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Hernán Cortés



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Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, I marqués del Valle de Oaxaca (Medellín, Corona de Castilla, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Corona de Castilla, 2 de diciembre de 1547) fue un conquistador español que, a principios del siglo XVI, lideró la expedición que inició la conquista de México y el final del imperio mexica, poniéndolo bajo dominio de la Corona de Castilla, creándose a partir de ello la denominada Nueva España.

Nació en la ciudad extremeña de Medellín, en el seno de una familia de menor hidalguía.[2]​ Decidió buscar fortuna en el Nuevo Mundo viajando a La Española y Cuba, donde por un corto período de tiempo fue alcalde de la segunda ciudad fundada por los españoles durante la tercera expedición a tierra firme, la cual financió parcialmente. Su enemistad con el gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar, provocó la cancelación del viaje a última hora, una orden que Cortés ignoró.

Llegando al continente, Cortés realizó una exitosa estrategia de aliarse con determinados grupos indígenas para derrotar a otros. También utilizó una mujer nativa, doña Marina (la Malinche), que le sirvió de intérprete y con quien tuvo un hijo llamado Martín. Cuando el gobernador de Cuba mandó emisarios para apresar a Cortés, este los enfrentó y derrotó, al tiempo que enroló a la tropa que iba a arrestarlo como refuerzos para su expedición. Cortés mandó varias cartas al rey Carlos I a fin de que fuese reconocido su éxito de conquista en lugar de ser penalizado por su amotinamiento. Finalmente le fue concedido el título de marqués del Valle de Oaxaca, si bien el más prestigioso título de virrey le fue dado a un aristócrata de alto rango, Antonio de Mendoza y Pacheco. En 1541, Cortés retornó a España, donde falleció seis años después.

Hernán Cortés es considerado por sus revisionistas como un hombre de complejos matices, combinaba criterio y audacia, poseía gran resiliencia ante la adversidad, valiente, astuto e inteligente, con un liderazgo fuerte y predominante entre sus huestes, carismático y seductor en el habla y que provocaba entre sus iguales un velado antagonismo.[cita requerida]

Cortés tenía fama de mujeriego, tuvo 11 hijos de 6 mujeres, 4 de ellas eran nativas de Mesoamérica, entre estas La Malinche. La muerte en extrañas circunstancias de Catalina Juárez, su primera mujer a quien consideraba débil de salud e inútil, le adjudicó una negativa impronta que le perseguiría.[3]

Durante la conquista supo demostrar crueldad ante la evidencia de traición amparándose con la fe cristiana de la manera más radical y no dudaba en aplicar los peores castigos a amigos y enemigos; pero a su vez, era benevolente con los vencidos.[4][5]​ Gobernado por una gran ambición, aspiraba no sólo a ser considerado como parte de la nobleza española; sino a erigirse como un virrey en Mesoamérica y eso motivó su afán de conquista para ganar reconocimiento por parte del rey Carlos V.[6]

Fue hijo único de un hidalgo extremeño, llamado Martín Cortés y de su esposa Catalina Pizarro y Altamirano. Hernán Cortés era pariente lejano de Francisco Pizarro, quien posteriormente conquistó el Imperio inca.[7]​ Como otros hidalgos, su padre lo envió a los catorce años a estudiar leyes en Salamanca, ciudad que abandonó dos años más tarde, movido por su afán de aventuras. Estos estudios preparatorios y los conocimientos prácticos de la ley que adquirió en su aprendizaje con un escribano en Valladolid han dado pie al mito de que Cortés cursó leyes en la Universidad de Salamanca.[8]

Tras varios intentos fallidos, por una parte de embarcar para las Indias, y, por otra, de participar en las campañas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia, finalmente zarpó hacia la isla de La Española. Según Francisco López de Gómara zarpó en 1504 en una nao de Alonso de Quintero, vecino de Palos de la Frontera.[9]​ Un documento del Archivo de Protocolos de Sevilla indica que el 29 de agosto de 1506 su padre abonó el importe de su pasaje a Santo Domingo en la nao San Juan Bautista, propiedad de Luis Fernández Alfaro.[10]​ Esteban Mira supone que debió ir en 1504, para posteriormente regresar a España, y que volvió a ir a América en 1506.[11]

Hernán Cortés se casó dos veces y tuvo once hijos documentados en seis relaciones diferentes. Su primera esposa, doña Catalina Suárez Marcaida, murió tras cinco años de estéril matrimonio el 1 de noviembre de 1522, bajo misteriosas circunstancias.[12]​ Previamente y durante este enlace, Cortés tuvo cinco hijos extramatrimoniales:[13]

En abril de 1528[14]​ Cortés contrae segundas nupcias con Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga, hija del I conde de Aguilar y sobrina materna del I duque de Béjar. Juana se establece en el pueblo de Cuernavaca, viviendo en el palacio construido en 1526.[15]​ De este matrimonio nacieron seis hijos:

En La Española, participó en una campaña contra los caciques haitianos en las regiones de Higuey, Bauruco, Dayguao, Iutagna, Zuaragua y Amguayagua. Como recompensa, el entonces gobernador Nicolás de Ovando le dio tierras y un puesto de escribano público en Azua.[16][17]

En 1511 Diego Velázquez de Cuéllar reclutó a Cortés para la conquista de Cuba, como secretario del tesorero Miguel de Pasamonte,[18]​ con el fin de administrar el quinto real. Recibió en encomienda a los indios de Manicarao y pudo desarrollar su ganadería y explotar las minas de oro cubanas.[19][20][21]​ Fue nombrado alcalde de Santiago de Cuba, aunque en 1514 fue encarcelado por el gobernador, acusado de conspirar en su contra.[22]​ Liberado, se casó con la cuñada del propio Diego Velázquez, de nombre Catalina Juárez.[23]​ Cortés también fue uno de los secretarios personales de Diego Velázquez, junto con Andrés Duero.[22]

A finales de 1518 Velázquez le confió el mando de la tercera expedición,[23]​ tras las de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, para continuar sus descubrimientos en la costa de Yucatán. Pero Velázquez pronto desconfió de él.[24]

Cuenta Bernal Díaz del Castillo, autor de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, que un bufón de Velázquez, llamado Cervantes el Loco, le dijo a su señor, a la manera de los bufones: «A la gala de mi amo Diego, Diego, ¿qué capitán has elegido? Que es de Medellín de Extremadura, capitán de gran. Más temo, Diego, no se te alce con la armada, que le juzgo por muy gran varón en sus cosas».[25]

Hernán Cortés seguía, sin embargo, con los preparativos de la expedición y pronto logró reclutar a más de 600 hombres para su causa.

Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Cortés partió precipitadamente del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de estos en el puerto de Trinidad y otros lugares.

Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota abandonó las costas de Cuba. Consistía aquella armada en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa.[26]​ Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y cuatro falconetes.[27]​ Por capitanes iban Alonso Hernández Portocarrero (que fue el primer amante de doña Marina),[28]Alonso González Dávila,[29]Diego de Ordás,[30]Francisco de Montejo, Francisco de Morla,[31]Francisco de Saucedo, Juan de Escalante,[32]Juan Velázquez de León (pariente del gobernador),[33]Cristóbal de Olid,[34]Gonzalo de Sandoval[35]​ y Pedro de Alvarado.[36]​ Muchos de estos eran veteranos de la guerra de Italia. En la expedición también fue Alonso de Ávila.[37]​ Por piloto principal iba Antón de Alaminos con experiencia en las dos expediciones anteriores de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva.[38]

El primer contacto con las civilizaciones mesoamericanas lo tuvo en la isla de Cozumel, un importante puerto naviero y centro religioso maya que formaba parte de la jurisdicción de Ecab, y donde se encontraba el santuario dedicado a Ixchel, diosa de la fertilidad. Los españoles llegaron durante el Período Posclásico de la Cultura maya poco después de la caída de Mayapán en 1480, que llevó a la fragmentación de la península de Yucatán en 16 pequeños estados, cada uno con su propio gobernante denominado halach uinik, en constante conflicto entre sí.

Inmediatamente después de presentarse al batab (gobernante local de la ciudad) Cortés le pidió que dejaran su religión y adoptaran el cristianismo mandando a sus hombres a destruir los ídolos religiosos mayas y a poner cruces e imágenes de la Virgen María en el templo. Una biografía del rey Carlos I escrita en 1603 relata el momento así:

Hernán Cortés utilizaba de intérprete a un joven maya tomado prisionero en Isla Mujeres, cuyo nombre ningún cronista de Indias recogió pero al que los españoles apodaban «Melchorejo». A través de él tuvo noticias de la existencia de unos hombres barbudos en poder de un cacicazgo maya cercano y envió emisarios a rescatarlos. En 1519 encontraron a Gerónimo de Aguilar superviviente del naufragio del buque Santa María de la Barca. Aguilar entonces, se dirigió a buscar a otro sobreviviente, Gonzalo Guerrero, quien vivía en Chetumal y donde había logrado escapar de la esclavitud ganándose la confianza del cacique Nachán Can, para volverse él mismo un nacom o jefe militar maya y casarse con la princesa maya Zazil Há, con la que había tenido varios hijos, hoy considerados los primeros mexicanos modernos. Aguilar decidió volver con Cortés convirtiéndose en uno de sus intérpretes de mayense, pero Guerrero decidió quedarse con los mayas y murió hacia 1536. Algunos historiadores creen que peleó contra los conquistadores españoles.[40]

La expedición de Cortés continuó bordeando la costa guiada por el piloto Antón de Alaminos hasta llegar el 14 de marzo de 1519 a la desembocadura del río Tabasco (hoy Grijalva), en las cercanías de la ciudad de Potonchán (Putunchan), perteneciente a los putunes o grupo maya-chontal y gobernada por el «halach uinik» Taabscoob. Allí se produjo la crucial Batalla de Centla relatada desde el punto de vista español por López de Gómara en el capítulo Combate y toma de Potonchan de su libro La conquista de México:[41]

Las autoridades de Potonchan ordenaron llevarles agua y comida para que se fueran. Pero Cortés sostuvo que no era suficiente e insistió en que dejaran entrar a sus tropas a la ciudad.

Los españoles atacaron entonces la ciudad por dos flancos, produciéndose una sangrienta batalla que finalizó en la derrota de Potonchán y la entrada de Cortés y sus hombres:

Luego de la derrota, las autoridades de Tabasco le hicieron a Cortés ofrenda de víveres, joyas, tejidos, y un grupo de veinte esclavas, que fueron aceptadas, cambiados sus nombres al ser bautizadas y repartidas entre sus hombres.[42]​ Entre estas esclavas había una llamada Malintzin, a la que los españoles renombraron Marina, conocida también como La Malinche, que sería crucial en la conquista de México. Su gran inteligencia, su dominio de las lenguas mayenses y náhuatl, su conocimiento de la psicología y costumbres de los indios, y su fidelidad hacia los españoles, hicieron de la Malinche una de las más extraordinarias y controvertidas mujeres de la historia de América.[43]​ La Malinche fue intérprete, consejera y concubina de Hernán Cortés, con el cual tendría un hijo Martín Cortés, del mismo nombre que el hijo legítimo que Hernán Cortés tendría catorce años después con Juana de Zúñiga. Marina y Gerónimo de Aguilar suplieron a Melchorejo como intérpretes, debido a que este había decidido boicotear a los españoles y estaba incitando a los indígenas a resistir la conquista.

Después, Cortés se dirigió a una gran ceiba (considerado árbol sagrado por los mayas) y sacando su espada, dio unos golpes sobre el tronco y tomó posesión de esas tierras fundando el 25 de marzo de 1519 la villa de Santa María de la Victoria, que sería la primera población española en la Nueva España y una de las primeras en América. Inmediatamente el clérigo fray Bartolomé de Olmedo y su capellán Juan Díaz oficiaron la primera misa cristiana en tierra firme de la Nueva España y una de las primeras del Continente (se registra una misa en la isla que Juan de Grijalva nombró Santa Cruz de la Puerta Latina, hoy Cozumel el 7 de mayo de 1518).

Los españoles permanecieron ahí, hasta el 12 de abril cuando Cortés se embarcó rumbo a Culúa y Tenochtitlan, dejando en la villa a un puñado de soldados, encargados de pacificar la región. Ese año de 1519 comenzaría una epidemia de viruela, traída sin saberlo por los conquistadores, que en el curso de las siguientes décadas aniquiló al 97 % de la población de la región[45]​ y que facilitaría la conquista de México.

En Tabasco, los españoles supieron de la existencia de un país hacia poniente que los amerindios denominaban «México». La flota fue, bordeando la costa mexicana, en dirección noroeste, y un día se presentaron varias canoas mexicas que venían de parte de Moctezuma, el «tlatoani» o emperador del Imperio mexica, con capital en Tenochtitlán. Cortés les mostró sus armas de fuego, sus caballos para, por una parte amedrentarlos, pero por otra parte trató de ser amable y afable con ellos, hablándoles de paz. Los embajadores traían pintores, y dibujaron todo lo que vieron con objeto de que el emperador fuese informado fielmente y viese como eran estos «teules» (Término nahuatl derivado del maya «tzules» que hacía referencia a entidades del inframundo)[46]Moctezuma volvió a enviar presentes de joyas y objetos preciosos, pero Cortés seguía insistiendo en visitar a su emperador, el cual volvió a denegar el permiso.

Cortés instaló su campamento enfrente de la ciudad de Quiahuiztlán habitada ancestralmente por los totonacas, y poco después lo convirtió en ciudad, con el nombre de Villa Rica de la Vera Cruz (ubicada 70 km al norte de la actual Veracruz), por haber desembarcado los españoles en aquel paraje un Viernes Santo.

Los nuevos pobladores rogaron a Cortés que se proclamase capitán general, dependiendo directamente del rey y no de Velázquez, a quien no le reconocía mando sobre aquellas nuevas tierras. Después de negarse varias veces, terminó aceptándolo. Nombró alcalde, regidores, alguaciles, tesorero y alférez, consumando, pues, la desvinculación de la autoridad del gobernador de Cuba sobre la expedición. Este acto es considerado como la fundación de una de las primeras ciudades europeas en América continental.

Cortés notó entonces que el Imperio mexica tenía enemigos y que esto facilitaba sus planes. Comenzó a elaborar una estrategia, con el fin de aprovechar las rencillas y odios que se tenían hacia el dominio Mexica, por grande número de provincias, a fin de lograr la conquista de tan vasto imperio. Pero para ello tenía que imponer también su voluntad y su mando sobre la facción del gobernador Diego de Velázquez, que sostenía que Cortés no tenía autorización para poblar, sino sólo para rescatar y descubrir, y que deberían volver a Cuba terminada la expedición. La mayoría de los capitanes y la tropa apoyaban a Cortés, ya que intuían las grandes riquezas que podía haber en Tenochtitlan.

La primera nación mesoamericana con la que Cortés estableció una alianza militar fue la Cultura Totonaca, con capital en Cempoala, una avanzada ciudad de unos 20 000 habitantes. A mediados de 1519, treinta pueblos totonacas se reunieron con Cortés en Cempoala para sellar la alianza y marchar juntos a la conquista de Tenochtitlan. Los totonacas aportaron 1300 guerreros[47]​ a la empresa de Cortés quien, por su parte, aportaría unos 400 españoles, armas de fuego y quince caballos.

El acuerdo se realizó sobre la base de que, una vez derrotado el Imperio mexica, la Nación Totonaca sería libre. No obstante, luego de la conquista de México, los totonacas, diezmados por la alianza militar y las enfermedades, nunca volvieron a ser lo que fueron. Varios de ellos terminaron encomendados como siervos a los señores españoles en sus propias tierras, particularmente en el naciente cultivo de caña de azúcar, quedando Cempoala deshabitada y su cultura extinguida y olvidada. La Cultura Totonaca volvió a ser descubierta a fines del siglo XIX, por el arqueólogo e historiador mexicano Francisco del Paso y Troncoso.

Llegaron noticias de que Diego Velázquez había conseguido por sus compañeros en la Corte el nombramiento de adelantado de Yucatán, por lo que Cortés envió, para conseguir el nombramiento, a sus fieles Portocarrero y Montejo con lo mejor del botín obtenido hasta entonces. Tomó además la decisión de inutilizar las naves, excepto la que había de utilizar Portocarrero a fin de mantener contacto directo con España, para evitar cualquier fuga de los hombres que no secundaban su rebelión frente a la legalidad del gobernador de Cuba.

Sobre la forma física real en que se inutilizaron las naves, las fuentes utilizan las expresiones «barrenar» (abrir agujeros con un barreno o broca) y «dar de través» (volcar, tumbar, poner en dirección transversal el barco para vararlo). Posiblemente lo que se hizo fue una combinación de ambos procesos, y en cualquier caso es importante decir que las piezas de las naves sirvieron para propósitos posteriores que tuvieron importancia decisiva en la conquista de la capital mexica.

El 16 de agosto de 1519, Cortés abandonó la costa e inició su marcha hacia el interior, rumbo hacia al corazón del Imperio mexica, con un ejército de 1300 guerreros totonacas, 200 indios de carga, 6 cañones, 400 infantes españoles y 15 de caballería.[48]

A fines de agosto el ejército de Cortés llegó al territorio de la Confederación o República de Tlaxcala, integrada por cuatro señoríos autónomos: Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztlán.

Por entonces, Tlaxcala y Tenochtitlán representaban dos concepciones opuestas de organización política que las llevó al enfrentamiento abierto. Tlaxcala se había organizado como una confederación de ciudades-estados unidas en una república gobernada por un Senado; México-Tenochtitlán, por el contrario se organizó como un imperio.[49]

A partir de 1455 el Imperio mexica, conformado sobre la base de la Triple Alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan, había iniciado las llamadas guerras floridas contra Huejotzingo, Cholula y Tlaxcala, con el fin de capturar prisioneros para sus sacrificios religiosos, y las cuales le garantizaron el repudio del resto de los señoríos indígenas.

En esas circunstancias llegó Cortés al territorio de Tlaxcala, al mando de su ejército totonaca-español. Inicialmente la República de Tlaxcala, al mando de Xicohténcatl Axayacatzin, negó a los invasores el paso por su territorio, enfrentándose el 2 de septiembre en el desfiladero de Tecoantzinco con suerte favorable a Cortés. Al día siguiente se produjo un nuevo enfrentamiento en los llanos, que volvió a ser desfavorable para Tlaxcala llevando a la división de la República, con la deserción de las tropas de Ocotelulco y Tepeticpac, al percatarse de que no podían prevalecer ante los 400 soldados españoles y sus aliados indígenas. Superadas en táctica y disciplina de guerra –varios de los soldados españoles e incluso de sus capitanes eran tercios y veteranos de Italia, lo mejor de Europa en ese entonces–, las tropas de Xicohténcatl volvieron a ser derrotadas y el Senado ordenó detener la guerra y ofrecer la paz a Cortés. Este acuerdo estableció la crucial alianza con los tlaxcaltecas, opositores al régimen Mexica, el cual nunca había podido conquistar su territorio. Cortés se detuvo allí varias semanas.

En su paso hacia Tenochtitlan Cortés llegó a Cholula, aliada del Imperio mexica, que era la segunda ciudad más grande después de México-Tenochtitlan, con 30 000 habitantes. Bernal Díaz del Castillo cuenta en su crónica que luego de haber recibido a Cortés y su enorme ejército, las autoridades de Cholula planearon tenderle una emboscada y aniquilar a los españoles. Díaz del Castillo cuenta que él y las tropas vieron a un costado de los templos las varas con collares que supuso destinadas a los españoles para ser llevados cautivos a Tenochtitlan. Díaz del Castillo también cuenta que una anciana y unos sacerdotes de los templos de Cholula alertaron a Cortés, quien mandó inmediatamente a su ejército a atacar, causando lo que se conoce como la matanza de Cholula, en la que más de 5000 hombres murieron en cinco horas. El contingente permaneció en Cholula durante octubre y noviembre y al salir Cortés mandó incendiar la ciudad.

Después llegó a Santa Catarina Ayotzingo, desde donde preparó el ataque a Tenochtitlan. A su llegada a México-Tenochtitlan, Cortés quedó sorprendido por la belleza del lugar, que es descrita por Díaz del Castillo como «un sueño». En su paso desde Cholula, Cortés había recorrido el camino hacia el Valle de México, cruzando por entre dos volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl hasta llegar a en un paraje boscoso y de espléndida belleza que hasta hoy lleva el nombre de Paso de Cortés. Del otro lado, avistó por primera vez el lago de Texcoco aproximándose a ella por el rumbo de Xochimilco.

Hernán Cortés, en su marcha hacia México-Tenochtitlan, el ejército de Cortés (unos trescientos españoles) y el apoyo de unos 3000 tlaxcaltecas avistó los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. Y uno de los capitanes de Cortés, llamado Diego de Ordás fue el primer europeo en ascender a la cima del volcán Popocatépetl en compañía de dos compañeros de armas, causando una gran impresión entre los nativos que acompañaban la expedición de Cortés. Por tal hazaña y méritos militares, el emperador Carlos V le otorgó a Diego de Ordás mediante decreto expedido el 22 de octubre de 1523, el derecho de poseer un escudo de armas con una vista del volcán.

A la entrada de la ciudad, realizada el 8 de noviembre de 1519, se produjo el encuentro de Moctezuma y Cortés, haciendo de intérpretes Doña Marina y Gerónimo de Aguilar. Moctezuma II creyó que los españoles eran enviados del dios que vendría del Este -este es Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada- y fue un espléndido anfitrión de estos, obsequiándole entre otras cosas, el Tocado del Dios Quetzalcóatl, mejor conocido como Penacho de Moctezuma y el cual, fue enviado junto con otros presentes a la Corte Imperial. Dado que Carlos V era un Austria —casa de los Habsburgo— al extinguirse la rama española, este regalo terminó en Austria.

Mientras los españoles se quedaban en Tenochtitlan, Moctezuma los hospedó en el templo de su antecesor Axayácatl (en el palacio del padre de Moctezuma), pudiendo entonces admirar la grandiosidad de aquella ciudad. En los días siguientes, los españoles visitaron los palacios y templos de la gran capital mexica, así como el gran cú (templo) de la ciudad gemela del imperio, Tlatelolco, y su mercado: una plaza de más del doble de grande que la Plaza Mayor de Salamanca (tenida entonces por la más grande de la cristiandad).

Residiendo los españoles en el palacio, se les ocurrió que ya era hora de tener capilla propia y, puesto que Moctezuma se había negado a que la erigieran en el templo de Huitzilopochtli, resolvieron levantarla en su alojamiento, previo permiso del emperador.

Buscaban los capitanes el mejor sitio para emplazarla cuando un soldado, que era carpintero, notó en una pared la existencia de una puerta tapiada y encalada de pocos días. Recordaron entonces que se susurraba que en aquellos aposentos tenía depositados Moctezuma los tesoros que había ido reuniendo su padre Axayácatl.

Allí entraron Cortés y algunos capitanes y tras la vista de un enorme tesoro ordenó que se volviera a tapiar. Debido a advertencias previas de los tlaxcaltecas, les empezó a inquietar entonces la posibilidad de ser asesinados. Cuatro capitanes y doce soldados se presentaron a Cortés para hacerle presente la conveniencia de prender al emperador, manteniéndole como rehén, para que respondiera con su vida de la vida del ejército. No se tomó de momento ningún acuerdo, pero una noticia precipitó la resolución.

Mientras tanto en las cercanías de la Villa Rica de la Vera Cruz, aconteció la batalla de Nautla, entre los mexicas dirigidos por Cuauhpopoca y los totonacas aliados de los conquistadores españoles, en el conflicto mataron a Juan de Escalante, alguacil mayor, y a siete españoles lo que supuso un desprestigio para las armas españolas al ver que no eran semidioses y que podían ser vencidos. Un soldado llamado Argüello fue hecho prisionero, murió en el camino por las heridas de la guerra y su cabeza enviada al emperador mexica, quien no quiso colocarla en ningún templo.

Una vez que Moctezuma cayó en la celada de los españoles, Cortés lo tuvo como rehén so pena de muerte inmediata. Apaciguó a su guardia diciendo que iba de propia voluntad, y tras ser trasladados con los españoles todos sus enseres siguió manifestando a todas sus visitas que estaba allí de propia voluntad.

Cortés exigió que los caciques autores de la agresión a Veracruz fueran castigados. Llevados a su presencia, confirmaron que obedecían órdenes de Moctezuma. Los capitanes mexicas fueron sentenciados a morir en la hoguera.

Consiguió también que Moctezuma se declarase vasallo de Carlos V. La casta sacerdotal y la nobleza conjuraron para liberar a su señor y aniquilar a los españoles.

En esos días se recibió la noticia de la llegada de 18 navíos al Puerto de Veracruz, creyéndose en un principio que eran refuerzos del emperador, pero enseguida se supo que eran tropas mandadas por Diego de Velázquez para castigar a los rebeldes. Estas tropas estaban mandadas por Pánfilo de Narváez. Para colmo, pusieron sobre aviso a Moctezuma de que Cortés era un rebelde a su rey, y que si podía, lo matase. Así que Cortés no tuvo más remedio que dejar una guarnición de poco más de un centenar de españoles en Tenochtitlan al mando de Pedro de Alvarado, y él con trescientos españoles y varios cientos de indios, salió al encuentro de las tropas de Narváez. Cortés atacó el campamento enemigo en plena noche, derramando muy poca sangre y capturando a Narváez sólo unos momentos después de haber entablado combate. Tras mostrar a los soldados los adornos de oro, y de incitarlos a unírsele, la mayoría cambió de bando a favor de Cortés, que gracias a esto triplicó sus efectivos de la noche a la mañana. Por su parte, Narváez regresó por donde había venido, con unos cuantos seguidores, mientras que Cortés regresaba a Tenochtitlán

Mientras, en Tenochtitlan, Alvarado, temeroso de una concentración masiva de guerreros en la Plaza Mayor de Tenochtitlán, y temiendo los posibles augurios de Cholula, había cometido una matanza de nativos, de nobles, caciques y jefes de ejército cuando estos estaban celebrando la fiesta de Tóxcatl (quinto mes de los 18 que tenía el calendario mexica) en honor a Tezcatlipoca. Algunas fuentes hablan también de culto al siempre presente Huitzilopochtli. Dado el desatino de Alvarado, la población, lógicamente, se indignó, porque Pedro de Alvarado les quitó sus joyas y materiales preciosos que vestían. Al haber hecho esto los pobladores se rebelaron contra Moctezuma, no teniéndole nadie respeto. Los españoles se tuvieron que refugiar en los alojamientos del palacio.

El 24 de junio de 1520 el ejército de Cortés entraba nuevamente en la ciudad. El hermano de Moctezuma, Cuitláhuac, fue liberado para que gestionase la pacificación, pero en vez de eso, se puso al frente de los mexicas y se unió al jefe de los caciques, llamado Cuauhtémoc -y quien sería el siguiente tlatoani mexica-, para oponerse a la ocupación española. Cortés consiguió que Moctezuma tratase de apaciguar a los inconformes y que dejasen salir a los españoles de la ciudad. Existen dos versiones de la muerte de Moctezuma: una es que cuando hablaba a su pueblo, recibió una pedrada de los propios mexicas que lo hirió de muerte; la otra dice que Hernán Cortés ordenó matarlo cuando vio que no podía calmar al pueblo, si bien esta última versión fue aportada por los mexicas y se considera menos probable.[50]

Estando así la situación, los soldados españoles fueron sitiados en la casa en la que estaban alojados, rodeados por multitudes de indígenas indignados. Los sitiados veían disminuir el agua, las municiones y toda clase de víveres. La única salida era la retirada. Y la hicieron en la lluviosa noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520, conocida como la Noche Triste. Al escabullirse silenciosamente, los españoles se dirigieron a una de las calzadas que conducían a la salida de Tenochtitlán. Ya no les faltaba mucho para completar la retirada cuando fueron descubiertos por una anciana, que dio la alarma, y en unos momentos, miles de guerreros mexicas atacaron en tromba a los españoles; les acosaron a lo largo de la calzada, mientras otros atacaban desde sus canoas. En aquella retirada cayó la mayoría de los españoles, sobre todo los que llegaron con Narváez, que al llevar muchas piezas de oro consigo, a pesar de las advertencias de Cortés, murieron ahogados en el lago: Se perdió además gran cantidad de piezas de artillería y de caballos, así como gran parte del tesoro que se transportaba. Perseguidos por los mexicas, el 7 de julio, cerca de Otumba, los españoles se reorganizaron, y plantaron batalla a los guerreros que les perseguían, logrando derrotarles.

Después de su derrota de la Noche Triste los españoles y sus aliados tlaxcaltecas se replegaron en Tlaxcala; se reorganizaron y atacaron Tenochtitlan, poniendo en sitio a la ciudad. Cabe meditar si en este punto la alianza de los tlaxcaltecas podría o no considerarse legítima, porque dada la fragilidad de los españoles, les hubieran podido eliminar y no lo hicieron. En vez de eso, les aprovisionaron y les cobijaron, con la consecuente obtención de prebendas y privilegios posteriores, que el conquistador esta vez, sí parece haber respetado.

Dada la indignación de los mexicas por la profanación de una de sus fiestas principales -donde ocurre la matanza perpetrada por Alvarado-, y entendiendo que los mexicas no se rendirían, Cortés manda traer los navíos que había inhabilitado, pieza por pieza, con el fin de ponerle sitio a Tenochtitlan; los navíos fueron reconstruidos en el lago que rodeaba la ciudad y tras un sitio que duró 75 días, en los que los mexicas que pelearon hasta su práctico exterminio, finalmente fueron derrotados y sometidos a esclavitud. Es por esta razón que podemos decir, que los actuales descendientes indígenas o el mestizaje derivado de estos, se dio más que con el pueblo mexica, con los vencedores tlaxcaltecas y otros señoríos indígenas que, al término de la guerra, obtuvieron estatus de principales en sus provincias y en diferentes casos, como representantes ante la corona española como caciques gobernantes.

Después de consumada la conquista, Cortés se hace acompañar por Cuauhtémoc. Cortés lleva a Cuauhtémoc a sus expediciones posteriores donde más tarde resultará muerto, presuntamente mandado a ahorcar por Cortés.

Cortés tenía conocimiento de las riquezas que existían en Las Hibueras (actual Honduras), así que envió en el año de 1524 al mando de su capitán Cristóbal de Olid cinco navíos y un bergantín, a bordo de los cuales iban 400 hombres, suficiente artillería, armas y municiones, además de ocho mil pesos oro para comprar en Cuba caballos y bastimentos. Simultáneamente, había partido una expedición por tierra al mando del capitán Pedro de Alvarado para conquistar y explorar Centroamérica.

Enterado Cortés de la rebelión de Cristóbal de Olid, decidió viajar hacia las Hibueras a pesar de tener pocos españoles en Tenochtitlan. Decidió llevar con él en el viaje, como medida preventiva ante una posible sublevación, a Cuauhtémoc y otros nobles mexicas.[51]

Al cruzar el río Candelaria (afluente del río Grijalva) las huestes de Cortés tuvieron que construir una serie de puentes para lograr atravesar la zona del actual municipio de Candelaria, en el actual estado de Campeche. De acuerdo a las crónicas de Indias la tarea no fue nada fácil. En el lugar fue recibido por el batab o halach uinik de Acalán, llamado Apoxpalón, quién comerciaba cacao, algodón, sal y esclavos. La reunión fue pacífica y el gobernante local ayudó a la expedición a continuar su camino. Por su parte Cortés le entregó una carta o salvoconducto para mostrar a posibles futuras expediciones españolas, en la cual se hacía constar el acuerdo de paz logrado.

Hernán Cortés se dirigió hasta Veracruz rumbo a Las Hibueras en compañía de su ejército, en donde se embarcó hasta la villa del Espíritu Santo. De ahí continuó por tierra hasta Tabasco transitando por Cupilco, Cimatán, Nacaxuxuca, Zaguatán, Chilapan, Ixtapa, Acalán, Tatahuitalpan, Teutiercas y Usumacinta. De acuerdo con el investigador Juan Miralles, uno de los caciques de Itzamkanac previno a Cortés acerca de que Cuauhtémoc junto con Tetlepanquétzal y Coanácoch promovían una conjura para matarlo a él junto a todos los españoles. Cortés detuvo a los sospechosos de la posible sublevación y los interrogó por separado. El interrogatorio sacó en limpio que los principales responsables eran Cuauhtémoc y Tetlepanquétzal.[52]​ Por tal motivo, al sureste de Xicalango, aún dentro de la jurisdicción de Acalán de los mayas chontales[53]​ se realizó la sentencia y ejecución por ahorcamiento del último huey tlatoani Cuauhtémoc. También fueron ejecutados el señor de Tlacopan Tetlepanquétzal y muy probablemente el señor de Tetzcuco, Coanácoch. De acuerdo a Ixtlilxóchitl, el ahorcamiento fue en Acalán y no en Itzamkanac, por otra parte Coanácoch fue salvado cuando estaba siendo ejecutado en la horca, sin embargo murió a consecuencia de la acción, pocos días después,[54]​ el día 28 de febrero de 1525.[55]​ Años más tarde, Juan de Torquemada en su obra Monarquía Indiana introdujo la versión de que Coanácoch fue otro de los ahorcados.[56]

El viaje continuó y la expedición tuvo contacto con los mayas itzáes en las inmediaciones de Tayasal. Fueron bien recibidos y Cortés se entrevistó con el Halach Uinik Ah Can Ek (Canek). Cortés explicó lo acontecido con el poderío mexica, y el halach uinik no tenía aún las noticias de Tenochtitlan pero le contó acerca de noticias de guerras acontecidas con los mayas chontales de Centla con los dzules (hombres blancos). Cortés explicó que él era el capitán de esas guerras y trato de convencerlos para su conversión al cristianismo.[58]​ Ante el resguardo de la ciudad y el número de habitantes mayas, Cortés prefirió no llevar a cabo ninguna acción militar y se despidió de los itzáes, dejando un caballo lastimado y moribundo que Ah Can Ek prometió cuidar.[59]​ En 1618 los misioneros franciscanos encontraron a los descendientes mayas adorando a un caballo fabricado de madera.[60]

La expedición continuó el camino durante más de treinta días en un trayecto accidentado y sinuoso hasta Nito (Guatemala), donde no fueron bien recibidos por los nativos. Después de una pequeña escaramuza se establecieron en el sitio durante algunos días. Cortés envió un pequeño grupo para solicitar una embarcación y poder continuar su trayectoria por mar hacia Naco (las Hibueras). Al llegar la embarcación a Nito le informaron que Cristóbal de Olid ya había sido ejecutado.

Llegando a Naco, Cortés se reunió con sus capitanes y evaluó las noticias que llegaban de México-Tenochtitlan, donde se habían amotinado los españoles. Envió inmediatamente a Gonzalo de Sandoval de regreso.

Cortés se dio cuenta de que el capitán Cristóbal de Olid, hombre de toda su confianza, había entrado en tratos con su principal enemigo, nada menos que con el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, para robarle a Cortés las nuevas tierras que se habrían de descubrir en el viaje de exploración y conquista que él mismo estaba sufragando. El conquistador montó una segunda expedición en junio de 1524 al mando de su primo Francisco de las Casas, en cinco navíos y con cien hombres con órdenes de aprehender y castigar al infiel Cristóbal de Olid. Al arribar la expedición punitiva a la actual Honduras después de un naufragio, se sucedieron unas escaramuzas y fue tomado prisionero el enviado de Cortés, su primo Francisco de las Casas, en compañía de Gil González de Ávila, este recién llegado con el título de gobernador del golfo Dulce.

De las Casas y Gil González lograron escapar. Amigos de Cortés en una cena tomaron prisionero a Cristóbal de Olid y lo degollaron.

En la zona, los pueblos vecinos de Papayca y Chiapaxina habían recibido amistosamente a los españoles, pero poco tiempo después las condiciones cambiaron y comenzaron los enfrentamientos. Cortés logró capturar a los señores principales llamados Chicuéytl, Póchotl y Mendexeto para de esta manera negociar la paz a cambio de la vida y libertad de los prisioneros. Los de Chiapaxina se rindieron, pero los nativos de Papayca continuaron las hostilidades. Fue capturado y ahorcado el líder llamado Mátzal. También fue capturado otro líder de nombre Pizacura, a quién Cortés mantuvo en cautiverio, pero las hostilidades continuaron. En las cercanías Cortés fundó la villa de Trujillo el 18 de mayo de 1525 y nombró a Juan de Medina como alcalde.[61]​ No obstante, en las inmediaciones de la zona los lencas, aliados con los cares y dirigidos por el caudillo lenca Lempira, resistieron la conquista durante doce años. En 1537 durante las campañas de conquista de Francisco de Montejo, el capitán Alonso de Cáceres concertó una reunión para negociar la paz, sin embargo la reunión fue una trampa y un arcabucero asesinó al dirigente indígena.[62]

Llegaron a la villa de Trujillo fuerzas españolas dirigidas por Francisco Hernández de Córdoba, fundador de Nicaragua, homónimo del descubridor de Yucatán, que estaba bajo las órdenes de Pedro Arias Dávila (Pedrarias). Al escuchar que la zona era rica en metales preciosos, Cortés se interesó en las minas y acciones de conquista. Se encontraba preparando su expedición a Nicaragua cuando llegó fray Diego de Altamirano con noticias acerca de la situación en Ciudad de México, por lo que prefirió cancelar su expedición y regresar por vía marítima a San Juan de Ulúa. Envió a sus soldados a Guatemala para poblar la zona y dar apoyo a Pedro de Alvarado, y partió de la villa de Trujillo, el día 25 de abril de 1526.[63]

Se considera actualmente a Hernán Cortés como el descubridor de la península de Baja California, cuando el primer europeo que desembarcó en dicha península fue el piloto y navegante español Fortún Jiménez, quien al mando del navío Concepción, propiedad de Hernán Cortés, avistó y desembarcó en el año 1534 en la península, de la cual pensó que era una isla.

En la cuarta Carta de Relación, fechada en México el 15 de octubre de 1524, escribe Hernán Cortés al rey de España de la preparación de barcos para explorar y someter nuevos reinos sobre la mar del Sur (océano Pacífico), idea que bullía en su mente desde dos años atrás, recién consumada la conquista de la gran Tenochtitlan. En 1529, estando Cortés en España, firmó un convenio con la Corona española por el cual se obligaba a enviar por su cuenta «armadas para descubrir islas y territorios en la mar del Sur».

Deseaba encontrar además del dominio territorial y las posibles ganancias en metales preciosos en las nuevas tierras a descubrir, un paso de mar entre el Pacífico y el Atlántico, pues se pensaba que si Fernando de Magallanes había encontrado un estrecho que comunicaba ambos océanos por el Sur, también debería existir otro paso por el Norte. Ese paso marítimo era el mítico estrecho de Anián. En el mencionado convenio se estipulaba que de las tierras y ganancias que se obtuvieran, una décima parte corresponderían al descubridor en propiedad perpetua, para sí y sus descendientes.

Durante su estancia en España en 1529, Cortés consiguió de Carlos V el título de marqués del Valle de Oaxaca[64]​ y el gobierno sobre los futuros descubrimientos en el mar del Sur.[65]​ Ya de regreso a México, el 30 de junio de 1532 envió a su primo Diego Hurtado de Mendoza para que explorara las islas y litorales de la mar del Sur, más allá de los límites de la audiencia de la Nueva Galicia gobernada por Nuño de Guzmán enemigo acérrimo de Hernán Cortés. Partió la expedición en dos barcos desde el golfo de Tehuantepec, después de tocar el actual puerto deManzanillo (Colima) se fueron costeando las costas de Jalisco y Nayarit, que en aquel entonces formaban parte de la audiencia de la Nueva Galicia, hasta descubrir las Islas Marías, de allí regresaron a tierra firme y trataron de obtener abastecimiento de agua en la bahía de Matanchén, Nayarit, abastecimiento que les fue negado por órdenes de Nuño de Guzmán, dueño y señor de la región.

Uno de los barcos maltratados por las tormentas emprendió el regreso, arribó a las costas de Jalisco y terminó en manos de Nuño de Guzmán, en tanto el otro navío en el que iba Diego Hurtado de Mendoza tomó rumbo al norte, jamás ninguno de los que iban a bordo regresó a la Nueva España, no se volvió a tener noticias de ellos, años después el autor de la Segunda Relación anónima de la jornada que hizo Nuño de Guzmán a la Nueva Galicia, recogió algunas informaciones que hacen suponer que la nave que comandaba Diego Hurtado de Mendoza había naufragado en el litoral norte del hoy estado de Sinaloa, pereciendo él y el resto de la tripulación.

El navío Concepción al mando del capitán y comandante de la expedición Diego de Becerra, era una de las dos naves que Cortés envió en 1533, poco después de la conquista de la gran Tenochtitlan, en un segundo viaje de exploración de la Mar del Sur, la otra nave era el navío San Lázaro al mando del Capitán Hernando de Grijalva.

Zarpó la expedición desde el hoy puerto de Manzanillo el 30 de octubre de 1533, para el día 20 de diciembre las naves se habían separado. El barco San Lázaro, que se había adelantado, esperó en vano al navío Concepción durante tres días y al no tener avistamiento del navío acompañante se dedicó a explorar el Océano Pacífico y descubrió las Islas Revillagigedo. A bordo del Concepción todo era diferente, el navegante y segundo en el mando, Fortún Jiménez, se amotinó y asesinó mientras dormía al capitán Diego de Becerra, después agredió a los tripulantes que se mostraron leales al asesinado capitán para posteriormente abandonar a los heridos en las costas de Michoacán junto con los frailes franciscanos que le acompañaban en la travesía.

Fortún Jiménez navegó hacia el noroeste siguiendo la costa y en algún momento giró hacia el oeste y llegó hacia una apacible bahía, hoy se sabe que arribó a la hoy ciudad y puerto de La Paz, él pensó que había arribado a una isla, jamás supo que había arribado a una península que con el tiempo se llamaría península de Baja California, allí se encontró con nativos que hablaban una lengua no conocida y además andaban semidesnudos, eran muy diferentes de los nativos del altiplano mexicano que tenían una cultura propia.

Los tripulantes que le acompañaban al ver a las mujeres semidesnudas y a causa de la larga vigilia sexual, se dedicaron a tomarlas por la fuerza. Para ese entonces se habían dado cuenta que en el lugar abundaban las perlas que los nativos extraían de las conchas de moluscos que abundaban en la bahía, así que se dedicaron a saquear el lugar y a abusar de las mujeres.

Es necesario resaltar que Fortún Jiménez y acompañantes no otorgaron nombre alguno a ninguno de los sitios que encontraron, siendo otros exploradores quienes diesen nombre a los lugares visitados por Fortún Jiménez.

El abuso de las mujeres por parte de la tripulación aunado al saqueo al cual se dedicaron provocó un violento enfrentamiento con los nativos que terminó en la muerte de Fortún Jiménez y algunos de sus compañeros, los sobrevivientes se retiraron del lugar, abordaron a duras penas el navío Concepción, navegaron erráticamente durante varios días hasta llegar a las costas del hoy estado de Jalisco, en donde se toparon con los subalternos de Nuño de Guzmán quienes les requisaron la nave y los tomaron prisioneros.

Después de haber patrocinado dos viajes de exploración en la Mar del Sur y sin haber obtenido resultados materiales, Hernán Cortés decidió encabezar el tercer viaje de exploración.

Molesto Cortés porque Nuño de Guzmán, su archienemigo de siempre, le había requisado un buque durante la primera expedición que sufragó, además del buque Concepción que Cortés había enviado en el segundo viaje de exploración del mar del Sur, decidió enfrentarlo en su propio terreno y desde allí montar la tercera expedición, para ello preparó un gran número de tropas a pie y a caballo para marchar sobre la provincia de la Nueva Galicia de la cual Nuño de Guzmán era gobernador.

El virrey de la Nueva España advierte a Hernán Cortés el 4 de septiembre de 1534 «que no enfrentase a quien le había requisado sus barcos» a lo que Hernán Cortés se negó alegando que había gastado más de 100 mil castellanos de oro, además de haber sido designado por su majestad el rey de España Carlos I para conquistar y descubrir nuevos territorios. Para ese entonces Cortés ya había organizado un astillero en Tehuantepec y tenía tres navíos dispuestos; el San Lázaro (en el que regresó Grijalva de la segunda expedición a la mar del Sur), y el Santa Águeda y el Santo Tomás que recién habían sido construidos.

El proyecto de Cortés era ambicioso, enviaría los navíos a Chametla Sinaloa (cerca de la actual población de Escuinapa) en el territorio gobernado por Nuño de Guzmán y allí abordaría el ejército de tierra comandado por él. Para llegar a Chametla, Cortés tuvo que atravesar por varios días con su ejército el Nuevo Reino de la Nueva Galicia, la Nueva Galicia era una provincia de la Nueva España gobernada por su acérrimo enemigo Nuño de Guzmán.

Cuenta Bernal Díaz del Castillo que cuando en la Nueva España se supo que el marqués de Oaxaca iba de conquista nuevamente, muchos «creyeron que era cosa cierta y rica» y se ofrecieron a servirle soldados de a caballo, arcabuceros y ballesteros, y 34 casados con sus mujeres, en total 320 personas y 150 caballos. Y añade que los navíos estaban muy bien provistos de bizcocho, carne, aceite, vino y vinagre, mucho rescate, tres herreros con sus fraguas y dos carpinteros de ribera con sus herramientas, además de clérigos y religiosos, y médicos, cirujanos y botica.

Con los pendones a todo lo alto arribó el ejército de Cortés a la población de Santiago de Galicia de Compostela, ubicada en esos días en el valle de Matatipac (en la actualidad la ciudad de Tepic), donde fue acogido amistosamente por el gobernador Nuño Beltrán de Guzmán, su enemigo de siempre. En esa población Cortés y su ejército permanecieron durante cuatro días antes de proseguir su viaje. Se dice que Nuño de Guzmán aconsejó a Cortés no proseguir con el viaje de exploración y le proveyó de bastimentos, en tanto Cortés se asombró de la pobreza en que vivía Nuño de Guzmán. Sin duda alguna el recibimiento de que fue objeto el Conquistador de México de parte de Guzmán se debió al ejército que acompañaba a Cortés.

Después de la partida de Cortés, Nuño de Guzmán dirigió una carta a la Audiencia en México en «que se queja de que el marqués del Valle quería penetrar con su gente en su gobernación, siendo que solo era Capitán General de la Nueva España».

En Chametla (Sinaloa), después de atravesar los hoy estados de Jalisco y Nayarit, territorio conocido como parte del reino de la Nueva Galicia en esa época, Cortés y su comitiva embarcaron los buques Santa Águeda y San Lázaro en los cuales subieron 113 peones, 40 jinetes con todo de a caballo y dejó en tierra a 60 jinetes más, según lo reportó a la Real Audiencia el gobernador Nuño de Guzmán.

Una vez embarcado en el buque San Lázaro, Cortés junto con su expedición tomó rumbo al noroeste, y el día 3 de mayo de 1535 arribó a la bahía que nombró bahía de la Santa Cruz, actualmente La Paz (Baja California Sur), lugar en el cual confirmó la muerte de su subalterno Fortún Jiménez a manos de los nativos.

Una vez que hubo tomado Cortés posesión de la Bahía de la Santa Cruz, decidió establecer una colonia, mandó traer a los soldados y bastimentos que había dejado en Sinaloa pero el mal tiempo no le ayudó, los buques se perdieron y únicamente regresó a la bahía de la Santa Cruz un navío llevando una carga de cincuenta fanegas de maíz, insuficientes para alimentar a la población, por lo cual Cortés salió personalmente en busca de víveres, mas lo conseguido fue insuficiente por lo cual decidió retornar a la Nueva España con la intención de proveer desde ahí a la nueva colonia.

Al mando del poblado de la Santa Cruz quedó Francisco de Ulloa, pero las quejas de los familiares de quienes se habían quedado en la península hicieron que el virrey ordenara el abandono de la población y el retorno de los pobladores a la Nueva España.

Hernán Cortés quien ya había patrocinado tres viajes de exploración de la mar del Sur (océano Pacífico) y los cuales habían terminado en fracasos, decide enviar un cuarto viaje de exploración a la Mar del Sur al mando de Francisco de Ulloa en 1539. Partió la expedición del puerto de Acapulco el día 8 de julio del año citado a bordo de los buques Santo Tomás, Santa Águeda y Trinidad, a la altura de las Islas Marías se vieron obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje de exploración en los dos buques restantes.

Se adentraron en el golfo de California y visitaron en el viaje de ida y de regreso la abandonada población de la Santa Cruz, conocida actualmente como la ciudad de La Paz, en el viaje de ida llegaron al extremo norte del golfo el 28 de septiembre, a lo que se conoce actualmente como desembocadura del río Colorado y llamaron a la boca del río Ancón de San Andrés, una breve acta fue levantada cuyo texto se transcribe:

Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo norte de la Mar Bermeja (conocido hoy en día como golfo de California), nombre que le dieron por la coloración rojiza de las aguas, que se teñían con las aguas procedentes del Río Colorado, iniciaron el regreso al poblado de la Santa Cruz, doblaron el cabo San Lucas e ingresaron en el océano Pacífico. Por la actual bahía Magdalena pasaron el día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Ulloa, a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos.

Con fecha de 5 de abril de 1540 dirigió a Cortés desde la isla de Cedros una relación de los sucesos de la exploración en el navío Santa Águeda, en el navío Trinidad continuó con la exploración, nunca más se supo de Francisco de Ulloa y de sus compañeros de navegación.

En 1541, Cortés retornó a España, donde falleció seis años después, el viernes 2 de diciembre del año 1547, cuando pensaba volver a sus posesiones americanas. Su muerte se produjo en una casa palacio en Castilleja de la Cuesta que pertenecía al jurado don Alonso Rodríguez, amigo de Hernán Cortés, en la que el conquistador residió hasta su fallecimiento. Recibió sepultura en el cercano monasterio de San Isidoro del Campo, en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia, bajo las gradas del altar mayor, con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo marqués del Valle. El epitafio decía:

Aqueste bajo mundo poseía

Valor que nuestra edad enriquecía,

Los restos mortales de Hernán Cortés fueron inhumados varias veces. Esto se debió, en parte, porque en su testamento cambió varias veces la ubicación del lugar en donde deseaba reposar. Cuando residía en la Nueva España, primero solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al Hospital de Jesús Nazareno, en Ciudad de México, hospital que el conquistador había fundado. Posteriormente declaró sus deseos de ser sepultado en un monasterio que había ordenado construir en Coyoacán, una población aledaña a la capital mexicana, monasterio que nunca fue construido debido a que tuvo que partir a España con el fin de enfrentarse a un juicio de residencia al que fue citado. En octubre de 1547, pocas semanas antes de su muerte, había modificado una vez más su testamento para indicar su voluntad de ser sepultado en la parroquia del lugar donde falleciera.[67]

En 1550, a los tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro de la misma iglesia de San Isidoro del Campo, y esta vez fue inhumado justo a un lado del altar dedicado a Santa Catalina.

En 1566, y por decisión familiar sus restos mortales fueron trasladados a la Nueva España y sepultados junto con su madre y una de sus hijas en el templo de San Francisco de Texcoco, ubicado en la población de Texcoco cercana a la Ciudad de México. Sus restos yacerían allí hasta 1629.

En 1629 a la muerte de Pedro Cortés, cuarto marqués del Valle y último descendiente de Hernán Cortés en línea masculina, las autoridades civiles y eclesiásticas de la provincia española decidieron sepultarlos en la misma iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor (en un nicho detrás del sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco (México), ubicado frente a la plaza de Guardiola, en la capital mexicana, allí dejaron grabada la siguiente inscripción: Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa.

En 1716 una remodelación del templo de San Francisco obligó a los franciscanos a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor, lugar en el que permanecerían durante 78 años.

En 1794 las autoridades del virreinato exhumaron nuevamente los restos de Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador de México que en una ocasión solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús Nazareno, así que sacaron la osamenta de Cortés del templo de San Francisco que yacía en su nicho en una urna de madera y cristal con asas de plata y pintado en la cabecera de la urna el escudo de armas de marqués de Oaxaca, sus restos fueron trasladados con gran pompa a lo que se creía sería su última morada, se colocaron blandones de plata sobre el sepulcro y dentro del templo se erigió un zócalo y sobre el zócalo un busto del conquistador, en ese sitio sus restos descansarían durante 23 años.

En 1823, a los dos años de la independencia de México inició el memorial para honrar a los insurgentes muertos durante la guerra de Independencia, los restos de ellos fueron llevados a Ciudad de México, en cuya catedral fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes de la capital mexicana al grado que se temió que una turba asaltara el templo para tomar los restos de Cortés, por ello el ministro mexicano Lucas Alamán y el capellán mayor del hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre el mausoleo, en tanto el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían salido del país, en realidad la urna con la osamenta fue escondida bajo la tarima del templo del hospital de Jesús Nazareno, durante trece años los restos permanecieron escondidos allí.

En 1836, ya calmadas las pasiones se extrajeron los restos y fueron depositados en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo el mausoleo, en ese lugar reposaron los restos durante 110 años hasta ser encontrados. El ministro Lucas Alamán en algún momento informó a la embajada española del lugar en el cual habían depositado los restos de Cortés.

En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al acta notarial, en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron buscar los restos, el lunes 25 de noviembre del mismo año los historiadores encontraron el nicho que guardaba la urna,[68]​ después de realizar algunos estudios para autentificar los huesos procedieron a restaurar la urna y recomendaron conservar los restos de Hernán Cortés en el mismo lugar. El 28 de noviembre de 1946 el presidente de México Manuel Ávila Camacho expidió un decreto mediante el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia de los restos mortales de Hernán Cortés.

El 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos en el mismo lugar en el que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción:

Actualmente, los restos del conquistador español descansan en el lugar que eligió en su juventud para ser sepultado: el templo del Hospital de Jesús Nazareno. Desafortunadamente, hoy en día la vieja iglesia se encuentra en el abandono y con pocos medios para poder asegurarse su debida restauración.[69]

La peor mancha en la hoja de servicios de Cortés es que consintió la tortura de Cuauhtémoc y del cacique de Tacuba, ya que los soldados estaban sedientos de oro, y creían que este tenía que saber dónde se encontraba. Ambos fueron ahorcados en el año 1525 en la funesta expedición a Las Hibueras, por sospechas de traición.

Sus enemigos intrigaron en la corte del emperador Carlos V, acusándolo de detraer oro del quinto real y del reparto a los conquistadores y sospechando que había dado orden de envenenar a su esposa Catalina Juárez y a varios de los enviados con provisiones reales. Desterrado de México, fue a Castilla para reclamar la gobernación de Nueva España, pero solo consiguió el marquesado del Valle y le dieron tierras cerca del estado actual de Oaxaca.

El rey Carlos I reconoció los hechos de Cortés mediante la concesión de un escudo de armas para él y sus descendientes otorgado en Madrid el 7 de marzo de 1525:

Las armas representan una sinopsis de la gesta del conquistador. El primer cuartel representa el patronazgo del emperador mediante el águila de dos cabezas propio del Sacro Imperio Romano Germánico aunque sobre campo de plata en lugar del habitual oro. El segundo representa la victoria sobre los tres últimos huey tlatoque o grandes gobernantes de Tenochtitlan. El tercero representa el valor de Cortés («yndustria y esfuerzo») y finalmente el cuarto cuartel trae la ciudad de México-Tenochtitlan sobre ondas de azur y plata (representando el lago de Texcoco, similar al escudo otorgado a Ciudad de México dos años antes, en el que la ciudad era simbolizada, sin embargo, con un castillo dorado). La bordura (llamada orla, que es otra pieza heráldica) es una pieza habitual que otorga el emperador y simboliza mediante cadenas y cabezas a los líderes indígenas de las ciudades próximas a Tenochtitlan. Timbra el escudo un yelmo, condición de caballero y propio a la condición de Cortés de hidalgo.

Posteriormente Cortés modificaría el escudo añadiendo varios símbolos personales. Sobre el todo añadió un escusón con las armas de los Rodríguez de las Varillas, que eran las armas que escogió utilizar como propias de su linaje. El padre de Hernán Cortés, Martín Cortés, aunque llevaba el apellido de su madre pertenecía por vía paterna a la rama extremeña de la ilustre familia Monroy, o más correctamente a los Monroy-Rodríguez de las Varillas. Desde que los Monroy se unieron por matrimonio con los Rodríguez de las Varillas, utilizaron desde entonces como blasón una combinación de las dos armas: las de los Monroy, escudo cuartelado, en el primer y cuarto cuartel un castillo de oro sobre campo de gules, en el segundo y tercer cuartel un campo de veros blancos y azules; y las de los Rodríguez de las Varillas, un escusón con las barras de Aragón rodeadas de una bordura con ocho cruces de brazos iguales[71]​). Posiblemente por evitar recargar demasiado sus nuevas armas y porque los Cortés no tenían armas propias, Hernán Cortés solo incorporó como referencia a su linaje el mismo escusón que aparecía en las armas de los Monroy, y que como ya se ha dicho, eran las propias de la familia Rodríguez de las Varillas. Posteriormente, siguiendo el ejemplo del conquistador, hubo miembros de la familia Cortés que se apellidaron Cortés de Monroy y que utilizaron el escudo de las barras de Aragón, como fue el caso de Pedro Cortés de Monroy y Zabala, nombrado en 1697 marqués de Piedra Blanca de Huana.[72]​ Hernán Cortés añadió también posteriormente a su blasón un lema personal: Judicium domini aprehendit eos et fortitudo ejus corroboravit brachium meum. (El señor los juzgó en sus actos y fortaleció mi brazo). Y sobre el yelmo añadió un león alado que algunos de sus descendientes continuaron utilizando.

El 20 de julio de 1529 concedió el rey a Cortés el título nobiliario de marqués del Valle de Oaxaca por lo que pudo timbrar sus armas con corona de marqués además de otros beneficios sujetos a este privilegio.

En México existen pocas representaciones de Cortés. Sin embargo, muchos puntos geográficos de interés llevan su nombre, desde el castillo en la ciudad de Cuernavaca a nombres de calles en toda la República Mexicana.

Uno de los pocos monumentos auténticos de Ciudad de México está en el paso entre los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, por donde Cortés llevó a sus soldados en su marcha a la Ciudad de México. Actualmente es conocido como el Paso de Cortés.

El muralista Diego Rivera pintó varias representaciones de él, pero la más famosa, lo muestra como una figura poderosa y siniestra, junto con la Malinche en uno de los murales en el Palacio Nacional en Ciudad de México.

En 1981, el entonces presidente de México José López Portillo trató de promover el reconocimiento público de Hernán Cortés. En primer lugar, hizo pública una copia del busto de Cortés hecha por Manuel Tolsá en el Hospital de Jesús Nazareno con una ceremonia oficial, pero pronto un grupo nacionalista trató de destruirla, por lo que tuvo que ser retirado de la vista del público.[73]​ Hoy en día la copia del busto se encuentra en el "El Hospital de Jesús" en un rincón poco visitado, mientras que el original se encuentra en Nápoles, Italia, en la Villa Pignatelli (propiedad de los descendientes de Cortés).[74]

Más tarde, otro monumento conocido como "Monumento al Mestizaje" de Julián Martínez y M. Maldonado (1982) fue comisionado por López Portillo para ser puesto en el "Zócalo" (plaza principal) de la delegación de Coyoacán (ciudad de México), cerca del lugar donde Cortés tuvo su casa de campo. Debido a las protestas públicas, este tuvo que ser trasladado a un parque poco conocido; el Jardín Xicoténcatl en Barrio de San Diego Churubusco, cerca del ex-convento de Churubusco. La estatua muestra a Cortés, la Malinche y su hijo.[75]

Hay otra estatua de Cortés, realizada por Sebastián Aparicio, en la ciudad de Cuernavaca, estado de Morelos. Se encontraba en un popular hotel El Casino de la Selva. La figura de Cortés es apenas reconocible por lo que provocó muy poca polémica. El hotel fue cerrado para hacer un centro comercial, y la estatua quedó fuera de la exhibición pública por disposición de COSTCO, el constructor del centro comercial, y hasta la fecha no está disponible al público.




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