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Herakles



Heracles,[1]Héracles[2]​ (en griego antiguo Ἡρακλῆς [Hēraklḗs], del nombre de la diosa Hēra, y kleos, ‘gloria’, es decir ‘gloria de Hera’[3][4]​) o Hércules (en la mitología romana) era un héroe de la mitología griega. Era hijo de Zeus y Alcmena, una reina mortal, hijo adoptivo de Anfitrión y bisnieto de Perseo por la línea materna.[5]

Recibió al nacer el nombre de Alceo o Alcides, en honor a su abuelo Alceo (Ἀλκαῖος, Alkaios);[6]​ si bien esta misma palabra evoca la idea de fortaleza (griego ἀλκή). Fue en su edad adulta cuando recibió el nombre con que se lo conoce, impuesto por Apolo, a través de la Pitia, para indicar su condición de servidor de la diosa Hera.[7]​ En Roma, así como en Europa Occidental, es más conocido como Hércules y algunos emperadores romanos ―entre ellos Cómodo y Maximiano― se identificaron con su figura.

Se trata del más célebre de los héroes griegos, el paradigma de la virilidad y el adalid del orden olímpico contra los monstruos ctónicos. Su extraordinaria fuerza es el principal de sus atributos, pero también lo son el coraje, el orgullo, cierto candor y un formidable vigor sexual.[8]​ Se le considera el ancestro de los Reyes de Esparta (de este modo estos caudillos dorios se legitimaban como aqueos[9]​) y la influencia de esta polis en la Grecia Arcaica y Clásica fue una de las razones de la difusión de su leyenda y su culto,[10]​ haciendo de Heracles el héroe dorio por excelencia.[11]

Abundan los relatos mitológicos sobre él, y los más famosos son los doce trabajos. Las historias de las cuales es protagonista forman un ciclo que se desarrolló constantemente durante toda la Antigüedad, motivo por el cual es difícil hacer una exposición cronológica o siquiera coherente de ellas. El historiador francés Pierre Grimal, en su Diccionario de mitología griega y romana, propone clasificarlas en tres categorías, a saber:

Como marco de los tres ciclos aparecen los relatos de su nacimiento y de su muerte y apoteosis, relativamente invariables en las diversas fuentes.[12]

Las menciones más antiguas de Heracles aparecen en las obras de Homero[13]​ y Hesíodo,[14]​ pero relatos más o menos completos de sus aventuras son las obras de Psino de Lindos (natural de Rodas, y, por lo demás, desconocido),[15]Pisandro de Cámiros (otro poeta rodio, fl. ca. 640 a. C.)[16][17]​ y Paniasis de Halicarnaso (siglo V a. C.), autor de una obra titulada Heraclea.[18]​ Todas estas obras, con excepción de unas pocas citas fragmentarias, se han perdido.

Los poetas posteriores, sus comentaristas y, por último, los mitógrafos de la época helenística son, en la actualidad, las únicas fuentes escritas supervivientes que relatan las hazañas de Heracles. Un auxiliar importante para el estudio de las mismas es la iconografía, muy abundante, que recoge los principales episodios de las leyendas. Iconografía que se prolonga desde la época arcaica hasta la moderna. Como muestra basta señalar el friso del templo de Apolo en Delfos[19]​y la colección del Museo del Prado.[20]

Las historias y el culto de Heracles se difundieron en cada sitio donde se establecieron los griegos; en muchos casos el héroe fue incorporado a otras mitologías o bien se lo identificó con algún personaje mítico anterior. Entre los etruscos, sumamente receptivos ante la mitología helénica, Heracles se convirtió en Hercle, hijo de Tinia y de Uni. A través de esta personificación los latinos desarrollaron la figura de Hércules. En la mitología de Roma, Hércules se identifica por completo con el Heracles griego y solo se le añaden algunos episodios a sus aventuras destinados a relacionarlo con Italia y el Lacio.

En otros casos, los propios griegos equipararon con Heracles a los seres míticos de otras culturas; así sucedió con el dios fenicio Melkart, las divinidades egipcias Jonsu y Herishef o el celta Ogmios. En ocasiones estos otros Heracles fueron caracterizados con epítetos distintivos como Heracles tirio, Heracles tasio (de Tasos), Heracles de Canopo o Heracles dáctilo.[21]​ Este hecho llevó a historiadores y filósofos a especular sobre la existencia de diferentes Heracles a lo largo de la historia, siendo el hijo de Alcmena el último de ellos y meramente un héroe.[22]

Zeus yació con Alcmena, hija de Electrión y nieta de Perseo, tras adoptar la apariencia del marido de esta, Anfitrión de Tebas, también un perseida, quien había dejado su hogar para ir a la guerra contra los tafios. Al regresar victorioso, Anfitrión también yació con Alcmena; por lo cual esta quedó embarazada de mellizos; el futuro Heracles por Zeus e Ificles, por su esposo.

En la noche en que estaba previsto que nacieran, Zeus juró que el niño miembro de la casa de Perseo que naciera aquella noche se convertiría en un gran rey (otras versiones afirman que fue Hera la que convenció a su marido de que lo jurara, solo para después poder arrebatarle el derecho a la corona a su hijo).

Cuando Hera se enteró del juramento, conociendo el adulterio de Zeus y odiando al fruto de su infidelidad, quiso perjudicarlo. Corrió a la casa de Alcmena y ralentizó el parto sentándose con las piernas cruzadas y las ropas atadas con nudos. Al mismo tiempo, hizo que Euristeo, primo de los gemelos, naciese con dos meses de antelación, siendo coronado rey de Micenas. Y habría retrasado permanentemente el nacimiento si no hubiese sido engañada por Galantis, la criada, quien le dijo que ya había asistido a los niños en el parto. Hera, sin comprender nada, desató los nudos permitiendo así que Alcmena diese realmente a luz a Heracles y a Ificles, quienes nacieron en Tebas. Los antiguos griegos celebraban el nacimiento de Heracles en el cuarto día de cada mes griego.

Otra versión cuenta que Hera retrasó el parto haciendo que Ilitía se sentase en la mencionada posición, y que fue esta la engañada por Galantis. Ilitía transformó a la criada en comadreja y la obligó a dar a luz poniendo huevos por la boca.

Unos pocos meses después del nacimiento de Heracles, Hera envió dos serpientes a matarlo mientras dormía en su cuna. El héroe estranguló una serpiente con cada mano y fue hallado por su niñera divirtiéndose con sus cuerpos exangües como si fueran unos insignificantes juguetes. Este episodio fue representado en las artes tanto en mosaicos (Heracles estrangulando a las serpientes) como en pinturas.

Una versión del origen de la Vía Láctea es que Zeus engañó a Hera para que amamantase a Heracles. Al descubrir quién era, lo apartó bruscamente de su pecho, proceso en el cual despidió un chorro de leche que formó la mancha que cruza el cielo y que puede verse en él desde entonces (se cuenta una historia parecida sobre Hera y Hermes, aunque en ese caso, el truco funcionó y la diosa le tomó más cariño al nacido).

Heracles creció sano y fuerte. Recibió con su hermano clases de música del maestro Lino, pero era un estudiante rebelde e indisciplinado. Lino le regañaba constantemente, y un día Heracles se enfureció de tal manera que lo golpeó con una lira, matándolo al instante. El joven Heracles debió comparecer ante un tribunal, acusado de asesinato, pero se salió del apuro citando una sentencia de Radamantis, según la cual existía el derecho de matar al adversario en caso de legítima defensa (aunque realmente Lino no había tocado a Heracles). Fue pues, absuelto. Pero Anfitrión, inquieto, y temiendo que su hijo adoptivo fuese presa de nuevos accesos de cólera se apresuró a enviarlo al campo, y lo puso al frente de sus rebaños. Allí, según una tradición, un boyero escita llamado Téutaro continuó su educación, adiestrándolo en el arte de manejar el arco.

Heracles siguió realizando proezas tales como matar al León de Citerón, que estaba acosando y cazando los rebaños locales, y se vistió con su piel. Cuando regresaba de su cacería se encontró con los emisarios del rey minio Ergino de Orcómeno, que había derrotado años atrás a los tebanos y les había impuesto un pesado tributo que debían pagar cada año. Heracles los atacó, les cortó la nariz y las orejas y las ató a sus cuellos, enviándolos de regreso con el mensaje de que ese era todo el tributo que iba a recibir. El rey tebano Creonte le recompensó otorgándole la mano de su hija, la princesa Megara, con la que tuvo varios hijos. Pirra, su hermana menor, se casó con Ificles, el hermano mellizo del héroe.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a su mujer, a sus hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos (otras versiones dicen que dejó a Megara con vida, y que cuando volvió en sí, no pudo seguir viviendo con ella y se la entregó a su sobrino Yolao). Al despertar y descubrir los terribles actos que había cometido, sintió un terrible dolor, y avergonzado, se aisló de la sociedad yéndose a vivir a tierras salvajes. Tras una larga búsqueda, fue hallado por su hermano Ificles, que le convenció de que fuera al Oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de diez trabajos dispuesta por Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba. Heracles realizó los diez trabajos con éxito, pero Hera, malmetiendo contra este, convenció a Euristeo de que tachara de inválidos el segundo, en el que fue ayudado por su sobrino Yolao, y el quinto, ya que bien pensado, lo realizó para Augías (según algunas versiones se escudaba en que el trabajo lo habían realizado los ríos, igual que Augías para no pagar a Heracles lo acordado en la apuesta personal que hicieran). Debido a esto, Heracles tuvo que realizar dos trabajos más, sumando un total de doce (en realidad este elemento mítico no formaba parte de la leyenda en un principio: se añadió en un intento de explicar por qué el número de trabajos varía de diez a doce según las distintas versiones).

El orden tradicional de los trabajos es:

Según el Cronicón de Jerónimo de Estridón Heracles completó sus doce trabajos en el año 1246 a. C.

El león de Nemea era un despiadado monstruo que vivía en Nemea, aterrorizando sus alrededores. Su verdadero punto fuerte era que tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas, por lo que parecía ser invencible. Heracles viajó a la ciudad, donde se hospedó en casa de Molorco, y después partió a la cacería de la fiera. Le disparó flechas, lo atacó con una espada de bronce y lo golpeó con un garrote hecho de un olivo (que él mismo había arrancado de la tierra), pero todo resultó inútil. Entonces Heracles planeó un golpe estratégico. Fue a la guarida del animal, que tenía dos entradas, y taponó una de ellas. Azuzó al león para que entrara por la otra, y acorralándolo, lo estranguló.

Heracles llevó el cuerpo del león a Micenas para que lo viera Euristeo, pero este se asustó tanto que le prohibió volver a entrar en la ciudad; de ahí en adelante, el fruto de sus trabajos debería mostrárselo desde fuera. Euristeo ordenó a sus herreros que le forjasen una tinaja de bronce que escondió bajo tierra, y en la que se refugiaba cada vez que se anunciaba a Heracles, comunicándole sus instrucciones a través de un heraldo.

Pero el trabajo aún no estaba terminado, ya que Heracles debía despojar al león de su piel. Pero como esta resultaba impenetrable a las armas, estuvo horas y horas intentándolo sin éxito. Al fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, ayudó a Heracles, advirtiéndole que las mejores herramientas para cortar la piel del león eran sus propias garras. Con esta pequeña intervención divina, Heracles completó su primer trabajo.

La gruesísima piel del león de Nemea fue utilizada por Heracles en todas las aventuras que sucedieron a esta, como la más eficaz de las armaduras, mientras que la cabeza del león la usó de yelmo.

La Hidra de Lerna era un antiguo y despiadado monstruo acuático ctónico con forma de serpiente policéfala, cuyo número de cabezas, según las distintas versiones, va desde tres, cinco o nueve hasta cien, e incluso diez mil (siendo tres y nueve los números más frecuentes); poseía una, recubierta por láminas de bronce, que era inmortal. Lo que la hacía terrible era que cada vez que perdía una cabeza regeneraba dos (o una más fuerte, según otras versiones). También tenía un aliento tóxico. Fue criada por Hera bajo un plátano cerca de la fuente Amimone, en el lago de Lerna, donde había una entrada al inframundo que la Hidra custodiaba. Su asesinato fue ordenado como segundo trabajo a Heracles para procurar la muerte de este, ya que la hidra de Lerna era (o al menos eso se decía) hermana del León de Nemea (ambos eran hijos de Tifón y Equidna), y quería vengarse de Heracles por haber matado a su hermano.

Heracles llegó a la ciénaga próxima al lago de Lerna con su sobrino Yolao, al que había pedido ayuda, ya que él solo se veía impotente contra el monstruo. Se cubrieron la boca y la nariz con una tela para protegerse del aliento tóxico de la hidra y se acercaron a la fuente Amimone, su refugio. Los detalles de la lucha son explicados por Apolodoro. Heracles disparó flechas con llamas al interior de la fuente para obligarla a salir, y una vez frente a frente, la atacó con su espada, cortándole varias cabezas. Según algunas versiones, Hera envió un cangrejo llamado Carcinos para que pellizcase los pies de Heracles y le estorbase, pero el héroe aplastó al animal y siguió luchando. La hidra regeneraba dos cabezas por cada una que perdía, así que Heracles se dio cuenta de que no iba a llegar a nada con ese método. Entonces, Yolao tuvo la idea (probablemente inspirada por Atenea) de quemar los cuellos de la hidra para cauterizar la herida y evitar así que pudiera regenerar dos nuevas cabezas. Después de que Heracles cortara la cabeza, Yolao pasaba por el muñón una tela ardiendo, y así, acabaron venciendo a la hidra de Lerna, que murió sin cabezas. Heracles tomó la inmortal, que era impotente sin el resto del cuerpo, y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia, completando así su segundo trabajo. El héroe mojó la punta de sus flechas con la sangre venenosa de la hidra (que utilizaría en sus posteriores aventuras).

Pero Hera, en uno de sus ardides para perjudicar al héroe, informó a Euristeo de que había sido Yolao quien había quemado los muñones, y este tachó el trabajo de inválido, ya que Heracles había tenido ayuda.

La Cierva de Cerinea tenía pezuñas de bronce y cornamenta de oro. Estaba consagrada a Artemisa, ya que era una de las cinco ciervas que la diosa había intentado capturar para engancharlas a su carro y había sido la única que había logrado escapar.

Heracles persiguió a la cierva día y noche durante un año sin lograr atraparla, ya que esta era increíblemente veloz (tanto que ni las flechas la alcanzaban). Al fin, en el país de los Hiperbóreos, la capturó mientras esta se paraba a beber agua, atravesándole las dos patas con flechas que solo traspasaron piel, tendón y hueso (su sangre era un terrible veneno, capaz incluso de matar a dioses, por lo que Heracles prefirió no derramar ni una gota, puesto que tendría que dar explicaciones si lo hacía). Una vez inmovilizada, la apresó y la llevó a Micenas para que Euristeo la viera.

La gran hazaña de Heracles sirvió de ejemplo a muchos otros héroes de la antigüedad como Yhuidr y Casto.

El Jabalí de Erimanto era una terrible criatura, capaz de crear terremotos a voluntad y de arrancar árboles de tajo con los colmillos, que vivía en Erimanto, causando estragos en todo el contorno. Este jabalí se alimentaba de hombres.

En el camino hacia Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su viejo amigo el centauro Folo, que en memoria de tiempos lejanos, compartió con él su comida y su vino. Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos, enfurecieron hasta tal punto que atacaron a Heracles. Este primero los rechazó, pero poco a poco lo hicieron enfurecer a él también, y empuñando su arco, mató a varios centauros con flechas untadas con la sangre de la Hidra de Lerna mientras los otros se retiraban acobardados.

Mientras Heracles enterraba a sus víctimas, su amigo Folo sacó una de las flechas de este y se puso a examinarla, asombrado de que algo tan pequeño pudiese dar muerte a criaturas tan formidables como los centauros. Torpemente, la flecha se le escurrió de la mano y se le cayó sobre el pie, clavándose en él.

La flecha, untada con tan letal veneno, acabó también con la vida de Folo, el cual fue enterrado por Heracles al pie del monte que tomaría su nombre: Foloe.

Heracles encontró al jabalí y se echó tras él. Tras perseguirlo durante varias horas, lo acorraló en una zona nevada, donde le saltó al lomo. Heracles lo encadenó y se lo llevó a Micenas vivo, cargándolo sobre sus hombros.

Por designio de los dioses, el ganado de Augías, rey de la Élide, no sufría de enfermedades, y doce toros que su padre, el dios Sol Helios, le había regalado, defendían al resto de la manada, asegurando que tampoco sufriera bajas causadas por las fieras de los alrededores. Con todo esto, el ganado de Augías se convirtió en el mayor del país.

Euristeo impuso este trabajo a Heracles con el fin de humillarle y ridiculizarle, ya que era tal la cantidad de excrementos acumulados (los establos de Augías jamás habían sido limpiados) que resultaba prácticamente imposible limpiarlos en un solo día. Así el gran Heracles, vencedor de terribles monstruos y realizador de hazañas heroicas, caería humillado ante una tarea tan denigrante. Incluso Augías hizo una apuesta personal con Heracles, prometiendo regalarle una parte del ganado si lograba completar el trabajo.

Nadie esperaba que Heracles lo consiguiera, ya que en este trabajo la fuerza no le servía de nada, pero lo que hizo el astuto héroe fue desviar el cauce de los ríos Alfeo y Peneo, llevándolos a través de los establos por un canal que él mismo había cavado. Los ríos arrastraron toda la suciedad y Heracles, ante la sorpresa de todos, completó su quinto trabajo.

Euristeo y Augías, que no se esperaban que Heracles lo consiguiese, se negaron a aceptarlo. Euristeo le dijo a Heracles que realmente había realizado el trabajo para Augías, ya que conocía la apuesta que habían acordado (fue informado de esto por la maliciosa Hera), por lo que le era inválido. Según otras versiones, se escudó en que el trabajo ni siquiera lo había realizado él, sino los ríos.

Y para colmo de desgracias, cuando Heracles exigió a Augías la parte del ganado que le había prometido, este se escaqueó utilizando el mismo argumento de que el trabajo lo habían realizado los ríos. Heracles llevó el asunto a los tribunales, y el testimonio de Fileo, hijo de Augías, a favor del héroe, convenció a los jueces de que Augías debía cumplir con su promesa. Este entregó a regañadientes la parte del ganado que prometiera en la apuesta y desterró a su hijo por haberle hecho perder el juicio. Heracles, furioso por semejante injusticia, abandonó la Élide, y buscando alianzas entre los príncipes de toda Grecia, declaró la guerra a Augías. Este envió a su ejército al contraataque, capitaneado por los hermanos gemelos moliónidas, sus dos eficientes generales. Estos aprovecharon que Heracles se sintió enfermo y les firmó una tregua para atacar por sorpresa. Derrotaron terriblemente a los hombres del héroe y asesinaron a su hermano Ificles, que le había acompañado a la guerra. Vistas las numerosas bajas, los corintios, aliados de Heracles, declararon oficialmente la paz al ejército de Augías, firmando una tregua ístmica, en honor a los Juegos Ístmicos, probablemente el antecedente de los Juegos Olímpicos en la Antigüedad, durante los cuales debía reinar la paz (realmente estos juegos nunca se habían celebrado, fueron una repentina invención de los corintios para poder firmar la tregua y evadirse de la desfavorable situación en la que se hallaban).

Pero Heracles no olvidó aquella puñalada por la espalda. Tres años después, aprovechó que los moliónidas y sus hombres se encontraban celebrando un festival en honor a Poseidón para tenderles una emboscada, en la que masacró al ejército de Augías y mató a su hijo Éurito y a los moliónidas, dejándole así sin sus mejores generales.

Posteriormente volvió a reclutar otro ejército entre las ciudades del Peloponeso, con el que dio el golpe definitivo. Saqueó la Élide y mató a Augías, poniendo al desterrado Fileo como rey.

Pausanias, en cambio, afirma que Heracles le perdonó la vida a Augías y le restauró en el trono, mientras que Fileo se estableció definitivamente en Duliquio. Según esta versión, a la muerte de Augías sería su hijo Agástenes quien le sucediera.

Las aves del Estínfalo eran unas aves que tenían pico, alas y garras de bronce. Poblaban la región y el bosque de alrededor del lago Estínfalo. Euristeo encomendó a Heracles como sexto trabajo que acabara con estos pájaros, ya que constituían un auténtico peligro, pues eran carnívoros y en ocasiones atacaban al ganado o a la población, y sus excrementos venenosos arruinaban los cultivos.

Heracles llegó al Estínfalo y se puso a disparar su arco contra las aves, derribando a muchas de ellas. Pero poco a poco se vio impotente ante su misión, puesto que eran demasiadas para sus flechas y su legendaria fuerza no le servía de nada, ya que en el aire no podía atraparlas. Entonces apareció Atenea, le dio un cascabel (una campana o un címbalo, según otras versiones) de bronce y le dijo que lo tocara desde la cima de una colina elevada. Al hacerlo, los pájaros se asustaron de tal modo que emprendieron el vuelo y jamás se los volvió a ver en el lago ni en el bosque. La mayoría huyeron a la isla de Ares, en el mar Negro (donde fueron encontrados por los argonautas), pero algunos de ellos se dirigieron a Micenas. Cuando Heracles regresó a la dicha polis, Euristeo se hallaba en su refugio, ya que varios de las aves del Estínfalo revoloteaban alrededor de su palacio. Al ver esto, Heracles sonó su cascabel y las aves se alejaron de allí.

El Toro de Creta fue el toro que Poseidón hizo salir del mar cuando el rey Minos prometió ofrecer un sacrificio al dios; pero Minos lo encontró tan hermoso que lo incorporó a sus rebaños como semental en vez de sacrificarlo. Poseidón, enfurecido, hizo que la reina Pasífae se enamorara del animal y concibiera con él un hijo, Minotauro, tras lo cual hizo enloquecer al toro, convirtiéndolo en un terrible animal salvaje que echaba fuego por las narices.

Heracles se presentó ante Minos, que le autorizó para capturar al toro (si podía), puesto que este estaba causando estragos en Creta. Heracles consiguió subir al lomo del animal y conducirlo hasta Micenas a través del mar Egeo. Euristeo, al ver al hermoso toro, lo quiso ofrecer a Hera, pero esta lo rechazó al ver la ferocidad del animal, por lo que se lo dejó en libertad.

El toro atravesó la Argólide y cruzó el istmo de Corinto, causando estragos allá por donde pasaba, hasta que Teseo logró matarlo en la llanura de Maratón, próxima a Atenas, la ciudad de la que era héroe.

Las Yeguas de Diomedes eran cuatro animales carnívoros (veinte, según otras versiones) que el gigante Diomedes tenía encadenados, alimentándolos con la carne de sus inocentes huéspedes.

Heracles partió con un grupo de voluntarios consiguiendo arrebatar las yeguas a su dueño, el cual fue con su ejército tras los ladrones. Heracles envió a su amigo Abdero a la custodia de las yeguas mientras él y sus hombres hacían frente a Diomedes y los suyos. Pero mientras Abdero apartaba de la lucha el carro al que estaban atadas, las yeguas se soltaron y lo devoraron. Heracles y sus hombres vencieron al ejército enemigo, y el héroe mató a Diomedes arrojándolo a sus propias yeguas, que lo devoraron sin compasión. Los pocos adversarios que quedaban en pie huyeron aterrados al ver cómo los sanguinarios animales daban buena cuenta de su líder. Al terminar de comérselo, las yeguas se volvieron inexplicablemente mansas, y Heracles las pudo atar de nuevo al carro del fallecido Diomedes y llevárselas a Micenas, donde fueron entregadas a Euristeo, que se las regaló a Hera. Se dice que murieron en el Monte Olimpo, devoradas por las fieras y las alimañas. Según una leyenda, Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, descendía de una de estas yeguas.

En honor a su amigo Abdero, devorado por las yeguas mientras luchaba a su lado, Heracles fundó junto a su tumba la ciudad de Abdera, donde como último homenaje, instauró juegos agonales en su honor; en estos estaban prohibidas las carreras de carros, puesto que se relacionaban con la muerte de Abdero.

Admete, la hija de Euristeo, fue la que dispuso el noveno trabajo de Heracles, que consistía en robar el cinturón mágico de la reina amazona Hipólita, a la cual se lo había regalado su padre, Ares.

Existen dos versiones de este trabajo:

Hipólita, al enterarse de los motivos de la llegada de Heracles, prometió darle el cinturón, pero Hera, disfrazada de amazona, propagó el rumor de que Heracles y sus acompañantes habían raptado a la reina, por lo que las amazonas atacaron la nave de Heracles. Este pensó que la promesa de Hipólita había sido un engaño, combatió contra las amazonas, mató a Hipólita y le quitó el cinturón.[23]

Heracles secuestra a Melanipa, una de las hermanas de Hipólita, y exige el cinturón como rescate. La reina amazona se lo acaba dando y el héroe libera a su hermana. Mientras tanto, Teseo secuestra a Antíope, otra hermana de Hipólita, y trata de huir con ella junto a Heracles. Hera, la eterna enemiga del héroe, informa a las amazonas del secuestro de Antíope, con fin de que ataquen a Teseo, y lo más placentero para ella, a Heracles. Así sucede, pero ambos logran huir, y se llevan a Antíope, con la cual Teseo acaba casándose (muchas versiones le atribuyen a ella la maternidad de Hipólito, el hijo de Teseo e Hipólita; incluso hay algunas versiones que ponen como madre a Melanipa). Las amazonas tratan de recuperarla sin éxito atacando Atenas (según algunas versiones, Antíope muere en el ataque).

Antes de huir, Heracles mata a Hipólita y se lleva su hacha, la cual regalaría a su futura mujer Ónfale, que la guarda en las regalías de los reyes lidios. También Zeus empuña esta arma en una de sus representaciones estatuarias.

Gerión era un monstruoso gigante, hijo de Crisaor y Calírroe. Es descrito como un ser antropomorfo formado por tres cuerpos, con sus respectivas cabezas y extremidades, según la mayoría de las versiones. Aunque no se suele especificar la forma exacta de la unión entre los tres cuerpos, se le suele representar con una unión lineal o radial por las cinturas. A veces se le retrata con alas, pero no es usual. Aparte de estas características, su aspecto mayoritario era humano. Vivía en la isla Eriteia (actualmente Cádiz), más allá de las columnas de Hércules, ya en el Océano.

Heracles emprendió el viaje hacia la isla Eriteia. Mientras viajaba hacia allí, cruzó el desierto libio (Libia era el nombre genérico del norte de África para los griegos) y quedó tan frustrado por el calor que se puso a dispararle flechas a Helios, el sol. Este le rogó que parase, y Heracles pidió a cambio la copa dorada que el dios utilizaba para cruzar el mar cada noche, de oeste a este. El héroe usó esta copa para el viaje hacia Eriteia, pero encontró el paso cerrado por las rocas al terminarse el Mediterráneo. Heracles las apartó abriendo el estrecho de Gibraltar y poniendo como límites de este las columnas de Hércules, situada la primera en el peñón de Gibraltar y la segunda en el monte Hacho de Ceuta, con una altitud de 204 metros (según otras versiones en el monte Musa de Marruecos, con una altitud de 851 m).

El ganado de Gerión estaba guardado en una cabaña custodiada por Ortro, perro de dos cabezas hermano de Cerbero, y por el pastor Euritión. Heracles mató a ambos, y cuando llegó Gerión, según algunas versiones avisado por Menecio, el pastor del Hades, lo mató también, desgarrando su cuerpo en los tres de que estaba formado.

El héroe se dispuso a llevar el ganado a Euristeo. Durante el camino, en la escala que hizo en el monte Aventino de Roma, un gigante llamado Caco le robó a Heracles parte del ganado mientras dormía (según las versiones romanas). El gigante hizo caminar a las reses marcha atrás para no dejar huellas, una repetición del truco del joven Hermes. Según algunas versiones, Heracles pasó con el resto del ganado frente a una cueva donde Caco escondía las reses robadas, y entonces empezaron a llamarse unas a los otras, descubriendo así el héroe el escondrijo del ladrón. Según otras, Caca, la hermana de Caco, le dijo a Heracles dónde escondía su hermano el producto del robo. El héroe mató a Caco y recuperó la parte del ganado robada por este.

Según la mitología romana, Heracles fundó un altar en el lugar donde el Foro Boario, el mercado de ganado, se celebraría posteriormente.

Al pasar por Sicilia, el héroe fue retado a un combate por Érice, el rey de la isla, que era un fortísimo boxeador. Heracles apostó parte del ganado y su adversario, muy seguro de sí mismo, puso en juego su reino. Pero fue el héroe quien ganó el combate, en el cual mató a Érice, que fue enterrado en el templo dedicado a su madre Afrodita en la montaña a la que dio nombre: Erice. Heracles dejó el reino a sus habitantes diciéndoles que en la posteridad enviaría a sus descendientes a gobernar (estos descendientes serían los heráclidas, capitaneados por su sobrino Yolao).

Para molestar al héroe, Hera envió un tábano para que picase a las reses, irritándolas y esparciéndolas. Después, la diosa envió una inundación que elevó el nivel de un río tanto que Heracles no podía vadear el ganado. Este se puso a apilar piedras en el río, construyendo un camino por el cual condujo a las reses.

Más tarde, Equidna asaltó a Heracles y le robó el ganado. Cuando el héroe fue a reclamarlo, la ninfa pidió como rescate que mantuviera relaciones sexuales con ella. Heracles lo hizo, y de esta unión nacieron Agatirso, Gelono y Escites.

Por fin el héroe llegó a Micenas con el ganado, el cual fue sacrificado a Hera por orden de Euristeo.

Los árboles del jardín de las ninfas Hespérides daban manzanas de oro. Heracles capturó primero a Nereo, el anciano del mar (halios geron), un dios marino que cambiaba de forma, y le exigió que le indicara la ubicación de dicho jardín. El anciano acabó dándole la información.

En algunas versiones, el héroe conoce al principio o al final del trabajo a Anteo, que era invencible siempre que estuviese en contacto con su madre, Gea, la Tierra. Heracles lo mató sujetándolo en vilo y aplastándolo con un fuerte abrazo.

Heródoto afirma que el héroe se detuvo en Egipto, donde los soldados del rey Busiris le apresaron, ya que el monarca, para calmar la ira de los dioses, les había prometido entregar en sacrificio a todos los extranjeros (aunque según otras versiones le escogió a dedo para su sacrificio anual). Heracles estuvo retenido junto a los otros desdichados sentenciados a muerte, pero logró romper sus cadenas (cuerdas, según otras versiones) y evadirse. Viendo el cruel régimen al que estaba sometido Egipto, decidió enfrentarse a Busiris, al cual mató, salvando así la vida de todos los presos extranjeros.

Llegando finalmente al Jardín de las Hespérides, Heracles engañó a Atlas para que cogiese algunas manzanas del jardín ofreciéndose a sujetar el cielo mientras iba a buscarlas, puesto que el titán no tendría problema alguno para hacerlo, ya que era el padre de las Hespérides (aunque según algunas versiones, tan solo tenían un simple parentesco). Al volver, Atlas decidió no aceptar el sujetar los cielos de nuevo, y en vez de eso se ofreció a llevar las manzanas a Euristeo él mismo, pero Heracles volvió a engañarlo aceptando quedarse en el lugar de Atlas, con la única condición de que este sujetase el cielo un momento para que el héroe pudiera ponerse su capa más cómodamente. Atlas accedió, y entonces Heracles tomó las manzanas y se marchó.

Según otras versiones, el héroe era la única persona que robaba las manzanas (además de Perseo), si bien Atenea las devolvía luego a su lugar correcto en el jardín.

Las manzanas eran consideradas por algunas versiones las mismas «manzanas de dicha» que tentaron a Atalanta, y según otras, una de ellas era la «manzana de la discordia» usada por Eris para provocar un concurso de belleza en el Olimpo (que terminaría dando lugar a la Guerra de Troya), poniéndola como premio.

Heracles viajó primero a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos, que le enseñarían cómo entrar en el Hades y cómo salir vivo de él. Estos también le permitirían absolverse un poco más de la culpa de haber matado a su mujer, a sus hijos y a sus sobrinos (algo extra a los doce trabajos).

El héroe encontró la entrada al inframundo en Ténaro. Atenea y Hermes le ayudaron a traspasarla al entrar y al salir. Gracias a la insistencia de Heracles y a su propio aspecto fiero, Caronte le llevó en su barca a través del Aqueronte. Mientras navegaban, se encontraron a Teseo y a Pirítoo, que habían sido apresados por el dios Hades mientras intentaban raptar a Perséfone, el cual los había sujetado mágicamente a un banco. Heracles tiró de Teseo y logró arrancarlo del banco, pero parte de sus muslos se quedaron pegados a este (esto explica por qué los descendientes del héroe ateniense tenían los muslos tan delgados). Pero cuando intentó liberar a Pirítoo la tierra se puso a temblar, por lo que tuvo que abandonarlo.

Para llevarse a Cerbero, Heracles simplemente pidió permiso al dios Hades, y este accedió con la condición de que no hiciera daño al animal. El héroe obedeció, tratando a Cerbero amablemente, y este, halagado al recibir por primera vez ese tratamiento, lo acompañó afuera dócilmente.

Heracles disparó una flecha al dios Hades, dejándolo fuera de combate, y tras una violenta lucha contra Cerbero, logró capturarlo y lo arrastró a través de la cueva Aquerusia al exterior del Inframundo.

Después de que los dioses olímpicos condenaran a los titanes al Tártaro, la madre de los últimos, Gea engendró a los poderosos Gigantes de la sangre de Urano o con el mismo Tártaro para su venganza.

El oráculo profetizó que los gigantes no podían morir a manos de los dioses a menos de que un mortal pelease a su lado, por lo que Zeus llamó a Heracles mediante Atenea.

Los Gigantes llevaron a cabo un primer ataque contra los dioses armados con enormes rocas y troncos de árboles.

La batalla se libró donde habitaban los Gigantes, en Flegra o en Palene.

Cada Gigante fue rematado por las flechas de Heracles empapadas en el veneno de la Hidra de Lerna, excepto los que quedaron presos bajo las islas.

Cicno era un sanguinario gigante y quiso construir un templo con los huesos y calaveras de las personas y animales que asesinaba.

El gigante desafió a Heracles a un combate singular en Itone; el héroe aceptó y mató a Cicno en el combate. La muerte del gigante provocó la furia de su padre, Ares, que también enfrentó a Heracles. Aun así, el héroe derrotó al dios y lo obligó a volver al Olimpo.

El trono de la ciudad de Yolco había sido ocupado por Pelias, tras haber sido nombrado regente por su medio hermano Esón o tras haberlo destronado por la fuerza. Cuando Jasón, hijo de Esón, alcanzó la madurez, llegó a Yolco con objeto de reclamar el reino que había pertenecido a su padre o, pero un oráculo había prevenido a Pelias contra un hombre calzado con una sola sandalia y así es como llegó Jasón. Así pues, Pelias accedió a entregarle el trono con la condición previa de que realizase la hazaña de traer de la Cólquide el espíritu de Frixo y el vellocino de oro.

Jasón envió heraldos por toda la Hélade para anunciar la realización de la futura expedición y llegaron numerosos héroes que deseaban formar parte de la misma. Hay diversas fuentes literarias que recogen los nombres de los integrantes de la expedición, que por el nombre de la nave recibieron el nombre de «Argonautas». También se les llamaba «minias». Así un número entre 45 y 69 hombres partieron en la aventura, entre los cuales se encontraba Heracles.

La expedición llegó a la isla de Lemnos. Allí se encontraron con una isla habitada por mujeres, que habían dado muerte a todos los hombres de la isla como venganza porque estos habían contraído matrimonio con mujeres de Tracia porque las de Lemnos habían empezado a tener mal olor. Este mal olor había sido provocado por la diosa Afrodita como castigo porque las mujeres de allí habían suprimido su culto.

Los Argonautas fueron bien recibidos en la isla, establecieron lazos amorosos con las lemnias, cuya máxima autoridad era la reina Hipsípila y permanecieron en la isla durante un largo tiempo, hasta que Heracles (u Orfeo), que no había desembarcado, les instó a reembarcar y continuar el viaje.

Después navegaron hasta Misia, donde Hilas, que había sido enviado a buscar agua, fue raptado por las ninfas de una fuente. Heracles y Polifemo buscaron al joven argonauta, sin éxito y, según la tradición mayoritaria, ninguno de los tres volvió a embarcar en el Argo, que partió sin ellos cuando Tifis quiso aprovechar unas ráfagas de viento. A bordo de la nave, Telamón echó en cara a Tifis que hubieran dejado atrás a Heracles, pero Zetes y Calais defendieron al piloto de la nave y cuando, poco después, emergió del mar el dios marino Glauco, para gritarles que el destino de Heracles, Hilas y Polifemo no era llegar hasta la Cólquide, sino que los dioses les habían reservado otros destinos diferentes, Telamón cedió en su cólera. En el relato de Teócrito, sin embargo, Heracles llegó a pie a la Cólquide.

Hera, Poseidón y Apolo conspiraron contra Zeus. Tras la rebelión Zeus castigó a Poseidón y Apolo y los puso al servicio de Laomedonte, rey de Troya.[24]​ Este les hizo construir las murallas de la ciudad, lo que hicieron con el auxilio de Éaco. Al finalizar, Laomedonte se negó a pagar el trabajo aduciendo que habìa sido hecho cumpliendo una sentencia de Zeus. Poseidón se indignó y envío a un monstruo marino que devoraba a la gente que salía de la ciudad.Por consejo de un oráculo, Laomedonte debía entregar en sacrificio a su hija Hesíone. La joven fue atada a unas rocas en la costa, a la espera de la llegada de la criatura. En ese momento, Heracles, Telamón y Oícles, arribaron a la Tróade. El héroe, al enterarse de la ofrenda humana, cosa que abominaba, accedió a matar al monstruo a cambio de los caballos que Laomedonte había recibido de Zeus como compensación por el rapto de Ganimedes.[25][26]​ Laomedonte aceptó el trato. Heracles junto a sus compañeros mató al monstruo y rescató a la princesa. Sin embargo, el rey de Troya no cumplió su palabra y Heracles partió con las manos vacías, no sin amenazar al rey con la guerra.[27]

De regreso en Grecia, Heracles reunió una pequeña expedición y al frente de ella atacó Troya. Laomedon marchó contra los atacantes y mató a Oicles en la batalla, pero debió retroceder y refugiarse tras los muros de Troya, donde fue sitiado.Telamón fue el primero en atravesar la muralla y entrar en la ciudad, seguido por Heracles. Tras la toma, el hijo de Zeus mató a Laomedon y a sus hijos, excepto Podarces, quien fue rescatado por su hermana Hesíone, por lo que adoptó el nombre de Príamo (de priamai «comprar»). Hesione fue asignada como botín a Telamón, con quien tuvo un hijo,Teucro.[28]

Existen tres versiones de este asunto:

Los instauró para celebrar su victoria sobre Augías, pero esta versión los confunde con los Juegos Ístmicos.

Simplemente los instaura en Olimpia, en honor a Zeus.

No fue realmente Heracles, el hijo de Zeus, quien instauró los Juegos Olímpicos, sino otro Heracles, de sobrenombre, Ideo. Corrió hasta Olimpia con cuatro de sus hermanos para entretener al recién nacido Zeus. Al ganar, se puso una corona de olivo y estableció la costumbre de celebrar una serie de eventos deportivos cada cuatro años en honor al dios.

Tras construir el estadio olímpico, Heracles quiso conocer sus dimensiones. Fue contando sus pasos a lo largo de la travesía y llegó al otro extremo del estadio en doscientos. A esto le llamó "distancia estadio" (en griego: στάδιον), que más tarde se convertiría en una famosa unidad de longitud.

Íole o Yole era la joven y bella hija de Éurito, rey de Ecalia. Heracles se enamoró perdidamente de ella en cuanto la vio y trató de conseguir su mano, pero Éurito se la denegó porque conocía el oscuro pasado de Heracles, en el que este mataba a su mujer y a sus hijos víctima de la locura, y temía que Heracles volviera a perder la razón y que le sucediera lo mismo a Íole y a los futuros hijos que engendraran.

Tiempo después, Éurito organizó una competición de tiro con arco, prometiendo otorgar la mano de Íole al que lograra batir su marca y la de sus hijos. Heracles participó ansiando ganar. Los hijos de Éurito superaron a todos los demás competidores del reino, pero Heracles dio tan certeramente en la diana que batió las marcas de estos últimos. Cuando Éurito se dio cuenta de que este estaba ganando (cosa irónica, ya que fue el mismo Éurito el que enseñó a Heracles a tirar con arco), detuvo la competición y no le permitió seguir. Su hijo Ífito intentó hacerle entrar en razón sin éxito. Así, Éurito rompió su promesa y se ganó el odio de Heracles.

Heracles, tras la competición de tiro con arco en Ecalia, en la cual intentó sin éxito conseguir la mano de la princesa Íole, se disponía a marcharse de la ciudad cuando las yeguas del rey Éurito fueron robadas. Ífito, el hijo de Éurito, que había apoyado a Heracles en la injusticia de la competición, le pidió a este ayuda para buscar las yeguas. Heracles accedió y realizaron una larga e infructuosa búsqueda. El héroe regresó a Tirinto, su ciudad de residencia, e Ífito siguió indagando solo. Un tiempo después, este descubrió las huellas que habían dejado las yeguas y las siguió hasta Tirinto, exactamente hasta la casa de Heracles, donde aparecieron los animales robados. El famoso ladrón Autólico, autor de la fechoría, se las había vendido como propias sin que este nada supiese. Ífito intentó que Heracles las devolviera, pero este se negó rotundamente, ya que las había pagado y le pertenecían. Se pusieron a discutir acaloradamente en lo alto de una muralla, y en uno de sus arranques de ira, Heracles arrojó a Ífito al vacío, asesinándolo.

Heracles, avergonzado por haber vuelto a matar a un inocente, regresó al Oráculo de Delfos, donde le fue impuesta la penitencia de servir a la reina (según algunas versiones, princesa) Ónfale de Lidia durante tres años. Esta humillaba a Heracles, obligándole a realizar trabajos de mujer y a llevar ropas femeninas, mientras ella vestía la piel del León de Nemea y portaba su clava de madera de olivo. Pasados los tres años, Heracles dejó de ser esclavo de Ónfale y la tomó como esposa. El héroe la obsequió con el hacha de Hipólita, la cual guardó en las regalías de los reyes lidios. Tuvieron un hijo cuyo nombre varía entre Agelao y Lamo según las distintas versiones.

Heracles viajó a Calidón, donde en las gradas del templo, vio a la princesa Deyanira. Se olvidó de Íole por el momento, ya que Deyanira era una buena opción para los hijos que tanto deseaba. La cortejó hasta que se enamoró de él, pero un gran obstáculo los separaba: el temible dios-río Aqueloo, a quien Eneo, el rey de Calidón, había prometido la mano de su hija Deyanira. Este dios tenía la facultad de poder cambiar de forma a voluntad. Heracles lo retó a un duelo por la princesa, y el dios-río aceptó. En el combate, se transformó en serpiente, pero el héroe supo manejar la situación. Para mejorar sus habilidades físicas adoptó entonces la figura de un toro, pero realmente fue eso lo que le hizo perder, pues al transformarse descuidó durante un instante la lucha, lo cual aprovechó Heracles para abalanzarse sobre él y matarlo (tras hacerlo, cogió uno de los cuernos del dios-río y lo entregó a las náyades, con el cual hicieron la cornucopia). Así, Heracles tomó a Deyanira como esposa.

Después de la boda, Deyanira recibió un mensaje de su hermano, el príncipe Meleagro, en el cual le comunicaba que la echaba de menos, así que se dispuso a hacerle una visita en compañía de Heracles. Durante el viaje, tuvieron que cruzar el río Eveno. El centauro Neso se ofreció a llevar a Deyanira mientras Heracles cruzaba a nado, pero se enamoró de ella, y en cuanto alcanzó la otra orilla, salió al galope sin esperar a Heracles, ya que pretendía raptarla para después violarla. Heracles enfureció y le disparó una flecha untada con la sangre de la hidra de Lerna, la cual le acertó en el corazón, matándolo. Mientras Heracles se acercaba al lugar, el moribundo Neso le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre, y si notaba que perdía el amor de Heracles, se la aplicara, pues era una eficiente pócima del amor. Esta realmente era una trampa para acabar con la vida de Heracles, pero Deyanira se dio cuenta demasiado tarde.

Artículo principal: Apoteósis de Heracles

Heracles, que no había olvidado a Íole, levantó en armas a Tirinto (la fortaleza que había heredado de Anfitrión) y atacó a Ecalia. Mató al rey Éurito y a todos sus hijos y parientes y raptó a Íole. Para celebrar tan tamaña victoria dio un festín en el que sacrificó doce bueyes en honor a Zeus. Heracles encargó a Deyanira una túnica, pues la que llevaba estaba estropeadísima tras la lucha, y quería estar presentable en tal acontecimiento. Esta, muerta de celos al pensar que su marido prefería a Íole, echó en la túnica la sangre de Neso, a la cual creía una pócima del amor. Sin embargo, la sangre del centauro resultó ser un veneno mortal de devastadores efectos. En cuanto el héroe se puso la túnica, notó que su piel se quemaba. Intentó quitársela, pero el veneno se había pegado a su piel. Creyéndolo el autor de la fechoría, cogió por los pies a Licas, el sirviente que le había traído la túnica por orden de Deyanira, y lo arrojó al mar. Cuando Deyanira se enteró de lo que realmente había hecho, se suicidó ahorcándose (otras versiones afirman que se apuñaló en el pecho). Sin embargo, el veneno no mató al héroe, pero le produjo tal dolor que él mismo pidió que lo mataran para terminar con su agonía.

Su sobrino, amigo y compañero de aventuras Yolao prendió la pira (según otras versiones fue Filoctetes, o Poeas) en la que Heracles murió abrasado, vistiendo la piel del león de Nemea por encima de la túnica envenenada, simultáneamente, rayos cayeron del cielo y consumieron la pira.

Los rayos habían consumido la parte mortal de Heracles. Ya no guardaba parecido con Alcmena, sino que como una serpiente que se muda de piel, aparecía ahora con toda la majestuosidad de su padre divino. Una nube lo ocultó de sus compañeros mientras que Zeus, entre truenos, lo transportaba en su carro de cuatro caballos al Olimpo, donde Atenea lo tomó de las manos y lo presentó ante los otros dioses. Zeus había destinado a Heracles para que fuese parte de los Doce Olímpicos, pero estaba poco dispuesto a expulsar a alguno de los otros dioses para hacerle lugar. Hera entonces fue convencida por Zeus para que adoptase a Heracles en una ceremonia de renacimiento. Hera pasó a considerar a Heracles como su hijo y fue a quien más amó junto con Zeus. Todos los olímpicos lo recibieron de buena gana y Hera lo casó con su bellísima hija Hebe, de quien nacieron Alexiares y Ancieto según algunas versiones. Heracles se convirtió finalmente en el portero del cielo y nunca se cansa de permanecer en las puertas del Olimpo.

Cuando Yolao y sus compañeros regresaron de Traquis, Menecio sacrificó un carnero, un toro y un jabalí e instituyó su culto como héroe en la Opus Locria; los tebanos le imitaron, sin embargo fueron los atenienses encabezados por los habitantes de Maratón los primeros en adorarle como un dios. Uno de los hijos de Heracles, Festo instó a que los siciones le ofrecieran adoración como dios. Los habitantes de Sición entonces, luego de sacrificar un cordero y quemar sus muslos en el altar de Heracles como dios, dedican parte de su carne a Heracles como héroe. En esta le adoran con el nombre de Cornopión; los habitantes de Eritrea le adoran como Heracles Ipóctono.

De acuerdo con la Praeparatio evangélica (libro 10, xii) de Eusebio de Cesarea, Clemente de Alejandría afirma que «entre el reinado de Heracles en Argos y la deificación del propio Heracles y de Asclepio hay comprendidos treinta y seis años, según Apolodoro el cronista, y de ese momento a la deificación de Cástor y Pólux treinta y tres años, y en algún momento de este tiempo sucedió la captura de Troya». Dado que Heracles gobernó Tirinto en Argos al mismo tiempo que Euristeo gobernó Micenas, y puesto que en esa época Lino era el profesor de Heracles, puede concluirse que estableciendo la fecha en que Lino enseñaba a Heracles en el 1264 a. C. (dada por Jerónimo de Estridón en su Chronicon) la muerte y deificación de Heracles ocurrió aproximadamente en 1226 a. C. Los antiguos griegos celebraban el 12 de octubre la fiesta de la Herakleia en conmemoración de la muerte de Heracles.

Mientras caminaba por tierras salvajes (período de tiempo comprendido entre el asesinato de su mujer, de sus hijos y de sus sobrinos), Heracles fue atacado por los dríopes. Mató a su rey, Tiodamante, y los demás se rindieron y le ofrecieron al príncipe Hilas. El héroe tomó al joven como escudero.

Años después, Heracles e Hilas se unieron a la tripulación del Argo. Como argonautas solo participaron en parte del viaje, ya que por orden de Hera, Hilas fue secuestrado en Misia por las ninfas de la fuente Pegea. El argonauta Polifemo oyó el grito que el muchacho dio al ser capturado y avisó a Heracles. Juntos lo buscaron durante mucho tiempo, y el barco partió sin ellos. Nunca se supo nada más de Hilas, ya que se había enamorado de las ninfas y se había quedado a vivir con ellas.

Sobrino (era hijo de Ificles), amigo y, según algunos autores, también amante de Heracles.[29] Fue su principal compañero de aventuras.

En realidad, acompañó a su tío en todos sus trabajos, pero solo le ayudó personalmente en el segundo (y según algunas versiones, en el décimo). También acompañó a Heracles en el Argo.

Se casó con Megara, la primera mujer de su tío, ya que este se la entregó tras matar a sus hijos víctima de la locura, puesto que solo su visión le resultaba demasiado dolorosa (aunque según muchas versiones la mató también a ella). Tuvieron una hija llamada Leipefilena.

Ganó la carrera de caballos de la primera edición de los Juegos Olímpicos, instaurados por su tío.

En sus aventuras independientes, se destacó por participar en la cacería del jabalí de Calidón.

Al mando de los tespíadas, los hijos que Heracles tuvo con las hijas del rey Tespio, colonizó Cerdeña y Sicilia (donde tras su muerte, fue adorado como un héroe). Volvió a Grecia poco antes de la muerte de su tío.

Fue él quien prendió la pira en la que Heracles murió abrasado. Este le dejó en herencia el arco con el que tantas gestas había realizado. Hay algunas versiones que afirman que el arco se quemó junto al héroe, y otras en las que Filoctetes es el que prende la pira y a él le es asignado el arco, con el que consigue grandes victorias en la guerra de Troya.

Tras la muerte de su tío, difundió la adoración a este como un semidiós.

Según Pausanias, murió en Cerdeña, mientras que según Píndaro y otras fuentes, fue enterrado en la tumba de su abuelo Anfitrión, donde también se le rindió culto heroico.

Tal era su apego por los hijos de Heracles, que cuando Euristeo los acosaba, ya después de la muerte de Yolao, este pidió a los dioses del inframundo permiso para recuperar por una hora su juventud y volver de nuevo a la tierra para ayudarlos. El permiso le fue concedido, y vivo durante una hora, mató a Euristeo. Otra versión afirma que recuperó la juventud gracias a la intervención de la diosa Hebe, esposa de Heracles en el Olimpo y, por tanto, su tía.

Heráclidas es el término utilizado para referirse a todos los descendientes de Heracles, aunque también se utiliza (incluso más popularmente) para los descendientes de su hijo Hilo.

Con respecto a la descendencia directa del héroe, esta se compone de los siguientes hijos:

A través de la cultura grecobudista, el simbolismo heráclida fue transmitido al lejano oriente. Un ejemplo de ello ha llegado hasta la época moderna en las deidades guardianas Niō que se hallan frente a los templos budistas japoneses.



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