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Ética epicúrea



El epicureísmo es un movimiento filosófico fundado alrededor del 307 a.  C. basado en las enseñanzas del antiguo filósofo griego Epicuro de Samos, el cual fundó una escuela llamada "El Jardín" y cuyas ideas fueron seguidas por otros filósofos, llamados "epicúreos".[1]​ Formada por mujeres (gran novedad en las escuelas griegas) y hombres, en ella vivió aislado de la vida política y de la sociedad, practicando la amistad. Se consideraba oponente del platonismo. Posteriormente, el estoicismo se convirtió en su principal oponente.

Han sobrevivido pocos escritos de Epicuro. Sin embargo, hay testimonios independientes de sus ideas procedentes de sus discípulos posteriores. Mientras que el estoicismo tuvo un largo desarrollo, las doctrinas epicúreas quedaron fijadas por su fundador.[2]​ Algunos estudiosos consideran que el poema épico De rerum natura (en latín: De la naturaleza de las cosas) de Lucrecio presenta en una obra unificada los argumentos y teorías centrales del epicureísmo. Muchos de los rollos desenterrados en la Villa de los Papiros en Herculano son textos epicúreos. Se cree que al menos algunos pertenecieron al filósofo epicúreo Filodemo de Gadara. Epicuro también tuvo un discípulo rico del siglo II d. C., Diógenes de Enoanda, que tenía un pórtico inscrito con principios de la filosofía erigido en Enoanda, Licia (actual Turquía).

Epicuro fue un atomista, siguiendo los pasos de Demócrito. Su materialismo lo llevó a una crítica generalizada contra la superstición y la intervención divina. Al igual que el filósofo cirenaico Aristipo, Epicuro era un hedonista, pero creía que el mayor bien consistía en buscar un placer modesto y sostenible en forma de un estado de ataraxia (tranquilidad y libertad del miedo) y aponía (ausencia de dolor corporal) a través del conocimiento del funcionamiento del mundo y los deseos limitantes. En consecuencia, Epicuro y sus seguidores generalmente se retiraron de la política porque podría conducir a frustraciones y ambiciones que pueden entrar directamente en conflicto con la búsqueda epicúrea de paz mental y virtudes.

Aunque el epicureísmo es una forma de hedonismo en la medida en que declara que el placer es su único objetivo intrínseco, el concepto de que la ausencia de dolor y miedo constituye el mayor placer, y su defensa de una vida simple, lo hacen muy diferente del "hedonismo" entendido coloquialmente.

El epicureísmo floreció en la era helenística tardía y durante la era romana, y se establecieron muchas comunidades epicúreas, como las de Antioquía, Alejandría, Rodas y Herculano. A fines del siglo III d. C., el epicureísmo casi desapareció, y se le opusieron otras filosofías (principalmente el neoplatonismo) que entonces estaban en auge. El interés por el epicureísmo resucitó en la Ilustración y continúa en la Edad Contemporánea.

Jardín (en griego: kêpos κῆπος; según Cicerón al latín: hortus)[3]​ es el nombre de la escuela de filosofía fundada por Epicuro en las afueras de Atenas, próxima a la Academia platónica, en el camino de El Pireo.[4]​ Epicuro se estableció definitivamente en Atenas en el año 306 a. C. (cerca de esta fecha debió de fundar su Jardín) y permaneció aquí el resto de su vida. Para entonces, la ciudad había perdido la primacía política de la que gozaba en el período clásico. Desarrolló en el Jardín sus ideas de amor hacia el campo. Más que un verdadero jardín, su escuela se trataba de un huerto, un espacio rural ajeno a la ciudad,[5]​ su ideal de vida oculta y su rechazo hacia los planteamientos intelectuales y políticos de la Academia platónica.[4]​ La vida de la comunidad era sencilla y dependió en materia económica por contribuciones voluntarias.[6]​ Los seguidores de Epicuro fueron conocidos como los filósofos del jardín o aquellos del jardín.[5]

El Jardín coexistió con los dos principales centros de enseñanza filosófica de la época: la Academia de Platón, fundada hacia el 387 a.C. al norte de la ciudad, en el olivar de Academos, y dirigida en tiempos de Epicuro por Crates de Triasio; y el Liceo de Aristóteles, fundado en el 335 a.C. y dirigido por Teofrasto hasta su muerte en el 287 a.C., que se encontraba dentro de las murallas de la ciudad, en un gimnasio próximo al templó de Apolo Licio. El Jardín estaba a las afueras de la ciudad, en una propiedad agrícola junto al camino del puerto de El Pireo, donde el maestro organizó una comunidad que se sustentaba con el trabajo hortícola. Epicuro prefería vivir lejos del ambiente urbano, en un lugar relajado para la reflexión. Por el contrario, la escuela estoica nació en los soportales (stoa) del ágora de la Acrópolis, y cuyos miembros intervenían en los asuntos políticos de la ciudad.[7]

El Jardín ofrecía un lugar tranquilo, alejado del bullicio de la urbe, en el que tenían lugar desde charlas y convivencias hasta comidas y celebraciones (simposion). Se trataba, pues, de un lugar más destinado al retiro intelectual de un grupo de amigos que de un lugar para la investigación científica y la paideía superior, a diferencia de la Academia de Platón o el Liceo de Aristóteles.[8]Séneca registra una inscripción en la puerta del Jardín en la epístola XXI de las Cartas a Lucilio: «Extraño, tu tiempo será agradable aquí. En este lugar el mayor bien es el placer».[9][10]

Eran admitidas al Jardín personas de toda condición y clase, lo que llegó a ser causa de escándalo. Incluía a personas respetables, pero igualmente a gentes de vida disoluta. También a mujeres y a esclavos, lo que en aquella época constituía un hecho inusual para una escuela filosófica.[8]​ La escuela epicúrea posee un corte religioso a la hora de imitar el carácter semidivino de la vida ataráxico del maestro (el hombre divino, theios aner). De Witt afirma que la escuela epicúrea estaba organizada según una jerarquía: los philosophoi (filósofos), los philologoi (escolarcas), los kathegetai (profesores), los synetheis (imitadores) y los kataskeuazomenoi,[11][12]​ alumnos en "vías de preparación" (el término griego kataskeuazomenoi es un precedente del término cristiano catecúmeno).[13][14]

Epicuro impartió sus enseñanzas en el Jardín hasta su fallecimiento en el año 270 a. C., cuando tenía 72 años. Dejó la dirección de su escuela a Hermarco, quien había sido su discípulo en Mitilene antes de la fundación del Jardín y quien le acompañó fielmente desde entonces. Su sucesor fue Polistrato, quien fue el último sobreviviente en haber escuchado a Epicuro. A éste sucedió Dionisio y Basílides. Otros epicúreos contemporáneos a ambos fueron Metrodoro, Leontion, Colotes, Poliano, Apolodoro, Zenón Sidonio, Demetrio, Orión, Fedro y Patrón.[15][16]

Según Diskin Clay, el propio Epicuro estableció la costumbre de celebrar su cumpleaños anualmente con comidas comunes, acorde con su estatura como heros ktistes ("héroe fundador") del Jardín. Ordenó en su testamento fiestas conmemorativas anuales para sí mismo en la misma fecha (10 del mes de Gamelion).[20]​ Las comunidades epicúreas continuaron esta tradición,[21]​ refiriéndose a Epicuro como su "salvador" (sóter) y celebrándolo como héroe. Séneca citó la máxima epicúrea: "Haz, dice, todas las cosas como si Epicuro te mirara".[22]​ El culto al héroe de Epicuro puede haber operado como una religión cívica de variedad en El jardín.[23]​ Lucrecio escribió desde el comienzo mismo del poema De rerum natura su propósito de explicar la filosofía de Epicuro de la manera más clara, fiel y persuasiva posible, a quien considera como el liberador de la superstición al proporcionar una explicación del origen y la estructura del universo.[24][25]

Sin embargo, la clara evidencia de un culto al héroe epicúreo, así como el culto en sí, parece sepultado por el peso de la interpretación filosófica póstuma,[26]​ pero el hecho de distinguir a Epicuro deja claro que los epicúreos no estaban preocupados por la búsqueda de la verdad a través de una argumentación persuasiva sino más bien por la devoción de una guía espiritual única y profesor.[19]

Eikas (en griego: εἰκἰ, del εἴκοσῐ eíkosi, "veinte"), Eikadenfest [27]​ es una fiesta celebrada entre los epicúreos en conmemoración de Epicuro y Metrodoro.[28]​ Es una celebración mensual que tiene lugar el día 20 de cada mes. La práctica se realizó durante la vida de Epicuro, y en su testamento se tomaron disposiciones para continuar con la celebración. Se volvió tan característico de los epicúreos que los detractores les dieron el sobrenombre de eikadistae (“la gente del día veinte”).[29]

El día tuvo un significado especial entre los griegos antes de Epicuro, siendo el vigésimo sagrado para el dios Apolo, y también correspondiendo al día final de los ritos de iniciación a los misterios de Deméter.[31]

Diógenes Laercio, antiguo biógrafo y doxógrafo que vivió en el último siglo del epicureísmo (siglo III), dedicó el libro décimo y último de su obra Vida y opiniones de los filósofos ilustres a la filosofía de Epicuro y sus seguidores. Según refiere Diógenes Laercio, Epicuro dejó más de 300 manuscritos, incluyendo 37 tratados sobre física y numerosas obras sobre el amor, la justicia, los dioses y otros temas. Diógenes Laercio recoge el título de unas cuarenta obras:[33][34]

Sin embargo, estas obras se han perdido y solo sobrevivieron en citas recogidas por Diógenes Laercio. Lo que conocemos de la filosofía epicúrea es a través de las siguientes fuentes:

El epicureísmo consta de tres partes: la física, que estudia la naturaleza desde una cosmovisión atomista; la canónica o criteriología, que se ocupa de la gnoseología y los criterios por los cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; y la ética, que desarrolla el hedonismo ético, el cual supone la culminación del sistema y a la que se subordinan las dos primeras partes.[1]Georg Lukács enfatiza la universalidad general de la filosofía de Epicuro junto a otros pensadores antiguos como Aristóteles, Spinoza y Hegel al abordar temas sociales, éticos, metafísicos o esteticistas "que tiene su origen en problemas sociales".[44]Karl Marx propuso por primera vez en su tesis doctoral que "la doctrina ética epicúrea está tan estrechamente vinculada a la física y la epistemología epicúreas que se puede decir que las determina".[45]​ No obstante, la tres ramas de la filosofía epicúrea (canónica, física y ética) son bastante separables y es posible aceptar unas doctrinas y negar otras enseñanzas.[24]​ Esto se aprecia mejor en los intentos de compatibilizarlo con las enseñanzas cristianas tras la recuperación del pensamiento Epicuro durante la Edad Moderna.

Mientras que para Platón y Aristóteles la filosofía es una búsqueda continua de la verdad y eI conocimiento de esta trae la rectitud en Ia conducta humana, para Epicuro la filosofía tiene como finalidad la curación del alma humana. La filosofía epicúrea no era teórica, sino más bien práctica, que buscaba sobre todo procurar el sosiego necesario para una vida feliz y placentera en la que los temores al destino, los dioses o la muerte quedaran definitivamente eliminados. Para ello, la filosofía epicúrea se fundamentaba en una teoría empirista del conocimiento, en una física atomista inspirada en las doctrinas de Leucipo y Demócrito y en una ética hedonista.

Epicuro argumentó que el placer era el principal bien de la vida.[47]​ Por lo tanto, Epicuro abogó por vivir de tal manera que se obtenga la mayor cantidad de placer posible durante la vida, pero hacerlo de manera moderada para evitar el sufrimiento incurrido por el exceso de placer en tal placer.[47]​ Se hizo hincapié en los placeres de la mente más que en los placeres físicos.[47]​ Los deseos innecesarios producidos artificialmente debían ser suprimidos.[48]​ Dado que la vida política podía dar lugar a deseos que pudieran perturbar la virtud y la paz mental, como el ansia de poder o el deseo de fama, se desalentó la participación en la política.[49][50]​ Además, Epicuro trató de eliminar el miedo a los dioses y a la muerte, considerando esos dos miedos como las principales causas de conflictos en la vida.[51]​ La muerte no es nada para nosotros y el dolor suele ser leve, y si es fuerte, suele ser breve.[52]​ Epicuro recomendó activamente contra el amor apasionado, y creía a veces que era mejor evitar el matrimonio. Consideraba el sexo recreativo como un deseo natural, pero no necesario, que generalmente debería evitarse.[53]

La comprensión epicúrea de la justicia era intrínsecamente como de interés propio. La justicia se consideró buena porque se consideraba beneficiosa para ambas partes.[54]​ individuos no actuarían injustamente incluso si el acto pasara desapercibido inicialmente debido a la posibilidad de ser capturados y castigados. Tanto el castigo como el miedo al castigo causarían perturbación a una persona y le impedirían ser feliz. Epicuro puso gran énfasis en desarrollar amistades como base de una vida satisfactoria.[55]

Si bien la búsqueda del placer formó el punto focal de la filosofía, esta se dirigió en gran medida a los "placeres estáticos" de minimizar el dolor, la ansiedad y el sufrimiento. De hecho, Epicuro se refirió a la vida como un "regalo amargo".

El epicureísmo no niega la existencia de los dioses; más bien niega su participación en el mundo. Según el epicureísmo, los dioses no interfieren con las vidas humanas ni con el resto del universo de ninguna manera.[57]​ Algunos eruditos dicen que el epicureísmo cree que los dioses existen fuera de la mente como objetos materiales (la posición realista), mientras que otros afirman que los dioses solo existen en nuestras mentes como ideales (la posición idealista).[1][58]

El epicureísmo rechaza la inmortalidad. Cree en el alma, pero sugiere que el alma es mortal y material, al igual que el cuerpo.[59]​ Epicuro rechazó cualquier posibilidad de una vida después de la muerte, sin dejar de sostener que no hay que temer a la muerte: "La muerte no es nada para nosotros; porque lo que se disuelve no tiene sensación, y lo que carece de sensación no es nada para nosotros".[60]​ De esta doctrina surgió el epitafio epicúreo: Non fui, fui, non sum, non curo ("No fui; yo; no soy; no me importa"), que está inscrito en las lápidas de sus seguidores y visto en muchas lápidas antiguas del Imperio Romano. Esta cita se usa a menudo hoy en día en los funerales humanistas.[61]

Según Adolfo Sánchez Vázquez, «el epicúreo alcanza el bien, retirado de la vida social, sin caer en el temor a lo sobrenatural, encontrando en sí mismo, o rodeado de un pequeño círculo de amigos, la tranquilidad de ánimo y la autosuficiencia».[cita requerida]

El principal propósito del estudio de la naturaleza en el epicureísmo es reemplazar nuestras creencias inestables y preocupantes, como las supersticiones religiosas, por creencias estables y tranquilas.[62]​ La felicidad consiste en el conocimiento del origen de los fenómenos que contemplamos en el cielo.[63]​Epicuro admite basar su filosofía natural en la teoría atomista de Demócrito. Al igual que él, Epicuro fue un materialista que enseñó que las únicas cosas que existen son los átomos y el vacío.[64][65]​ Hay vacío en cualquier lugar donde no hay átomos.[64]​ Epicuro y sus seguidores creían que los átomos y el vacío son infinitos y que, por tanto, el universo no tiene límites.[64]​La doctrina física epicúreas se puede resumir en estos diez puntos:[66]

Epicuro aprendió la doctrina democritea de Nausífanes, un filósofo atomista discípulo de Demócrito y de Pirrón. Posteriormente Epicuro dirigió duras críticas e improperios contra ellos. Decía que Nausífanes «tuvo éste más que ningún otro una jactancia sofística, como que paría por la boca, semejante a la mayor parte de los esclavos» y llamó a Demócrito como «Lerócrito», esto es cegato o cegajoso.[67][68]​ Una innovación de la física epicúrea es la adición de una desviación que sufren los átomos al colisionar con ellos en su caída.[68]

Epicuro escribió en su Carta a Heródoto (no el historiador)[70]​ «que nada deviene a partir de lo no ente»,[71]​ lo que indica que todos los eventos, por lo tanto, tienen causas, independientemente de si esas causas son conocidas o desconocidas.[64]​ Del mismo modo, también escribe que nada pasa jamás a la nada, porque, «si lo que desaparece se corrompiese hacia lo no ente, todas las cosas [reales] se habrían ya destruido, al no existir algo en lo cual disolverse.»[72][64]​ Por lo tanto, afirma: «La totalidad de las cosas fue siempre como es en la actualidad y seguirá siendo la misma porque no hay nada en lo que pueda cambiar, en la medida en que no hay nada fuera de la totalidad que pueda interferir y efectuar un cambio».[64]​ Para que el universo persista, lo que está compuesto en última instancia no debe poder cambiarse o, de lo contrario, el universo se destruiría esencialmente.[73][74]​ A consecuencia, Epicuro postuló, como Demócrito antes que él, que todo cuerpo está compuesta por partículas de materia extremadamente diminutas llamadas "átomos" (en griego: ἄτομος; atomos, que significa "indivisible"),[64]​cuerpos «indivisibles e inmutables» que solo poseen las cualidades de la forma, el tamaño y el peso.[75][76]​ La cantidad de formas de los átomos son «incalculables», pero no «infinitas».[77]

Para Epicuro y sus seguidores, la existencia de átomos era una cuestión de observación empírica.[64]​ El devoto seguidor de Epicuro, el poeta romano Lucrecio, cita las motas de polvo visibles por la luz solar, el desgaste gradual de los anillos por el uso, las estatuas por los besos, las piedras por las gotas de agua y los caminos por ser transitados en De la naturaleza de las cosas como evidencia de la existencia de los átomos como partículas diminutas e imperceptibles.[78][64]​Se consideró que los átomos no cambiaban porque los epicúreos creían que el mundo estaba ordenado y que los cambios debían tener fuentes específicas y consistentes. Por ejemplo: una especie de planta solo crece a partir de una semilla de la misma especie.[79][80]​ Entonces, las cosas que son verdaderas deben necesariamente tener causas (Ver: Principio de razón suficiente).[68][81]

El epicureísmo afirma que los átomos no se pueden dividir en partes más pequeñas, y los epicúreos ofrecieron múltiples argumentos para apoyar esta posición.[73]​ Contrariando a Aristóteles, el epicureísmo sostiene que «si no existiese, por otra parte, lo que denominamos vacío, espacio y naturaleza intangible, no tendrían los cuerpos dónde estar ni a través de qué moverse», pero evidentemente percibimos los cuerpos moverse.[82]​Los epicúreos argumentan que debido a que el vacío, como «sustancialidad ontológica» auténtica y propia,[83]​ es necesario para que la materia se mueva. Cualquier cosa que consista de vacío como de materia puede descomponerse, mientras que si algo no contiene ningún vacío, entonces no hay forma de separarse porque ninguna parte de la sustancia podría estar desglosado en una subsección más pequeña de la sustancia.[74][84]​ Lucrecio cita la porosidad de las rocas, la digestión de los alimentos, la savia que desprenden los árboles y el sonido que atraviesa muros como demostración del vacío en los cuerpos físicos.[85]

Epicuro enseñó también que el movimiento de los átomos es constante, eterno y sin principio ni fin.[64]​ Sostuvo que hay dos tipos de movimiento: el movimiento de los átomos y el movimiento de los objetos visibles.[64]​ Ambos tipos de movimiento son reales y no ilusorios.[64]​ Demócrito había descrito los átomos no solo como eternamente en movimiento, sino también eternamente volando a través del espacio, chocando, fusionándose y separándose unos de otros según sea necesario.[64]​ Las distintas cosas que hay en el mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El ser humano, de la misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está formada por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero no por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo muere, el alma muere con él.[86]

Los atomistas antiguos habían introducido la hipótesis del vacío y los átomos como respuesta a las paradojas planteadas por Parménides y Zenón acerca de la imposibilidad del movimiento. Los eleatas sostuvieron que cualquier movimiento requeriría un vacío, que es nada, pero la nada no puede existir. La posición de Parménides era: «Se dice que hay un vacío; por lo tanto, el vacío no es una nada; por lo tanto, no es el vacío».[87]​ Para Demócrito el vacío existe entre los átomos como un no-ser que permite la pluralidad de partículas diferenciadas y el espacio en el cual se mueven.[88]​ Similarmente, Zenón propuso que es imposible recorrer cualquier distancia es infinitamente divisible. Esto plantea el problema sobre si los átomos pueden dividirse tener partes, como lo demuestran sus variaciones de forma.

Frente a los estoicos y a Aristóteles, quienes sostuvieron que la naturaleza era un continuo infinitamente divisible sin vacío, Epicuro rechaza la potencialidad de un infinito que nunca puede actualizarse y responde a las objeciones que dio Aristóteles contra Demócrito sosteniendo la existencia de partes "mínimas" (elachiston) que ocupan los átomos, rechazando así la indivisibilidad infinita del espacio, igual que hizo Diodoro Cronos.[89][90][91]​ La Stanford Encyclopedia of Philosophy dice: «Esta concepción se asemeja a la forma en que los puntos existen en una línea, según Aristóteles, ya que tampoco se tocan ni pueden existir independientemente. Pero los mínimos epicúreos se diferencian de los puntos en que son extensiones físicas y, por lo tanto, tienen extensión».[90]​ Como el espacio es discreto, Epicuro también sostuvo que el movimiento es discontinuo.[90]​ Siguiendo a Aristóteles, Epicuro dijo que un átomo no se mueve gradualmente en un intervalo mínimo, más bien sólo puede decirse que "se ha movido"; en un instante están ubicados en una posición, y en el siguiente instante discreto en otra posición.[92]

Similarmente a la física aristotélica, el tiempo es medida del movimiento. No existe "por sí mismo aparte del movimiento de las cosas o de su inmovilidad reparadora",[93][94]​ a diferencia del espacio, que su existencia es independiente de la materia y del movimiento. Debido a que la materia como "pura relación consigo misma" es eterna e independiente, "se ve liberada de toda relatividad y variabilidad" y se sigue que el tiempo "queda excluido del concepto de átomo, el mundo de la esencia".[94]​ El tiempo en sí existe como accidente (symptōmata) de nuestra imaginación (phantasía).[95]​Los accidentes son el cambio de sustancia en general. Esta forma pura del mundo de las apariencias es el tiempo.[94]​ No fue hasta la Edad moderna que los conceptos espacio y el tiempo se combinan. Por ejemplo, Pierre Gassendi siguió la física epicúrea pero defendió la realidad del tiempo independiente del cambio y movimiento.[96]

Esta descripción "cuántica" del espacio y del movimiento tuvo consecuencias que condujeron el epicureísmo a paradojas con la geometría, puesto que los pitagóricos demostraron que existen unidades magnitudes inconmensurables como que la diagonal de un cuadrado y el lado del mismo cuadrado no guardan una proporción expresable por números enteros, algo imposible si existen partes mínimas. Debido a ello, los epicúreos rechazaron las matemáticas. Sin embargo, el epicúreo Zenón de Sidón fue un conocedor y contribuidor en el campo de las matemáticas. Criticó los axiomas de los Elementos de Euclides, llegando incluso hasta sugerirse que fue "la primera persona en considerar la posibilidad de una geometría no euclidiana".[98]

Otra consecuencia de las partes mínimas es la existencia de un límite de velocidad universal.[100]​ Los epicúreos postularon un tipo tipo principio de inercia al sostener que los átomos siempre se desplazan con igual velocidad a través del vacío sin resistencia independientemente de su peso o forma.[101]​ Mientras se mueven, los átomos pueden chocar y rebotar entre sí, pudiendo unirse y formar un objeto más grande. Los átomos vibran los unos con los otros a medida que mantienen la forma general del compuesto.[102]

La visión de Epicuro sobre el movimiento de los átomos también difiere de la de Demócrito. En lugar de hablar de un movimiento hacia el centro de un cosmos dado, posiblemente creado por un vórtice cósmico, Simplicio dice que Epicuro, al igual que Estratón, otorgó a los átomos una tendencia natural innata a moverse "hacia abajo" en relación con el resto del mundo por su propio peso cuando no son prevenidos por otros átomos al colisionar entre ellos en un universo infinito sin orientación global.[103][104][102][105][101]​Este permitió frente objeción aristotélica a la física democritea dar un tipo de arché o causa final al movimiento mismo de los átomos.[106]

En respuesta a otra objeción de Aristóteles al señalar que los átomos no podrían juntarse nunca si se moviesen solo verticalmente, este movimiento natural hacia abajo puede desviarse aleatoriamente de su camino descendente habitual.[105]Filodemo, Cicerón, Lucrecio, Plutarco, Aecio, Diógenes de Enoanda, Galeno, Plotino y san Agustín transmitieron que los epicúreos postularon la idea de un "desvío" atómico (en griego: παρέγκλισις parénklisis; en latín: clinamen), una de sus ideas originales más conocidas.[107][108][64]​Según esta idea, los átomos, a medida que viajan por el espacio, pueden desviarse levemente del curso que normalmente se esperaría que siguieran.[64]

El único fragmento en griego sobre esta noción central es de la inscripción de Diógenes de Enoanda:[109][110]

Cyril Bailey creía que la desviación atómica habría estado expuesta en la Carta a Heródoto pero que dicho fragmento estaría perdido.[112]​ La referencia más conocida se encuentra en Sobre la naturaleza de las cosas de Lucrecio:

Este desvío es lo que permitió la creación del universo, ya que a medida que más y más átomos se desviaban y chocaban entre sí, los objetos podían tomar forma a medida que los átomos se unían. A modo de modus tollens, los átomos nunca habrían interactuado entre sí sin el viraje y simplemente habrían continuado moviéndose hacia abajo a la misma velocidad.[113][102][105]

Tales colisiones y desviaciones pueden situarse como el archē del cosmos.[114]​"Dada la infinita historia pasada del universo, Epicuro no tuvo necesidad de plantear una primera colisión" como primera causa del movimiento eterno en el universo.[115]​ La razón de Epicuro para introducir esta doctrina fue porque quería preservar los conceptos de libre albedrío y responsabilidad ética mientras aún mantenía el modelo físico determinista del atomismo.[116][64]​ Lucrecio lo describe diciendo: "Es esta leve desviación de los cuerpos primarios, en momentos y lugares indeterminados, lo que evita que la mente como tal experimente una compulsión interna al hacer todo lo que hace y se vea obligada a soportar y sufrir como un cautivo encadenado".[64]​No está del todo claro cómo funciona el viraje de los átomos[90]​ y se han propuesto una serie de interpretaciones alternativas sobre cómo funciona.[117]​ Para Karl Marx, el viraje representa “el alma del átomo, el concepto de individualidad abstracta”.[118]

La teoría del clinamen despertó la atención de filósofos como Karl Marx, Simone de Beauvoir, Gilles Deleuze, Jacques Lacan, Jacques Derrida o Michel Serres. El premio Nobel de química Ilya Prigogine apreció la defensa del indeterminismo en el clinamen epicúreo, siendo precursor del principio de indeterminación de Werner Heisenberg.[119][120]

Los epicúreos también rechazaron que el principio de bivalencia se aplicara a todos los enunciados. Argumentaron que enunciados futuros como “Filoctetes será herido” serían necesariamente verdaderos o falso y, en consecuencia, el futuro estaría completamente determinado. Si hay "movimiento sin causa", entonces, no todos los enunciados son verdaderos o falsos para Epicuro.[81]​ También rechazó la ley del tercero excluido, pues si la disyunción "p o no-p" es necesariamente en su conjunto es verdadera, una de sus disyunciones tendría que ser verdadera de forma fatalista.[81]Leibniz señaló que el clinamen rechazaría el principio de razón suficiente y de no contradicción.[121]

Epicuro fue el primero en afirmar la libertad humana como resultado del indeterminismo fundamental en el movimiento de los átomos para salvaguardar la libertad, tanto física como ética.[122]​ Esto ha llevado a algunos filósofos a pensar que, para Epicuro, el libre albedrío fue causado directamente por el azar. Si no fuera por el viraje, los humanos estarían sujetos a una cadena interminable de causa y efecto. Este fue un punto que los epicúreos utilizaron a menudo para criticar a Demócrito.[123][107]​ En su De la naturaleza de las cosas, Lucrecio parece sugerir esto en el pasaje más conocido sobre la posición de Epicuro.[116][124][125]​ En su Carta a Meneceo, sin embargo, Epicuro sigue a Aristóteles e identifica claramente tres causas posibles de lo sucesos que ocurren en el mundo:

Aristóteles dijo que algunas cosas "dependen de nosotros" (ef'hemin). Epicuro estuvo de acuerdo y dijo que es a estas últimas cosas a las que naturalmente se unen la alabanza y la culpa. Para Epicuro, el "viraje" de los átomos simplemente derrotó al determinismo para dejar espacio a la agencia autónoma.[127]​ Los epicúreos han sido ridiculizados por la idea de un "libre albedrío" en movimientos atómicos aleatorios,[128]​ pero se han propuesto una serie de interpretaciones al respecto.[129][130]Susanne Bobzien argumenta que para Epicuro, las acciones están completamente determinadas por la disposición mental del agente y la responsabilidad moral surge si la persona no es forzada y es causalmente responsable de la acción.[131]​ Por otro lado, Tim O'Keefe ha argumentado que Epicuro no eran libertario, sino compatibilista.[132]​ Alternativamente, se ha propuesto que los epicúreos se preocupaban no de la libertad sino del control sobre nuestro desarrollo del carácter.[130]​ Ha habido también intentos en el pasado de argumentar que la conexión entre la moral humana y el azar no fue concebida por Epicuro.[133]

Los epicúreos favorecieron fuertemente las explicaciones naturalistas mecanicistas sobre las teleológicas y teológicas de los fenómenos naturales y celestes.[64]​ Epicuro dedicó a analizar detalladamente en la Carta a Pítocles ofrece cuatro posibles explicaciones naturales diferentes para los truenos, seis posibles explicaciones naturales diferentes para los relámpagos, tres para la nieve, tres para los cometas, dos para los arcoíris, dos para los terremotos, etc.[64]​ Aunque ahora se sabe que todas estas explicaciones son falsas, fueron un paso importante en la historia de la ciencia, porque Epicuro estaba tratando de explicar los fenómenos naturales utilizando explicaciones naturales, en lugar de recurrir a inventar historias elaboradas sobre dioses y héroes míticos.[64]​Su objetivo era demostrar la falsedad de la conexión entre el mundo celeste con el de los humanos.[25]

Al contrario que sus contemporáneos, Epicuro y sus seguidores creían que el universo era ilimitado con un número ilimitado de átomos y una cantidad infinita de vacío. [134]​Epicuro dijo que si el fuera universo finito tendría un extremo que se lo puede observar desde el otro lado, no teniendo así un extremo alguno.[135]​ En De la naturaleza de las cosas, Lucrecio sostiene este punto utilizando el ejemplo de un hombre que lanza una jabalina al límite teórico de un universo finito. Afirma que la jabalina debe atravesar el borde del universo, en cuyo caso no es realmente un límite, o debe ser bloqueada por algo y se le debe impedir que continúe su camino, pero, si eso sucede, entonces el objeto que lo bloquea debe estar fuera de los confines del universo.[64]​ Los epicúreos también sostuvieron que hay un suministro infinito de átomos, aunque solo un número finito de tipos de átomos, así como una cantidad infinita de vacío.[75]​ Como resultado de esta creencia, los epicúreos creían que también debe haber infinitos mundos, o cosmoi. Algunos de estos mundos podrían ser muy diferentes a los nuestros, otros bastante similares, y todos los mundos estaban separados unos de otros por vastas áreas de vacío (metakosmia).[74][64]​El filósofo de la ilustración escocesa, David Hume, llamó la posibilidad de que el mundo podría haber surgido por la combinación aleatoria de átomos desde el caos de forma natural «la hipótesis epicúrea».[136][137]

Acorde a la cosmología y física epicúrea, la Tierra no era el centro del cosmos y se cree que Epicuro sostuvo la forma de la Tierra como plana como hizo Demócrito.[138][139]​ Lucrecio cuestionó la Tierra esférica al encontrar absurda la idea de animales andando boca abajo en las antípodas.[140][141]​ Epicuro también sostuvo que los cuerpos celestes eran tan pequeños como se observaban, a diferencia de Demócrito.[142][143][141][144]

Epicuro escribió un tratado titulado Κανών, o Canon, en el que explicaba sus métodos de investigación y teoría del conocimiento.[145]​Cicerón describe el Canon epicúreo como "aquella norma que ha como bajado del cielo para enseñárnoslo todo y por la cual deben guiarse todos los juicios sobre la realidad".[146]​ Esta obra, sin embargo, no ha sobrevivido, ni ningún otro texto que explique completa y claramente la epistemología epicúrea, dejando sólo citas y menciones de varios autores para poder reconstruirla.[64][145]​Como resultado de su rivalidad contra las enseñanzas del escepticismo de Pirrón y el racionalismo idealista de Platón,[64][145]​ la filosofía epicúrea emplea una epistemología empirista,[147][148][64][145]​ según la cual el sabio no dudará de sus sentidos, "establecerá dogmas, y no dudará".

La canónica no es el estudio de la lógica o dialéctica, sino la criteriología que nos ayuda a distinguir lo qué es verdadero y qué es falso.[149][150]​ El sabio pues "resuelve las cosas más importantes y difíciles con su propio juicio y reflexión".[151]​ El sistema de enseñanza de Epicuro estaba organizado con un procedimiento de principios generales, que se asimilaban resúmenes que contenían su doctrina.[152]​El Canon pudo haberse basado en El trípode, un tratado epistemológico de Nausífanes, aunque Epicuro aseguraba que no había aprendido nada de él.[153]

Los epicúreos sostuvieron que el propósito de todo conocimiento es ayudar a los humanos a alcanzar la ataraxia.[64][145]​Enseñó que el conocimiento se aprende a través de experiencias en lugar de ser innato[64]​ y que la aceptación de la verdad fundamental de las cosas que una persona percibe es esencial para la salud moral y espiritual de una persona.[64][145]​ En la Carta a Pítocles, él dice: "Si una persona lucha contra la clara evidencia de sus sentidos, nunca podrá compartir una tranquilidad genuina".[64]​ Epicuro consideraba los instintos como la máxima autoridad en asuntos de moralidad y sostenía que si una persona siente que una acción es correcta o incorrecta es una guía mucho más convincente para determinar si ese acto es realmente correcto o incorrecto que las máximas abstractas, las estrictas reglas de ética codificadas, o incluso la propia razón.[64]

En filosofía de la mente, puede considerarse a Epicuro como uno de los primeros filósofos en proponer una teoría de la identidad de la mente.[68]​ Según el filósofo de Samos, el alma y el cuerpo están juntos desde el nacimiento mismo, pero, en el momento de morir, los átomos se separan y ambos se destruyen. Es importante aclarar que Epicuro no era dualista, es decir, no postulaba la oposición cuerpo-alma; el alma, igual que el cuerpo, es material y está compuesta de átomos. La forma en que Epicuro entendió la relación mente-cuerpo era íntegramente fisicalista.[154]​ El punto principal de Epicuro es establecer que el alma es corpórea y se ve afectada por el cuerpo (como por la embriaguez y la enfermedad) y viceversa (como por los efectos fisiológicos de los estados emocionales).[68]

El alma está compuesta de átomos y tiene fundamentalmente tres facultades: la parte racional (logos) que genera las emociones situada en el pecho, lugar en el que filósofos griegos como Platón y Aristóteles creían que residen las emociones de las emociones; otra irracional, dedicada a la sensibilidad, que está aglutina en todo el cuerpo humano; y finalmente la imaginación (o mens según Lucrecio), que "representaciones fantásticas" (ver: Teoría del conocimiento).[90][156]

En la Carta a Heródoto escribió que «es preciso además considerar que, al irrumpir [en nosotros] cosas externas, vemos y reflexionamos sus formas».[157]​ Los epicúreos creían que los sentidos también dependían de los átomos. Cada objeto emitía continuamente partículas de sí mismo que luego interactuaban con el observador.[158]​ Los sentidos recogen lo que Demócrito y Epicuro designan imágenes (del griego: τύποι «týpoi») o simulacros (del griego: εἴδωλα «eídola»; y latín: simulacra),[159]​ «representaciones» que desprenden los cuerpos ininterrumpidamente. Estas eídola están formadas por átomos muy sutiles y se transmiten como efluvios que penetran en el órgano sensorial y producen la impresión.[160][161]​ Todas las sensaciones, como la vista, el olfato o el oído, se basaban en estas partículas en sus distintos medios, ya sea sonido u olores, lo que explica las diferentes sensaciones del mismo objeto.[158]​ Dependiendo de la forma de los átomos se producen sensaciones agradables o desagradables.[162]

Para el atomista Demócrito, lo único que existe son solo los átomos y el vacío. Las propiedades secundarias de los objetos, como el color o sabor, surgen solo "por convención" de los átomos, lo que le llevó a un escepticismo contradictorio de los sentidos.[1][163][164]​ Similarmente, los cirenaicos pensaron que podemos conocer con certeza nuestras experiencias sensoriales inmediatas (por ejemplo, la sensación dulce de la miel) pero no podemos saber nada sobre la naturaleza de los objetos que causan estas sensaciones.[165][166]​ Sin embargo, los epicúreos reconocieron la veracidad de los sentidos y la subsistencia de las propiedades secundarias de la materia nacidas de la disposición de los átomos.[167]​Si bien los átomos que se emiten no tienen las cualidades que los sentidos perciben, la manera en que se emiten provocan que el observador experimente esas sensaciones. Por ejemplo, los cuerpos en sí mismos no tienen colores, sino que emiten partículas de una manera tal que hacen que el espectador experimente color. Por ello, el color no existe en la oscuridad.[168][158]​ Si bien estas propiedades son accidentales a los cuerpos, éstas son reales en los cuerpos (por ejemplo: la cicuta tiene la propiedad de ser venenosa) pero no de los átomos.[57][169]​ Los átomos que componen no se perciben individualmente, sino más bien como una sensación continua debido a la rapidez con que se mueven.[158]

El epicureísmo se opuso amargamente a los escépticos pirronistas y académicos, quienes no solo cuestionaron la capacidad de tener un conocimiento preciso sobre el mundo.[64]​ Contra el platonismo, Epicuro enfatizó la filosofía natural en lugar de la especulación por la razón sin evidencia empírica. Por eso, Epicuro propuso los tres siguientes criterios de verdad (o iudicia rerum como los llama Cicerón)[171]​ que forman el método del s conocimiento:[147][172][173]

Diógenes Laercio, menciona un cuarto criterio llamado "accesiones fantásticas de la mente" o “proyección (o aprehensión) del pensamiento” (phantastikai epibolai tês dianoias, también mencionado en la Carta a Heródoto como epibolai tês dianoias). Este último criterio fue probablemente agregado por epicúreos posteriores.[173][183][185]​Este criterio se interpreta que como la representación de imágenes sin impresiones externas. «Es el espíritu el que intenta comprender la que hay en el infinito, fuera de las murallas del mundo, hasta donde la inteligencia quiere extender su visión y hacia donde vuela libremente la mirada del espiritu (jactus animi)».[186]​ Por esta intuición se permite acceder a los principios fundamentales de la ciencia por inferencia o analogía, por ejemplo: los átomos y los dioses.[64][173][187][188][189][190][185]​Entonces, las impresiones de tales cosas se reciben en nuestras mentes directamente, en lugar de percibirlas a través de otros sentidos[173]​ (por ejemplo, un centauro que es la combinación de la imagen de un hombre y la de un caballo) como ocurren en los «fantasmas de maniáticos» y en sueños. Estas proyecciones son también reales en el sentido de que corresponden a una eídola.[90][191]

En la epistemología epicúrea, los sentidos, son la única fuente confiable de información y conocimiento sobre el mundo, puesto que de lo que derivan están en correspondencia con esas mismas cosas, siendo necesario que lo que produce placer sea placentero y viceversa.[64][192][145][148]​Las emociones poseen en la filosofía epicúrea un componente judicativo, que las acercaba a la idea platónica de la "razón" (logismos).[193]​ Como Aristóteles dijo: "El sentido de la vista no se engaña en cuanto al color, ni al oído en cuanto al sonido".[194][195]​ Debido a ello, el epicureísmo cae en un dogmatismo del cual no se centran en el estudio del discurso retórico y razonamientos lógicos.

Epicuro admitió que todas y cada una de las afirmaciones que no sean directamente contrarias a la percepción humana tienen la posibilidad de ser verdaderas.[64]​ Todo lo contrario a la experiencia de una persona puede descartarse como falso.[64]​ De esta forma se reconoce que, por ejemplo, los centauros no existen porque tal combinación es físicamente imposible.[90]​ Al igual que Aristóteles,[196]​ los epicúreos explican que el error surge cuando se forman juicios (hypolepsis) u opiniones (to prosdoxazomenon) sobre las cosas que pueden verificarse y corregirse a través de más información sensorial.[197][198][199][200]David Sedley usó como analogía una cámara, la cual "no puede mentir" acerca de los patrones de luz que llegan a la lente. La fotografía resultante queda a interpretación.[197]​ El observador comete el error al suponer que la imagen que recibe correctamente representa al objeto y no ha sido distorsionado de alguna manera.[201]​ Si alguien viera una torre desde lejos que parece ser redonda y al acercarse a la torre ve que en realidad es cuadrada, la persona se daría cuenta de que su juicio inicial era erróneo, y puede corregir su error.[202]​ Para no hacer juicios erróneos sobre cosas perceptibles, los epicúreos creían que era necesario obtener una "visión clara" (enargeia) de lo perceptible mediante un examen más detallado.[203][204]​ Esto actuó como una justificación de los juicios sobre lo que se percibe.[205]​ La enargeia se caracteriza como la sensación de un objeto que no ha sido modificado por juicios u opiniones y es una percepción clara y directa de ese objeto.[206]

Epicuro propuso dos reglas para la investigación. Su primera regla es el requisito de "primeros conceptos" que "no requieren demostración" para que podamos inferir tanto lo que se espera como también lo que no es aparente; y su la segundo es "el requisito de observación realizada de acuerdo con las percepciones y sentimientos de uno". Los conceptos sirven como referencia para los objetos a los cuales se juzgan y la observación es necesaria como evidencia de lo que no es manifiesto.[207]​ Frente al problema de la inducción realizada por los estoicos, Los epicúreos anticiparon a John Stuart Mill al sostener que toda conclusión realizada a partir de inferencias generales, como "todos los hombres son mortales", es válida mientras nada se oponga a su conclusión. Este principio se sostiene aun más allá de nuestra experiencia, sosteniendo una "uniformidad entre cualidades y hechos".[98][208]​ Diferenciaron además entre inducción completa e incompleta.[209]

Filodemo de Gadara expuso en Sobre los signos la teoría del razonamiento inductivo epicúrea como un proceso de analogía. Según Filodemo, solo mediante la “atestación” positiva (epimarturēsis) o “atestación negativa” (ouk epimarturēsis) de los sentidos de manera empirista se demuestra la veracidad o falsedad de fenómenos observables. Solo a partir de analogías se conocen verdades más amplias e imperceptibles (adēla), como los átomos, el vacío, los fenómenos celestes y los dioses. Estos fenómenos solo pueden probarse mediante inferencias (sēmeiōseis) coherentes con observaciones empíricas.[207][210]

Los epicúreos sostienen que los eventos en el mundo natural pueden tener "múltiples explicaciones" (pleonachos tropos)[211]​ que son igualmente probables, siempre y cuando no contradigan nuestros sentidos, y rechazan a los que proponen una única explicación.[212]​ Lucrecio escribe en De la naturaleza de las cosas:

Marx explica que una vez quitado el mito de los cielos toda explicación posible es suficiente y la tarea de Epicuro es "rastrear su causa y desterrar la fuente de perturbación y pavor".[118]

En filosofía del lenguaje, Epicuro fue el primero en formular una teoría sobre el origen del lenguaje como un producto natural de la expresión sonora de las emociones que fue estructurado por convención social. El filósofo Rousseau defendió esta tesis.[213][214]

Para Epicuro existe una relación entre el conocimiento y el lenguaje. Él sigue una teoría naturalista evolucionaria y gradual del lenguaje. Este no es un invento humano, sino producto del ambiente del hombre y su constitución física. El significado de una palabra es, por lo tanto, un significado "natural", pero este significado queda cubierto por los usos que los hombres le dan. Volver al primer significado es volver a las ideas preconcebidas, y así recurrir a la fuente del conocimiento humano (en oposición a la dialéctica).[49][50][51]

Se ha considerado a Epicuro como precursor del nominalismo dado su materialismo y empirismo.[215][216]​ Solo los átomos y el vacío es lo verdaderamente real. Las colecciones de átomos individuales es lo que últimamente forman el resto de entidades cuyos nombres son atribuidos por convención social.[217]​ Tanto los epicúreos como los estoicos rechazaron la existencia de ideas platónicas, apelando a una capacidad mental de generalización a posteriori.[218]​ Cuando se usa la palabra que se relaciona con la anticipación (prolepsis), la mente convoca estas anticipaciones en los pensamientos de la persona.[219]​ Es a través de nuestras ideas preconcebidas (reminiscencia) que podemos hacer juicios sobre las cosas que percibimos.[220]​ Las ideas preconcebidas también fueron utilizadas por los epicúreos para evitar la paradoja propuesta por Platón en el Menón sobre el aprendizaje.[219][221]​ Platón argumenta que el aprendizaje requiere que ya tengamos conocimiento de lo que estamos aprendiendo, de lo contrario no podríamos reconocer cuándo habíamos aprendido con éxito la información. Las ideas preconcebidas, argumentan los epicúreos, proporcionan a las personas ese conocimiento previo requerido para el aprendizaje.[219]

La ética es la culminación del sistema filosófico epicúreo: llevar a quien la estudia y práctica a la felicidad (eudaimonia). Como Sócrates, Epicuro consideró las cuestiones morales más importantes que las cuestiones físicas en la filosofía.[24]​ Puesto que la felicidad es el objetivo de todo ser humano, la filosofía interesa a cualquier persona, independientemente de su edad, sexo, condición social, etc. «Vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia del hombre».[224]​ En las Sentencias Vaticanas se añade:

En Lucrecio hay una variación en torno a la visión de la ética, la cual debía supeditarse a la explicación física y científica para encontrar la verdadera causa de las cosas.[112]

Al igual que Aristipo y los cirenaicos, el epicureísmo basa su ética en un conjunto de valores hedonistas. Epicuro afirmó que es bueno todo lo que produce placer (hedoné), pues el placer, según él, es el principio y el fin de una vida feliz. En el sentido más básico, los epicúreos ven el placer como el bien supremo (telos) o el propósito de la vida.[225]​ Es inconcebible el bien sin los placeres de los sentidos.[226]​ Como evidencia de esto, los epicúreos dicen que la naturaleza parece ordenarnos que evitemos el dolor, y señalan que todos los animales intentan evitar el dolor tanto como sea posible. Pero para que el placer sea real debe ser moderado, controlado y racional. Los epicúreos tenían una comprensión muy específica de cuál era el mayor placer, y el enfoque de su ética estaba en evitar el dolor en lugar de buscar el placer.[227]​ Pese a que el placer es un bien y el dolor un mal, hay que administrar inteligentemente el placer y el dolor, pues en unas ocasiones se debe rechazar placeres a los que les siguen sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de placeres mayores.[228]

A diferencia de los cirenaicos, que se centraron en la búsqueda del placer corporal y quien el mismo Epicuro se refería a ellos como «enemigos de Grecia»,[223]​ los epicúreos entendían el placer como la tranquilidad del alma (ataraxia) basada en la ausencia de dolor físico o aponía, y en la autonomía o autarquía.[229][220]​ Para ello, Epicuro hizo una cuidadosa clasificación de placeres y deseos de los cuales unos habían que perseguir o evitar. Epicuro se acercó mucho a la ética científica. En filosofía moral, este enfoque condujo a una teoría subjetiva de la elección racional.[230]

Aunque epicureísmo redujo el placer a la sensibilidad, los epicúreos hicieron una amplia clasificación de estos. Epicuro diferenció dos amplias categorías: placeres del cuerpo y los placeres del alma o de la mente:[125][222][231][232]

A diferencia de los cirenaicos, para quienes «los deleites del cuerpo son muy superiores a los del ánimo, y muy inferiores las aflicciones del cuerpo a las del ánimo»,[234]​ para los epicúreos consideran los placeres del alma mayores que los del cuerpo, no porque haya una superioridad moral, sino porque los primeros son perdurables. Existen en el presente, sino también en el pasado y el futuro, ya que el recuerdo de una experiencia placentera pasada o la expectativa de un futuro potencialmente placentero pueden ser experiencias placenteras, además de que los placeres del alma pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.[235][236]​ A su vez, los dolores del alma son peores que los del cuerpo. No obstante, Epicuro no llega a evitar o erradicar los placeres del cuerpo como los estoicos, sino a encontrar el equilibrio entre ambos placeres.[237]

Epicuro discernió además entre los placeres variables en movimiento o cinéticos (en kinései) y los placeres estables en reposo o catastemáticos (katastematikén):[222][238][231]

A partir de este entendimiento, los epicúreos concluyeron que el mayor placer que una persona podía alcanzar era la eliminación completa de todo dolor, tanto físico como mental.[239]​ El objetivo final entonces de la ética epicúrea era alcanzar un estado de aponía y ataraxia.[238]​ Para hacer esto, un epicúreo tenía que controlar sus deseos, porque el deseo en sí era visto como doloroso.[242]​ No solo el control de los propios deseos producirá aponía, ya que rara vez uno sufrirá por no estar físicamente satisfecho, sino que el control de los propios deseos también ayudará a producir ataraxia porque uno no estará ansioso por sentirse incómodo ya que tendría tan pocos deseos de todos modos.[243]​ En consecuencia, a diferencia de los cirenaicos,[244]​ Epicuro no admite la existencia de un estado medio entre el dolor y el placer, porque "cuando quedamos libres de dolor, la misma liberación y carencia de toda molestia nos causa gozo".[245]Nietzsche compara este estado con "la felicidad de una mirada ante la cual se ha apaciguado el mar de la existencia y que nunca se cansa de contemplar esa superficie".[246][247]

Epicuro dice que “todo placer es un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza”. Agradeció a la naturaleza "por haber hecho las cosas necesarias fáciles de adquirir, y las que son difíciles de adquirir, innecesarias".[248]​ Debido a ello, Epicuro distinguió tres tipos de deseos o apetitos: unos naturales (physikaì mónon), de los cuales pueden ser algunos necesarios (anankaîai) y otros innecesarios; y los vanos (kenaí, ni naturales ni necesarios).[242][249][250]

Los placeres vanos no son buenos, porque a la larga acarrearán dolor y no solo son más difíciles de conseguir, sino además más fáciles de perder. Si uno sigue solo los deseos naturales y necesarios, entonces, según Epicuro, podría alcanzar la aponía y la ataraxia y, por lo tanto, la forma más elevada de felicidad.[252]​ Concluye como placeres fundamentales la ausencia de perturbación en el alma (ataraxía) y la ausencia de dolor físico (aponía), pues estos son placeres estables; en cambio, "la alegría (khára) y la fruición (euphrosíne) se miran conforme al movimiento en su actividad (katà kínesin energeía)".[253][254]​ Por ello, Epicuro recomendó una vida austera (pues «nada es suficiente para quien lo suficiente es poco»[255]​ siendo «cosa de mucha honra la pobreza alegre»[256][257]​) y privada, rodeada de amistades y de placeres moderados con el mínimo de dolores posibles y tranquilidad en el alma, brinda la felicidad.[248]

Los epicúreos no advocaban la pobreza como los cínicos, sino la autosuficiencia (autarquía), "no acumulando bienes extraños, sino recortando las propias necesidades".[259]​ Epicuro admitió además la necesidad de posesiones, pues hay "una pequeña superioridad en la riqueza sobre la pobreza". En consecuencia, el sabio "se preocupará de su propiedad y futuro".[260]

Filodemo de Gadara argumentó que la riqueza y la pobreza no son ni buenas ni malas en sí mismas. Además en Sobre la economía del hogar trata de cómo adquirir y administrar dinero de una manera que no inhiba el placer. La Internet Encyclopedia of Philosophy dice que esta recomendación de ganar dinero con la filosofía "es la primera aparición de esta idea en la literatura griega".[207]

Epicuro tenía una opinión dudosa sobre el placer del sexo y el matrimonio, se disputa si lo rechazaba o lo aceptaba en ciertos casos.[261][262]​ Se cree que la opinión acerca del matrimonio en Epicuro es positiva y consideró las relaciones sexuales como naturales pero innecesarias.[257][263]​ Diógenes Laercio dice que en opinión de los epicúreos que el sabio no debe amar, ni que haya dioses que influyan en el amor y que el congreso carnal jamás ha sido provechoso, y ojalá que no haya sido dañoso.[257]​ El epicureísmo es adaptable a las circunstancias, como lo es el enfoque epicúreo de la política. Los mismos enfoques no siempre funcionarán en la protección contra el dolor y el miedo. En algunas situaciones será más beneficioso tener una familia y en otras situaciones será más beneficioso participar en política. En última instancia, depende de los epicúreos analizar sus circunstancias y tomar las medidas que correspondan a la situación.[263]Filodemo de Gadara afirmó que los epicúreos no respetaban la fidelidad conyugal.[264]​ Cicerón resume que para los epicúreos estos placeres "son deseables, si no perjudican, pero nunca son útiles."[265]

Lucrecio tenía una visión hostil acerca del amor romántico como "una enfermedad muy peligrosa, sobre todo, para el equilibrio mental del ser humano". Recomendó huir de esas imágenes idealizadas del amor, que provocan efectos negativos al ser humano.[266]

En cambio, sostuvo que las amistades (philia) son esenciales para una vida feliz en lugar de vagas utopías políticas.[267]

Epicuro abandona su hedonismo egoísta y aboga por el altruismo hacia los amigos.[57]​ La amistad epicúrea es una relación natural basada en un amor mutuo e indispensable para identidad personal, lo que revela al amigo epicúreo como otro yo.[268]​ El tema de la amistad es un tema paradójico en Epicuro. Al igual que Aristóteles,[269]​ Epicuro considera que el sabio es autosuficiente, que la autosuficiencia y la autarquía son un gran bien.[270]​ El hombre sabio debe mantener su independencia y, sin embargo, considera Epicuro que la amistad no es para los sabios un medio simple sino un bien en sí mismo. Por otro lado según Bernard Frischer, la noción de la escuela epicúrea como una asociación de amigos es coherente con la teoría epicúrea.[267]

Los epicúreos tienen cierta tendencia a establecer continuidades entre animales y seres humanos.[272]​ Epicuro criticó el antropocentrismo aristotélico, aunque no rechaza la primacía humana sobre los animales, y afirma que todos los seres vivos están dotados de sensibilidad y buscan placer como los hombres que tratan de evitar el dolor.[273]​ A diferencia de los platónicos, su respeto por la vida animal se basa en motivos sensoriales y no puramente religiosos o filosóficos. En los fragmentos de sus obras recomendó una dieta a base de pan, agua, vino y queso, como él mismo hizo.[271]​ Lo más probable es que fuera vegetariano. De acuerdo con el testimonio del platónico Porfirio, Epicuro instó a sus discípulos a respetar a los animales y a una dieta sin carne.[274][275][276]

Epicuro también habló de la importancia de poseer una virtud para elegir y la estima en cuanto a los placeres que puede producir, pues es preferible "ser desafortunado razonando bien que afortunado razonando mal".[277][57]​ Todas las virtudes (la sencillez, la moderación, la templanza, la alegría, etc.) tienden al placer.[278][225]

La virtud más importante es la prudencia (phrónesis) porque nos permite el discernimiento de placeres.[279]​ Epicuro decía que es mejor la prudencia desafortunada que la insensatez afortunada.[156]

El Tetrafármaco, o "La cura en cuatro partes", es una guía básica de Filodemo de Gadara de cómo vivir la vida más feliz posible, sobre la base de las primeras cuatro Doctrinas Principales de Epicuro. Esta doctrina poética fue transmitida por un epicúreo anónimo que resumió la filosofía de Epicuro sobre la felicidad en cuatro líneas simples:[283][284]

No te preocupes por la muerte;

Lo que es bueno es fácil de conseguir,

ἀνύποπτον ὁ ανατος,

καὶ τἀγαθὸν μὲν εὔκτητον,

La lucha contra los miedos que atenazan al ser humano es parte fundamental de la filosofía epicúrea y se deben contrarrestar con el canon y la física epicúreo; y aprender el manejo racional de los placeres y dolores.[285]​ La mayor parte del sufrimiento que experimentan los seres humanos es causado por los temores irracionales como la muerte o el castigo en el más allá. Diógenes de Enoanda, por su parte, ignora los Cuatro Remedios y en una inscripción que encargó en la plaza de Enoanda para promover la filosofía, argumenta que las tres raíces de todos los males son el miedo a los dioses, el miedo a la muerte, y los deseos sin fin o la incapacidad de entender los límites naturales de los deseos.[286]

En su Carta a Meneceo, Epicuro explica que la gente busca riqueza y poder debido a estos temores, creyendo que tener más dinero, prestigio o influencia política los salvará de la muerte. Sin embargo, sostiene que la muerte es el fin de la existencia, que las aterradoras historias de castigo en el más allá son supersticiones ridículas y que, por lo tanto, la muerte no es nada que temer.[287]​Si bien Epicuro no era ateo, entendía que los dioses eran seres demasiado alejados de nosotros, los humanos, y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que no tenía sentido temerles. Por el contrario, los dioses deberían ser un modelo de virtud y de excelencia a imitar, pues según el filósofo viven en armonía mutua.[288]​ Epicuro, argumentó Marx, fue el primero en descubrir la alienación incrustada a través de la religión en la concepción humana de la naturaleza.[118]

En cuanto al temor a la muerte, lo consideraba un sin sentido, puesto que al morir, los átomos del alma se separan y como “todo bien y todo mal está en la sensación" y "la muerte es privación de sensación”, entonces "la muerte no es nada en relación a nosotros", pues mientras nosotros vivimos ella no ha llegado y cuando llegó ya no estamos.[289]​ Como los átomos no se desintegran, puesto que son eternos, por ello la muerte no es una preocupación para los epicúreos.[290]​ Luego, temer a la muerte en vida es absurdo porque "aquello cuya presencia no nos atribula, al esperarlo nos hace sufrir en vano".[291]Sexto Empírico recalcó que:

El poeta romano Lucrecio ofreció otro argumento contra el temor de la muerte, el llamado "argumento de la simetría",[1]​ en donde se argumente que temer a padecer un inexistencia por un futuro infinito tras morir es como temer a padecer un inexistencia por un pasado infinito antes de nacer, pero como no tiene sentido temer a no haber nacido, por lo tanto, tampoco deberíamos temerle a la muerte.[57][285]

[...]

[...]

Similarmente, Plinio el Viejo escribe en Historia Natural:

Filodemo de Gadara en Sobre la muerte criticó temores no legítimos relacionados con la muerte, como morir sin hijos o sin gloria, pues son irrelevantes cuando una ya no exista. Sin embargo, reconoce situaciones que exhorta a evitar al morir, como dejar a seres queridos en una posición vulnerable o morir joven sin saber de filosofía.[207]David Hume defendió la mortalidad del alma y también usó un argumento de simetría aun suponiendo la inmortalidad del alma:[293]

De estas doctrinas surgió el epitafio epicúreo: Non fui, fui, non sum, non curo ("No fui; yo; no soy; no me importa"), que está inscrito en las lápidas de sus seguidores y visto en muchas lápidas antiguas romanas. Esta cita se usa a menudo hoy en día en los funerales humanistas.[61]

Carece también de sentido temer al futuro, puesto que: “ni completamente no nuestro, a fin de que no lo esperemos con total certeza como si tuviera que ser, ni desesperemos de él como si no tuviera que ser en absoluto”.[294]​En cuanto al padecimiento del dolor o el miedo de sufrirlo, la filosofía epicúrea sostiene como se mostro anteriormente que los placeres naturales nos alejan del dolor y son fáciles de obtener. Finalmente, lo que causa dolor se puede alejar enfocándose en el placer.[295]

Aun si el dolor es excesivo, entonces llevará a la muerte,[296]​ pero, como se estableció anteriormente, no es algo que temer y, como explicó Filodemo, los átomos se desprenden sin dolor a través del cuerpo al morir.[207]​ Es cierto para Epicuro que hay veces en las que es necesario sufrir un dolor para recibir un placer futuro, pero sería de necios ver la vida solo como un filón de dolores. Frente a posiciones pesimistas o antinatalistas, Epicuro recalcó que es mejor seguir vivo, pues el sabio no teme el no vivir y es de necios decir que "bueno es no haber nacido, o, habiendo nacido, franquear cuanto antes las puertas del Hades" porque si fuera así, se pregunta Epicuro: «Pues si está convencido de lo que dice, ¿cómo es que no abandona la vida?».[297]

Respecto al suicidio, Epicuro sigue una posición similar a la estoica. Dice que "no hay ninguna necesidad de vivir en la necesidad" pero esta posibilidad no es deseable, pues el sabio, aun en las condiciones más adversas puede afirmar el placer de toda la vida.[298][299]​ Epicuro siguió estos principios hasta el final de su vida. Diógenes Laercio recoge una carta que Epicuro escribió en su lecho de muerte a Idomeo que dice: «Hallándonos en el feliz y último día de vida, y aun ya muriendo, os escribimos así: tanto es el dolor que nos causan la estranguria y la disentería, que parece no puede ser ya mayor su vehemencia. No obstante, se compensa de algún modo con la recordación de nuestros inventos y raciocinios.»

El epicureísmo surge durante la transición del siglo IV al siglo III a. C., tras la decadencia de las polis griegas y las guerras entre los reyes helénicos por suceder a Alejandro Magno. En medio del caos político y religioso, la filosofía helenística cambia de rumbo político a la felicidad individual tomando como referencia las leyes de la Naturaleza, del Cosmos subordinadas a los fines prácticos de la existencia. El «sabio» no es solo el que sabe sino «el que sabe vivir». Benjamin Farrington vio a Epicuro aparece como un reformador social radical de la sociedad griega hacia su ideal de "amistad y no justicia, libertad y no autoridad, individualidad y no universalidad, experiencia sensorial y no axiomas a priori".[300]​ Según Emilio Lledó, Epicuro entendía la política como expansión de la felicidad, justicia, sabiduría, belleza, etc.[301]​ En contraste con las tradiciones filosóficas estoicas, platónicas y aristotélicas,[263]​ los epicúreos mostraron poco interés en participar en la política de la época, ya que hacerlo genera problemas. En su lugar, abogaron por el abandono de la polis por una comunidad de amigos.[257][302][303]​ Epicuro sostuvo que así la política y la filosofía son irreconciliables, y que el filósofo debe rechazar lo político en favor de la vida contemplativa. Epicuro dice: "El Sabio no se involucrará en asuntos públicos excepto en una emergencia".[259]​ No obstante, Epicuro reconoce los beneficios de vivir en una sociedad, cuyas leyes son son justas si son útiles para promover la felicidad, pero las que no son útiles no lo son (Máximas capitales, XXXIII - XL).

Lucrecio siguió a Empédocles en su obra maestra De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), donde propuso un mecanismo evolutivo predarwiniano sin ninguna intervención sobrenatural.[304][305][306]​ Toda la historia de la civilización, según Lucrecio, puede leerse como el vano intento manejar nuestros deseos para poder disfrutarlos mejor porque con cada avance se reemplazarla un dolor por otro.[285]​ Lucrecio describe que al principio los seres humanos eran solitarios y no podían comunicarse. Con el descubrimiento del fuego y el surgimiento de la familia tendieron a unirse para defenderse de los peligros naturales y desarrollaron técnicas como la agricultura y el lenguaje. Debido a ello, se crearon naciones con el propósito de mejorar la claridad de vida y comunicación.[307]

Los epicúreos también desalientan la participación política,[308]​ ya que hacerlo conduce a la perturbación y la búsqueda de estatus. Este principio se resume en la frase láthê biōsas (λάθε βιώσας), que significa "vive en la oscuridad", "vive la vida sin llamar la atención", es decir, vive sin perseguir la gloria o la riqueza o el poder, pero anónimamente, disfruta de pequeñas cosas como la compañía de amigos.[309][310]Plutarco elaboró sobre este tema en su ensayo Ei kalôs eírêtai tò láthê biôsas (en latín: An rectum dictum sit latenter esse vivendum) en su obra Moralia;[311][312]​ cf. Flavio Filóstrato ,Vita Apollonii XIII. 28.12.[313]

La visión epicúrea de la política es producto de la eclosión del helenismo, el cual "trajo consigo una nueva sensación de convivir en un espacio ilimitado, donde las relaciones eran mucho más laxas que en el marco concreto de la ciudad nativa" pero "el sentimiento ciudadano de pertenecer a una comunidad autosuficiente y libre” desapareció.[314]​ Luego, “el sabio no puede contar ya con la seguridad que en el pasado le otorgara la polis”,[315]​ Epicuro explica cómo el sabio puede separarse del polis creando buenas relaciones políticas con el Estado para que lo deje en paz.[45]

Sin embargo, los epicúreos no son estrictamente apolíticos. Reconocieron que alguna asociación política pueda ser vista como beneficiosa. Si bien esta evasión o libertad podría lograrse por medios políticos, Epicuro insistió en que la participación en la política no lo liberaría del miedo y él aconsejó no llevar una vida política.[213][263]​ El epicureísmo hace consciente la preferencia de las personas por la solidaridad y salvación personal en lugar de vagas utopías políticas.[45]​ En cambio, Epicuro alentó la formación de una comunidad de amigos fuera del estado político tradicional. En las primeras generaciones de epicúreos había un ideal de una "vida compartida" (contubernium) como "muchos miembros de un cuerpo".[316]​ Esta comunidad de amigos virtuosos se enfocaría en asuntos internos y justicia. Algunas asociaciones políticas podrían conducir a ciertos beneficios para el individuo que ayudarían a maximizar el placer y evitar la angustia física o mental.[263]​ En lo que respecta a la organización epicúrea, Lukács hace su valor para ver cómo un grupo media la teoría y la práctica.[45]

En el Manifiesto hedonista, Michel Onfray caracteriza la política epicúrea por un estilo de vida de activismo y poder sobre nuestro mundo. Sostiene que esto no es menos político que otras formas de activismo que se relacionan directamente con el Estado.[317]​ El pensamiento epicúreo influyó en el pensamiento de políticos como Thomas Jefferson, Frances Wright y Karl Marx.[318]

Las enseñanzas epicúreas rebasaron el ámbito de la educación en el mundo griego o paideía, al centrarse en un programa de formación para la realización espiritual que para el triunfo en la vida pública.[319]​No se centraron en los estudios típicos de la época de las clases altas como retórica, lógica y poesía. Las convicciones antidialécticas de Epicuro también eran antielitistas.[320]

Para los epicúreos, todas nuestras relaciones sociales son una cuestión de cómo nos percibimos mutuamente, de las costumbres y tradiciones. Nadie es inherentemente de mayor valor o está destinado a dominar a otro.[308]​ Esto se debe a que no hay una base metafísica para la superioridad de un tipo de persona, todas las personas están hechas del mismo material atómico y, por lo tanto, son naturalmente iguales.[308]​ Incluso los esclavos que estaban al servicio de las enseñanzas en la escuela. Aun así, Filodemo de Gadara consideró que es aceptable poseer esclavos ya que es miserable cultivar la tierra uno mismo.[207]​ Las mujeres gozaban de estatus en la escuela, tanto esposas legítimas, como Temista; al igual que prostitutas (heteras) como Leontion, quienes tradicionalmente eran frecuentemente maltratadas. El comediógrafo Menandro, amigo de Epicuro, representó en su obra la Rapada la forma en que se maltrataban a las heteras.[321]

La convivencia entre iguales formaría lazos de amistad que se anteponen a cualquier virtud política o social.[319]​ La comunidad de amigos debían ejercer la parresía, un ideal de libertad de expresión, recto razonamiento y diálogo franco junto con una crítica sensata entre profesores y alumnos, excluyendo la falsedad, el silencio o simples halagos.[316][322]

La reflexión acerca de la fundamentación racional de la justicia es una constante en la antigua filosofía griega. Platón, Aristóteles y Zenón de Citio creían en la existencia de una idea universal de justicia (sabiduría, prudencia, ley natural). Epicuro negó estos principios y promovió una teoría de la justicia como contrato social que, por tanto, ni podía considerarse universal ni virtuosa.[323]​El epicureísmo incorporó una descripción relativamente completa de la teoría del contrato social y, en parte, intenta abordar problemas con la sociedad descrita en la República de Platón.[257]​ La teoría del contrato social establecida por el epicureísmo se basa en el acuerdo mutuo, no en el decreto divino.[257]

Epicuro definió la justicia como un acuerdo hecho por personas para no lastimarse entre sí.[324]​ El objetivo de vivir en una sociedad con leyes y castigos es estar protegido del daño para que uno sea libre de buscar la felicidad. Por eso, las leyes que no contribuyen a promover la felicidad humana no son justas.[325]​ Se necesita tener un contrato para disfrutar plenamente de los beneficios de vivir en una sociedad bien ordenada y, se necesitan leyes y castigos para evitar que se rompa el contrato. Las leyes que son útiles para promover la felicidad son justas, pero las que no son útiles no lo son (Máximas capitales, XXXIII - XL).

Epicuro también se preguntó si el sabio haría cosas prohibidas por las leyes sabiendo que no será descubierto como en el mito de Giges.[326]​ Pero el sabio valora la prudencia y ve la utilidad de la justicia. Debido a sus limitados deseos, no tiene necesidad de incurrir en la conducta prohibida por las leyes en ningún caso.[213]​ El mayor fruto de la justicia es la tranquilidad y un hombre que causa miedo no puede estar tranquilo.[327]​ En consecuencia, la actitud epicúrea hacia el prójimo sigue un principio solidario. Epicuro dio su propia versión única de la ética de la reciprocidad, que se diferencia de otras formulaciones al enfatizar la minimización del daño y la maximización de la felicidad para uno mismo y los demás: «Es no solo más bello, sino también más placentero, hacer el bien que recibirlo».[213]


El epicureísmo no niega la existencia de los dioses; más bien niega su participación en el mundo. Según el epicureísmo, los dioses no interfieren en la vida humana ni en el resto del universo de ninguna manera,[328]​ por lo que rechaza la idea de que los fenómenos meteorológicos aterradores sean un castigo divino.[329]​ Uno de los miedos de los que el epicúreo debería liberarse es el miedo relacionado con las acciones de los dioses.[330]

En mitología griega existen múltiples mitos e historias de los dioses olímpicos castigando físicamente a otros dioses, titanes (ver: Prometeo y Atlas) y a humanos, tanto en vida como tras la muerte (ver: Tántalo, Sisifo y Ixión). Además, también sus castigos se manifestaban con fenómenos naturales. Por ejemplo, Poseidón inundó Atenas tras perder contra Atenea el patronazgo de la ciudad[331][332]​ y Zeus destruyó y hundió la nave de Odiseo con un rayo, matando a toda su tripulación.[333]Platón expresó en el Mito de Er su visión del inframundo, donde las almas eran castigadas o premiadas por sus acciones en vida.[334]

Como Jenófanes, Epicuro rechazó la visión griega convencional de los dioses como seres antropomórficos que caminaban por la tierra como gente común, engendraban descendientes ilegítimos con mortales y perseguían disputas personales.[64]​En cambio, enseñó que los dioses son moralmente perfectos, pero seres separados e inmóviles que viven en las regiones remotas del espacio interestelar (metakosmia), y no se preocupan en absoluto por el destino de los hombres ni se inmiscuían en el gobierno del universo; el sabio, por ende, debía honrarlos.[335][336]

De acuerdo con estas enseñanzas, Epicuro rechazó rotundamente la idea de que las deidades estuvieran involucradas en los asuntos humanos de alguna manera.[338][64]​ «¿Qué utilidad saca Dios del hombre», dice Epicuro, «como para hacerlo para sí?».[339]​ Similar al motor inmóvil aristotélico que es un "pensamiento autocontemplativo" (noeseos noesi),[340]​ Epicuro sostuvo que los dioses son tan absolutamente perfectos y están tan alejados del mundo que son incapaces de escuchar oraciones o súplicas,[341]​ o de hacer prácticamente cualquier cosa además de contemplar sus propias perfecciones.[64]​ En su Carta a Heródoto, él niega específicamente que los dioses tengan algún control sobre los fenómenos naturales, argumentando que esto contradiría su naturaleza fundamental, que es perfecta, porque cualquier tipo de participación mundana empañaría su perfección.[64]​ Advirtió además que creer que los dioses controlan los fenómenos naturales solo engañaría a las personas haciéndoles creer la visión supersticiosa de que los dioses castigan a los humanos por las malas acciones, lo que solo infunde miedo y evita que las personas adquieran ataraxia.[64]​Esta actitud crítica hacia la religión suscitó el odio a Epicuro ya en la Antigüedad.[342]

En su Carta a Meneceo, el primer consejo que el propio Epicuro da a su alumno es: «Primero, crea que un dios es un animal indestructible y bendito, de acuerdo con la concepción general de dios sostenido comúnmente, y no atribuya a dios nada ajeno a su indestructibilidad o repugnante a su bienaventuranza».[338]​ Epicuro y sus seguidores sostuvieron que sabían que los dioses existen porque «nuestro conocimiento de ellos es una cuestión de percepción clara y distinta», lo que significa que las personas pueden sentir empíricamente sus presencias. No quiso decir que las personas pueden ver a los dioses como objetos físicos, sino que pueden ver visiones de los dioses enviadas desde las regiones remotas del espacio interestelar en el que realmente residen. Los dioses son proyecciones imaginativas (phantastikás) del pensamiento, que no podían ser comprobadas por las sensaciones (como los átomos). Decía Epicuro que la razón nos conduce a pensar que existe una naturaleza que es superior a la humana.[190]​ Entendió que la felicidad suprema, que reside en Dios, no admite incremento; mientras que la humana recibe incremento y decremento de placeres. Con la comprensión epicúrea de los dioses, se dice en la Carta a Meneceo que con sus enseñanzas se vivirá «como un dios entre hombres».[343]​ Según George K. Strodach, Epicuro podría fácilmente haber prescindido de los dioses por completo sin alterar en gran medida su cosmovisión materialista, pero los dioses siguen desempeñando una función importante en la teología de Epicuro como modelos de virtud moral que deben ser emulados y estimado.[64]

Epicuro criticó la religión popular tanto en su Carta a Meneceo como en su Carta a Heródoto con un tono sobrio y moderado.[64]​ Los epicúreos posteriores siguieron principalmente las mismas ideas que Epicuro, creyendo en la existencia de los dioses, pero rechazando enfáticamente la idea de la providencia divina.[338]​ Sin embargo, sus críticas a la religión popular suelen ser menos amables que las del propio Epicuro.[64]​ La Carta a Pítocles es más despectiva hacia la religión popular. El devoto seguidor de Epicuro, el poeta romano Lucrecio, atacó apasionadamente la religión popular en su poema filosófico De la naturaleza de las cosas.[64]​ En este poema, Lucrecio declara que las prácticas religiosas populares no solo no inculcan la virtud, sino que más bien resultan en "fechorías tanto malvadas como impías", citando el mítico sacrificio de Ifigenia como ejemplo.[64]​ Lucrecio sostiene que la creación y la providencia divinas son ilógicas, no porque los dioses no existan, sino porque estas nociones son incompatibles con los principios epicúreos de la indestructibilidad y la bienaventuranza de los dioses.[338][64]​ El último filósofo pirronista Sexto Empírico rechazó las enseñanzas de los epicúreos específicamente porque los consideraba "dogmaticistas" teológicos.[338]

La forma en que existen los dioses epicúreos todavía se discute. Algunos estudiosos dicen que el epicureísmo cree que los dioses existen fuera de la mente como objetos materiales (la posición realista), mientras que otros afirman que los dioses solo existen en nuestras mentes como ideales (la posición idealista).[344][345][346]​ La posición realista sostiene que los epicúreos entienden que los dioses existen como seres físicos e inmortales hechos de átomos que residen en algún lugar de la realidad.[344][346]​ Sin embargo, los dioses están completamente separados del resto de la realidad; no están interesados en él, no juegan ningún papel en él y permanecen completamente imperturbables por él.[347]​ En cambio, los dioses viven en lo que se llama metacosmia, o el espacio entre mundos.[348]​ Por el contrario, la posición idealista sostiene que Epicuro en realidad no concibió a los dioses como existentes en la realidad. Más bien, se dice que Epicuro vio a los dioses simplemente como formas idealizadas de la mejor vida humana,[345][349]​ y se piensa que los dioses fueron emblemáticos de la vida a la que se debe aspirar. El debate entre estas dos posiciones fue revivido por A. A. Long y David Sedley en su libro de 1987, The Hellenistic Philosophers, en el que ambos argumentaron a favor de la posición idealista.[350][351]​ Si bien aún no se ha alcanzado un consenso académico, la posición realista sigue siendo el punto de vista predominante en este momento.[350][351]

El epicureísmo también ofreció argumentos en contra de la existencia de los dioses en la forma propuesta por otros sistemas de creencias. Los epicúreos rechazaban la antropocéntrica teleología de los estoicos, así como la teodicea frente al mal que el universo aflige a la vida humana. Lucrecio dijo que «afirmar, por lo demás, que los dioses quisieron disponer esta extraordinaria naturaleza del mundo en favor de los hombres... es una locura. Efectivamente, ¿qué ventaja puede dar a los inmortales y bienaventurados nuestra gratitud, de forma que se decidan a hacer cualquier cosa en favor nuestro?»[339]​ y criticó la divina providencia apelando a males naturales.[285][354]

La llamada Paradoja de Epicuro, o Problema del mal, es un famoso argumento contra la existencia de un Dios o dioses todopoderosos y providenciales. Según como lo registró Lactancio en De Ira Dei:[352][353]

Este tipo de argumento de trilema (Dios es omnipotente, Dios es bueno, pero el mal existe) fue uno de los favorecidos por los escépticos griegos antiguos , y este argumento puede haber sido atribuido erróneamente a Epicuro por Lactancio, quien, desde su perspectiva cristiana, consideraba a Epicuro como un ateo.[355]​ Según Reinhold F. Glei, se establece que el argumento de la teodicea proviene de una fuente académica que no solo no es epicúrea, sino incluso antiepicúrea.[356]​ La versión más antigua existente de este trilema aparece en los escritos del filósofo pirronista Sexto Empírico.[357]

Ningún escrito existente de Epicuro contiene este argumento.[338]​ Sin embargo, la gran mayoría de los escritos de Epicuro se han perdido y es posible que alguna forma de este argumento se haya encontrado en su tratado perdido Sobre los dioses, que Diógenes Laercio describe como una de sus mayores obras. Si Epicuro realmente hizo alguna forma de este argumento, no habría sido un argumento en contra de la existencia de deidades, sino más bien un argumento en contra de la providencia divina.[338]​ Los escritos existentes de Epicuro demuestran que sí creía en la existencia de deidades.[338]​ Además, la religión era una parte tan integral de la vida diaria en Grecia durante el período helenístico temprano que es dudoso que alguien durante ese período pudiera haber sido ateo en el sentido moderno de la palabra.[338]​ En cambio, la palabra griega "ateo" (ἄθεος átheos), que significa "sin un dios", se usó como un insulto, no como un intento de describir las creencias de una persona.[338]

Se pueden establecer paralelos del epicureísmo con el jainismo y el budismo, que también enfatizan la falta de interferencia divina y aspectos de su atomismo. El epicureísmo también se parece al budismo en su templanza, incluida la creencia de que un gran exceso conduce a una gran insatisfacción. Algunos epicúreos modernos han argumentado que el epicureísmo es un tipo de identidad religiosa, argumentando que cumple con las "siete dimensiones de la religión" de Ninian Smart, y que las prácticas epicúreas de festejar en el siglo XX y declarar el juramento de seguir a Epicuro, la insistencia en la adherencia doctrinal y el carácter sagrado de la amistad epicúrea hacen que el epicureísmo sea más similar a algunas religiones no teístas que a otras filosofías.

El epicureísmo fue muy popular desde el principio.[359]​ Diogenes Laercio registra que el número de epicúreos superó las poblaciones de ciudades enteras.[360]​ Se mantuvo como el filósofo más admirado y menospreciado en el Mediterráneo durante los próximos cinco siglos.[361]​ Sin embargo, Epicuro no fue admirado universalmente y, durante su vida, fue vilipendiado como un bufón ignorante y sibarita egoísta. A los discípulos de Platón los llamaba «aduladores de Dionisio», a Aristóteles lo llamó «un perdido, porque habiendo malgastado todos sus haberes, tuvo que darse a la milicia, y aun a vender medicamentos». Llegó a calificar a los cirenaicos como «enemigos de Grecia» y a los escépticos de «ignorantes» e «iletrados».[362][363]​ Las doctrinas epicúreas quedaron ya fijadas por su fundador, sin apenas cambios durante su historia.[2]

Aunque no de grande importancia científica, fueron bastante numerosos los adeptos y partidarios de la doctrina epicúrea en Roma. Las enseñanzas de Epicuro fueron introducidas en la filosofía y la práctica médica por el médico epicúreo Asclepíades de Bitinia, quien fue el primer médico que introdujo la medicina griega en Roma. Asclepíades presentó el tratamiento simpático, agradable e indoloro de los pacientes. Abogó por un trato humano a las personas con trastornos mentales y el trato de terapias naturales, como la dieta y los masajes.[364]​ Los nombres de Cacio y de Amafanio son los primeros que se presentan en la historia del epicureísmo romano, en la cual aparecen en seguida los nombres, ya más conocidos e importantes, de C. Casio, de Pomponio Ático, de Veleyo, y sobre todo de algunos de los principales poetas, entre los cuales sobresale Horacio.

El epicureísmo ya se había introducido en Roma en el siglo II a. C.. Entre los epicúreos de esta centuria debe mencionarse a Demetrio de Lacón, de cuyas obras quedan algunos fragmentos, y a Apolodoro, que escribió más de 400 libros. Este último se ignora dónde nació y se le llamó kepotirannos (tirano del jardín), quizá por la defensa que hiciera de las doctrinas frente a las otras escuelas. Su discípulo Zenón de Sidón, quien fue maestro de Cicerón, también escribió muchas obras. Su sucesor fue Fedro, también maestro de Cicerón y muy estimado por este.[365]Fedro tuvo una preocupación epistemológica y escribió un tratado "Peri teon" (Sobre los dioses) profundizando en la teología epicúrea. También es reseñable Filodemo de Gadara, parte de cuya producción figura en los papiros herculanos, que comprenden numerosas obras epicúreas. Patro fue el líder de la escuela hasta el 51 a.C.[366]​ Otros maestros epicúreos, Alkios y Filiscos, fueron expulsados de Roma.[367][368]​ En el siglo I a. C. el epicureísmo era, de hecho, la filosofía en boga; y el número de romanos que se adscribieron a la misma fue, según Cicerón, muy grande. Los epicúreos Lucio Manlio Torcuato y Gayo Valerio Triario le expresaron a Cicerón su admiración por el filósofo:[369]

La persona en difundir sus doctrinas en prosa latina fue un cierto . Las primeras obras epicúreas de Cayo Amafinio, Rabirio y Cacio fueron los primeros tratados filosóficos escritos en latín.[370]​ Podemos citar también a Tito Casio, Plinio el joven, Tito Pomponio Ático y en cierto sentido al poeta Horacio, pero especialmente a Lucrecio (c. 95–55 a. C.) quien, en el poema De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), dejó una exposición casi completa y precisa de la física epicúrea.[169]​ De Epicuro dice Lucrecio en su obra:

Séneca, quien lo citó y defendió, demostró hasta qué punto Epicuro aún era popular en el siglo I d. C.,[371]​ pero entre los siglos I y siglo II d. C.., el epicureísmo entró en declive ya que no podía competir con el estoicismo, que tenía un sistema ético más en línea con los valores romanos tradicionales. El epicureísmo fue el que más se enfrentó con las ideas cristianas, ya que sus partidarios creían que el alma era mortal, negando a su vez la existencia de una vida después de la muerte y que lo divino tuviera algún papel activo en la vida humana.[372]​ A pesar de esto, DeWitt argumenta que el epicureísmo, en muchos sentidos, ayudó a allanar el camino para la expansión del cristianismo por su gran énfasis en la importancia del amor y el perdón; asimismo, las primeras representaciones cristianas de Jesús a menudo son similares a las representaciones de Epicuro.[373][374]

Muchos romanos tuvieron una visión negativa del epicureísmo, ya que consideraban que su defensa de la búsqueda de voluptas ("placer") era contraria al ideal romano de virtus ("virtud masculina"). Por lo tanto, a menudo se estereotipaba a sus seguidores como débiles y afeminados. Los críticos prominentes de su filosofía incluyen a autores como Cicerón,[375]​ el estoico Séneca[376]​ y el griego neoplatónico Plutarco.[377]​ El filósofo escéptico posterior Sexto Empírico rechazó las enseñanzas de los epicúreos específicamente porque los consideraba como "dogmaticistas" teológicos.[378]​ Por otro lado, Diógenes Laercio elogió a Epicuro diciendo que «era un hombre excelente en todos los aspectos».[379]

En tiempos de Marco Aurelio, la población de Amastris en Bitinia fue excomulgada del uso de un oráculo de Apolo porque los ciudadanos, discípulos de Epicuro, ridiculizaban la profecía.[380]​ El escritor escéptico Luciano de Samósata se apoyó vez en el epicureísmo para ridiculizar la superstición, las prácticas religiosas y creencia en lo paranormal. Dejó escrito este encomio a Epicuro:

En el siglo II d. C., el epicureísmo experimenta un renacimiento gracias a Diógenes de Enoanda, quien talló las obras de Epicuro en una pared de pórtico. Tal vez en el mismo siglo debería mencionarse a Diogeniano, que defendió el epicureísmo frente al neoplatonismo y cuyos fragmentos de polémica contra el estoico Crisipo se encuentran en el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea.[382]​ En esta etapa los epicúreos participan, desarrollando una cierta armonización de teorías, de la característica actitud del eclecticismo.

Dentro de la escuela epicúrea (el Jardín) se permitía el acceso a la enseñanzas de Epicuro a personas marginales dentro de la sociedad de la antigua Grecia, como esclavos, mujeres y prostitutas.[385][386]Aristóteles consideraba que la mujer estaba sometida al hombre, pero se encontraba por encima de los esclavos. En el capítulo 12 de su Política, escribe: «El esclavo está absolutamente privado de voluntad; la mujer la tiene, pero subordinada; el niño sólo la tiene incompleta». Su opinión era más desfavorable que la de su maestro Platón, quien afirma en la República que «las mujeres son más débiles que los hombres» pero tienen la capacidad de gobernar como cualquier hombre.[387]​ No obstante, ya se conocían en aquel entonces mujeres con formación filosófica como Aspasia, Hiparquia y Areta.

La filosofía del epicureísmo no era abierta a la igualdad. En la misma línea que el cinismo, la escuela abogó por la igualdad de las mujeres en cuanto al pensamiento. El epicúreo Diógenes de Enoanda ofreció dar clases a mujeres. Por otro lado, el epicúreo Lucrecio excluyó a las mujeres en su audiencia.[388]​ En su poema De rerum natura, Lucrecio se refiere a la diosa Venus. En el libro I es energía erótica placentera y benigna, natural y directa, y en el libro IV, urbana, degenerada y peligrosa. Tampoco las mujeres son peligrosas en sí mismas sino las vanas y locas idealizaciones de los hombres.[388]

El epicureísmo es una doctrina de un paganismo típicamente laico y mediterráneo, y en este ámbito ganó gran número de seguidores que la consideraron una doctrina verdadera que solucionaba todos los problemas. Fue conocida por toda Grecia y Roma, y hasta llegó a Asia y Egipto, a pesar de estar siempre bajo la sombra del por entonces predominante estoicismo.

Entre los seguidores de las enseñanzas de Epicuro en la Antigua Roma figuran los poetas Horacio, cuya famosa declaración Carpe Diem ("aprovecha el día") ilustra su filosofía y en su Carta a Tibulo (Ep. I 4, 16) se confiesa orgulloso de ser Epicuri de grege porcum (“un cerdo de la piara de Epicuro”);[392]​ y Virgilio.[393][394]​ Sus enseñanzas llegaron incluso hasta Julio César.[395]​ El epicúreo romano más importante, Lucrecio, quien vivió durante el siglo I a. C. , escribió una De la naturaleza de las cosas (De rerum natura), que representa sin duda el texto más importante del epicureísmo fuera de Epicuro. Los temas básicos tratados por Lucrecio son la constitución atómica del universo, una teoría sobre la sensación empírica, la pasión amorosa, una alabanza de la persona y la obra de Epicuro, los fenómenos de la astronomía epicúrea, entre otros. Sin embargo, en contra de la creencia popular, Lucrecio no copia textualmente a Epicuro sino que se diferencia en algunos aspectos —por ejemplo, respecto a la doctrina de la felicidad—, pues Lucrecio elabora una teoría pesimista y dramática de la vida.

Su escuela de pensamiento perduró largamente durante siete siglos tras la muerte de Epicuro; sin embargo, en el siglo IV (según el testimonio de San Agustín) habían desaparecido totalmente las escuelas epicúreas y los escritos de Epicuro permanecieron dispersos por el mundo antiguo, o bien en algunos fragmentos de las obras de escritores como Séneca, Plutarco, etcétera. Fue olvidado al advenir la Edad Media, periodo en el que se perdió o fue destruida la mayoría de los escritos de este filósofo griego a causa del rechazo que por sus ideas experimentó el cristianismo, que no pudo adaptarlas a su sistema de creencias por la visión cristiana del dolor.

Sin embargo, a través de autores del humanismo (como Cosimo Raimondi) y renacentistas (como Pierre Gassendi) el epicureísmo se da finalmente a conocer por toda Europa. Baruch Spinoza y John Locke, por ejemplo, reconocieron la importancia (tanto desde el punto de vista histórico como por una cierta influencia en los mismos escritos) de Epicuro y Lucrecio. Incluso se encuentran resonancias (o sólo menciones) del epicureísmo en autores ya más contemporáneos como Jeremy Bentham, John Stuart Mill, Auguste Comte, Friedrich Hegel, Marx y Nietzsche.

En los siglos I y siglo II d. C., el epicureísmo entró en declive, ya que no podía competir con el estoicismo, que tenía un sistema ético más en línea con los valores romanos tradicionales. El epicureísmo fue el que más se enfrentó con las cristianas, ya que creían que el alma era mortal, negaban la existencia de una vida después de la muerte y negaban que lo divino tuviera algún papel activo en la vida humana.[359]​ A pesar de esto, DeWitt argumenta que el epicureísmo, en muchos sentidos, ayudó a allanar el camino para la expansión del cristianismo por su gran énfasis en la importancia del amor, el perdón y las primeras representaciones cristianas de Jesús a menudo son similares a las representaciones de Epicuro.[361][374]​ El cristianismo tomó de los epicúreos la forma de organizar las comunidades de base sostenidas en la relación personal de fraternidad, muy similar a la amistad del Jardín de Atenas.[396]

En la Edad Media, Epicuro era conocido a través de Cicerón y las polémicas de los Padres de la Iglesia.[397]​ Seguidores epicúreos como Diógenes de Oenoanda talló obras de Epicuro en un pórtico y Diogeniano, cuyos fragmentos de polémica contra el Crisipo se encuentran en el historiador de la iglesia Eusebio de Cesarea. Entre los siglos IV y V, Epicuro fue mencionado por Palladas.[47]​ Antes del decreto de Constantino, los epicúreos y los cristianos tenían mucho en común: sus métodos de propaganda eran orales para ambos, mantenían comunidades por medio de una literatura epistolar con un estilo poco cuidado y evitaron con las formas más cultas del lenguaje.

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A principios del siglo V, el epicureísmo estaba virtualmente extinto. Por el siglo IV, el emperador Juliano el Apóstata agradeció a los dioses por no permitir que ninguno de los libros de Epicuro sobrevivieran.[399]Agustín de Hipona (354–430 dC) declaró: "sus cenizas son tan frías que de ellas no se puede ni una sola chispa".[400]​ Mientras que las ideas de Platón y Aristóteles podían adaptarse fácilmente a una cosmovisión cristiana, las ideas de Epicuro no eran tan fáciles de entender y no se le tenía en tanta estima.Mientras que las ideas de Platón y Aristóteles podían adaptarse fácilmente a una cosmovisión cristiana, las ideas de Epicuro no eran tan fáciles de entender y no se le tenía en tanta estima.[359]​Durante la Alta Edad Media, Epicuro fue recordado por los eruditos como un filósofo, pero con frecuencia apareció en la cultura popular como el portero del Jardín de las Delicias, el "propietario de la cocina, la taberna y el burdel". Él aparece en Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer y en el Infierno de Dante en el Sexto Círculo del Infierno, encarcelados en ataúdes de fuego por haber creído que el alma muere con el cuerpo.[359][363]​ No será hasta el Renacimiento cuando vuelva resurgir el interés por el epicureísmo.

En 1417, Poggio Bracciolini descubrió una copia de De la naturaleza de las cosas de Lucrecio en un monasterio cerca del lago Constanza. El descubrimiento de este manuscrito se encontró con una emoción inmensa, porque los estudiosos estaban ansiosos por analizar y estudiar las enseñanzas de los filósofos clásicos y este texto previamente olvidado contenía el relato más completo de las enseñanzas de Epicuro conocidas en latín. La primera disertación académica sobre la ética de Epicuro, De voluptate (Sobre el placer) del humanista italiano y sacerdote católico Lorenzo Valla se publicó en 1431. Valla otorgó credibilidad al epicureísmo como una filosofía que merecía ser tomada en serio manteniendo que el verdadero bien es el placer y no la virtud.[47][359]

Los Humanistas de Quattrocento no respaldaron con claridad el epicureísmo pero eruditos como Francesco Zabarella (1360–1417), Francesco Filelfo (1398–1481), Cristoforo Landino (1424–1498) y Leonardo Bruni ( c. 1370–1444) le dieron al Epicureísmo un análisis más justo que el que había recibido tradicionalmente y proporcionó una evaluación menos abiertamente hostil del mismo Epicuro. No obstante, el "epicureísmo" siguió siendo un peyorativo.[359]

En el siglo XVI, en términos de actitud y dirección del pensamiento, los dos primeros grandes epicúreos fueron Michel de Montaigne en Francia y Francesco Guicciardini en Italia.[47]​ En el siglo XVII, el sacerdote y erudito católico francés Pierre Gassendi (1592 - 1655) trató de desalojar al aristotelismo de su posición del dogma más alto al presentar el epicureísmo como una alternativa mejor y más racional. En 1647, Gassendi publicó su libro De vita et moribus Epicuri (La vida y la moral de Epicurus), una defensa apasionada del epicureísmo. Gassendi modificó las enseñanzas de Epicuro para hacerlas aceptables para una audiencia cristiana. Por ejemplo, argumentó que los átomos no eran eternos, increados e infinitos, sino que sostenían que un número extremadamente grande pero finito de átomos fueron creados por Dios en la creación.[359]Thomas Hobbes, un amigo de Gassendi, retomó la teoría del placer y la interpretó en un sentido más cercano a la doctrina cirenaica.[47]

Las enseñanzas de Epicuro fueron respetables en Inglaterra por el filósofo natural Walter Charleton (1619 - 1707), cuya primera obra epicúrea, The Darkness of Atheism Dispelled by the Light of Nature (1652), modificó en el epicureísmo como un "nuevo" atomismo. La Royal Society, fundada en 1662, avanzó el atomismo epicúreo. Uno de los defensores más prolíficos del atomismo fue Robert Boyle.[359]Francisco de Quevedo también defendió al filósofo griego rehabilitándolo como un filósofo cristiano.[402]​ Mientras tanto, John Locke (1632 - 1704) adaptó la versión modificada de Gassendi de la epistemología de Epicuro, que se hizo muy influyente en el empirismo inglés. Muchos pensadores con simpatías hacia la Ilustración apoyaron el epicureísmo como una admirable filosofía moral.

Durante los siglos XVII y XVIII, la nación europea en la que el epicureísmo estuvo más activo fue Francia. Entre se encuentran François de La Rochefoucauld, Charles de Saint-Évremonde, Julien de La Mettrie, Claude-Adrien Helvétius y el barón de Holbach.[47]​ El filósofo prusiano Immanuel Kant (1724 - 1804) calificó a Epicuro como "el más destacado filósofo de la sensibilidad". Además, para Kant, Epicuro procedió en su filosofía de una manera mucho más consecuente que otros filósofos sensualistas como Locke o Aristóteles.[403]

El presidente estadounidense Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, declaró en 1819: "Yo también soy un Epicúreo. Considero que las doctrinas genuinas (no imputadas) de Epicuro contienen todo lo racional en la filosofía moral que Grecia y Roma nos han dejado".[404]​ Jefferson fue el mentor personal de la abolicionista y feminista Frances Wright, la autora de la novela Varios días en Atenas, que ha sido llamada la gran obra maestra epicúrea en el idioma inglés, donde Epicuro toma un diálogo ficticio con el estoico Zenón de Citio.[405][406]

El hedonismo de Epicuro fue la base clave de las doctrinas éticas del utilitarismo defendidas por Jeremy Bentham (1748 - 1832) y John Stuart Mill (1806 - 1873).[359][407][408]​ Como en Epicuro, Mill defendió en El utilitarismo que la ética es arte de vivir basado en el cálculo de placeres, donde la virtud y la felicidad se conjugan mutuamente.[409]

Por otro lado, Hegel (1770 - 1831) presentó los postulados metafísicos del atomismo epicúreo en Lecciones sobre la filosofía de la historia universal desfavorablemente.[410]​ Hegel encuentra el epicureanismo "aparece como una víctima sin sentido de la sensación, abrumada con detalles e incapaz de órdenes superiores de pensamiento, conceptos (Begriffe) y la comprensión (das Begreifen), y totalmente desligados de la teleología racional".[411]

Arthur Schopenhauer (1788 - 1860) entendió la ausencia del dolor de la aponía y ataraxia epicúrea como forma de liberación de la "voluntad de poder".[412][413]​ También compartió la visión de la muerte epicúrea, puesto que un mal presupone la existencia para ser experimentado pero la muerte es la completa inexistencia y la ausencia de conciencia.[414]

El filósofo alemán Karl Marx (1818-1883), cuyas ideas son la base del marxismo, fue profundamente influenciado como un hombre joven por las enseñanzas de Epicuro y su tesis doctoral fue un análisis dialéctico hegeliano de las diferencias entre las filosofías naturales de Demócrito y Epicuro (Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro). Marx propuso que la ética epicúrea está relacionada con la física y epistemología.[415][416]​ Marx veía a Epicuro como un empirista dogmático, cuya visión del mundo es internamente consistente y prácticamente aplicable.[417][418]​ Marx consideró a Epicuro “el más grande educador griego”, librepensador más formidable y combativo contra la religión.[419][420]

Pese a que Friedrich Nietzsche (1844 - 1900) era antagónico con los padres de la filosofía griega (Platón y Sócrates), consideró a Epicuro como «uno de los hombres más grandes, el inventor de una manera heroico-idílica del filosofar». Señaló que:[421]

Además dijo de él:[422]

En el siglo XIX, la interpretación del placer como principio psíquico de acción fue iniciada por Gustav Theodor, el fundador de la psicofísica, y desarrollado a finales de siglo por Sigmund Freud en el nivel psicoanalítico del inconsciente.[47]​ El interés académico en Epicuro y otros filósofos helenísticos aumentó a lo largo de finales del siglo XX y principios del siglo XXI con un número sin precedentes de monografías, artículos, resúmenes y documentos de conferencias que se publicaron sobre el tema. Los textos de la biblioteca de Filodemo de Gadara en la Villa de los papiros en Herculano, descubiertos por primera vez entre 1750 y 1765, están siendo descifrados, traducidos y publicados por académicos que forman parte del Philodemus Translation Project, financiado por el Fondo Nacional para las Humanidades de los Estados Unidos, y parte del Centro per lo Studio dei Papiri Ercolanesi en Nápoles.[359][423]​ Filósofos modernos como Jun Tsuji y Michel Onfray fueron muy influenciados por Epicuro. Onfray expresó que: "Sin Epicuro no habrían existido el Renacimiento, ni Montaigne, ni el pensamiento libertino del siglo XVII, ni la filosofía de la Ilustración, ni la Revolución Francesa, ni el ateísmo, ni las filosofías de la liberación social. Epicuro puede constituir un poderoso remedio contra la fiebre decadentista contemporánea."[401]​ Los filósofos Stephen E. Rosenbaum y Tim Burkhardt defendieron las doctrinas epicúreas acerca de la muerte.[424][425][426]

El atractivo popular de Epicuro entre los no académicos es difícil de medir, pero parece ser relativamente comparable al atractivo de los temas filosóficos griegos antiguos más tradicionalmente populares como el estoicismo, Aristóteles y Platón.[359]​ Hoy en día existen una sociedades y grupos de epicúreos en países como Grecia, Italia y Australia.[427][428][429]

En el uso popular moderno, un epicúreo es un conocedor de las artes de la vida y los refinamientos de los placeres sensuales; el epicureísmo implica un amor o un disfrute sabio, especialmente de la buena comida y bebida.

Debido a que el epicureísmo postula que el placer es el bien supremo (telos), se ha malinterpretado comúnmente desde la antigüedad como una doctrina que aboga por participar en placeres fugaces como el exceso sexual y la comida decadente. Este no es el caso. Epicuro consideraba la ataraxia (tranquilidad, ausencia de miedo) y la aponía (ausencia de dolor) como el colmo de la felicidad. También consideraba la prudencia como una virtud importante y percibía el exceso y la indulgencia como contrarios al logro de la ataraxia y la aponía.

Epicuro prefirió "lo bueno", e "incluso la sabiduría y la cultura", al "placer del estómago".[431]​ Aunque tampoco era contrario al lujo ocasional.[432]​ Filósofos posteriores han separado al antiguo filósofo griego Epicuro de libertinaje, amor por comer y beber que lleva su nombre. La depuración académica moderna pertenece al rechazo platónico de comer y beber. Generalmente, una filosofía centrada en las comidas (foodismo), como la de Brillat-Savarin, se parece a la de Epicuro.[432]

Cicerón criticó la física atomista de Epicuro al no ser capaz de explicar el orden en el universo y la teoría del clinamen al ser una afirmación ad hoc arbitraria que haría imposible la agrupación de los átomos entre ellos.[433]​ Así Leibniz criticó el intento epicúreo de casar materialismo e indeterminismo con el clinamen, no por sus implicaciones antiteleológicas sino por el rechazo del principio de razón suficiente.

Pues nada da una indicación más clara de la imperfección de una filosofía que la necesidad experimentada por el filósofo de confesar que algo sucede, de acuerdo con con su sistema, para lo cual no hay razón. Eso se aplica a la idea de Epicuro sobre la desviación de los átomos. Sea Dios o la Naturaleza la que opere, la operación siempre tendrá sus razones.[434]

Francis Bacon escribió un apotegma relacionado con el epicureísmo:

Hubo un epicúreo del que se jactaba, que los buzos de otras sectas de filósofos hicieron después de convertirse en epicúreos, pero nunca hubo ningún epicúreo que se volviera hacia otra secta. Ante lo cual un filósofo que era de otra secta, dijo; la razón era clara, porque los gallos se pueden hacer capones, pero los capones nunca se pueden hacer gallos.[435]

Esto se hizo eco de lo que el filósofo académico escéptico Arcesilao había dicho cuando se le preguntó "¿por qué los alumnos de todas las otras escuelas se pasaron a Epicuro, pero los epicúreos nunca se convirtieron en conversos?" a lo que respondió: "Porque los hombres pueden llegar a ser eunucos, pero un eunuco nunca llega a ser un hombre".[436]



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