a un grupo de poetas y críticos, incluyendo a Gilfillan, Dobell, Bailey y Alexander Smith.[185]​ Estaba, sin embargo, tan lleno de imaginación y fino movimiento rítmico, que su propósito fue malentendido, y lo que pretendía ser una caricatura fue interpretado como poesía seria. En 1856 Aytoun publicó Bothwell, un monólogo poético que trata de la relación entre el héroe y María, reina de los escoceses. Contenía numerosos pasajes hermosos, y fueron publicadas tres ediciones del mismo. En 1858 publicó, en dos volúmenes, una colección de Baladas de Escocia, cuidadosamente cotejada y anotada, de la cual han sido publicadas cuatro ediciones, la última en 1860.[188]

Tras abandonar el oficio clerical, el reverendo George MacDonald (1824-1905) se dedicó a la literatura,[189]​ y en 1855 publicó su primer libro, Within and Without, un poema cuyo primer borrador había sido escrito en el invierno de 1850. Se trata de una tragedia poética sobre el amor conyugal y la incomprensión. En el ardor de sus aspiraciones religiosas, muchos versos recuerdan a los primeros poemas de Browning, en especial a Pauline, aunque sin la oscuridad de Browning. El libro se ganó el aprecio de Tennyson y la intensa admiración de Lady Byron.[190]​ Un volumen de Poemas publicado en 1857 consolidó la reputación de MacDonald.[190]​ Más tarde se pasaría a la ficción narrativa.[189]​ Pero MacDonald era por encima de todo un poeta.[191]​ Su poesía resulta acogedora y directa, y está marcada por el fervor religioso y la sencillez.[192]

La ardiente fe y la seguridad dogmática de Christina Rossetti y Coventry Patmore no orientaron la vida del infortunado James Thomson (1834-1882), que firmaba «B. V.», «Bysshe Vanolis», en honor a sus modelos Percy Bysshe Shelley y Novalis.[193]​ Su vida mísera y solitaria y su temperamento profundamente pesimista influyeron decisivamente en su obra: los elementos tristes y sombríos de la vida londinense se entrelazaban en las metáforas de sus poemas.[194]​ Bajo el auspicio de Charles Bradlaugh, a la sazón editor del London Investigator, Thomson se dio a conocer al público como escritor, si bien en realidad su primera publicación fue en el Tait's Edinburgh Magazine en julio de 1858, bajo el seudónimo de «Crepusculus».[195]​ Fue el National Reformer el medio donde aparecerían (en 1863), entre otras creaciones de James Thomson, los poderosos y sonoros versos de To our Ladies of Death (A nuestras damas de la muerte).[195]​ En 1869 disfrutó de la que ha sido descrita como su "única aparición estimable en una sociedad literaria respetable", con la aceptación en el Fraser's Magazine de su extenso poema Sunday up the River (Un domingo río arriba), por consejo, según se dijo, de Charles Kingsley.[195]

Thomson es principalmente conocido por un largo y desesperanzado poema, The City of Dreadful Night (La ciudad de la noche espantosa, 1874),[196]​ sin duda su obra maestra. Se trata de una extensa composición profundamente pesimista,[197]​ un gran poema de sólida estructura y profundo simbolismo,[194]​ en la que Thomson vuelca su desesperanza y sus desengaños.[193]​ Gracias principalmente al empeño de su amigo y admirador, Bertram Dobell,[198]​ Thomson conseguiría finalmente publicar, en 1880, su primer volumen, The City of Dreadful Night, with some other poems, seguido unos meses más tarde por un segundo volumen de poesía:[194]El relato de Vane y otros poemas. El primero de ellos, el libro más célebre de Thomson,[198]​ llamó inmediatamente la atención de forma considerable.[198]

Lo mejor de su obra fue escrito entre 1855 y 1875La maldición de una ciudad (1857); A nuestras damas de la muerte (1861); Weddah y Om-el-Bonain y La diosa desnuda (1866-67); La ciudad de la noche espantosa (1870-74)―.[198]

Muchos de sus poemas líricos, serios o desenfadados, son hermosos de un modo conmovedor.[194]​ Shelley, Dante, Heine y Leopardi fueron sus principales modelos literarios; su maduro estilo resulta, en su austera concisión, menos shelleyano que dantesco.[194]​ En sus poemarios predominan los poemas breves, descriptivos o interpretativos de la vida contemporánea; de amor y alegría; poemas de nostalgia, o de desilusión.[193]La ciudad de la noche espantosa le valió el reconocimiento de George Eliot, George Meredith, Philip Bourke Marston y otros insignes autores.[194]​ Los llamativos contrastes del carácter de «B. V.» ―un espíritu valiente y afable unido a una insoportable melancolía; pretensiones espirituales unidas a una comprensión realista de los hechos; un ardiente entusiasmo por la democracia y el libre pensamiento junto con una obstinada incredulidad en el progreso humano― se advierten claramente en sus escritos, que están iluminados aquí y allá con destellos de brillante alegría, pero que son en general oscuramente pesimistas.[194]​ Su obra posee un cierto poder melancólico que la hace distintivamente notable.[197]

A las obras de James Thomson ya mencionadas cabe añadir el volumen póstumo titulado A Voice from the Nile, and other Poems (Una voz desde el Nilo y otros poemas, 1884).[198]​ Este volumen contenía muchas cosas interesantes, pero nada que acrecentara la reputación de Thomson. Si se trarara de señalar la afinidad literaria más evidente del autor de La ciudad de la noche espantosa, uno podría aventurarse a sugerir que James Thomson era un hermano menor de De Quincey. Si tiene una afinidad inequívoca con algún escritor, es con el autor de Suspiria de Profundis; si miramos más allá, tal vez podríamos discernir vagos prototipos en Leopardi, Heine y Baudelaire. Pero, al fin y al cabo, Thomson ocupa un lugar tan único como poeta que el esfuerzo de clasificación resulta prescindible. Lo suyo no era pesimismo literario, ni fingida melancolía. El poema "Insomnia" es un capítulo biográfico inconfundible; y en "Mater Tenebrarum" y otros fragmentos de sus escritos son frecuentes los pasajes de autorrevelación. Las virtudes de la poesía de Thomson son su poder imaginativo, su sombría intensidad y su sonora musicalidad; a estas características cabe añadir, en sus composiciones más ligeras, una mezcla tipo Heine de extraño regocijo, patetismo e ironía cáustica.[198]​ Sus defectos son una cierta monotonía en los epítetos, el nada infrecuente uso de mera retórica y verbosidad, y tal vez una predominante carencia de sentido formal; además de, ocasionalmente, una vulgar imprudencia expresiva, como en fragmentos de El relato de Vane.[198]

David Gray (1838-1861) hizo varios experimentos métricos ―algunos de ellos al estilo de Keats, y uno a la manera del método dramático de Shakespeare―, y después se centró en la composición de su poema idílico The Luggie.[199]​ Enfermo de consunción, y ante la expectativa de una muerte prematura y de unas esperanzas frustradas,[200]​ escribió una serie de sonetos, con el título genérico de In the Shadows (En las sombras).[199]

La mayoría de sus poemas muestran forzosamente trazas de inmadurez, y con frecuencia pueden encontrarse en ellos versos que son meros ecos de Thomson, Wordsworth o Tennyson, pero poseen, no obstante, una inequívoca singularidad y muestran una verdadera apreciación de la belleza natural.[201]The Luggie, el principal poema de Gray, es una especie de ensoñación en la que las escenas y los hechos de su infancia y sus tempranas ambiciones se entremezclan con la música del arroyo al que celebra.[201]​ El poema contiene muchas hermosas descripciones;[200]​ con su sentido de la belleza natural, y su promesa de poderío didáctico y descriptivo, constituye la principal reivindicación de Gray como poeta.[199]​ Pero su genio alcanzó su máxima expresión en la serie de 30 sonetos que lleva por título In the Shadows. Rezuman un espíritu de la más profunda melancolía, que la esperanza no alivia.[200]​ La serie posee, sin la menor mácula de morbosidad, una belleza conmovedora y solemne en armonía con las circunstancias en que fueron escritos.[202]​ Casi todos contienen una referencia directa o indirecta a las fases de la naturaleza exterior, y dan evidencia de una riqueza imaginativa y sentimental subyacente, de un genuino y vigoroso poder conceptivo, y de un talento para la expresión musical lúcida y sólida, pero sutil y sensible, que aparentemente solo requería haber sido suavizada por el tiempo y la experiencia para haber modelado una poesía que le hubiera otorgado un nombre perdurable en la literatura inglesa.[202]​ Estos sonetos resultan sustanciosamente notables, y varios de ellos son afortunados en su estructura y expresión. The Luggie and Other Poems apareció por vez primera en 1862.[199]

El poeta David Wingate (1828-1892) estuvo trabajando en los pozos de carbón cercanos a Hamilton desde los nueve años. Publicó Poemas y canciones (1862), que fue acogido favorablemente y seguido por Annie Weir (1866).[203]Lily Neil apareció en 1879, seguido por Poemas y canciones (1883) y Poemas escogidos (1890).[203]

Robert Williams Buchanan (1841-1901) fue un poeta, novelista y dramaturgo inglés de origen escocés. Influido por Peacock escribió lo que él llama sus "poemas pseudoclásicos",[204]​ que integraron su primera obra, una colección de poemas, Undertones (1863),[205]​ que tuvo cierto éxito.[205]​ Este volumen "tentativo" fue seguido por Idilios y leyendas de Inverburn (1865), Poemas de Londres (1866) y Costa Norte y otros poemas[206]​ (1867), en los cuales mostraba aptitud para la narrativa poética y percepción comprensiva de las condiciones de vida más humildes.[206]​ Sus London Poems cimentaron su reputación como escritor gráfico de narrativa poética cuyas simpatías con la vida de los humildes eran profundas.[207]​ En estos poemas narrativos se encuentra, en líneas generales, el mejor Buchanan, si bien ensayaría una más ambiciosa travesía en El libro de Orm: un preludio a la épica, un estudio del misticismo que apareció en 1870.[206]​ Estas obras le dieron una reputación cada vez mayor y suscitaron grandes esperanzas en su futuro[205]​ como poeta. En 1874 apareció una recopilación de sus poemas en tres volúmenes, y aunque fue criticada por sus irregularidades, mejoró su situación. Le seguiría en 1877 Balder the Beautiful, un poema ambicioso pero pesado, recibido con indiferencia.[207]Baladas vivaces como "The Starling" (en London Poems), "Phil Blood's Leap" y "Wedding of Shon McLean" (en Ballads of Life, Love, and Humor, 1882) impresionaron poderosamente al común de los lectores. "The Wedding" apareció originalmente en el Gentleman's Magazine (julio de 1874).[207]​ A partir de entonces, Buchanan no abandonó la poesía, pero publicaría menos.[207]​ Un poema épico, The City of Dream (La ciudad de los sueños, 1888), el principal poema de sus últimos años, ejemplifica su vena mística y su amor por la mitología.[207]​ Los poemas de Buchanan fueron recopilados en un volumen único en 1884, y como Obra poética completa (dos volúmenes, 1901). Entre sus poemas también cabe mencionar: The Drama of Kings (El drama de los reyes, 1871); St. Abe and his Seven Wives (Saint Abe y sus siete esposas), un vívido cuento de Salt Lake City, publicado de forma anónima en 1872;[206]The Outcast: A Rhyme for the Time (1891) y El judío errante (1893).[206]​ Estos dos últimos iban dirigidos contra determinados aspectos del cristianismo.[205]​Buchanan escribió demasiado y de manera demasiado variopinta para lograr los mejores resultados, pero su talento lírico era firme.[208]

De formación autodidacta, el poeta Alexander Anderson (1845-1909) llegaría a dominar el alemán, el francés y el español lo suficiente como para leer las principales obras maestras en estas lenguas. Pronto se manifestó su vena poética, la cual era genuina aunque de alcance algo limitado,[209]​ y en 1873 se publicó su primer libro, A Song of Labour and Other Poems (Un canto al trabajo y otros poemas). Posteriormente publicaría The Two Angels and Other Poems (Los dos ángeles y otros poemas, 1875).[210]​ Viajó a Italia, pero la serie de sonetos En Roma no registra las impresiones producidas por la experiencia italiana: son el producto de la imaginación del obrero ferroviario que, cuando los publicó (en 1875), apenas había salido de su condado natal.[210]​ Su siguiente proyecto, Songs of the Rail (Canciones del ferrocarril, 1878), estaba compuesto en gran parte de poemas ferroviarios de las dos colecciones anteriores. Baladas y sonetos (1879), publicado por Macmillan, contenía también una selección de los volúmenes anteriores junto con nuevas composiciones.[210]​ A partir de entonces, escribió poco.[209]​ Generalmente, escribía bajo el sobrenombre de «Surfaceman»,[209]​ en referencia a su oficio de operario de mantenimiento ferroviario.

La obra poética de Anderson muestra poderío lírico, generoso sentimiento y vívida perspectiva, así como un dominio de la métrica y unas dotes literarias que serían dignas de mención en un escritor de educación liberal y en un entorno culto.[211]​ Sus logros más característicos fueron como "poeta laureado del ferrocarril" (a la manera de las Baladas de Pike County[Nota 15]​ o de Bret Harte) y de la vida infantil en los hogares escoceses humildes. En sus poemas más conocidos, la lengua vernácula del suroeste de Escocia es empleada con brío y discreción. Pocas antologías de poemas escoceses carecen en la actualidad de uno o dos de «Surfaceman», y varios de los poemas ferroviarios e infantiles son popularmente recitados.[211]

William Sharp (1855-1905), poeta y literato escocés, debía su peculiar predilección por lo celta a las historias y canciones de su niñera de las Highlands o a las estancias de tres o cuatro meses al año en las costas de las Tierras Altas occidentales.[212]​ Pasó una temporada en Australia y finalmente regresó a Escocia decidido a "ser poeta y escribir sobre la Madre Naturaleza y sus misterios más ocultos".[212]​ Durante su vida fue conocido únicamente por una serie de obras poéticas y críticas de gran mérito, aunque no excepcional.[213]

En 1882 apareció un volumen de poemas, The Human Inheritance (El legado humano), que obtuvo cierto reconocimiento.[214]​ En 1884 publicó un segundo volumen de poesía, Earth's Voices (Voces de la Tierra), vívidamente impresionista, pero un tanto prolijo.[214]​ También publicó Romantic Ballads and Poems of Fantasy (Baladas románticas y poemas de fantasía, 1888),[214]​ elocuentemente imaginativos pero carentes de acabado.[214]

En Roma escribió Sospiri di Roma, una serie de poemas impresionistas no rimados en métrica irregular, impresos en 1891 para difusión privada.[214]​ También coordinó la publicación en América de sus Baladas románticas y de Sospiri di Roma en un volumen, bajo el título de Flower o' the Vine (Flor de la vid) (Nueva York, 1892).[214]

Si bien su obra reflejaba la influencia del antiguo paganismo celta, estaba principalmente teñida de un extático culto a la naturaleza y reflejaba la insistente viveza y rareza de los sueños.[215]

Conviene tener en cuenta la poetización de las experiencias religiosas de Arthur Hugh Clough, John Keble, John Henry Newman y demás miembros del Movimiento de Oxford.[Nota 16][79]John Keble (1792-1866) fue clérigo, poeta y teólogo. En 1833, su famoso sermón sobre "La apostasía nacional" dio el primer impulso al Movimiento de Oxford, del que fue considerado, junto con Pusey y tras la marcha de Newman a la Iglesia de Roma, como su líder.[216]​ Consideraba la poesía como una válvula de escape para alguna emoción sobrecargada, o alguna imaginación plena, o algún imaginativo remordimiento, que no habían encontrado su vía natural de salida en la vida y en la acción.[217]​ En 1846 publicó otro libro de poemas, Lyra Innocentium.[216]​ En 1847 apareció el único volumen completo de sermones de Keble publicado en vida del autor. Se titulaba Sermones académicos y ocasionales, y pretendía principalmente, como indica el prefacio, evitar que los clérigos siguieran el ejemplo de Newman.[218]​ Este volumen contiene el famoso sermón assize sobre "La apostasía nacional", que Newman siempre consideró "el punto de partida del Movimiento de Oxford". Es a la vez singularmente sencillo y completamente valiente y franco.[218]​ Tras su muerte aparecieron doce volúmenes de Sermones parroquiales.[216]​ Sus poemas, si bien en modo alguno poseen idéntico mérito literario, se caracterizan generalmente por su delicado y genuino sentimiento poético, y por su lenguaje refinado y a menudo extremadamente alegre; y resulta ser una prueba de la fidelidad a la naturaleza con la que sus temas son tratados el hecho de que el libro se haya convertido en un clásico religioso con lectores muy alejados del punto de vista eclesiástico del autor y de su línea general de pensamiento.[216]​ Keble ejerció una enorme influencia espiritual sobre su generación.[216]

En cuanto a la obra poética de John Henry Newman (1801-1890), el autor alcanzaría gran popularidad, especialmente después de que fuera musicado por Elgar el monólogo dramático del alma abandonando el cuerpo en la hora de la muerte, titulado The Dream of Gerontius,[219]​ así como "Lead Kindly Light", que compuso en 1833 en un viaje de Palermo a Marsella.[219]​ Durante una gira por Europa escribió la mayoría de sus poemas breves, entre ellos "Lead Kindly Light", que fueron publicados en 1834 bajo el título de Lyra Apostolica;[220]​ algunos de los poemas incluidos en el volumen fueron escritos con anterioridad, y uno o dos en un período posterior, pero la mayoría fueron compuestos durante dicho viaje.[221]​ Publicó ocho volúmenes de sermones parroquiales (Oxford Sermons, 1828-1853),[222]​ que le sitúan en primera fila entre los predicadores ingleses,[220]​ y el poema The Dream of Gerontius[220]​ (1865). Cuando se publicaron aquellos, se dijo de ellos que "superan a todos los demás sermones del mercado como los relatos de Scott superan a todos los demás". No eran polémicos; y hay poco en ellos a lo que la teología católica pondría reparos.[223]​ En su tono resultan severos y con frecuencia melancólicos, como si fueran la expresión de un espíritu aislado.[224]​ Como poeta poseía inspiración y un genuino poder. Algunos de sus más tempranos y breves poemas, no obstante un característico elemento de ferocidad e intolerancia en uno o dos casos, son descritos por R. H. Hutton[Nota 17]​ como "inigualables por la magnificencia de su idea general, su pureza de gusto y su brillantez de efecto total"; mientras que el último y más extenso, El sueño de Geroncio, es generalmente reconocido como la más venturosa tentativa de representar el mundo oculto que se ha hecho desde los tiempos de Dante.[225]

La carrera de Arthur Hugh Clough (1819-1861) fue mucho menos brillante de lo que se esperaba.[90]​ Con todo, siquiera de manera intermitente, sus poemas ofrecen una fuerza, un coraje y una efervescencia mucho más atractivos para el lector actual que la melancolía reinante.[90]​ Estuvo inicialmente bajo la influencia de Newman,[226]​ y adquirió el más vivo interés por las controversias teológicas de la época. El resultado en su caso fue un abandono gradual de su credo inicial.[227]​ Posteriormente se convirtió en un escéptico.[226]​ Nunca se mostró amargo hacia la Iglesia de su infancia, pero llegó a considerar sus dogmas como imperfectos e insostenibles.[227]​ Había perdido la fe, es verdad, pero nunca dejó de interesarse por la religión. En The Last Decalogue (El último decálogo), versión de los diez mandamientos adecuada a una época basada en el rendimiento económico, quebranta la hipocresía de la piedad victoriana.[90]​ De su lucha con este mundo sin Dios surge en ocasiones una vitalidad sorprendente, una sensación de tranquilidad, incluso de victoria, por coyuntural que esta sea.[228]​ En el Oriel College de Oxford llevó grupos de lectura, uno de los cuales le sugirió[227]​ el poema homérico-pastoral The Bothie of Tober-na-Vuolich (1848), escrito en hexámetros[226]​ y pleno de socialismo, humorismo de los grupos de lectura y paisajes escoceses.[229]​ Su pensamiento heterodoxo en aquel momento había entrado en conflicto con la ortodoxia requerida en su labor académica, lo que le obligó a renunciar a esta; la sensación de alivio que esta renuncia le supuso se manifestó en textos literarios optimistas a la par que reflexivos, y publicó poemas tanto nuevos como antiguos.[229]​ Así, Ambarvalia (1849), publicado conjuntamente con su amigo Thomas Burbidge, contiene poemas breves de diversas fechas desde 1840 (o anteriores) en adelante.[229]​ En Roma, en 1849, escribió Amours de Voyage (Amores de viaje), una novela corta en verso.[226]​ Su último poema extenso, el Dipsychus, fue escrito en un viaje a Venecia en 1850.[230]​ Se trata de una sátira más bien irregular.[229]​ Cabe destacar también los idilios que componen Mari Magno, o relatos de a bordo[229]​ (1861). Sus poemas, aunque repletos de delicadas y sutiles meditaciones, son, a excepción de algunos poemas líricos breves, deficientes en su forma, y los hexámetros que empleó en The Bothie… resultan a menudo toscos, aunque tal vez utilizados tan eficazmente como por cualquier escritor de poesía en inglés.[226]​ Clough fracasó en llevar a cabo cualquier proyecto extenso, y su poesía resulta deficiente en forma y acabado; con todo, para las mentalidades congeniales posee un encanto mayor que el de mucha poesía de superior refinamiento y elaboración más exquisita.[230]​ Aunque Clough fue, hasta cierto punto, un discípulo de Wordsworth, muestra la originalidad de un verdadero genio en sus descripciones de paisajes y en su tratamiento de los grandes problemas sociales y filosóficos de su tiempo. Si bien algunos contemporáneos mostraron mayor destreza artística, nadie ofreció mayores indicios del poder de revestir el lenguaje poético de una reflexión seria.[230]​ Algunos de sus mejores poemas líricos poseen una intensidad melódica que iguala a su profundidad reflexiva.[229]​ No obstante, era justamente considerado, al igual que su amigo Matthew Arnold, como uno de los poetas ingleses más característicos de mediados del siglo XIX.[229]​ Su poesía lleva a cuestas la melancolía y la perplejidad de una época de transición.[229]​ En el aspecto técnico, la obra de Clough resulta interesante para los estudiosos de la métrica, debido a los experimentos que llevó a cabo, en The Bothie y otras, con hexámetros en inglés y otros tipos de versos formados sobre la base de modelos clásicos.[229]​ Clough vino a tender un puente entre la primera etapa de la época victoriana y algunos de los poetas victorianos más tardíos, caracterizados por su cinismo, su exuberancia, por admitir una tierra cada vez más fría y un cielo cada vez más vacío.[231]

Henry Alford (1810-1871) publicó, en febrero de 1833, su obra lírica inaugural, Poemas y fragmentos poéticos,[232]​ volumen que sería posteriormente reeditado con adiciones, conjuntamente con un poema extenso, La escuela del corazón, en 1835.[233]​ Con posterioridad, en 1841, publicó, junto con otros poemas nuevos,[232]​ otro pequeño volumen titulado El abad de Muchelnaye, con sonetos, etc.[233]​ Una colección de Salmos e himnos suyos apareció en la primavera de 1844.[232]​ Dos de sus numerosos himnos, el himno a la cosecha "Come, ye thankful people, come", y el himno bautismal "In token that thou shalt not fear", se han ganado una muy alta posición.[233]​ En momentos puntuales hizo buena su reivindicación de ser considerado como uno de los más sutiles y tiernos de entre los poetas religiosos menores de Inglaterra.[232]

Bajo el título de El año de la plegaria, Alford publicó en 1866 un libro de devoción familiar; y en 1867, una colección de himnos originales titulada El año de la alabanza, obras poco pretenciosas pero que popularizaron ampliamente el nombre del autor.[232]​ Su última efusión poética de considerable extensión fue The Children of the Lord's Prayer, que apareció en 1869.[232]

El deán Alford fue un hombre tan consumado como cualquiera de su generación; e indiscutiblemente habría llegado a ser una eminencia mucho mayor de lo que jamás logró ser en poesía, oratoria, música, pintura, teología o en la literatura en general, si hubiese aspirado a sobresalir solo en una o dos de esas artes o ciencias, en lugar de esforzarse por brillar en todas ellas por igual.[232]

La pobreza, la carencia durante muchos años de un hogar fijo y una muy mala salud contribuyeron a ahondar las opiniones religiosas[234]​ de Dora Greenwell (1821-1882). Miss Greenwell comenzó su carrera como escritora con la publicación de un volumen de poemas en 1848.[234]​ Fue bien acogido, y seguido en 1850 por otro volumen, Historias que podrían ser ciertas, con otros poemas. Un tercer volumen apareció en 1861, y de este se publicó una edición ampliada en 1867. Su siguiente volumen de poemas se tituló Carmina Crucis (1869).[234]​ Posteriormente publicó Songs of Salvation (Canciones de salvación, 1873), The Soul's Legend (La leyenda del alma, 1873) y Camera Obscura (1876), todas obras poéticas.[235]

La poetisa y filántropa londinense Adelaide Anne Procter (1825-1864) comenzaría en 1853 una prolongada vinculación con Household Words entregando algunos poemas bajo el nombre de «Mary Berwick». Dickens, el editor, era amigo de su padre, y ella optó por el anonimato porque no deseaba beneficiarse de su amistosa parcialidad. Aquel dio su visto bueno a aquellas poesías y publicó muchas de ellas ignorando su origen.[236]​ Todos sus poemas fueron originalmente publicados en Household Words o en All the Year Round, excepto dos en el Cornhill y dos en Good Words.[236]

Miss Procter, si bien no era una gran poetisa, poseía un don para el verso, y se expresaba con distinción, encanto y sinceridad. Se apropiaba de poco o nada, y mostró el mejor provecho en sus poemas narrativos. "La historia del ángel", "La leyenda de Bregenz", "La leyenda de Provenza", la "Historia de un alma fiel", se encuentran en numerosas antologías poéticas.[236]​ Sus poemas fueron publicados en los Estados Unidos, y también traducidos al alemán. En 1877 la demanda de poemas de Miss Procter en Inglaterra superaba la de los de cualquier escritor vivo a excepción de Tennyson.[236]

Anne Ross Cousin (1824-1906) es célebre por su himno The sands of time are sinking (Las arenas del tiempo se hunden), escrito en Irvine en 1854.[237]​ El original se componía de diecinueve estanzas y apareció por primera vez en The Christian Treasury en 1857, bajo el encabezamiento Last Words of Samuel Rutherford.[237]​ El estribillo del himno daría título al libro de Mrs. Cousin Immanuel's Land and other Pieces (1876; segunda edición revisada en 1896). Sus siguientes himnos más populares son O Christ, what burdens bowed Thy head[238]​ y King Eternal! King Immortal, que ha sido musicalizado y cantado con frecuencia en grandes festivales corales.[238]

Dos poetas religiosos, protegidos de Bridges, fueron Richard Watson Dixon (1833-1900), conocido también como historiador de la Iglesia, y Digby Mackworth Dolben (1848-1867). Lo mejor de Dixon son sus poesías líricas breves.[239]​ Publicó siete volúmenes de poesía.[240]​ Su primer poemario publicado, titulado Christ's Company, había aparecido en 1861, y un segundo, Odas históricas, le seguiría en 1863. Estos primeros poemas de Dixon se distinguen por no poco del colorido y la imaginación, y también por algo de la excentricidad, que marcaron las primeras obras de la escuela prerrafaelita.[241]​ Los poemas del primer volumen, aunque en gran parte sobre temáticas religiosas, no son estrictamente poesía religiosa; son obras de una pintoresca imaginación más que de sentimiento devocional. Las Odas históricas muestran un avance en sencillez, y un poder constructivo de las odas, que Dixon posteriormente llevaría aún más lejos. Las odas sobre Wellington y Marlborough están muy bien escritas, y merecen más atención de la que han recibido.[241]​ Pero no fue hasta 1883 que atrajo una atención sobresaliente con Mano, un poema histórico en terza rima, que fue elogiado con entusiasmo por Swinburne. Completaría este éxito con tres volúmenes impresos de forma privada: Odas y églogas (1884), Poemas líricos (1886) e Historia de Eudocia (1888).[242]​ En 1892 Dixon publicó un poema en latín, Carmen elegiacum in obitum Edwini Hatch, D.D. Los últimos poemas de Dixon son los mejores. Crecían hasta el final en sencillez y fuerza intelectual. Sus postreras canciones poseen algo de la franqueza y de la calidad musical e imaginativa de Blake. Las odas "On Conflicting Claims" y "On Advancing Age", y la que lleva por título "The Spirit Wooed", pueden ser consideradas sus obras maestras;[243]​ pero él nunca alcanzaría una popularidad general como poeta, estando el atractivo de su poesía directamente dirigido al erudito. Gran estudioso de la historia, sus estudios en esa dirección dieron colorido a gran parte de su poesía. La atmósfera romántica está notablemente preservada en Mano, un exitoso ejercicio métrico en la difícil terza rima. Sus poemas característicos poseen encanto y melodía, sin introducir ninguna nota o variedad rítmica nuevas. Es contemplativo, sobrio y afinado en la ejecución literaria, un típico ejemplo de la escuela de Oxford.[242]​ Los Poemas escogidos de Dixon fueron publicados en 1909 con una semblanza biográfica del autor escrita por Robert Bridges.[242]​ Dolben murió demasiado joven para cumplir lo que sus versos prometían.[239]

Tras escribir Sing-Song (canciones de cuna) en 1872, la poetisa Christina Rossetti (1830-1894) se dedicó principalmente a la composición de obras de edificación religiosa, metódicamente meritorias, pero escasamente relevantes para ser literatura. Alcanzaron, no obstante, una amplia difusión, y probablemente hicieron más por popularizar el nombre de la autora de lo que un segundo Goblin Market podría haber conseguido.[Nota 18][244]​ En 1890 la S.P.C.K.[Nota 19]​ publicó un volumen de su poesía religiosa.[245]

La «escuela espasmódica» debe su denominación al profesor Aytoun,[Nota 20]​ quien parodió su estilo en Firmiliano. El epíteto, sin embargo, se lo aplicó por primera vez Carlyle a Byron. La escuela incluye a George Gilfillan, Philip James Bailey, John Stanyan Bigg, Dobell, Alexander Smith y, según algunos críticos, Gerald Massey. Se caracterizaba por una tendencia subyacente al descontento con el enigma de la existencia, por un empeño estéril, una lucha sin recompensa, una desazón escéptica, y por un esfuerzo inquieto en pos de lo inalcanzable. En consecuencia, reflejaba fielmente cierta fase del pensamiento del siglo XIX. Las creaciones de la escuela están marcadas por un exceso de metáforas y una habitual extravagancia lingüística. Por otro lado, muestran una frescura y una originalidad a menudo ausentes en obras más convencionales.[246]

Thomas Hood (1799-1845), humorista y poeta, fundó una revista y la dirigió desde su lecho de enfermo, del que nunca se levantaría,[247]​ y en el que compuso poemas, muy pocos en número, pero inmortales en la lengua inglesa, tales como "Song of the Shirt (Canción de la camisa)" (que apareció de forma anónima en el número navideño de Punch de 1843), "The Bridge of Sighs (El puente de los suspiros)" y "Song of the Labourer (Canción del jornalero)", que aprovecharon los profundos intereses humanos de la época, y los transportaron desde el terreno de la filosofía social hacia los más sublimes dominios de la imaginación. No son expresiones clamorosas de ira ante las discrepancias y los contrastes de la humanidad, sino sencillos, solemnes cuadros de las condiciones de vida, cuya existencia no podían negar ni el político ni el moralista, y que éstos están imperativamente llamados a remediar. La mujer, en su vida desaprovechada, en su muerte apresurada, se presenta en ellos apelando a la sociedad que la degrada, con una combinación de elocuencia y poesía, de formas artísticas a la vez instantáneas y permanentes, y con gran energía y variedad métricas.[247]​ En el New Monthly Magazine apareció Miss Kilmansegg, tal vez su obra maestra dentro de su más característico estilo propio. Un éxito aún mayor alcanzaría la "Canción de la camisa".[248]​ En 1844 recopiló algunas de sus composiciones recientes en un volumen titulado Whimsicalities (Caprichosidades), ilustrado por Leech.[Nota 21][248]​ Como prueba de la seriedad con la que consideraba la vocación literaria, cabe mencionar que solía transcribir sus poemas en caracteres impresos, creyendo que tal proceso le permitía entender mejor sus propias peculiaridades y defectos.[249]​ Sus poemas fueron editados por el canónigo Ainger en 1897.[248]

Como poeta en el sentido más convencional y restringido era elegante, grácil y sensible, pero no muy potente. Como humorista era exuberante y estaba dotado de una facultad perfectamente excepcional de jugar con las palabras. Como poeta es un discípulo nada indigno de Lamb y Hunt; como humorista se asemeja a Barham,[Nota 22]​ con menos opulencia de invenciones grotescas, pero con un patetismo para el que Barham era un extraño. En sus dos poemas más famosos, la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", este patetismo está casi separado del elemento humorístico en el que comúnmente va incrustado, y el resultado son dos de los más raros logros de la poesía contemporánea.[250]

Teniendo en cuenta las circunstancias de presión bajo las que escribió, no es de extrañar que gran parte de su obra fuera efímera y estuviera por debajo de sus facultades, pero en su particular línea de humor es único, mientras que sus poemas serios están imbuidos de imaginación y genuino patetismo. Algunos de ellos, como la "Canción de la camisa" y "El puente de los suspiros", resultan perfectos en su género.[251]

Thomas Cooper (1805-1892) fue un destacado cartista desde 1840 y en los años posteriores fue uno de los líderes de la facción más extremista entre los cartistas.[252]​ En 1842-43 fue acusado de sedición y conspiración,[253]​ y condenado a dos años de prisión. La mayor parte de ese tiempo la pasó en la cárcel de Stafford,[253]​ donde escribió algunos cuentos y El purgatorio de los suicidas, una epopeya política en diez libros, escrita en estancias spenserianas. El poema es una representación poética de los ideales del movimiento radical, y las circunstancias y motivaciones de algunos de los más famosos suicidios de la historia son utilizados como contexto moral y político de la obra.[253]​ Gracias a la ayuda de Douglas Jerrold[Nota 23]​ la obra apareció en 1845.[254]​ Alcanzaría una tercera edición en 1863.[253]​ En 1856 renunció súbitamente a las doctrinas de libre pensamiento que durante tantos años había sostenido.[254]​ Las Obras poéticas reunidas de Cooper fueron publicadas en Londres (1877).[253]

En 1855, Ernest Charles Jones (1819-1869) publicó el volumen El día de la batalla y otros poemas, del cual Landor escribió: "Byron lo habría envidiado, Scott lo habría aplaudido". Sus canciones políticas, de las cuales las mejores son la "Canción de los pobres", la "Canción de los jornaleros", la "Canción del esclavo de la fábrica" y la "Canción de las clases pobres", muestran un poderío lírico considerable, y fueron sumamente exitosas.[255]​ En 1857 publicó La rebelión del Indostán, supuestamente escrito en prisión, en 1848 y 1849, con su propia sangre sobre las hojas sueltas de un devocionario rasgado, e impreso de forma privada en 1850; en 1859 escribió Corayda y otros poemas.[255]​ Como poeta poseía una gran aptitud lírica.[255]

Joseph Skipsey (1832-1903), el poeta minero, que trabajó en las minas de carbón desde los siete años, no tenía estudios, pero pronto aprendió a leer y escribir.[256]​ En 1859 publicó un volumen de Poemas, del cual no parece haberse conservado copia alguna.[256]​ Durante los últimos treinta años de su vida, publicó varios volúmenes de poesía,[257]​ incluyendo Poemas, canciones y baladas (1862); El niño minero y otros poemas líricos (1864); Poemas (1871) y Un libro de poemas líricos misceláneos (1878).[256]​ Siguieron Villancicos de las minas de carbón (1886) y Canciones y poemas líricos (1892). La obra publicada de Skipsey pronto recibió elogios de los críticos perspicaces.[256]Oscar Wilde comparó sus Villancicos de las minas de carbón con la obra de William Blake.[256]

Los poemas de Skipsey eran principalmente líricos, y muestran la influencia de Burns y Heine. Lo mejor de su obra está en las poesías inspiradas por su experiencia como minero. Adquirió el hábito de revisar cuidadosamente su trabajo, pero no pudo vencer la innata aspereza de su lenguaje.[258]

Entre la poesía menor de la época victoriana no debemos olvidar la masa de buenos versos humorísticos que encontraron salida en las páginas del Punch y de otras publicaciones cómicas.[259]​ Los tres tipos de humor ―el disparate, la parodia gruesa y la sugestión sutil― tuvieron exponentes valiosos. La crema del despropósito se encuentra en el Book of Nonsense (Libro de los disparates)[259]​ (1846) de Edward Lear (1812-1888),[Nota 24]​ que Ruskin situó en primer lugar en una lista de cien libros placenteros de la literatura contemporánea, un juicio respaldado por niños anglohablantes en todo el mundo.[261]​ La paradójica originalidad y la destreza artística ostentosamente maleducada de sus numerosos libros de disparates le valieron una fama más universal que sus obras serias.[261]

Desde 1866, el comediógrafo W. S. Gilbert aportó excelentes versos cómicos a la revista Fun, con ilustraciones humorísticas hechas por él mismo, bajo la firma de «Bab».[262]​ La primera balada ilustrada fue General John (1 de junio de 1867). A partir de esta fecha se convertirían en un rasgo habitual del magacín.[263]​ Una selección de estos poemas líricos, en los que la destreza artesanal combina una estimulante sátira sobre el carácter engañoso de las apariencias con los incontenibles disparates de un Lewis Carroll, fue publicada en 1869 de forma independiente bajo el título de Bab Ballads (Baladas de «Bab»), y fue seguida por More Bab Ballads (Más baladas de «Bab»)[262]​ (1873). Las Baladas de «Bab» cimentaron la reputación de Gilbert como un caprichoso humorista poético.[263]​ Pero Gilbert también buscó efectos paródicos gruesos en los libretos de sus famosas óperas cómicas. Son ingeniosos por las rimas, convincentes por la lógica y desconcertantes por las consecuencias. El verso no está vestido con la belleza de los de Aristófanes ―cuyas comedias son lo que más se le parece―, pero la música de Sullivan les da una gracia muy subida. No solo es la perfección de la música ligera y humorística, sino la resurrección del genuino arte inglés de la melodía.[264]

Charles Stuart Calverley (1831-1884), poeta y traductor; padre literario de lo que podría llamarse escuela universitaria del humor;[265]​ brillante como erudito, músico y orador, es tal vez más conocido como uno de los más grandes parodistas.[266]​ Sus parodias y otras coplas humorísticas ya lo habían hecho famoso entre sus compañeros de estudios cuando su talento se dio a conocer al mundo por vez primera con la publicación de Versos y traducciones en 1862.[267]​ Calverley fue uno de los hombres más brillantes de su tiempo; y, si hubiera gozado de salud, podría haber llegado a sobresalir en cualquier carrera que eligiera.[265]​ Su legado señala solo una pequeña porción de su talento, pero sus versos chispeantes y danzantes, que han tenido muchos astutos imitadores, aún no tienen rival en su propio estilo. Su humor estaba iluminado por el buen carácter; sus sátiras eran perspicaces pero benévolas.[265]​ Imbuido del espíritu clásico, introdujo en la creación de poesía ligera el pulimento y la elegancia de los grandes maestros, e incluso en su humor más caprichoso, sus versos se elevan al nivel de la poesía gracias a la excelencia salvadora del estilo.[265]​ Su poder imitativo, combinado con su ágil ojo para lo ridículo, hicieron de él tal vez el mejor parodista en su idioma. Su destreza intelectual, su lúdico humor y su agudo ingenio lo sitúan en primera fila entre los modernos escritores de los géneros poéticos más ligeros.[267]​ Es maestro de la parodia sutil y de las sorpresas ingeniosas tanto en versos en inglés como en versos latinos. Ha tenido muchos imitadores en la parodia, pero sus impresiones de Tennyson, Browning, Rossetti y Tupper son particularmente vivas y durarán tanto como sus fuentes. Calverley coloca la idea o el epíteto incongruente en sus versos ligeros con un arte que tuvo por padre a Horacio.[268]​ El ingenio de Calverley era sentido común refinado; no era un místico, y dirigía sus bienhumoradas burlas contra lo artificioso, lo oscuro y lo mórbidamente sentimental.[267]​ Su poesía tiene el peculiar encanto del optimismo de un colegial combinado con la exquisita cultura de un concienzudo erudito.[267]​ Publicó Versos y traducciones (1862) y Fly-leaves (1872). También tradujo a Teócrito (1869).[266]

En 1850 aparece una nueva tendencia en la poesía victoriana: la del movimiento prerrafaelita, surgida, a su vez, de la acción de la Hermandad Prerrafaelita, una asociación de pintores, poetas y críticos ingleses fundada en 1848 en Londres. Este movimiento poético y artístico protestaba contra la naturaleza mecánicamente literal de la mentalidad victoriana y pretendía recuperar parte de la espiritualidad y de la sencillez del mundo medieval.[269]

John Leicester Warren, Barón de Tabley (1835-1895), fue poeta, dramaturgo, ensayista, numismático y una autoridad en materia de ex libris. La poesía, sin embargo, fue su primera y última pasión, y a la que dedicó mayor energía a lo largo de su vida.[270]​ Escribió poemas de muy alto rango, algunos de ellos publicados bajo los seudónimos de «George F. Preston» y «William Lancaster».[271]​ Publicó, conjuntamente con su amigo George Fortescue, un pequeño volumen de Poemas bajo el seudónimo de «George F. Preston». No contenía nada destacable, pero varios de los poemas de Warren serían posteriormente refundidos por el autor y tratados con mayor efecto. Siguieron, bajo el mismo seudónimo, Baladas y esbozos métricos (1860), El umbral de Atrides (1861) y Destellos de la Antigüedad (1862).[272]​ Más poder evidenciaban Præterita (1863), Églogas y monodramas (1864) y Estudios en verso (1865), todos publicados bajo el seudónimo de «William Lancaster». Los poemas en verso blanco de los que estaban principalmente compuestos estos volúmenes son tennysonianos en estilo y esencia, pero la frescura de las descripciones naturales revela a un hombre que había buscado en la naturaleza con sus propios ojos.[272]​ Todos estos volúmenes exhiben elegancia técnica y abundante belleza natural.[270]

El volumen de poemas modestamente titulado Rehearsals (Ensayos) (1870), y publicado también bajo el seudónimo de «William Lancaster», indica que la influencia de Tennyson, aunque todavía fuerte, estaba cediendo a la de Browning y Swinburne. Sin embargo, La extraña parábola y Nemrod, poemas en verso blanco muy exquisitamente concebidos, expresan un tono original, y Tergiversación resulta intensamente personal. En otra colección miscelánea, titulada con igual modestia Searching the Net (1873), el autor puso por primera vez su nombre en la portada. Aquí el poderío del poeta, aparte sus esfuerzos dramáticos, culmina en el grandioso "Jael", el singularmente intenso "El conde de Senlis", y el patético "Ocean Grave"; y como el volumen se centra principalmente en la descripción de la naturaleza y en la expresión de sentimientos subjetivos ―especialidades en las que él se encontraba enteramente como en casa―, el autor está menos en deuda que antes con sus predecesores.[272]Poemas dramáticos y líricos (1893) incluía selecciones de obras anteriores.[271]​ El volumen obtuvo pleno reconocimiento público para quien había parecido completamente olvidado. Un volumen subsiguiente, publicado en 1895 como segunda serie del precedente, no pudo rivalizar con la obra seleccionada de treinta años, pero demostró que aún podía haberse esperado mucho del autor si sus facultades físicas no hubieran comenzado a abandonarlo.[273]

Como poeta, Lord Tabley no puede ser mencionado entre aquellos que han sido poseídos por una inspiración subyugante. Poseía escasas dotes líricas, sus poemas por regla general transmiten la impresión de una esmerada composición, y sus principales pretensiones como mero escritor son la "brocada" majestuosidad ―en feliz expresión de Gosse― de su lenguaje, la vívida originalidad de sus descripciones naturales, y una ocasional acritud expresiva. Pero si el poeta a veces desaparece, el hombre está siempre visible. Sus emociones son siempre genuinas, y cuando el sentimiento se intensifica el escritor es completamente él mismo, descarta el manierismo imitativo, y se emancipa de la influencia de otros poetas.[273]

Sus poemas póstumos fueron recopilados en 1902. Las características de la poesía de De Tabley son preeminentemente la magnificencia del estilo, derivado de un estudio detallado de Milton, la sonoridad, la solemnidad, la fuerza y el colorido. Su pasión por el detalle era a la vez una fortaleza y una debilidad.[270]​ Siempre fue un estudioso de los poetas clásicos, y extrajo gran parte de su inspiración directamente de ellos.[270]

Augusta Webster (1837-1894) publicó en 1860, bajo el nombre de «Cecil Home», un volumen titulado Blanche Lisle y otros poemas. Bajo el mismo seudónimo apareció en 1864 el poema Lilian Gray.[274]​ El primer volumen importante de poesía original de Mrs. Webster, Estudios dramáticos, fue publicado en 1866. Contiene "The Snow-waste", uno de sus mejores poemas. En 1870 apareció Retratos, la obra en verso más llamativa de Mrs. Webster aparte de sus dramas. Alcanzaría una segunda edición el mismo año de su publicación, y una tercera en 1893. Un poema notable, The Castaway, se ganó la admiración de Browning, y merece un lugar junto al Jenny de Rossetti.[274]

Durante sus primeras visitas a Italia, Mrs. Webster se había sentido atraída por las canciones campesinas italianas conocidas como rispetti, y en 1881 publicó Un libro de rimas, que contiene poemas rurales llamados "rispetti ingleses". Fue la primera en introducir dicho formato en la poesía inglesa.[275]

La poesía de Mrs. Webster le da derecho a un lugar elevado entre los poetas ingleses. Usó con éxito la forma del monólogo dramático. A menudo sacrificaba la belleza en favor de la intensidad, pero poseía una gran destreza métrica y oído para la melodía. Algunos de sus poemas líricos merecen un lugar en cada antología de la poesía inglesa moderna. Muchos de sus poemas tratan entera o incidentalmente de cuestiones que afectan especialmente a las mujeres.[276]

Al morir Tennyson en 1892 se tenía la sensación de que ninguno de los poetas entonces vivos, excepto Swinburne o William Morris, que estaban fuera de consideración por otros motivos, eran lo suficientemente sobresalientes como para heredar la corona de laurel, y durante varios años no fue nombrado ningún nuevo poeta laureado.[277]​ Finalmente, en 1896, fue designado Alfred Austin (1835-1913). Como poeta laureado, sus poesías de circunstancias no escaparon de la crítica adversa, siendo un ejemplo notable su arrebatado poema en alabanza de la Incursión de Jameson de 1896. La característica más lograda de la poesía de Austin es un genuino e íntimo amor por la naturaleza. Sus idilios en prosa, El jardín que amo y En el jardín de Verónica, están repletos de un agradable sabor a aire libre, que es también el rasgo destacado de sus Poemas líricos ingleses. Sus poemas líricos carecen de espontaneidad e individualidad, pero muchos de ellos poseen un sencillo y metódico encanto.[277]

Thomas Gordon Hake (1809-1895), médico y poeta, estuvo al servicio de la condesa de Ripon, quien estaba emparentada con la familia de su madre. La belleza de los bosques de Lady Ripon en Nocton revivió dentro de él el espíritu poético. Escribió su Lirio del valle y sus Old Souls (Viejas almas), los cuales, junto con otros poemas, se unieron en El epitafio del mundo, impreso de forma privada en 1866 en una edición de cien copias.[278]​ En los años posteriores se mantuvo ocupado principalmente en la composición y publicación de poesía para minorías, más dificultosa que oscura en concepto y lenguaje, pero nada atractiva para aquellos que no pudieran apreciar el simbolismo místico. En 1871 publicó Madeline y otros poemas, que reproducía gran parte de El epitafio del mundo.[278]​ En 1876 apareció New Symbols (Nuevos símbolos); en 1879 Legends of the Morrow (Leyendas del mañana); en 1880 Maiden Ecstasy (El éxtasis de la doncella); en 1883 The Serpent Play (El juego de la serpiente), y en 1890 The New Day (El nuevo día), una colección de sonetos a la manera de Shakespeare.[278]

Hake es un raro ejemplo de poeta que ha producido casi toda su obra después de los cincuenta.[278]​ No hay ningún poeta a quien sería más aplicable la frase de Tennyson: "Apagó su música", y más si cabe en la medida en que el resultado es realmente música, soliendo estar los versos más artificiales de Hake acompañados de una melodía que demuestra que la expresión métrica era, después de todo, natural para él, y esa poesía era en realidad su vocación. Es, no obstante, esencialmente un poeta de la reflexión, a pesar del carácter objetivo de la mayoría de sus poemas y del empeño de éstos por representar las ideas mediante símbolos materiales. Su poder descriptivo y su sentido de la condición misteriosa de la naturaleza están equilibrados con frecuentes caídas en la trivialidad; la impresión total que producen es, no obstante, de dignidad y distinción intelectual, y tienen, en todo caso, el mérito de ser independientes de toda la poesía contemporánea. La relativa fluidez y flexibilidad de los sonetos de Hake, su última obra poética, parecen indicar que habría superado sus defectos si la edad le hubiera permitido seguir escribiendo.[278]

Mathilde Blind (1841-1896) publicó varios libros de poesía: La profecía de San Odrán (1881), El brezo en llamas (1886), Canciones y sonetos (1893), Aves de paso (1895), etc.[279]​ Su obra inicial es un pequeño volumen de Poemas inmaduros publicado en 1867 bajo el seudónimo de «Claude Lake». Visitas a Escocia la inspiraron dos poemas de considerable alcance y pretensión: La profecía de San Odrán (publicado en 1881, pero escrito algunos años antes), que narra la singular leyenda de este santo, y El brezo en llamas (1886), una denuncia de los desahucios indiscriminados en las Highlands. Ambos están llenos de apasionada elocuencia y energía.[280]​ En 1888 Mathilde Blind produce la más ambiciosa de sus obras, El ascenso del hombre, diseñada como la epopeya de la evolución según Darwin. El poema de Mathilde Blind es bueno solo por partes, pero las mejores partes son muy buenas.[280]​ Su última obra poética fue ejecutada en Stratford-on-Avon, donde la tranquila belleza de los paisajes de Warwickshire y las asociaciones con Shakespeare la inspiraron algunos sonetos muy hermosos.[280]

Había en Mathilde Blind más carácter del que lograba sacar a relucir en su poesía, aunque ningún esfuerzo era vano. La conciencia del esfuerzo, de hecho, es un inconveniente para disfrutar de su poesía. Sin embargo, en ocasiones, especialmente en canciones, sonetos y en los poemas líricos que le inspiraba su solidaridad con las clases indigentes y marginadas, logra un resultado perfecto; y el colorido local de sus poemas de tema escocés y de muchos de los de temática oriental es hermoso y genuino. Algunos de sus sonetos resultan sumamente impresionantes; no obstante, hacía más verdadera justicia a sus facultades cuando dejaba a un lado sus ropajes cancioneriles.[281]

Arthur O'Shaughnessy (1844-1881) se interesó por la historia natural, y llegó a ser una autoridad en la rama de la herpetología. Su atención, no obstante, se había centrado, más decididamente incluso, en la poesía y la literatura en general. En 1870, sin haber ofrecido muchas evidencias previas de su talento, asombró a los lectores de poesía con su Epopeya de las mujeres y otros poemas, ilustrado con diseños de su amigo J. T. Nettleship.[Nota 25]​ Este volumen atrajo merecidamente una gran admiración por la espontánea melodía de su lírica, así como por la fuerza y la pasión dramáticas de algunas de sus más elaboradas composiciones. Las expectativas así creadas no se vieron cumplidas con sus Lais de Francia (1872), adaptado principalmente a partir de los poemas de María de Francia; y a pesar de que Music and Moonlight (La música y la luz de la luna) (1874) habría llamado la atención si hubiera sido su primera obra, parecía una flojísima repetición de Epopeya de las mujeres, excepto por los indicios de una nueva veta en "Europa" y algunos otros poemas cargados de alusiones políticas.[282]​ Sus poemas póstumos fueron publicados el mismo año de su muerte bajo el título de Songs of a Worker (Cantos de un obrero). En general, no muestran ningún avance con respecto a sus composiciones anteriores, pero incluyen algunos bonitos poemas sobre escultura, un tema al que postreramente había dedicado mucha atención.[282]

Su mejor poesía tiene las características de la música de Chopin: ensoñadora y a veces extraña, con un melodía original, deliciosa e inagotable. Algunas piezas, tales como "Flores de palma", exhiben, además, una notable facultad para la vistosa pintura verbal; otras, como "La hija de Herodías", poseen gran intensidad dramática, otras fascinan por un misticismo semi-sensual, y "Chaitivel" y "Bisclavaret" son salvajemente imaginativas. Sin embargo, todos estos dones, excepto el de la música verbal, parecieron ir desapareciendo a medida que el poeta envejecía, y su decadencia no fue compensada por un crecimiento en la fuerza intelectual.[282]

O'Shaughnessy era un genuino cantor; pero sus poemas carecen de importancia en los temas y de dignidad en las ideas. Sus melodías resultan a menudo espléndidas; y, como en "El manantial de las lágrimas", la riqueza de sus metáforas encubre cierta vaguedad e indecisión de la facultad creadora. Era muy afortunado en el uso audaz de la repetición y el eco, mediante los cuales garantizaba efectos que por sus obsesionantes melodías resultan casi inimitables.[283]​ Ha sido menospreciado por algunos críticos, pero su memoria fue reparada por Francis Turner Palgrave, quien dijo con cierta exageración que su talento para la métrica era el mejor de cualquiera de los poetas posteriores a Tennyson, y que "todo lo suyo poseía una musicalidad obsesionante".[283]

Edmund Gosse (1849-1928) se distinguió como poeta y como crítico, siendo las siguientes sus obras poéticas más destacadas: Madrigales, canciones y sonetos (1870); On Viol and Flute (De la viola y la flauta) (1873);[284]El rey Erik (1876); Nuevos poemas (1879); Ferdousí en el exilio (1885); In Russet and Silver (En bermejo y plata) (1894)[285]​ y Poemas recopilados (1896).[286]

Philip Bourke Marston (1850-1887) era hijo del dramaturgo y crítico John Westland Marston, y ahijado del poeta Philip James Bailey y de la novelista y poetisa Dinah Craik. A lo largo de su carrera, la poesía de Marston fue haciéndose progresivamente más y más triste y melancólica. Los idilios de la vida floreciente, tales como el precoz y muy hermoso "La rosa y el viento" fueron sucedidos por ensueños del sueño y del reposo de la muerte. Estas clases y gradaciones de sensaciones, que reflejan los sucesivos ideales de acción y quietud del poeta, resultan trazables[287]​ a través de sus tres volúmenes de poesía publicados en vida: Song-Tide and Other Poems (Marea de canciones y otros poemas) (1871), All in All (1875) y Wind Voices (Las voces del viento) (1883), abundan en hermosas meditaciones expresadas en un lenguaje hermoso, pero pronto se vuelven tediosos por la monotonía, no solamente de sentimientos, sino del léxico y las figuras poéticas. El soneto era indudablemente lo más apropiado para reproducir su veta usual de sentimiento; y esa forma de versificación u otras relacionadas llegaron a ser tan habituales en él que parecía experimentar una dificultad a la hora de fundir sus ideas en cualquier otro molde. Sin embargo, la suprema excelencia es a la vez tan indispensable en el soneto y tan difícil de alcanzar, que a pesar de que Marston no siempre está a la altura de la misma, la mayor parte de su obra en esta especialidad solo puede ser clasificada como de segunda categoría. También adolecía de ser un seguidor demasiado fiel, degenerando en la imitación, de un maestro más grande: Rossetti.[288]​ Dos colecciones póstumas de sus poemas fueron publicadas por Mrs. Moulton,[Nota 26]​ con los títulos de Secretos del jardín (1887) y Una última cosecha (1891).[288]

El académico y político galés Sir Lewis Morris (1833-1907) publicó en 1871 Canciones de dos mundos, que mostraba la influencia de Tennyson y fue bien recibida, aunque más bien por el público en general que por los círculos más críticos.[289]​ La primera serie, publicada de forma anónima, estaba principalmente compuesta de poemas líricos aportados desde 1865 en adelante a una pequeña sociedad literaria y artística, «The Pen and Pencil Club» («Club de la Pluma y el Lápiz»).[290]​ El verso sonoro y su plácido optimismo atrajeron una gran popularidad para estas Canciones, y una segunda serie que siguió en 1874, y una tercera publicada en 1875, resultaron igualmente atractivas.[290]​ Con posterioridad, Morris emprendería la composición de una serie de monólogos en verso blanco puestos en boca de los principales personajes de la mitología griega.[290]​ Estos poemas expresaban los prejuicios e ideales morales de su propia época. Las composiciones estaban relacionadas entre sí por el recurso de una peregrinación al Averno. Finalmente todos fueron recopilados bajo el título general de La epopeya de Hades[290]​ (1876-77), una ambiciosa obra que gozó de una extraordinaria popularidad, y que, si bien exhibe un talento innegable tanto en la versificación como en su poder narrativo, carecía de las cualidades de los géneros superiores de poesía.[289]​ Estaba compuesta por tres secciones denominadas "Hades", "Tártaro" y "Olimpo".[290]​ Su lucidez expresiva, las numerosas imágenes idílicas, los pasajes de exaltación espiritual, unidos a un carácter fuertemente didáctico, hicieron que la obra fuera especialmente popular entre la clase media.[290]

Como periodista, poeta, crítico e historiador, Andrew Lang (1844-1912) pronto se ganaría una reputación como uno de los escritores más calificados y versátiles de su tiempo. Su primera publicación fue un volumen de experimentos métricos, Baladas y poemas líricos de la vieja Francia (1872), y éste fue seguido a intervalos por otros volúmenes de primorosa poesía: XXII Ballades in Blue China (1880; edición ampliada en 1888), Ballads and Verses Vain (1884), seleccionados por Mr. Austin Dobson; Rhymes à la Mode (1884), Grass of Parnassus (1888), Ban and Arrière Ban (1894),[291]​ etc.

William Barnes (1801-1886) fue el poeta de Dorsetshire.[292]​ Si bien sus estudios principales se desarrollaron en el ámbito de la filología, ya en 1833 escribió para el County Chronicle sus primeros poemas en el dialecto de Dorset, entre ellos dos églogas inigualables: "The 'Lotments" y "A Bit o' Sly Coorten".[292]​ La obra sería editada de forma independiente en 1844,[293]​ bajo el título de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset.[294]​ En 1858 apareció una segunda serie de poemas de Dorset bajo el título de Hwomely Rhymes, varias de cuyas composiciones ―en especial "The Vaices that be Gane"― fueron eficazmente traducidas al francés para las Beautés de la Poésie Anglaise (Bellezas de la poesía inglesa) de De Chatelain.[Nota 27][295]​ Una nueva serie de Poemas de la vida rural en dialecto de Dorset apareció en 1862, y en 1868 el autor fue persuadido de publicar una serie de Poemas de la vida rural en inglés común, que obtuvo menos éxito que sus poemas dialectales. Estos últimos fueron recopilados en un solo volumen en 1879.[296]

Los poemas de Barnes se caracterizan por una singular dulzura y ternura emotivas, una honda percepción de la humilde vida rural y de sus personajes, y una exquisita sensibilidad para la ambientación local.[293]​ Su poesía es de carácter esencialmente inglés; ningún otro escritor ha mostrado un cuadro tan sencillo y sincero de la vida familiar y del trabajo en la Inglaterra rural. Su obra está llena de humor y de limpia, entusiasta alegría de vivir; y su rusticidad va singularmente unida a un sentido literario y un notable acabado técnico. Barnes es ciertamente el Teócrito victoriano; y, a medida que la vida rural inglesa sucumbía lentamente ante el avance del ferrocarril y el telégrafo, sería más y más leído por su cálido y evocador recuerdo del amor y la piedad rústicos.[296]

"Escritor lírico de una genialidad en grado sumo", Barnes fue también un muy interesante vínculo entre las formas presentes y pasadas de la vida rural ―un repertorio de costumbres, palabras y sentimientos olvidados―. A diferencia de Burns, Béranger y otros poetas del pueblo, nunca adopta el estilo más convencional, y abandona totalmente la ambición, el orgullo, la desesperación, la rebeldía y las grandes pasiones. "Sus rústicos son, por regla general, gente feliz, y rara vez sienten el aguijonazo del resto del moderno género humano ―la desproporción entre el deseo de serenidad y la facultad de obtenerlo―". Al igual que Chaucer, Barnes está lleno de alegría de vivir. Menos sombrías y más rústicas que las de Crabbe, sus églogas, inigualadas en inglés, no son totalmente indignas de comparación con los prototipos de Teócrito y de Virgilio.[297]

En 1856, Edwin Waugh (1817-1890), poeta de Lancashire, aumentó enormemente su reputación con su canción "Come whoam to the childer an' me".[298]​ En seguida se hizo inmensamente popular, no solo en Lancashire sino fuera de allí, e incluso en las colonias. La Saturday Review la llamó "uno de los más deliciosos idilios del mundo".[298]

El éxito de este poema lírico influyó en gran medida en la carrera posterior de Waugh.[298]​ Numerosas composiciones métricas permanecían aún en manuscrito. Preparó entonces algunas de ellas para su publicación, y aparecieron, con numerosas adiciones en el dialecto de Lancashire, en sus Poemas y canciones (1859).[298]

El mayor obstáculo para la popularidad de Thomas Edward Brown (1830-1897) es el empleo del dialecto de la isla de Man. A Brown le interesaban la naturaleza y la gente sencilla, y le gustaba expresarse honrada e individualmente. Tiene cierto tono místico.[299]​ La primera de sus historias en verso, Betsy Lee, apareció en el Macmillan's Magazine en abril de 1873. Esta sería reeditada junto con otros tres poemas narrativos maneses bajo el título de Fo'c'sle Yarns en 1881, y en 1889 apareció una segunda edición. El doctor y otros poemas vio la luz en 1887, La bruja de Man y otros poemas en 1889, y Old John en 1893. Una edición recopilatoria de los poemas apareció en 1900.[300]​ Los Fo'c'sle Yarns fueron muy apreciados por expertos como George Eliot y Robert Browning; pero el dialecto manés, al ser absolutamente lo contrario de formidable, parece haber funcionado como un aislante, y los poemas no encontraron ni una décima parte del reconocimiento que merecían.[300]​ Los mencionados Fo'c'sle Yarns (Cuentos del castillo de proa), la Epistola ad Dakyns y algunas poesías líricas cortas representan bien su abundante producción.[301]

En el último cuarto del siglo XIX, un grupo de poetas recogieron esa última fase del período victoriano en poemas líricos que poseen una melancólica belleza.[302]​ En su lírica no aparecen los problemas filosóficos ni aquellos otros relacionados con la moral que preocupaban a la Inglaterra victoriana, y por medio de versos breves y penetrantes encontraban imágenes para expresar sus propios estados de ánimo, sus amores y los momentos de la experiencia que más les habían afectado. Como poeta, Oscar Wilde se encontraba entre los menos importantes de este grupo de escritores, aunque su obra como dramaturgo y la notoriedad unida a su nombre proporcionarían a sus poesías una considerable reputación. Lo mismo que en su teatro, iba perfeccionándose con tanta rapidez que, si hubiese continuado escribiendo, su contribución habría llegado a ser memorable.[302]

Cabe destacar las últimas obras poéticas del diplomático Robert Bulwer-Lytton: Glenaveril o las metamorfosis (1885); En pos del Paraíso, o las leyendas del destierro y otros poemas (1887); Marah (1892); y King Poppy (1892). Los dos volúmenes mencionados en último lugar fueron publicados póstumamente.[141]Glenaveril es un poema narrativo en seis libros, para el cual había esperado un éxito fuera de lo común, y que, a decir verdad, muestra una gran inventiva y mucho brillo tanto reflexivo como expresivo.[303]​ Desgraciadamente, Glenaveril fracasó estrepitosamente. Mayor éxito acompañó a En pos del Paraíso (1887), un pequeño volumen mayormente consistente en leyendas y parábolas métricas, muy del espíritu de las Fábulas cantadas.[303]​ Los poemas líricos, de una sensibilidad más personal de lo habitual en él, publicados tras su muerte bajo el título de Marah,[304]​ son de mérito muy variable, y en general reproducen gran parte del estilo de Heine. King Poppy, que permaneció inédita hasta la Navidad de 1892, es, por otra parte, enteramente original, y probablemente será considerada como su mejor obra; los fragmentos más sublimes están expresados en una poesía de primer nivel, plenos de enérgico e irónico humor los más ligeros.[304]

Algunas piezas inéditas hasta entonces están incluidas en un volumen de Selecciones publicado, con una introducción de Lady Betty Balfour, en 1894. Su estilo métrico era sencillo y copioso, pero no preciso. A menudo da la impresión de haber sido producido con facilidad, porque el flujo de su pensamiento le llevaba consigo, y de no haberse sometido a un pulimento prolongado o minucioso. Frecuentemente sirvió de sugerencia para la obra de otros poetas, especialmente en sus producciones más tempranas.[141]​ Como poeta, posee el mérito de una extrema brillantez de la idea, la expresión y la descripción. Su defecto es que esta brillantez no tiene tregua: sus joyas reconcentradas resplandecen sobre ningún fondo, y el ojo llega a confundirse y a fatigarse con su esplendor.[304]​ La parte esencial y duradera de su poesía es aquella inspirada en su propia experiencia vital y en la observación de costumbres.[304]

En la etapa decisiva de su carrera literaria, Roden Noel (1834-1894) publicó Livingstone in Africa: a Poem (Livingstone en África: poema, 1874).[148]​ Entre sus postreros volúmenes, la falta de inspiración y de melodía es menos perceptible en su patético A Little Child's Monument (1881).[148]​ Se trata del libro de poesía más célebre de Roden Noel,[305]​ y en él se conmemora al tercer hijo de su matrimonio, Eric, quien murió a la edad de cinco años.[305]​ El resto de su producción poética incluye: Songs of the Heights and Deeps (Canciones de las alturas y las profundidades, 1885);[148]A Modern Faust and other Poems (Un Fausto moderno y otros poemas, 1888);[148]Poor People's Christmas: a Poem (La Navidad de los pobres: poema, 1890);[148]​ y My Sea, and other Poems (Mi mar y otros poemas, 1896).[305]​ Una selección de sus poemas, con una introducción de su amigo Mr. Robert Buchanan, fue publicada en 1892 en la serie conocida como «The Canterbury Poets (Poetas de Canterbury)».[148]​ La versificación de Roden Noel resultaba desigual y en ocasiones áspera, pero él siente una genuina emoción hacia la naturaleza, y su obra está impregnada de reflexiones filosóficas.[305]

La tarea literaria que se propuso Edwin Arnold fue la interpretación en versos en inglés de la vida y la filosofía orientales. Con este objetivo, su principal obra es La luz de Asia (1879), un poema sobre la vida y las enseñanzas de Buda, que tuvo gran popularidad pero cuyo lugar permanente en la literatura debe permanecer siendo muy incierto.[84]​ En verso blanco, de exuberancia oriental, en el que el color y la música están mezclados al modo tennysoniano con efectos intensificados, Arnold presenta aquí los elementos pintorescos y patéticos de la leyenda budista y la vida de Gautama. Las doctrinas morales eran aquellas a las que los europeos habían estado acostumbrados toda su vida, pero el contexto era nuevo para los lectores ingleses y americanos. El poema despertó la animosidad de muchos púlpitos, pero hubo sesenta ediciones en Inglaterra y ochenta en América, y hubo numerosas traducciones.[306]​ Se trata de una epopeya india, centrada en la vida y las enseñanzas de Buda, que está expuesta con gran riqueza de colorismo local y no poca alegría en la versificación. El poema contiene muchos versos de incuestionable belleza, y su inmediata popularidad, lejos de disminuir por la doble crítica a la que fue sometida la obra, se vio incrementada. Por un lado, fue criticada por los orientalistas por dar una impresión errónea de la doctrina budista; mientras que, por otro lado, la analogía sugerida entre Sakyamuni y Jesucristo ofendió el gusto de algunos cristianos devotos. Esta última crítica probablemente sugirió a Arnold la idea de intentar un segundo poema narrativo cuya figura central debía ser el fundador del cristianismo, como lo había sido el fundador del budismo en el anterior. Pero aunque La luz del mundo (1891), obra en la que esta idea tomó forma, poseía un considerable mérito poético, carecía de la novedad temática y de ambientación que habían otorgado al poema anterior gran parte de su atractivo; y, así, no pudo repetir el éxito alcanzado por La luz de Asia. Otros volúmenes destacados de poesía de Arnold fueron El Cantar de los Cantares hindú (1875), Perlas de la fe (1883), El canto celestial (1885), Con Saadi en el jardín (1888), La esposa de Putifar (1892), Adzuma o la esposa japonesa (1893)[307]​ ―Arnold residió, al final de su vida, durante algún tiempo en Japón, y su tercera esposa era una dama japonesa―[307]​ y La décima musa.[84]

Como poeta, Robert Bridges (1844-1930) se sitúa más bien aparte de la corriente de la moderna poesía inglesa, pero su obra ha ejercido una gran influencia en un selecto círculo, por su contención, pureza, precisión y por su delicadeza y pujanza expresivas; y encarna una teoría distinta de la prosodia.[308]​ Su poesía fue inicialmente editada de forma privada, y lentamente hizo su camino más allá de un círculo relativamente reducido de admiradores. Lo mejor de su obra se encuentra en sus Shorter Poems (Poemas brevísimos, 1890).[308]​ Sus principales volúmenes son Prometeo (1883; impreso de forma privada), una "mascarada al estilo griego"; Eros y Psique (1885), versión de Apuleyo; The Growth of Love, una serie de sesenta y nueve sonetos impresos para circulación privada en 1876 y 1889; Poemas brevísimos (1890).[308]

Se es consciente de que detrás de las novelas de George Meredith late una filosofía, y esta alcanza una expresión más completa y explícita en los poemas posteriores[121]​ a Modern Love (1862) que en cualquiera de sus obras en prosa. Estos poemas filosóficos, con el empleo de un lenguaje duro y limitado, por ejemplo en Poems and Lyrics of the Joy of Earth (1883), intentan conciliar la moralidad con las enseñanzas de la biología. Meredith mostró a las gentes de su época que la Tierra no le ofrece al hombre una manera fácil de superar su naturaleza animal.[121]​ En cuanto a las composiciones incluidas en el volumen Poemas y cantos del goce de la Tierra, "Los bosques de Westermain", en particular, posee un sentido de la misteriosa comunión del hombre con la naturaleza no igualado por ningún poeta inglés salvo Wordsworth y Shelley. Baladas y poemas de la vida trágica (1887) e Interpretación de la Tierra (1888) dieron una prueba más de la riqueza de pensamiento y del vigor expresivo que Meredith introdujo en la elaboración de versos. Para la mayoría, sin duda, la poesía de Meredith resulta prohibitiva, o casi ―porque, al fin y al cabo, ha escrito ciertos poemas, como "Martin's Puzzle", "El viejo cartista" y "Juggling Jerry", que nadie puede leer con facilidad―.[123]​ Sus lectores ―de su poesía incluso más que de su prosa― deben estar preparados para conocerlo sobre una base intelectual común.[123]

En 1898 apareció su Odas como contribución al canto a la historia de Francia, que consiste en una oda ("Francia, diciembre de 1870") reeditada de Baladas y poemas (1871) y otras tres inéditas; un buen ejemplo de su noble pensamiento y de su magnífico ―aunque a menudo difícil― lenguaje personal.[123]​ Entre los poemarios de su última época también se cuentan La bolsa vacía y Jump to Glory Jane[122]​ (ambos de 1892), Una lectura de la vida (1901) y Últimos poemas[116]​ (de publicación póstuma).

También cabe destacar a Francis Thompson (1859-1907), cuya poesía plena de ornamentación ha sido más atractiva para ciertos lectores. La leyenda de la pobreza y de los apuros de Thompson se ha ido añadiendo a ese atractivo, y aunque sus defensores han sido excesivamente ambiciosos, hay que conceder que, en The Hound of Heaven, describe una experiencia por la que han pasado todos los místicos utilizando para ello una imaginería que parecen haber comprendido muchos lectores que nada tienen que ver con la mística.[309]

También otros escritores más conocidos como novelistas o como dramaturgos merecen recordarse al estudiar la poesía victoriana. Dos, al menos, deben ser citados:[310]​ el irlandés Oscar Wilde (1854-1900) y el escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894). Del primero de ellos, lo más importante de su producción poética ―compuesta por seis poemarios escritos entre 1878 y el año de su muerte― es la conmovedora Balada de la cárcel de Reading (1898),[311]poema de profundo patetismo, cuyo argumento es la compunción de un condenado a muerte.[310]​ En el poema, desprendido ya de las simplezas vanas del esteticismo, escribe con fuerza sobre la comunidad carcelaria, justo antes de que se vaya a producir el ajusticiamiento de uno de sus miembros. Al poema no le falta ornamentación, ni cierto sentimentalismo que Wilde pone en boca, por ejemplo, del hombre que ha sido sentenciado. Sin embargo, el efecto global es salvaje. Sentimos el terrible hastío, la frustración, la desesperanza de esos hombres.[312]​ Una selección de sus primeros poemas, marcados por extrañas afectaciones, pero dotados de un acabado clásico y una ocasional fortuna en los detalles[313]​ había sido editada en 1881 como Poemas de Oscar Wilde.[313]​ La versión no expurgada de De profundis, en su forma original de carta a Lord Alfred Douglas (1897), es un documento conmovedor.[311]​ En cuanto a Stevenson, destacan sus poemas amorosos o de otro carácter publicados tras su muerte y algunos de los mejores versos para niños:[314]El jardín de versos para niños (1885), que muestra su extraordinaria percepción de la psicología de vida infantil;[315]Underwoods (1887) y la edición completa de sus Poemas y baladas, publicada póstumamente en 1913.

Mucho más efectista que Oscar Wilde fue Ernest Dowson (1867-1900), el poeta bohemio y vagabundo de la década que de alguna manera subsistiría gracias a las traducciones. Es más conocido por su poema lírico Cynara, que parece añadir un nuevo ritmo a la poesía inglesa.[302]​ En su poesía introdujo la brevedad y las lúcidas cualidades del verso latino.[316]

Con una serenidad más clásica, Lionel Johnson (1867-1902) construyó una poesía lírica tranquila y ordenada, provista de una belleza serena y reservada. Lo mismo que Dowson, llevaría la vida bohemia de los poetas de los años noventa.[316]​ En sus poemas encontramos un orden que está muy lejos de su desordenada existencia.[316]

Las raíces morales y religiosas del espíritu victoriano se remontan al siglo XVIII, a los Wesley y al renacer de las ideas evangélicas. A comienzos del siglo XIX la gente ya empezaba a rechazar a escritores como Fielding o Swift por no tener pelos en la lengua.[317]​ A mediados de los años cuarenta ya estaba seriamente limitado lo que un novelista podía decir sin perder el favor del público familiar. Para muchos este público familiar ―que se reunía para leer las novelas en voz alta, en una especie de liturgia entretenida― resultaba básico; en él radicaba su medio de subsistencia. Como los límites eran tan estrictos, había muchos temas, como la inmoralidad sexual, los desvíos sexuales, la prostitución, etc., que se evitaban o que, en todo caso, aparecían rodeados de un tono absolutamente falso, como si el autor caminara siempre sobre arenas movedizas. Por otra parte, esta costumbre de leer en voz alta, unida al método de publicación semanal o mensual que utilizaban muchos escritores, estrechó el contacto entre novelista y lector, lo cual anima y refuerza muchos aspectos de la ficción victoriana, sobre todo el humor y la conciencia social. La fuerza de esta relación hace que las prohibiciones impuestas resulten comparativamente triviales en escritores como Dickens.[317]

El reinado de la reina Victoria fue la Edad de Oro de la novela inglesa. Fueron varios los escritores cualificados para pretender la supremacía artística a base de méritos muy diferentes.[318]​ En los primeros años del reinado las novelas reflejan la confianza de la gente normal y corriente, más que las dudas y el abatimiento de los intelectuales. Nadie como Charles Dickens, el primer novelista de la época victoriana y su favorito, ha retratado en sus obras el paso que se vivió en la época: del exuberante optimismo al asco y la desesperación.[319]​ El sentido social, las esencias culturales producidas por el choque con esa realidad que llamamos vida, y los frutos del esfuerzo que los ingleses del siglo XIX hicieron para ser lo que tenían que ser, sí aparecen claramente en las obras escritas por los novelistas de la época. Pero como ninguna transformación de la vida deja de ir acompañada por el sufrimiento, tampoco se libró de él esta etapa, y la dirección de las energías y propósitos de los victorianos, por muy constructivos que fueran sobre todo en su aspecto externo, fomentó la agresividad y el afán de dominio, y supeditó el trabajo humano a fines no siempre honrosos. Charles Dickens fue el novelista que acusó con singular eficacia crítica las grietas y defectos del edificio aparentemente compacto de la sociedad victoriana.[1]

La variedad y el vigor excepcional de la novela inglesa de mediados del siglo XIX se debió al interés con que los escritores se aplicaron a dar forma artística a los modos de vida, distintos y cambiantes, de la sociedad en que vivían. Quizá sus obras no parezcan bien acabadas, debido a la costumbre generalizada de publicarlas por entregas; pero su espontaneidad creadora y su alcance son comparables a la explosión dramática del período isabelino. Por primera vez en la historia, la novela se convierte en el género literario dominante en Inglaterra, y el hecho de que fuera el vehículo más adecuado para el estudio psicológico y sociológico de las realidades humanas atrajo a muchos de los grandes creadores de la época.[320]

Así pues, la época victoriana fue, sobre todo, la del auge y expansión de la novelística inglesa. Su mayor representante, y uno de los autores más célebres de la literatura universal, fue Charles Dickens, a cuyo nombre hay que sumar los de otros autores no menos destacados como William Thackeray, Anthony Trollope o George Eliot. Un brote original y diferenciado, más afín al temperamento romántico, surgió en las novelas de las hermanas Brontë. La novela social estuvo representada por Elizabeth Gaskell y Charles Kingsley, y la narrativa histórica por las obras del barón Edward Bulwer-Lytton, mientras que los novelistas más relevantes de los que intentaron prescindir de incidentes sensacionalistas, falsas emociones y convenciones melodramáticas para captar los tonos vitales que experimenta la gente normal en su vida más cotidiana fueron George Eliot y Anthony Trollope.[321]

Dickens y Thackeray fueron amigos personales, si prescindimos de una desgraciada incomprensión; los dos eran humoristas, sentimentales, reformadores y de la misma clase social: la clase media. Pero el humorismo de Thackeray se inclinaba a los juegos de ingenio, y el de Dickens a la farsa; el sentimentalismo de Thackeray estaba refrenado por su "cinismo", mientras que el de Dickens rebosaba; Thackeray usaba la ironía contra las cosas malas, pero Dickens enronquecía de gritarles; Thackeray puso en sus libros a gentes que conoció, pero Dickens descubrió al cockney.[322]

La Inglaterra del siglo XIX fue prolífica en mujeres novelistas, algunas de las cuales hicieron aportaciones de importancia cardinal para el arte.[323]​ Las Brontë con su interpretación de las pasiones, y George Eliot con su penetración psicológica, trajeron al arte dos factores nuevos que han seguido predominando.[323]

En la época también escribían figuras como Benjamin Disraeli, Frances Trollope, Harrison Ainsworth, Mrs. Oliphant, Wilkie Collins y muchos otros. Sus obras fueron publicadas y traducidas en toda Europa y en América y basta echar una ojeada a los periódicos europeos para ver con qué tristeza recogieron la muerte de Dickens y para comprobar, por tanto, el lugar tan especial que ocupaban los novelistas ingleses entre los lectores extranjeros y en la tradición que iba retoñando en Francia, Italia, España y sobre todo en Rusia.[324]

Fuera de ciertas circunstancias biográficas, lo único indiscutible que se puede decir de Charles Dickens (1812-1870) es que era un hombre de genio.[325]​ Destacado ejemplo de novelista victoriano, Dickens no solo cultivó lo sentimental, sino lo humorístico, lo grotesco, lo sobrenatural y lo trágico.[325]​ Extraordinariamente popular en su día (todas sus obras gozaron de una notable difusión) gracias a unos personajes que cobraron vida propia más allá de las páginas de sus libros, al frescor y la cordialidad de su estilo, a la fuerza de sus descripciones y a su incomparable poder para crear personajes, situaciones y ambientes, Dickens sigue siendo uno de los autores más populares y leídos de todos los tiempos. Legó al mundo una galería de personajes, que, sin dejar de ser un tanto caricaturales, son imperecederos también.[325]​ Como escritor, trabajó diligente y prolíficamente para producir el tipo de literatura entretenida que el público de la época demandaba, pero también para ofrecer un análisis de los retos sociales de su tiempo, ocupándose en muchas de sus novelas de la difícil situación de los pobres y oprimidos. Byron, Scott y Wordsworth habían descubierto la belleza del mar y de las montañas; Dickens descubrió la emoción de los barrios humildes.[325]​ El arte de Dickens no consistía en retratar la vida como después hicieron con gran acierto Thackeray y Trollope, sino ―como la vida misma, que nunca imita― en crear de nuevo.[326]​ Los esbozos de escenas y caracteres costumbristas que constituyeron su primera obra, Sketches by Boz (publicados en 1836-37), son una muestra de rapidez de percepción y fuerza descriptiva. Los Sketches by Boz representaban un género nuevo, ya que el periodismo descriptivo apenas se practicaba en aquel tiempo.[327]​ Dickens, el más grande novelista de una era de novelistas, alcanzó su primer éxito un año antes de que la reina Victoria subiera al trono y prolongó su carrera hasta mediados de su reinado.[319]​ Entre 1836 y 1837 publicó por entregas su primera novela, Los papeles póstumos del Club Pickwick, la obra humorística por excelencia de la literatura inglesa. Resultó un éxito a medida que avanzaba la obra y se afirmaban los caracteres de los personajes y se desarrollaban sus humorísticas andanzas.[327]Pickwick Papers, el debut con mayor éxito que probablemente haya tenido ningún novelista, vuelve los ojos hacia el pasado en muchos aspectos, a un mundo preindustrial de carruajes, aldeas dormidas y amables balnearios.[319]​ Con una estructura novelística casi inexistente y sin necesidad de un argumento básico (la trama descansa totalmente sobre los personajes y no tiene verdadero asunto),[322]​ es la obra de un excelente periodista que lleva en sí el germen de un novelista genial, y constituye un paso adelante hacia la novela, partiendo de los anteriores esquemas descriptivos, los Sketches by Boz.[328]​ Los primeros trazos de Pickwick en sí siguen una línea de sátira dura, muy dieciochesca, pero Dickens pronto los refuerza dotando a su protagonista de un corazón y una conciencia social propios del siglo XIX.[319]​ En ella, la comedia no se halla nunca superpuesta, pues se trata de una expresión realizada sin esfuerzo de una visión cómica de la vida. Dickens parece ver las cosas de manera diferente en una forma agradable y exagerada, y en su primera obra pasa con enorme exuberancia de una aventura a otra, sin pensar para nada en un argumento o en un plan[329]​ preconcebido. En las otras obras de Dickens nuestro juicio se distrae por atender al asunto o a la finalidad de las mismas; pero en esta, que fue el primero de sus éxitos, tenemos solo las dramatis personae y los escenarios y ambientes en que se mueven[330]​ los personajes. Con todo, en esta etapa de su carrera, la concepción del mundo que tenía Dickens era de sol y rosas, con poco espacio para las sombras.[319]​ Se trata sin duda de la obra más cómica y humorística de Dickens, y aunque el humor y el tono satírico de uno u otro modo impregnarán toda su producción, después de Los papeles póstumos del Club Pickwick se orientará en un sentido humanitario condicionado por las circunstancias.[331]

En las novelas inmediatamente posteriores del autor se manifiesta un mayor dominio estructural y una unidad temática más sólida. Con Oliver Twist (1837-39) y Nicholas Nickleby (1838-39), Dickens se orienta hacia problemas sociales y humanitarios, basándose en recuerdos sórdidos o desagradables de su infancia.[331]​ Quizá como reacción al optimismo que dejaron los Pickwick Papers, Oliver Twist, su siguiente éxito inmediato, nos da sensación de mayor oscuridad, aunque no podemos tachar a la novela de deprimente, si consideramos la indignación tan enérgica y la creatividad tan intensa que despliega.[332]​ En ella, el sentimiento comienza a imponerse al humor, y Dickens, aterrorizado por la crueldad imperante en su época, comienza a sentir el deber de comunicar un mensaje a través de la ficción a su insensible generación.[329]​ La novela se centra en el maltrato que sufren los niños y arremete contra las fábricas levantadas sobre principios benthanianos, que desprecian los esfuerzos destinados a solucionar la pobreza y el hambre y los reducen al mínimo para mantener el equilibrio natural de la economía siderúrgica. Oliver no es solo el representante de la niñez, sino el símbolo de todo el sufrimiento humano.[333]​ Por su parte, en Nicholas Nickleby el argumento va adquiriendo importancia y Dickens muestra su talento para lo melodramático.[334]Pickwick y Oliver son libros llenos de soberbias caricaturas que dieron la fama a Dickens y que lograron hacer de sus obras animadas galerías de personajes. Si en novelas posteriores parece que los personajes pierden vigor es porque alcanzan mayor hondura y no porque tengan que ajustarse a una visión de la sociedad cada vez más desesperada.[333]​ En el período central de su vida (1840-1857), Dickens escribió ocho novelas, empezando por La tienda de antigüedades (1840-41), que presenta de un modo muy efectivo el lado sentimental[335]​ del autor.

En las novelas en las que Dickens nos depara una visión de la infancia es donde mejor mantiene su energía original. En David Copperfield (1849-50), obra en la que relata de manera más o menos ficticia, pero con emoción sincera, su propia niñez, aparecen algunas de sus caricaturas más atractivas;[336]​ es la historia novelada de varias fases de la vida del propio autor. En esta, considerada por muchos como su obra cumbre, Dickens llevaría hasta sus últimas consecuencias la primera fase de su novelística en una historia que posee un fuerte elemento autobiográfico y con personajes logrados.[334]

El arte de Dickens, el observador, el vigoroso poeta de la vida urbana del XIX, se basa en la habilidad con que el autor percibía lo extremo, lo grotesco, lo anormal.[337]​ Atrapaba acertadamente el espíritu esencial de la gente, de los lugares, de los ambientes; los elevaba y obligaba al lector a reconocer la infinita variedad y la riqueza de lo que veía. Por esta capacidad Dickens atrae a veces el desprecio de quienes piensan que solo sabe crear personajes planos, caricaturas.[337]​ Lo mismo que el resto de los grandes artistas, Dickens contemplaba el mundo como si se tratase de una experiencia enteramente nueva vista por vez primera, y poseía una extraordinaria versatilidad en el lenguaje, dominando desde la creación cómica hasta la gran elocuencia. Creó personajes y situaciones tan diversos como nunca había conseguido nadie desde Shakespeare e influyó de manera muy profunda en su público hasta el punto de que la concepción del mundo que encontramos en sus novelas ha pasado a formar parte de la tradición inglesa.[338]​ Junto a esto Dickens ofrece una aguda sensibilidad lingüística, para las implicaciones que subyacen a lo dicho, y por eso los diálogos resultan absolutamente reveladores.[337]​ No creó escuela, no tuvo sucesores. Resulta imposible ser como Dickens, igual que uno no puede copiar a Shakespeare.[337]​ Dickens marcó un antes y un después en la literatura inglesa: la posterior a su muerte (1870) es notablemente diferente de la producida en los inicios de la época victoriana.

Frederick Marryat (1792-1848), marino y novelista inglés, fue contemporáneo y amigo de Charles Dickens, y destacó por ser uno de los primeros autores de novelas de ambiente marinero. Sirvió en la Royal Navy durante un cuarto de siglo (1806-30), y cuando comenzó a escribir novelas volcó en su obra su madura experiencia y su irreprochable vivacidad.[339]​ Asentándose en su nueva profesión literaria, produjo con asombrosa rapidez[340]​ una trepidante sucesión de historias,[339]​ hasta alcanzar su más alta cota de habilidad constructiva en El perro diabólico (1837).[339]​ Marryat poseía un don admirable para la narrativa lúcida y directa, y un fondo inagotable de episodios, y de humor, en ocasiones rayano en la farsa.[339]​ Creó muchos personajes que adquirieron categoría entre las figuras características de la ficción inglesa.[339]​ Entre sus restantes obras están El buque fantasma (1839);[339]Poor Jack (1840); Joseph Rushbrook (1841); Percival Keene (1842); The Privateer's Man (El corsario, 1844); y Valerie (1849), inconclusa. Sus novelas constituyen un importante vínculo entre Smollett y Fielding, y Charles Dickens.[341]

Como escritor, Marryat ha sido juzgado de forma diversa, pero su lugar como narrador está asegurado. Extrajo de su experiencia profesional y de sus conocimientos el material para sus historias.[342]​ Marryat es el príncipe de los narradores del mar; su conocimiento del mar, su vigorosa definición de personajes y su humor campechano y honesto, si bien algo grueso, nunca dejan de complacer.[343]

Tras retirarse en 1827, el capitán de la Marina Frederick Chamier (1796-1870) se consagró a la profesión literaria.[344]​ Escribió varias novelas de temática náutica en la línea popularizada por Marryat,[345]​ que tuvieron en su momento una popularidad considerable, aunque actualmente casi han caído en el olvido.[344]​ Entre ellas cabe mencionar El «Aretusa» (1837), Jack Adams (1838), Tom Bowling (1841) y Jack Malcolm's Log (1846).[345]

Las aventuras del médico y novelista irlandés Charles James Lever (1806-1872) en el Trinity College de Dublín (1823-28) forman la base de la enorme reserva de anécdotas de la que se derivan las mejores cosechas de sus novelas. El inimitable Frank Webber en Charles O'Malley era Robert Boyle, un amigo irlandés de la universidad, posteriormente párroco.[346]​ Lever viajó a Canadá como cirujano no titulado en un barco de emigrantes, y se basó en algunas de sus experiencias para Con Cregan, Arthur O'Leary y Roland Cashel.[346]​ En febrero de 1837, tras diversas experiencias, comenzó a publicar Las confesiones de Harry Lorrequer en las páginas del recientemente fundado Dublin University Magazine[346]​ (publicación de la que posteriormente sería editor entre 1842 y 1845). Harry Lorrequer era meramente una sucesión de historias irlandesas y de otro tipo, buenas, malas y regulares, pero en su mayoría emocionantes.[346]​ Fue su primer y quizás su mayor éxito literario,[347]​ y la inmediata y gran aceptación que recibió decidieron a su autor a dedicarse a la literatura.[348]​ Lever nunca había tomado parte en una batalla, pero sus tres libros siguientes, Charles O'Malley,[349]​ que también apareció por vez primera en el Dublin Magazine en 1840;[347]Jack Hinton the Guardsman (1842) y Nuestro Tom Burke (1843), escritos bajo el estímulo de la extravagancia crónica propia del escritor, contienen algunas páginas militares espléndidas y algunos de los pasajes bélicos más vigorosos que se recuerdan.[349]Tom Burke resulta especialmente valiosa por su representación del entusiasmo suscitado por Napoleón I, y de la vida de los irlandeses exiliados en París.[350]​ Estas obras carecen de arte y casi de forma; la influencia de Maxwell[Nota 28]​ es claramente perceptible en ellas.[347]​ Pero las primeras novelas de Lever muestran sus mejores cualidades en su máxima expresión: su espíritu animal y su alegría jovial, su copioso y eficaz anecdotario, su poder de delineación vigorosa, aunque de ningún modo sutil, de los personajes dentro del alcance de su propia experiencia.[347]

En las páginas de Charles O'Malley, su libro más popular,[348]​ y de Tom Burke, una de sus novelas más características,[347]​ Lever anticipa no pocos de los mejores ecos de Marbot, Thiébault, Lejeune, Griois, Séruzier, Burgoyne y otros similares.[Nota 29]​ Se ha dicho que su narración de la batalla del Duero no tiene nada que envidiar a la de Napier.[349]​ Durante esos años apenas pasaba uno sin una contribución a la lista de sus joviales, frescas y divertidas historias.[348]​ No obstante, a causa de que su estilo era demasiado fácil de parodiar, la fama de Charles Lever sufrió un eclipse pasajero.[351]

Tras publicar Arthur O'Leary: sus andanzas y meditaciones en numerosos países (1844), Lever consideró que su "savia original" estaba agotada y decidió renovarla en el Continente.[349]​ Su siguiente obra importante, The O'Donoghue (1845), una novela ambientada en Killarney, debe su origen a unas vacaciones pasadas en dicha región; en la siguiente, El caballero de Gwynne (1847), uno de sus mejores libros, recurrió a la historia y se sirvió de los recuerdos contemporáneos de la Unión.[352]​ En Las confesiones de Con Cregan (1849), Roland Cashel (1850) y Maurice Tiernay (1855) aún encontramos vestigios de su antiguo estilo; pero estaba empezando a perder su originaria alegría compositiva.[349]​ La materia de Roland Cashel fue extraída en parte de sus vivencias en el continente,[353]​ y la novela ilustra de manera especial la transición de su estilo inicial al postrero.[353]​ Al igual que sus personajes de The Daltons (1852) o The Dodd Family Abroad (1853-54), viajó por todo el continente, de Karlsruhe a Como, de Como a Florencia, de Florencia a las termas de Lucca y así sucesivamente.[349]La familia Dodd en el extranjero es un cuadro de la vida inglesa en el continente en el que el autor aparece más a la luz de un humorista reflexivo que antes.[353]​ En Florencia escribió The Martins of Cro' Martin (1856), un excelente cuadro de la vida en el oeste de Irlanda.[353]​ Se puede decir que estas obras marcan la culminación de Lever como novelista.[353]​ Continuaría escribiendo novelas hasta el final de su vida.[348]​ Desde 1857 residió consecutivamente en La Spezia y Trieste. Sus principales creaciones literarias durante su estancia allí fueron: The Fortunes of Glencore (Las andanzas de Glencore, 1857); Davenport Dunn (1859); One of them (Uno de ellos, 1861); Barrington (1862); Tony Butler (1865); A Campaigner at Home (1865); Luttrell of Arran (1865); Sir Brooke Fosbrooke (1866), su favorita entre sus novelas, si bien no muy popular;[353]Los Bramleigh de Bishop's Folly (1868) y Lord Kilgobbin (1872).[348]

Lever era un narrador nato.[349]​ Con escaso respeto por la unidad de acción o por la estructura novelística convencional, sus libros más brillantes, como Harry Lorrequer, Charles O'Malley y Tom Burke, son en realidad poco más que un recital de escenas de la vida de un "héroe" en particular, sin interconexión alguna mediante una trama continuada.[349]​ Con todo, sus descuidados esbozos contienen creaciones tan evocadoras como Frank Webber, el mayor Monsoon y Micky Free, «el Sam Weller de Irlanda». Falstaff es único en la literatura universal; pero si alguna vez llegó a haber otro Falstaff después de aquel, ese fue Monsoon.[349]​ Los críticos podrán elogiar a voluntad las reflexivas y esmeradas novelas posteriores de Lever, pero Charles O'Malley siempre será el arquetipo de la novela militar.[349]

Sus escritos más tempranos y populares difícilmente pueden calificarse como literatura, aunque su vigor y su alegría, y las excelentes anécdotas y enérgicas canciones intercaladas en ellos, los harán siempre atractivos. Está casi desprovisto de inventiva o imaginación, sus personajes son generalmente trasuntos de la vida, y sus historias incidentales narradas de segunda mano. En un período posterior de su carrera, atendería en cierta medida las demandas del arte y manifestaría una mayor pericia como escritor, con menor perjuicio a su naturaleza de humorista, de lo que cabría esperar. El punto de inflexión lo marca Roland Cashel, pero en Glencore ensayó de manera deliberada por primera vez el análisis de caracteres.[350]

La carencia de habilidad artística de Lever y de comprensión de los rasgos más profundos del carácter irlandés han obstaculizado su reputación entre los críticos.[349]​ Lever ha hecho mucho para perpetuar los errores comunes con respecto al carácter irlandés; no se trata de que los tipos que describe sean irreales, pero están lejos de ser universales o siquiera generalizados.[350]​ Sus joviales pinturas de la sociedad irlandesa, despreocupada y aficionada a beber, no pueden quedar en el limbo, aunque muchas veces el lector no vaya más allá de Las confesiones de Harry Lorrequer.[351]

El escocés James Grant (1822-1887) llegó a ser un hábil delineante, pero otros gustos ―literarios― afloraron por sí mismos, y entonces se dedicó a escribir novelas, convirtiéndose rápidamente en un escritor sumamente prolífico.[354]​ Escribió más de 50 novelas en un estilo enérgico y vivaz;[200]​ sus historias, plenas de vivacidad y sucesos,[355]​ se ocupan principalmente de escenas y personajes militares.[355]​ Su primera y en ciertos aspectos mejor novela, The Romance of War, apareció en 1845. Debía su origen a las numerosas anécdotas de la guerra hispano-francesa, que le habían sido relatadas por su padre, y describía las aventuras de los Gordon Highlanders en la Península. La vívida descripción de batallas le reportaría rápidamente a la novela unas enormes ventas.[354]​ Pronto llegaría una secuela titulada Los Highlanders en Bélgica. Después vendría Las aventuras de un ayudante de campo, cuya popularidad igualó a la de su primera novela. La fragata amarilla, Bothwell, Jane Seton y muchas más tuvieron éxito, y a partir de ese momento hasta su muerte nunca pasaría un año sin que fueran publicadas una, a menudo dos, e incluso tres novelas.[356]​ Otros títulos destacados: Frank Hilton; or, The Queen's Own (Frank Hilton, o propiedad de la Reina, 1855); The Phantom Regiment (El regimiento fantasma) y Harry Ogilvie (1856); Lucy Arden (1858); The White Cockade (La escarapela blanca, 1867); Only an Ensign (Solamente un alférez, 1871); Shall I Win Her? (1874).[355]​ Sus últimas obras de ficción fueron Love's Labour Won (Trabajos de amor ganados, 1888), que relata episodios de bandolerismo en Birmania; y Playing with Fire (Jugando con fuego, 1887), una historia de la guerra de Sudán. En total escribió unas cincuenta y seis novelas. Una rápida sucesión de episodios, un estilo muy vivaz, y unos diálogos que raramente decaen caracterizan todas ellas. Las que tratan la historia de Escocia incorporan una labor de investigación considerable, son de un estilo vigoroso y pintoresco, y expresan mucha simpatía hacia el temerario arrojo, la lealtad y la hombría de los héroes escoceses y fronterizos.[357]

Son innumerables los seguidores que tuvo Walter Scott por la novela histórica, y entre ellos se incluyen Bulwer-Lytton, Dickens, Thackeray, Reade y George Eliot.[358]



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