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Historia eclesiástica



La historia del cristianismo se refiere a la religión cristiana, a sus seguidores y a la Iglesia cristiana, con sus diferentes denominaciones, desde el siglo I hasta la actualidad.

Jesús y sus primeros discípulos fueron judíos. El cristianismo continuó utilizando las escrituras sagradas hebreas, convirtiéndose el Tanaj en lo que hoy se conoce como el Antiguo Testamento. Aceptando muchas doctrinas fundamentales del judaísmo, como el monoteísmo, el libre albedrío y el Mesías, término hebreo usualmente traducido como mesías en español, y su equivalente Cristo (Cristos "[el] ungido" en griego).

La Tierra de Israel fue disputada por los antiguos imperios, debido en gran parte a su ubicación geográfica. Estaba en medio de dos grandes rutas comerciales: Egipto y Mesopotamia, Arabia y Asia Menor. Alejandro Magno que derrotó a los persas y se adueñó de Palestina, cuando fue recibido en triunfo en Jerusalén, fue considerado por muchos el mesías tan esperado. Tras la muerte de Alejandro (323 a. C.), Ptolomeo I se posesiona de Egipto, Seleuco I se adueña de Asiria y nuevamente Palestina queda en discordia. Recordando la ideología de Alejandro, que era unir a toda la humanidad bajo una misma civilización de tonalidad marcadamente griega (fusión denominada Helenismo), esta fusión combinaba elementos griegos con otros tomados de las civilizaciones conquistadas, aún variando de región en región. Esto le dio una unidad a la cuenca del Mediterráneo, que serviría a la expansión del Imperio romano y al cristianismo mediante la predicación del Evangelio. Para los judíos el helenismo era una amenaza para su religión, pues la filosofía helenística era politeísta. La presión del helenismo era constante y la fidelidad de los judíos a su Dios y a sus tradiciones también. Esta presión desató una rebelión por una parte de los judíos macabeos, quienes se rebelaron contra el helenismo de los seléucidas, quienes pretendían imponer sus ideales.

Posteriormente, se presenta el romano Pompeyo en el 63 a. C., quien toma Palestina deponiendo al último de los macabeos, Aristóbulo II. La política romana era tolerante a la religión y las costumbres de los pueblos conquistados. Herodes I, que no era de etnia hebrea sino idumeo, aunque judío por religión, hizo todo lo posible por introducir el helenismo, a tal grado que, para agradar a los romanos, intentó colocar un águila en la entrada del Templo de Jerusalén, lo cual provocó una rebelión nuevamente, que se sofocó con dos mil crucifixiones.

Durante este tiempo existían grupos religiosos como los fariseos que eran un partido del pueblo y no gozaban de las ventajas materiales que otorgaba el régimen romano y velaban por cumplir la ley, creían en la resurrección y en la existencia de los ángeles. Los saduceos eran el partido de la aristocracia, cuyos intereses les llevaban a colaborar con el régimen. Eran aristócratas y conservadores, no creían en la resurrección ni en los ángeles. Los zelotes eran extremistas militantes que se oponían tenazmente al régimen romano. Jesús y los apóstoles estaban más cerca de los fariseos en la doctrina (Jesús no los criticó por ser malos judíos, sino porque en su afán de cumplir la ley se olvidaban de los seres humanos). Todos los partidos y todas las sectas judías tenían algo en común, compartían el monoteísmo ético y la esperanza escatológica.

Estas fueron las bases para el cristianismo, ya que ayudaron a su expansión por todo el Imperio romano.

El cristianismo también continuó con muchos de los patrones encontrados en el judaísmo de la época de Jesús, como la adaptación de la forma litúrgica de la adoración en la sinagoga a la iglesia o templo; la oración; la utilización de las sagradas escrituras; un calendario religioso; el uso de la música en himnos y oración; además de disciplinas como el ayuno. Los cristianos adoptaron inicialmente las traducciones griegas de las escrituras judías, conocidas como la Septuaginta, como su propia Biblia, y más tarde canonizaron muchos de los libros del Nuevo Testamento.

El cristianismo comenzó entre un pequeño número de judíos. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 1:15 se mencionan cerca de 120. En el siglo III, el cristianismo creció hasta convertirse en la congregación dominante en el norte del mundo mediterráneo. También se extendió de forma importante al este y al sur del Mediterráneo. Esta sección examinará aquellos primeros 300 años.

Los hechos que acontecieron en los primeros años del cristianismo se relatan en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Actualmente se cuestiona la veracidad de algunos de estos relatos debido a la gran proliferación de libros falsos sobre los Hechos (o Actos) de los apóstoles que abundaban durante el cristianismo primitivo, pero la mayor parte ha mantenido la esencia del mensaje, confirmado por evidencia arqueológica reciente.

El concepto "judeocristianos primitivos" es utilizado a menudo al discutir sobre el cristianismo primitivo. Jesús de Nazaret, sus doce apóstoles, los ancianos y la mayor parte de sus seguidores eran judíos. Así como los 3000 convertidos en Pentecostés luego de la crucifixión descrita en los Hechos de los Apóstoles 2, donde todos los judíos, prosélitos y todos los convertidos al cristianismo eran no gentiles antes de la conversión del oficial romano Cornelio por Simón Pedro en Hechos 10, quien es considerado según la tradición como el primer gentil en ser convertido al cristianismo. La más grande división en el cristianismo antes de ese tiempo se presentó entre los judíos helenísticos y no helenísticos o los de habla griega y los de habla aramea (Hechos 6). Sin embargo, después de la conversión de Cornelio y su aceptación como cristiano, ahora existía otro grupo, los cristianos gentiles. Como un movimiento escatológico, anticiparon que los gentiles se transformarían al Dios de Israel como lo profetizaba Isaías en los versículos 56:6-8. El Nuevo Testamento no utiliza el término "gentil-cristiano" o "judío-cristiano". En cambio, el apóstol Pablo escribe contra quienes, estando circuncidados, se separaban de los no circuncisos, o querían obligar a los adultos no circuncisos a circuncidarse para pertenecer a la comunidad cristiana:

Circuncisos y no circuncisos se interpretan generalmente como judíos y griegos respectivamente, siendo estos últimos quienes predominaban. Sin embargo, esto puede ser una simplificación excesiva de la realidad en la provincia de Judea del siglo I: existían algunos judíos que no seguían circuncidándose, y algunos griegos (llamados prosélitos o judaizantes) que sí lo hacían además de otros tales como egipcios y etíopes.

Hacia el año 62, el sumo sacerdote del judaísmo, Ananías, hizo arrestar a Santiago, que encabezaba la Iglesia de Jerusalén y lo ajustició. Uno de sus hermanos, Simón, fue llamado a sucederlo, pero la situación política de Israel se agravaba y los conflictos internos del judaísmo eran cada día mayores. Se cree que Pablo fue decapitado y Pedro fue muerto crucificado boca abajo en Roma durante la persecución por parte de Nerón. Al final del siglo I, de los apóstoles originales vivía tan solo Juan, que se había trasladado a Éfeso, cuya iglesia se considera madre de muchas de Asia Menor y Grecia, donde se manifestaban brotes gnósticos.

Con el emperador Vespasiano, el cristianismo siguió extendiéndose, hasta que en el año 90 con el imperio bajo el emperador Nerva (de quien dice su biógrafo Xifilino que «no permitió que se acusase a nadie por haber observado las ceremonias de la religión judaica o haber descuidado el culto de los dioses»), pudo regresar Juan a Éfeso, y pocos años después falleció, a edad muy avanzada. Con su muerte (hacia el año 100) concluye la etapa apostólica.

La Didaché y otros escritos de los Padres Apostólicos documentan las principales prácticas de la iglesia primitiva.

Los primeros cristianos produjeron durante la historia muchos cánones importantes y otras obras literarias descritas dentro de la organización de la Iglesia Cristiana. Una de las primeras de éstas es la Didaché, el cual es normalmente fechado a finales del primer o inicios del segundo siglo.

Las Actas de los mártires recogen las actas de los procesos judiciales contra los cristianos, relatos de testigos y leyendas varias sobre los primeros mártires cristianos.

Las disputas de doctrinas comenzaron en los inicios del cristianismo. La Iglesia cristiana organizó concilios para resolver estos asuntos. Los concilios que representan a toda la Iglesia cristiana fueron llamados concilios ecuménicos. Algunos grupos fueron rechazados por herejes, como por ejemplo:

Arrio (discípulo del obispo Pablo de Samosata) era un líder entre los cristianos que tenía un entendimiento muy particular del movimiento trinitarista, reflejando la divinidad natural de Cristo. Aunque muchos de los escritos de Arrio fueron destruidos por el emperador Constantino, podemos inferir por los argumentos de Atanasio de Alejandría contra Arrio, algunos conceptos básicos del movimiento.

La hipótesis de Arrio era que Jesús fue creado por Dios (como en, "Hubo un tiempo donde el Hijo no lo era"), y por ende, era "secundario" a Dios. Su texto de prueba primaria era Juan 17:3. Por su parte, la posición del cristianismo tradicional era que Jesús fue y siempre ha sido divino, y que tiene una naturaleza divina junto con el Padre y el Espíritu Santo: existe una Trinidad santa y completa, asimismo homogénea, es decir, las tres personas tienen el mismo rango.

Un movimiento filosófico-religioso griego conocido como gnosticismo se había desarrollado casi al mismo tiempo que el cristianismo. Muchos seguidores de este movimiento fueron también cristianos y enseñaban una síntesis de los dos sistemas de creencias. Esto produjo una gran controversia en la iglesia primitiva.

Las interpretaciones gnósticas diferían de la corriente principal del cristianismo, debido a que cristianos ortodoxos toman una interpretación literal de los evangelios como las correctas, mientras que los gnósticos tienden a leerlas como una alegoría.

El cristianismo no era la única religión que buscaba creyentes en el siglo I. Los historiadores modernos del mundo romano, a menudo ponen interés en lo que ellos llaman "religiones mistéricas" o "cultos mistéricos" que comenzaron en el último siglo de la República Romana y se fueron incrementando durante los siglos del Imperio romano. Autores romanos, tales como Tito Livio, comentan la importación de "dioses foráneos" entre las calles del estado romano. El judaísmo también recibe creyentes y en algunos casos hicieron proselitismo activamente. El Nuevo Testamento refleja una clase de personas a quienes se les refiere como 'creyentes en Dios' quienes se piensa que son gentiles convertidos, quizás aquellos quienes no se habían circuncidado; Filón de Alejandría hace explícito el deber de los judíos de recibir a los nuevos creyentes.

El maniqueísmo era una de las mayores religiones antiguas. Aunque su forma organizada se encuentra casi extinta hoy, un revivamiento se ha intentado bajo el nombre de neomaniqueísmo. Sin embargo, la mayoría de los escritos de su fundador, el profeta Mani, se han perdido. Algunos estudiosos argumentan que su influencia continúa sutilmente mediante Agustín de Hipona, quien se convirtió al cristianismo desde el maniqueísmo y que sus escritos continúan siendo de gran influencia entre teólogos católicos y protestantes (recordemos que Martín Lutero fue un monje agustino).

La religión fue fundada por Mani, quien se dice que nace en el occidente del Imperio persa y vivió aproximadamente entre los años 210 y 275. El nombre Mani es más un título de respeto más que un nombre personal. Este título fue asumido por el fundador mismo y reemplazó completamente su nombre personal de tal forma que no se conoce su nombre preciso. Mani fue influenciado por el mandeísmo y comenzó a predicar en una edad temprana. Se declaraba como el Paráclito, como se promete en el Nuevo Testamento: el Último Profeta y Sello de los Profetas que finalizaban la sucesión del hombre guiado por Dios e incluían figuras tales como Zoroastro, Hermes, Platón, Buda y Jesús.

El maniqueísmo recoge elementos de las sectas dualistas, así como del mitraísmo. Sus creyentes hicieron muchos esfuerzos para incluir todas las tradiciones religiosas conocidas en su fe. Como resultado, preservaron muchos trabajos apócrifos cristianos, como Hechos de Tomás, que de otra forma se hubiese perdido. Mani se empeñaba en describirse como un "discípulo de Jesucristo", pero la iglesia ortodoxa lo rechazó como hereje.

En el segundo siglo de nuestra era, numerosos eruditos comenzaron a producir escritos que nos ayudan a entender la forma en que se desarrolló el cristianismo. Estos escritos se pueden agrupar en dos grandes categorías, trabajos dirigidos a una amplia audiencia de eruditos no creyentes y trabajos dirigidos a aquellos que se consideraban cristianos. Los escritos para los no creyentes se llamaban usualmente "apologéticos" en el mismo sentido que el discurso dado por Sócrates en su defensa ante la asamblea ateniense, llamada Apología cuya palabra en griego significa "acción de hablar en defensa de alguien".[2]​ Los apologistas, como se conoce a estos autores, hacen una presentación para clases educadas de las creencias cristianas, a menudo asociadas con un ataque de las creencias y prácticas de los paganos.

Otros escritos tienen el propósito de instruir y amonestar a los hermanos cristianos. Muchos escritos de este período, sin embargo, sucumbieron a la destrucción de la Iglesia católica primitiva como herejías, o en desacuerdo con su mensaje. Aun así, hoy en día se han encontrado escritos como el Evangelio de Tomás en 1945.

En la Iglesia, después de las primeras autoridades de carácter carismático en forma de apóstoles, al desaparecer éstos, emergen en las comunidades cristianas las estructuras jerárquicas que se asemejan a las de las sociedades de donde proceden. Se distinguen dos bloques:

Esta doble estructura jerárquica inicial del cristianismo fue tendiendo lentamente a la unificación para todas las iglesias, fusionándose los obispos y los presbíteros, aunque por un tiempo se les denominara indistintamente. Finalmente se establecieron las condiciones para poder aspirar a obispo, e igualmente, para el peldaño inferior de los diáconos, en sus principales tareas asistenciales, administrativas y auxiliares de los obispos.[3]

Muchos escritos de este período fueron traducidos en los libros de los Padres Nicenos y post Nicenos.

Los cristianos consideran que la Biblia contiene el núcleo central de la revelación de Dios, si bien la Iglesia católica incluye, como parte de la revelación, la Tradición. Con el pasar del tiempo, la Iglesia católica determinó cuáles libros forman parte del canon de la Biblia y cuáles no, distinguiendo entre textos inspirados y textos no inspirados por Dios. Ello explica que existan libros surgidos en ambientes cercanos al cristianismo que no se consideran como parte de la Biblia ni por los católicos ni por otros grupos cristianos: Un evangelio de Santo Tomás, otro de San Pedro, Hechos de San Pablo, otros de San Juan, un Apocalipsis atribuido a Pedro.[4]

En un principio, no existía un listado oficial de libros del Nuevo Testamento. Dentro del cristianismo primitivo se tomaban en consideración solo las "Escrituras", los libros sagrados del judaísmo que fueron traducidos al griego e incluidos en la llamada Biblia "Septuaginta". Esta compilación incluía también a los libros llamados deuterocanónicos aceptados por la Iglesia católica y apócrifos por los protestantes. Los LXX o Septuaginta es la que San Pablo llama "Escrituras" en sus escritos.[4]

El proceso de conformación de lo que actualmente se conoce como Biblia es el siguiente: La Iglesia católica dio la lista de los libros que se consideraban inspirados por el Espíritu Santo, la que fue declarada por la autoridad de los papas Damaso I, Siricio I e Inocencio I[4]​ , y por los siguientes concilios y sínodos: Sínodo Romano en el año 382, Concilio de Hipona en el año 393, III Concilio de Cartago en el año 397 y IV Concilio de Cartago en el año 419. Este fue el mismo nuevo testamento que utilizaron Martín Lutero y Juan Calvino.[4]

Después de Jesucristo los judíos en Jamnia quitaron los deuterocanónicos del canon de su Tanaj usando un criterio anticristiano[cita requerida]. Esto implicaría que los judíos ya no tenían autoridad para designar qué libros eran inspirados, sino más bien la primitiva Iglesia y ésta había aceptado la versión de los LXX o Septuaginta. Además, que la versión que San Pablo cita en sus epístolas es la Septuaginta y es a la que se refiere cuando habla de la Escrituras.

La versión de los LXX (el Antiguo Testamento en griego) está conformada por 46 libros:

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, los dos libros de Samuel (I Samuel y II Samuel), los dos libros de los Reyes (I Reyes y II Reyes), los dos libros de las Crónicas (I Crónicas y II Crónicas), Esdras, Nehemías, Ester, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías. Además contiene los libros deuterocanónicos de Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, I Macabeos, II de Macabeos y Sabiduría, mas las secciones griegas de Ester y Daniel que no están en los proto-canónicos.

Los judíos tenían dos cánones para sus libros santos: el breve o palestinense y el largo o alejandrino. El breve está conformado por 39 libros y se divide en tres partes: Torá (La Ley), Nevi'im (Profetas) y Ketuvim (escritos), el acrónimo de estas tres partes da como resultado la palabra Tanak o Tanaj. A estos 39 libros se les conoce como libros "proto-canónicos". El canon de Palestina se hizo en Jamnia, y está basado en una traducción hebrea de la Biblia hecha después de Cristo; no son los textos originales sino una traducción.

Los judíos en Alejandría creían que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo incluso fuera de Israel, e iluminaba a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban.[cita requerida]

Jesús debió usar el canon corto o palestinense, pero los apóstoles, al llevar el Evangelio a todo el Imperio romano, usaron el canon alejandrino. La Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros.

A partir del año 393 diferentes concilios, fueron precisando la lista de los Libros "canónicos" para la Iglesia cristiana. Estos fueron: el Concilio de Hipona en el año 393, el Concilio de Cartago en los años 397 y 419, el Concilio de Florencia en el año 1441 y el concilio de Trento en el año 1546.

Los protestantes admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo que fue fijado después de Cristo por los judíos, sin ninguna intervención cristiana. El primero que negó la canonicidad de los libros deuterocanónicos fue Carlstadt en 1520, y después Lutero en 1534 y Calvino en 1540. Aunque Lutero parece contradecirse pues en su Comentario sobre San Juan dijo: "Estamos obligados a admitir de los papistas que ellos tienen la Palabra de Dios, que la hemos recibido de ellos, y que sin ellos no tendríamos ningún conocimiento de ésta". Esta Iglesia "papista" pronunció que los 73 libros que componen el Antiguo y Nuevo Testamento son revelación.

El obispo Melitón de Sardes registró la primera lista conocida de la Septuaginta en el año 170 d. C. Contenía 45 libros, pareciera que falta uno puesto que el libro de las Lamentaciones se consideraba como parte de Jeremías.

El Nuevo Testamento está formado por 27 libros, y se divide en cuatro partes: el Evangelio o Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas y el Apocalipsis. De estos libros, siete fueron puestos en duda: Epístola a los Hebreos, Epístola de Santiago, segunda epístola de Pedro, segunda epístola de Juan, tercera epístola de Juan, epístola de Judas y Apocalipsis. La duda de que fueran inspirados fundaba sobre su autenticidad.

En la Iglesia primitiva, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los apóstoles y de los primeros evangelizadores. Pasado el tiempo, esa generación empezó a morir y se sintió la urgencia de consignar por escrito las enseñanzas de Jesucristo y los rasgos más sobresalientes de su vida. Esta es la causa de los escritos de los Evangelios. Por otra parte, de acuerdo a los problemas que iban surgiendo los apóstoles alimentaban espiritualmente a sus fieles mediante cartas. Este fue el origen de las Epístolas.

A finales del siglo I y principios del siglo II, la colección de escritos variaba de una iglesia a otra. Además en el siglo II, las ideas del hereje Marción, que afirmaba que únicamente el Evangelio de Lucas y las diez epístolas de Pablo tenían un origen divino; y del montanismo, que pretendía introducir como libros santos los escritos de Montano, apresuraron la determinación del Canon del Nuevo Testamento.

En tiempos de San Agustín, los concilios de Hipona en al año 393 y de Cartago años 397 y 419 (conocidos como los concilios africanos) reconocieron los 27 libros, así como el concilio de Trullo (Constantinopla, en el 692) y el concilio florentino en 1441.

El protestantismo renovó antiguas dudas y excluyó algunos libros. El doctor Martín Lutero rechazaba Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. En el Concilio de Trento celebrado en 1546, se presentó oficial y dogmáticamente la lista íntegra del Nuevo Testamento. La explicación teológica era que los libros debían ser revelados por el Espíritu Santo y transmitidos fielmente por él. Los principales criterios prácticos fueron cuatro: su origen apostólico o de la generación apostólica, su ortodoxia en la doctrina, su uso litúrgico y su uso generalizado.

El emperador Constantino I junto con Licinio, promulgaron en el 313 el Edicto de Milán, decretando libertad de cultos en todo el Imperio y terminando así la persecución a los cristianos.[5]

Es difícil discernir cuánto cristianismo adoptó Constantino en este momento, pero su adhesión fue un punto de inflexión para la Iglesia cristiana.[6]​ Apoyó financieramente a la Iglesia, construyó varias basílicas , otorgó privilegios (por ejemplo, exención de ciertos impuestos) al clero, promovió cristianos a algunos altos cargos y devolvió las propiedades confiscadas.[7]​ Constantino jugó un papel activo en el liderazgo de la Iglesia. En 316, actuó como juez en una disputa en el norte de África sobre la controversia donatista . Más significativamente, en 325 convocó el Concilio de Nicea, el primer concilio ecuménico. De este modo, estableció un precedente para el emperador como responsable ante Dios por la salud espiritual de sus súbditos y, por tanto, con el deber de mantener la ortodoxia. Debía hacer cumplir la doctrina, erradicar la herejía y defender la unidad eclesiástica.[8]

El sucesor del hijo de Constantino, su sobrino Juliano, bajo la influencia de su consejero Mardonio, renunció al cristianismo y adoptó una forma neoplatónica y mística de paganismo, lo que conmocionó al establecimiento cristiano.[9]​ Comenzó a reabrir templos paganos, modificándolos para que se parecieran a las tradiciones cristianas, como la estructura episcopal y la caridad pública (previamente desconocida en el paganismo romano). El breve reinado de Juliano terminó cuando murió en la batalla con los persas.

Arrio (250-336) proponía que Jesús y Dios estaban muy separados y eran entidades diferentes: Jesús estaba más cerca de Dios que ningún otro humano, pero nació humano, y no tenía una existencia previa, por ende no era Dios; una persona parecida o semejante a Dios, sin ser necesariamente el mismo. Por otra parte, Dios había existido siempre. Arrio sentía que cualquier intento de reconocer la divinidad de Cristo desdibujaba la línea entre el cristianismo y las religiones paganas. Si el cristianismo reconocía dos dioses separados, el Padre y Jesús, se convertiría en una religión politeísta.

Dentro del Concilio de Nicea, la asamblea compuso un credo para expresar la fe de la Iglesia cristiana en la que se declara que Jesús era “consubstancial” con Dios Padre.[10]

El cesaropapismo se inició cuando el papa León III coronó a Carlomagno emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, ocasionando dos efectos: el apoyo de la Iglesia al Estado y viceversa, el apoyo del Estado a la Iglesia, lo cual derivó en el cesaropapismo, que sostenía la teoría del origen divino de los reyes y les daba poder absoluto sobre la religión y el gobierno a la vez.

Golpeado por estos desarrollos, el emperador Juliano (denominado "el Apóstata" debido a su rechazo del cristianismo y su conversión al mitraísmo y al neoplatonismo) intentó restaurar el estado anterior entre las religiones del imperio al eliminar los privilegios dados por antiguos emperadores romanos como Constantino (exención de impuestos entre el clero cristiano, por ejemplo), prohibiendo a las distintas denominaciones cristianas perseguirse entre sí y volviendo a traer a arzobispos quienes habían sido proscritos por el arrianismo, alentando al judaísmo y una suerte de neopaganismo.

La oposición de Juliano duró por poco, emperadores como Constantino II repelieron las acciones de Juliano e incentivaron el crecimiento del cristianismo. Este estado de cosas fue finalmente reforzado por una serie de decretos (como el Edicto de Tesalónica) por el emperador niceno Teodosio I, comenzando en febrero de 381, y continuando por su reinado. Así, a fines del siglo IV el cristianismo se transformó en la religión oficial del Imperio romano.

Las controversias cristológicas incluyen examen de preguntas como: ¿era Cristo divino, humano, un ser angélico creado, o más allá de una simple clasificación en una de estas categorías? ¿Los milagros de Cristo realmente cambiaron la realidad física o solo eran simbólicos? ¿El cuerpo de Cristo realmente se elevó de la muerte o el Cristo resucitado era un ser sobrenatural que no estaba limitado por las leyes físicas?

El cristianismo no estuvo restringido a la cuenca mediterránea y a sus alrededores; en el tiempo de Jesús una gran proporción de población judía vivía en Mesopotamia, fuera del Imperio romano, especialmente en la ciudad de Babilonia, donde se desarrolló gran parte del Talmud.

El Gran Cisma se produjo entre el catolicismo Romano y la ortodoxia Oriental. Ambas tradiciones ponen énfasis en la sucesión apostólica, e históricamente ambas aseguran ser la única descendencia legítima de la Iglesia primitiva. Cada una, además, asevera mantener de manera más correcta la tradición de los apóstoles y que la otra se ha desviado. Los católicos romanos a menudo se refieren a sí mismos simplemente como "católicos", que significa "universal", y mantienen que también son ortodoxos. Los ortodoxos orientales se refieren a sí mismos simplemente como "ortodoxos" que significa "adoración correcta", y también se denominan a sí mismos católicos. Inicialmente, el cisma era primordialmente entre el Oriente y el Occidente, pero hoy ambas congregaciones están extendidas por todo el mundo. Aún se refieren entre ellas en esos términos por razones históricas.

En algunos movimientos revolucionarios la Iglesia católica fue vista como aliada con los gobernantes derrocados, por lo que fue perseguida. Por ejemplo, después de la Revolución francesa y de la Revolución mexicana hubo acciones de persecución y represalia contra los católicos. En el contexto del mundo comunista, Karl Marx condenó a la religión como el "opio del pueblo" [1] y los gobiernos marxista-leninistas del siglo XX a menudo eran ateos; de estos, solo Albania se declaró oficialmente como un estado ateo.

El cristianismo en el siglo XX se caracteriza por una fragmentación acelerada. El siglo vio el levantamiento de grupos liberales y conservadores, así como una secularización general de la sociedad occidental. La Iglesia católica instituyó muchas reformas para modernizarse. Los misioneros hicieron incursiones en el Lejano oriente, estableciendo seguidores en China, Taiwán y Japón. Al mismo tiempo, la persecución en la Europa Oriental comunista y la Unión Soviética trajo a muchos cristianos ortodoxos a la Europa Occidental y a los Estados Unidos, aumentando el contacto entre el cristianismo occidental y oriental. Además, el ecumenismo creció en importancia, cuyo comienzo fue en la Conferencia Misionera de Edimburgo en 1910, aunque se critica que Latinoamérica haya sido excluida debido a que la predicación protestante en Latinoamérica ha sido frecuentemente anticatólica.[11]

Otro movimiento que creció en el siglo XX fue el Anarquismo cristiano, el cual rechaza la iglesia cristiana, estado o cualquier otro poder excepto el de Dios. También creen en la no violencia absoluta. El libro de León Tolstói llamado El Reino de Dios está dentro de ti publicado en 1894 fue el catalizador de este movimiento.

En la década de los 50, se dio una expansión evangélica en América. La prosperidad posterior a la segunda guerra mundial experimentada en Estados Unidos también tuvo efectos religiosos, denominados "fundamentalismo morfológico". El número de templos cristianos aumentó, y las actividades de las Iglesias evangélicas crecieron expansivamente.

Dentro del catolicismo surge formalmente en los años 60 la Teología de la Liberación (T.L.) en América Latina, como respuesta al malestar producido por la opresión y la pobreza características de los pueblos de esta región. La Iglesia católica de manera oficial no acepta los postulados de la T.L., por una posible estrecha relación con el marxismo, aunque los teólogos de la liberación niegan tal relación, aunque sí aceptan la existencia de conceptos como la lucha de clases. Sin embargo, la Iglesia católica de todas formas sí acepta algunos postulados de la misma T.L. sobre todo en lo referente a la necesidad de libertad de los pueblos en el mundo, pero generalizando también la idea a la libertad de los otros pecados también.

Otro desarrollo notable en el siglo XX dentro del cristianismo fue el levantamiento de movimientos pentecostales. Aunque sus raíces datan desde antes del año 1900, su nacimiento real se atribuye comúnmente al siglo XX. Brotaron de raíces metodistas, se levantaron de las reuniones en una misión urbana en la calle Azusa en Los Ángeles. Desde ahí se diseminaron por todo el mundo, llevado por aquellos quienes experimentaron lo que creen ser movimientos milagrosos de Dios en ese lugar. El pentecostalismo, que dio inicio al movimiento carismático dentro de denominaciones ya establecidas, continúa siendo una importante fuerza en el cristianismo occidental.

Las implicaciones radicales de las influencias científicas y culturales por la Ilustración se hicieron notar en las Iglesias protestantes, especialmente en el siglo XIX; el cristianismo liberal pretendía unir a las Iglesias junto con la amplia revolución que el modernismo representaba. Al hacerlo, nuevas aproximaciones críticas de la Biblia fueron desarrolladas, nuevas actitudes se volvieron evidentes sobre el rol de la religión en la sociedad, y un nuevo pensamiento comenzó a cuestionar las casi universalmente aceptadas definiciones del cristianismo ortodoxo.

En reacción a estos acontecimientos, el fundamentalismo cristiano fue un movimiento que rechazaba las influencias radicales del humanismo filosófico, debido a que afectaban al cristianismo. Apuntando especialmente a los alcances críticos de la interpretación de la Biblia, y tratando de bloquear las incursiones hechas en sus iglesias cristianas por presunciones científicas ateas, los fundamentalistas comenzaron a aparecer en varias denominaciones como movimientos independientes numerosos de resistencia a los bruscos cambios del cristianismo histórico. Con el tiempo, los movimientos fundamentalistas evangélicos se habían dividido en dos ramas, una con la etiqueta de fundamentalista, mientras que un movimiento más moderado prefirió la etiqueta de evangélico. Aunque ambos movimientos se originaron primeramente en el mundo anglosajón, la mayoría de los Evangélicos se encuentran por todas partes.

En los Estados Unidos y en el resto del mundo, ha habido un marcado crecimiento del sector evangélico de las denominaciones protestantes, especialmente en aquellas que se identifican exclusivamente como evangélicas, y un declive de aquellas Iglesias identificadas con corrientes más liberales. En el periodo de entreguerras (años 20), el cristianismo liberal fue el sector de más rápido crecimiento, cosa que cambió después de la segunda guerra mundial, cuando dirigentes de tendencia más conservadora arribaron a las estructuras eclesiásticas.

El movimiento evangélico no es una entidad. Las Iglesias evangélicas y sus seguidores no pueden ser fácilmente clasificados. La mayoría no es fundamentalista, en el estricto sentido que algunos dan a ese término, aunque muchos se siguen refiriendo a sí mismos como tales.

Sin embargo, el movimiento ha logrado manejarse de una manera informal, para reservar el nombre de Evangélico para aquellos grupos y creyentes que se adhieren a una profesión de fe cristiana que ellos consideran histórica, una paleo-ortodoxia, como algunos la denominan. Aquellos que se denominan "evangélicos moderados" señalan mantenerse aún más unidos a esos fundamentos cristianos "históricos", y los "evangélicos liberales" no se aplican a sí mismos este apelativo en términos definitorios de su teología, sino que de su vida "progresiva" en la perspectiva cívica, social o científica.

Existe una gran diversidad de comunidades evangélicas alrededor del mundo, los lazos entre ellas son solo aparentes (varias organizaciones locales y globales los vinculan, pero ninguna a todos), pero la mayoría coincide en las siguientes creencias: una "alta estima" de las Escrituras, creencia en la deidad de Cristo, en la Trinidad, en la salvación por gracia mediante la fe, en la resurrección física de Cristo, por mencionar solo algunas.

Evangélicos definen y priorizan esfuerzos para alcanzar a los "no alcanzados" a fines del siglo XX y principios del XXI al enfocarse en países que se encuentran entre las latitudes 10º norte y 40º sur. Esta área está dominada mayormente por naciones musulmanas, muchas de las cuales no permiten misioneros de otras religiones en sus países.

En Europa Occidental existe un alejamiento general de la observancia religiosa y creencias de las enseñanzas cristianas y se mueven hacia el laicismo. La "secularización de la sociedad", atribuida al tiempo del Renacimiento y los años siguientes, es la mayor responsable de este movimiento. Por ejemplo, un estudio hecho por la Gallup International Millennium muestra que solo un sexto de los europeos va a servicios religiosos regulares, menos de la mitad tienen a Dios como de "suma importancia", y solo el 40% cree en un "Dios personal". Aunque la gran mayoría considera que "pertenecen" a una denominación religiosa. Los números muestran que la "de-cristianización" de Europa ha comenzado lentamente a caminar en la dirección opuesta.

En Norteamérica, Suramérica y Australia, los otros tres continentes donde el cristianismo es la religión profesada dominante, la observancia religiosa es más alta que en Europa. Al mismo tiempo, estas regiones a menudo son vistas por otras naciones como conservadoras y "victorianas" en su urbanidad social.

Sudamérica, históricamente católica, ha experimentado una gran infusión evangélica en los últimos 80 años debido a la influencia de misioneros evangélicos. Por ejemplo, en Brasil, el país más grande del continente, es el país con mayor número de católicos del mundo y al mismo tiempo el que tiene el mayor número de evangélicos. Algunas de las más grandes congregaciones en el mundo se encuentran en Brasil; también en Colombia, un país de tradición católica está sufriendo cambios dramáticos en su sociedad ya que el cristianismo evangélico está creciendo de manera exponencial, solo en la ciudad capital Bogotá se encuentran las iglesias en las que se congregan en grupos de 1000, 3000, 10000 y hasta 50000.[cita requerida]

Historiadores del cristianismo fueron:



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